lunes, 27 de enero de 2003

TRES CONCEJOS (Pendilla de Arbás) 26-01-03


2ª ASCENSIÓN AL “TRES CONCEJOS”.

26-01-03        (Domingo)

La segunda salida del mes programada por el club era la ascensión a los picos “Tres Concejos” y “Camparón”. Al final solo cumplimos con la primera parte de la misma debido un poco a la situación de la ruta, con nieve, y un poco también por cansancio. Aún así resultó una jornada completa y estupenda en todos los sentidos. En ella participaron algunos de los nuevos socios del club que se han añadido este año. En total, 13 personas fuimos las participantes en esta actividad: Miguel, Carlos Gil, Antonio, Eduardo, Lorenzo, Isidoro, Enrique, Omar, Merce, Emilio, Cristina, Pablo y yo.
Sobre las 8:30 horas salimos de Armunia, Miguel, Carlos y yo hacia Guzmán donde nos uniríamos con otra parte del grupo. El resto esperaba en la gasolinera de la carretera de Asturias de donde partimos en cuatro coches. El cielo despejado de León se iba cubriendo de nubes según avanzábamos hacia el final del trayecto, Pendilla. Poco antes de llegar a este pueblo encontramos un trecho de carretera completamente helado y justo tras una curva. Con extremada precaución lo pasamos y llegamos a Pendilla donde aparcaron los coches que llevaban, el de Miguel, Emilio, Pablo y Eduardo. Poco después llegó Isidoro, el hermano de Lorenzo, con el suyo, ya que no iba de León.
Allí nos preparamos para la ruta y a las 10:30 horas la emprendimos por la misma pista que hacía cuatro años lo habíamos hecho Carlos y yo con varios compañeros más. En aquella ocasión habíamos entrado con los coches varios metros por ella, pero ahora estaba llena de nieve. Las nieblas tapaban las cumbres, lo que realmente mosqueaba ya que llevábamos toda la semana con un tiempo espléndido.
La pista comenzó a ascender suavemente por la ladera izquierda del valle de Bustamores. Por ella teníamos que alcanzar la collada de Propinde tras dar varias curvas el camino. La nieve no era abundante en general, pero se acumulaba en varios lugares de sombrío. Por la izquierda bajaban numerosos arroyos que desembocaban en el río de las Vegas, que transcurría por el fondo del valle. Los prados también abundaban y por uno de ellos nos metimos sin querer al despistarnos del camino, rectificando a los pocos metros.
No hacía excesivo frío, aunque nos íbamos metiendo casi de lleno en la niebla. Por detrás dejamos unos corrales y algo debajo unas casetas. La pista iba describiendo numerosas curvas, algunas muy cerradas, mientras subía más directamente hacia la collada y nos desviábamos del fondo del valle. Un joven nos adelantó con raquetas de nieve yendo en la misma dirección que nosotros.
El grupo se iba desintegrando, aunque de vez en cuando nos reuníamos. En la collada de Propinde, límite de Asturias y León, dejamos la pista para comenzar a subir ladera arriba siguiendo durante un tramo una alambrada de espinos para el ganado. La pendiente se pronunció y disminuimos el ritmo, al menos algunos. El viento soplaba del norte, aunque no tanto como la vez anterior que realmente fue exagerado. De vez en cuando se iban abriendo claros que nos permitían disfrutar de vistas verdaderamente impresionantes. Aprovechábamos para sacar alguna foto que otra, no fuese que luego no tuviésemos oportunidad, cosa que por fortuna no ocurrió ya que los claros abundaban cada vez más. El desnivel total desde Pendilla es de 683 metros, quedando unos 400 desde la collada. De tramo en tramo se suavizaba la pendiente dándonos un leve respiro. Ya bastante arriba nos cruzamos de nuevo con el joven anterior que ya iba bajando tras alcanzar la cumbre.
Poco a poco íbamos ganando altura y cada vez disfrutábamos de mejor vista. Por su parte, Enrique, que no se encontraba en plena forma, decidió dar la vuelta a mitad de ladera. Con él bajó también Isidoro. Por detrás de nosotros vimos subir a otro grupo de cuatro personas que nos adelantaron a algunos poco antes de llegar a la cumbre. Tras un tramo de fuerte desnivel, alcanzamos la cima los últimos en llegar. Eran las 13:30 horas.
Allí soplaba viento frío, pero la vista era espectacular. Hacia el sur, y a poco más de un kilómetro en línea recta, se elevaba imponente el Brañacaballo. Girando la vista hacia el oeste teníamos cercano también, el Cellón, ascendido también por mí en otra ocasión. Igualmente distinguíamos varios pueblos de los valles asturianos e incluso a los lejos una gran población que bien podría ser Mieres o Pola de Lena. Hacia el noroeste continuaba el macizo y se encontraba el pico Camparón, incluido en la salida de este día, y el Estorbín de Valverde, que junto con algún otro forman la conocida, “Ruta de los Dosmiles” desde Pajares.
La niebla se había ido disipando y disfrutábamos ahora de unas vistas de contrastes indescriptibles. Para pasar al Camparón había que bajar 100 metros hasta la collada Mortera y ascender 130 hacia la cumbre de éste. Como el personal no estaba muy animado, y la nieve nos había cansado algo más de lo previsto, optamos por acomodarnos algo más debajo de la cumbre y comer. No faltaron las fotos y la escritura de la tarjeta de cumbres para dejar en el buzón del que habíamos recogido otra del club leonés “Collado Jermoso”.
Aproximadamente estuvimos una hora allí antes de emprender el descenso. De nuevo se dividió el grupo y cada uno bajaba por una parte de la ladera diferente hacia el valle. Emilio, Merce, Antonio y yo bajamos hasta el último alto antes de la bajada a la collada de Propinde. Desde allí, y por variar, optamos por coger otra vaguada diferente, aunque teníamos que retroceder un poco sin subir. En ella nos encontramos con bastantes escobas cubiertas por la nieve y que nos hacían caer a menudo sin mayores consecuencias. Hicimos una gran bola de nieve que no conseguimos hacer rodar ladera abajo al desarmarse antes. Eso sí, sudamos lo nuestro para moverla.
En la última parte de la bajada antes de llegar al fondo del valle, nos encontramos con varios arroyos en los que teníamos que tener cuidado para no hundirnos e incluso hacernos daño con alguna roca oculta bajo la nieve. Intenté beber agua de alguno de ellos, pero me fue imposible por culpa de lo anterior dicho.
Al final quedamos solos Antonio y yo por detrás del resto a los que veíamos alguna vez más adelantados. Ahora íbamos disfrutando de los contrastes de colores en el cielo y del hermoso valle aquel, en el que por cierto vimos varios caballos pastando la hierba entre la nieve. Los arroyos que corrían por él formaban diferentes figuras en el manto blanco sobre los prados. Realmente daba algo de pena ir dejando atrás toda aquella maravilla.
Así nos metimos en el camino que antes habíamos usado para subir y que ya transcurría bastante abajo del valle. Por él íbamos descendiendo suavemente con dirección a Pendilla en el que entramos sobre las 17:00 horas. Allí ya estaba el resto esperando, algunos desde hacía ya casi una hora. Nos cambiamos y poco después emprendimos el regreso.
Acordamos parar en el bar “Ezequiel” de Villamanín y allí estuvimos un rato tomando unas consumiciones y haciendo las cuentas de la salida. Tras una media hora retomamos la marcha y ya sin parada alguna entramos en León. Carlos y yo veníamos con Miguel y éste nos trajo directamente a Armunia.
Y con ello terminamos otra grata jornada disfrutando de la naturaleza en ese bello entorno que es la montaña.
























lunes, 13 de enero de 2003

LOS CAMINOS DE LA TRASHUMANCIA (Villayuste) 12-01-03

 


1ª TRAVESÍA “LOS CAMINOS DE LA TRASHUMANCIA”.

12-01-03             (Domingo)

Para comenzar este nuevo año optamos por realizar esta sencilla pero bonita ruta, que incluimos en el calendario de actividades del club. Se trata de una travesía que recorre los caminos tradicionales seguidos por los pastores y sus rebaños durante la trashumancia por las cercanías de Villayuste. La ruta está catalogada como tal y viene dentro de folletos de la zona conocida como “Cuatro Valles”.
El resultado fue positivo del todo a pesar del error que tuvimos por causa de la nieve y un despiste que nos impidió hacer el camino completo. El transcurso de la misma es como sigue:
Sobre las 8:30 horas salí de casa para recoger a Carmen y Ada en José Aguado. Desde allí nos dirigimos a Guzmán para reunirnos con el resto. Aquí llegaron Jorge, Sonia, María, José Luis, José F., Pablo y Cristina. Estos dos últimos, al no estar aún federados este año, y según la nueva norma del reglamento, tenían que ir en coche propio sin relación ninguna con el club. El resto nos distribuimos en mi furgoneta y el coche de Jorge y nos dirigimos hacia Quevedo donde recogimos a Eduardo, el último componente de la salida.
Poco después de las nueve emprendimos el viaje hacia Villayuste. Hasta pasar Lorenzana no tuvimos problema alguno, pero luego, como ya casi nos esperábamos, la carretera estaba cubierta de nieve helada que nos hizo reducir la velocidad al mínimo, sobre todo bajando el puerto hacia La Magdalena. En ésta paré a llenar el depósito de gasoil y en el pueblo tomamos un café en un bar. Poco más tarde volvimos a la carretera y nos desviamos hacia Soto y Amío, tras el cual se encuentra el cruce hacía Villayuste. El kilómetro y medio de subida a este pueblo también estaba bastante malo, al igual que el trozo donde dimos vuelta los coches.
Nos preparamos para la ruta y a las 11:15 horas emprendimos la caminata. José F. era el que la había propuesto y nos fue guiando más o menos, aunque este trozo no lo había hecho. Salimos del pueblo por el barrio de arriba y ascendiendo suavemente por entre prados cubiertos de nieve y hielo. El viento soplaba fuerte y arrastraba el polvillo de la nieve que nos daba de cara. Yo me subí a una cerca para sacar una foto del pueblo y al bajar metí las piernas hasta la cintura en la nieve.
Íbamos abrigados hasta las cejas por el viento frío que soplaba. Éste mismo formaba en la nieve curiosas y bellas formas moldeadas. El norte, hacia el que nos dirigíamos, estaba cubierto completamente por nubes y niebla que yo temía se cerrara en torno a nosotros. De esa forma íbamos avanzando hasta que llegó un momento en que se nos perdió el camino debajo de la nieve. Más o menos veíamos donde teníamos que llegar, que era un alto a bastante distancia aún de nosotros, pero era complicado ver por donde meterse.
Más o menos campo a través, llegamos a otro camino donde decidimos hacer una parada para picar algo. A la parte izquierda teníamos ahora un valle por el que luego terminaríamos bajando. Siguiendo esta pista comenzamos a bajar demasiado, lo que a José no le parecía lógico. Según él, la ruta iba por la parte alta de la loma sin descender para nada. Cabía la posibilidad de subir de nuevo para alcanzar dicho alto, pero visto el aspecto que ofrecía el alto hacia el que teníamos que ir, conocido como Braña de la Urz, cubierto de niebla, optamos por seguir este camino para ver donde nos llevaba sin más.
Bordeamos la loma aquella siempre en descenso hasta que terminamos en el fondo del valle por el que atravesaba un pequeño riachuelo apenas visible. Los robles con hoja seca, en contraste con la nieve, hacían del paisaje algo casi idílico. Tras atravesar dicho valle comenzamos a subir de nuevo por otra ladera hasta alcanzar la parte alta. El camino había ido desapareciendo y terminamos “perdidos” entre los matorrales. Como teníamos que llegar al otro valle, comenzamos a bajar por entre toda aquella maleza seca que, de no ser por la ropa que llevábamos, nos hubiera dejado llenos de arañazos y rasguños. Procurando buscar los claros menos tupidos, fuimos descendiendo hacia esta otra vaguada. Ahora ya íbamos dando la vuelta hacia el punto de partida. Habíamos atajado unos cuatro o cinco kilómetros aproximadamente.
Por la parte contraria, a media ladera, veíamos un camino que bien podía ser el que teníamos que haber seguido de llevar bien la ruta. Para alcanzarlo había que subir de nuevo por entre la maleza unos cuantos metros, por lo que optamos por llegar al fondo del valle y seguirlo hacia abajo. Por el mismo corría otro riachuelo al lado del cual comenzamos a caminar disfrutando de los hermosos rincones que tenía. Tuvimos que atravesarlo una y otra vez de lado a lado cuando veíamos que era necesario para continuar.
Ya eran las 14:45 horas cuando decidimos parar a comer en unas rocas más o menos limpias de nieve. Allí nos acomodamos durante unos 45 minutos antes de continuar el regreso. En el valle no soplaba apenas viento, pero ya se iba notando el frío del atardecer.
Tras un rato de caminata encontramos los primeros vallados de fincas que tuvimos que sortear como pudimos. Según la ruta, teníamos que pasar por Lago, un pueblo lo lejano ya de Villayuste. José apuntaba que había que seguir valle abajo hasta llegar a dicho pueblo para luego retroceder hacia el final por otro camino. Mi opinión era que, según la situación, si subíamos ahora la loma, podíamos llegar más o menos enfrente de Villayuste, sin pasar por Lago y atajando el tramo éste. No habíamos terminado de comentar lo anterior cuando vimos la única señal de la ruta en todo el trayecto. Según la misma, señalaba la dirección que yo decía, ladera arriba. Por allí ya seguíamos un camino por el que no tardamos en alcanzar la cima de la pendiente encontrándonos con las primeras casas de un pueblo.
En un principio dudábamos que fuera Villayuste y sí Bonella, otro pueblo cercano. No tardamos en confirmar que era el primero de ellos donde habíamos comenzado la ruta y donde la terminaríamos. La entrada la hicimos por otra calle diferente a la de salida y varios perros nos dieron la bienvenida. Atravesamos el barrio alto y descendimos al bajo donde teníamos los coches. Poco antes de llegar a ellos vimos, ya tarde, el indicador del comienzo real de la ruta. A las 16:30 horas algo pasadas llegamos a la entrada del pueblo donde teníamos aparcados los vehículos.
Ahora explicaré brevemente el error cometido y la ruta hecha.
Comenzamos saliendo por mal camino del pueblo, aunque pocos metros después nos metimos en la ruta. Esta transcurre por la parte alta de los montes hasta alcanzar el alto de La Braña de la Urz donde se comienza el retorno por otro lado. Nosotros no llegamos a alcanzar esta altura y nos fuimos por el camino que nos llevó al fondo de un valle desde el que subimos a otra loma y bajamos a la otra vaguada. A media ladera de ésta vimos el camino que venía de La Braña, pero no lo cogimos. Este camino sigue la ruta hasta llegar a Lago, retrocediendo luego hacia Villayuste. Pues bien, al seguir nosotros valle abajo, llegamos al punto donde encontramos la señal con la flecha y que era el camino que venía de Lago siguiendo la ruta. Por lo tanto, éste último tramo también lo hicimos dentro del trayecto marcado. El resto fue un atajo que nos redujo unos cinco kilómetros la travesía. En vez de hacer 16 Km, hicimos 11 Km. Sí que vimos luego, que de haber hecho la ruta entera, casi hubiésemos llegado anochecido.
Cerca de los coches nos cambiamos y poco después emprendimos el regreso. Quedamos en parar en Lorenzana en vez de en La Magdalena para evitar subir más tarde y más helado el puerto anterior a Camposagrado. Comprobamos después que tan solo quedaban en la carretera algunos corros de hielo y nieve en lugares de sombrío. En Lorenzana paramos a tomar un vaso en un bar e hicimos las cuentas de la salida. Sin más continuamos hacia León donde dejé primero a José y más adelante a Carmen y Ada. Sobre las 18:30 horas llegué a Armunia donde di por finalizada la excursión.
Realmente, y a pesar del error cometido, la ruta mereció la pena por su belleza, sobre todo en el tramo del río. Igualmente el contraste de la nieve y los robledales merecen una mención a destacar. Ahora, como ya decidimos, tenemos que hacerla entera y en buen tiempo.