martes, 30 de septiembre de 2008

PENOUTA (Riolago) 29-09-08

 


1ª ASCENSIÓN A LA “PENOUTA”.

28-09-08          (Domingo)

Este último domingo de septiembre hemos realizado la actividad programada dentro del calendario del club, la ascensión al pico Penouta, en la comarca de Babia. A la misma nos hemos apuntado 12 participantes, varios de ellos no socios del club. Entre los miembros del mismo nos encontrábamos: Nati, Javi B., Roberto, Adelino y yo. Además nos acompañaban Macrina, Irene, Elicio, Angeles, Mari, David y Alfonso.
A las 8:00 h de la mañana acordamos la salida de Guzmán donde nos reunimos todos. En los coches de Elicio, Adelino y el mío salimos de León minutos después por la carretera hacia La Magdalena mientras iba apareciendo un rojo sol por la parte trasera. En esta población entramos en la autopista para evitar el tramo serpenteante del pantano abandonándola tras el puente colgante. Escasos minutos después llegamos a Huergas de Babia donde giramos hacia Riolago, (1240 m), llegando a éste tras una hora escasa de viaje. En una de sus calles aparcamos los tres vehículos y nos preparamos para la ruta con una temperatura ya casi invernal.
Tras sacarnos una foto de grupo comenzamos la marcha sobre las 9:20 horas. Un poco a la aventura buscamos salida hacia el valle del arroyo Riolago por el que trascurría la ruta de ascenso. Dimos con ella sin mucha dificultad y abandonamos el pueblo por un ancho camino entre prados blancos de la helada. Aún nos daba la sombra y no sobraba el abrigo que llevábamos. A la izquierda dejamos un camino que entraba hacia una casa.
Más adelante había otro similar que sí nos metió en dudas. Según el mapa había que atravesar el arroyo por esa zona, así que lo hicimos por un estrecho puente que nos llevó a los prados por los que apenas si se diferenciaba un sendero que enseguida se difuminó. Tras unos minutos de investigación decidimos regresar al camino principal para seguir por él valle arriba. Nuestro primer objetivo era La Casa de la Braña, una cabaña a la que yo estaba convencido que tenía que llegar dicho camino, aunque el mapa no estuviese claro.
Sin novedades fuimos avanzando por la ancha pista subiendo muy suavemente y dejando a la derecha las laderas del valle por las que se desplomaban numerosos pedregales. Enseguida encontramos otra bifurcación que nos puso en un compromiso. Mientras el camino principal se alejaba del arroyo y subía por la ladera unos metros sin verse hacia donde se dirigía, otro menos marcado continuaba paralelo al cauce. El grupo se metió por este segundo mientras yo decidí avanzar unos metros por el otro para ver que rumbo seguía. Enseguida comprobé que daba un brusco giro hacia la misma dirección que llevábamos y se lo hice saber a Roberto y Adelino, que eran los únicos que no habían seguido al resto, los cuales iban saliendo más adelante al mismo camino tras subir un tramo con más pendiente.
Ahora ya nos comenzaba a dar el sol al estar a mas altura. Al lado del camino vimos algunos avellanos con frutos aún verdes y servales con los suyos de color rojo chillón. Al fondo del valle ya se veían varias cumbres e intuíamos que alguna podía ser la del Penouta, aunque no se podía ver desde allí como luego comprobaríamos.
Por fin divisamos la braña en un sombrío prado al otro lado del arroyo. En otro cercano vimos numerosas reses de raza albina pastando. El camino se bifurcaba de nuevo y un ramal atravesaba el cauce sin puente alguno, aunque unos metros antes había uno estrecho peatonal por el que algunos lo pasamos. Otros lo hicieron por encima de las piedras. El otro camino continuaba valle arriba siguiendo el arroyo de las Veigas hacia el alto de La Cañada.
Las 10:40 horas eran cuando llegamos a La Casa de La Braña, (1465 m). Se trataba de una cabaña de piedra bien conservada y restaurada que se encontraba cerrada. A su vera nos sentamos un rato y probamos la quesada que Mari había llevado.
Diez minutos más tarde retomamos la marcha paralelos al arroyo de la Señal, segundo de los dos ramales principales que convergían para formar el arroyo de Riolago. El ancho camino se fue convirtiendo en sendero según ascendíamos por él. Pasamos al lado de algunos cercados bajos de piedra y luego atravesamos el arroyo que bajaba por nuestra izquierda. El sendero fue inclinándose según avanzábamos hacia una estrecha canal por la que ya subían los que se habían adelantado. La senda estaba cubierta de piedras sueltas que había que evitar mover y que cayesen sobre los que venían detrás. Nos llevó esta canal a una horcada tras la cual encontramos un amplio hoyo por el que seguía el sendero entre escobas. Algunos se dirigieron hacia la derecha del mismo mientras la mayoría nos echamos a la izquierda por lo menos pendiente. Alcanzamos una loma por la que continuamos subiendo teniendo el arroyo de la Señal ahora a nuestra izquierda varios metros por debajo. De frente veíamos un circo de rocas bajo el que pensábamos que estaría la Laguna del Lago Chao, siguiente punto de referencia de la ascensión.
En esta loma nos reagrupamos de nuevo avanzando por la misma hacia dicho circo. Seguíamos el sendero que se intuía entre el matorral no tardando en comprobar que la laguna no se encontraba en dicho punto. Volvimos a atravesar el arroyo y dejándolo a la derecha ahora nos encontramos una vez más en otra loma similar a la anterior. Subiendo por ella vimos que el sendero se bifurcaba. Un ramal se metía a una garganta por la que bajaba el arroyo y otro, por el que algunos continuaron, seguía loma arriba. Yo me decidí por el del cauce que no se veía difícil y que nos tenía que llevar a la laguna sin error según el mapa.
En dicha garganta atravesamos varias veces el escaso caudal del arroyo saliendo por fin a la vega donde se emplazaba la Laguna del Lago Chao cerca de la cual ya estaban los más adelantados del grupo. Eran entonces las doce del mediodía y estábamos a unos 1750 metros de altitud.
La laguna tenía una especie de isla central con árboles en medio rodeados de hierbas acuáticas que formaban una bonita postal. Por su derecha la rodeamos para comenzar a subir por una vaguada hacia el collado Cifuentes. El sendero apenas era perceptible, pero se subía cómodamente entre pedreros y matorral bajo. Poco a poco nos fuimos dividiendo en grupos habiendo gran distancia entre unos y otros.
Según íbamos ganando altura teníamos una vista más amplia de la vega y de la laguna con la isla en medio. Al fondo ya se comenzaba a ver de nuevo las cumbres del alto de La Cañada, máxima altura de aquel macizo y que ya ascendí en otra ocasión hace varios años.
Atravesamos como digo varios pedreros bajo la cumbre que creíamos se trataba de la Penouta al ser la más alta que teníamos allí. Reconozco ya que no había estudiado el mapa a fondo, si no me hubiese dado cuenta que esta cumbre no era la de mayor altura, aparte de La Cañada como apunté, y no hubiésemos tenido el error que luego cometimos.
Antes de alcanzar el collado Cifuentes pasamos al lado de los restos de una oveja. En la ladera de la parte contraria de la cumbre vimos un grupo de personas y alguien dijo que eran los que ya iban por delante. A mí me parecía que no, ya que no hacía tanto les había visto en la cresta bastante alejados de dicho punto.
A las 13:05 horas alcanzamos algunos el collado Cifuentes con una altitud de 1947 metros. Dicho paso se encuentra entre la cumbre del Peñeirón y el cordal del Penouta al que se asciende perpendicularmente desde dicho punto. Poco a poco fuimos ganando altura por esta loma viendo enseguida al resto sentados en la cresta de la parte alta. En 15 minutos llegamos a su nivel en la cresta a 2104 metros.
Aquí cometí el error que antes apunté. Sin mirar el mapa di por descontado que la cumbre mas alta, la de nuestra derecha, era el Penouta. A ella ya habían llegado algunos y habían vuelto sin encontrar ningún vestigio de placas, nombres, etc. Por el contrario, a nuestra izquierda teníamos una cumbre más baja con un gran hito de piedras que enseguida pensé que era la cima del Churros. Bien, mientras algunos de los que ya habían subido optaron por comenzar a bajar hacia el lago para comer allí, el resto nos encaminamos hacia la cumbre más alta con la duda encima.
Según avanzábamos y revisaba el mapa más a fondo, menos me convencía de que fuese esa la Penouta. El mapa que llevaba no tenía buena escala y el de cordales no estaba muy claro. El último trozo lo hicimos mi tocayo y yo solos hasta la cima donde confirmamos la falta total de señales de cumbre. Además ya nos convencimos que la Penouta era un poco más baja que aquella cumbre situada encima del lago y que no tenía nombre en ninguno de los mapas, en los que sí figuraba su altura, 2131 metros. Eran las 13:30 horas.
Retrocedimos entonces hacia donde había quedado el resto del grupo con la intención de dirigirnos hacia la cima de nuestro objetivo principal. El grupo lo componíamos ahora 7 personas: Javi B., Adelino, Roberto, Mary, Angeles, Macrina y yo. Descendimos unos metros pasando por el punto donde habíamos dejado a los que ya bajaban hacia el lago y continuamos por la cresta hacia el collado Penouta, mínima altura por la que teníamos que pasar con 2061 metros. A partir del mismo ya comenzamos a subir la corta loma de la cumbre que alcanzamos cuando eran las 14:15 horas.
En esta cima de 2108 metros había un gran hito formado por un montón de piedras apiladas no encontrando buzón alguno, ni placa, ni cruz. Corría un viento frío que nos hizo abrigar. Nos acomodamos un poco por debajo de la cumbre a comer tranquilamente disfrutando del amplio paisaje que teníamos. En la parte baja del sur corría el valle hacia Abelgas por el que vimos bajar unos motoristas por los caminos. De frente se alzaba un cadena de cumbres entre las que destacaban la de Peña Correa. Hacia el noreste se elevaba no muy lejana Peña Ubiña y mas al norte todas las cumbres de Somiedo. Bajo la primera podíamos distinguir los pueblos de Torrebarrio, Pinos, Candemuela y San Emiliano entre otros. Por el Oeste corría el macizo hacia el alto de La Cañada y el Valgrán. Por debajo de la cumbre, al norte, veíamos la laguna de Bustagil en el valle que se unía con el de Riolago.
Tras la comida nos hicimos una foto en la cumbre y dejamos la tarjeta en un bote bajo las piedras del hito. A las 15:30 horas emprendimos el descenso mientras iban apareciendo algunas nubes por el sureste. Por la misma loma nos dirigimos hacia el collado Penouta. Las mujeres se habían adelantado y se fueron metiendo muy abajo yendo hacia unos cortes malos de pasar. Les indicamos que subiesen a la cresta para ir mas cómodo. Sí que fuimos atajando un poco tras llegar al collado y en vez de subir por la ladera de la otra cumbre, nos dirigimos directamente a la loma que bajaba perpendicular por la que habíamos subido. Desde ella tuvimos una bonita vista de la vega del lago con bellos contrastes de luces y sombras y las cumbres de La Cañada de fondo.
Llegamos así al collado Cifuentes y comenzamos a descender por la vaguada hacia el lago. Allí abajo veíamos al grupo que había comido en la vega. En un momento determinado vimos cruzar por la parte alta un pequeño grupo de rebecos o animal similar. No bajamos siguiendo el mismo sendero que de ascenso y nos metimos entre matorral alto que nos complicó un poco la marcha un tramo. Por detrás quedábamos Roberto y yo. Atravesamos también varios pedreros antes de llegar a la parte baja donde se emplazaba el lago a la orilla del cual vimos un grupo de jóvenes.
Volvimos a rodear la laguna pasando entre un numeroso grupo de vacas. Atravesamos la vega para salir de ella por la garganta que formaba el mismo arroyo de la Señal. Bajamos sorteando el mismo y lo abandonamos hacia la ladera derecha entrando enseguida entre las escobas donde los de atrás nos despistamos del sendero teniendo que “luchar” con la maleza hasta encontrarlo de nuevo. Volvimos a cruzar el cauce y de nuevo nos fuimos desviando de la ruta de ascenso sin darnos cuenta. Yo subí hasta una atalaya desde la cual tuve una amplia y bonita vista de la Casa de La Braña. También pude ver unas naves ganaderas hacia la cabecera del otro valle que subía hacia La Cañada. Para regresar al sendero bueno volvimos a pelearnos con el matorral alto que se cerraba de forma impenetrable. Ya por el mismo fuimos perdiendo altura hasta situarnos justo encima de la vega de la braña, pero no en la canal por la que habíamos subido, que nos quedaba a nuestra izquierda.
Como digo, íbamos en dos grupos y el primero ya estaba tan adelantado que no les veíamos. De frente bajaba una vaguada de fuerte pendiente pero factible de bajar. Solo yo me decidí a hacerlo por ella mientras el resto se dirigía hacia la canal de subida. Zigzagueando por la ladera entre pedreros y camperas llegué a la parte baja por la que trascurría la senda que venía de la braña. Al resto les vi bajando la canal aún y de los primeros me encontré con Javi.
Atravesé el arroyo de nuevo y un prado rasurado de maleza antes de llegar a La Casa de la Braña a las 17:40 horas. Allí estaban ya los primeros del grupo sentados a la vera de la casa. Al poco rato llegó el resto de compañeros y apenas unos minutos después retomamos la marcha valle abajo hacia Riolago. Atravesamos una vez mas el arroyo para entrar en el ancho camino. Echando la vista atrás veíamos gran parte de las laderas y canales por las que habíamos subido desde la braña hacia la laguna.
Habiendo caminado un buen trozo nos cruzamos con un todoterreno que subía pista arriba. No tardando llegamos a la recurva en la que se perdía un buen desnivel. En la parte baja comenzamos a ver numerosos arbustos de andrinos y brunos que algunas pararon a recolectar. Hacia nuestra izquierda comenzamos a divisar la cumbre de Peña Ubiña y los Fontanes. En los prados que lindaban con el camino vimos algunas balas de hierba plastificadas. Algo no tan agradable fue la escombrera y basurero que había ya no lejos del pueblo en un trozo excavado en el terreno. Yo había quedado solo y por detrás venían Irene, Macrina y Angeles que habían quedado cogiendo los frutos para hacer pacharán.
A las 18:50 horas entré en Riolago. En la plaza de la iglesia se reunía un grupo de hombres jugando a los bolos. Algo más adelante estaba parte del grupo sentado frente a una fuente. Escasos metros nos separaban de la calle donde teníamos los coches aparcados. Aquí terminamos la marcha a las 19:00 horas.
En el parabrisas de la furgoneta había una nota de Nati avisándonos de que estaba viendo el pueblo. Ella no había subido con nosotros quedando por el valle. La iba a llamar al móvil cuando apareció. Estando todos emprendimos el viaje de regreso a León. Al pasar por delante del palacio de Los Quiñónes nos detuvimos y saqué unas fotos del mismo. Ya en Huergas volvimos a parar en el bar a tomar un refrigerio e hicimos las cuentas de gastos retomando la marcha minutos más tarde.
Avanzamos por la comarca de Babia hasta entrar en Luna encontrando el pantano completamente seco hasta después del puente colgante. Paré a sacar unas fotos del mismo antes de entrar en la autopista para salvar este tramo del embalse y abandonarla en La Magdalena. Ya anochecido entramos en la capital terminando el viaje en Guzmán a las nueve de la noche.
Fue la primera salida de este otoño del que nos restan otras cinco programadas por el club hasta final de año.



















lunes, 22 de septiembre de 2008

 


6ª TRAVESÍA POR EL “BOSQUE DE LAS HADAS”.

21-09-08        (Domingo)

Una vez más incluyo dentro de las actividades de montaña una sencilla travesía realizada en escasas cuatro horas y totalmente imprevista. En esta ocasión repitiendo una ruta realizada por última vez hace tres años y también en aquella ocasión decidida en el mismo día.
Por la mañana propuse a Luis irnos a realizar dicha marcha aprovechando la cercanía de una casa suya en las Majadas del Caserío, en las Hoces de Valdeteja. Salimos de León a las 11:00 horas y en las cercanías de “Carrefour” estuvimos retenidos unos diez minutos esperando el paso de una marcha ciclista. Íbamos en los dos coches para no tener que hacer la marcha de ida y vuelta o tener que subir andando los 3 Km. hasta Valdorria. Por la carretera del Torío avanzamos hasta desviarnos hacia La Vecilla y allí hacia Valdorria. Al llegar a la altura de la cascada de Nocedo aparqué la furgoneta y en el coche suyo fuimos hasta la casa donde tenía a Roy, su perro. Le recogimos y en su coche subimos hasta Valdorria donde aparcamos.
Eran ya las doce y media cuando emprendimos la marcha saliendo del pueblo por el sendero de la Ermita de San Froilán. Unos mastines se nos acercaron al paso teniendo que ahuyentarlos para que no se acercaran al perro nuestro. Yo sabía que la senda del bosque partía de la subida a la ermita, pero no sabía exactamente de donde. A unos 100 metros del pueblo vimos una vereda que bajaba y al fondo otra en la pared del cañón del arroyo Valdecesar.
Nos metimos a ella un poco a la aventura esperando que fuese la correcta viendo poco a poco que llevaba buena dirección. Siguiendo la misma nos situamos encima del cañón con cortes profundos y verticales en algunos tramos. Pasamos al lado de un techo de roca debajo del cual había restos de haberse resguardado el ganado. Enseguida llegamos a un pequeño túnel del que ya me acordaba yo de la vez anterior. En aquella ocasión, cuando lo hice con un compañero del club, también llamado Luis, habíamos bajado demasiado desde el pueblo y tuvimos que subir a la senda campo a través.
Le dije a Luis que bordeara el hueco pasando yo por él encontrándonos luego. Lo que no sabía él es que era el único paso accesible ya que el lateral tenía un corte vertical de varios metros al arroyo. Nos sacamos una foto allí y tras pasar el corto túnel comenzamos un brusco descenso entre roca y con piedras sueltas en el sendero. Subimos luego un pequeño repecho hasta alcanzar una campa desde la que se podía ver el pueblo y con él de fondo nos hicimos otra foto. También veníamos viendo las dos cumbres de Peña Galicia durante todo el trayecto hasta allí.
En ese punto comenzaba el descenso de entrada al Bosque de las Hadas entre escobas y rocas que se elevaban varios metros por encima de nosotros. Ya en la parte baja nos encontramos los primeros árboles antes de llegar al mismo cauce del arroyo por el que bajaba poco caudal de agua. Eran las 13:30 horas.
Roy se metió enseguida en él saltando entre las piedras. Siguiendo el sendero entramos entre helechos y otras especies de arbustos de terreno húmedo. El sol se colaba entre el ramaje formando un mosaico de contrastes impresionante. Al lado del sendero encontramos un enorme hormiguero de gran altura. Más adelante pasamos el arroyo por unas piedras. Ahora bajaba éste por nuestra izquierda en el mismo sentido que nosotros. En el cauce íbamos viendo numerosas pozas de agua cristalina donde daba ganas meterse, aunque la temperatura no era excesivamente calurosa.
El sendero subió unos metros por encima del arroyo y salimos del bosque a cielo abierto. Por detrás se veían los dos ramales en los que se bifurca el valle arriba. Nosotros habíamos bajado por el de la derecha. De nuevo descendimos entrando en un gran helechal con hojas ya tocadas por el principio del otoño que le daban un colorido realmente bonito. Poco más adelante encontramos en la misma senda una enorme seta marrón a la que fotografié desde todos los ángulos.
Siguiendo el rastro de la fugitiva Juli, que tan bien lo seguía el perro, llegamos al lugar del sacrificio, una explanada en la que se podían ver los restos de la hoguera del ritual. Todo formaba parte del montaje que veníamos preparando para una nueva parte de.............. “La Fugitiva”.
Volvimos a atravesar el reguero hacia la parte contraria. En esta ocasión Luis resbaló y metió los pies en el agua. Por poco no pillé el momento grabando con la cámara. Allí estuvimos un rato parados viendo al perro buscar las piedras que le tirábamos al agua y como metía la cabeza casi entera para cogerlas.
Caminando de nuevo pasamos al lado de varios árboles de tronco y raíces retorcidas. Roy oyó cantar un pájaro y salió disparado hacia arriba entre los arbustos. Tras un buen rato llamándolo apareció por fin corriendo a más correr. En una pequeña mochila que yo llevaba habíamos metido una tableta de chocolate. Pues bien, quedo colocada pegada a la espalda y con el calor cuando la sacamos se podía untar como nocilla. Eso sí, no se desperdició nada.
En el cauce pudimos ver también como el lecho de roca había ido erosionándose formando surcos y hoyos de formas diversas. También había numerosas cascadas de poca caída pero algunas de gran belleza. El musgo y los helechos crecían de las mismas rocas que formaban paredes cerca del arroyo. El sendero iba siguiendo los pliegues del terreno y sorteando algunos cortes del cauce. En algunos tramos se empinaba hacia abajo y había que cuidarse de no resbalar con la tierra movida y las piedras.
Así llegamos a otro cruce del arroyo en el que había un tronco atravesado. Luis pasó por las rocas y yo me decidí a hacerlo por él. Era estrecho y cimbreaba lo suyo, por lo que me lo pensé un antes de pasar y si no es porque corrí un poco al final me caigo en él arroyo.
Subimos unos metros tras este cruce y pasamos bajo varios troncos en la senda. En uno de ellos estuvimos haciendo un poco el tonto usándolo como moto de carreras. Eh¡ con manillar y todo. ¡cómo se tumbaba en las curvas!
A las 15:05 horas llegamos al final del bosque donde se emplaza la cascada dentro de la cueva. No me acordaba que para pasar el arroyo no estaba nada fácil. Había que destrepar un poco hacia el cauce mismo con cuidado de no resbalar. No es que fuese peligroso, pero estaba algo complicado. Al final pasó Luis mejor que yo. Lo que sí comprobé es que la subida que había desde allí era mucho más larga de lo que pensaba pero más fácil. Antes de subir nos acercamos un poco para ver el salto dentro de la cueva y la pasarela metálica de la parte baja. Anclado a una roca vimos unos clavos y una cadena usada por los que van a rapelar allí.
Comencé a subir yo para grabar a Luis desde arriba. No sé como se lió y se fue a meter entre unas rocas donde tuvo que echar las manos. Llegamos a la parte alta donde un hombre con dos niños nos preguntó como estaba la bajada. Viendo a los pequeños no le recomendé que bajase máxime cuando no había mas salidas y que ellos no se iban a acercar a ver el salto.
Al llegar arriba subimos un poco más hasta lo alto de las rocas desde donde se puede ver gran parte del valle del Curueño. Estando allí nos pasaron dos jóvenes que habíamos visto llegar detrás de nosotros por el bosque. No tardamos en seguirles por el sendero que comenzó a bajar bruscamente hacia la carretera. El mismo es prácticamente un pedregal que serpentea por la ladera hasta meterse en la arboleda ya muy abajo.
A las 15:45 horas salimos a la carretera en el punto exacto donde teníamos aparcada la furgoneta. Como Luis no quiso, me acerqué yo solo hasta la cueva para ver la cascada desde abajo y grabarla. Había algo más de personal en ella, por cierto, una chica con tacones altos.
De regreso emprendimos el viaje hacia Valdorria para ir en busca del coche de Luis. A las cuatro de la tarde llegamos al pueblo viendo hacia el suroeste negros nubarrones de tormenta. Sin más retrasos comenzamos el regreso con los dos coches. En la collada paré a sacar una foto y bajamos el fuerte puerto hacia la carretera del Curueño.
En pocos minutos llegamos a Las Majadas del Caserío y en casa de Luis preparamos unos sándwich para comer que nos supieron a gloria. Tras dejar al perro en el garaje iniciamos el regreso a León cuando eran las cinco de la tarde.
Entre La Vecilla y Robles de la Valcueva llovió algo, pero luego solo se escaparon algunas gotas sueltas sin más. En una hora hicimos el trayecto de 55 Km hasta la capital. Las seis en punto eran cuando terminamos el viaje en Armunia.
Pasamos así una grata media jornada en la que él conoció un bonito rincón cercano a la casa que allí tiene y yo rememoré una de las rutas más bellas que tenemos a “tiro de piedra” de León.
























lunes, 8 de septiembre de 2008

VALDEIGLESIAS (Salientes) - 07-09-08

 


1ª ASCENSIÓN AL “VALDEIGLESIAS”.

07-09-08      (Domingo)

Tras la anulación por falta de participantes de la salida a la Sierra del Cuera, en Asturias, donde estaba previsto celebrar el Encuentro “Cumbres de León”, hemos improvisado algunos socios esta ascensión a una cumbre pendiente del pasado año. En un principio habíamos pensado en el Cueto Nidio, en Villablino, pero de camino cambiamos de opinión y al final nos dirigimos hacia la zona donde se emplaza dicha cumbre, no lejos de la anterior.
Habíamos quedado a las 9:00 horas en la salida de León por la carretera de Caboalles. Allí llegué encontrándome ya con Adelino y Álvaro. Estuvimos un rato esperando por José Antonio y cuando emprendimos el viaje eran casi las 9:30 horas. Habíamos quedado a esa hora ya que el Nidio es una cumbre fácil y rápida de ascender, no así el Valdeiglesia, que nos llevó bastante más tiempo y llegamos a casa muy tarde ya.
Decidimos ir por Omaña a pesar de que un cartel nos indicaba el corte en la carretera a la altura del pueblo de Los Bayos. En las laderas del norte se podía ver un gran bosque de robles y los prados blancos de las primeras heladas. En éste nos desviamos por otra vía hacia Cabrillanes ya en la de Villablino. Pasamos por ésta población cogiendo en ella la carretera hacia Ponferrada. Llegamos de esa forma a Palacios del Sil donde nos detuvimos unos minutos a tomar un café en el bar en el que hace dos años realizamos el magosto nuestro. Aún nos quedaban 17 Km hasta Salientes por una estrecha carretera llena de curvas y varios puentes nuevos construidos a raíz de la riada que hace dos años arrasó dicho valle.
Pasadas ya las 11:30 horas llegamos a Salientes, 1220 m, aparcando en una plaza céntrica del pueblo. Allí nos preparamos para la ascensión emprendiendo la misma al mediodía. Por una de las calles del pueblo salimos de éste contemplando al sur el espolón del Valdeiglesia. Al paso vimos un antiguo potro de madera para herrar el ganado. Dejamos atrás las casas de piedra y los restos de lo que parecía una ermita. Antes de pasar un puente nos encontramos con un lugareño que nos contó un poco lo ocurrido hace dos años en Noviembre. En poco más de tres horas cayó allí tanta lluvia que desbordó el río Valseco llevándose, como ya apunté, varios de los puentes sobre el mismo y dejando incomunicado el pueblo. Mas arriba nos encontraríamos vestigios de dicha riada.
Continuamos por el camino empedrado que se empinaba por el valle de Tierrafracio hacia la collada de Salentinos. En los márgenes del camino había numerosos prados y huertas con árboles entre los que vimos algunos avellanos con frutos aún verdes. Atravesamos algunos arroyos laterales y una cancilla del ganado. En unas praderas había un gran número de reses que al vernos se nos acercaron. En medio de otro prado había unos restos de otra construcción antigua.
Por el camino bajaba algo de agua en algunos tramos y en otros la maleza se cerraba tanto que tuvimos que salir a los prados para poder avanzar cómodamente. Al fondo del valle, en la parte alta, veíamos ya Peña Rebeza. Como no llevábamos mapa era José Antonio el que nos hacía un poco de guía al ser él el que había propuesto el pasado año esta excursión. Entre la arboleda variada que había también vimos varios servales cargados de frutos rojos. Tras entrar de nuevo en el camino, medio perdido entre la maleza, llegamos al cauce principal del río en donde sí se veían claramente los efectos de aquella riada. No bajaba ahora nada de agua, al menos superficial. El cauce estaba lleno de piedras arrastradas de la parte alta. Encaramadas a unas ramas vimos un par de piedras que pensamos podían haber quedado ancladas de aquella ocasión.
Hicimos una breve parada en aquel lugar desde el cual subía una vereda de ganado por la que nos metimos. La pendiente se hizo más pronunciada ya por la ladera del macizo. Por la parte alta corría la línea de cumbres entre Peña Rebeza y el alto de los Grillos hacia la que nos dirigíamos. José Antonio quedó por detrás y seguía otra vereda paralela más al Este. Sorteando las escobas y otros matorrales atravesamos varios pedreros por los que se subía más o menos cómodamente.
Tras dejar atrás lo más pendiente me separé un poco de Álvaro y Adelino y fui al encuentro de José Antonio por otro sendero diferente que me parecía más cómodo. No tardamos en juntarnos de nuevo todos algo más arriba ya cerca de la parte alta de la loma algo por encima de la collada de Salentinos. Yo estuve fotografiando una especie de saltamontes verde que había encontrado Adelino y lo tenía subido en uno de los bastones.
A las 14:50 horas llegamos al alto de aquella loma que dividía el valle de Salientes del de Salentinos. Desde allí tuvimos una bonita vista del Catoute situado frente a nosotros siguiendo la línea de cumbres que pasaba por las peñas Rebeza y la Cernella.
Emprendimos desde ese punto la ascensión por la cresta pelada siguiendo un sendero marcado y pendiente hasta que por fin vimos la cumbre del Valdeiglesia. Antes de ella había que pasar por el alto de los Grillos, 1958 m, cumbre pedregosa que dejamos un poco a la derecha atajando hacia la última collada entre ésta y nuestro objetivo. Por debajo caía un valle paralelo al de subida al fondo del cual vimos Salientes. La cara noreste del Valdeiglesia era alargada y con profundas canales verticales al final de las cuales se veía un gran pedrero.
Subiendo este último tramo le dio a Adelino un calambre en la pierna que le hizo ralentizar el paso. Ya cerca de la cumbre dimos vista a la parte contraria en la que se situaba el pico Lago siguiendo la línea de cumbres en la que estábamos. Dicho pico estaba programado junto con el Valdeiglesia, pero dado la hora que era, las cuatro de la tarde, no había muchas intenciones de ascenderlo. A las 16:05 horas alcanzamos la cumbre del Valdeiglesia, 2146 m, en la que había una placa con buzón del que recogimos una tarjeta.
A su vera nos acomodamos para comer disfrutando de las amplias vistas que teníamos desde allí. Innumerables eran los picos que veíamos y que abarcaban desde el Teleno al Sur al Cornón del Norte y desde el Miravalles al Oeste al Arcos del agua por el Este. Corría una ligera brisa fresca que hacía que no sobrase el jersey.
Tras la comida decidimos acercarnos al espolón norte de la cumbre que quedaba unos metros por debajo. En los aproximadamente 200 metros que nos separaban de dicha punta pudimos ver las impresionantes canales que ya en la subida habíamos observado. Al final del macizo se podía ver un espectacular corte producido por algún fenómeno físico desconocido que había dividido la cresta de la sierra en dos. Tirando piedras a ella se oía el sonido un buen rato. Desde aquella punta volvimos a divisar Salientes. Regresamos a la cumbre donde había quedado Adelino. Aquí nos sacamos unas fotos de grupo y dejamos la tarjeta en el buzón.
A las 18:15 horas abandonamos la cumbre por la misma ruta de ida. Bajamos por el sendero hasta la primera collada metiéndonos desde la misma al valle bajo la peña. Allí encontramos grandes pedreros que bordeamos. No sabíamos por donde bajaríamos mejor, si por el mismo valle o por el alto de la loma que limitaba con el de subida. Algo más abajo veíamos un corral desde el cual subía un sendero a la misma, aunque al final fuimos ganando altura desde allí. Apenas subimos unos metros hasta ella y pudimos contemplar el valle por el que habíamos caminado por la mañana.
Siguiendo la línea de la loma fuimos haciendo unos vaivenes hasta comenzar el descenso definitivamente. Tras unos minutos por dicha alto vimos en el fondo del valle un sendero muy marcado que iba con dirección al pueblo. Para bajar a él se podía por el sendero que pensábamos usar precisamente para subir desde los corrales a la loma. Adelino se había adelantado y le indiqué que retrocediera un poco para bajar por aquel sendero. Álvaro y yo comenzamos el descenso con dirección contraria a la que traíamos por la loma. José Antonio se había quedado rezagado y al vernos preguntó por Adelino, al que nosotros tampoco veíamos. Mientras seguíamos los dos bajando, él fue en su busca más delante de la loma. Al llegar a los corrales aún no veíamos a ninguno, por lo que creímos que habían comenzado a bajar por otro lugar. Siguiendo el sendero nos metió de nuevo bajo la cumbre, aunque varios metros por debajo de la misma. Ahora la veíamos a contraluz con el sol del atardecer.
El sendero se perdía entre los arbustos saliendo de nuevo a unas campas donde veíamos más cercos de piedras a modo de corrales. El arroyo Valdeiglesia apenas traía agua y la poca que se veía se colaba entre la multitud de piedras del cauce. En el lugar donde lo atravesamos vimos un par de pequeñas cascadas. Tras el arroyo seguía el sendero bien marcado entre más arboleda que llegaba a cerrar el paso. También pasamos entre grandes helechales que subían por la ladera de nuestra izquierda. El arroyo nos quedaba a la derecha y bajaba hacia el pueblo.
De pronto oímos la voz de alguien descubriendo poco después que se trataba de Adelino que estaba en el sendero más adelante. Por lo visto había bajado directamente desde la loma ya que no me había entendido cuando le dije que bajábamos por el sendero hacia los corrales. A José Antonio le había visto en la parte alta minutos antes, pero ahora no había rastro de él.
Los tres juntos continuamos por la senda, que se había ensanchado hasta convertirse en camino, y en el que había tramos donde teníamos que pelear con la maleza. Pasamos luego bajo un arco de ramas que parecía hecho a propósito. En las lomas de enfrente se reflejaba un bonito sol rojizo.
Ya bastante abajo nos encontramos con que el sendero estaba cargado de agua por un reguero que bajaba por el medio. De allí partía una acequia pequeña en la que nos metimos hasta que se terminó y comenzamos a bajar por el medio del bosque y prados hasta llegar de nuevo al camino que habíamos dejado. Salimos a él tras pasar una cancilla de palos que saltamos. Nos restaban escasos 200 metros al pueblo desde aquel punto.
A las 20:50 horas entramos los tres en Salientes. Lo hicimos por otra calle diferente a la de salida. Atravesamos un puente sobre el arroyo y caminamos entre las numerosas casas de piedra y pizarra del pueblo. Me quedé un poco rezagado fotografiando y grabando todo ello y poco antes de las nueve de la tarde llegué a la plaza donde ya estaban Adelino y Álvaro cambiándose. José Antonio llegó poco después por otra calle diferente.
Nos cambiamos nosotros también y a las 21:15 horas emprendimos el regreso a León. Por la estrecha carretera salimos a Palacios del Sil donde nos detuvimos de nuevo unos minutos en el bar. Allí tomamos un refrigerio e hicimos las cuentas de la salida. A las 22:00 horas retomamos la marcha haciendo el viaje esta vez por Babia en vez de por Omaña. El tramo del pantano de Luna lo hicimos por la autopista hasta salir en La Magdalena. 2,70 € cuesta este tramo de peaje.
A las 23:30 horas llegamos por fin a León. A la entrada tenía yo la furgoneta con la que acerqué a José Antonio a casa antes de llegar yo a Armunia ya cerca de la medianoche.
Finalizó así una salida más del club de montaña. En esta ocasión totalmente improvisada, pero con resultado inmejorable.