lunes, 5 de diciembre de 2005

BELÉN DE CUMBRES "PEÑA SAN PEDRO" (Pantano del Porma) 04-12-05

 


2ª ASCENSIÓN A LA “PEÑA SAN PEDRO”. (Belén de Cumbres).

04-12-05         (Domingo)

Última salida oficial del club por este año que coincide habitualmente con la colocación del Belén de Cumbres. En esta ocasión la hemos programado a principio de mes con vistas a poder retrasarla en caso de mal tiempo u otras circunstancias imprevistas. Al final, y a pesar de la mala previsión de la climatología, que solo se cumplió en parte, decidimos no aplazarla y seguimos adelante con los planes previstos.
Mínima participación la que tuvimos, aunque no por ello con peor resultado. En Guzmán nos reunimos cuatro de los cinco participantes en la misma. Tras recogerme Toño en casa, llegamos a dicho lugar donde nos juntamos con Antonio y Luis. El último componente, Álvaro, nos esperaba en el punto de comienzo al estar cerca de Solle, pueblo de sus padres. A las 8:30 horas iniciamos el trayecto hacia Lodares, unos caseríos cercanos al pantano del Porma. El viaje lo hicimos por la carretera del Torío hasta Robles de la Valcueva donde giramos con dirección a La Vecilla. Atravesamos ésta continuando hacia La Vega de Boñar donde enlazamos con la que sube hacia San Isidro.
En Boñar nos detuvimos en la plaza del Negrillón a coger agua y sacamos algunas fotos del tronco de este emblemático árbol símbolo de dicha villa. El cielo nublado dejaba escapar algo de lluvia. Con ese panorama llegamos a Lodares sobre las 9:45 horas donde ya esperaba Álvaro. En la entrada de un camino hacia unas cuadras aparcamos los coches y alrededor de las 10:10 horas emprendimos la ascensión. La cumbre del pico se mantenía cerrada por completo de niebla, aunque al ser de escasa altura, podíamos ver casi en su totalidad la ruta de ascenso.
Tras saltar la protección de la carretera entramos en los prados inclinados de la falda. Hacia atrás contemplábamos gran parte del pantano del Porma situado al borde mismo de la carretera. Apuntaré aquí que yo llevaba los bastones tras haber conseguido arreglarlos en parte. La cazadora y las polainas evitaban la lluvia y el frío, no muy intenso por cierto. Así alcanzamos el alto de una loma por la que continuamos ascendiendo más suavemente entre algo de matorral. Tras un ligero descenso llegamos a una collada por la que cruzaba una especie de camino que más arriba se unía a otro más marcado. Eran las 10:50 horas.
Entramos en este camino que subía a media ladera entre escobas y ya con algo de nieve en el suelo. Continuaba lloviendo y por la pista más ancha llegamos a un punto desde el cual decidimos abandonarla para subir directamente por la falda del pico. La pendiente se agudizó mientras nos acercábamos a unas rocas que daban paso a una vaguada. Aquí estudiamos las alternativas. Por un lado podíamos subir siguiendo la cresta de aquellas rocas o hacerlo por el medio de la vaguada. Por su parte, Toño atravesó la vaguada y ascendía ya por la cresta contraria. Nosotros optamos al final por subir hondonada arriba donde la nieve se acumulaba un poco más, pero las crestas nos parecían algo más complicadas.
La inclinación se acentuó aún mas, aunque no se subía mal del todo. Nos alternamos para ir abriendo camino en la nieve mientras zigzagueábamos buscando la mejor ruta de subida. De pronto dejamos de ver a Toño y le llamamos sin obtener respuesta, lo que me mosqueó un poco. No era difícil dar un mal paso por donde él iba sin enterarnos. Hasta que no apareció no respiré tranquilo.
Tras un rato por esta vaguada vimos por fin la enorme cruz en la cercana cima. Los últimos metros se suavizaron y a las 12:20 horas alcanzamos la cumbre de esta sencilla cima. Toño lo había hecho poco antes habiendo divisado en otro picacho cercano un hito de piedras. Hacia él nos dirigimos encontrando un bote con una tarjeta de cumbres. Optamos por recogerla pero dejar la nuestra en la cumbre de la cruz junto al belén.
Esta cima tiene una altitud de 1611 metros y el desnivel desde la carretera es de unos 500 metros. En ella, como ya comenté, hay una cruz metálica de unos 4 metros de altura. Algo por debajo de la misma hicimos un hueco para colocar el Belén. Como es tradición, colocamos alrededor el turrón, cava, etc. para sacar unas fotos del mismo. Algunos comieron un bocata antes de empezar con los dulces, pero a mí no me apetecía todavía a esa hora. No faltaron tampoco los villancicos con panderetas y demás. Para mayor regocijo, vimos como dejaba de llover y se iba abriendo el paisaje hacia el norte. No tardamos en divisar el Susarón, el Bodón de Lugueros así como otras cimas de la zona. En el valle que entra a Reyero se veía el pueblo de Pallide. Abajo distinguíamos los coches aparcados cerca de la carretera. Lo cierto es que disfrutamos inmensamente tras el panorama que veníamos teniendo. Antes de emprender el descenso sacamos unas fotos en torno a la cruz y con el Susarón de fondo. Por encima volaban dos enormes rapaces y algunos cuervos.
Poco antes de las 14:00 horas abandonamos Antonio y yo la cumbre, el resto lo había hecho poco antes y ya no les pillaríamos. Tras bajar unos metros a Antonio se le ocurrió dejar el pan que le había sobrado para los pájaros. Me lo entregó y subí un poco para arrojárselo junto con lo que yo no había comido.
Siguiendo nuestras huellas fuimos perdiendo altura mientras continuábamos disfrutando de todo el entorno. Hacia arriba había un bello contraste de la roca sombreada y el azulado cielo. Vaguada abajo llegamos directamente a la pista. En las laderas vimos unos tubos de plástico dentro de los cuales se protegen los árboles recién plantados. Íbamos entretenidos hablando y nos pasamos el desvío de este camino hacia el que bajaba a la collada. Retrocedimos unos metros y nos encaminamos hacia ésta. En esos momentos, hacia el frente, pudimos ver completamente despejada la cumbre nevada de La Polinosa, en los Mampodres.
A través de las mismas verdes laderas, ahora parcialmente soleadas, bajamos poco a poco hacia la carretera. Ya cerca de ella tuvimos una bella vista del pico con estos montículos en primer plano. A las 15:30 horas nos reunimos con el resto al lado de los coches. Antes de nada, y como ya había hecho por la mañana, saqué una foto de todos con el pico, ahora visible, de fondo.
Tras cambiarnos la ropa humedecida nos dirigimos en ambos coches hacia Pallide, pueblo cercano donde entramos en el bar a tomar algo. Allí estuvimos un buen rato antes de despedirnos de Álvaro, que volvía a Solle, mientras nosotros lo hacíamos hacia León. Sobre las 17:00 horas salimos de este pueblo y nos encaminamos a la capital. Dejamos atrás el pantano y luego Boñar, optando por volver ahora por el Puente Villarente.
Sin novedades entramos en la ciudad y ya en Guzmán terminamos este retorno cuando daban las seis en el reloj. Toño me trajo hasta casa donde me despedí de él.
Y de esta forma dimos por finalizado este año en cuanto a excursiones del club se refiere. Solo nos queda la cena de Navidad el día 10 y rematar el tema de la rifa de la cesta como ya es habitual.       
















domingo, 27 de noviembre de 2005

lunes, 7 de noviembre de 2005

"PEÑA LA CRUZ - MAMPODRES" (Maraña) 06-11-05

 


2ª ASCENSIÓN A LA “PEÑA LA CRUZ”.

06-11-05    (Domingo)

Por tercera semana consecutiva he realizado otra actividad montañera. En esta ocasión, programada por el club y acordada el mismo día anterior en una reunión habitual, hemos ascendido a la Peña La Cruz, la mayor cumbre del macizo del Mampodre. Hace 6 años, todavía con el club Don Bosco, la había ascendido yo aunque en los resúmenes, fotos, etc. figure como Peña Convento. El error lo he visto ahora mismo haciendo este relato y comparando las fotos de aquel día y las de éste al ver como la cumbre, el hito y el buzón es exactamente el mismo. Esto me supone un contratiempo al tener que modificar los títulos de los resúmenes, fotos, mapas etc. y no sé aún como lo voy a rectificar. Pero bueno, me centraré de momento en este relato para contar todo lo acontecido durante esta jornada.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán los cinco participantes de esta salida: José F., Juan, Luis, José Antonio y yo. Poco después salimos en el coche de Luis dando un buen rodeo para coger la carretera de Santander hacia Barrio de Nuestra Señora y Boñar. Pasamos éste y llegamos al pantano del Porma donde la niebla se cerraba por encima de las aguas. Lo bordeamos y llegamos Puebla de Lillo donde giramos hacia el puerto de Las Señales en cuya cima paramos unos minutos. Desde él tuvimos una bella vista de Peña Ten, el Remelende y parte de la cola del pantano de Riaño donde igualmente se acumulaba la niebla. Por la derecha ascendían las laderas del pico Lago.
No tardamos en ponernos en marcha de nuevo bajando hacia el cercano puerto de Tarna, límite de León y Asturias. Giramos hacia Riaño y en el desvío a Maraña hicimos otro tanto. Los Mampodres ya se iban viendo desde hacía un rato a veces ocultos por cimas más cercanas. A las 10:00 horas entramos en este pueblo y aparcamos en la plaza de ayuntamiento. No tardamos en prepararnos para la ruta que comenzamos 15 minutos después.
El cielo despejado animaba a caminar y salimos del pueblo por un puente sobre el arroyo Valverde. Atravesamos unos prados y entramos enseguida en las verdes laderas blanquecinas por la escarcha. Siguiendo la ruta más cómoda y suave nos fuimos acercando al macizo por el llamado Prao Pacho. Poco a poco la vista se fue ampliando y contemplamos el pueblo en el valle. También fueron apareciendo cumbres en el horizonte que luego enumeraré más precisamente.
Nos metimos paulatinamente en una especie de canal amplia con dos niveles caminando nosotros por el superior cercano a las rocas. La pendiente se hizo pronunciada y ya costaba trabajo avanzar. Yo iba en bastante baja forma tras varios meses sin una ascensión de esta índole. Además, como los bastones se me rompieron del todo en la anterior salida y no he comprado otros, los echaba de menos al haberme acostumbrado a ellos.
Mientras Luis y José Antonio se adelantaban, José F., Juan y yo íbamos mas rezagados. Yo procuraba tirarme a la roca para subir mejor que por la pradera, que realmente es agotadora. José F. decidió parar a comer un poco y Juan quedó también por detrás. Así alcance la parte alta de la cresta donde estaba José Antonio, el cual también se desvió hacia una pequeña cumbre cercana. Por mi parte continué a mi paso, que no era para nada apresurado, para no perder el ritmo que traía. La ladera se suavizó muy sutilmente y comencé a pisar la primera nieve de la temporada, que realmente era en forma de escarcha.
Por encima veía a Luis con el que me comunicaba por el walkie. De pronto, por la derecha, vi bajar corriendo a cuatro o cinco rebecos consiguiendo fotografiar a uno de ellos de lejos. Poco más arriba me dejó de dar el sol que se tapaba justamente por detrás de la cumbre que teníamos delante. No tardé en alcanzar a Luis, que me había esperado un rato. El resto quedaba ahora por detrás. La escarcha ya abundaba y se corría el peligro de resbalar con ella. Por la parte derecha había ahora una fuerte caída de la que había que separarse prudentemente.
Con bastante esfuerzo por mi parte fuimos avanzando poco a poco por la empinada ladera hasta llegar a un punto del que yo me acordaba de la vez anterior por ocurrir una incidencia en la nieve con un compañero de los que iba. En ese lugar el precipicio estaba por la izquierda, donde teníamos enormes paredones verticales de varios metros de caída. En aquella ocasión había algo más de nieve y uno del grupo quedó atascado en un nevero medio helado al lado de este despeñadero, teniendo que usar la cuerda para ayudarse.
De frente se elevaba un peñón y se intensificaba la inclinación por lo que optamos por desviarnos a la derecha para bordearlo. Sorteando rocas ladeamos aquella parte hasta situarnos frente a otra ladera de pequeño matorral de alta montaña. A mí me comenzaban a dar los dolores en los muslos y temí que no me dejasen alcanzar la ya cercana cima. De verdad que echaba de menos los bastones para ayudarme a empujar el cuerpo hacia adelante.
Bajo unas rocas vi unos “chupiteles” de hielo y poco después, fijándome en el cielo, un chocante efecto luminoso. En torno al sol se formaba una gran corona de diferente tonalidad producida no sabemos por qué. Conseguí plasmarla en una foto y ahora, retocándola un poco el contraste, ha quedado sin duda una imagen curiosa. Por encima de nosotros volaba un gran buitre.
Por fin, tras 3:15 horas de ascensión, alcanzamos Luis y yo la cumbre a las 13:30 horas. Un hito de cemento con un buzón y una placa con el nombre y altitud de la cima, 2196 m, nos confirmaban esto. Por debajo vimos a José Antonio y poco después a Juan. Lo primero que hice fue sacar una panorámica de toda la vista que teníamos y que era verdaderamente una de las más amplias que haya visto desde una cumbre. Voy a enumerar tan solo algunas de las cumbres más conocidas: En San Isidro: Torres, Toneo, Agujas, seguido del Brañacaballo, Fontún, Tres Marías, Correcillas, Peña Galicia y muy a lo lejos el Teleno. También Peña Ubiña y los Fontanes. Por otro lado, Peña Corada, Moro, Rionda, Espigüete, Curavacas, Tres Provincias, Peña Prieta, Coriscao, Los Macizos de Picos de Europa con Peña Santa o Torre Cerredo destacando en ellos. Más cercana se veía Peña Ten, el pico Lago o el Remelende así como las cimas del macizo en el que nos encontrábamos: Polinosa, Cervunal, Mediodía o Valjarto.
Tras llegar Juan y José Antonio, ya que José F. había desistido a medio camino, éste último quería bajar a las Peñas del Convento, algo más al sur y por debajo de nosotros. Como ya apunté, eran las que yo creía haber subido en aquella ocasión hasta ver ahora las fotos de ese día y comprobar que realmente habíamos alcanzado la misma en la que ahora estábamos. Para llegar a ellas había que bajar por unas rocas con algo de escarcha y al lado de algunos cortes. Además soplaba algo de viento, lo que me hizo desistir. Solo me adelanté unos metros y ya en una pequeña vereda lo pasé realmente mal. Lo cierto es que me encontraba raro y reconozco que con un poco de miedo, lo que pocas veces me ha ocurrido. Desde allí sí conseguimos ver la laguna del Mampodre bajo la cara oeste del pico.
De regreso a la cima nos acomodamos en torno al hito para comer. Además de las cimas antes mencionadas, se veía parte del pantano del Porma y una pequeña esquina del de Riaño así como varios pueblos cercanos como Acebedo, Lario y Liegos, en uno de los valles, o parte de Puebla de Lillo en el otro. Algo que si me causó fascinación fue ver en la lejanía el mar Cantábrico y distinguir en él un barco blanco que se movía. Con el zoom de la cámara conseguí sacar una foto del mismo, eso sí, algo borrosa.
Antes de emprender el descenso, sacamos varias fotos en la cumbre y dejamos nuestra tarjeta. A las 15:40 horas abandonamos la cima para comenzar a bajar el primer tramo por el mismo lugar de ascenso. No tardamos en desviarnos para dirigirnos hacia una vaguada por la que yo recordaba haber bajado aquella vez anterior, en la que por cierto nos descargó una gran tormenta eléctrica y de granizo que a mí me hizo pasar un rato realmente desagradable. La ladera con escarcha aún no era tan resbaladiza por los matojos que lo impedían. Por la derecha se iba alejando el cordal por el que habíamos subido mientras que por la izquierda caía bruscamente el desnivel hacia el valle del arroyo Valverde, otra alternativa de subida y bajada. El sol del atardecer sobre las cumbres y el cielo algo cubierto por oscuras brumas contrastaban de forma espectacular y no desaproveché la ocasión para sacar algunas fotos. Al reunirnos todos en un punto saqué una foto de grupo con la cumbre soleada detrás.
Así alcanzamos este collado de 1800 metros una hora mas tarde de salir de la cumbre. Nos metimos ahora en El Canalizo, una canal abrupta con algunos hoyos y simas. Concretamente aquí fue donde me pilló de lleno la tormenta bajando hace seis años. No se me olvida, y en el relato de aquel día lo especifica, que llevaba la cámara de video y al ir corriendo y en tensión, se me rompió un enganche de la misma. En esta ocasión bajábamos más tranquilamente y disfrutando del paisaje rocoso que nos rodeaba.
José Antonio y Juan se desviaron por la parte izquierda de la canal mientras que Luis y yo lo hicimos por la derecha. Mas abajo encontramos una sima de entrada con forma de largo corte y en cuya entrada había una inscripción con pintura, suponemos que algo técnico. Mas adelante Juan pasó a la ruta nuestra y le esperamos un rato. Lo cierto es que, sin ningún ánimo de ofender, aún va muy “atado” por la montaña. Durante todo este descenso tuvimos que ralentizar la marcha a su paso. Tampoco es que hubiese prisa, pero los días se han acortado y el cambio de hora ya se hizo. El teléfono me sonó y era José Fernández que preguntaba por nuestra situación.
Tras pasar lo más rocoso vimos por fin Maraña, oculto a nuestra vista desde la mitad del ascenso por la mañana por las diferentes cimas y lomas intermedias. Como ya apunté anteriormente, el sol del atardecer daba un bonito tono al paisaje lleno de contrastes. Entre la hierba de la ladera encontré una seta con una curiosa forma de sombrilla y unas bellas tonalidades marrones.
Poco a poco nos fuimos acercando a La Fuentona, gran manantial que sale de entre la roca en un bello rincón con verde musgo al que ya había llegado Luis. Antes pasamos un trecho cubierto de bajo matorral verde con algunas ramas rojizas. No tardamos en llegar al manantial por el que salía una cantidad enorme de agua recogida por la parte alta de la que veníamos nosotros. Eran las 18:00 horas.
Tras sacar algunas fotos continuamos para recorrer el último tramo ya bastante llano. Yo pasé por encima del manantial mientras que ellos lo hicieron por un puente cercano. Mas adelante pasé al lado de una edificación, supuestamente un depósito de aguas. Entramos enseguida en las praderías encharcadas antes de encontrar el camino que más parecía un río que otra cosa. Juan se había rezagado de nuevo, pero ahora ya no había pérdida. Atravesamos Luis y yo un puente sobre el arroyo Valverde, el que bajaba por el valle contiguo al que nosotros traíamos.
Unos metros después vimos unos bonitos caballos. Uno de ellos se asustó y saltó una pequeña tapia de piedra encontrándose con la alambrada en medio. Nos alejamos enseguida para que no se hiciese daño ya que parecía que el alambre era de espinos. Ya cerca del pueblo pudimos ver la bonita silueta del macizo con el cielo azulado del anochecer.
A las 18:30 horas llegamos a la plaza donde terminamos esta jornada. Allí no había nadie y supusimos que ambos “Josés” estaban en algún bar. Mientras nos cambiamos llegó Juan y luego nos acercamos hasta el bar donde efectivamente estaban los otros compañeros. Allí me encontré también con Donato, compañero de la empresa y originario de Maraña que, junto con otros cazadores, habían pasado la jornada por la zona. De hecho, era uno de los dos que habíamos visto pasar al lado de Luis cuando bajábamos Juan y yo hacia la Fuentona.
Tras tomar unas consumiciones y hacer las cuentas de la salida, emprendimos el regreso a León ya a las siete de la noche. Salimos de Maraña y al llegar a la carretera general decidimos volver por Riaño. Pasamos por Acevedo y Lario, pueblos divisados desde la cumbre. Con precaución debido a la existencia de ganado suelto por la carretera, avanzamos los kilómetros bordeando el pantano mientras la luna se situaba tras la cumbre del Yordas. Así dejamos atrás Riaño y minutos más tarde la presa del pantano. Enfilamos entonces por Las Salas hacia Cistierna donde nos desviamos a Mansilla. Sin novedades llegamos a éste y por último entramos en la capital poco antes de las 21:00 horas. En Guzmán nos despedimos y con la moto allí aparcada volví a casa en pocos minutos.
Verdaderamente considero esta salida una vuelta a las ascensiones “fuertes” tras una buena temporada de travesías y sencillas subidas. Me costó un poco llegar a la cumbre, pero en general me pareció más sencillo de lo que me esperaba.