lunes, 25 de abril de 2005

XVIII MARCHA REGIONAL DE MONTAÑA. "SAN GLORIO - VALLE DE LECHADA - PORTILLA DE LA REINA" 24-04-23

 


XVIII MARCHA REGIONAL DE MONTAÑA.

1ª TRAVESÍA “SAN GLORIO- BOQUERÓN DE BOBIAS-

ARROYO DE LECHADA- PORTILLA DE LA REINA”.

25-04-05        (Domingo)

Al igual que hiciéramos el pasado año, hemos aprovechado una actividad organizada por la Delegación Leonesa de Montañismo para unirnos a la misma y a la vez cumplir con otra prevista dentro de nuestro calendario de actividades. En el mismo teníamos programada una travesía por el Arroyo de Lechada para el mes de febrero, y lo que hicimos fue adelantar la salida de Besande emplazada en abril y retrasar la anterior para hacerla coincidir con ésta de la Delegación.
Pues bien, tras hacer las inscripciones a la misma y después de alguna baja de última hora, del club nuestro fuimos seis personas: Álvaro, Sonia, Jorge, Luis, Carmen, que se había apuntado por su cuenta, y yo.
A las 8:00 horas estaba prevista la salida de los dos autocares de León en Guzmán. Allí me acerqué tras pasar a recoger a Constantino como habíamos quedado el día antes. Con unos minutos de retraso emprendimos la marcha con el cielo gris y casi lloviznando. Este panorama se mantuvo durante el resto del viaje en el que hicimos un par de paradas a recoger personal. A nosotros nos había tocado atrás del todo y el ajetreo de las curvas hizo efecto en varios de nosotros. Si tarda un poco más en llegar al puerto echo la “papa” y eso que es raro que yo me maree. Como apunte anotaré que, subiendo ya hacia el puerto el autocar que nos precedía tuvo rasponazo con un coche con el que se cruzó y quedó allí arreglado papeles.
Pasadas ya las diez de la mañana alcanzamos el alto del puerto San Glorio, límite de León y Cantabria a 1600 metros de altitud. El viento soplaba y se escapaba la lluvia. Con ese panorama comenzamos esta marcha de 14 Km alrededor de las 10:30 horas.
Por un camino con dirección sur nos metimos en la Vega de Tarna, bonita pradera encharcada por la, tras subir unos metros, comenzamos a descender suavemente hacia el Portillo del Boquerón. Luis y yo fuimos quedando por detrás de todo el personal haciendo fotos y demás. La niebla se cerraba en las cimas y el viento soplaba fuerte. Así nos fuimos metiendo en un estrecho pasadizo entre rocas, el Portillo del Boquerón (1560 m), por el que bajaba un bonito arroyo entre ellas. Eran las 11:10 horas.
Dicho paso nos condujo a la Vega del Naranco desde la cual baja un valle que desemboca en Llánaves de la Reina. En esta bonita vega encontramos dos edificaciones, el refugio de Tajahierro, al lado del cual pasamos, y una cabaña algo más arriba. Las praderías estaban encharcadas y con numerosos neveros aún. Hasta allí llevábamos 2,200 Km y eran las 11:20 horas.
Atravesamos dicha vega para comenzar a subir el fuerte repecho hacia el Boquerón de Bobias. No tardamos en meternos en un nevero por el que ascendimos casi todo el tramo aquel. En poco más de 1 Km se ascienden 300 metros. Con calma me lo tomé mientras por detrás veíamos a un gran grupo de gente del autocar que se había retrasado.
Algunos claros se abrían de vez en cuando dando al valle un tono verdoso impresionante. Poco antes de llegar arriba alcancé a Sonia y a Jorge y juntos llegamos a la cima de aquel otro paso, el Boquerón de Bobias (1885 m), donde de nuevo se había cerrado el cielo y el fuerte viento traía gotas heladas que hacían incluso daño en la cara. Eran las 12:30 horas y llevábamos 4 Km.
En ese punto se dividían las dos opciones de la ruta. Por una parte la alternativa larga, que subía hasta el Hoyo Empedrado y una laguna cercana a éste. Para ello se descendían unos pocos metros para subir luego 200 hasta la cima. Hasta él había 2,5 Km más el regreso por el mismo lugar. Muchos se dirigían hacia allí a pesar del mal tiempo reinante. La opción corta, que el resto tomamos, era bajar directamente por aquel valle, el de Lechada, directamente a Portilla, para el que aún quedaban 10 Km.
Como datos apuntaré que desde allí se podía divisar entre la niebla y demás, el Alto del Cubil del Can (2178 m) a nuestra izquierda seguido probablemente por el Hoyo Empedrado y a la derecha subía más suave la ladera de la Sierra de Orpiñas, divisoria entre los valles de Lechada y del Naranco.
Comenzamos el descenso por aquel valle de Lechada aunque en el primer tramo es recorrido por el arroyo de Bobias, ya que el arroyo de Lechada se une por otra vaguada más adelante. Enseguida entramos en un ancho camino con algo de nieve. En él nos cruzamos con un todoterreno que tuvo que desistir de continuar debido precisamente a una acumulación de ésta en la pista. Llevaban tablas de snoboard para practicarlo en las laderas superiores.
Poco a poco fuimos descendiendo hasta la confluencia del valle por el que bajaba el arroyo de Lechada y que tenía realmente una bella vista. Desde esta bifurcación contemplamos los tres brazos del mismo, del que bajábamos, el que se unía y por el que continuaríamos. Los prados verdes continuaban dando un esplendor al paisaje digno de admiración. Ahora además el sol se dejaba ver más a menudo favoreciendo este efecto.
Por debajo, en el fondo del valle, vimos como uno tuvo que descalzarse para atravesar el arroyo de una parte a otra. Luis y yo, tras ver que aquel camino no tenía aliciente alguno, a pesar de las bonitas vistas del valle, optamos por bajar al fondo del mismo para recorrerlo por las praderías al lado del arroyo. De esa forma descendimos por la ladera verde hasta la parte baja por donde varios senderos recorrían la misma entre escobas y árboles. En la ladera vimos algo curioso. De una pequeña y aislada piedra quebrada manaba un buen chorro de agua entre las dos partes. Igualmente contemplamos algunas prematuras flores amarillas en esta atípica primavera que llevamos.
Intentar describir la belleza de aquel valle es casi imposible sin imágenes. El arroyo corriendo entre los verdes prados y algunos quiebros rocosos. Numerosos arbustos salpicando todo ello y rodeados de laderas con manchas blancas de la nieve que aún perdura del duro invierno hacían del entorno algo idílico.
No tardamos en encontrar un camino que allí mismo cruzaba el río sin puente alguno con dirección a la parte alta. Nosotros continuamos por él pero hacia abajo lógicamente. La pista por la que el resto bajaba estaba unos metros por encima e iba al encuentro de este camino según intuíamos. Otro detalle a destacar eran los numerosos regatos que bajaban por la verde ladera formando figuras y pequeños saltos llenos de encanto.
Poco antes de llegar a una cabaña, la Casa del Pico de la Canal, en la que se veía a numeroso personal comiendo decidimos parar también nosotros a lo mismo. Eran las 14:30 horas y llevábamos 8,800 Km.
En unas rocas nos acomodamos a la vez que se nos unían Carmen y Rosa, una amiga de ésta que hace un par de años estuvo con nosotros en el club junto con su hijo. Tranquilamente comimos disfrutando, repito, de aquel idílico paisaje que nos rodeaba. Muchas veces había oído hablar del arroyo de Lechada y de su belleza, pero no lo conocía y desde luego no me estaba defraudando lo más mínimo. Ha sido de las salidas que más fotos he sacado realmente.
Una hora estuvimos allí parados antes de volver a la marcha. Nos quedaban unos cinco kilómetros y la hora prevista para llegar los últimos eran las cinco de la tarde. Ahora el valle se cerró y el río se encajonaba entre roca formando numerosas cascadas. Una de ellas destacaba por su salto y la gran cantidad de agua que ya acumulaba el río. Allí al lado vimos una pradera en medio de la cual había una enorme roca solitaria que destacaba en el intenso verdor. Mas adelante vimos también otros bonitos regatos bajando por las laderas hacia el cauce principal.
El cielo se fue cubriendo cada vez más y de pronto escuchamos un fuerte trueno al que siguió no tardando una gran granizada con fuerza suficiente para hacer daño si te daba en la cara. Cercano al río vimos el cadáver de una cierva aún no muy descompuesto. No tardando atravesamos un estrecho paso entre rocas que solo dejaban sitio al río y al camino. Tras otro tramo de valle estrecho se abrió éste en la confluencia del Arroyo de Lechada con el arroyo del Valle, que baja del Puerto San Glorio. Poco antes de éste vimos un puente sobre el primero de ellos.
Enseguida vimos la carretera, las líneas de alta tensión, etc, que nos metían de nuevo en la “civilización”. A las 16:55 salimos a la serpenteante carretera por la que nos quedaban 500 metros hasta el pueblo oculto tras los paredones a ambos lados de la misma. Poco antes de llegar me llamó Sonia para decirnos que estaban en el teleclub comenzando a entregar ya los recuerdos. Según el programa se habían adelantado ya que no estaba previsto hasta las cinco y media.
En escasos diez minutos recorrimos este tramo de carretera y entramos en Portilla poco después de las cinco habiendo recorrido un total de 15,400 kilómetros, por mi podómetro. Nos dirigimos hacia dicho lugar en cuya sala no se entraba. Justo a tiempo llegamos cuando nos nombraron para recoger la medalla conmemorativa de esta actividad, que se entrega a todos los clubes participantes con al menos cinco socios, en cuyo límite estábamos. A continuación se sorteó numeroso material donado por varias tiendas de deporte de León. A Rosa le tocó una camiseta térmica que hubiese sido para José F., compañero nuestro que no pudo ir y cuyo billete cogió ésta.
Sin más salimos del edificio, cercano a la plaza donde hace tres años celebramos el Encuentro de Montañeros organizado por nosotros, para dirigirnos hacia los autocares. Antes de emprender la marcha nos sacaron una foto a los participantes de nuestro club “Cumbres de León”.
Poco antes de las seis emprendimos el regreso en el que de nuevo se me volvió a revolver el estómago con las curvas de los primeros tramos. Al poco de salir nos cruzamos con un rebaño de ovejas. Ya en el pantano de Riaño pudimos ver un bello contraste de luces sobre los picos y echando la vista atrás una bonita vista del Espigüete. Así fuimos avanzando y en Cistierna dejamos atrás la montaña. En Mansilla giramos directos a la ciudad donde entramos minutos después. En la parada de Santa Ana bajó Luis mientras el resto continuamos hasta Guzmán donde el sol lucía espléndido a las 19:40 horas.
Tras un rato de espera por mi hermana, a la que poco antes había avisado para que fuese a recogernos, nos dirigimos a Villacedré para dejar a Constantino en casa y poco antes de las 20:00 horas llegamos a la nuestra.
Y de nuevo concluimos otra grata actividad en la que personalmente disfruté de forma encarecida de un paraje desconocido para mí y del que realmente quedé encantado de visitar





























lunes, 11 de abril de 2005

"CORNÓN" (Santa María del Puerto Somiedo) 10-04-05

 


2ª ASCENSIÓN AL “CORNÓN”.

10-04-05        (Domingo)

Lo primero que apuntaré en este resumen es una observación explicativa que quiero dejar reflejada. A pesar del título del mismo, debo dejar claro que en esta ocasión, y por muy poco como se verá, no alcancé la cumbre misma del pico. A pesar de ello y teniendo en cuenta tanto los motivos como la mínima distancia a la que quedé de la misma, doy por lograda dicha ascensión y así constará en las memorias de mis salidas de montaña. Precisado lo anterior, doy paso al relato de esta jornada un tanto singular.
A las 8:30 horas nos reunimos en Guzmán 6 de los 9 participantes en esta excursión. Los mismos éramos los siguientes: José Antonio, José Luis, Guiomar, José Ramón, Roberto y yo. De camino recogimos a Fernando y a Javi F. Por la carretera de Caboalles salimos en los coches de José Antonio y el mío. En La Magdalena entramos en la autopista para evitar el tramo del pantano. En San Emiliano se nos unió el último participante, Ricardo, con el que completamos el grupo de esta salida.
El tiempo invernal de los últimos días, incluso el anterior había estado nevando por allí, no hacía presagiar la jornada que había amanecido. Ni una nube se veía en el azulado cielo matinal. De esa forma continuamos el viaje hasta Piedrafita de Babia donde nos desviamos hacia el puerto de Somiedo. Tras subir el mismo y pasar el límite de Asturias, llegamos a Santa María del Puerto. Aparcamos los coches al lado de la carretera y nos dispusimos a emprender la ruta.
A las 10:20 horas, y por el mismo camino que dos meses antes apenas si habíamos intentado esta misma ascensión, salimos de nuevo esta vez con más ánimos. El paisaje no era ni parecido al de aquella nublada mañana del 13 de febrero. Según el mapa de ruta nos quedaban 7 kilómetros para alcanzar la cumbre del Cornón. La pista se encontraba cubierta por una delgada capa de nieve que apenas dificultaba el paso. El amplio y hermoso valle se muestra delante de nosotros con todo su manto blanco reluciente al sol.
Sin apenas desnivel vamos siguiendo las marcas que señalizan la ruta y que nos llevan hasta un puente sobre el río Bayo por el que atravesamos. Poco a poco nos vamos introduciendo en el valle de la izquierda, el de Prefustes, y la pendiente se hace un poco más visible. En una pradera la pista se termina aunque continúan las marcas. A pesar de ello los que van delante se despistan y se meten en la ladera de la derecha hacia las rocas. A mí me parece que hay que continuar por el valle arriba, pero les sigo. Alcanzamos entonces una cresta tras la cual se ven algunos cortados. Fue entonces cuando nos dividimos en dos grupos. Mientras algunos optan por crestear aquel macizo, otros decidimos retroceder unos metros e ir ladeando hacia la collada del fondo del valle.
Los que optamos por esta opción atravesamos algunos pedreros, zonas de escobas y neveros helados. Por la parte baja se veía una senda, pero no queríamos perder altura ahora que habíamos subido bastante. Aún así hubo que descender unos metros para ir sorteando las irregularidades del terreno. Echando la vista atrás podemos disfrutar de una panorámica indescriptible de todo el valle con el pueblo al fondo y las cumbres nevadas algo más atrás. Pudiera ser que entre ellas se encontrase Peña Blanca, la cima que ascendimos ese día que no pudimos venir hacia esta parte y que aprovechamos para hacer una pequeña travesía por la zona contraria del puerto.
Por fin llegamos a la parte alta del valle de Prefustes ya por encima de la collada de Tres Cruces. Eran las 12:35 horas. Esta collada da paso al valle de La Almozarra, en el que se encuentra Lumajo desde el cual ascendí la primera vez al Cornón. Al otro lado del mismo se alzaba la doble cumbre del Muxiven, también ascendido por mí en otra ocasión.
Hacia la parte izquierda, y aún lejano, contemplamos por fin la cima del Cornón. Por encima de nosotros vimos aparecer ahora al resto del grupo. Nos dirigimos entonces hacia otra collada bordeando una vaguada entre matorral y neveros. Yo me desvié un poco y la nieve blanda me dificultó un poco la subida a la misma. En ella nos unimos todos de nuevo salvo con Javi y José A. que ya se habían adelantado. Estudiando un poco el terreno optamos por serrear por la parte alta de la loma y bordear un peñón, el Alto Mando o Prefustes, para llegar a la cabecera del valle de La Almozarra y evitar perder la mayor altura posible. Bajamos un nevero hasta la misma y a partir de allí ya solo quedaba subir y subir hasta la cumbre visible pero aún no accesible.
Al cruzar por esta cabecera pudimos ver al fondo del valle el pueblo de Lumajo bajo la mole del Muxiven. A través de varios neveros nos situamos en la ladera contraria del valle. Delante del Cornón destacaba un peñón negro hacia el cual nos dirigíamos. Delante de él se encontraba una loma que fuimos subiendo poco a poco. Bajo ella algunos arroyos entre la nieve formaban lagunillas que destacaban entre la blancura.
Yo, que ya desde el comienzo noté que iba en baja forma tras un mes sin salir, me fui rezagando. La pendiente se iba pronunciando y ese contribuyó aún más al cansancio. De vez en cuando se veían las señales de la ruta entre la nieve. Al llegar cerca del peñón decidí meterme en la roca en vez de seguir al resto por la ladera nevada. Alguno más había hecho lo mismo ya que se veían huellas. Los bastones me molestaban y los recogí durante un rato hasta salir de nuevo a la nieve. Siguiendo las pisadas de los compañeros fui subiendo poco a poco. Me detuve un momento para comer una manzana a ver si recuperaba alguna fuerza para lo que me quedaba de subida.
Antes de emprender la última ladera de fuerte inclinación pude ver como el viento había modelado en la nieve del suelo millares de pequeñas figuritas de hielo. Escasos cien metros podía tener esta ladera hasta la cumbre. Al poco de comenzar me crucé con José Luis que ya bajaba. Me comentó que poco antes de la cima había un trecho imposible de pasar sin crampones. Igualmente me dijo que Guiomar y Fernando, a los que yo creía también arriba, habían quedado por debajo sin yo haberles visto.
Paso a paso fui ganado altura mientras comenzaba a molestarme un dolor en los muslos que hace tiempo se repite en las ascensiones fuertes. A escasos metros ya de la parte alta una molestia exagerada en el muslo izquierdo me hizo casi gritar de dolor. Pensé entonces que no podía moverme de allí ni hacia abajo. Fue entonces cuando muy a mi pesar por lo ridículo del trecho que me quedaba, tuve que comenzar el descenso. Eran las 15:10 horas y el podómetro marcaba 6´700 Km.
Antes de comenzar a bajar saqué unas fotos del amplio paisaje que tenía a la vista. Desde los valles de Asturias, y haciendo un giro, encontramos el macizo de Peña Ubiña, Peña Orniz, Montigüero, el Tambarón etc. Igualmente todas las cumbres cercanas al puerto de Somiedo, aunque no éste, oculto por todos los valles y macizos por los que habíamos pasado.
Sin más me dispuse a bajar tras un rato de relajación en el que se me calmó un poco el dolor. Con cautela por la fuerte pendiente y la nieve resbaladiza en ella fui perdiendo altura y no tardé en alcanzar al resto de compañeros que bajaban ya de arriba. En una de las laderas con un nevero helado nos tiramos algunos haciendo “culoskí”. Abajo, al lado de una rocas, estaban Guiomar y Fernando y hacia ellos nos dirigimos para comer. Eran las 15:25 horas.
Tranquilamente comimos allí sentados durante unos 40 minutos. Aprovechando que estábamos todos reunidos sacamos la foto oficial de la salida con el banderín. Tras la misma emprendimos de nuevo la marcha. Ahora le tocó a Roberto el sufrimiento. Le estaba ocurriendo lo que a mí antes, apenas daba un paso y el dolor que tenía le hacía retorcerse. Por ello nos fuimos retrasando los dos mientras el resto nos sacaba buena ventaja. Siguiendo sus huellas bajamos hacia la cabecera del valle de La Almozarra. Echando una ojeada al mapa vi que era posible evitar subir toda la ladera de la parte contraria y bajar por otro valle paralelo hasta el puerto. Visto el estado en el que iba Roberto, al que le costaba mucho avanzar, optamos por desviarnos por el mismo.
Antes de subir hacia el Alto Mando les indicamos al resto, que ya iba por encima, nuestra intención. José Antonio, que estaba con ellos, decidió bajar y se unió a nosotros. Estábamos ahora en la collada Mozarra que da paso al valle de Penouta. En él vimos las marcas de la ruta que en realidad había que haber seguido y que luego explicaré.
Pues bien, los tres entramos de lleno en este precioso valle siguiendo un sendero señalizado a media altura. En la parte contraria del valle, se alzaba la cumbre de la Peña Penouta con 1976 metros. En una de sus crestas dos rocas formaban una curiosa puerta abierta por arriba. Bajo ella varias lagunas se formaban con la nieve casi completamente derretida bajo el sol de la jornada.
Yo tenía intención de bajar valle abajo y llegar hasta el puerto, pero las marcas nos condujeron por la ladera incluso ascendiendo suavemente y optamos por no abandonarlas. De esa forma pasamos una pequeña pero bonita vega antes de alcanzar el collado que daba paso al valle de Prefustes por el que habíamos subido. Eran las 18:30 horas.
La vista que tuvimos desde allí fue espectacular. El pueblo se veía al fondo del valle y los prados blancos de la mañana se veían ahora verdosos entre los escasos neveros que resistían el calor del sol. Por el norte iban metiéndose nubes que poco a poco iban tapando las cumbres, lo que ya no nos preocupaba.
Siguiendo las señales que continuaban marcando este tramo del “PR- AS 10” comenzamos a descender hacia dicho valle por el que los demás habían bajado. Yo iba fijándome a ver si los veía, aunque lo más probable, como así fue, era que ya estuvieran para abajo. En un momento determinado perdimos la senda y llegamos aun lugar donde la pendiente era exagerada, casi vertical. Optamos entonces por retroceder un poco y enseguida encontramos las marcas blancas y amarillas de la ruta. De esa forma llegamos al fondo del valle justo en el punto donde por la mañana nos habíamos despistado. Ahora, y después de estudiar el mapa y la ruta, lo he visto claro.
Pues bien, resulta que la ruta que nosotros llevábamos marcada en el mapa y la ruta que estaba señalizada no era la misma aunque coincidían dos tramos. Desde el pueblo hasta ese punto donde estábamos eran coincidentes. Luego la oficial subía por la ladera hasta la collada y seguía el valle de Penouta, por el que habíamos bajado nosotros ahora, hasta la collada de Mozarra. Por otra parte, la ruta del mapa nuestro seguía desde el punto actual por todo el valle de Prefustes hasta la collada de Tres Cruces, bordeaba el Alto Mando llegando también a la collada de Mozarra desde donde coincidía el segundo tramo hasta la cumbre del Cornón. Para posteriores ascensiones a este pico desde el puerto apunto que la ruta buena es la señalizada como “PR”.
Retomamos la marcha entonces en este valle de Prefustes casi en su confluencia con el de Penouta. Como ya apunté, el paisaje había cambiado considerablemente desde la mañana. Ahora se veían los prados verdes en vez de blancos por la nieve. Nos quedaba kilómetro y pico para llegar al pueblo ya por camino. Roberto, que antes apenas si podía andar, se nos había adelantado a José Antonio y a mí. Del norte habían ido apareciendo nubarrones y las cumbres estaban la mayoría cubiertas por las nieblas. Echando una vista hacia atrás vi unos curiosos efectos luminosos de los rayos de sol entre ellas y las montañas que no pude por menos de fotografiar.
El último tramo de camino hasta el pueblo se encontraba embarrado por completo. José A. se salía por los prados para evitarlo, pero tenía que andar saltando las cercas de piedras. Yo, como ya llevaba empapados los pies, me daba lo mismo.
Poco antes de las 19:30 horas entramos en el pueblo dirigiéndonos hacia los coches aparcados al lado de la carretera. Sin tardanza me cambio la ropa y calzado húmedo haciendo constar de nuevo la utilidad de la camiseta térmica con la que no he pasado frío alguno desde que la compre hace un par de meses.
Tras ello nos dirigimos hacia el bar donde está el resto que ha llegado antes. En él tomamos un refrigerio y hacemos las cuentas de la salida. A las 20:00 horas emprendemos el regreso a casa. Las nubes ya cubren toda la zona y ha bajado la temperatura. Descendemos el puerto y en Piedrafita de Babia entramos en la comarcal. De nuevo nos desviamos hacia San Emiliano a dejar a Ricardo y continuamos el viaje hasta el desvío de la autopista en la que de nuevo entramos para evitar el tramo del pantano hasta La Magdalena. Aquí salimos de ella y ya por la comarcal recorremos el último tramo hasta León donde llegamos poco antes de las 21:30 horas. En Guzmán dejó Ramón, José Luis y a Roberto antes de continuar directamente hasta casa.
Y de esta forma finalizó una larga jornada montañera del club. Como anuncie al comienzo, creo que tras lo expuesto y lo realizado por mi parte, estoy en condiciones de concederme la complacencia de haber ascendido esta cumbre de nuevo a pesar de haber quedado a escasos metros de la misma y siendo como fue, por el motivo antes indicado.