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lunes, 9 de agosto de 2010

NOCTURNA "TEJEIRA- REFUGIO DE CALES - PEÑA RUBIA" 07/08-08-10

 


XVIII TRAVESÍA NOCTURNA. 2ª TRAVESÍA “TEJEIRA-REFUGIO DE CALES” - 1ª ASCENSIÓN A “PEÑA RUBIA” (Diurna).

07/08-08-10

Como segunda marcha nocturna de este año hemos repetido una ruta realizada hace dos años en invierno y truncada en aquella ocasión por la climatología. Esta vez resultó según lo previsto haciendo dicho tramo por la noche y completándolo con la ascensión diurna a Peña Rubia. Tan solo cuatro nos animamos a realizarla: José Antonio, Mª Jesús, Álvaro y yo.

SÁBADO 7
Sobre las 20:30 horas llegaron Álvaro y José a mi casa donde dejaron el coche del primero. En mi furgoneta salimos en busca de Mª Jesús a la que recogimos antes de emprender el viaje de 160 Km. hasta Tejeira. Por la nacional circulamos hacia Astorga donde enlazamos con la autovía de La Coruña. Con un molesto sol frente a nosotros fuimos restando kilómetros dejando atrás el puerto Manzanal, Bembibre y Ponferrada. Al llegar a la altura de Corullón abandonamos la misma para llenar el depósito de gasoil reincorporándonos enseguida para recorrer el corto trayecto hasta Villafranca del Bierzo donde salimos de ella definitivamente.
Atravesamos esta villa y salimos por una estrecha y serpenteante carretera que enseguida nos metió en el cañón del río Burbia ya anochecido. En la misma hicimos una breve parada en una fuente de donde bebimos un agua fresca. Al llegar a Villar de Acero nos desviamos por el desfiladero del río Tejeira en el que la vegetación formaba un túnel sobre nosotros en varios tramos.
A las 23:20 horas entramos en Tejeira, 1008 m, donde aún había personal en sus estrechas calles. Aquí José Antonio tenía una vecina conocida de él que nos había ofrecido la cochera para meter la furgoneta esa noche. Al final desechamos esta opción ya que queríamos cenar antes, cambiarnos, etc y dejar todo lo que no se necesitara en ella y se iba a hacer un poco tarde. Se lo agradecimos igualmente y subimos hasta la ermita cerca de la cual hay una fuente y merendero con espacio para dejar la furgoneta cómodamente. Estuvimos sacando unas fotos de la iglesia y nos acomodamos para cenar en uno de las numerosas mesas del recinto. Tras la misma recogimos todo y nos preparamos para la marcha.

DOMINGO 8
A la una en punto comenzamos a caminar saliendo a un camino que enseguida comenzó a subir por encima del pueblo hacia el norte. La noche estaba estrellada y no hacía frío alguno. No tardó el camino en dar un giro hacia al lado opuesto, lo cual no me concordaba con la dirección a seguir. José Antonio, conocedor de la zona, seguía avanzando, por lo que suponíamos que no íbamos mal. Además, la ruta prevista era muy corta, así que, si se alargaba un poco no pasaba nada. Aún así continuamos avanzando siguiendo los vaivenes del mismo hasta que por fin llegamos a un punto que ya me resultó conocido. Estábamos en el cruce al que habíamos llegado Roberto, Álvaro y yo en aquella ocasión ya de regreso del refugio y tras haber variado la ruta de ascenso a propósito. Del mismo salía un ramal hacia Porcarizas y otro que regresaba a Tejeira y enlazaba también con el del refugio. Allí estaba el depósito de agua para incendios y un pilón para el ganado. Era la 1:50 horas.
Retomamos la marcha por una ancha pista recién arreglada que descendía un poco y que iba dando un giro de casi 180 grados. Encontramos varios tramos con helechos y arboleda en las márgenes del camino. A las 2:15 horas llegamos al enlace de esta pista con el camino que subía de Tejeira y por el que teníamos que haber salido. Al igual que en el otro cruce, varias señales indicaban las distancias a diferentes pueblos y lugares cercanos. En éste había un error ya que al refugio de Cales al que íbamos le denominaba Las Charcas, siendo éste el situado bajo el pico Tres Obispos y en el que habíamos estado también nosotros en una ruta desde Porcarizas. A él marcaba 2,5 Km.
Unos metros después había otra bifurcación y había que subir por la derecha. En cambió oímos una cascada por la parte baja y nos acercamos a verla todos salvo José Antonio que esperaba en el otro ramal. Caía ésta por la pared derecha hacia el camino que atravesaba por una alcantarilla para seguir valle abajo. Allí mismo encontramos una mata de zarzamoras con frutos que comimos.
Retrocedimos unos pocos metros para retomar la subida por el camino correcto que se empinaba en aquel tramo. No tardamos en encontrarnos con unos enormes surcos que destrozaban el firme por completo y que según supimos habían sido provocados por una tormenta que había descargado en la zona hacía un mes escaso. José Antonio comentó que le parecía haber visto una luz por detrás de nosotros en la ladera. Aunque improbable, podía tratase de algún todoterreno que subiese a algún pueblo de los valles cercanos. Más arriba se suavizó la pendiente y encontramos algunos árboles cerca del camino así como más helechos y algunas plantas floridas.
A las 3:15 horas llegamos al refugio de Cales, 1300 m aprox. Este edificio de piedra consta de dos habitáculos separados. En uno de ellos hay una mesa con bancos, dos literas y una chimenea. En el adyacente encontramos dos literas, una mesa con bancos y una cocina de leña o carbón. En ambas había un cable con una bombilla para ser usada con batería. Fuera se encuentra una fuente de piedra de la que bebimos agua fresca.
Tras la primera ojeada nos distribuimos para dormir. Mientras José Antonio se iba al primer cuarto, nosotros quedamos en este segundo. Mª Jesús se acomodó encima de la mesa mientras Álvaro y yo lo hacíamos en las literas. En la pared cercana a la de abajo donde yo estaba había un agujero y cerca excrementos de ratón. Tras limpiarlos cogí un taco de madera y lo metí bien apretado en el agujero. No quería sorpresas a media noche. También había alguna araña que otra.
Ya pasaban algunos minutos de las cuatro cuando quedamos en silencio. Yo llevaba la almohada hinchable, pero no terminaba de acomodar. Dormí regular y desperté varias veces. Con el saco hacía calor, pero sin él por la mañana refrescaba. Así se pasó la noche.
Me levanté a las 8:40 horas y salí fuera viendo un cielo despejado por completo. No estaba nadie despierto y a José Antonio no le vi fuera, aunque luego supe que ya estaba por arriba investigando la subida. Yo me encaminé por el camino que continuaba hacia arriba y que terminaba poco después en un descampado desbrozado hasta el que habíamos llegado aquel invierno. Enseguida apareció el sol por detrás de las lomas y comenzó a iluminar las laderas cubiertas de matorrales multicolores. Al poco llegó José y subimos unos metros entre ellos sin ver camino claro. Él siguió más arriba mientras yo decidía no agotarme ya de mañana. Por encima, en las rocas, vi una manada de corzos correr entre ellas y escuché algunos berreos.
Regresamos luego al refugio donde se fueron levantando los compañeros y desayunamos. Luego recogimos todo y cuando eran las 10:50 horas emprendimos la ascensión a Peña Rubia. Comenzamos a subir por un sendero casi imperceptible que ya había explorado José y que seguía la manguera que surtía a la fuente. Nos metimos entre matorral con el que “nos peleamos” en algunos tramos. La dirección que llevábamos era más bien Noreste hacia la vaguada del riego de los Teixos. La pendiente se hacía notar y el calor ya era considerable.
Tras unos minutos metidos entre aquella selva salimos a cielo abierto encontrándonos con un inmenso helechal que cubría buena parte de la loma. Nos encontrábamos en la ladera Oeste del valle de Teixos e íbamos subiendo directamente hacia la cresta de la misma. Arriba se veía una collada que equivocaba en esos momentos con la de Cardiadelos, situada en la misma cabecera del valle. Más tarde me sacó José del error y ahora, estudiando el mapa, lo veo más claro.
Poco a poco fuimos ganando altura entre helechos y matorral que a veces dificultaba el avance. Cada vez íbamos contemplando más ampliamente el valle y la ruta por la que habíamos subido por la noche. En la ladera contraria era impresionante ver como los helechos formaban una gran mancha que destacaba por su color entre las escobas de otra tonalidad. Más arriba nos metimos en un pedregal estrecho y largo por el que no se subía mal del todo. Enseguida vimos algunas casas de Tejeira en el fondo del valle. La ultima parte era muy pronunciada y a mí me estaba costando trabajo subir. Es por ello que me tiré más diagonalmente y haciendo unos zigzag alcanzamos por fin aquella collada que en el mapa marca como Colangros de Brego. Sigo apuntando que en aquellos momentos estaba convencido que era la otra collada y en las grabaciones de la cámara así lo reflejan. Allí la altitud era de unos 1650 metros aproximadamente mientras que la otra tenía 1602 m. Estábamos además en el límite provincial con Lugo, cuyos valles se extendían hacia el noroeste. Una cinta electrificada, pero no conectada, dividía los pastos de ambas provincias. Eran las 12:00 del mediodía.
Además de los valles lucenses podíamos ver varias cumbres de la sierra de Los Ancares en la que nos encontrábamos. Hacia el Noreste emergían las cumbres de La Trapa, Tres Obispos, Las Charcas y tras ellos la cima del Miravalles. Siguiendo el cresteo contrario, y tras algunos picachos intermedios, se elevaba la cumbre de Peña Rubia.
Dejamos las mochilas allí y nos encaminamos unos metros hacia el Este subiendo por la loma hasta alcanzar un picacho cercano. Desde el mismo pudimos ver la verdadera collada de Cardiadelos. Nos sacamos unas fotos hacia ambos lados de la sierra y emprendimos el descenso a la collada para retomar la marcha a la cumbre casi media hora después de llegar a aquella cota.
Comenzamos a subir por la ladera entre escobas bajas y siguiendo un sendero bastante marcado. El calor se hacía notar, pero soplaba un vientecillo agradable. En este tramo nos cruzamos con un joven que ya bajaba de la cumbre y que había subido por el valle por el que luego bajaríamos nosotros. Era familiar de un vecino del pueblo con el que habíamos estado la noche anterior. Siguiendo la senda nos fue llevando por varios cerros con poco desnivel entre ellos. Pasamos al lado de un rebaño de vacas que pastaba cerca de la cresta. Álvaro se fue adelantando y llegó a la cumbre varios minutos antes que nosotros. El último tramo se empinaba con paredes verticales hacia la parte leonesa.
La senda se dirigía por la parte Norte bordeando la cumbre en sí. José Antonio lo cogió a directo mientras Mª Jesús y yo seguíamos esta vereda que nos dio un buen rodeo hasta situarnos en la cara contraria. Por esa parte encontramos roca entre la que subía dicho sendero que nos llevó a la cumbre cuando eran las 13:25 horas. En la misma encontramos una placa en memoria de un montañero ya fallecido pero ninguna otra señal de cumbre.
La vista era espectacular hacia cualquier punto. Se podía divisar la mayor parte de la sierra de Ancares así como otros macizos más al sur. Igualmente se veían varios pueblos de la provincia colindante y un tramo de la autovía de La Coruña. También era visible Tejeira en el fondo del valle. Hacia el mismo se desplomaban las paredes verticales de las que había que cuidar no acercarse.
Nos sacamos unas fotos en la cumbre con los paisajes de fondo. En un hueco entre rocas improvisamos un buzón colocando algunas piedras más como cierre. También apunto que yo llamé a mi madre para felicitarla en el día de su cumpleaños.
Tras una hora en aquella cima de 1822 metros de altitud, la abandonamos por el sendero por el que habíamos subido Mª Jesús y yo. Enseguida encontramos las marcas de vehículos todoterreno que llegaban hasta la misma zona de rocas por esa parte. Bajando por ellas enlazamos con un ancho camino que comenzaba a bordear las cimas de Os Penedois y O Outeiro. En ese tramo nos calentó bien el sol del mediodía. La vista de Peña Rubia seguía siendo bonita ya que por esa parte la loma bajaba suave y estaba llena de matorral florido con varios matices.
Mas adelante se bifurcaba la pista en un punto donde el límite provincial abandonaba la línea de cumbres de la sierra. Desde allí bajaba la vaguada del arroyo de la Peña Cabalar por la que íbamos a descender, aunque no desde ese punto. Seguimos avanzando unos metros más por el camino hasta desviarnos ya cerca de la Peña Cabalar y meternos a la vaguada un poco más oblicuamente. Ahora la cumbre de Peña Rubia ya quedaba oculta por la cima redonda de Os Penedois.
Siguiendo otro sendero fuimos perdiendo altura hasta meternos de lleno en un inmenso mar de helechos cuyo verde destacaba entre los demás matojos más marrones. Realmente fue un rincón que me encantó y que fotografié desde diferentes ángulos. Enseguida encontramos algunos arroyos que manaban allí mismo.
Teníamos que tener en cuenta coger el sendero bueno que según nos había comentado aquel joven, iba por la parte izquierda de la vaguada. Si nos metíamos mal nos encontraríamos con desplomes de varios metros. Aquella zona es glacial y tiene numerosas terrazas de mucho desnivel entre ellas. De hecho nos costó un rato dar con dicho sendero y tuvimos que retroceder unos metros en su busca hasta encontrarlo. Nos metimos de lleno entre matorral alto durante unos minutos antes de llegar a la siguiente “llanura”. Tras pasar una pradera entramos de nuevo en la vegetación bajando una vez más el fuerte desnivel entre altiplanos. Teníamos pensado llegar a comer al refugio de Peña Cabalar donde también había merendero. Yo tengo mucho aguante sin comer, pero no sé si era el calor o qué, estaba desfalleciendo ya, y eso que aún me quedaba agua y sabíamos que allí había fuente. En una de las veces que paré a beber me quedé un poco rezagado.
Por fin, tras salir de esta zona herbosa, apareció el merendero a la vista. En pocos minutos, y cuando eran las 16:10 horas, llegamos al mismo. En él encontramos a varias personas que habían subido por la pista en todoterreno a pasar el día. Eran vecinos del pueblo o visitantes que habían comido allí y pasaban la tarde. Además de varias mesas había una parrilla y una fuente con cinco salidas, cada una recogida en un manantial diferente y bajada por tubería hasta allí. Tenían diferentes propiedades medicinales, según rezaban unas placas sobre ellas. Sólo una de ellas echaba un buen chorro, de otra caían unas gotas y las demás estaban taponadas por lodo que se había acumulado en las tuberías, según nos comentaron aquellos lugareños. De la que se podía coger era ferruginosa y bien se notaba en el fuerte sabor metálico que tenía. No me gustaba mucho, pero era lo que había. El refugio era similar al de Cales. Este solo tenía un cuarto con chimenea, litera y mesa y estaba un poco mejor adecentado. Las paredes eran de piedra pero interiormente estaba revocado.
Para comer buscamos una sombra que escaseaba en el lugar. En una de las mesas habían hecho una especie de parasol con ramas y nos la ofrecieron. Las demás estaban al sol. Nos sentamos en la misma y nos dispusimos a comer tranquila y cómodamente.
Dos horas después de llegar al paraje aquel emprendimos la bajada. Nos habían dicho que había un camino que salía de la pista poco más abajo y que iba más directo al pueblo sin dar el rodeo de la pista. Con la atención puesta en su busca comenzamos a bajar sin encontrar ninguna señal del mismo. Tras un brusco giro de la pista llegamos a una bifurcación, pero era el desvío que subía hacia Las Alzadas de Villar de Acero. Al poco de dejar este cruce vimos salir una senda hacia el fondo del valle, pero como nos habían dicho que era camino, no la cogimos. Además José Antonio no esperaba por nadie y ya iba por delante a su aire.
Vimos cómo la pista nos llevaba a la cabecera del valle principal, en dirección contraria al pueblo pero sabiendo que terminaríamos en él. Ya bastante abajo vimos un camino que se desviaba con esa dirección y decidimos cogerlo. De José ya no sabíamos nada, si había seguido por la pista o se había desviado también allí. Nosotros nos metimos entre prados cercados por pequeñas tapias de piedras o sebes de zarzas. Llegamos luego a otra bifurcación en la que uno de los ramales, el que se dirigía al encuentro con la pista, tenía un paso canadiense para el ganado. Decidimos girar hacia el otro entrando entre arboleda y matorral alto que casi nos impedía el paso. Fue unos metros más adelante cuando tuvimos que salir a los prados para poder continuar cómodamente. En los mismos había alambres para el ganado algunas de ellas electrificadas.
No tardamos en volver al camino en el que nos cruzamos con un pequeño grupo de personas que iban de paseo y a merendar en el valle. Dejamos atrás una huerta con algunos frutales y de pronto nos topamos con un rebaño de vacas y terneros frente a nosotros. Tuvimos que retroceder unos metros y meternos a un prado para dejarlas paso por el estrecho sendero. Enseguida divisamos las primeras casas del pueblo ya a pocos metros por delante de nosotros y algo por debajo, ya que el sendero transcurría un poco a media ladera. Hacia atrás podíamos contemplar a contraluz la cumbre de Peña Rubia y parte del cordal de ascenso.
Poco a poco fuimos descendiendo hacia él y nos encontramos con una presa del arroyo cerca de la confluencia de la senda y el camino que entraba al pueblo. A las 19:40 horas entramos en Tejeira por una calle en la que vimos varios hórreos. Nos dirigimos hacia la parte contraria saludando a varios vecinos que pasaban la tarde a la sombra. Subimos al lado de la iglesia con una bonita espiga y salimos por el camino hacia la ermita y merendero. Para llegar a ella había que subir unos metros que ya costaban tras la marcha. A las 19:50 horas terminábamos la ruta al lado de la furgoneta y la ermita.
Allí sentados al lado de la fuente había un numeroso grupo de jóvenes de charla. José Antonio nos llamó para decirnos que estaba en el bar esperando. Nosotros nos cambiamos tranquilamente y yo saqué varias fotos de la ermita así como de la cumbre y el pueblo a contraluz. Tras ello bajamos en la furgoneta hacia el centro del pueblo donde aparcamos y nos dirigimos al bar del mismo. En él nos tomamos un merecido refrigerio e hicimos las cuentas de la excursión.
Escasos cinco minutos faltaban para las nueve de la tarde cuando emprendimos el viaje de regreso a León. Por la estrecha carretera fuimos avanzando mientras el desnivel al río Tejeira se acentuaba. Ya en Villar de Acero nos incorporamos al cañón del río Burbia donde encontramos los túneles de tupida vegetación sobre la carretera. Hicimos una parada para contemplar el impresionante cañón que forma este río. Al otro lado del mismo se encuentran unas cumbres arcillosas rojizas que semejan totalmente las médulas. 45 minutos nos llevó hasta Villafranca del Bierzo. Allí entramos al centro del pueblo y nos detuvimos unos minutos a sacar unas fotos de algunos edificios y del parador. Hacia el Oeste se veía una gran humareda de algún incendio. Bien podía ser el que durante toda esta semana siguiente ha arrasado toda la zona de Oencia y la Peña Del Seo y que se originó en esas fechas.
Sin más retrasos salimos a la autovía por la que sin novedades llegamos a Astorga donde la abandonamos. Ya por la nacional recorrimos los últimos kilómetros hasta llegar a Armunia sobre las 23:30 horas. Aquí nos despedimos de Mª Jesús y de mi casa salieron José y Álvaro en el coche de éste último que tenía en mi plaza de garaje.
Sin duda resultó un fin de semana de lo más completo y provechoso. Cumplimos íntegramente lo previsto realizando la marcha nocturna al refugio de Cales y la ascensión diurna a Peña Rubia. El tiempo no pudo ser más tolerante durante el transcurso de la misma.
























lunes, 4 de febrero de 2008

VALLES DE TEJEIRA (Ancares) - 03-02-08

 

1ª TRAVESÍA “VALLES DE TEJEIRA” .

(Intento de Ascensión a los Picos Peña Rubia y Tres Obispos).

03-02-08           (Domingo)

Al igual que nos pasara en la primera excursión del año, la pésima climatología nos ha impedido alcanzar las dos cumbres previstas para la ocasión, la de Tres Obispos y Peña Rubia. La excursión se redujo a una travesía por los valles cercanos a Tejeira, en la comarca leonesa de Los Ancares.
Comenzamos la jornada con un malentendido por mi parte que al final se subsanó sin dificultad. Cuando llegué a Guzmán a las ocho me encontré con una persona más de las que había apuntado, Roberto. Resultó que la semana pasada ya me había dicho que iría, como Álvaro, pero no le apunté. El problema era que estábamos seis y solo mi coche disponible. Por suerte él podía disponer del suyo que lo tenía allí cerca. Mientras, yo llamé a José Antonio, que tampoco tenía el coche disponible y ya me llamó a última hora del sábado. Total que eran las 8:30 horas cuando salimos de León los siete participantes: Nati, Piedad, Tere, Álvaro, Roberto, José Antonio y yo.
El cielo encapotado ya hacía presagiar lo que nos esperaba y hacia donde avanzábamos estaba aún mas cerrado. Por la nacional llegamos a Astorga donde enlazamos con la autovía. En el puerto encontramos bancos de niebla que quedaron atrás al bajar hacia Bembibre y Ponferrada. Ya en Villafranca del Bierzo tuvimos la segunda incidencia. Paré a la salida de la autovía a esperar por Roberto y no puse las luces de avería. De pronto vimos parar a la Guardia Civil y venir hacia nosotros. Me advirtieron para que pusiera las luces y que revisase la presión de la rueda trasera izquierda que iba sin apenas aire. Lo cierto es que me bajan mucho la presión casi todas y tengo que llevarlas a revisar. Ya en Villafranca paramos en un bar a tomar un café y de paso inflé la rueda con la bomba de pie que llevo. Me habían dicho que la gasolinera estaba cerrada.
De nuevo en marcha entramos en una estrecha y serpenteante carretera hacia el norte llegando a Tejeira a las once de la mañana y tras 160 Km. En esos momentos comenzaban a escaparse copos de nieve. Por unas estrechas calles por las que apenas cabían los coches atravesamos el pueblo viendo algunos hórreos antiguos. Aparcamos en un lugar algo más ancho y nos preparamos para la marcha. La ascensión estaba prácticamente descartada, pero podíamos hacer algo de ruta por las proximidades. Había un refugio en un valle cercano, el de Cales, hasta el que podíamos llegar.
Eran las 11:20 horas cuando nos pusimos en camino saliendo del pueblo por una calle pendiente bajo unas balconadas de madera. Seguía nevando con cierta intensidad mientras subíamos por el camino de tierra que no tardó en cambiar de rumbo. El pueblo nos quedaba por debajo y al oeste. A los lados veíamos algunos chopos y muchos robles. No tardamos también en encontrarnos con varios acebos que formaban una bella postal con las hojas nevadas. Según nos habían comentado, había comenzado el mal tiempo por la noche, ya que el día antes había estado despejado por completo, lo cual nos daba aún mas rabia.
Nos dirigíamos hacia la cabecera del valle a media altura de la ladera. A la derecha del camino vimos un pequeño pilón donde caía agua que resbalaba por el verde musgo. Poco a poco el camino se fue cubriendo de nieve y el cielo estaba cada vez más oscurecido. Además, ahora arreciaba la nevada. Llegamos así a un cruce con otra pista que venía del norte y de abajo y continuaba hacia el sur y arriba. Según comentó José Antonio, se dirigía hacia Porcarizas. Nosotros continuamos la dirección que llevábamos hacia arriba. Por detrás quedaba Nati, que ya había dicho que iba a su paso hasta donde llegase y daba la vuelta. Por encima se veía la ladera plagada de escobas y robles.
Caminamos un buen rato más siguiendo la orografía del valle y siempre por el ancho camino que llevábamos. Tere, José Antonio y Piedad se habían ido a adelantando mientras que Roberto, Álvaro y yo quedamos por detrás. No tardamos en divisar el refugio entre la niebla no muy espesa de momento. Por debajo se veían numerosos troncos secos cubiertos de nieve formando un bonito cuadro. El camino fue girando a noroeste hacia el refugio al que llegamos nosotros a las 13:00 horas. Había hasta allí unos 2,500 km.
En el mismo estaba el resto de compañeros tomando ya un tentempié. Tenía dos cuartos separados; en el que estaban tenía una chimenea de leña encima de la cual había varios productos de alimentación y bebidas. También algunos sartenes en un zócalo que rodeaba la habitación, una mesa y bancos. Algo de leña y ramas se acumulaban al lado de una pared para usar en la chimenea. En el cuarto contiguo había una cocina de carbón y una mesa. Al lado del edificio había una fuente de piedra. Mientras estábamos allí llegó Nati. Ella y Tere decidieron quedarse mientras el resto optamos por seguir a ver donde podíamos llegar.
Continuamos por lo que parecía ser la pista ahora cargada de nieve, hasta que pocos metros mas arriba se perdió. La niebla impedía ver la parte alta, y aunque luego abrió un poco, no estaba clara la subida. Se cerraba en una vaguada con matorrales que no tenía muy buen aspecto. Intentamos encontrar, si lo había, la continuación del camino, pero no dimos con nada. Con las mismas, cuando eran las 13:35 horas, comenzamos a retroceder hacia la cabaña de nuevo. La intención era ir viendo en el camino por el que habíamos llegado algún lugar mejor para ascender.
Dejamos atrás la cabaña, donde quedaron las dos compañeras, y nos metimos en la pista de bajada. José Antonio y Piedad se adelantaron quedando por detrás Álvaro, Roberto y yo. En esos momentos ni llovía ni nevaba, pero el cielo seguía oscuro y no tardó en comenzar de nuevo.
En la escasa nieve que quedaba en el camino, ya que la lluvia la había deshecho, veíamos las huellas de José y Piedad. Durante unos minutos que abrió un poco pudimos ver parte del macizo al que íbamos a subir, aunque las cumbres mas altas no llegaron a quedar descubiertas. Comprobamos como se veía un sendero que partía de la cabaña por la ladera hasta alcanzar la loma por la que luego se podía subir mas o menos cómodamente, eso estando el tiempo bien, claro.
Llegamos de esa forma al cruce de caminos viendo una señal que nos indicaba hacia arriba por el que lo atravesaba. Estuvimos dudándolo ya que el día se había vuelto a cerrar y además de nieve se había levantado un fuerte viento. Nos mosqueó que José y Piedad no nos esperasen para al menos reunirnos y comentar las posibilidades.
Optamos por seguirles ya que era probable que la pista diese luego un rodeo o enlazase con otra que volvía al pueblo, como así fue. Volvimos a ascender mientras sufríamos los envites de las rachas de viento de las que comentábamos nos estaban diciendo que no siguiéramos. En el cruce nos habían alcanzado Nati y Tere que decidieron seguir por el mismo camino de subida.
Tras recorrer un kilómetro escaso llegamos a otro cruce cerca del cual había un depósito de agua y un pilón. De nuevo nos habían dejado una flecha con palos señalando la dirección de Porcarizas, un pueblo del valle cercano. Viendo el panorama que teníamos, decidimos no seguirles y coger el otro ramal donde una señal indicaba a Tejeira 30 minutos y a Cantejeira 3 h 30 m. Cambiamos la flecha de sentido para que viesen que habíamos pasado por allí y nos encaminamos hacia abajo por un estrecho valle que dio salida al general de Tejeira. En esos momentos llovía bastante.
No tardamos en divisar el pueblo en el fondo del valle. Era curioso ver las ráfagas de viento como movían bancos de lluvia y aguanieve por el valle. El camino era ancho entre escobas y pequeños robles. A mí se me había roto la funda de plástico de la cámara y se me iba mojando un poco. La mayor parte de las fotos de ese tramo han salido borrosas por las gotas de lluvia del objetivo.
Mas abajo dejamos otro ramal que subía hacia una loma en la que vimos una línea eléctrica por la que luego pasamos debajo. Unos metros mas adelante el camino dio un brusco giro hacia el norte más directo al pueblo. De otra curva posterior salía un atajo que decidimos coger. De frente veíamos el camino por el que habíamos subido por la mañana. Pasamos al lado de un pequeño pilón de piedra medio tapado y poco antes de enlazar con el camino comentado, giramos de nuevo con dirección al cementerio situado por encima del pueblo y pegado a él. Antes de llegar a éste había una caseta cerrada y paramos unos minutos. Cambié la tarjeta de la cámara y la limpié un poco el agua.
A las 15:25 horas, tras 7,700 Km, entramos en Tejeira con la lluvia arreciendo. Atravesamos el pueblo hacia los coches y bajo algunos soportales nos cambiamos. Un vecino nos comentó donde estaba el bar y con el coche de Roberto nos acercamos. Allí estaba Nati y Tere pegadas a una estufa de leña. El local eran las antiguas escuelas de las que quedaba el encerado en una de las paredes.
A mí se me había olvidado coger la comida y me acercó Roberto a por ella en un momento. Por las estrechas calles apenas si entraba el coche. De regreso pedimos unas consumiciones y nos pusimos a comer. De vez en cuando llamaba a José Antonio, pero no él no tenía cobertura. Algunos ratos arreciaba la nieve y otros se convertía en lluvia. Según pasaba el tiempo nos mosqueábamos más. No tanto porque hubiese pasado algo, poco probable dado que todo eran pistas y José estaba bien orientado, si no por que se habían ido a su “bola” sin consultar a nadie.
Con el coche volvimos Roberto y yo hasta donde habíamos comenzado la ruta y donde tenía mi furgoneta. Estando allí salió un vecino para decirnos que le había llamado José y que estaban en casa de otro señor calle abajo. Muy enfadado me dirigí hacia donde me dijo sin verles por parte alguna. Como las calles eran tan estrechas, no se podía girar y había que dar vuelta al pueblo para volver. Di dos vueltas hasta que aparecieron por fin con toda tranquilidad y ya pasadas las seis dejándoles muy claro que no era esa la forma de hacer las cosas.
Casi a las seis y media salimos de Tejeira por la carretera zigzagueante y además mojada. Con esa precaución nos fuimos acercando a Villafranca del Bierzo donde volvimos a parar para tomar algo y hacer las cuentas. Unos 20 minutos después, a las 19:30 horas, retomamos el viaje a León.
Por la autovía tuve un par de sustos por culta de algunos trozos de la misma sin pintar las líneas. Con el suelo mojado vas fiándote de ellas y de pronto queda todo negro desorientándose uno por completo máxime cuando encima son tramos curvos, como era el caso.
Ya en Astorga la abandonamos y por la nacional hicimos el último tramo a la capital. Entré por la ronda sur hasta la salida del río y paralelos a éste llegamos a Guzmán en pocos minutos. Eran las 21:20 horas.
De nuevo la mala climatología de este invierno, que encima nos es rentable, al no nevar en condiciones, nos ha medio estropeado la excursión, y van dos de tres. Las dos salidas con ascensión no han sido posibles y la que era travesía se amplió con una ascensión. Así es la climatología de imprevisible en la montaña y contra eso no podemos hacer nada. Por suerte.