lunes, 3 de mayo de 2010

LA CAVADA y PEÑARADA (Cantabria) - CAÑÓN DEL EBRO (Burgos) - 01/02-05-10

 


1ª TRAVESÍA “LA CAVADA- CUEVA DEL CANÓNIGO- PEÑARADA- LA CAVADA”(CANTABRIA) Y “CAÑONES DEL EBRO”. (BURGOS).

01/02-05-10

Aprovechando este fin de semana de dos días festivos habíamos programado en el calendario de actividades una salida por Cantabria sin especificar zona y demás. Ya en la última reunión se acordó la ascensión al Castro Valnera, lo cual no pudo ser debido a las inclemencias del tiempo tan irregular que tuvimos a lo largo de las dos jornadas. A pesar de ello, y lejos de resultar un fracaso, realizamos varias actividades que llenaron un fin de semana realmente inolvidable.
Tras varias semanas de preparación buscando pernocta, de lo cual se ocupó nuestra compañera Mª Jesús, a la cual agradecimos este esfuerzo así como la preparación de la mayoría de la cena y desayuno que llevamos para la ocasión, llegó la fecha.
Ocho fuimos los animados a la misma: Mª Jesús, Esteban, José Carlos, Álvaro, Gabriela, Arancha, Antonio y yo.

SÁBADO 01
A las 6:30 horas recogí a Mª Jesús en su casa y a continuación a Arancha y Gabriela. En Guzmán ya estaba el resto de compañeros y poco después de las 7:00 horas emprendimos el viaje en los coches de Antonio y el mío.
Salimos por la nacional hacia Mansilla y en Santas Martas nos incorporamos a la autovía de Burgos. Por ella circulamos hasta Osorno donde yo me pasé el nuevo desvío hacia la de Santander teniendo que retroceder para tomarla. El cielo encapotado y con algo de llovizna ya nos anunciaba lo que nos esperamos tras las malas previsiones anunciadas. Nos detuvimos a tomar un café, ahora no me acuerdo en qué localidad, antes de continuar el viaje con niebla cerrada. Antes de llegar a Torrelavega nos desviamos hacia Solares ya por carretera. Sobre las 10:30 horas llegamos a Rubalcaba, pueblo en el que teníamos reservada la casa rural. Ésta se encontraba a las afueras y además la llave nos la entregarían por la tarde, como habíamos acordado. Los dueños residían a media hora de allí y había que llamarles. Llevábamos 289 Km.
El cielo seguía encapotado y las nieblas lo cubrían todo, lo cual nos desanimaba para subir el pico, situado a unos 20 Km de allí. Había divisiones de opiniones de intentarlo o no y al final decidimos intercambiar los planes previstos para ambos días y hacer la ruta del domingo ese sábado esperando al domingo para ver si se podía la ascensión.
Nos dirigimos hacia La Cavada, otro pueblo cercano de donde partía la misma. Aparcamos los coches y nos preparamos para la ruta con Antonio como guía nativo cántabro que es. A las 11:00 horas comenzamos a caminar por la carretera entre viviendas y prados en los que vimos un burro echado en la hierba. Enseguida nos desviamos hacia un camino tras saltar una cancilla para el ganado. Avanzamos entre arboleda de verdor exuberante hasta encontrar un arroyo que formaba un bello rincón entre musgo y rocas. Entramos luego en un prado en el que se veía una casa más alejada. Atravesamos el mismo y no tardamos en ver la entrada de la Cueva del Canónigo también tapizada de musgo y ramaje. Eran las 11:50 horas.
Para llegar a la misma había que subir un tramo por un sendero de roca. Allí sacamos las linternas que llevábamos ya que íbamos a atravesarla para salir por otra abertura distinta. Guiados en todo momento por Antonio fuimos recorriendo la misma sacando fotos y disfrutando de las formaciones que en ella se encontraban y que poco tienen que envidiar a otras más conocidas y turísticas. Nos sacamos numerosas fotos de grupo en algunas de las salas más grandes. En una de ellas apagamos las luces y estuvimos unos minutos en silencio experimentando esa rara sensación de ceguera total. Por allí vimos un murciélago revolotear. Algunos tramos había que agachar la cabeza para pasar sin dejarse “los cuernos”.
Algo más de media hora tardamos en llegar a la salida desde la cual vimos el pueblo de Rucandio. El siguiente trecho caminamos de nuevo por praderías de alta hierba y atravesamos una pequeña arboleda antes de salir a un camino. Varias vacas pastaban en un cercado en el que había una especie de depósito cilíndrico similar a otros más que luego veríamos. También allí vimos una casa en restauración, aunque parecía algo abandonada. Al lado del camino había un indicador de direcciones de esta ruta de “Peñarada”.
Más adelante llegamos a otra edificación donde abandonamos el camino ancho para meternos por un sendero hacia el monte. Subimos entre eucaliptos y matorral mojado que nos empapaba a nosotros también. Además había ortigas, zarzas y tojos que nos daban un buen masaje de picaduras en brazos y piernas. En ocasiones había casi sacar el machete para poder avanzar de lo cerrado que se encontraba el sendero.
Al fin salimos de allí hacia otra zona de rocas por las que se caminaba mejor. Por ella fuimos ganando altura mientras bordeábamos un gran hoyo en el cual vimos alguna braña más rodeada de bosque. Alcanzamos luego una collada que daba paso a otro enorme socavón, el de Montecavado, rodeado de las peñas del Salto del Cabrito, El Castillo y de la Peñarada, la cual estábamos bordeando ahora nosotros. Subimos por la ladera hasta que de pronto vimos de nuevo bajo nosotros el pueblo de Rucandio y al fondo, a unos 15 Km. en línea recta, Santander. Era una vista realmente amplia y bonita. Eran las 13:20 horas.
De nuevo surgió la discrepancia de qué hacer. Si se subía hacia las peñas frente a nosotros nos desviábamos mucho de La Cavada y no nos daba tiempo a volver si queríamos hacer playa por la tarde. También se podía dividir el grupo y, mientras unos subían a la misma y bajaban a la carretera, Antonio y yo volvíamos por el mismo lugar a por los coches. Esta opción no me parecía correcta, ya no por tener que volver nosotros dos, si no por andar dividiendo el grupo. En el cielo habían ido abriéndose claros y hacia Santander se veía mas despejado. Al final decidimos asentarnos allí mismo y comer tranquilamente disfrutando de la vista que teníamos.
Tras una hora de charla y comiendo retomamos la marcha desandando el mismo tramo de subida por la ladera y las colladas. Ahora con el sol, el hoyo de Montecavado, tapizado de verdes praderas, relucía en todo su esplendor. Nos metimos una vez más entre la maleza, aunque ahora, tras haber subido antes, ya estaba mejor definido el sendero. Al final del mismo salimos al camino cercano a la casa y aquí variamos la ruta de ida. Allí llegaba por el otro lado una carretera que cogimos pasando al lado de un chalet con un jardín realmente bonito. Más adelante dejamos atrás otra vivienda donde varios perros atados nos ladraron al paso.
Allí mismo nos volvimos a desviar hacia otro sendero entre arboleda que nos sacó unos metros después de nuevo al asfalto. Cerca había una especie de caseta debajo de la cual salía un arroyo. En un prado vimos pastando un caballo delante de otra casa. Por la carretera fuimos caminando ya con dirección a La Cavada, distante poco más de un kilómetro. A la entrada del mismo había una bonita casa con la fachada cubierta por una gran enredadera. Algunos habían quedado por detrás charlando con una vecina y esperamos por ellos. Traían unos limones que les había dado la misma.
Enfilamos una recta calle al final de la cual se veía una iglesia. Allí salimos a la carretera y giramos a la izquierda. En este tramo vimos casas y jardines realmente espectaculares y pasamos al lado de una fábrica de armas delante de la cual tenían varios antiguos cañones. Arancha, Álvaro y Esteban habían quedado por detrás y por el móvil tuve que indicarles la dirección a seguir. Poco antes del final de la ruta dejamos atrás el desvío que habíamos tomado por la mañana y en pocos minutos llegamos al lugar donde teníamos los coches aparcados. Eran las 16:05 horas.
Allí nos quitamos las mochilas y enseguida nos pusimos en camino hacia la playa. Siguiendo a Antonio dejamos Santander a un lado y tras unos 25 kilómetros recorridos llegamos a la playa de Arnia. Bajamos a ella por un sendero y no tardamos en meternos al agua, que por cierto estaba helada. Nos costó un poco entrar del todo, pero luego se aguantaba bien. Además allí lucía el sol y eso animaba un poco más. Sí apunto que Mª Jesús no se había animado y había marchado por otro sendero costero a dar un paseo. Poco después llegó una pareja y luego otra. El chico iba preparado para bucear y enseguida le perdimos de vista bajo el agua. Además de disfrutar del agua, el paisaje rocoso y con varias islas cercanas daban al entorno un aspecto totalmente paradisíaco. Nos sacamos varias fotos y grabé algunos videos, aunque quería reservar tarjeta para el día siguiente. El chapuzón nos sentó realmente relajante.
Sobre las seis de la tarde subimos de nuevo arriba y entramos a tomar un refrigerio en el bar cercano casi colgado sobre el acantilado y con vistas a él. Media hora después decidimos dar un paseo por el sendero sobre aquellos acantilados. Entre hierba caminamos al borde del precipicio teniendo a la vista otra isla a la que se podía llegar con la marea baja, según no comentó Antonio. La vista era realmente bella y amplia. A lo lejos vimos venir a Mª Jesús y poco más adelante nos reunimos con ella. Estábamos ahora justo encima de otra pequeña playa en la que había otras cuatro personas.
Ya juntos emprendimos el regreso hacia los coches y desistimos ya de irnos hacia otra playa que habíamos comentado. En cambio nos dirigimos hacia Santander donde entramos sobre las 19:30 horas. Yo iba en todo momento pendiente de no perder a Antonio y así pasamos por el paseo marítimo y otras zonas de la ciudad. Dado la hora que era, y que teníamos aún que llamar a los de la casa, además del escaso sitio para aparcar, atravesamos la ciudad sin detenernos. Por el móvil llamamos a éstos para quedar ya en dicho lugar.
Siguiendo las indicaciones que nos dieron, poco después de Rubalcaba nos desviamos por un camino de ascenso y con numerosos baches a lo largo de un kilómetro hasta llegar por fin a la casa rural que habíamos cogido para esa noche. Eran las 20:30 horas y llevábamos 376 Km.
Allí estaba el matrimonio con quien había hablado Mª Jesús por teléfono. Estuvimos unos minutos con ellos en los cuales nos enseñaron un poco la casa y lo que en ella había. En la parte baja estaba el salón-cocina con chimenea, electrodomésticos, etc. También había un baño y una habitación. La estancia superior se repartía entre un recibidor que daba también al exterior por unas escaleras, tres habitaciones, un baño y otro cuarto cerrado. Todo ello muy bien decorado al estilo rural y con paredes de piedra. El entorno tampoco era nada despreciable ya que se emplazaba en medio de la ladera con bosques rodeándola por completo.
Después de mostrarnos todo ello les abonamos la estancia, 20 € por persona, y se despidieron. Nosotros nos repartimos en las diferentes estancias y luego decidimos bajar al pueblo. Nos dimos un paseo por él y nos sacamos una foto en un puente. Luego entramos en un mesón a tomar unos vasos y cuando salimos Antonio se metió sin querer por dirección prohibida en una calle. Vaya cómo se puso otro que venía de frente y eso que no provocamos ningún peligro.
Cuando regresamos, Mª Jesús, que tampoco había querido bajar, ya tenía preparada parte de la cena en la mesa. Entre todos terminamos de colocar el resto y pusimos en común lo que cada uno había aportado: embutido, tortilla, pollo, pizzas, conservas, refrescos, agua, vino, chupito, etc. Degustando todo ello pasamos un buen rato de charla animada en torno a la mesa. El chupito y el vino también ayudaron a animar el ambiente.
Al terminar nos relajamos en el sofá y no sé quien encontró una cesta en la que había unas pelucas de colores, unas gafas de plástico y algunos otros complementos de disfraz. Lo que faltaba........... No quedó nadie sin ponerse algún de aquellos artilugios y hacer un poco “el payaso”. Incluso algunos entonamos (destrozamos) canciones que a la vez bailábamos como cuadraba.
Pero llegó la hora bruja. Habíamos acordado hacer una sesión de contar historias de miedo y quedamos a la luz de la chimenea encendida. Solo Antonio y Arancha se animaron a contar una y con la de ésta última sí que me llevé un pequeño susto al no esperarme el final de la misma. Estaba concentrado en lo que iba contando pero a la vez muy relajado, por lo que me pilló de sorpresa. Luego fue Antonio el que se dedicó a hacer de las suyas con una linterna. Además salió a la calle y entró de pronto tapado con un plástico y metiendo ruido. Mª Jesús se llevó un buen sobresalto.
Poco a poco el personal se fue retirando y a las 2:20 horas lo hicimos los últimos. Yo estaba en una habitación de dos camas con Álvaro. Fuera se había echado a llover. La noche la pasé despertando alguna vez que otra, pero no dormí del todo mal.

DOMINGO 02
Me levanté sobre las 9:30 horas y seguía lloviendo. Con Antonio estuve considerando las posibilidades de rutas que teníamos. Por un lado podíamos hacer una pequeña ascensión desde allí mismo o irnos a recorrer alguno de los valles de la zona de Pas. También se había considerado el día antes irnos hasta Santoña donde se celebraba una feria, aunque eso ya era hacer más turismo que otra cosa. También propuso emprender el regreso y detenernos a hacer una ruta en los cañones del Ebro, ya en la provincia de Burgos. Tras comentarlo con los demás compañeros acordamos unánimemente irnos hacia los cañones. Un abrazo conjunto selló esta decisión.
Desayunamos tranquilamente y fuimos recogiéndolo todo a los coches. Eran ya las 11:00 horas cuando nos pusimos en marcha hacia dicha zona. Siguiendo a Antonio nos fue llevando por varios valles bonitos de Cantabria. Según nos desplazábamos al Oeste se abrían más claros, lo cual nos animaba. En Entreambasmestas nos detuvimos y algunos compraron sobaos pasiegos. En el alto del puerto El Escudo entramos en la provincia burgalesa bordeando el pantano del Ebro. Pasamos aún el puerto de Carrales antes de abandonar la nacional para entrar de lleno en el cañón donde se encuentra Orbaneja del Castillo en el que paramos cuando eran las 13:10 horas tras 470 Km totales.
Aparcamos los coches y nos colocamos las mochilas para comenzar una ruta por la zona. El cañón es realmente espectacular y me recordó muchísimo al del río Lobos. Al igual que éste, su altura es impresionante y pueden verse numerosas buitreras en sus cornisas. En un hueco pasante de la roca podía distinguirse claramente la silueta de África.
En el pueblo, encaramado en uno de los laterales del desfiladero, pudimos ver una enorme cascada precipitándose entre musgo hacia el Ebro tras pasar bajo la carretera. Con ella nos sacamos una foto de grupo, aunque yo no encontré el trípode en ese momento y no pude hacerla. Subimos una larga escalera hacia la parte alta donde pudimos ver cómo el agua manaba bajo la misma pared del cañón. El pueblo, todo construido en piedra al igual que las calles, era una verdadera maravilla. Álvaro y yo entramos en una tienda de recuerdos y compramos unas postales.
Salimos del mismo por un camino labrado en la misma pared del cañón. La vista del desfiladero comenzaba a ser amplia y realmente bonita con el pueblo en medio. Por encima de nosotros vimos una formación rocosa que semejaba totalmente la cabeza y joroba de un camello. No faltaron las fotos de grupo con toda esta maravilla como fondo. En un indicador nos señalaban varias rutas marcadas por la zona. Nosotros íbamos a hacer una circular que según éste nos llevaría una hora.
Poco a poco nos fuimos metiendo entre algo de arboleda y matorral y estuvimos sopesando si parar a comer allí o no. Al final decidimos continuar ya que ahora la vista era nula del cañón al habernos separado un poco de él y estar metidos entre matorral. Seguimos entonces subiendo por el sendero encontrando algo más de roca y dando algo más adelante un giro de 180 grados para situarnos de nuevo encima mismo del cañón con una vista inmejorable del mismo. Allí sí decidimos detenernos a comer un poco a la abrigada de unos arbustos ya que el tiempo se estaba poniendo frío. Eran las 15:20 horas.
Nos sentamos en las rocas con la vista del cañón y el pueblo frente a nosotros y allí comimos cómodamente. Una media hora después, cuando retomamos la marcha y subimos un poco más, hubo que ponerse hasta el gorro. El poco viento que corría era frío y desagradable y los nubarrones cubrían parte del cielo. Parecía mentira que el día antes hubiéramos estado en la playa bañándonos.
Por el camino alcanzamos la parte alta de la llanura en la que encontramos algunos cercados de piedras en uno de los cuales vimos una vaca. No tardamos en llegar a una zona en la que, cómo ya nos había advertido Antonio, encontramos numerosos chozos cuadrangulares también de piedras y en los que antiguamente se resguardaban los labradores de la zona y guardaban los aperos. Se podían contar una veintena de ellos o más en un pequeño espacio de terreno. En algunos entramos y nos sacamos alguna foto antes de comenzar a bajar ya hacia el cañón de nuevo. En otro recinto vimos numerosas reses de ganado vacuno tumbadas en la hierba.
Nos fuimos acercando al borde del desfiladero siempre siguiendo el camino bien definido que ahora pasaba entre matorral y arboleda. Enseguida comenzamos a bajar por la misma pared del cañón serpenteando encima del mismo pueblo. Poco después enlazamos con el camino por el que habíamos salido anteriormente y por él entramos en Orbaneja a las 16:55 horas.
En una terraza de un bar nos acomodamos algunos para tomar un refrigerio mientras otros decidían subir por otro sendero. Allí sentados y disfrutando de las vistas del pueblo y las paredes del cañón estuvimos una hora. Al regreso de los compañeros nos pusimos en marcha hacia los coches. Intentamos gastar una broma a José Carlos escondiéndonos, pero lo estropeó saliendo Antonio. Para “matalo”. Volvimos a bajar al lado de la cascada hasta la carretera donde unos metros más adelante teníamos los coches. Poco después de las seis de la tarde emprendimos de nuevo el viaje por el medio del mismo cañón hasta salir de él unos kilómetros más adelante.
Enseguida llegamos a Arroyuelos, de nuevo en la provincia cántabra. Allí Antonio había concertado una visita a una iglesia rupestre. Un joven del pueblo nos la enseñó y estuvimos viéndola por dentro y fuera. Se trataba de una cueva en la que se podían ver los diferentes huecos de los altares, coro, etc. La construcción data de la época de los moros y era usada por los cristianos perseguidos por ellos. En el exterior podían verse también tres tumbas en la roca a modo de necrópolis. Algunos se tumbaron ellas.
En el siguiente trayecto fuimos entrando y saliendo de tres provincias diferentes: Palencia, Burgos y Cantabria. Con dirección al puerto Pozazal y ya cerca de él, nos incorporamos a la autovía por la que al día antes habíamos ido. Por ella circulamos hacia Osorno dejando atrás Aguilar de Campoo y Herrera de Pisuerga. Ya en Osorno cambiamos a la de Burgos y pocos kilómetros después nos detuvimos en un área de servicio para tomar un café. Eran las 20:15 horas y llevábamos unos 600 Km. Aunque en un cartel prohibía la consumición de productos del exterior, un poco disimuladamente sacamos unas pastas que aún nos quedaban para acompañarlo.
Una hora después retomamos el viaje para recorrer los algo más de 100 Km. hasta León. En este trayecto tuvimos la lluvia como acompañante durante un rato. Ya con la reserva encendida tuve que parar a llenar el depósito en Palanquinos. Sin más retrasos continuamos avanzando hacia la capital donde entramos poco después de las 22:30 horas. Aquí nos fuimos despidiendo de Gabriela primero, luego de Arancha y por último lo hice de Mª Jesús antes de llegar yo a casa ya pasadas las 23:00 horas. El cuenta kilómetros marcaba 714 Km.
Al igual que nos ha sucedido en anteriores ocasiones, y ya lo comentábamos en el viaje, cuando se pasa un fin de semana con una convivencia más o menos buena y con resultados aceptables, da realmente pena el final de la misma y la vuelta a la rutina. Siempre nos queda el consuelo de repetirla en otros lugares, aunque no siempre se cumplen los requisitos para que así resulte. Lo intentaremos.     










































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