lunes, 27 de octubre de 2008

PILEÑES (La Uña) 26-10-08

 


1ª ASCENSIÓN AL “PILEÑES”.

26-10-08          (Domingo)

Segunda salida del mes del club de montaña programada en el calendario anual. Hoy nos hemos ido hasta La Uña, desde donde se comienza la ascensión a la peña Pileñes. A esta excursión nos hemos apuntado seis personas: Mateo, Álvaro, Ricardo, Nati, Adelino y yo. Nos hemos encontrado en Guzmán a las ocho de la mañana del nuevo horario de invierno. De allí salimos en los coches de Adelino y el mío.
Salimos de León por la nacional hacia Puente de Villarente ya que teníamos intención de ir por Boñar y el puerto de Las Señales en vez de por Riaño. El cielo se mantenía despejado por completo y apenas se veían algunas nieblas sueltas. Dejamos atrás Boñar y bordeamos el pantano del Porma hasta llegar a Puebla de Lillo donde nos detuvimos para tomar un café en una cafetería. Retomamos la marcha minutos mas tarde comenzando a subir el puerto de Las Señales hasta su máxima altura y descendiendo luego hacia el puerto de Tarna. Por la derecha, hacia el sur, emergían las cumbres del Mampodre y el cercano pico Lago.
Desde el puerto de Tarna encontramos la carretera en obras hasta La Uña, (1200 m), donde llegamos poco antes de las diez de la mañana. Aquí dejamos el coche de Adelino y Nati decidió quedar allí también. Cómo éramos cinco, en mi furgoneta regresamos dos kilómetros hacia el punto donde comenzaba el valle de Valdosín. Al lado de la carretera, en un pequeño descampado en el que había algún vehículo más, dejamos el nuestro. Allí estaba también el de Ramón, que junto con Javi F., habían ido más pronto por su cuenta para subir varias cumbres de la zona. Desde aquel punto podía verse Peña Ten, no así el Pileñes oculto tras la misma.
Nos preparamos para la ruta y comenzamos la misma a las 10:00 horas. Por la carretera caminamos unos metros hacia el norte desviándonos hacia el valle por la parte izquierda de la vaguada. Allí cerca vimos un merendero con un cartel informativo al que se acercó Ricardo. Por las praderías fuimos avanzando siguiendo un sendero señalizado como “PR-LE 20 Puerto de Ventaniella”. El mismo nos llevó por un montículo hasta bajar al arroyo Valdosín que atravesamos por un puente de madera para salir a un camino ancho que venía bordeando la loma desde La Uña.
Por este camino fuimos subiendo suavemente dejando el arroyo a nuestra izquierda tras el cual comenzamos a ver un gran hayedo con las hojas ya muy marrones y escasas. En el cauce vimos algunas pequeñas cascadas y pozas de agua cristalina. No tardamos en pasar al lado de la peña El Castiello con formaciones rocosas de curiosas vistas. Dejando ésta atrás comenzó a abrirse el valle y a bifurcarse en varias vaguadas. Enseguida llegamos a la altura de la Hayona de Valdosín, un enorme ejemplar de haya situado unos metros por encima del camino a mano derecha. Su situación está señalada por un indicador en la ruta. A la vuelta subimos Mateo y yo hasta ella.
En los prados pastaban varias reses de ganado vacuno. Realmente era una estampa bonita los verdes prados, los hayedos marrones y las cumbres moteadas por la nieve caída esta semana pasada. No tardamos en llegar a una cuadra de ganado de no mucha antigüedad. A partir de ella se terminaba el camino ancho y la ruta proseguía por un sendero hacia la derecha del valle. En esos momentos no lo sabíamos, pero desde aquel punto estábamos viendo la cumbre del Pileñes tras la Peña Ten.
Atravesamos un arroyo, el de Castellana por el que luego bajaríamos, y continuamos ascendiendo cómodamente ahora por el valle del arroyo del Puerto, un poco al Este. Hacia el Oeste se veían varias cumbres con las laderas moteadas de nieve. Hacia allí se bifurcaba el arroyo del Naranco y de más al norte venía el de Valdosín.
No muy lejos del camino, al otro lado del arroyo del Puerto, había un tronco seco de gran grosor. Encontramos más adelante algunos árboles de colorido espectacular en su ramaje. De nuevo disfrutamos de otro bonito bosque en la ladera contraria de la vaguada, en cuya cabecera ya veíamos la collada de Ventaniella tras la cual emergían algunas cumbres asturianas.
Antes de llegar a dicho puerto pisamos la primera nieve de esta temporada en un diminuto nevero del camino. Como luego íbamos a tener una amplia vista desde arriba, no nos acercamos hasta la misma collada. Unos 50 metros antes decidimos echarnos a la ladera de nuestra derecha para alcanzar la cresta del macizo. Eran las 11:20 horas y estábamos a 1427 metros de altitud.
Por dicha ladera se veían numerosos senderos, casi todos de ganado. El matorral bajo no nos impedía subir con comodidad por la fuerte pendiente que tenía en algunos tramos la ladera. Al otro lado del collado Ventaniella se alzaba la peña Piedrahita con su vertiente nordeste salpicada de neveros. Poco a poco íbamos teniendo una amplia vista del valle por el que habíamos subido, sobre todo de la vaguada del arroyo del Puerto. En un momento determinado se me quedó clavado un bastón en la pradera y me quedé con las dos partes superiores en la mano. No hubo más que enroscarlo de nuevo para seguir subiendo por aquella loma desde la que pudimos ver durante un pequeño rato los coches aparcados al lado de la carretera.
Poco a poco se fue suavizando la pendiente mientras caminábamos un poco transversalmente hasta que llegamos por fin a la parte alta, desde allí vimos de nuevo Peña Ten ahora por su cara noroeste. Pocos minutos después alcanzamos otra collada que daba paso al valle de Castellana. Desde allí veíamos la collada el Cardál entre Pileñes y Peña Ten. Del primero se veía la cumbre más occidental del macizo. Hacia atrás podíamos contemplar varias cumbres del Mampodre. El collado se emplaza al norte del pico Las Castellanas siendo su altitud de 1552 metros. Eran las 12:00 horas.
Por la ladera izquierda del valle continuaba un sendero que nos llevó hasta una pequeña laguna. Atravesamos algunos arroyos laterales y comenzamos a pisar un poco más de nieve. Por la derecha se alzaban las cumbres de Las Castellanas Cimeras mientras que por la derecha, tras el arroyo, se elevaban los paredones y laderas de Peña Ten.
Álvaro comentó la posibilidad de subir primero a ésta última, la mas alta de la zona, y luego el Pileñes. Por mi parte con el segundo, que era el objetivo principal de la ruta, me valía. Además, no iba ese día en mi mejor forma. Adelino y Mateo eran de la misma opinión mientras que a Ricardo no le importaba subir los dos. Por ello, al llegar ellos al collado, decidieron emprender la subida a Peña Ten. Mientras Mateo esperó a que llegásemos Adelino y yo al collado poco después para subir también directos al Pileñes.
A las 12:35 horas alcanzamos nosotros la collada el Cordal con una altitud de 1755 metros y límite de nuevo con Asturias. Desde allí tuvimos una espectacular vista del macizo Occidental de Picos de Europa presidido por Peña Santa. También era visible desde allí todo el cresteo del Pileñes hasta su cumbre en la que vimos un par de personas. A viva voz nos llamaron éstas y comprobamos que se trataba de Javi y de Ramón.
Un cuarto de hora más tarde comenzamos Mateo, Adelino y yo la subida por una pendiente con tramos de considerable inclinación. Por la parte contraria de la collada veíamos subir a Ricardo y a Álvaro por la ladera de Peña Ten, en cuya cumbre veíamos el hito y numeroso personal. Nosotros pasamos el primer tramo con algo de pradera, pero enseguida el terreno se hizo pedregoso y además de terreno malo. Era tipo gravilla la que había en aquella parte, lo que hacía más fácil resbalar. Además el tramo aquel era de los pendientes, por lo que había que zigzaguear aún mas evitando la subida directa.
A las 13:30 horas alcanzamos la cresta principal que corría paralela al valle desde la collada Ventaniella. En ella vimos un hito de cemento con un número inscrito, suponemos que limitando las provincias. Nos restaba ahora el cresteo por las cumbres del Pileñes, cuya cima principal se emplaza toda ella en Asturias. Hasta la misma teníamos unos 400 metros lineales sin apenas desnivel. El sendero se metía en la cara norte por la que volvimos a pisar nieve, incluso algunos tramos tenían algo de hielo. Cómodamente avanzamos por el sendero marcado hasta llegar a la cumbre cuando eran las dos en punto de la tarde.
En la cima había dos cruces con sendas placas en las que estaba inscrito el nombre y altitud del pico: Pileñes, 2012 metros, así como el nombre de los grupos que las colocaron. Echando una ojeada hacia Peña Ten buscando a los compañeros, comprobamos que ya estaban de nuevo en la collada y subiendo hacia nosotros. Por otro lado, no había mas rastro de Javi y de Ramón que un papel a modo de tarjeta que habían dejado en el buzón, del que recogimos otras dos. Por el móvil pude ponerme en contacto con ellos y por las indicaciones conseguí verles en otra pequeña cima hacia el norte. Se dirigían hacia la cumbre del Porrón de Viano y luego subirían por Ventaniella para volver al coche.
Poco antes de las tres llegó Ricardo y casi media hora mas tarde Álvaro, al que le había dado un calambre en la pierna. Comimos todos juntos en torno al hito disfrutando de una temperatura increíble para esta época y con la nieve que había. En la cumbre solo quedaban algunos neveros sueltos en los que metimos a enfriar dos botellas de licor, uno de café de Adelino y otro de frutas hecho por Nati. Ésta nos había comprado además unos sequillos en Puebla de Lillo que acompañamos tras la comida con los licores. Vamos, todo un lujo.
Las vistas no podían ser mejores y mas claras. Por enumerar algunas cumbres apuntaré las del Espigüete, Pozúa, Jario, Mampodres, Torres, Toneo, Agujas, Ubiña muy a lo lejos así como varias de la vertiente asturiana. Se veía igualmente parte del valle de Valdosín en la confluencia con el de Castellana.
A las cuatro de la tarde, tras sacarnos unas fotos en la cumbre, emprendimos el descenso. Ahora veíamos una gran humareda hacia la zona de San Isidro. Siguiendo la misma senda de subida llegamos al punto donde habíamos cresteado desde la collada del Cardal. En este tramo caían numerosas canales hacia el valle sur que bajaba desde dicho paso hacia el Este. Decidimos esta vez no ir a ella y continuar por dicha cimera hasta otra collada desde la que podíamos bajar directamente al medio del valle. Poco más abajo atravesamos una alambrada por donde Álvaro había subido tras bajar de Peña Ten. No lo había hecho directamente desde la collada el Cardal si no que se había desviado hasta este punto.
Siguiendo un sendero por la cresta llegamos a la parte más baja de la misma, el Collado Viano, comenzando el descenso directo al valle desde ese punto. No nos convenía avanzar a media ladera ya que llegaríamos al collado bajo el pico Castellana por el que habíamos pasado por la mañana. Nos interesaba bajar hasta la laguna ya que desde allí podíamos continuar por el arroyo Castellana hasta la confluencia con el de Valdosín. Para que quede más claro: la laguna era un vértice del triángulo que completaban este enlace y el puerto de Ventaniella. Bajando el arroyo nos evitábamos el tramo al puerto y de éste a la confluencia de los dos arroyos. Si no habíamos subido por la mañana por esta ruta, que también venía marcada en el libro, era por que en éste nos indicaba que la mejor opción era llegar a Ventaniella.
Nos metimos entre matorral sorteando los matojos mas altos y los tojos punzantes. A las cinco llegamos a la pequeña laguna al lado de la cual quedaban algunos neveros. Ésta se emplazaba en una pequeña altiplanicie por encima del arroyo Castellana hacia el cual comenzamos a descender entre escobas altas. A algunos nos les convencía cambiar la ruta, pero si íbamos hacia el puerto íbamos a tardar aún más en bajar, y con el cambio de hora se nos podía hacer de noche.
Bajamos al arroyo entre las escobas entrando en una estrecha vaguada por la que corría el escaso caudal. Tan poco agua bajaba que no tardó en desaparecer entre las piedras que formaban el lecho no quedando vestigio alguno de humedad. Lo que podía preocuparnos era encontrarnos con algún salto difícil de salvar, pero no era muy probable ya que el desnivel tampoco era mucho e incluso se veía senda marcada por allí, como bien estaba indicado en el libro que llevábamos de referencia.
Mientras el resto se desvió por la parte alta un tramo, yo seguía sin problema alguno por el lecho del arroyo en el que había infinidad de cantos rodados y enormes piedras pulidas. Hacia atrás podíamos ver aún la cumbre más occidental del Pileñes y de frente algunas cimas de los Mampodres. Salimos así de esta parte mas pedregosa y nos encontramos con un hayedo de colorido impresionante. Aquí nos dividimos, y mientras Ricardo y Mateo decidían subir por la parte alta, Adelino, Álvaro y yo optamos por no abandonar la vaguada. Acertamos de lleno con la decisión ya que, como digo, disfrutamos de un paraje realmente bello. El suelo se encontraba tapizado de hojarasca marrón mientras que en los árboles se mezclaban los verdes y rojizos otoñales. También encontramos algunas setas entre este manto de hojas tan tupido así como verdes helechos. Allí comenzamos a ver de nuevo algo de agua en el arroyo que íbamos sorteando de continuo de lado a lado. Llegamos de esa forma al final de la estrecha vaguada confluyendo en la senda de subida un poco por encima del corral, concretamente frente al tronco solitario y seco. Eran las 17:45 horas.
No tardamos en llegar al corral cerca del cual estaban Mateo y Ricardo. Apoyando la cámara en una estaca me saqué una foto con Peña Ten y Pileñes de fondo. De éste último se veía incluso la cumbre principal.
Entramos aquí en el ancho camino del valle de Valdosín. Enseguida llegamos a la altura de la Hayona de Valdosín a la que Mateo tenía ganas de acercarse. Hasta ella había que subir unos 30 metros de fuerte pendiente en los que eché a correr “a lo burro” rilándome a la mitad. Al llegar a su altura un cartel nos indicaba que su envergadura es de 2 metros de diámetro y 23 de altura. Es un ejemplar protegido y catalogado como “Espécimen de Singular Relevancia”. Lo cierto es que era realmente espectacular su tronco y la altura a la que se elevaba. A su lado nos sacamos unas fotos Mateo y yo, por cierto que tuve que borrar alguna anterior ya que se me terminaba esa tarjeta.
No tardamos en bajar ya que el personal tenía prisa. Pasamos bajo la peña del Castiello donde se estrechaba el valle un tramo antes de abrirse ya con vistas a la carretera. Unos metros después abandonamos el ancho camino para bajar al arroyo y atravesarlo por el puente de madera hacia las lomas y los prados cercanos a la carretera. Ya cerca de la misma, echando una mirada atrás, se podía ver otra imagen de postal con unas nubes rojizas sobre Peña Ten. Más espectaculares eran las que vimos poco después desde la carretera hacia el pico Lago con un tono aún mas marcado.
A las 18:30 horas terminamos la ruta en el lugar donde estaba mi furgoneta y el coche de Ramón aún. Sin más nos dirigimos hacia La Uña donde ya esperaba Nati al lado del coche de Adelino. Aquí nos cambiamos e hicimos una foto de todo el grupo al completo. A las 18:55 horas emprendimos el regreso a León. Decidimos hacerlo por el mismo lugar ya que Nati se había olvidado una prenda en el bar de Puebla de Lillo por la mañana. Por la carretera en obras llegamos al puerto de Tarna donde nos desviamos hacia Las Señales. Era noche cerrada cuando pasamos este puerto y llegamos a Puebla de Lillo media hora después.
Aquí nos detuvimos de nuevo en la misma cafetería donde tomamos un refrigerio e hicimos las cuentas. Por su parte, Nati recuperó su prenda de vestir, creo que un jersey. Volví a llamar a Javi para ver que era de ellos. Me contó que se habían metido en mal terreno y que aún les faltaba una media hora para llegar al coche.
Poco después de las 19:30 horas retomamos el viaje bordeando el pantano y pasando poco después por Boñar donde nos encontramos un pequeño tramo de la carretera cortado al igual que a la ida. Nos desviamos por las rotondas que enlazan con la carretera de La Vecilla a Cistierna y volvimos a la nacional con dirección a Puente de Villarente. Ya en Arcahueja había retenciones, aunque eran fluidas. A las 20:50 horas llegamos a Guzmán donde terminamos el viaje.
Definitivamente resultó una jornada productiva en la que disfrutamos de un tiempo inmejorable y alcanzamos el objetivo previsto.























lunes, 13 de octubre de 2008

REDONDO Y PIEDRAS HOYAS (Casasuertes) 12-10-08

 


2ª ASCENSIÓN AL “REDONDO” Y “PIEDRAS HOYAS”.

12-10-08     (Domingo)

Coincidiendo con la festividad del Pilar, que este año se celebró en domingo, salimos a la zona de Riaño para ascender al pico Redondo, situado a la vera del pantano. Como hace ya diez años, ampliamos la misma alcanzando la cumbre del Piedras Hoyas, cercana al anterior y de menor altitud.
Nueve fuimos los animados a esta excursión. Álvaro, Vicente, Nati, Juan y yo por parte del club y Cundi, Irene, Mª Jesús y Mateo que no son socios. En los coches de Vicente y el mío nos repartimos todos salvo Cundi, que iba por su cuenta ya que tenía intención de quedarse para el día siguiente, por cierto festivo por el traslado de la festividad de ese día.
A las 8:00 horas salimos de Guzmán uniéndose Cundi en las cercanías de Carrefour. En los tres vehículos nos dirigimos hacia Mansilla donde tomamos el desvío a Riaño. Hacia la montaña se veían nubes medias que se cerraban en las cumbres. Cuando tuvimos a la vista Riaño nos detuvimos para sacar unas fotos del pantano con unos bellos efectos de luces y sombras. El pico Redondo se encontraba totalmente oculto bajo las nubes.
A los pocos minutos llegamos a Riaño donde llené el depósito de combustible, que ya estaba en reserva. Allí cerca paramos a tomar un café en un bar en el que estuvimos media hora escasa. Cuando salimos nos encontramos la cumbre del pico despejada. Entre las diversas alternativas para ascender a la misma habíamos elegido la ruta desde Casasuertes, desde donde ya lo había ascendido yo en aquella ocasión. A este pueblo llegamos sobre las 10:15 horas aparcando los coches a la entrada del mismo. Nos preparamos para la marcha y sacamos una foto con la cumbre de fondo, en la cual quedaban restos de alguna nube por esta parte norte.
A las 10:30 horas salimos del pueblo retrocediendo un kilómetro por la estrecha carretera hasta un camino que se desviaba a la izquierda y que entraba hacia el valle de Misón. Atravesamos el río Orza por donde mejor pudo cada uno, ya que no había puente alguno. El camino subía suavemente hacia el sur y dejamos atrás un todoterreno nuevo a la orilla del mismo. Por la derecha había bosque y por la izquierda bajaba el arroyo Misón paralelo al camino.
Según la ruta, remontando un kilómetro dicho valle teníamos que abandonarlo hacia la derecha y comenzar a subir por una vaguada lateral. Pues bien, guiándonos del mapa no dimos con el punto donde había que dejarlo, lo cual nos hizo dar un gran rodeo.
Un puente de madera pasaba a la parte contraria por la que solo se veía un sendero. Nosotros continuamos por el camino ancho escuchando el sonido de una motosierra en el bosque. Más adelante hubo que atravesar el arroyo. En ese punto solo había un puente rudimentario de troncos por el que casi era mejor no pasar. La mayoría lo hicimos por las piedras. Allí el camino hacía una gran ese que sí venía marcada en el mapa. Al final de la misma se volvía a pasar el arroyo de nuevo por otro puente similar.
Continuamos avanzando por el camino ya pendientes de algún desvío en el que se bifurcara el arroyo en dos. No tardando encontramos un nuevo paso sobre el arroyo, esta vez sin puente ni nada parecido, aunque el caudal era mínimo y no había problema para atravesarlo. De frente salía un sendero hacia la derecha, pero como no vimos ninguna vaguada por la que se suponía que tenía que bajar el arroyo Misonello, no lo cogimos. Avanzo ya aquí que sí era aquel el sendero correcto ya que atravesaba una loma antes de meterse en dicha vaguada oculta, aunque luego se verá que había otro camino mejor hacia la misma.
Siguiendo la marcha hacia el fondo del valle entramos entre bonitos hayedos de colores espectaculares. Ya con la cabecera del valle a la vista encontramos a la derecha otro puente, éste bien construido con maderos firmes, tras el cual seguía un camino que se internaba en el bosque de la ladera oeste del valle. Desechamos esta dirección y continuamos subiendo valle arriba ahora entre verdes prados. El camino describió una curva a la derecha cerca de la cual vimos varios caballos con los que nos sacamos unas fotos. A partir de aquí nos fuimos metiendo en el berenjenal que nos retrasó la marcha.
Mientras el camino subía hacia la cabecera del valle, decidimos abandonarlo por un sendero que iba hacia la derecha, donde estaba situado el pico, cuya cumbre se veía muy de vez en cuando. Solo Nati, que iba “de paseo”, continuó por el camino ancho mientras el resto bajamos hasta el arroyo y lo atravesamos para meternos de lleno en el bosque. No tardamos en perder el rastro de la senda decidiendo abandonar la arboleda y entrando entre helechos amarillentos y escobas. Sin ganar altura, y más bien perdiéndola, fuimos regresando hacia el arroyo al que llegamos tras pasar una pradera donde ya estaba Nati.
El tramo que nos encontramos a continuación fue todavía peor. El arroyo bajaba encajonado en una estrecha y pendiente canal donde apenas si era visible un sendero que se camuflaba con el mismo cauce. Las piedras resbaladizas nos hacían dar rodeos en los que teníamos que amarrarnos a las escobas como ayuda para superar la pendiente. Media hora tardamos en subir este trecho que en condiciones normales nos hubiese llevado diez minutos escasos.
Por fin salimos a la ladera en la que abundaban también las escobas, pero por la que ya se podía avanzar más cómodamente. La pendiente era igualmente considerable, pero nada comparable al tramo anterior. Además ya teníamos a la vista la cresta del macizo, o cual animaba aún más. Lo que no me animaba eran las nubes que iban a pareciendo tras las cumbres desde el sur.
Salvo Nati, a la que veíamos como un punto en el medio del prado donde había quedado, el resto íbamos subiendo como podíamos sorteando los matojos. También Cundi decidió abandonar la ascensión al poco de comenzar la ladera. Nosotros pasamos numerosos tramos de losas de piedra envejecida por los que trepábamos con más rapidez. Poco a poco fuimos teniendo más paisaje hacia atrás y comenzamos a ver algunas cumbres de Picos de Europa muy difuminadas por una neblina que se mantuvo el resto de la jornada.
De frente y algo a la derecha fue surgiendo un picacho que ya vaticinábamos podía ser el Redondo. Nosotros subíamos por una loma que nos llevaba a otra cumbre y en medio de las dos había un collado desde el cual bajaba una vaguada. Vicente fue dirigiéndose hacia el picacho a través de la vaguada mientras el resto subíamos directamente a la cumbre que teníamos enfrente. Ya cerca de ella nos metimos en un pedrero por el que dimos los últimos pasos a la cresta, a la cual llegamos Álvaro, Mª Jesús, Mateo y yo; Juan e Irene quedaban por detrás. Eran las 14:00 horas.
Desde dicho punto, el alto del Pandián, según el mapa, nos quedaba a la derecha el pico Redondo y al contrario Piedras Hoyas. De frente contemplamos el pantano de Riaño y varias cumbres de la zona. Nos encaminamos al Piedras Hoyas, con una altitud de 1934 metros, al que llegamos en diez minutos escasos. En el lugar no había rastro de cumbre salvo algunas rocas apiladas entre las que no encontramos nada. Nos sacamos unas fotos en ella y dejamos una tarjeta en un bote señalando el punto con un rotulador indeleble.
No nos entretuvimos mucho en este alto encaminándonos hacia el Redondo. Yo me quedé un poco rezagado mientras el resto se adelantaba. En la cumbre ya estaba Vicente hacía un rato. De camino a él me encontré a Juan mientras que Irene estaba bajando por la ladera. Los dos nos encaminamos hacia el Redondo sin apenas desnivel el primer tramo pero con fuerte subida después. A lo largo del cordal encontramos un trozo de alambrada. Por el nordeste caían algunas paredes verticales hacia las vaguadas que llegaban al valle principal.
Tras pasar el tramo de mayor pendiente se suavizó el terreno ya con el hito a la vista. La cumbre era redondeada, como bien indica su nombre. Cómodamente llegué a la cima del pico Redondo cuya altitud es de 2012 metros. Un hito de cemento formaba el punto geodésico solitario de la cumbre. En torno a él nos sacamos una foto los componentes que habíamos alcanzado dicho alto y que éramos: Vicente, Mª Jesús, Álvaro, Juan, Mateo y yo. Eran las 15:00 horas.
Un poco por debajo del hito nos acomodamos para comer mirando al valle de Misonello, por el que teníamos que haber subido. De frente se alzaban numerosas cumbres más o menos cercanas como el Espigüete, Murcia o Peña Prieta. Tras alguno de ellos salían los macizos de Picos de Europa muy difuminados por las brumas que se mantenían. Hacia el norte teníamos el Gildar, Pozúa o Las Corcadas. Al Oeste, tras el pantano, se levantaba el Yordas, las Pintas y el Gilbo, entre muchos más. Por el sur corría el cordal por el que veníamos y tras el Piedras Hoyas se encontraba el Mojón de los Nueve Pueblos. En los valles se emplazaban los pueblos de Cuénabres y Casasuertes, del que se veían las primeras casas solamente y con el zoom de la cámara también los coches.
Tras la comida nos hemos acercado hacia la ladera de la zona este para ver los valles de esta vertiente. De regreso hemos recogido para comenzar el descenso a las 16:30 horas. Lo hicimos por la ladera contraria del norte, por la que teníamos que haber subido. Dicha loma era similar a la de subida, poco rocosa salvo algunos pedreros que atravesamos. Como las piedras eran pequeñas, Álvaro y yo nos tiramos corriendo resbalando sobre ellas. Los matorrales bajos teñían el terreno de infinidad de colores diferentes.
En esta loma bajamos dos tramos de fuerte pendiente donde sí encontramos roca que sorteamos siguiendo un sendero bastante marcado. Así llegamos al collado Misonello por el que pasaba otro sendero que subía de la parte este y bajaba por el valle del mismo nombre hacia el de Misón. Atravesamos una alambrada y siguiendo la senda pasamos bajo varias formaciones rocosas de conglomerado y algo de arboleda. Llegamos enseguida a una especie de atalaya donde el sendero se bifurcaba. Los primeros se metían hacia la izquierda, lo cual no vi claro. La senda mas marcada iba hacia el fondo de la vaguada y por ella decidimos bajar serpenteando por la ladera entre algunos robles y hayas. De frente crecía un gran hayedo cuyo mosaico multicolor era digno de un cuadro. Ya en la parte baja nos encontramos cerca del sendero algunos ejemplares de setas con un color rojo espectacular. Igualmente vimos un tronco de árbol al que se pegaba una gran roca que parecía fundirse con él.
En los prados inferiores del valle había una manada de caballos pastando y nos acercamos a ellos sin que se asustasen. Nos sacamos unas fotos y continuamos el descenso hasta la confluencia con el valle principal. Allí cabían dos posibilidades. Por una parte, el sendero que traíamos continuaba por la ladera de la izquierda bordeando la loma con dirección al pueblo. Otro camino más ancho salía hacia la parte contraria, la cabecera del valle a la que habíamos llegado por la mañana. Siguiendo a Mateo cogimos éste último que no tardó en meterse entre el bonito hayedo. Descendimos suavemente a lo largo de unos 500 metros hasta que terminamos apareciendo en el último puente de madera que habíamos dejado atrás por la mañana. Eran las seis de la tarde.
Ya en el valle principal nos encaminamos hacia el pueblo por el camino de la mañana. No tardamos en llegar al primer cruce con el arroyo tras el cual estaba la bifurcación del sendero que iba a la vaguada por la que habíamos bajado. Atravesamos el cauce para continuar por el camino hasta el siguiente paso sobre el mismo donde estaba el puente de troncos. El tramo posterior era el de la doble curva en el valle al final de la cual pasamos de nuevo el arroyo.
A partir de allí nos metimos entre algo de arboleda y pasamos un cierre con cable que habían echado desde que pasamos por la mañana. De frente íbamos contemplando el hayedo del otro lado de la carretera. El sol del atardecer y el colorido amarillento de las hojas hacían relucir el bosque de forma espectacular. Quedábamos por detrás Juan, Álvaro y yo mientras que a Mateo, Vicente y Mª Jesús ya les habíamos perdido de vista.
Ya cerca de la carretera volvimos a atravesar el cauce, pero esta vez del río Orza al que poco antes se había unido el de Misón. Otra alambrada echada nos encontramos antes de salir al asfalto cuando marcaban las 18:40 horas. De camino a Casasuertes volvimos a disfrutar de la vista de otro bosque otoñal iluminado por el sol vespertino. Al lado del río vimos más caballos pastando en los prados.
A las 18:55 horas llegamos los últimos a Casasuertes donde ya estaba el resto salvo Cundi, que ya había marchado. Cerca había una fuente en la que estuve bebiendo agua. Desde allí volvíamos a ver la cumbre del Redondo y las laderas por las que habíamos bajado el primer tramo.
Cuando íbamos a marchar me di cuenta que faltaba Mateo, el cual había entrado al pueblo. Con la furgoneta entré en su busca encontrándolo de camino ya. Frente a la iglesia di la vuelta y a las 19:15 horas emprendimos el viaje de regreso. Ya cerca de Vegacerneja paré a sacar una foto del pico. Mas adelante nos encontramos con la cola del pantano completamente seca en medio de la cual aún se puede ver la antigua carretera.
Camino de Riaño nos volvimos a detener para sacar una impresionante panorámica medio a contraluz del pantano con las cumbres del lado contrario. Al llegar a Las Salas decidimos parar a tomar un refrigerio y hacer las cuentas. Allí estuvimos 25 minutos y a las 20:15 horas retomamos la marcha a León. Sin novedades hicimos el trayecto hasta la capital donde llegamos a las 21:30 horas. En Guzmán terminamos el viaje y nos despedimos hasta la siguiente ocasión, que si no hay cambios será en quince días.