jueves, 7 de diciembre de 2006

BELÉN DE CUMBRES "CRUZ DEL CUETO" "SAN CRISTÓBAL DE VALDUEZA-ESPINOSO DE COMPLUDO" (Morredero) 06-12-06

 


2ª ASCENSIÓN A LA “CRUZ DEL CUETO”. (Belén de Cumbres).

1ª TRAVESÍA “SAN CRISTÓBAL DE VALDUEZA-ESPINOSO DE COMPLUDO”.

06-12-06         (Miércoles)

Una vez más el club da por finalizado el año, en cuanto a excursiones se refiere, con la colocación del Belén de Cumbres. Retrasado del domingo pasado por la mala climatología, esta jornada festiva de la Constitución resultó más o menos acertada para realizar esta actividad que hubo que modificar precisamente por dicha causa.
La ascensión programada era a “La Silla de Yegua”, en el Morredero. La nieve, y sobre todo el hielo en la carretera, nos hizo cambiar los planes y terminamos ascendiendo a una cumbre cercana también alcanzada por mí en otra ocasión, La Cruz del Cueto. Como anécdota apuntaré que no me acordé del nombre hasta estar abajo y por un comentario de José Antonio.
A las 7:45 horas pasó Toño a recogerme en casa y nos dirigimos hacia Guzmán, lugar habitual. Allí nos reunimos los 9 participantes de la salida: Toño, Fernando, Luis, Álvaro, Antonio, José Antonio y yo. Nos acompañaban en esta ocasión dos montañeros del club Laciana, Piedad y Vicente, que me habían llamado días antes interesados en nuestro Belén de Cumbres.
A las 8:00 horas salimos en los coches de Fernando, Luis y Toño por la nacional hacia Astorga donde entramos en la autovía. El cielo despejado se fue cubriendo y la niebla se cerró en torno a nosotros subiendo el Manzanal manteniéndose las nubes altas tras bajar hacia Ponferrada. Aquí paramos un momento ya que José Antonio iba a dejar unas cosas en un hotel donde iba a quedar unos días para hacer unas rutas con unos montañeros de Valencia con los que había quedado. Luego nos desviamos por la carretera hacia el Morredero y Peñalba de Santiago tomando enseguida otra hacia el primero. Poco a poco según subíamos el puerto fue apareciendo la nieve y el hielo en la calzada e incluso se escapaban chispas de arriba. Hacia abajo vimos pasar un quitanieves limpiando un poco la misma.
Así fuimos subiendo hasta que llegamos a pocos metros de la parte alta donde ya la cosa se puso seria y tanto Luis como Toño no pudieron continuar. Por su parte Fernando sí alcanzó la cima distante pocos metros como digo. Estudiando las posibilidades de que empeorara y que luego fuese más complicado bajar, optamos por cambiar los planes y bajar de nuevo hasta el comienzo de la pista que baja a Peñalba de Santiago donde había menos nieve. Tenemos que agradecer a un joven con un todoterreno que me subió unos metros hasta donde estaba otra parte del grupo y luego nos bajó.
En este desvío volvimos a estudiar las posibilidades. Algunos querían volver a subir andando hasta el puerto después de haber bajado unos cuatro kilómetros en el coche, lo cual, siendo ya la hora que era, las 10:30 horas, no era muy factible. Otra posibilidad era bajar por la pista hasta Peñalba de Santiago, visible desde allí, y hacer la ruta hasta la cueva de San Genadio. Por último, la opción escogida fue la ascensión a la cumbre que teníamos delante y colocar en ella el Belén. Como ya apunté, yo ya la había subido en 1999, pero no me acordaba para nada del nombre por más que lo intentaba.
A las once de la mañana nos pusimos en marcha por la carretera hacia arriba unos metros hasta desviarnos por la ladera de la derecha. Comenzamos a pisar la nieve enseguida mientras ganábamos altura. A mí me parecía que por la izquierda se subía mejor, pero el resto se fue al contrario y les seguí. No tardamos en encontrarnos en una fuerte pendiente rocosa con nieve resbaladiza con la que había que tener cuidado. A pesar de ello se ascendía cómodamente con precaución. Subiendo aquel tramo me llevó el viento la visera unos cuantos metros hacia abajo y decidí que no merecía la pena bajar a por ella, total, una más. Yo creo que van unas cuatro o cinco las que quedan por la montaña.
Era curioso ver como estaba bien delimitada la línea blanca en las verdes laderas de los montes cercanos. Pasamos al lado de una sima antes de alcanzar la cresta por la que enseguida llegamos a lo alto de aquel picacho. La niebla comenzaba a envolvernos y entre ella vimos de nuevo Peñalba de Santiago en el fondo del valle. Eran las 11:35 horas.
A partir de allí descendimos unos metros hacia una collada en la que se acumulaba algo más de nieve. A pesar de ello se seguían viendo motas de la ladera al no ser la capa considerable. De nuevo nos tocó volver a subir entre la niebla por una pendiente un poco más suave que la primera ésta con algo de matorral bajo. Por detrás quedaba José Antonio al que vimos acompañado por otras tres personas de otro grupo. El viento soplaba considerablemente y le sujeté bien a Toño la funda de la mochila que corría peligro de salir volando. Enseguida distinguimos un hito de piedras en el cual estaban ya algunos compañeros adelantados. Por debajo de él, la nieve y el hielo formaban bellas figuras en las rocas y el matorral. A las 12:20 horas llegué a la cumbre de La Cruz del Cueto, de cuyo nombre aún no me acordaba. En la misma hay un gran hito de rocas apiladas y su altitud es de 1630 metros. Hacia delante se distinguía otra ladera en dirección a La Silla de Yegua hacia donde se dirigían los tres acompañantes de José Antonio. Para llegar a ella aún quedaba un buen trecho y unos 500 metros de desnivel.
Por mutuo acuerdo, y tras ver el panorama tan feo que teníamos con el tiempo, optamos por no avanzar más y colocar el belén allí mismo. Siguiendo el ya tradicional ritual, apostamos el belén entre piedras colocando luego alrededor las bebidas, turrón, pastas, panderetas, etc. para sacar unas fotos del mismo. La posición del mismo impedía sacar una foto del grupo en la que saliese también el nacimiento, así que la hicimos aparte. Tras ello nos pusimos con la segunda parte, la degustación de lo anterior a la vez que se cantaban villancicos al ritmo de la pandereta. De vez en cuando se abrían algunos claros entre los que se dejaba ver un poco del paisaje. El viento helado era lo peor que teníamos que aguantar ya que el frío era intenso. Yo no me quería poner los guantes ya que con ellos es imposible hacer nada. Tras un buen rato de diversión nos pusimos en camino hacia abajo. Eran las 13:30 horas.
Siguiendo la misma ruta de ascenso fuimos perdiendo altura. Por detrás quedamos Antonio, Álvaro y yo viendo como se abría algo más la niebla y contemplando todo el valle del Oza con Ponferrada al fondo. Lo cierto es que estaba saliendo una jornada extraordinaria a pesar del comienzo.
En la collada vimos algunas huellas que se desviaban hacia la derecha con dirección a la carretera y comprobamos que algunos habían bajado por allí. Yo opinaba que era mejor subir por la otra cumbre y disfrutar del paisaje que ahora veíamos un poco más amplio. Total, el desnivel era insignificante y en pocos minutos alcanzamos este punto desde donde volvimos a ver Peñalba de Santiago antes oculto por una lengua de la montaña.
Bajamos ya desde allí siguiendo las mismas huellas de ascenso por la cresta durante un tramo. Luego, en vez de echarnos a la izquierda por lo más empinado, nos tiramos hacia la derecha que parecía más suave. En los coches ya estaban algunos de los compañeros que habían bajado antes. Con cuidado de no resbalar fuimos perdiendo altura hasta salir a la carretera unos 500 metros por encima de los coches. Tras serpentear este tramo terminamos la ruta cuando eran las 14:35 horas.
Como era pronto para volver, se propusieron algunas alternativas para hacer en un rato. Una de ellas era bajar a Peñalba de Santiago aunque para hacer la ruta de la cueva de San Genadio era un poco ajustado. El problema era saber el estado de la pista que bajaba hacia él. Fue José Antonio el que llamó por teléfono a la policía municipal de Ponferrada, que habíamos visto bajar antes, y le aconsejaron no meterse con coches normales por ella. Que conste que hace años la subí y bajé con el 4-L.
Al final algunos decidimos bajar hasta San Clemente de Valdueza y hacer la ruta hasta Espinoso de Compludo. Por su parte, José Antonio, Toño y Fernando optaron por comer en un bar del primer pueblo y así acordamos que luego irían a buscarnos a Espinoso.
A las 15:00 horas emprendimos el resto la marcha por un camino encharcado que salía de San Clemente. Hasta Espinoso había unos cuatro kilómetros, lo que nos podía llevar poco más de una hora. Pues bien, a poco de comenzar llegaron por detrás varios todoterreno de cazadores que iban a la caza del jabalí. A uno de ellos le preguntamos si íbamos bien hacia Espinoso. Nos dijo que sí, pero que más adelante se perdía el camino y además estaba a un buen trecho de allí y siendo las horas que eran no nos daría tiempo. Nos comentó que había otra pista que salía de la carretera por la parte alta y que era más cómoda. Tras estas explicaciones nos “acongojó” un poco y nos dejó indecisos. Por suerte llegó un lugareño al que preguntamos lo mismo y fue el que nos sacó de la duda. La ruta no tenía pérdida ninguna y en una hora más o menos podíamos hacerla sin problema. Sí que terminaba el camino más adelante, pero seguía una marcada senda hasta enlazar con otro camino que entraba en Espinoso sin problema alguno. Con ello comprobamos claramente que los cazadores nos habían engañado para evitar que nos metiésemos en el terreno por el que iban a estar.
Sin más continuamos por el camino embarrado entre huertas con algunos manzanos en los que se veían algunos frutos sobrantes de la cosecha. Ya recorrido un buen tramo disfrutamos de una bella vista del pueblo con las cumbres medio nevadas al fondo. En ellas se seguía cerrando la niebla mientras donde estábamos nosotros se alternaba el sol y las nubes. Al alcanzar un alto vimos también aún muy alejado Espinoso de Compludo. El camino ladeaba los montes en los que se veían a los cazadores. El mismo señor de antes nos indicó ahora el sendero que teníamos que coger. Por él bajamos una pendiente entre algo de arboleda por una vallina. Pasamos entre escobas y atravesamos un arroyo antes de comenzar a subir más o menos notoriamente. Antonio se quedó comiendo un bocado mientras el resto avanzamos para alcanzar la parte alta antes de hacerlo. Lo cierto es que aquellas vaguadas verdosas y con arboleda otoñal tenían una belleza destacada.
En la parte alta continuaba el sendero y justo a su lado, y curiosamente elevado unos dos metros lagos del suelo, transcurría un alambre de pastor eléctrico. Nos pareció curioso que estuviese a esa altura y bromeamos diciendo que podía ser para jirafas. En realidad podía tratarse de un alambre que se usase para llevar la corriente de un lugar a otro sin peligro para las personas y animales. No tardamos en ver el pueblo y antes de entrar en él, en un alto con una bonita vista del mismo, paramos a comer. Eran las 16:10 horas.
Sentados en piedras o en un palet de madera comimos cómodamente. En ello estábamos cuando nos alcanzó Antonio y en media hora nos pusimos de nuevo en marcha. Varios castaños escoltaban el camino a la entrada de Espinoso de Compludo. Poco antes del indicador con el nombre se une el camino a la carretera que viene desde la general que sube al puerto.
Este pueblo, como ya nos había dicho José Antonio, es digno de visitar. Con una arquitectura conservada o restaurada, todas sus casas son de piedra con numerosas balconadas de madera en diferentes estados de conservación. La torre de la iglesia tiene una curiosa forma de campana. También las calles están empedradas y pueden verse algunos bancos de madera donde interrumpir un rato el paseo. Tiene además algunas casas rurales y albergue. Desde un mirador se contemplan los pueblos de El Acebo y Riego de Ambrós, donde termina la ruta de “Las Puentes de Mal Paso” que hace años hicimos.
Tras contemplar todo esto y reunirnos con los tres compañeros que habían comido un cocido en San Cristóbal, entramos en el bar a tomar un café y reposar un poco el cuerpo. Allí conversamos un poco e hicimos las cuentas de la salida. Poco antes de las seis de la tarde abandonamos aquel bonito pueblo. En los coches de Fernando y Toño nos acomodamos para recorrer los cinco kilómetros de carretera hasta el cruce de la general. Aquí quedamos Vicente, Piedad y yo mientras el resto iba a por el coche de Luis a San Cristóbal de Valdueza, a unos dos kilómetros por encima. Por su parte, Fernando y José Antonio emprendían el viaje de regreso ya mismo.
A las 18:15 horas retomamos el viaje ya hacia la capital leonesa. Por no variar, en Ponferrada, y siempre por la falta de señalización, nos despistamos. Así terminamos saliendo con dirección hacia Villablino donde por suerte también se puede enlazar con la autovía. Por ella circulamos sin novedades hasta abandonarla en Astorga y ya por la Nacional llegamos a León. Le pedí a Luis que entrase por Armunia a dejarme y aquí bajé cuando eran las 20:10 horas.
A falta de la cena de Navidad, esta fue la última actividad del Club de Montaña “Cumbres de León” por este año. En enero comenzaremos el nuevo calendario ya previsto y programado. Además, con esta excursión, la número 292, remato el 6º tomo de montaña.






























lunes, 20 de noviembre de 2006

I MAGOSTO "CUMBRES DE LEÓN" "BRAÑAS DEL SIL" 19-11-06

 


I MAGOSTO “CUMBRES DE LEÓN” 
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1ª TRAVESÍA: “PALACIOS DEL SIL- BRAÑAS DE CHOURINAS Y FANALES”.

19-11-06       (Domingo)

Tras el fallido intento del pasado año por culpa de la climatología, este presente hemos podido realizar el I Magosto “Cumbres de León”, que por desgracia también puede ser el último, dado el nulo interés de los socios a la hora de la preparación y sobre todo en la participación. Tan solo cinco socios fuimos los animados al mismo a los que hay que añadir otro ex-compañero del club que nos acompañó en esta ocasión. Tras la baja de otros tantos a última hora, estos fuimos los animados para tomar parte en este evento: Álvaro, José Antonio, José Luis, Ricardo y yo. El acompañante no era otro que Fernando, marido de Guiomar, también antigua compañera de fatigas, ahora residentes en la vecina Asturias. A pesar de la escasa asistencia, no resultó del todo mal la jornada teniendo en cuenta también la pésima climatología que de nuevo éste año nos jugaba una mala pasada. De todo ello doy cuenta en las líneas siguientes.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán: José Luis, José Antonio, Álvaro y yo. En las cercanías del colegio Quevedo se unía Fernando. Siendo cinco los participantes que salíamos de León, intenté llamar a Ricardo que estaba en San Emiliano para ver si él tenía el coche disponible y así solo llevar el mío desde aquí. Como no me fue posible y para no arriesgarnos, optamos por llevar también el de José Luis. De esa forma emprendimos el viaje ya con la lluvia y el cielo completamente cerrado de negros nubarrones.
En La Magdalena paré a llenar el depósito de la furgoneta antes de entrar a en la autopista. Mientras los otros decidieron ir por Omaña, nosotros teníamos que recoger a Ricardo en el pueblo y teníamos que ir por Babia. Tras pasar el puente colgante abandonamos a autopista viendo el pantano de Luna bastante más recuperado de su sequía. Ya en San Emiliano recogimos a Ricardo sobre las nueve y sin más continuamos el viaje hacia Villablino en el cual nos desviamos por la carretera de Ponferrada hasta Palacios del Sil donde ya estaban Fernando y José Antonio.
En el Bar Monica estuvimos tomando un café y dejamos los cinco kilos de castaña, ya que ellos se habían ofrecido a asárnoslas a través de José Antonio, que era el que se había movido para prepararlo yendo días antes a ver la ruta y demás.
Ya eran las 10:30 horas cuando emprendimos la marcha atravesando Palacios del Sil y saliendo por un camino entre numerosos castaños. Poco a poco comenzamos ascender por el mismo cuando de pronto vimos salir dos ardillas de entre unos matorrales. Una de ellas se escondió enseguida mientras qua la otra trepó a un árbol y la vimos como pasaba entre el ramaje con gran agilidad. Unos metros más adelante atravesamos un puente sobre el río Palacios, encontrándonos a continuación un tramo cementado y bastante empinado. Al final del mismo vimos una especie de pared alta de piedras y poco después comprobamos que se trataba de un antiguo canal que cogía el agua más arriba y en cuyo final tenía un sumidero por el que caía hacia un generador eléctrico. El lugar se conoce como Fervencia.
El estrecho camino ahora empedrado continúa empinado entre algo de arboleda y matorral. Encontramos en él un alambre cruzado por lo alto y con cintas de plástico colgando. Suponemos que se trataba de una barrera para el ganado. No tardando vemos las primeras edificaciones, algunas derruidas. En el medio del camino encontramos varios huesos de grandes dimensiones y no muy antiguos. En los prados bajos pastan algunos caballos que nos miran al pasar. En una casa cercana vemos un antiguo carretillo de rueda metálica.
Así salimos a una ancha pista que también sale del pueblo y que da más rodeo por la parte alta. Enseguida topamos con una fuente y su pilón de piedras donde hacemos una breve parada. Por la parte derecha vemos grandes pedreros mientras que por la izquierda continua el bosque hacia el río. En la parte contraria del valle se distinguen largas cascadas entre las rocas.
Sobre las doce del mediodía llegamos a las Brañas de Chourinas. Se trata de tres edificaciones bien conservadas y restauradas usadas antaño durante los meses estivales para el cuidado del ganado y los prados y en la actualidad posiblemente como residencia vacacional. Bajo el porche de una de ellas estuvimos un rato y algunos tomaron un tentempié.
A partir de ellas el camino se convierte en sendero que hace de arroyo en numerosos tramos. Las piedras abundan en el mismo con el correspondiente peligro de resbalón. Poco a poco nos vamos metiendo en la niebla que se cierra alrededor de nosotros dando al paisaje un matiz un tanto misterioso. Así alcanzamos las Brañas de Fanales, 15 minutos después de salir de las anteriores. Al contrario que ellas, aquí solo se pueden contemplar los restos totalmente derruidos de las mismas en una amplia explanada.
Continuamos sendero arriba pasando al lado de un bonito manantial entre una piedra en el suelo. No tardando tenemos que cruzar el río que todavía en esa altura apenas si lleva caudal. Nos dirigimos ya hacia la collada subiendo una fuerte pendiente y atravesando otro ramal del arroyo. El sendero serpentea por la empinada ladera en cuyo alto se encuentra la collada. Antes de llegar a ella pasamos al lado de un pequeño montón de nieve, la primera de la temporada. En la misma collada encontramos un gran nevero en el que nos hacemos una foto. Eran las 13:20 horas. el podómetro marca 4,800 Km.
La intención ahora es continuar la senda que llega a una bifurcación hacia el pico Cueto del Oso y por otro lado baja al valle de Pedroso. La niebla espesa, la lluvia y algo de viento dificultan la visibilidad. José Antonio es el que conoce la ruta y va de guía. El sendero sube muy suavemente por la loma unas veces entre matorral rasurado y otras entre altas escobas. La visibilidad es muy reducida y no vemos el cercano pico. José Antonio se desvía del resto que quedamos a la espera sin que regrese. Avanzamos por el sendero hitado viendo que éste se divide más adelante sin que ninguno llegue a sitio alguno. Cuando nos reunimos optamos por bajar unos metros hacia lo que parece ser el valle bueno, pero comprobamos que se cierra de maleza y subimos de nuevo.
De estar parados nos quedamos fríos y decidimos volver por el mismo lugar y no complicarnos más. Con la brújula y el mapa nos orientamos un poco, situando al menos la ubicación de los valles. José Antonio no queda conforme y vuelve a inspeccionar de nuevo lo anterior, por lo que hay algo de mosqueo cada uno marcha a su aire. José Luis y Fernando se adelantan mientras Álvaro, Ricardo y yo quedamos por detrás. Durante unos minutos estamos desorientados por completo hasta que damos con la senda y retomamos el regreso. Por detrás aparece José Antonio que no logró dar con la ruta buena al faltar varios hitos en ella.
Así alcanzamos de nuevo la collada tras una hora por la parte alta. Comenzamos el descenso por el mismo sendero serpenteante. Por la parte izquierda pueden verse numerosos grupos de árboles de hoja marronacea que destaca sobra la roca gris. Cruzamos el arroyo y encontramos unas flechas blancas que señalan otra dirección diferente de la ruta que llevábamos. José Antonio vuelve a separarse para investigar mientras yo continuo bajando hacia el fondo del valle. No tarda en alcanzarme mientras el resto ya se a adelantado y no se les divisa. Por el estrecho sendero descendemos pasando de nuevo el río Palacios y llegando poco después a las Brañas de Fanales. En esos momentos vemos como por detrás se abren las nubes viéndose unos instantes el azulado cielo, aunque no tarda en cerrarse de nuevo. Por la izquierda veo un bonito canal en la roca por el que baja un buen chorro de agua. Al lado del camino hay algunos acebos cargados de rojos frutos.
Camino de Chourinas, en un tramo de piedras y losas resbaladizas, se me va el pie dándome una buena culada y un golpe seco en el codo derecho que me produce un fuerte dolor además de una pequeña herida.
A las 15:20 horas llegamos José y yo a las Brañas de Chourinas donde el resto ya está acomodado comiendo. Bajo el porche anterior nos ponemos también a lo mismo durante veinte minutos antes de volver a la marcha. José Antonio se pone en contacto con el del bar para decirle donde andamos y que vaya preparando las castañas.
Por el ancho camino vamos descendiendo poco a poco entre pedreros, bosque y helechales volviendo a pasar al lado de las casas cercanas. La niebla abre y por delante vemos algunas cimas. Ahora vamos Álvaro y yo juntos por detrás. En la fuente sacamos una foto y poco después llegamos a la bifurcación de la pista superior y el camino de abajo. Por éste último bajamos las empinadas pendientes de este tramo entre escobas y raíces de los árboles que salen a través de la tierra escomida. Enseguida nos situamos paralelos al canal empedrado y luego bajamos el trozo cementado. De frente vemos ahora laderas repobladas y llenas de fundas blancas protegiendo las plantas.
Salvamos el río por el puente sobre éste entrando en el último tramo hacia el pueblo. En el cauce se veían rápidos y revueltas entre verdes prados moteados por las hojas de los árboles. Poco antes de entrar en Palacios encontramos a José Antonio hablando con una vecina del lugar.
A las 16:35 horas llegamos al pueblo. En esos momentos comienza a llover de nuevo tras un rato conteniéndose. Allí ya están los otros tres compañeros cambiándose y hacemos lo mismo. Fernando tiene mucha prisa ya que precisa pasar por León antes de marchar para Asturias, por lo que decide no entretenerse más. Nosotros nos acomodamos en unas mesas del bar a comer las castañas aún calientitas y bien asadas invitando a los que juegan la partida al lado. Haré aquí el apunte de que, si llevamos nosotros las castañas de aquí siendo como es aquello tierra de ellas, fue porque le dijeron a José Antonio que ya no quedaba nadie que las vendiese.
Allí sentados degustamos las riquísimas castañas acompañadas por refrescos o sidra. Nadie era de vino. Por supuesto que sobraron unas cuantas de los cinco kilos llevados y que luego repartimos en bolsas para cada uno. Era todo un poco insólito, pero no por ello menos interesante.
Poco antes de las 18:30 horas, ya anochecido, emprendimos nosotros el regreso. Atravesamos Villablino con dirección a La Magdalena. Con bastante precaución debido a la lluvia y al estado de la carretera, con tramos en obras y numerosas curvas, llegamos al desvío de San Emiliano. Entramos en éste a dejar a Ricardo antes de continuar el viaje. Volvimos a entrar en la autopista para evitar el tramo del pantano saliendo en La Magdalena. Sin novedades, y mientras cesaba la lluvia, fuimos avanzando hacia la capital donde entramos sobre las 20:15 horas. Aquí dejé a José Luis donde Quevedo, a José Antonio donde su casa y a Álvaro en el Paseo Salamanca donde tenía el coche. En pocos minutos llegué yo a casa tras recorrer 118 Km desde Palacios del Sil.
Con ello terminamos este magosto un tanto peculiar, pero que después de todo no tuvo tan mal resultado. Bien es cierto que no merece la pena preparar tanto una actividad para luego ir cuatro, cosa que, como ya apunté, se tendrá en cuenta en próximas ocasiones, si las hubiese.























lunes, 30 de octubre de 2006

II MAGOSTO MONTAÑERO. “BAJAS - CRUZ DO COTO - HAYEDO DE BUSMAYOR - BARJAS”. 29-10-06

 


II MAGOSTO MONTAÑERO PROVINCIAL DE LEÓN.

1ª TRAVESÍA “BAJAS-CRUZ DO COTO- HAYEDO DE BUSMAYOR-BARJAS”.

29-10-06    (Domingo)

Por segundo año consecutivo, y tratando de convertirlo en tradición, se ha celebrado el “II MAGOSTO MONTAÑERO PROVINCIAL DE LEÓN” organizado por la Delegación Leonesa y en esta ocasión con la colaboración del Ayuntamiento de Barjas.
La participación en la misma fue particular fuera aparte del club de montaña. Del mismo participamos cuatro socios: José Fernández, José Antonio, que además había participado en la organización del mismo, Luis y yo. Por su parte Álvaro, que también estaba apuntado, no pudo asistir por una causa familiar de última hora.
A Las 7:00 horas salimos de Guzmán en dos autocares parando a recoger en La Virgen del Camino a varios participantes antes de continuar por la nacional hacia Astorga. Sin entrar en el mismo cogimos la autovía por la que avanzamos subiendo el Manzanal y dejando detrás Ponferrada poco después. Más allá de Villafranca del Bierzo, en Vega de Valcarce, paramos veinte minutos, hasta las 9:30 horas, a estirar las piernas y tomar algo el que lo desease.
De nuevo en marcha entramos en una estrecha y serpenteante carretera de 11 kilómetros hasta llegar a Barjas poco antes de las 10:00 horas. Para entrar en dicho pueblo los autocares pasaron a escasos centímetros de dos casas en esquina. En él nos reunimos con varios participantes que habían ido por su cuenta así como con los compañeros del grupo La Salle de Astorga, que lo habían hecho en un microbús. Allí nos preparamos para la ruta que comenzamos a las 10:20 horas.
Salimos de Barjas (840 m) por la misma carretera de entrada entre numerosos castaños de los que el personal recogía el fruto caído. No tardando nos desviamos por otra hacia Corrales subiendo por ella ligeramente a lo largo de aproximadamente kilómetro y medio. En este tramo vimos una fuente de piedra con pilón al lado de la carretera. A la vez que subíamos íbamos contemplando el pueblo más ampliamente así como las cumbres del Faro o Capelo.
En el fondo de otro valle veíamos ahora el pueblo de Vegas do Seo. Tras un giro de la carretera la abandonamos para meternos en la ladera por un camino ascendente. Entre escobas fuimos subiendo siguiendo más o menos la línea de cumbres que dividen el valle de Barjas del de Quintela. El sol lucía claro y ya calentaba lo suyo. Además la sombra era escasa en esta zona pillando solo de vez en cuando algún grupo de árboles. Lo que sí vimos fueron numeroso ejemplares de setas de diferentes variedades, colores y formas. No faltó quien se dedicó a recolectarlas.
Aquí apuntaré que como Luis había llevado la cámara casi sin batería, me dejó las tarjetas a mí para sacar yo más fotos con la mía, por lo que aproveché para dejar plasmada casi toda la ruta en imágenes. Yo había salido con él, pero ya le había perdido e iba a mi aire. Cuando hablo en plural me refiero a los participantes que iban mas o menos junto a mí.
El primer punto destacado de la ruta era el Teso de Quintela, un alto de 1343 metros con fuertes pendientes en el camino. Cualquier sombra era aprovechada para hacer una paradita y descansar. El paisaje no desmerecía y era cada vez más amplio. Por detrás de nosotros comenzó a emerger la cumbre de la Peña del Seo, a la que he ascendido en dos ocasiones, una de ellas nocturna.
En unos indicadores que encontrábamos se leía: RUTA: “Herrería de Serviz - Hayedo de Busmayor”. La Herrería de Serviz, cercana a Barjas, era el punto desde el cual estaba previsto el comienzo, pero fue modificado debido al mal estado del terreno del tramo primero hasta alcanzar la cresta por la que íbamos ahora. Siguiendo el camino empinado llegamos al Teso de Quintela, lugar privilegiado ya que vimos por primera vez los pueblos de Busmayor y Campo de Liebre en las laderas de las cumbres. Un poco por debajo había una caseta con unas antenas. El podómetro marcaba 5,500 Km y eran las 12:10 horas.
De nuevo nos tocaba subir siguiendo el ancho camino que describía algunas cerradas curvas para salvar el fuerte desnivel de varios tramos. Así alcanzamos una “llanura” limpia de arboleda completamente donde nada nos protegía del cálido sol de este día de otoño. Por detrás me pillaron Cundi e Irene, que casi venía cerrando la marcha con Buzzi. Al lado de la pista había una gran excavadora usada seguramente para las repoblaciones de pinos que vimos por allí. No tardamos en alcanzar el punto donde se bifurcaban las dos pistas, la que continuaba por las crestas y que se dirigía al pico Faro, opción larga de la marcha, y otra que ladeaba el mismo por la derecha hacia el Hayedo de Busmayor. Eran las 13:00 horas y llevábamos 8 Km.
Comenzamos entonces a descender suavemente por dicho camino bordeando La Cruz do Coto entre campos de helechos con un bonito color marronáceo. En una curva cerrada atajé por el medio de los mismos hasta salir a la pista más abajo. Ahora estábamos en la parte contraria de la ladera y ya veíamos el hayedo con los colores otoñales dignos de postal. Igualmente comenzamos a entrar en una zona de acebos completamente cargados de frutos rojos que destacaban sobre el verdor de las hojas.
A las 13:55 horas llegué a la entrada “oficial” del Hayedo de Busmayor, marcado por una señal. Justo en ese punto pude disfrutar de uno de los rincones más bellos de la ruta. Se trataba de un tramo de unos 20 metros rodeado de arboleda con las hojas completamente marrones y el suelo tapizado por las mismas. Igualmente pasamos entre enormes zonas de helechos que se mezclaban con el resto de vegetación bajo el bosque. Otra especie abundante eran las setas, las cuales veníamos viendo durante todo el camino encontrándose de diferentes tipos, tamaños y colores. Con el macro de la cámara conseguí sacar una bonita foto de una diminuta araña en su tela.
Ya más abajo se encuentra el desvío señalizado a una cascada situada a 150 metros. Tras vadear el arroyo de la misma y subir un poco, llegamos a su altura. Se trataba de una cascada de “cola de caballo” de unos 8 ó 10 metros por la que bajaba un buen chorro de agua. Allí estuve sacando algunas fotos y me reuní con José Antonio, que había subido al pico Faro, y otro compañero con los que continué el descenso por el camino. Así llegamos a un punto donde otro indicador señalaba a la derecha “Hayedo”, aunque la ruta oficial seguía de frente hasta un gran depósito de agua de repostaje para helicópteros antiincendios. Nos internamos entonces en un sendero poco destacado con dirección a la masa de hayas. Pocos metros después, cuando eran las tres de la tarde, nos detuvimos para comer.
Escasos 15 minutos dedicamos a ello antes de retomar la marcha por aquel bosque de belleza indescriptible. Entre helechales y pisando la alfombra de hojarasca marrón fuimos bajando hasta alcanzar el cauce de un arroyo donde nos sacamos una foto los tres. Allí vimos a otro joven qua estaba sacando fotos y al que ya habíamos visto en la cascada grande.
Poco más abajo salimos a un sendero más definido por el que caminamos unos metros antes de volver a desviarnos a una zona de altos helechos por la que salimos a la orilla de otro cauce con más cascadas. Pasamos por encima de una de ellas y encontramos un puente de madera sobre el arroyo por el que atravesamos. A partir de allí vimos numerosas marcas blancas y rojas del sendero que atravesaba el hayedo. Siguiendo el arroyo vimos lo más bonito de la ruta, una sucesión de cascadas y saltos entre bosque y algo de piedra que formaban un espectáculo realmente bonito. La razón de que la ruta oficial no fuese por allí era la escasa señalización de la misma y la alta posibilidad de despiste entre tantos participantes como éramos.
Así llegamos a los restos de un antiguo generador eléctrico saliendo poco después a los verdes prados de Busmayor. Atravesamos los mismos encontrando algunos tramos encharcados y enseguida entroncamos con la pista por la que se hubiese tenido que bajar de haber seguido la ruta marcada. En escasos minutos entramos en Busmayor, (1100 m), cuando eran las cuatro de la tarde y el podómetro marcaba 13,700 Km.
Por su calle principal lo cruzamos contemplando la bella arquitectura de sus casas de piedra y pizarra. Aquí me volví a quedar solo ya que José Antonio y el compañero aceleraron carretera adelante hacia Barjas, distante algo menos de cuatro kilómetros. En este tramo me encontré con Cundi e Irene de nuevo que ya iban las últimas. Yo apreté también el paso y fui adelantando a varios participantes. Seguía no obstante disfrutando del bello entorno con un colorido otoñal extraordinario. Los verdes prados en los que pastaba el ganado contrastaban con los tonos amarillentos de los bosques de hayas y otras especies arbóreas. Al lado de la carretera se encuentra el cementerio y no lejos, una fuente.
En este tramo la carretera serpentea varias veces y tiene alguna subida corta, aunque generalmente va descendiendo. Ya cerca de Barjas se atraviesa un puente de hormigón y pueden contemplarse unos gruesos ejemplares de castaños. A las cinco de la tarde entré en dicho pueblo pasando al lado de una huerta con numerosas berzas sembradas. Poco después lo hice al lado de la iglesia y el cementerio adjunto para terminar donde los autocares tras 18 Km según el podómetro, 12 según la ruta oficial.
Sin detenerme me acerqué al polideportivo cercano donde tenían montada una carpa para el magosto. Allí cogí un “bollo preñao” y volví al autocar para cambiarme antes de regresar al recinto. En unos bidones giratorios estaban asando las castañas mientras que en la carpa había mesas con refrescos, vino y empanada. Además, una charanga amenizaba la fiesta con su música.
Antes de finalizar la fiesta se rindió un homenaje póstumo al montañero y escritor berciano D. Francisco Pérez Caramés, entregando a su viuda Marisa una placa recuerdo. José Antonio leyó unos versos en su memoria y tanto el Alcalde de Barjas como Buzzi, el delegado de montañismo, también tuvieron unas palabras. A todos los clubes participantes se nos obsequió con dos libros del este escritor.
Poco después de las 18:30 horas emprendimos el regreso a León. Tras el cambio de hora de la noche anterior, ya casi anochecía cuando salimos del pueblo. Siguiendo la misma carretera de llegada salimos a la autovía en Vega de Valcarce. Por ella, y sin novedades, llegamos a Astorga donde la abandonamos hacia la capital por la nacional entrando en León poco antes de las 21:30 horas. Aquí nos apeamos en Guzmán y Luis vino conmigo a casa para descargar las fotos realizadas durante la jornada. Luego le llevé e hicimos lo mismo en su casa.
Con ello finalizamos esta jornada especial de montaña celebrando el “II MAGOSTO MONTAÑERO PROVINCIAL DE LEÓN”, que como ya apunté, trata de instituirse como tradición dentro del montañismo leonés al igual que ya lo son los “Encuentros de Montañeros Leoneses”.