domingo, 31 de octubre de 2010

LA CERVATINA - (Puebla de Lillo) 31-10-10

 


2ª TRAVESÍA “LA CERVATINA”.

31-10-10          (Domingo)

La climatología nos ha obligado en esta ocasión a cambiar los planes previstos para esta jornada. La ruta programada era “Los Beyos – Tolivia”, en la comarca de Sajambre. La lluvia constante y el pésimo tiempo nos aconsejó quedarnos más cerca y decidimos repetir esta ruta cercana a Puebla de Lillo y con paisajes realmente espectaculares en esta época otoñal. Nos apuntamos a la misma ocho personas: Mª Jesús, Mateo, Nati, José Antonio, Álvaro, Alejandro, Esteban y yo.
A las 7:30 horas partimos de León en los coches de Esteban y mío. En un despiste que tuve me iba por la carretera de Asturias y rectifiqué pasando a la del Torío desde el polígono de Villaquilambre. El otro coche al final fue por el Portillín mientras nosotros íbamos por Robles de la Valcueva y La Vecilla a Boñar. Así llegamos a Puebla de Lillo donde tomamos un café en uno de los bares de la localidad.
A las 9:25 horas, tras una foto del grupo con el Susarón de fondo, ya moteado de nieve en su cima, emprendimos la marcha saliendo por el camino del valle de Patina hacia la falda de dicho pico. Paralelos al río Celorno caminamos unos metros antes de encontrar un cartel de la ruta marcada como “PR-LE 28”. Atravesamos el río por un puente para seguir por la margen izquierda del mismo encontrando ya los primeros ejemplares de árboles con el colorido otoñal. En esos momentos salía un poco el sol y se reflejaba en las verdes praderas contrastando con el cielo gris del fondo del valle. Hacia atrás contemplamos las cumbres de la zona del Mampodre y cercanas ya moteadas e igualmente manchadas por la primera nieve caída días pasados.
Suavemente íbamos ascendiendo por aquella pista que nos metía bajo la falda del pico Susarón. Atravesamos un paso canadiense para el ganado mientras comenzaba a cerrarse el cielo y a llover. En media hora llegamos a la Fuente del Obispo cerca de la cual hay un banco de madera. Siguiendo la ruta nos encontramos con algunas postales realmente bellas. En las laderas podían verse los bosques de hayas marrones y los verdes pinares formando franjas definidas que contrastaban de manera fotogénica. Una de las vistas más bonitas de ese tramo fue contemplar ese efecto óptico con la cumbre del Susarón de fondo. Indescriptible. Con ello nos intentamos sacar una foto de grupo, pero no había perspectiva para sacarla bien.
Enseguida llegamos a una bifurcación de la ruta en la que se divide la opción corta de la larga. Hacia la derecha salía un camino que, tras pasar por el medio de la sierra, enlazaba de nuevo con la ruta larga a la altura de la zona recreativa de Pegarúas. Hasta allí llevábamos unos tres kilómetros recorridos y eran las 10:35 horas.
Dimos entonces un giro hacia el sur subiendo un repecho con dirección a la vega de Ternillo. Las hayas comenzaban a escoltar el camino a ambos lados y el entorno era si cabe más bello. Por la derecha teníamos la Peña de La Solana bajo la cual se extendía la verde vega por en medio de la cual pasamos. Allí mismo hicimos una parada que aprovechamos para esperar a Nati y reunirnos todos. De allí partía otro camino menos marcado hacia las colladas de enfrente.
Retomamos la marcha y nos internamos de lleno en el hayedo. Intentar describir el paisaje aquel es prácticamente imposible con palabras. Sin duda las fotos son un soporte imprescindible para mostrar toda aquella maravilla de contrastes. En medio de la arboleda encontrábamos algunos tocones de troncos cubiertos de musgos y líquenes que hacían de los mismos auténticas obras de arte. Durante un tramo caminamos entre las hayas totalmente marrones y echando la vista atrás veíamos emerger la cumbre del Susarón. De esa forma llegamos a un mirador natural sobre el valle de Ruidosos pudiendo contemplar las laderas cubiertas de bosque, la roca de la peña Solana y las cumbres lejanas que bien podían la de San Justo entre otras. Casi “quemo” la cámara de fotos.
Bajamos ahora suavemente al encuentro del arroyo que da nombre a dicho valle. Por la izquierda bajaban algunos arroyos más entre la arboleda y se perdían monte abajo. El camino iba siguiendo la orografía del terreno con curvas y recurvas siempre entre el hayedo. Así llegamos al arroyo de Ruidosos, corriente con algo más de caudal que los anteriores. Eran las 11:30 horas y llevábamos unos 4,5 Km.
Un poco por debajo del mismo vimos algunas cascadas no muy grandes pero de gran belleza a las que Álvaro, Mª Jesús y yo decidimos bajar. No era fácil ya que la pendiente era pronunciada y resbaladiza. Con tiento llegamos a esta parte baja donde nos sacamos varias fotos realmente bonitas. Subimos por la ladera contraria de la vaguada de nuevo al camino y retomamos la marcha ascendiendo suavemente bajo la lluvia que nos seguía acompañando a ratos.
Poco antes de llegar al mirador que en el mapa de la ruta marca como Canto del Oso vimos un enorme ejemplar de roble cercano al camino. Mateo, que se había adelantado, nos comentó que algo más arriba se podían ver algunos similares. De nuevo Mª Jesús, Álvaro y yo nos encaramamos ladera arriba para disfrutar de su vista. Mereció la pena el esfuerzo. En poco espacio encontramos unos 8 ó 10 ejemplares, tanto hayas como robles, de gran envergadura troncal. Nos sacamos varias fotos con los mismos y disfrutamos realmente en este rincón que merece la pena resaltar y recomendar para futuras visitas.
Bajamos al camino donde ya no quedaba ningún compañero. La vista sobre el valle de Támbado era espectacular teniendo de frente la sierra de Arveyal. El camino dio un brusco giro hacia la cabecera de este valle y enseguida llegamos al indicador del Monte de La Cervatina situado a 400 metros de dicho punto. Nos encaminamos por este ramal encontrando otro bello rincón en un arroyo que bajaba entre la arboleda. En pocos minutos llegamos al recinto vallado en el que pueden verse una docena de tojos centenarios de retorcidos troncos y ahora con sus frutos rojos. El motivo del vallado es impedir la entrada de animales que destrocen dichos ejemplares. Viendo este lugar llegaron Mateo y Nati que habían subido hasta una collada cercana siguiendo aquel camino. Mª Jesús se quedaba con las ganas de subir también y junto con Mateo remontaron dicho camino. Si hubiese estado mejor el tiempo yo me hubiera animado, pero tanto Álvaro como yo desistimos y junto con Nati retrocedimos al encuentro con la ruta circular. Eran las 13:20 horas. De José Antonio no sabíamos nada y Esteban y Alex ni se habían desviado a ver esto ya que tenían intención de bajar a comer a Lillo. Sin comentarios.
Nosotros tres continuamos bajando entre el hermoso hayedo cuyo contraste de colores nos sorprendía a cada paso con nuevas estampas. Aún a riesgo de ser pesado, es imposible describir aquel espectáculo natural. Ya fuera del bosque, echando la vista atrás, a la cabecera del valle, emergía una cumbre que bien podía ser el Mahón, aunque no lo aseguro. La vista de toda esta cabecera con las laderas marrones y verdes era toda una postal de lujo.
A las 14:00 horas, y tras unos 8 Km. recorridos, llegamos a la confluencia del valle de Támbado con el de Rebueno donde se unían los dos arroyos. Paralelo al arroyo que tomaba el segundo nombre transcurría el ancho camino que bajaba imperceptiblemente por dicho valle. Tras el arroyo vimos unos corrales y atravesamos una cancilla metálica para prohibir el paso de vehículos. En la ladera contraria seguíamos viendo los hayedos por encima de praderas en las que pastaba el ganado. Dejamos atrás el Caserío y la Fuente Fonbea y un tramo más adelante llegamos a la altura del área recreativa de Pegarúas con merendero, barbacoas, etc. Un desvío indicado nos marcaba la dirección a la ermita del mismo nombre y hacia ella nos dirigimos en busca de un resguardo donde comer.
A uno 500 metros encontramos esta ermita de construcción sencilla, parecida a una vivienda de piedra, sin ningún techo saliente. Adyacente a la misma estaban los restos de unos corrales con techo de uralita medio desvencijada ya pero que nos sirvió como refugio contra la lluvia que seguía cayendo. Allí nos aposentamos cuando eran las 14:30 horas y habiendo recorrido unos 10 Km.
Por el móvil habíamos sabido que José Antonio estaba en una de las colladas de la parte alta y que Esteban y Alex ya habían comido en el pueblo. Sorteando las goteras del techo nos acomodamos para comer tranquilamente en aquel recinto abandonado de ganado. Al cabo de un buen rato llegaron Mateo y Mª Jesús y más tarde José Antonio.
Poco más de una hora estuvimos allí antes de abandonar el lugar. En aquellos momentos llovía copiosamente y así se mantuvo el resto de la ruta. En este tramo el camino estaba cubierto de grava para evitar el deterioro para el paso de vehículos. José Antonio comentó la posibilidad de atajar por un sendero que subía por una collada más directamente al pueblo. Como Nati y Álvaro no iban a hacerlo yo decidí acompañarles, por ese y otro motivo que no reflejaré y que a ellos sí les comenté.
Entre praderías avanzamos por aquel camino que más adelante estaba asfaltado y que sirve de acceso para unas minas de talco situadas en otro valle cercano. Escasos metros más adelante abandonamos de nuevo el asfalto y entramos a otro camino ya paralelo a la carretera que sube de Lillo a San Isidro, pero varios metros separada de ésta. La lluvia y la neblina impedía ver el paisaje claro en la lejanía. No tardamos en encontrarnos con las lagunas de la ruta. El camino estaba encharcado hasta el punto de tener que salirse de él a los prados en varios tramos. Por la derecha seguíamos contemplando los hayedos en las laderas. Aunque en general íbamos bajando, de vez en cuando había un pequeño vaivén en el camino.
Dejamos atrás el desvío a la plaza de ganados de Puebla de Lillo y pasamos al lado de una zona rocosa. Poco antes de entrar en el pueblo había otro cartel de la ruta y en la parte posterior una descripción de la tejeda. A las cinco en punto entrábamos en Puebla de Lillo encontrando un curioso asiento hecho con un tronco de árbol y otro de una roca. Dejamos atrás el torreón y en una fuente nos lavamos las botas y polainas embarradas. Cercano estaba el bar al que acababan de llegar también los compañeros y donde estaban Esteban y Alex. Habíamos hecho unos 15 Km. mas o menos.
En el pórtico del mismo nos cambiamos cómodamente y dentro tomamos unas consumiciones. Poco antes de las 18:00 horas emprendimos el regreso a León con la lluvia igual de arreciante. Esta vez nos desviamos en barrio de Nuestra Señora por la carretera hacia Villanueva del Árbol entrando en León sobre las 19:15 horas. En Guzmán quedaron algunos compañeros y traje a Mª Jesús hasta casa.
Sin duda resultó una jornada inolvidable por los paisajes vistos, quedando la lluvia para mí en un plano secundario. No nos equivocamos con el cambio





















lunes, 18 de octubre de 2010

HAYEDO DE BUSMAYOR Y PICO FARO - 17-10-10

 


2ª TRAVESÍA “HAYEDO DE BUSMAYOR” Y 1ª ASCENSIÓN AL “FARO (DE BUSMAYOR)”.

17-10-10            (Domingo)

Siguiendo el programa del club de montaña, nos hemos marchado en esta ocasión a la comarca del Bierzo en su límite con Lugo. Allí se encuentra Busmayor, una localidad con un cercano bosque de hayas destacado de la provincia. Hace unos años ya lo habíamos recorrido algunos componentes del club en un magosto organizado por la Delegación de Montaña. En esta ocasión variamos la ruta haciendo el hayedo y ampliándolo con la ascensión al pico Faro, al que coloco la coletilla “de Busmayor” ya que también he ascendido al homónimo de Vegarada.
Diez nos animamos a participar en esta excursión otoñal: José A., Miguel A., Nati, Mª Jesús, Roberto, Ana Rosa, Adelino, Alejandro, Gabriela y yo. En Guzmán nos reunimos todos excepto Alex al que recogeríamos en Ponferrada. En mi coche y el de José Antonio emprendimos la marcha poco después de las 8:00 horas. Por la nacional llegamos a Astorga mientras amanecía por detrás de nosotros. Allí entramos en la autovía para circular por ella buena parte del trayecto hasta salir en Trabadelo. El otro coche era el que entraba a recoger a Alex en Ponferrada. Tras un pequeño error al coger una carretera que enseguida rectifiqué, emprendimos el último tramo de 19 Km. hasta Busmayor, 1104 m, por estrechas carreteras llenas de curvas.
A las 10:15 horas mas o menos llegamos a dicha localidad aparcando los coches cerca del bar al que nos dirigirnos para tomar un café calentito. Ya en León habíamos visto los coches con una fina capa de hielo encima. Allí estaba un poco más templado e incluso algunos decidimos dejar las cazadoras en los coches.
Tras una foto de grupo emprendimos la marcha cuando eran las 10:45 horas. Salimos por la calle principal del pueblo que se compone de varios barrios. Las casas son de piedra y pizarra en su mayoría y encontramos varias en remodelación. Dejamos atrás una curiosa fuente con el nombre del pueblo grabado en una losa y pocos metros después abandonamos el pueblo por un camino ascendente de poca pendiente. El hayedo ya se podía ver desde el mismo pueblo y comprobamos que se encontraba aún un poco retrasado el otoño. Aunque sí se veían algunos árboles ya con el colorido típico de esta estación, muchos de ellos aún se encontraban con la hoja verdosa.
Llegamos luego a una bifurcación en la que había varios paneles de la ruta que consultamos. Entramos en el ramal izquierdo que enseguida nos metió entre arboleda comenzando ahora un suave descenso hacia el arroyo de la Baliña Grande al que llegamos en pocos minutos. Allí una señal nos marcaba la dirección hacia una “minicentral” a la izquierda. Siguiendo un canal que salía del río nos llevó a la parte alta de un edificio de piedras en el cual antiguamente desembocaba el agua cayendo al interior donde movía un generador eléctrico. El último tramo a este hueco se hacía por el estrecho canal con caída libre a ambos lados. Desde allí se veía las praderías y parte de Busmayor.
Retrocedimos hacia el cruce cerca del cual vimos también las primeras cascadas en las que sacamos una foto de grupo. Retomamos la marcha por el sendero principal viendo más saltos en el arroyo paralelo al mismo. Enseguida llegamos a una zona escalonada donde de nuevo contemplamos unas bonitas cascadas. Un cartel indicaba el paraje como “Frevencia do Beiro”. En una de ellas podíamos ver el arco iris formado por los rayos de sol que se filtraban entre la arboleda y se reflejaban en las pequeñas gotas que salpicaban al caer el agua en las rocas. Subimos luego un tramo pendiente y llegamos así a un puente de madera muy sencillo sobre el mismo arroyo. En el mismo tengo una foto hecha la vez anterior así como en las cascadas. Dejamos atrás otra zona de paredes rocosas entre el ramaje y nos topamos con las primeras setas de color rojo y pintas blancas que luego tanto abundarían.
Un nuevo indicador nos desviaba de la ruta para ver la “Cova da Raposa”. Nos desviamos hacia la misma y a pocos metros encontramos un bonito paraje de roca y vegetación entre los que se encontraba la pequeña cavidad. Sin más regresamos al punto inicial para seguir la “Senda do Faxeiral”, como así se denomina la ruta. Entramos en un espacio de hayas amplio en medio del cual se encuentra la “Piedra de los Poetas MMX”, como rezaba la inscripción en la misma.
Como aclaración apunto que en este bosque se realiza habitualmente un encuentro de poetas del que ya había tenido alguna referencia en los medios de comunicación provinciales. De ahí este rincón tan señalado. En el mismo tomamos un poco el pelo a la pareja Roberto y Ana Rosa animándoles a que se dedicaran algunos versos, pero no hubo manera.
No tardamos en salir de la arboleda siguiendo ahora el sendero entre helechos, escobas y algunos acebos. De nuevo se hizo la pendiente pronunciada durante un tramo hasta llegar a otro desvío en el que una señal nos marcaba “Cascada a 150 metros”. Hacia ella nos dirigimos entre arboleda de nuevo y encontramos un pequeño salto que tampoco era nada espectacular, al menos como para reseñarlo. Sí vimos en aquel rincón numerosas setas de color rojo y algunas blancas. Dos de las primeras estaban al lado de una pequeña mata de acebo verde cuyos colores contrastaban de manera fotogénica.
Aquí tuvimos una pequeña divergencia ya que José Antonio se adelantó a su bola y el resto veíamos que siguiendo el sendero ya comenzábamos a descender demasiado. Al final decidimos regresar al camino principal y seguir subiendo nosotros hacia la parte alta. Como José Antonio nos quería enseñar otro hayedo situado en la parte lucense, dejamos atrás otro desvío que nos marcaba la ruta en sí. Volvimos a entrar en otra zona arbolada donde las ramas formaban un túnel sobre nosotros. Allí algunos nos sacamos una serie de fotos de las que luego en los video-montajes gusta verlas con la música acorde.
Siguiendo el camino que subía progresivamente fuimos abandonando el bosque y tras algunas curvas alcanzamos la collada de “Tres Vecinos”, 1480 m. En la misma había un rebaño de vacas con algún toro y varios terneros. Eran las 13:35 horas. Desde allí se veía la cumbre del pico Faro hacia la que se dirigía un camino por toda la loma y del mismo salía otro que la iba bordeando por la ladera sur. Pues bien, nuestro guía José Antonio se marchó de nuevo a su bola por este último camino sin dar explicaciones de ningún tipo ni esperar por el resto, lo cual me terminó de mosquear del todo.
Decidimos seguirle de momento a ver lo que hacía y si se dignaba a parar, pero no era así. Ya harto de esta situación decidí que yo me daba la vuelta y así se lo recomendé al resto a ver si de esa forma espabilaba de una vez. Ya sé que soy muy claro en exponerlo, pero así sucedió y no me voy a “cortar un pelo” en comentarlo. Pues bien, nos adelantó una moto con dos jóvenes que pararon a hablar con Mª Jesús, que iba unos metros por delante. La comentaron que a una media hora había una fuente ya cerca del hayedo, así que decidimos seguir para adelante.
El camino transcurría a media ladera entre helechos y pinos de poca altura. Tras caminar cerca de un kilómetro alcanzamos una collada de la sierra aquella dando vista al valle de Oencia. El hayedo estaba hacia la derecha, pero caminamos unos metros al lado contrario para ver algo más de este valle. Algunos decidimos esperar a los pocos metros mientras otros subían a un pequeño cerro cercano. Eran las 14:10 horas.
Retomamos la marcha regresando al cruce y encaminándonos hacia dicho hayedo, el cual no sabíamos donde estaba ya que el guía no soltaba prenda. Los pinares nos rodeaban por ambos lados, aunque el camino era ancho y nos dejaban ver el paisaje. Al fondo veíamos otra collada más o menos a la misma altura. Ahora sí estábamos en el mismo límite provincial con Lugo.
A las 14:45 horas llegamos a dicha collada en la que un indicador marcaba “Tanque a 150 metros”. El camino bajaba hacia dicho lugar, que suponíamos era la fuente. Algunos se adelantaron mientras otros esperábamos a ver si merecía la pena o no bajar. Por debajo del camino veíamos también el hayedo, aunque no había señales de rutas. Al poco tiempo les vimos regresar y nos decían que no merecía la pena bajar. Por su parte, José Antonio ya se había metido hacia el hayedo.
Reunidos todos en aquel punto, del que partía un cortafuegos loma arriba, acordamos, como ya habíamos hablado antes como posibilidad, ascender hacia el pico Faro que ya no se veía lejano ni complicado. Ana Rosa era a la que más le costaba subir ya que no estaba acostumbrada a estas marchas, pero íbamos a tomarlo con calma y sólo teníamos un repecho fuerte ahora al comienzo. Di una llamada a José Antonio para decirle simplemente que nos íbamos a la cumbre y emprendimos entonces la ascensión a las 14:55 horas por aquel cortafuegos con vistas a los valles lucenses.
La primera pendiente sí se hacía notar, pero no fue muy larga y enseguida se suavizó. Llegamos entonces al cruce con el camino que venía de la collada de “Tres Vecinos” y allí me di cuenta de un error de orientación que yo tenía. Estaba convencido de estar subiendo por el lado contrario a dicha collada cuando en realidad los estábamos haciendo en ángulo de 90º. Mientras el camino bordeaba otra loma, el cortafuegos subía directamente por la misma. Los de adelante habían tomado éste, aunque yo pensaba que era mejor seguir ahora el camino ya que igual había que bajar la loma si se iba por el cortafuegos. Al final tiramos todos por éste y acertamos ya que había que bajar muy poco, aunque el camino se unía allí mismo también.
La sorpresa fue grande al alcanzar aquel alto y ver en la última cuesta antes de la cumbre a nuestra compañera Nati. Ella se había separado de nosotros en la minicentral y la habíamos visto subir por un camino de la parte contraria del valle cuando estábamos en el hayedo. Lo que no nos esperábamos era encontrarla allí en la cumbre. Fue la primera en llegar de todos, lo cual nos alegró de verdad, ya que habitualmente no se decide a subir a las cumbres y siempre queda haciendo alguna ruta cercana.
A las 15:25 horas alcanzamos nosotros esta cima del pico Faro con 1615 metros de altitud en la que había un punto geodésico y un montón de piedras apiladas a su lado. En el mismo encontramos un envoltorio de papel aluminio con una tarjeta de cumbres dentro. No quedamos contentos y seguimos rebuscando quitando algunas piedras más hasta dar con un bote de rollo fotográfico en el que había otra tarjeta del mismo grupo. Pues bien, como no hay dos sin tres, en el fondo del montón había un nuevo bote con otra tarjeta igual a las anteriores, lo cual ya era el colmo de la casualidad. Tres tarjetas iguales de un mismo club, “Peña Trevinca” de Vigo, y de tres fechas diferentes. Una de ellas estaba toda mojada y la pusimos a secar al sol. En uno de los botes dejamos la nuestra y otra dejó Miguel Ángel en representación de su club Collalampa.
Sin más nos acomodamos para comer tranquilamente disfrutando de la amplia vista que teníamos. El sol lucía claro, pero soplaba una ligera brisa que incomodaba un poco. Desde allí podíamos ver los valles de Lugo así como un viaducto de la autovía que sube a Cebreiro. Hacia el Este podíamos contemplar Ponferrada en la lejanía y desde un poco por debajo de la cumbre también se podían divisar unas casas de Busmayor así como el bosque por el que habíamos subido. Mientras comíamos llegó José Antonio. A su pantalón se subió un curiosos insecto palo.
Antes de emprender el descenso sacamos una foto de grupo en la cumbre y a las 16:50 horas comenzamos la bajada. Nati había dejado la mochila en el camino un poco por debajo de la cumbre. Desde la cima salía un cortafuegos hacia la parte contraria que podíamos haber cogido, pero ya habíamos comenzado a bajar por el camino y no retrocedimos. En la pequeña collada enlazamos con el camino que venía por la loma y bordeamos la cumbre por el Oeste hasta la parte Norte. En el medio de otro cruce había un “artefacto” ya oxidado que nos pareció un recipiente para recoger y medir las precipitaciones de lluvia en la zona. Nati se había encontrado a la subida una azada medio enterrada en el camino y la llevaba consigo. La saqué una foto con ella y este depósito.
Por el ancho camino comenzamos a descender bajo la falda de la cumbre entrando en el valle de la Baliña Grande. Las laderas estaban recién repobladas de pinos que apenas se distinguían en el terreno. La intención ahora era encontrar una cueva en la ruta cuyo indicador había visto Nati al subir por aquel camino. En la foto satélite que yo llevaba me la marcaba en una zona cercana e íbamos pendientes para no dejarla atrás. Mª Jesús y yo quedamos por detrás y en un determinado punto, comparando la foto y el paraje, nos pareció que estaba allí. Además vimos cómo el resto había dado un giro y estaba retrocediendo por el valle arriba desde el cruce de la señal. Nosotros dos decidimos bajar directamente desde allí por una pendiente de gran inclinación y con terreno resbaladizo donde había que cuidarse para no patinar. No era mucho tramo tampoco y enseguida llegamos al sendero bajo adelantando así a los compañeros.
Entre helechos caminamos unos metros viendo enseguida la entrada de la cueva en un roquedal medio tapizado por vegetación. Mª Jesús había visto la misma en Internet y había entendido que se trataba de una cavidad con dos salidas, pero al llegar comprobamos que no era así. Se trataba de una cueva de unos 15 ó 20 metros de largo que terminaba en una chimenea cegada por unas rocas, como comprobé sacando una foto con flash hacia arriba. Aún así era una cavidad bonita por las formaciones de las paredes. Desde la misma se veían los prados en los que nos había comentado una pareja con la que nos habíamos cruzado, podían verse animales salvajes pastando por las mañanas. A la entrada de la misma, un poco ya dentro, había musgo verde que contrastaba con el color de la piedra. En el exterior vimos un curioso efecto óptico. Había un trozo de pared estrecho con las vetas verticales y cubierto en la parte alta por una mata de ramaje que le confería totalmente el aspecto de un autentico árbol.
A las seis de la tarde retomamos la marcha saliendo al camino principal por el que seguimos bajando hacia el pueblo. El bosque de la parte contraria seguía ofreciendo una bella vista con los rayos solares del atardecer. En los prados continuamos encontrando setas de varios tipos. Mas abajo encontramos otro cruce en el que uno de los ramales nos metía de nuevo al hayedo. Al subir nos había quedado por ver una cascada de “cola de caballo” y algunos decidieron ir ahora a verla. A mí me parecía que había que subir mucho para ella y decidí pasar de ello. También algunos compañeros optaron por no desviarse ya del camino y así, a los pocos metros, encontramos un merendero en el que decidimos parar unos minutos y hacer tiempo a que el resto subiese.
En el mismo había dos mesas de piedras con bancos, una parrilla y un recinto con un contenedor de basuras. Desde allí ya se veía el pueblo cercano, a poco más de un kilómetro. En los bancos nos acomodamos y algunos incluso merendaron algo. Ya se notaba el fresco del atardecer allí a la sombra así que, tras media hora de descanso, emprendimos la marcha a las 18:50 horas.
A escasos metros encontramos una bonita fuente de piedra en la que caía un chorro de agua. Bajando suavemente llegamos al punto en el que se cerraba el circuito de la ruta del hayedo y al mismo tiempo que nosotros llegaban los compañeros desde la cascada. Todos juntos retomamos la marcha hacia el pueblo ya cercano al que entramos a las 19:05 horas. En una plaza vimos una bonita fuente con una rueda de molino de la que caía el agua. Diez minutos tardamos en atravesar sus calles tranquilamente hasta llegar al bar donde teníamos los coches aparcados.
Sin más nos cambiamos y entramos al bar, que a vez es un Centro de Turismo Rural. En él tomamos un refrigerio y algunos incluso echaron unas partidas a las cartas. A las 20:00 horas, ya con la noche encima, emprendimos el regreso a León. Por la estrecha carretera hicimos los 20 kilómetros hasta enlazar con la autovía. Por ella circulamos sin novedad hasta Astorga donde la abandonamos para hacer el último tramo por la nacional hasta la capital donde llegamos cuando eran las diez de la noche. En Guzmán dejé a varios compañeros y ya en Armunia a Mª Jesús antes de llegar yo a casa.
Unos 15 días de retraso hubiese sido ideal para hacer esta ruta. Aún así no resultó nada mal y disfrutamos de los bellos paisajes boscosos y las panorámicas desde la cumbre.
















lunes, 4 de octubre de 2010

VII ENCUENTRO "CUMBRES DE LEÓN" TORREBARRIO - 03-10-10

 


VII ENCUENTRO “CUMBRES DE LEÓN”. HOMENAJE A ROBERTO PÉREZ.

1ª TRAVESÍA “TORREBARRIO- REFUGIO DE LAS ARGAXADAS- TORREBARRIO”.

03-10-10      (Domingo)

Como ya es habitual en torno a estas primeras semanas del otoño, hemos celebrado el encuentro del club de montaña. El mismo pretender reunir a la mayor parte de los socios del club para realizar una marcha por montaña y terminar la jornada con una comida o merienda en algún establecimiento hostelero cercano. No me olvido que igualmente es un pequeño homenaje a Roberto Pérez, nuestro compañero fallecido hace tres años por estas fechas también.
En esta ocasión se programó la ascensión a Peña Ubiña Pequeña, lo cual no pudo ser por la pésima climatología que tuvimos este día. La lluvia, viento y niebla nos impidió alcanzar el objetivo al que incluso ya desde abajo desistimos de llegar. Aún con esa previsión meteorológica decidimos realizar la actividad ya que teníamos reservada la comida en Villasecino, en “Casa García”.
Tras la baja de última hora de Arancha, 14 fuimos los finalmente animados a participar en esta salida: Mateo, Alejandro, José Antonio, Antonio, Toño, Piedad, Nati, Ricardo, Macrina, Irene, Álvaro, José Luis, Cundi y yo. En Guzmán nos reunimos todos excepto Ricardo que estaba en el pueblo. En los coches de Toño, José Antonio y Alejandro nos repartimos para emprender el viaje poco después de las 8:00 horas. El cielo estaba cubierto por completo y no tardó en echarse a llover. El viento soplaba con fuerza, de hecho estaba en alerta la provincia este día.
En La Magdalena entramos a la autopista para pasar el tramo del pantano abandonándola tras el puente colgante de Luna. Así llegamos a San Emiliano donde estaba esperando Ricardo que se nos unió para recorrer el último tramo a Torrebarrio. Subimos hasta la iglesia y allí aparcamos los coches. El viento soplaba fuerte en aquel paraje y la lluvia seguía insistente. Las cumbres estaban totalmente ocultas por la niebla que se cerraba desde media altura. Visto este panorama decidimos abandonar la idea de la ascensión y ver si al menos podíamos hacer la ruta por el Ronzón a Casa Mieres y bajar a Pinos y San Emiliano. Allí tenía el coche Ricardo con el que podíamos subir a por los otros. Algunos decidieron no ascender por la ladera y hacer una ruta por la carretera hacia San Emiliano de nuevo e incluso si podían llegar a Villasecino.
A las 9:45 horas emprendimos la ascensión los demás por el sendero que partía de la misma iglesia y pasando al lado del cementerio adyacente. Comenzamos ya saltando la primera alambrada para meternos en la loma por la que subimos buena parte de la ladera. La hierba ya amarillenta se tumbaba por la fuerza de viento que venía de suroeste y que en las cimas hacía pasar las nieblas a velocidad de vértigo.
Poco a poco íbamos ganando altura por el medio de la loma que dividía dos vallinas. Por la izquierda veíamos el barrio alto de Torrebarrio, Cubiechas. El sendero subía un poco por debajo de la parte alta de la loma bordeando zonas rocosas en la misma. Así salimos a un ancho camino más arriba por el que transcurre la ruta de Cuatro Valles “El Entorno de Ubiña”. Por él caminamos un pequeño tramo antes de abandonarlo siguiendo otro sendero por el que también transcurre la ruta que se dirige hacia la collada del Ronzón. La pendiente se hizo pronunciada camino de la misma por la pradera amarillenta. En ella nos encontramos con una manada de caballos a los que nos acercamos sin que se asustasen.
Atravesamos una zona de grandes rocas y algunas hondonadas por debajo de Peña Ubiña Grande. Enseguida comenzamos una subida directa hacia la collada oculta tras la niebla ya cercana. A media altura estaban algunos compañeros más adelantados esperando. Por el walkie me había comentado José Luis, que había llegado a la collada, que el viento era exagerado y un grupo que había intentado la ascensión a Ubiña Pequeña había desistido.
A las 11:15 horas nos reunimos en aquel punto donde dilucidamos qué hacer. Algunos decidieron abandonar la idea de seguir y optaban por dirigirse hacia el refugio de las Argaxadas, en la falda de Ubiña Pequeña. Yo opinaba seguir a la collada aguantando lo que fuese ya que hacia la parte contraria podía soplar menos al venir el viento de ésta en la que estábamos. Lo que no me parecía lógico era seguir solo por llegar a la collada cuando allí no se veía nada. Total que nos dividimos en dos grupos y nosotros nos dirigimos hacia arriba para hacer la ruta.
Enseguida Mateo y José Antonio, que iban algo por delante, cambiaron de opinión viendo que la cosa se ponía fea. Entonces cambiamos de dirección para seguir al resto del grupo hacia el refugio. Bajamos unos metros y pasamos una vaguada antes de meternos bajo las paredes de Ubiña Pequeña. Atravesamos un pequeño arroyo y más adelante encontramos un grupo de vacas pastando. De nuevo cruzamos una zona de grandes rocas ya con el refugio a la vista. Íbamos Álvaro y yo juntos mientras Mateo y José habían quedado por detrás.
A las 12:00 del mediodía llegamos nosotros al refugio de Las Argaxadas. Se trataba de un pequeño edificio de piedra con unos camastros dentro y chimenea. En él estaban los compañeros que habían llegado poco antes y al poco llegaron los dos restantes. El viento se oía silbar entre las ventanas y nos abría la puerta. Los que habían llegado primero decidieron emprender ya la bajada mientras el resto esperábamos un poco más. Tras una media hora en él retomamos nosotros también el descenso.
Siguiendo los senderos con dirección al pueblo atravesamos algunas vaguadas. La niebla se mantenía en la parte alta formando una línea bien definida a media altura en todo el paisaje que contemplábamos. El viento seguía azotándonos a pesar de ir perdiendo altura. Atravesamos numerosas alambradas que surcaban la ladera delimitando praderías para el ganado. Había que tener cuidado con ellas ya que los pinchos nos podían romper la ropa o mochilas. En uno de esos prados había varias vacas pintas, que no son muy habituales en la montaña. Se ven más las pardas.
Nos fuimos metiendo en una vaguada con vegetación alta que decidimos abandonar temiendo que se nos cerrase más abajo. Cambiamos de dirección paralelos a la ladera y en otra vaguada atravesamos un arroyo para salir luego a un sendero. En dicha vaguada vimos numerosos árboles cuyo verdor destacaba entre la hierba amarilla.
Dicho sendero nos fue subiendo suavemente hacia la iglesia ya que habíamos bajado unos metros por debajo de la misma. A las 13:30 horas llegábamos nosotros al final de la ruta. Los primero ya habían marchado en el coche de Toño. Seguía lloviendo copiosamente y solo nos quitamos la ropa de encima para no empapar el coche. Enseguida emprendimos el trayecto hacia San Emiliano donde llegamos en pocos minutos.
En casa de Ricardo nos cambiamos y sin más nos dirigimos hacia Villasecino donde teníamos la comida reservada. Sin un ápice de mejoría en el tiempo llegamos a dicho pueblo distante escasos 5 Km a las 14:15 horas. Sin más entramos al restaurante donde enseguida nos atendieron. Como ya estaba reservada, y a pesar de llegar antes de la hora acordada, nos acomodamos en el comedor, en el que se juntaba numeroso personal en las demás mesas. En el menú teníamos varios platos de primero, de segundo y postres a elegir, por lo que cada uno pidió lo que mejor le pareció. El precio de todo ello supuso 18 €.
Allí estuvimos hasta poco antes de las cinco de la tarde que emprendimos el regreso a León. Durante el mismo volvimos a sufrir los envites de la lluvia y el viento que parecía incrementarse cada vez más. Los limpiaparabrisas del coche de Toño no daban abasto a limpiar la lluvia. Tuvimos una pequeña incidencia en la autopista al entregarle mal el billete en uno de los peajes. Entendieron que íbamos con dirección a Asturias en vez de León, pero no pasó de ahí la cosa.
Ya por la carretera comarcal hicimos los últimos kilómetros a la capital donde llegamos a las 18:00 horas. Al poco de dejar en Guzmán a los compañeros y ya de camino a casa en el coche de Toño me llamó José Antonio para decirme que había olvidados los bastones en su coche. Justamente íbamos a pasar por delante de su calle en ese momento y nos detuvimos a recogerlos. Pues bien, al salir corriendo del coche, ya que seguía lloviendo, se me cayó la cámara de fotos al suelo golpeándose una esquina. Resulta que durante toda la ruta había usado la vieja, que como ya he comentado en otras ocasiones, está un poco rayado el objetivo pero así no arriesgo la nueva con la lluvia, ya que además las fotos han salido borrosas por ese motivo al mojarse la lente. Pues bien, ya en el restaurante usé la nueva y la metí en otra funda ya que la anterior estaba mojada. El problema es que ésta no cierra bien y por eso se me escapó cayéndose. En principio no he visto luego que tenga ningún fallo de funcionamiento.
En pocos minutos me dejó Toño en casa terminando así esta jornada pasada por agua. Al poco rato apareció aquí en Armunia el primer rayo de sol que vimos en toda la jornada y que no tardó en desaparecer. Estos siguientes días estoy comiendo a base de truchas...........................