lunes, 26 de abril de 2010

ARROYO REBOLO (Arnado) - 25-04-10

 


1ª TRAVESÍA “ARNADO – ARROYO DE REBOLO”.

25-04-10         (Domingo)

Siguiendo las excursiones previstas para este año, nos hemos ido en esta ocasión hasta uno de los puntos más alejados de nuestra provincia, el límite con Lugo y Orense. Allí se encuentra el cañón del Arroyo Rebolo, un bonito paraje que ha sufrido en su parte alta los destrozos causados por las canteras y pizarreras.
Dado la gran distancia a Arnado, punto de partida de la ruta situado a 160 Km, decidimos la salida para las 7:30 horas. Poco después de la misma emprendimos el viaje los 10 participantes de esta ocasión: Mª Jesús, Gabriela, Álvaro, José Luis, Alejandro, Luna, José Antonio, Adelino, Roberto y yo. En los coches de José Luis, Adelino y el mío nos acomodamos todos y salimos por la nacional hacia Astorga. Allí cogimos la autovía hacia Ponferrada dejándola atrás para salir luego a la nacional con dirección Orense. Tras unos kilómetros por la misma la abandonamos para entrar en una estrecha carretera llena de curvas ideal para rallys. Dejamos atrás los desvíos a Sobrado y Oencia, por donde hace ya varios años hicimos una ruta, entrando de pronto en la provincia de Orense, lo cual no estaba previsto. Retrocedimos unos metros hasta Santo Tirso de Cabarcos donde ya giramos por el buen camino hacia Arnado, (700 m).
Poco antes de las 10:00 horas entramos en este pueblo en el que la primera dificultad fue encontrar donde aparcar los coches. Tras algunas maniobras pude dejar la furgoneta en una calle de fuerte pendiente. Un vecino del pueblo nos indicó el comienzo de la ruta que salía muy cerca de allí. Arnado es un típico pueblo montañés con casas de piedra y tejados de pizarra. Era curioso ver como algunas de ellas estaban asentadas sobre la roca misma que le hacía de cimiento.
Nos sacamos una foto de grupo, a la que se unió este vecino, y a las 10:30 horas emprendimos la marcha por un camino carretero armado entre prados. En el cielo se alternaban las nubes y claros y la temperatura ya era agradable. En varios tramos este camino estaba totalmente encajonado entre las paredes de roca y las tapias de piedras que delimitaban las fincas. Encontramos numerosos castaños de troncos descomunales y muchos de ellos también secos y huecos. En un punto determinado el camino pasaba muy cerca del arroyo sobre el que había un puente de troncos. Poco a poco íbamos cogiendo altura en el bonito valle que se iba iluminando cada vez más.
Algunos regueros atravesaban el camino y caían haciendo cascadas hacia el arroyo principal. Las laderas del valle se encontraban cubiertas de matorral florido que contrastaba con el verde y el gris de la roca pelada. En poco espacio cogimos altura sobre el arroyo teniendo caídas verticales hacia el mismo. Por encima de nosotros se veían riscos de piedras de las que crecían los árboles aprovechando el menor resquicio de tierra. Dejamos atrás un pilón con una fuente seca y enseguida vimos una braña por debajo de nosotros.
El camino tenía numerosos tramos de piedra maciza en los que podíamos ver claramente las marcas dejadas por los carros a lo largo de muchos años pasando con carga de un lado a otro. En el arroyo vimos también una gran cascada de varios metros. No bajamos a ella ya que había un buen desnivel. Enseguida pasamos al lado de unas ruinas de una gran edificación, ahora mismo no me acuerdo lo que dijeron que había sido. Poco más adelante nos reunimos y paramos unos minutos. Allí pude fotografiar una gran mariposa que revoloteaba alrededor nuestro. Eran las 11:30 horas.
Seguimos el camino que poco a poco se iba difuminando y convirtiendo en sendero. Ahora ya nos pegaba el sol y sobraba la ropa. Algunos troncos cortaban el paso y había que saltarlos o rodearlos. En el arroyo seguíamos viendo numerosos saltos de agua de gran belleza. Durante unos metros caminamos al lado de un reguero bajando luego al ras del mismo arroyo. Por esa zona fue por donde se nos comenzó a despistar el sendero y cada uno ya iba buscando el mejor sitio para avanzar. Mientras unos subían unos metros por la ladera, otros seguíamos al lado del arroyo. Por encima dejamos otra edificación y más adelante tuvimos que pasar el arroyo a la margen izquierda por donde sí iba el sendero. Encontramos otras dos brañas en ruinas y tras otro pequeño tramo recorrido volvimos a cambiar de margen. Estos saltos los hacíamos por piedras o troncos a veces no muy estables.
Al final del valle se encuentra el pico Montouto, que hace límite con las tres provincias. Su altitud es de 1546 metros, pero desde el pueblo hay una buena tirada. De momento continuamos entre arboleda y sin un objetivo muy definido. Seguíamos cogiendo altura por la ladera derecha del valle, aunque algunos estaban en la parte baja cerca del arroyo. Estábamos ya casi en la cabecera del mismo, aunque de allí subían varias vaguadas. Por la parte alta se veían pistas usadas para las canteras, una de las cuales había destrozado la ladera norte del pico. Tras unos momentos de decisiones y estudio del terreno, optamos por descender de nuevo hacia el arroyo y comenzar a subir por la parte contraria y casi por el mismo cauce. Así alcanzamos la laguna de la cual nacía el arroyo Rebolo. Eran las 13:20 horas y estaríamos a unos 1100 metros.
Siguiendo un estrecho sendero salimos a otro más ancho y definido que nos encaminó con rumbo contrario al que traíamos. Nuestro objetivo era alcanzar una collada que veíamos hacia el sur y de la que partía una ancha pista. El calor se hacía ya notar y el terreno pizarroso lo amplificaba aún más. A mí ya me costaba subir y me lo tomé con suma calma. Lo que antes había sido un bonito valle, ahora era una serie de pedreros y canteras que hacían daño a la vista.
A las 14:10 horas llegamos los últimos a la collada que limitaba la provincia leonesa con la coruñesa. Lejos de ofrecernos un amplio y bonito paisaje, apenas si se veían algunos valles medio ocultos por la orografía del terreno. Un indicador caído y poco especifico hacía referencia al ayuntamiento de Valdeorras.
Aunque allí soplaba un poco de viento, el sol le seguía pegando. Estábamos a una altitud de más o menos 1250 m. Sentados en unas rocas nos dispusimos a comer tranquilamente. Desde allí cabían dos posibilidades, o bajar por el mismo valle, o pasar a otra collada de la parte contraria y bajar hacia Gestoso, pueblo situado a dos kilómetros de Arnado. Como no había unanimidad, se dividió el grupo en dos. Mientras que Mª Jesús, Gabriela y José Antonio optaban por la primera opción, el resto decidimos quedar un rato más allí y bajar por el mismo lugar, mas o menos. José Luis y yo echamos una partida a la baraja mientras el resto dormía la siesta o charlaba.
A las 15:35 horas emprendimos el regreso bajando por una pista que se dirigía a la falda del pico y a las canteras. Como digo, allí el paisaje era feo y estropeado por estas explotaciones. Encontramos un pequeño embalse con el agua rojiza del oxido de la roca ferruginosa. Queríamos bajar directamente al lago y para no meternos entre matorral alto decidimos hacerlo por el medio de un pedrero formado por las rocas sueltas de la cantera. Al contrario que los normales de caliza, este era de losas y bloques pizarrosos que resbalaban o se movían unos sobre otros. Por ello había que bajar con sumo cuidado para evitar esos deslizamientos. Lo que parecía una gran piedra firme, se movía al pisar sobre ella con el consiguiente peligro. Nos llevó media hora bajar el tramo más pendiente del mismo. Luego nos hicimos una serie de fotos antes de bajar el último tramo hasta el lago. En este trecho fue donde tropezó Roberto y dobló el bastón al apoyarse para no caer. Por allí vimos también una salamandra.
A las 16:45 horas llegamos a la orilla del lago de nuevo. Bajamos siguiendo el arroyo desviándonos luego para subir por la ladera entre la arboleda para coger el sendero. Ahora de regreso ya íbamos un poco mejor orientados y no nos metíamos en lo más abrupto. En un pequeño regato lateral cargamos agua en las cantimploras. Por allí no hay ganado y en aquella ladera no había canteras. Pasamos luego los prados al lado del arroyo y lo atravesamos cerca de las brañas. Según el mapa podían ser las de Las Veigas.
Tras otro tramo más entre arboleda volvimos a saltar el cauce para seguir a su orilla durante un buen trecho. Como ya dije, ahora íbamos mejor orientados y no teníamos duda alguna de por donde seguir. Poco a poco fuimos cogiendo desnivel con el arroyo y contemplamos el valle en todo su esplendor. Habiendo dejado atrás las canteras, ahora volvíamos a disfrutar de las laderas floridas y relucientes con el sol de la tarde. A mí me quedaba poca tarjeta y apenas pude grabar vídeo, pero saqué numerosas fotos de todo ello. Pasamos una vez más al lado de las ruinas y vimos algunas cascadas en el arroyo. Yo me fui rezagando disfrutando y fotografiando toda aquella maravilla visual. Como a la ida, pasamos por un determinado punto en el que se había desplomado el firme y apenas había unos pocos centímetros de senda para pasar sobre el desfiladero.
Según nos acercábamos al pueblo encontramos más prados cercados con piedras. Álvaro y yo comentamos sobre la laboriosa tarea de construir esos cercados con piedras colocadas unas sobre otras sin mas sujeción que el propio equilibrio. Después de dejar atrás los enormes castaños contemplamos por fin Arnado en la ladera del valle.
A las 18:50 horas entramos él y yo en el pueblo donde hacía un rato habían llegado los compañeros al igual que los otros tres. Nos cambiamos calzado y demás antes de emprender el regreso. Creo que fue en Castropetre donde paramos en el bar a tomar un refrigerio. Fue a la salida cuando, al ir a hacer una foto, me encontré con que no tenía la cámara en la funda. Cómo había parado a hacer una foto en el trayecto, pensé que la había dejado en la furgoneta, lo cual me extrañaba. Pues bien, la graciosa de Gabriela, con la complicidad de otros, me la había sacado de la funda en el bar sin yo enterarme. Vaya pandilla de mangantes que llevo conmigo.
Eran ya las 20:30 horas cuando retomamos el viaje de regreso a León. Por la estrecha carretera recorrimos unos kilómetros más hasta salir a la nacional. Enlazamos luego con la autovía por la que circulamos hasta Astorga. Aquí vimos cómo José Luis salía hacia la carretera de La Bañeza aunque le hicimos señas de que se equivocaba. Luego supimos que salía a echar gasolina. Ya por la nacional de nuevo recorrimos los últimos kilómetros hasta la capital donde llegamos pasadas las 22:30 horas.
Sin más acerqué a Mª Jesús hasta casa y ya cerca de las once llegué yo a la mía tras esta intensa y larga jornada de montaña. Este próximo fin de semana del 1 y 2 de mayo tenemos prevista una salida a Cantabria para ascender al Castro Valnera. Estamos con los preparativos de la pernocta y demás. A ver como resulta.
















lunes, 12 de abril de 2010

MELOITA (Caldas de Luna) - 11-04-10

 


1ª ASCENSIÓN A LA “MELOITA”.


11-04-10         (Domingo)

Como primera excursión de este mes de abril teníamos en el programa la ascensión al pico La Meloita, emplazada en la comarca de Luna, entre el pantano y el Valle de Arbás. El buen tiempo reinante este fin de semana nos permitió disfrutar al máximo de esta salida a la que nos apuntamos 15 participantes, tanto socios como externos. Los nombres de los mismos eran: Mª Jesús, Alejandro, Arancha, Gabriela, Esteban, José Carlos, Álvaro, Cundi, Loli, José Manuel, Toño, Juan, José Luis, José Antonio y yo.
A las 8:30 horas nos reunimos en Guzmán de donde partimos en los coches de José Manuel, José Luis, Gabriela, José Antonio y José Carlos. Por la carretera de Caboalles emprendimos el viaje hasta La Magdalena donde entramos en la autopista. Por ella circulamos el tramo hasta salir tras pasar el puente colgante. Enseguida giramos a la carretera que entra hacia Caldas de Luna deteniéndonos en una explanada al comienzo de un valle. Ya preparándonos para la marcha nos dimos cuenta que no era el valle por el que teníamos pensado ascender realmente, si no uno paralelo anterior. Teníamos pensado hacerlo por el de Aronga hacia la collada del mismo nombre. En cambio nos habíamos parado al comienzo del de Lartosa, del que lo separaba una sierra. Considerando las opciones decidimos no movernos más y subir por él ya que era del todo factible.
Tras sacar unas fotos de grupo emprendimos la marcha cuando eran las 9:50 horas. Caminamos unos metros por la carretera hasta entrar en un ancho camino que subía hacia una majada, la del Reguerón. Al poco atravesamos una cancilla para el ganado y continuamos subiendo suavemente por la parte izquierda del valle. Pasamos cerca de las cuadras al lado de las cuales vimos un camión abandonado. Allí desapareció el camino para convertirse en sendero que subía por la ladera. José Luis optó por dirigirse directamente a la cresta de las rocas y serrear por arriba. Lo malo era que al final había una collada en la que se perdía mucho desnivel, como luego comprobó.
Poco a poco fuimos cogiendo altura sobre el valle y comenzamos a divisar las cumbres nevadas más allá del pantano. El sol comenzaba a calentar, aunque aún se notaba el fresco de la mañana. No se veía nube alguna. Cómodamente nos fuimos acercando hacia la base de las paredes rocosas por debajo de las cuales había pedreros que atravesamos. Luego el sendero se desvió de ellas para subir por una loma hasta alcanzar una especie de colladina entre la sierra y un picacho con una curiosa roca erguida en medio.
Entramos entonces en una verde vega en la que había un manantial de agua. Luego llegamos a un montículo de rocas en el que nos reagrupamos la mayoría antes de encontramos con unas zonas de matorral alto que nos dificultó el avance. De hecho tuvimos que bajar unos metros para bordear las escobas y subir por encima del mismo por senderos de ganado. De nuevo nos acercamos a la roca por donde seguía el sendero ya con el pico Meloita a la vista. Bajo el mismo había otra vega a la que teníamos que llegar y a la cual tenía que bajar José Luis perdiendo la altura ganada anteriormente. Por el walkie que me había dejado me comunicaba con él. Apunto ya que Cundi, José Manuel y Loli habían quedado ya por detrás a su aire. El resto íbamos más o menos agrupados en un trecho no muy largo.
A las 11:30 horas alcanzamos aquella verde vega de la que nacía uno de los arroyos que bajaban valle abajo. Allí encontramos algunos neveros que atravesamos antes de comenzar a subir la ladera de La Meloita. En vez de hacerlo directamente y para evitar la fuerte pendiente, nos echamos hacia la derecha para alcanzar antes la parte alta de la loma por la que luego seguiríamos subiendo. Tras la Meloita se alzaban Las Peñas De Prado y al otro lado de la collada podíamos ver también el macizo del Cirbanal. Tras alcanzar la parte alta de esta loma contemplamos la zona de Aralla y el nevado Cerro Pedroso alzándose al otro lado de este valle.
Nos quedaba ahora el tramo más pendiente hacia la cumbre. Tranquilamente retomamos la marcha tras reagruparnos de nuevo. El primer trozo era terreno blando, por el que cuesta más subir. Poco a poco nos fuimos metiendo en la roca por la que en general siempre se asciende mejor. Eso sí, la pendiente se acentuó aún más metiéndonos en una especie de canal abierta con trozos tapizados de tojos. Hacia atrás la vista era cada vez más amplia y bonita con el pueblo de Aralla y el Cedro Pedroso tras él.
Así alcanzamos la parte alta de la cresta viendo la cima cercana a la que ya habían llegado algunos compañeros. A las 12:30 horas llegué yo a esta cumbre de La Meloita con una altitud de 1838 m. Habíamos partido de 1120 m. En la misma solo había un mojón de piedras sin buzón ni señal alguna. La vista era realmente espectacular. Bajo nosotros, al Noroeste, teníamos el amplio valle de Arbás con Cubillas y Casares al lado del embalse. Lo bordeaban las cimas de Las Tres Marías, Barragana, Ortigal, etc. Separado por la sierra de Alceo teníamos el valle de Aralla con la collada del mismo nombre. Contemplábamos también parte del pantano de Luna con la autopista por la que habíamos venido y desde la cual, lógicamente, habíamos visto esta cumbre. Por el Oeste se alejaba el valle de Lartosa por el que habíamos subido y el de Aronga por el que bajaríamos. Hacia esta parte veíamos un pueblo que podía ser La Vega de Robledo o bien Robledo de Caldas, no estoy seguro. Por supuesto se veían infinidad de cumbres más o menos cercanas que serían imposibles de enumerar.
En torno al hito nos pusimos a comer tranquilamente disfrutando del estupendo día que teníamos. Por debajo de nosotros vimos pasar varios rebecos saltando por las rocas ágilmente. Con los walkies estuvimos hablando con un grupo asturiano que estaba en Casares. Nos sacamos una foto de grupo y luego, muy relajados estuvimos haciendo unos “juegos” de terapia que nos propuso Arancha. Fue una experiencia diferente en la que nos conocimos un poco más y charlamos de los problemas comunes que cada uno sufre. Que nadie piense que fue en plan psicólogo. Simplemente como digo, unos juegos que nos hicieron pasar un buen rato y que a más de uno pudieron incluso ayudarle.
Por la parte Oeste estaba la subida normal que venía desde el Valle de Arbás o el de Aronga. Pues bien, la canal que subía estaba cargada de nieve y era bastante pendiente. José Antonio decidió adelantarse y al llegar al comienzo de la misma nos indicó que era mejor bajar por el mismo sitio de ascenso. A las 16:15 horas emprendimos esta bajada mientras comprobamos como por el norte se cerraban las nubes a pasos agigantados. La pendiente era fuerte y había que ir con precaución para no resbalar o tropezar. Tras este tramo salimos del terreno pedregoso y se suavizó un poco la inclinación. Nos metimos entonces en unos surcos hechos por los torrentes de agua y que terminaban en la vega bajo la Meloita. Los últimos metros los hicimos corriendo ladera abajo.
Aquí fue donde variamos la ruta de ascenso y nos metimos en el valle de Aronga bajando ahora entre escobas no muy cerradas por donde se caminaba bien. Las praderas ya se veían cargadas de flores de esta primavera tardía. Con la peña como fondo nos sacamos una serie de fotos el grupo que íbamos por detrás. Ya metidos en el valle comenzamos a encontrarnos con manadas de caballos pastando. El sendero transcurría paralelo al arroyo que cruzamos en varias ocasiones. También paralela iba una línea de postes eléctricos que cruzaba de este valle al de Arbás.
Pues bien, bajando este tramo recibí la llamada de Toño, que iba por delante, para decirnos que no había salida ya que íbamos directamente a la autopista. A mí me extrañaba muchísimo cuando el sendero se veía trotado y no solo de ganado. Además, desde Caldas de Luna tenía que haber un paso hacia estos pastos y en el mapa lo marcaba. Seguimos el mismo y comprobamos que nos íbamos manteniendo en altura mientras el arroyo bajaba de nivel en pocos metros cayendo en sucesivas cascadas. Así alcanzamos un pequeño collado desde al cual vimos Caldas de Luna bajo nosotros y al otro lado de la autopista. Por el norte seguían cerrándose las nieblas que ya cubrían las cimas de esa parte.
El sendero daba allí un giro casi completo para comenzar a bajar directamente hacia el arroyo encajonado en ese tramo. Al llegar a su altura lo atravesamos saltando y con algo de precaución de no caer a las cascadas. Seguimos entonces por la parte contraria del desfiladero mientras íbamos ya bordeando la sierra que dividía los dos valles, el de subida y bajada. Poco a poco fuimos teniendo una vista más amplia del pueblo con la autopista pasando a su orilla. Comenzamos a bajar un poco más bruscamente hasta salir a un camino poco definido que por un lado seguía nuestra dirección y por otro retrocedía hacia el paso subterráneo bajo la autopista hacia Caldas.
Siguiendo el mismo comenzamos a subir ahora suavemente hacia una collada de praderías que nos dio paso a otra vega por la que iba la carretera de Caldas y que atravesaba también allí la autopista. Álvaro bajó a ella mientras el resto seguimos a media ladera entre algo de ganado que pastaba en los verdes prados. Enseguida tuvimos una cola del pantano bajo nosotros con la carretera en medio a la que no tardamos en bajar. De frente se veían peñascos que no sabíamos si tendrían o no paso y como. Eran las 18:25 horas cuando salimos al asfalto.
Esta carretera bordea el pantano justo a su orilla. Atravesamos dos pequeños túneles en este tramo de unos dos kilómetros hasta el coche. En las aguas se reflejaba el sol del atardecer formando un bello cuadro con las cumbres a contraluz.
A las 18:40 horas terminamos la ruta en el lugar donde teníamos los coches. Por allí vimos más personal disfrutando de la espléndida tarde que hacía. Cundi y sus dos amigos habían marchado ya al igual que José Luis al que vimos salir poco antes de llegar nosotros. El resto nos cambiamos y no tardamos también en emprender el viaje de regreso. Decidimos hacerlo esta vez por la carretera que rodea el embalse en vez de coger la autopista. Durante este tramo disfrutamos de unos bellos contraluces y de la vista de la cumbre de la Meloita ya casi cerrada de nieblas cuando circulábamos cerca del desvío a Aralla.
Al llegar a la presa nos detuvimos en el bar cercano a tomar un refrigerio y saborear una tarta de queso que Mª Jesús había llevado para invitarnos. Tras un rato de charla y tras haber resuelto las cuentas de gastos, nos pusimos de nuevo en marcha cuando eran las 20:10 horas. Sin novedades recorrimos el resto de kilómetros hasta la capital donde entramos poco antes de las nueve de la tarde, ahora aún con sol. Sin más llegamos a Guzmán donde nos despedimos unos de otros emplazándonos para la siguiente ruta en dos semanas. En la furgoneta traje a Mª Jesús para casa y estuvimos de charla unos minutos más. Eran casi las 21:30 horas cuando llegué yo a la mía.
Sin duda fue para mí una de esas excursiones que te quedan marcadas por lo positivo y el disfrute que de ella tuve. Cuando los planes salen como están previstos y sobre todo con compañía agradable, que más puede pedirse.