XVIII TRAVESÍA NOCTURNA. 2ª TRAVESÍA “TEJEIRA-REFUGIO DE CALES” - 1ª ASCENSIÓN A “PEÑA RUBIA” (Diurna).
07/08-08-10
Como segunda marcha nocturna de este año hemos repetido una ruta realizada hace dos años en invierno y truncada en aquella ocasión por la climatología. Esta vez resultó según lo previsto haciendo dicho tramo por la noche y completándolo con la ascensión diurna a Peña Rubia. Tan solo cuatro nos animamos a realizarla: José Antonio, Mª Jesús, Álvaro y yo.
SÁBADO 7
Sobre las 20:30 horas llegaron Álvaro y José a mi casa donde dejaron el coche del primero. En mi furgoneta salimos en busca de Mª Jesús a la que recogimos antes de emprender el viaje de 160 Km. hasta Tejeira. Por la nacional circulamos hacia Astorga donde enlazamos con la autovía de La Coruña. Con un molesto sol frente a nosotros fuimos restando kilómetros dejando atrás el puerto Manzanal, Bembibre y Ponferrada. Al llegar a la altura de Corullón abandonamos la misma para llenar el depósito de gasoil reincorporándonos enseguida para recorrer el corto trayecto hasta Villafranca del Bierzo donde salimos de ella definitivamente.
Atravesamos esta villa y salimos por una estrecha y serpenteante carretera que enseguida nos metió en el cañón del río Burbia ya anochecido. En la misma hicimos una breve parada en una fuente de donde bebimos un agua fresca. Al llegar a Villar de Acero nos desviamos por el desfiladero del río Tejeira en el que la vegetación formaba un túnel sobre nosotros en varios tramos.
A las 23:20 horas entramos en Tejeira, 1008 m, donde aún había personal en sus estrechas calles. Aquí José Antonio tenía una vecina conocida de él que nos había ofrecido la cochera para meter la furgoneta esa noche. Al final desechamos esta opción ya que queríamos cenar antes, cambiarnos, etc y dejar todo lo que no se necesitara en ella y se iba a hacer un poco tarde. Se lo agradecimos igualmente y subimos hasta la ermita cerca de la cual hay una fuente y merendero con espacio para dejar la furgoneta cómodamente. Estuvimos sacando unas fotos de la iglesia y nos acomodamos para cenar en uno de las numerosas mesas del recinto. Tras la misma recogimos todo y nos preparamos para la marcha.
DOMINGO 8
A la una en punto comenzamos a caminar saliendo a un camino que enseguida comenzó a subir por encima del pueblo hacia el norte. La noche estaba estrellada y no hacía frío alguno. No tardó el camino en dar un giro hacia al lado opuesto, lo cual no me concordaba con la dirección a seguir. José Antonio, conocedor de la zona, seguía avanzando, por lo que suponíamos que no íbamos mal. Además, la ruta prevista era muy corta, así que, si se alargaba un poco no pasaba nada. Aún así continuamos avanzando siguiendo los vaivenes del mismo hasta que por fin llegamos a un punto que ya me resultó conocido. Estábamos en el cruce al que habíamos llegado Roberto, Álvaro y yo en aquella ocasión ya de regreso del refugio y tras haber variado la ruta de ascenso a propósito. Del mismo salía un ramal hacia Porcarizas y otro que regresaba a Tejeira y enlazaba también con el del refugio. Allí estaba el depósito de agua para incendios y un pilón para el ganado. Era la 1:50 horas.
Retomamos la marcha por una ancha pista recién arreglada que descendía un poco y que iba dando un giro de casi 180 grados. Encontramos varios tramos con helechos y arboleda en las márgenes del camino. A las 2:15 horas llegamos al enlace de esta pista con el camino que subía de Tejeira y por el que teníamos que haber salido. Al igual que en el otro cruce, varias señales indicaban las distancias a diferentes pueblos y lugares cercanos. En éste había un error ya que al refugio de Cales al que íbamos le denominaba Las Charcas, siendo éste el situado bajo el pico Tres Obispos y en el que habíamos estado también nosotros en una ruta desde Porcarizas. A él marcaba 2,5 Km.
Unos metros después había otra bifurcación y había que subir por la derecha. En cambió oímos una cascada por la parte baja y nos acercamos a verla todos salvo José Antonio que esperaba en el otro ramal. Caía ésta por la pared derecha hacia el camino que atravesaba por una alcantarilla para seguir valle abajo. Allí mismo encontramos una mata de zarzamoras con frutos que comimos.
Retrocedimos unos pocos metros para retomar la subida por el camino correcto que se empinaba en aquel tramo. No tardamos en encontrarnos con unos enormes surcos que destrozaban el firme por completo y que según supimos habían sido provocados por una tormenta que había descargado en la zona hacía un mes escaso. José Antonio comentó que le parecía haber visto una luz por detrás de nosotros en la ladera. Aunque improbable, podía tratase de algún todoterreno que subiese a algún pueblo de los valles cercanos. Más arriba se suavizó la pendiente y encontramos algunos árboles cerca del camino así como más helechos y algunas plantas floridas.
A las 3:15 horas llegamos al refugio de Cales, 1300 m aprox. Este edificio de piedra consta de dos habitáculos separados. En uno de ellos hay una mesa con bancos, dos literas y una chimenea. En el adyacente encontramos dos literas, una mesa con bancos y una cocina de leña o carbón. En ambas había un cable con una bombilla para ser usada con batería. Fuera se encuentra una fuente de piedra de la que bebimos agua fresca.
Tras la primera ojeada nos distribuimos para dormir. Mientras José Antonio se iba al primer cuarto, nosotros quedamos en este segundo. Mª Jesús se acomodó encima de la mesa mientras Álvaro y yo lo hacíamos en las literas. En la pared cercana a la de abajo donde yo estaba había un agujero y cerca excrementos de ratón. Tras limpiarlos cogí un taco de madera y lo metí bien apretado en el agujero. No quería sorpresas a media noche. También había alguna araña que otra.
Ya pasaban algunos minutos de las cuatro cuando quedamos en silencio. Yo llevaba la almohada hinchable, pero no terminaba de acomodar. Dormí regular y desperté varias veces. Con el saco hacía calor, pero sin él por la mañana refrescaba. Así se pasó la noche.
Me levanté a las 8:40 horas y salí fuera viendo un cielo despejado por completo. No estaba nadie despierto y a José Antonio no le vi fuera, aunque luego supe que ya estaba por arriba investigando la subida. Yo me encaminé por el camino que continuaba hacia arriba y que terminaba poco después en un descampado desbrozado hasta el que habíamos llegado aquel invierno. Enseguida apareció el sol por detrás de las lomas y comenzó a iluminar las laderas cubiertas de matorrales multicolores. Al poco llegó José y subimos unos metros entre ellos sin ver camino claro. Él siguió más arriba mientras yo decidía no agotarme ya de mañana. Por encima, en las rocas, vi una manada de corzos correr entre ellas y escuché algunos berreos.
Regresamos luego al refugio donde se fueron levantando los compañeros y desayunamos. Luego recogimos todo y cuando eran las 10:50 horas emprendimos la ascensión a Peña Rubia. Comenzamos a subir por un sendero casi imperceptible que ya había explorado José y que seguía la manguera que surtía a la fuente. Nos metimos entre matorral con el que “nos peleamos” en algunos tramos. La dirección que llevábamos era más bien Noreste hacia la vaguada del riego de los Teixos. La pendiente se hacía notar y el calor ya era considerable.
Tras unos minutos metidos entre aquella selva salimos a cielo abierto encontrándonos con un inmenso helechal que cubría buena parte de la loma. Nos encontrábamos en la ladera Oeste del valle de Teixos e íbamos subiendo directamente hacia la cresta de la misma. Arriba se veía una collada que equivocaba en esos momentos con la de Cardiadelos, situada en la misma cabecera del valle. Más tarde me sacó José del error y ahora, estudiando el mapa, lo veo más claro.
Poco a poco fuimos ganando altura entre helechos y matorral que a veces dificultaba el avance. Cada vez íbamos contemplando más ampliamente el valle y la ruta por la que habíamos subido por la noche. En la ladera contraria era impresionante ver como los helechos formaban una gran mancha que destacaba por su color entre las escobas de otra tonalidad. Más arriba nos metimos en un pedregal estrecho y largo por el que no se subía mal del todo. Enseguida vimos algunas casas de Tejeira en el fondo del valle. La ultima parte era muy pronunciada y a mí me estaba costando trabajo subir. Es por ello que me tiré más diagonalmente y haciendo unos zigzag alcanzamos por fin aquella collada que en el mapa marca como Colangros de Brego. Sigo apuntando que en aquellos momentos estaba convencido que era la otra collada y en las grabaciones de la cámara así lo reflejan. Allí la altitud era de unos 1650 metros aproximadamente mientras que la otra tenía 1602 m. Estábamos además en el límite provincial con Lugo, cuyos valles se extendían hacia el noroeste. Una cinta electrificada, pero no conectada, dividía los pastos de ambas provincias. Eran las 12:00 del mediodía.
Además de los valles lucenses podíamos ver varias cumbres de la sierra de Los Ancares en la que nos encontrábamos. Hacia el Noreste emergían las cumbres de La Trapa, Tres Obispos, Las Charcas y tras ellos la cima del Miravalles. Siguiendo el cresteo contrario, y tras algunos picachos intermedios, se elevaba la cumbre de Peña Rubia.
Dejamos las mochilas allí y nos encaminamos unos metros hacia el Este subiendo por la loma hasta alcanzar un picacho cercano. Desde el mismo pudimos ver la verdadera collada de Cardiadelos. Nos sacamos unas fotos hacia ambos lados de la sierra y emprendimos el descenso a la collada para retomar la marcha a la cumbre casi media hora después de llegar a aquella cota.
Comenzamos a subir por la ladera entre escobas bajas y siguiendo un sendero bastante marcado. El calor se hacía notar, pero soplaba un vientecillo agradable. En este tramo nos cruzamos con un joven que ya bajaba de la cumbre y que había subido por el valle por el que luego bajaríamos nosotros. Era familiar de un vecino del pueblo con el que habíamos estado la noche anterior. Siguiendo la senda nos fue llevando por varios cerros con poco desnivel entre ellos. Pasamos al lado de un rebaño de vacas que pastaba cerca de la cresta. Álvaro se fue adelantando y llegó a la cumbre varios minutos antes que nosotros. El último tramo se empinaba con paredes verticales hacia la parte leonesa.
La senda se dirigía por la parte Norte bordeando la cumbre en sí. José Antonio lo cogió a directo mientras Mª Jesús y yo seguíamos esta vereda que nos dio un buen rodeo hasta situarnos en la cara contraria. Por esa parte encontramos roca entre la que subía dicho sendero que nos llevó a la cumbre cuando eran las 13:25 horas. En la misma encontramos una placa en memoria de un montañero ya fallecido pero ninguna otra señal de cumbre.
La vista era espectacular hacia cualquier punto. Se podía divisar la mayor parte de la sierra de Ancares así como otros macizos más al sur. Igualmente se veían varios pueblos de la provincia colindante y un tramo de la autovía de La Coruña. También era visible Tejeira en el fondo del valle. Hacia el mismo se desplomaban las paredes verticales de las que había que cuidar no acercarse.
Nos sacamos unas fotos en la cumbre con los paisajes de fondo. En un hueco entre rocas improvisamos un buzón colocando algunas piedras más como cierre. También apunto que yo llamé a mi madre para felicitarla en el día de su cumpleaños.
Tras una hora en aquella cima de 1822 metros de altitud, la abandonamos por el sendero por el que habíamos subido Mª Jesús y yo. Enseguida encontramos las marcas de vehículos todoterreno que llegaban hasta la misma zona de rocas por esa parte. Bajando por ellas enlazamos con un ancho camino que comenzaba a bordear las cimas de Os Penedois y O Outeiro. En ese tramo nos calentó bien el sol del mediodía. La vista de Peña Rubia seguía siendo bonita ya que por esa parte la loma bajaba suave y estaba llena de matorral florido con varios matices.
Mas adelante se bifurcaba la pista en un punto donde el límite provincial abandonaba la línea de cumbres de la sierra. Desde allí bajaba la vaguada del arroyo de la Peña Cabalar por la que íbamos a descender, aunque no desde ese punto. Seguimos avanzando unos metros más por el camino hasta desviarnos ya cerca de la Peña Cabalar y meternos a la vaguada un poco más oblicuamente. Ahora la cumbre de Peña Rubia ya quedaba oculta por la cima redonda de Os Penedois.
Siguiendo otro sendero fuimos perdiendo altura hasta meternos de lleno en un inmenso mar de helechos cuyo verde destacaba entre los demás matojos más marrones. Realmente fue un rincón que me encantó y que fotografié desde diferentes ángulos. Enseguida encontramos algunos arroyos que manaban allí mismo.
Teníamos que tener en cuenta coger el sendero bueno que según nos había comentado aquel joven, iba por la parte izquierda de la vaguada. Si nos metíamos mal nos encontraríamos con desplomes de varios metros. Aquella zona es glacial y tiene numerosas terrazas de mucho desnivel entre ellas. De hecho nos costó un rato dar con dicho sendero y tuvimos que retroceder unos metros en su busca hasta encontrarlo. Nos metimos de lleno entre matorral alto durante unos minutos antes de llegar a la siguiente “llanura”. Tras pasar una pradera entramos de nuevo en la vegetación bajando una vez más el fuerte desnivel entre altiplanos. Teníamos pensado llegar a comer al refugio de Peña Cabalar donde también había merendero. Yo tengo mucho aguante sin comer, pero no sé si era el calor o qué, estaba desfalleciendo ya, y eso que aún me quedaba agua y sabíamos que allí había fuente. En una de las veces que paré a beber me quedé un poco rezagado.
Por fin, tras salir de esta zona herbosa, apareció el merendero a la vista. En pocos minutos, y cuando eran las 16:10 horas, llegamos al mismo. En él encontramos a varias personas que habían subido por la pista en todoterreno a pasar el día. Eran vecinos del pueblo o visitantes que habían comido allí y pasaban la tarde. Además de varias mesas había una parrilla y una fuente con cinco salidas, cada una recogida en un manantial diferente y bajada por tubería hasta allí. Tenían diferentes propiedades medicinales, según rezaban unas placas sobre ellas. Sólo una de ellas echaba un buen chorro, de otra caían unas gotas y las demás estaban taponadas por lodo que se había acumulado en las tuberías, según nos comentaron aquellos lugareños. De la que se podía coger era ferruginosa y bien se notaba en el fuerte sabor metálico que tenía. No me gustaba mucho, pero era lo que había. El refugio era similar al de Cales. Este solo tenía un cuarto con chimenea, litera y mesa y estaba un poco mejor adecentado. Las paredes eran de piedra pero interiormente estaba revocado.
Para comer buscamos una sombra que escaseaba en el lugar. En una de las mesas habían hecho una especie de parasol con ramas y nos la ofrecieron. Las demás estaban al sol. Nos sentamos en la misma y nos dispusimos a comer tranquila y cómodamente.
Dos horas después de llegar al paraje aquel emprendimos la bajada. Nos habían dicho que había un camino que salía de la pista poco más abajo y que iba más directo al pueblo sin dar el rodeo de la pista. Con la atención puesta en su busca comenzamos a bajar sin encontrar ninguna señal del mismo. Tras un brusco giro de la pista llegamos a una bifurcación, pero era el desvío que subía hacia Las Alzadas de Villar de Acero. Al poco de dejar este cruce vimos salir una senda hacia el fondo del valle, pero como nos habían dicho que era camino, no la cogimos. Además José Antonio no esperaba por nadie y ya iba por delante a su aire.
Vimos cómo la pista nos llevaba a la cabecera del valle principal, en dirección contraria al pueblo pero sabiendo que terminaríamos en él. Ya bastante abajo vimos un camino que se desviaba con esa dirección y decidimos cogerlo. De José ya no sabíamos nada, si había seguido por la pista o se había desviado también allí. Nosotros nos metimos entre prados cercados por pequeñas tapias de piedras o sebes de zarzas. Llegamos luego a otra bifurcación en la que uno de los ramales, el que se dirigía al encuentro con la pista, tenía un paso canadiense para el ganado. Decidimos girar hacia el otro entrando entre arboleda y matorral alto que casi nos impedía el paso. Fue unos metros más adelante cuando tuvimos que salir a los prados para poder continuar cómodamente. En los mismos había alambres para el ganado algunas de ellas electrificadas.
No tardamos en volver al camino en el que nos cruzamos con un pequeño grupo de personas que iban de paseo y a merendar en el valle. Dejamos atrás una huerta con algunos frutales y de pronto nos topamos con un rebaño de vacas y terneros frente a nosotros. Tuvimos que retroceder unos metros y meternos a un prado para dejarlas paso por el estrecho sendero. Enseguida divisamos las primeras casas del pueblo ya a pocos metros por delante de nosotros y algo por debajo, ya que el sendero transcurría un poco a media ladera. Hacia atrás podíamos contemplar a contraluz la cumbre de Peña Rubia y parte del cordal de ascenso.
Poco a poco fuimos descendiendo hacia él y nos encontramos con una presa del arroyo cerca de la confluencia de la senda y el camino que entraba al pueblo. A las 19:40 horas entramos en Tejeira por una calle en la que vimos varios hórreos. Nos dirigimos hacia la parte contraria saludando a varios vecinos que pasaban la tarde a la sombra. Subimos al lado de la iglesia con una bonita espiga y salimos por el camino hacia la ermita y merendero. Para llegar a ella había que subir unos metros que ya costaban tras la marcha. A las 19:50 horas terminábamos la ruta al lado de la furgoneta y la ermita.
Allí sentados al lado de la fuente había un numeroso grupo de jóvenes de charla. José Antonio nos llamó para decirnos que estaba en el bar esperando. Nosotros nos cambiamos tranquilamente y yo saqué varias fotos de la ermita así como de la cumbre y el pueblo a contraluz. Tras ello bajamos en la furgoneta hacia el centro del pueblo donde aparcamos y nos dirigimos al bar del mismo. En él nos tomamos un merecido refrigerio e hicimos las cuentas de la excursión.
Escasos cinco minutos faltaban para las nueve de la tarde cuando emprendimos el viaje de regreso a León. Por la estrecha carretera fuimos avanzando mientras el desnivel al río Tejeira se acentuaba. Ya en Villar de Acero nos incorporamos al cañón del río Burbia donde encontramos los túneles de tupida vegetación sobre la carretera. Hicimos una parada para contemplar el impresionante cañón que forma este río. Al otro lado del mismo se encuentran unas cumbres arcillosas rojizas que semejan totalmente las médulas. 45 minutos nos llevó hasta Villafranca del Bierzo. Allí entramos al centro del pueblo y nos detuvimos unos minutos a sacar unas fotos de algunos edificios y del parador. Hacia el Oeste se veía una gran humareda de algún incendio. Bien podía ser el que durante toda esta semana siguiente ha arrasado toda la zona de Oencia y la Peña Del Seo y que se originó en esas fechas.
Sin más retrasos salimos a la autovía por la que sin novedades llegamos a Astorga donde la abandonamos. Ya por la nacional recorrimos los últimos kilómetros hasta llegar a Armunia sobre las 23:30 horas. Aquí nos despedimos de Mª Jesús y de mi casa salieron José y Álvaro en el coche de éste último que tenía en mi plaza de garaje.
Sin duda resultó un fin de semana de lo más completo y provechoso. Cumplimos íntegramente lo previsto realizando la marcha nocturna al refugio de Cales y la ascensión diurna a Peña Rubia. El tiempo no pudo ser más tolerante durante el transcurso de la misma.