lunes, 24 de julio de 2006

ACAMPADA EN EL "BRAÑACABALLO" Y "CURRILLINES". (Tonín) . 22/23-07-06

 


3ª ASCENSIÓN Y ACAMPADA EN EL “BRAÑACABALLO”. 3ª ASCENSIÓN A LOS “CURRILLINES”.

22/23-07-06

De nuevo hemos aprovechado esta época estival para realizar otra acampada de cumbres. En esta ocasión he repetido una experiencia que ya tuve en 1994 cuando, junto con otros dos compañeros, hicimos prácticamente lo mismo que ahora. La tarde de sábado ascendimos al Brañacaballo y acampamos en su cumbre para el día siguiente pasar a los Currillines y bajar de nuevo. Esta vez fuimos cinco los participantes: Juan, Luis, José Antonio, Valentín y yo. Tanto una como la otra han resultado inmejorables dando cuenta de esta última a continuación.

SÁBADO 22
A las 17:00 horas me acerqué a Guzmán con la furgoneta donde ya estaba Luis y no tardó en llegar Juan. Allí estaba también mi hermana Juli que iba a traer la furgoneta para casa. En el coche de Luis nos acomodamos los tres emprendiendo el viaje por la carretera de Asturias. El cielo despejado nos daba ánimos para la actividad. Durante el camino pasamos un rato divertido con las entonaciones de Luis y Juan a las que intenté unirme yo con poco éxito.
Así fuimos avanzando hasta llegar a Villamanín donde nos detuvimos cerca de la rotonda de la nacional a esperar por José Antonio y su hermano Valentín. No tardaron en llegar en la furgoneta de éste último y sin más continuamos el trayecto hacia Millaró donde llegamos sobre las 18:00 horas. Aquí dejamos el coche de Luis y pasamos todo a la furgoneta para dirigirnos con ella hasta Tonín, donde comenzaríamos la ruta.
Cerca de la iglesia aparcó la furgoneta y nos preparamos para la ascensión. En una fuente cercana cargamos agua y a las 18:45 horas salimos del pueblo por una ancha pista de tierra. Este camino entra en el valle del Cuadro por el que baja el río Tonín. Al fondo del mismo pudimos ver la cima del Estorvín de Valverde donde la niebla de Asturias se iba cerrando. El sol aún calentaba lo suyo y yo me había dado protección antes de salir. Nos cruzamos con un grupo que bajaba de este pico hacia el pueblo siendo uno de los componentes conocido de José.
El camino iba ascendiendo en zigzag bastante suave por la ladera derecha de este valle. Antes de llegar al valle de Aguazones, ramal del principal, dimos un brusco giro de 180 grados hacia atrás metiéndonos en el de Garrucha. Allí había una cabaña y personal cerca con varias sombrillas. José Antonio ya se había separado y atajaba por las laderas. Nosotros seguimos el camino y pasamos por encima del arroyo Garrucha que baja de la vaguada entre el Brañacaballo y el Corralón. Éste último le equivocamos con el primero antes de consultar bien el mapa.
Desde abajo vimos una vereda que subía por la ladera hacia la cresta y que salía del camino poco más adelante. Como éste parecía que daba mucho rodeo y se metía por detrás de la loma no sabíamos dónde, optamos por meternos en dicha senda entre matorral bajo. La pendiente se acentuó y bajamos el ritmo. Después de unos metros ya subidos, Luis vio a José por la otra ladera y le pareció mejor, así que bajó de nuevo al camino se comenzó la subida por la otra loma hacia el Corralón, aunque en esos momentos aún no sabíamos muy bien cual era.
Valentín, Juan y yo continuamos sendero arriba mientras se empinaba cada vez más la loma. La niebla se iba cerrando por momentos en las cimas y temíamos que nos impidiera ver algo e incluso orientarnos. Yo tenía prisa por alcanzar la parte alta para ver el paisaje y orientarme bien. El último tramo de aquella loma fue bastante duro ya que el sendero se había medio perdido e íbamos directos a la cresta.
A las 21:10 horas alcanzamos dicho punto. Desde allí nos quedaba aún un buen trecho pero más suave. En la cresta de la otra loma veíamos a alguien, no sabíamos sí a José o a Luis. Por detrás la niebla iba formando unos bonitos contraluces con las cumbres del otro lado del valle. Avanzamos entonces por la cimera del Brañacaballo en la que encontramos algunos caballos. Cuando ya estábamos bastante arriba contemplamos el bello mar de nubes con el rojizo sol metiéndose tras ellas en un atardecer realmente digno de postal.
La última parte de la ladera se volvió a empinar de nuevo y las fuerzas ya iban aflojando. En la cumbre ya se veía a Luis y a ella llegué cuando eran las 22:05 horas. El podómetro marcaba 6 Km. La vista desde aquella altitud de 2188 m era espectacular. La línea rojiza del horizonte se remarcaba sobre el inmerso mar de nubes que cubría todos los valles. En cuanto estuvimos todos, y antes de que oscureciese más, sacamos una foto de grupo en torno al hito. Sin más pérdida de tiempo nos pusimos a montar las tiendas unos metros por debajo del hito en la misma pradera donde hace doce años lo habíamos hecho nosotros. José y Valentín llevaban una pequeña para ellos y yo la mía para los tres. Buscamos un lugar con las menos irregularidades posibles del terreno y en pocos minutos las instalamos. Yo estuve luego sacando algunas fotos con exposiciones largas y una de ellas de la tienda y el horizonte detrás quedó realmente bien. De todas formas, la cámara ya me falla demasiado y me salen las fotos muchas de ellas con líneas cruzando la imagen. Estoy ya en trámites para comprar otra.
Al lado de las tiendas nos acomodamos para cenar. Yo no había previsto la temperatura de la cumbre y no llevaba más que una sudadera. Además, la camiseta térmica iba empapada y la tuve que quitar, por lo que pasé algo de frío. A parte, la condensación era alta ya que vimos como las mochilas, tiendas, etc. se estaban humedeciendo.
Después de cenar ellos se metieron enseguida en las tiendas. Yo quería, a pesar del frío, disfrutar del paisaje nocturno. En la parte sur, abajo, se veían las luces de lo que podía ser Villamanín. Anteriormente habíamos visto y oído los cohetes de la fiesta de Piedrafita. En el hito me saqué una foto con el disparador automático. A las doce casi en punto me metí en la tienda. El viento movía el techo y unido a la falta de una buena almohada, que hice con las botas y el pantalón, me impidió dormir bien. Además, Juan me tenía arrinconado contra la tienda, por lo que la humedad de ésta pasó del techo a la tela y al saco. Vamos, una odisea.

DOMINGO 23
Tenía el reloj puesto a tocas a las 7:10 horas para ver amanecer, pero a las 6:25 me desperté y ya estaba clareando el día. Saqué las primeras fotos y salí de la tienda. También José y Valentín lo hicieron. Un mar de nubes cubría los valles sobre los que se elevaban infinidad de cumbres cuya lista sería muy larga. Haciendo un pequeño resumen apuntaré las de: Ubiñas, Tres Marías, Cedro Pedroso, Fontún, Correcillas, Valdorria, Bodón de Cármenes y el de Lugueros, Espigüete, Morala, Canales, Torres, Toneo, Estorvín, Tres Concejos y como no, los Currillines, a los que teníamos que pasar luego. Así mismo contemplábamos la estación de ski de Pajares, el Valle de Arbás, Busdongo y Villamanín. A las 7:00 horas apareció el primer rayo de sol en el horizonte. Las nubes tras las que salía hicieron que se viera este primer trozo de sol como un pequeño parapente rojo. Era muy curioso el efecto.
Los tres nos habíamos puesto los ponchos de lluvia para contrarrestar el frío. Yo seguía sin camiseta, por lo que me estaba quedando helado. En cuanto comenzó a calentar un poco el sol la coloqué en el hito para que se secase. Ellos dos volvieron a la tienda tras un rato mientras yo quedé para seguir contemplando el paisaje del amanecer. Al contrario que había pasado en Peña Corada donde las nieblas subieron por las laderas hasta desaparecer, aquí se fueron disipando poco a poco dejando los valles limpios por completo. Cuando se volvió a levantar José Antonio bajamos por la ladera norte unos metros y vimos Piedrafita al final del valle de Riosol.
De nuevo en la cima ya estaban fuera todos y desayunamos. Luego recogimos las tiendas y en la cumbre sacamos otra foto en el hito. En el buzón de donde habíamos cogido una tarjeta el día antes dejamos la nuestra ahora. A las once en punto emprendimos la marcha hacia los Currillines. Bajamos por la loma Este hacia el Pizarra. En vez de ir por la línea de cumbres, nos metimos en la ladera siguiendo los senderos que se veían. El mayor contratiempo de este tramo consiste en tener que bajar hasta los 1688 metros de la collada Farramedal para luego subir a los 1942 de los Currillines.
José Antonio, por no variar, se fue a su aire por lo alto. El resto fuimos perdiendo altitud con dirección a un camino que veíamos más abajo cerca del cual había unas cuadras de ganado. Juan seguía rezagándose incluso bajando y le sacamos buena ventaja. Además, se separó de la ruta y bajaba directamente hacia estas edificaciones. Nosotros las dejamos atrás y entramos en el camino más adelante.
Por él recorrimos unos metros antes de abandonarlo y comenzar a bajar de nuevo por una ladera con matorral que se nos fue cerrando hasta casi no dejarnos avanzar. “Luchando” un poco con la maleza salimos al claro por debajo de unas rocas donde varias cabras y algunos perros se encaramaban en las mismas. Estábamos en la collada de Farramedal a 1688 metros de altitud. Eran las 12:20 horas.
A continuación nos esperaba una fuerte pendiente ya hacia la cumbre de los Currillines. Entre escobas bajas subimos con el calor ya apretando. Hacia atrás íbamos contemplando la cumbre del Brañacaballo y toda la ruta de descenso. En poco más de un cuarto de hora subimos este tramo y nos situamos en la parte alta. Por esta cimera retomamos la marcha más suavemente pasando poco después un collado desde el que se veía Villanueva de Pontedo. Un sendero pedregoso y empinado nos enfilaba hacia otra atalaya de rocas por debajo de la cual pasamos. Yo vi bajar corriendo hacia ellas a dos personas sin mochila y tardé un poco en darme cuenta de que eran Luis y Valentín.
Pasamos por debajo de estas rocas y en la última collada nos reunimos todos de nuevo. Abajo vimos el pueblo de Millaró a la vera de unos riscos. Solo unos pocos metros más, pero de fuerte inclinación, nos restaban a la cumbre que alcanzamos a las 13:30 horas. Este vértice es muy rocoso y con fuertes caídas por cualquier lado, por lo que no hay que andar jugando mucho en él. Su altitud es de 1942 m y hay una cruz con buzón. Al igual que nos sucediera en aquella ocasión, también ahora encontramos numerosas hormigas voladoras por la cumbre. Esperamos a que llegasen todos y sacamos una foto arriba dejando una tarjeta en el buzón. Desde la misma se veía en el valle Villamanín, Barrio de la Tercia, Fontún y otros pueblos del entorno. Bajamos unos metros a la sombra de unas rocas para comer. El calor era sofocante y se agradecía tener un lugar como aquel para hacerlo disfrutando además de unas vistas espectaculares.
A las 15:20 horas comenzamos el descenso. Siguiendo los consejos de José Antonio decidimos bordear la cumbre hasta la parte sur y coger un sendero que se veía desde la cima. Lo más rápido hubiese sido bajar por la vaguada desde la que antes habíamos visto Millaró, pero como tampoco había prisa, lo hicimos por la otra vertiente. Como digo, bordeamos las rocas hasta situarnos debajo de la cumbre por la parte sur. El sendero estaba muy marcado y bajó suavemente hasta alcanzar la parte alta de una loma. Bordeamos unas rocas por la parte sur y tras ellas nos encontramos una vaguada en la que entramos. La parte alta era de pradera pero poco a poco se fue estrechando y cambiando a rocosa. Íbamos en tres grupos, José y Luis por delante, Valentín y yo luego y Juan, que aún bajando se quedaba muy retrasado.
Poco a poco nos fuimos metiendo en una canal estrecha y de fuerte pendiente pero fácil de bajar. Por los laterales se alzaban formaciones pétreas de curiosas líneas. Algunas de ellas estaban horadadas y se veía el cielo a través de los huecos. De pronto Valentín me avisó y llegué a ver la cola de un zorro que corría canal abajo. Ya bastante cerca de la carretera, en una sombra, paré a esperar a Juan que tardó en llegar media hora de reloj.
El último tramo caía al río y tenía bastante inclinación con hierba, por lo que había que asegurar el pie. El estrecho cauce del arroyo Millaró lo cruzamos por un tronco de madera tras el cual, y tras una subida de unos tres o cuatro metros, se encontraba la carretera que llega al pueblo del mismo nombre. Eran las 17:40 horas.
En la carretera estaban ya Luis, José y Valentín con el coche del primero. En él subimos todos y nos encaminamos hacia Tonín donde estaba la furgoneta de Valentín. En pocos minutos llegamos a este pueblo donde nos cambiamos de ropa y calzado. Allí pude beber también el agua que quise, ya que los dos litros que había subido no fueron suficientes para toda la ruta. En el pórtico de la iglesia estaban varios vecinos y cuando fui a sacar una foto de la fachada me invitaron a ver el interior. Está restaurada de hace dos años, y aunque pequeña, era bonita.
No tardamos en emprender el regreso a León. Valentín iba al pueblo directamente mientras que José Antonio vendría con nosotros. Al igual que el día antes, la niebla se iba metiendo por las cumbres desde la parte asturiana.
Tras recorrer los escasos cinco kilómetros de estrecha carretera salimos a la nacional por la que nos encaminamos hacia la capital donde entramos sobre las siete de la tarde. Aquí quedaron José Antonio y Juan mientras que Luis me atraía a mí y descargamos las fotos hechas por ambos.
Con ello dimos por terminado un grato fin de semana de disfrute pleno de la montaña. Con ésta son ya dos salidas este año en las que hacemos noche en una cumbre. Para seguir repitiendo.
































lunes, 10 de julio de 2006

"LAGOS DE COVADONGA - MIRADOR DE ORDIALES". (Asturias). 09-07-06

 



2ª TRAVESÍA “LAGOS DE COVADONGA - MIRADOR DE ORDIALES”. (Asturias).

09-07-06   (Domingo)

Comenzamos el mes de julio realizando esta bonita travesía en el Macizo Occidental de Picos de Europa. La misma comienza en las cercanías de los lagos de Enol o Covadonga y tras pasar por el refugio de Vegarredonda, llega al impresionante Mirador de Ordiales.

Tan solo cuatro participantes nos animamos a ello: Luis, Álvaro, José Antonio y yo. Para ello decidimos madrugar algo más de lo habitual y acordamos la hora de salida para las 6:30 horas. Aprovechando que mi hermana entraba pronto a trabajar, fui con ella en la furgoneta hasta Guzmán. De allí salimos poco después de la hora convenida optando por hacer el viaje por la autopista. Nos dirigimos entonces hacia La Magdalena donde entramos en dicha vía rápida. Fernando, otro compañero, había quedado en añadirse al paso por el puente colgante, pero como ya estaba algo indeciso y no recibimos su llamada, nos despreocupamos de él desde ese momento.
Sin novedades avanzamos por la misma hasta llegar a Mieres donde cambiamos de rumbo a través de la “minero”. Por ella recorrimos varios kilómetros antes de volver a desviarnos, esta vez con dirección a Santander. Al llegar a Infiesto abandonamos la misma para continuar por la nacional hacia Arriondas y seguidamente hacia Cangas de Onís. Aquí paramos un minuto y José Antonio compró pan. Desde poco después de entrar en Asturias nos había envuelto la niebla y ahora se iba despejando. Desde allí nos encaminamos hacia Covadonga y seguidamente hacia los lagos.
La pendiente de esta carretera es bastante pronunciada y no tardamos en dejar por debajo un bonito mar de nubes mientras el cielo se despejaba completamente. Álvaro se mareaba un poco y paramos para que pasara adelante. Mas arriba hicimos lo mismo para sacar unas bonitas fotos. Tras unos minutos contemplando este bello paisaje retomamos la marcha y en pocos minutos alcanzamos el collado que da paso a la zona de los lagos. Eran las 9:10 horas. Desde allí se contempla el lago de Enol en toda su magnitud. Tras sacar unas fotos del mismo avanzamos ahora por una pista entre praderías y laderas con dirección a un aparcamiento donde ya la vez anterior, hace cuatro años, habíamos dejado también el coche. En aquella ocasión la lluvia y la niebla nos habían acompañado parte de la ruta, lo que de momento no ocurría ahora.
Tras 197 Km recorridos aparcamos en dicho lugar donde ya estaban varios coches y algunas personas que también iban a comenzar la marcha. Allí nos preparamos y yo me di bien de protección solar en brazos, piernas, cara y cuello. Antes de salir sacamos una foto del grupo. A las 9:45 horas emprendimos la caminata por la pista cortada al tráfico rodado salvo usos ganaderos o agrícolas. Entre rocas y arboleda fuimos avanzando por este camino hasta llegar a una pradera donde hay una bonita fuente de piedra a unos 20 metros del camino. Allí nos acercamos a verla antes de proseguir la marcha hacia el Pozo del Alemán, lugar en el río Pomperi o Redemaña donde Roberto Frasinelli, alemán estudioso de los Picos de Europa, solía bañarse, según cuentan los escritos. En este lugar hay un puente sobre el río donde nos sacamos unas fotos. Cuando retomamos la marcha tuve que retroceder unos metros ya que se me habían quedado los bastones olvidados al sacar las fotos.
A los pocos metros se termina la pista y comienza una ancha senda empinada con un atajo paralelo por el que yo me metí sin darme cuenta. Tras escasos 300 metros de subida alcanzamos el paraje de la Majada de La Piedra. Realmente bello este lugar donde varias cabañas emplazadas en el verde se afirman sobre enormes rocas. A partir de allí continua la senda por la ladera derecha del valle ascendiendo por entre las verdosas praderas hasta situarse justo encima del río en un trozo donde se encajona y con una barandilla de madera como protección. Desde dicho lugar se puede contemplar el aparcamiento donde habíamos dejado el coche.
Este alto da paso a la vega de Canraso que atravesamos siguiendo la senda que nos llevó a la parte izquierda del valle. Poco a poco fuimos ganando altura mientras el sol ya comenzaba a calentar lo suyo. José Antonio ya se había adelantado y no sabíamos nada de él. Aprovechamos algunas sobras de la roca para parar unos minutos en ellas. Tras este tramo suave, nos llegó otro un poco más empinado. La senda muy marcada serpenteó por la ladera hasta alcanzar otro nivel. Allí vimos como ésta se señalaba con piedras en la pradera de las cuales me acordaba yo al servirnos de mucho entre la niebla.
Sin más llegamos a un paraje con varias cabañas, La Rondiella, desde el cual la senda se metió en una zona de rocas entre las cuales serpenteaba con dirección al collado La Gamonal. Desde él vimos ya el refugio de Vegarredonda con las impresionantes cumbres del macizo detrás. Solo nos quedaba descender unos metros por la senda hasta su emplazamiento. Un indicador señalaba el mirador de Ordiales, pero primero optamos por llegar al refugio a ver si estaba José Antonio por allí, al que tampoco vimos.
A las 11:20 horas, y tras 5 kilómetros recorridos llegamos a la puerta de este refugio donde estaba el encargado y algunas personas más. A través de él nos informamos del horario de acceso a los lagos con coches, ya que durante el mes de agosto está restringido durante buena parte del día y solo se puede llegar con autocares que por cierto no son nada baratos.
En la fuente cercana cargamos agua y sin pérdida de tiempo retomamos la senda para continuar hacia el mirador. Otro indicador marcaba el tiempo hasta ellos, 2:00 horas, aunque en el refugio nos habían dicho que en hora y cuarto se hacía. Atravesamos un pequeño regato y enseguida la senda comenzó a empinarse por entre la roca. A esa hora calentaba bastante el sol pero subíamos cómodamente. A la par que nosotros iba una mujer que se había separado de su grupo y que se dirigía a otra ruta. Subiendo aquel tramo de la canal de Cueñe Cerrada nos alcanzó José Antonio, que había subido algo por encima del refugio hasta otro más antiguo y por eso no le habíamos visto.
El sendero atravesó luego una zona de dolinas con subidas y descensos entre grandes moles de piedras. El mar de nubes que se seguía viendo nos impidió ver el Cantabrico situado a escasos kilómetros. Si que se distinguía la línea del mismo. Alcanzamos luego el collado de Sierra Pelada donde termina la falda norte del pico Cotalba. Desde el mismo se ladea dicha falda hasta dar vista a la vega de Ordiales con el refugio de ICONA en medio así como la situación del mirador.
José Antonio y Luis iban con intención de ascender al Cotalba, 2022 m, mientras que Álvaro y yo no estábamos por la labor. Por ello, al llegar al refugio, ellos comenzaron a subir ladera arriba hacia la cumbre. Nosotros continuamos por la senda y tras recorrer unos 200 metros, alcanzamos dicho lugar estratégico. Eran las 12:50 horas y llevábamos 7,500 Km.
La vista desde él es espectacular. Mientras que la vez anterior pude disfrutar de un increíble mar de nubes, ahora éste ya se desvanecía y pudimos contemplar los valles y cañones del fondo. Algunas nubes rondaban aún por debajo dando al paisaje un tono idílico. Entre ellas pudimos ver el pueblo de Amieva así como gran parte de la Senda del Arcediano. Entre otros picos se veían bastante bien el macizo del Mampodre así como el Gildar o Peña Beza. Lo que realmente impresionaba es el desnivel que hay desde allí al fondo del valle, una caída de unos 800 metros prácticamente vertical. El mirador se sitúa a 1700 y Amieva, algo más separado, está a 700 metros.
En el mirador había algunos montañeros más y otros que fueron llegando. También estaba la mujer que había venido con nosotros y que esperaba a otra parte del grupo que no tardó en llegar. Eran de un grupo asturiano de montaña, el “Trasgu”, y hablando con ellos comprobamos que conocían varias zonas de la montaña leonesa.
Como ya iba siendo hora, Álvaro y yo nos pusimos a comer mientras esperábamos a que llegasen José y Luis. Yo me volví a dar crema para protegerme del solazo que pegaba. Un dato importante que señalar es que en dicho mirador están los restos del Marqués de Villaviciosa, otro gran conocedor de los Picos de Europa cuya última voluntad fue ser enterrado en dicho lugar. Unas losas grabadas y una placa así lo atestiguan.
Sobre las 14:30 horas llegaron los compañeros que ya veíamos desde hacía un rato bajar por la falda. Al igual que nosotros, se pusieron a comer tranquilamente en las rocas del lugar. Tras ello nos sacamos unas fotos juntos y cuando eran las cuatro de la tarde emprendimos el descenso. Éramos los últimos que quedábamos en el lugar. Algunos del otro grupo habían bajado ya mientras que otros estaban en el pico. Nada más abandonar el lugar vimos como varios cuervos acudían a por las migas y otras pequeñas sobras caídas de la comida.
Por debajo del mirador, y antes de llegar al refugio, encontramos una gran sima en el terreno hasta la que se acercó Luis. Poco a poco fuimos perfilando la ladera del Cotalba hasta llegar al collado. En las praderas pastaban numerosas vacas con bonitos terneros a su lado. Desde el collado descendimos por la senda entre piedras y pequeños hoyos. Atravesamos los Campos de Torga y en la siguiente collada comenzamos a bajar la canal de Cueñe Cerrada. Varios de los componentes del grupo que habían subido al Cotalba nos adelantaron bajando esta canal. En una de las piedras José vio la silueta de un pez formado por varias pequeñas grietas.
No tardamos en ver el refugio de Vegarredonda y tras este fuerte descenso llegamos a él cuando eran las 17:15 horas y habiendo recorrido 3,470 Km desde el mirador. Aquí nos sacamos una foto de grupo y estuvimos sentados a la sombra de otro edificio adyacente al refugio donde también la vez anterior habíamos estado comiendo. Luis entabló una conversación en inglés con un trío que estaba allí cerca. En la fuente cargamos agua fresca y a las 17:45 horas emprendimos el retorno hacia el coche. Subimos el trozo de sendero hacia el collado Gamonal y comenzamos el descenso hacia la vega de Redondiella. Álvaro se acercaba a las vacas que ni se inmutaban con él. José Antonio se volvió a separar y luego le vimos bastante por debajo ya. Echando la vista atrás pudimos disfrutar de una bonita vista del macizo con la cima de Santa Maria de Enol sobresaliendo entre los demás picos.
Con el sol de la tarde los colores resaltaron en el paisaje y me dio rabia no tener mas espacio en las tarjetas para poder sacar las fotos que quería. Las enormes moles de piedra destacaban entre las verdes praderías en las que pastaba el ganado ajeno a nuestro paso. A mí me estaba gustando ver todo aquello ya que, como apunté, la vez anterior la niebla nos impidió ver paisaje alguno hasta la altura del collado Gamonal. Que conste también que la niebla de aquel día le dio al entorno un toque un tanto especial.
Así pasamos entre las cabañas de la Rondiella y cambiamos a la vega de Canraso. Descendimos suavemente por ella mientras yo seguía maravillado con el contraste de colores y tonos del paisaje. Detrás seguían irguiéndose las cumbres del Macizo Occidental bajo las cuales habíamos estado. Así llegamos a la empalizada sobre el pequeño cañón del río desde donde ya divisamos la majada de La Piedra y el aparcamiento de los coches. Yo me quedé un poco rezagado sacando fotos mientras el resto se adelantaba. En vez de seguir el camino, atajé hacia la majada donde cambié la última tarjeta de fotos. Realmente puedo decir que en esos momentos estaba fascinado por la belleza de aquel rincón y deseaba tirarme un rato allí contemplándolo. Como ya no era pronto, y además no iba yo solo, tuve que retomar la marcha. Bajé el pequeño tramo empinado hasta llegar a la altura del Pozo del Alemán. Iba apurando las últimas fotos y seleccionándolas muy bien. Pasé por cerca de la fuente y apuré los últimos metros antes de llegar al aparcamiento donde ya estaban los compañeros desde hacía un rato. Eran las 19:00 horas y habíamos recorrido unos 16 Km.
Enseguida me cambié y nos pusimos en marcha. Allí quedaban aún varios coches. Recorrimos los dos kilómetros hasta llegar al lago de Enol y al salir a la carretera giramos con dirección al lago de La Ercina, situado a un kilómetro tras una loma cercana. En este trayecto y posteriormente pudimos comprobar como está de masificado aquello con algunos bares, y sobre todo, accesos demasiado urbanizaos en todo el entorno de los lagos. Aceras, escaleras, rampas, etc. Lo hacen transitable hasta para ir con tacones, como vimos a alguien por allí. Vamos, que es realmente un agravio para el paisaje.
En el aparcamiento de este lago dejamos el coche y nos acercamos hasta el mismo encontrándolo con bastante vegetación en sus aguas. Sacamos una foto allí y regresamos al coche. Comprobamos como las vacas campaban a sus anchas por el aparcamiento y se restregaban contra un coche doblándole el espejo. “Discutimos” de quien era la responsabilidad de esto, ya que habría que saber si el aparcamiento es “legal” y acondicionado para tal efecto o simplemente un lugar más donde dejar los coches. El caso es que te puedes llevar una sorpresa si dejas el coche allí.
A las ocho de la tarde salimos de allí por la serpenteante carretera entre los dos lagos y comenzamos el fuerte descenso hacia Covadonga parando poco después en el mirador de La Reina. Desde él pudimos ver entre bastante calima varios pueblos de la zona de Onís. En una mesa estuvimos un rato sentados mientras dábamos cuenta de un trozo de pan que le quedaba a José Antonio y algo de embutido a Álvaro. Tras unos 15 minutos retomamos la marcha hacia Cangas de Onís. Mientras bajábamos este tramo notó Luis un pequeño ruido en el coche cuando se daban los giros.
Así fuimos avanzando y llegamos a Arriondas donde paramos a tomar un refrigerio en una sidrería. En ella aprovechamos para hacer las cuentas antes de emprender el último tramo ya hacia nuestro destino. Eran ya las 21:30 horas cuando nos pusimos en marcha y nos quedaban casi 200 kilómetros. Esta vez optamos por coger la autovía, para lo cual tuvimos que retroceder unos 20 Km hacia Ribadesella y de éste hacia Oviedo. Antes nos desviamos para coger la de Mieres que nos llevó al empalme con la de Campomanes. En éste último pagamos el peaje y tras pasar el Negrón entramos en nuestra provincia. La noche ya era cerrada cuando salimos en La Magdalena y cuando paramos en León daba exactamente la media noche. En el paseo Salamanca bajaron Álvaro y José Antonio y me acercó luego Luis a casa.
Y así finalizó esta especialmente larga jornada de montaña en la que quedamos con la satisfacción de haber pasado un estupendo día con el mejor tiempo posible y habiendo cumplido el objetivo, incluso ampliado por parte de otros.