lunes, 26 de febrero de 2007

FAEDO DE CIÑERA Y PEÑA EL CASTRO (FORMIGOSO) (Ciñera de Gordón) 25-02-07

 


NOTA: (El denominado en esta ruta como pico Formigoso es en realidad la Peña El Castro, confirmación que tuvimos mucho después de hacer la misma y tras una segunda ascensión a dicha cumbre)

1ª TRAVESÍA “CIÑERA- FAEDO DE CIÑERA- VILLAR DEL PUERTO Y 1ª ASCENSIÓN AL FORMIGOSO”.

25-02-07   (Domingo)

Una vez más la climatología nos ha hecho cambiar los planes previstos por el club de montaña para esta jornada. La mala previsión del tiempo y la nieve acumulada de días pasados nos hizo desistir de la ascensión a los picos Lago y el Valdeiglesias, en la zona de Salentinos. Con todo ello, la ruta alternativa resultó un éxito y de la misma doy cuenta a continuación.
A las ocho de la mañana nos reunimos en Guzmán los cuatro participantes de esta salida: Luis, Antonio, Álvaro y yo. Tras estudiar las alternativas a lo programado decidimos aceptar la proposición de Antonio ya que ninguno de los tres conocíamos el Faedo de Ciñera y además estaba cerca. Con las mismas emprendimos el viaje en el coche de Luis saliendo de León por la carretera de Asturias. Estando en ruta me llamó Ricardo desde San Emiliano para ver que opción habíamos tomado al final, ya que si íbamos a hacer lo programado teníamos que recogerle. Nos comentó que allí estaba nublado y con viento. Avanzamos por ella viendo que el cielo despejado se iba oscureciendo hacia la montaña. Atrás dejamos La Robla y La Pola de Gordón llegando a Ciñera poco después. Atravesamos dicho pueblo siguiendo las indicaciones de Antonio hasta llegar a la altura del cementerio al lado del cual aparcamos el coche.(1100 metros.)
Tras prepararnos para la ruta comenzamos a caminar cuando aún faltaban cinco minutos para las nueve de la mañana. El ancho camino nos fue metiendo en el valle del arroyo de la Ciñera de Villar. Al fondo del mismo se alzaba una puntiaguda cumbre del macizo de Los Altos de la Campa. Durante unos minutos se escaparon algunas gotas de lluvia, pero no tardó en cesar. Pasamos al lado de unas mesas de un merendero y atravesamos un puente sobre el arroyo antes de llegar a la entrada de una antigua mina dentro de la cual vimos un altar con una Virgen y un Belén en una mesa. Además había numerosos utensilios de la mina decorando este espacio cerrado con una verja de hierro. Fuera se podían ver algunas vagonetas tanto de material como para transportar personas. Unos metros más arriba había unas edificaciones para ganado cerca de las cuales rondaban algunos perros.
El camino dio entonces un giro en redondo por debajo de una escombrera de otra mina situada en la parte alta. Tras bajar unos metros volvimos a atravesar un puente de piedras cuyo arco estaba moldeado con la estructura metálica de una mina. Luego el agua anegaba el camino un tramo y pasamos éste por encima de una tubería de cemento que quedaba un poco alta. De nuevo subía la ruta valle arriba y enseguida nos topamos con otro merendero situado a la margen contraria del cauce. Sin necesidad pasamos por encima de una chapa metálica sobre el mismo para acercarnos a este lugar. Aquí había numerosas mesas con bancos, una barbacoa y una especie de chiringuito de madera. Para coger de nuevo el camino pasamos otro puente de madera y atravesamos los verdes prados encharcados por el arroyo desbordado.
En media hora habíamos llegado al hayedo o Faedo de Ciñera. En su entrada un cartel prohíbe el paso de motos y bicis así como hacer fuego. Otro puente de madera nos dio paso a este bello rincón de nuestra montaña leonesa. Intentar reflejar en palabras el encanto del mismo es del todo imposible sin quedarse corto. Numerosos ejemplares se elevaban del suelo tapizado por una tupida capa de hojas marrones que impedían ver la tierra y moteado todo ello por el verde musgo que crecía en los troncos y piedras. El arroyo serpenteante entre todo remataba este idílico lugar de cuento. En medio destacaba un haya centenaria de gruesos y retorcidos brazos que salían de un tronco de grosor descomunal.
Al final del Faedo nos encontramos con otro paraje no menos singular. Unas estrechas hoces por las que baja el cauce y cuyo paso solo es posible gracias a una pasarela de madera suspendida sobre él por medio de soportes metálicos agarrados a la misma roca de las paredes. En esos momentos me acordé del desfiladero de La Yecla, en Burgos, por el increíble parecido del sistema de paso que tienen ambos. A la entrada del desfiladero vimos una caseta en la que entraba un canal y salían varios chorros de agua. Impresionante era atravesar la pasarela viendo el gran caudal golpear con fuerza las paredes del angosto paso por debajo de nosotros. A mí se me trababan las puntas de los bastones, que estrenaba ese día, entre las ranuras de las tablas.
Dejamos atrás este bonito rincón y comenzamos a subir una pronunciada pendiente por el sendero zigzagueante entre enormes moles calizas a las que en esos momentos las comenzaba a dar el sol, el cual consiguió salir entre las nubes que se iban esparciendo. Al llegar a la parte alta tuvimos una amplia vista del desfiladero y algo del hayedo. También contemplamos por encima los quitamiedos de la carretera que pasa desde Vegacervera a La Vid. Eran las diez de la mañana aún.
El sendero se suavizó al pasar una colladina que nos dio paso a un amplio valle. Al lado contrario del mismo se podían ver las cumbres de Los Altos de La Campa con numerosos cañones y canales en sus laderas donde se acumulaban algunos neveros. El camino transcurría ahora entre zarzales y escobas ascendiendo suavemente con dirección a Villar del Puerto (1300 m), en el que entramos por el lateral del cementerio cuando eran las 10:10 horas. En esos momentos ninguno sabía que pueblo era aquel y tuvimos que mirar el indicador de la carretera para averiguarlo. Aquí haré un apunte aclaratorio. Yo llevaba el mapa de la travesía “Valporquero, Valle y Coladilla” que el mes pasado no pude hacer y que era una de las propuestas que había hecho en la salida. Pues bien, no nos dimos cuenta hasta ese momento de que en el mismo entraba la ruta que estábamos haciendo desde mas o menos la altura de las minas.
Cuando estábamos atravesando este pueblo recibí la llamada de José Antonio, el cual me dijo que había hablado con un vecino de Salentinos esa misma mañana y que la lluvia había llevado mucha nieve pero que las cumbres estaban cerradas de nieblas. Decididamente nos confirmó aún más el acierto del cambio máxime visto lo espectacular de la ruta que estábamos haciendo.
También a la entrada de Villar está la iglesia con su cuadrada torre y el pórtico. En medio del pueblo sacamos una foto del grupo y preguntando a un lugareño nos confirmó la salida hacia Valporquero por el valle del mismo arroyo que traíamos. Entramos en una ancho camino que no tardó en coger altura pasando entre grandes torres de piedra conglomerada antes de abrirse el valle. Enseguida apareció al fondo del mismo la pirámide del pico Formigoso, que en principio equivoqué con Peña Pizca. Estaba completamente cubierto de nieve al igual que las numerosas cumbres que circundaban el valle. Nuestra intención entonces era llegar a Valporquero y volver, no ascender a dicha cumbre como luego hicimos.
El camino subía cómodamente dejando el arroyo a nuestra derecha. Las nubes habían desaparecido del cielo y el sol hacía relucir el valle con un colorido espectacular. Los neveros destacaban entre la verde hierba y las rocas. El sendero fue desapareciendo y no tardamos en ver por la parte contraria y un poco arriba, otro camino. Para llegar a él tuvimos que atravesar el arroyo y Antonio metió el pie en el agua al saltar. Subimos una pequeña pero empinada pendiente antes de salir a dicho camino. Fue entonces cuando pisamos la primera nieve de la ruta. Por las laderas bajaban algunos arroyos y en el principal contemplamos algunas bonitas cascadas.
Poco a poco íbamos ganando altura y veíamos el pico acercándose de frente. Estudiando el mapa comprobamos que no era Peña Pizca, si no otro que no tenía nombre alguno definido y cuya altitud era de 1676 metros. Entonces les propuse ascender al mismo desde donde tendríamos una amplia vista de los alrededores e incluso de Valporquero, al que no era muy apropiado llegar ya que había que bajar un buen trecho para luego remontarlo a la vuelta. Aceptaron la misma y abandonamos allí mismo el camino para comenzar a subir por la nieve que ya lo cubría prácticamente todo. Por el norte aparecían negros nubarrones que no auguraban nada bueno.
Tras subir unos metros alcanzamos una altiplanicie cubierta de nieve que reflejaba el sol encarecidamente. Por ello Antonio y yo nos dimos protección en la cara antes de que nos quemase esta combinación de elementos. Desde allí nos quedaban por subir unos 70 metros de desnivel con pendiente regular. Luis se había adelantado y ya estaba a media altura. Desde allí, hacia el Este, asomaba la blanca cumbre del Correcillas.
Poco a poco fuimos ganando altura mientras se iba oscureciendo el cielo a pasos agigantados. A las 12 del mediodía alcanzamos esta cima del Formigoso con 1676 metros cuyo nombre aún no sabíamos. El podómetro marcaba 7 Km. No tardó en comenzar a caer copos de nieve traídos por un fuerte viento del noroeste que sin embargo no era muy frío. Nos acercamos hasta la parte alta para ver si había algún buzón entre un pequeño montón de piedras que se veía, pero no encontramos nada. Tampoco dejamos nosotros nada allí, cosa de la que me arrepentí luego. A pesar de no saber entonces el nombre podíamos haber dejado una tarjeta nuestra. Si que sacamos algunas fotos con las cumbres cercanas del Fontún, Machamedio y Salguerón de fondo así como de las del Correcillas, Sancenas o el Bodón de Lugueros muy al fondo. El fuerte viento hizo que las nubes no se estacionasen y se abrían claros por los que entraban los rayos de sol. Desde la cumbre podíamos ver todo el valle por el que habíamos subido, aunque hubo un rato que quedó completamente oscurecido por la nieve y las nieblas. Por la parte nordeste bajaba todo el valle de Valporquero, pueblo que no llegamos a ver al estar metido en una hoya. Por el mismo vimos subir a un numeroso grupo de excursionistas hacia la collada de Formigoso.
A las 12:35 horas emprendimos el descenso. Lo hicimos más directamente al valle y sorteando algunos pasos entre rocas pocos metros por debajo de la cumbre. Desde allí vimos un refugio entre la nieve en la cabecera del valle. Según Luis, y ahora lo he comprobado con las fotos de aquel día que él me dejó, habían bajado por aquel valle cuando hicieron la ruta de Valporquero que antes comenté.
A media ladera hicimos una parada y alguno se tomó un tentempié. No tardamos en llegar al fondo del barranco por el que bajaba el arroyo y el camino en el que entramos. Por él fuimos bajando paralelos al arroyo hasta llegar al punto donde anteriormente lo habíamos abandonado y por donde bajaba una torrentera de agua ladera abajo. Echando una vista atrás disfrutamos de una paisaje realmente bello con el colorido del sol que poco a poco iba ganando fuerza entre las nubes que comenzaban a dispersarse. Allí saqué una de las mejores fotos de la ruta con la cumbre nevada, una cascada y una bonitas rocas sobre el cauce. Salvando las distancias, me recordó algunos rincones del valle de Ordesa en el Pirineo.
En unas rocas quedó sentado Antonio un rato mientras nosotros avanzábamos hacia Villar del Puerto. Se notaba el deshielo del sol ya que se veían mas torrentes bajar por las laderas que por la mañana. Volvimos a cruzar el cauce hacia la parte contraria retomando el camino por este lado. Sin novedades y disfrutando de la grata jornada que estaba resultando llegamos de nuevo a Villar del Puerto cuando eran las 14:10 horas. Aquí nos cruzamos con un rebaño de vacas y preguntando al ganadero salimos de dudas respecto al nombre del pico ascendido. En una fuente con pilón del año 1920 nos hicimos una foto. Retomamos la marcha y viendo un gato muy manso al que Álvaro se acercó para acariciarlo sin que se asustase para nada.
Volvimos a entrar en el camino del cementerio que nos metía de nuevo en el valle. Antes de llegar a la collada nos desviamos nos metros del camino para parar a comer. Antonio iba a su bola y continuó el solo para adelante sin hacer caso. A las 14:25 horas nos acomodamos en la pradera para comer tranquilamente. Por detrás de la collada se podían ver algunas cumbres nevadas que bien podían ser las del pico Llamargones. Del norte seguían apareciendo algunas nubes, pero sueltas y no amenazantes de lluvia.
Estuvimos unos 45 minutos allí sentados comiendo antes de volver a ponernos en marcha. Nos habíamos desviado un poco del camino y bajamos ahora unos metros entre prados y escobas hasta llegar a la collada que da paso al desfiladero. Bajamos el tramo empinado que terminaba en el mismo puente del cañón donde nos sacamos otra foto de grupo. Pasamos la pasarela de madera y bajamos el pequeño desnivel hacia el bosque. En un tramo de este descenso hay una cuerda de seguridad adosada a la pared ya que el paso es estrecho y la caída hacia el arroyo considerable. En uno de los bonitos rincones del Faedo estuvimos unos minutos parados y disfrutando de la indescriptible belleza del lugar. El sol ahora radiante le daba de pleno llenando de luz y colorido hasta el último recoveco del hayedo.
Tras pasar el puente de madera dejamos atrás este pequeño paraíso y de nuevo decidieron hacer una parada. Esta vez incluso se tumbaron en la hierba a echar una siesta. Yo mientras seguía deleitándome con las vistas de los paredones del cañón y las numerosas sabinas que crecían en la misma roca.
A las 16:35 horas, media hora más tarde, reanudamos la marcha no tardando en alcanzar el merendero cerca del cual estaba un pastor con las ovejas en la parte alta. Allí nos cruzamos con una pareja que subía. Cruzamos luego el tramo estrecho donde el camino estaba inundado por el cauce del arroyo. Camino de las majadas nos cruzamos con otras dos parejas que iban hacia el Faedo. Al lado de la pista tenían aparcados los coches. Al llegar a las mismas estaba el pastor con un cordero recién nacido al que sacamos una foto. Dejamos atrás la mina y sin novedades fuimos descendiendo suavemente hacia Ciñera de Gordón. Continuaba el cielo despejado y buena temperatura, aunque ya se notaba un poco el atardecer.
A las cinco de la tarde terminamos la ruta en el coche. Aquí nos cambiamos y ya en el centro del pueblo paramos en un bar a tomar un café e hicimos las cuentas. De “tapa” tenían un rico bizcocho casero. Con el dueño estuvimos charlando un rato sobre la ruta hecha y la zona. Eran las seis de la tarde cuando emprendimos el regreso a León. Por la nacional pasamos La Pola de Gordón y La Robla subiendo el Rabizo a continuación. Con el cielo despejado entramos en la capital llegando a Guzmán cuando daban las 18:40 horas. Aquí nos despedimos y con la furgoneta regresé a casa minutos después.
Realmente fue una de las rutas más encantadoras que he hecho. Esto demuestra que no hace falta desplazarse muchos kilómetros para encontrarse con parajes dignos de visitar y aún desconocidos por muchos de nosotros. Ya nos adelantó Antonio otra visita a un rincón igualmente destacado en la zona de Cabornera que no dejaremos de hacer cualquier otro día.

































lunes, 12 de febrero de 2007

CAÑÓN DEL CÁRDENA (Sanabria - Zamora) 11-02-07

 


1ª TRAVESÍA POR EL “CAÑÓN DEL CÁRDENA”. (Zamora).

11-02-07            (Domingo)

Por tercera semana consecutiva hemos realizado una actividad del club de montaña “Cumbres de León”. Salimos esta vez a la provincia vecina de Zamora y concretamente a la comarca de Sanabria para recorrer una de las varias rutas balizadas de esta zona, la del Cañón del río Cárdena. Con mala previsión del tiempo, que por desgracia se cumplió, nos decidimos a realizarla estas cinco personas: Álvaro, José Luis, Luis, José Antonio y yo.
A las 8:30 horas se reunieron ellos en Guzmán recogiéndome a mí en el Plus minutos más tarde. No tardamos en coger la autovía a Benavente enlazando poco antes con la de Sanabria. En el cielo se alternaban los claros con grandes bandas de nubarrones que dejaban escapar lluvia. Con ese panorama abandonamos la autovía para dirigirnos hacia el lago de Sanabria y seguidamente a Ribadelago Viejo (1000 m). Aquí entramos por una estrecha carretera hacia la central eléctrica al lado de la cual aparcamos a las 10:10 horas y tras 155 Km recorridos.
Nos cambiamos mientras se nos acercaban dos grandes mastines con dos preciosos cachorros, uno negro y otro pardo, que no dejaban de jugar con las correas de la mochila de José Luis. Eran las 10:30 horas cuando emprendimos la marcha allí mismo donde comenzaba la ruta al lado mismo del edificio de la central. Unas estacas de color naranja balizaban esta ruta desde su comienzo. A los pocos metros dejamos atrás un chozo de piedras con techumbre de paja. El sendero no tardó en dar un brusco giro a la vez que comenzaba a ascender visiblemente y con fuerte pendiente. El firme era pedregoso e irregular teniendo por la izquierda grandes peñas y por la derecha la caída hacia el valle del que veníamos. Según cogíamos altura se veía más ampliamente el lago de Sanabria con ambos pueblos Ribadelago, el Nuevo y el Viejo. Al lado de dicho sendero encontramos una especie de depósito encima del cual nos situamos al quedar el techo a nivel con éste. Hacía de una especie de mirador sobre el valle. Hacia atrás se podían ver los finales de los cañones de Cárdena y Segundera por donde regresaríamos. Por la ladera de la izquierda bajaban algunas tuberías semienterradas así como algunas líneas eléctricas.
Poco a poco fuimos girando hacia el norte siempre subiendo con pendiente considerable. Yo no había comprado los bastones y me dejó Luis los suyos ya que no los usaba. En la parte alta destacaba una cima puntiaguda que creíamos podía ser el pico Fraile. La senda serpenteaba falda arriba entre vegetación más o menos espesa y con coloridos espectaculares. Por nuestra derecha y en el fondo del valle, comenzaba el cañón del Tera que hace unos años habíamos hecho. Unos metros más arriba nos encontramos con un bonito puente de varios ojos que servía antiguamente para salvar las irregularidades del terreno teniendo un canal en su parte alta. Álvaro y yo habíamos quedado por detrás mientras el resto, como luego supimos, habían subido por aquel canal.
Algunos arroyos atravesaban por debajo del sendero a través de tuberías para evitar que el agua destrozase el firme. El contraste de colores de la vegetación era impresionante combinándose el verde del musgo y las escobas con el marrón de los helechos y los robles y la roca grisácea. En la cima de un picacho alejado nos pareció ver a alguien moviéndose y pensábamos que eran los tres compañeros adelantados. Salimos de dudas poco después cuando encontramos a Luis y nos dijo que el resto estaba poco más arriba. A la derecha entra la arboleda vimos un viejo edificio. Dejamos atrás el bosque bastante arriba y advertimos como la niebla se cerraba poco a poco mientras el lago apenas si era ya visible. Pasamos entre varias torretas de alta tensión y enseguida vimos otra edificación cerca de la parte alta con un todoterreno a su orilla, lo que me sorprendió considerablemente.
A las 12:15 horas llegamos Álvaro y yo a dichos edificios donde estaban los compañeros con dos jóvenes, supongo que guardas del parque. Estuvimos un rato de charla allí donde vimos cuatro gatos rondando. La niebla no dejaba ver apenas paisaje alguno. Tras quince minutos emprendimos la marcha por una ancha pista que viene de Porto, desde donde subimos a Peña Trevinca va a hacer dos años. Ascendimos por ella hasta llegar minutos después a la laguna de Mancas, con la superficie medio helada. Bordeamos ésta siguiendo la pista ascendente mientras se echaba a llover.
Cambiamos de vertiente y dimos vista al cañón del Cárdena por el que luego bajaríamos. Enseguida nos encontramos con un refugio al lado de la pista. Nos metimos en él todos menos Luis, que había quedado por detrás. Para gastarle una broma cerramos por dentro y cuando había pasado varios metros le llamamos y tuvo que volver. No le sentó muy bien. Eran las 12:50 horas.
En el refugio había una chimenea, mesa, bancos y dos altillos a modo de camastros. Abrimos las ventanas y cerramos la puerta para evitar la lluvia que ahora era fuerte y con viento. Acomodados allí comimos tranquilamente hasta pasadas la una y media que volvimos a ponernos en marcha bajo la lluvia insistente. La pista seguía subiendo y llegamos a una bifurcación que señalaba la presa de la Vega del Conde. Caminando unos metros por este brazo vimos otra gran laguna medio helada también por a que nadaba un gran animal que bien podía ser una nutria. Retrocedimos a la ruta principal y continuamos ahora ya bajando y contemplando numerosas lagunas más cercanas a la pista. Los alrededores de las mismas se encontraban quemados.
Así llegamos al embalse de Garandones con su presa de piedras. Apunto aquí que los embalses, líneas eléctricas y la central están gestionadas por Endesa. La pista pasaba por debajo de ella, pero nosotros lo hicimos por encima del muro de contención. Y subimos luego un tramo por la pista al lado de la cual continuamos viendo numerosas lagunas heladas en parte. Dimos un giro de 90 grados y no tardamos en divisar un gran embalse que yo tomé por el lago de Sanabria y José Antonio así me lo confirmó engañándome aposta. Según avanzábamos y veía la orilla del mismo con un camino me convencía menos que fuese éste. Entonces me dijo que no era el lago si no el embalse de Cárdena, (1614 m), al que no tardamos en llegar. Al lado del mismo vimos una casa de los guardas y muy cerca salía una senda que entraba en el mismo cañón del Cárdena. Eran las 14:20 horas.
Cogimos entonces dicha senda descendente y enseguida nos llevó a las ruinas de las antiguas casas de los trabajadores de la presa donde se pueden ver numerosas edificaciones de piedra medio derruidas. Allí cerca había una gran piedra de la que nacía un árbol. Desde las mismas se bajan unos metros de fuerte pendiente hasta el mismo cauce del río Cárdena que atravesamos antes de subir por la ladera contraria. Las estacas naranjas seguían balizando la ruta de tramo en tramo sin posibilidad de pérdida. Alcanzamos entonces una especie de atalaya desde la cual sí vimos ahora el lago de Sanabria y todo el cañón del Cárdena por el que íbamos a descender. Seguía lloviendo y la neblina impedía disfrutar de la amplia y bonita vista que desde aquel punto se tenía. Tras bajar varios metros atravesamos una zona de grandes piedras entre las que serpenteaba el sendero. Luego volvió el sendero a meterse entre matorral y escobas con un fuerte caída por la izquierda hacia el río. Justo en la parte alta del cañón vimos una bonita cascada que se precipitaba varios metros formando una nube de “vapor” al caer sobre las rocas más bajas.
Se me terminó la tarjeta de la cámara allí y la cambié antes de continuar el descenso metiéndonos en una zona relativamente angosta del cañón. Luis, José Luis y José Antonio ya se habían adelantado mientras quedábamos Álvaro y yo por detrás. Realmente había que ir disfrutando del paisaje espectacular a pesar del mal tiempo reinante. Entramos enseguida en otro paraje donde abundaba el bosque de robles, brezo escobas y helechos que contrastaban sus diferentes colores de forma increíble. Además contemplamos enormes moles de piedra donde el musgo formaba sobre ellas un hermoso manto verde que relucía con la lluvia presente. Mas adelante encontramos un cartel sobre “Cervantes en Sanabria - Ruta de Don Quijote”. Debajo del mismo había un bonito manantial entre musgo. Unos metros más abajo pasamos entre dos grandes formaciones rocosas que estrechaban el paso en aquel tramo y que igualmente estaban cubiertas de musgo. Las paredes del cañón se elevaban por encima de nosotros varios metros formadas por numerosas vaguadas, canales y formaciones rocosas de diversa morfología.
La lluvia insistente y a ratos arreciante me impedía sacar buenas fotos ya que se me mojaba el objetivo y quedaban borrosas. Encontramos también varios árboles quemados que parecía ser por causa de los rayos. El sendero estaba bien señalizado y trotado, por lo que no había posibilidad de pérdida alguna. En las paredes de la izquierda vimos otro gran salto de agua. Estábamos ahora en otro tramo elevado sobre el río y descendimos poco a poco hasta llegar a un llano hacia el que bajaba un arroyo por la derecha. Atravesamos este raso y subimos unos metros hasta cambiar de vaguada. Aquí hago el apunte de que, al no llevar un mapa topográfico detallado, no llegué a situarme por donde estábamos bajando este tramo y que vaguadas pasábamos. Tampoco hasta el día de hacer este resumen he conseguido ningún mapa de esa zona para orientarme bien. El caso es que, como digo, cambiamos de vaguada siguiendo el sendero mientras caía agua “a mansalva”. Álvaro se resguardaba de ella con un paraguas.
El último tramo de la ruta baja entre piedras y pinos ya con el pueblo a la vista. Poco a poco fuimos girando a la izquierda con dirección a la central eléctrica que también divisamos en pocos minutos. El sendero desembocó en un ancho camino y éste unos metros más abajo en la carretera donde a la llegada con el coche habíamos visto un indicador de la ruta. Unos 100 metros recorrimos por la carretera antes de ver a los compañeros bajo un soportal donde también habían metido el coche. No sé que edificio podía ser, pero encima de una de las puertas tenían La Cruz Roja.
Eran las 16:20 horas cuando llegamos Álvaro y yo. El resto se estaba cambiando la ropa húmeda como también nosotros lo hicimos luego. El podómetro marcaba 11,990 Km. Por la carretera pasó un gran rebaño de cabras mientras continuaba lloviendo con todas las ganas. Allí mismo sacamos unas fotos en las que destacaban desmesuradamente unas bandas reflectantes del chándal de José Luis con la luz del flash.
No tardamos en ponernos en marcha parando luego en un bar donde tomamos unas consumiciones e hicimos las cuentas de la gasolina. Sobre las 17:15 horas salimos ya con dirección a León mientras la incesante lluvia nos acompañaba. Bordeamos el lago de Sanabria y recorrimos los 20 Km hasta coger la autovía hacia Benavente donde sin salirnos de ella cambiamos a la de León. Sin novedades avanzamos hacia la capital y ya en Armunia me despedí de ellos cuando eran las 18:40 horas.
A pesar de la climatología adversa, personalmente puedo decir que fue una grata jornada de montaña. Los paisajes de los que disfrutamos, sobre todo durante el descenso por el Cañón del Cárdena, fueron impresionantes y dignos de postales. Para repetir incluso de Marcha Nocturna, como se habló.