Mostrando entradas con la etiqueta TRESVISO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta TRESVISO. Mostrar todas las entradas

lunes, 16 de junio de 2008

URDÓN - TRESVISO (La Hermida - Cantabria) 15-06-08

 


2ª TRAVESÍA “URDÓN-TRESVISO” (Cantabria).

15-06-08    (Domingo)

Una vez mas hemos improvisado una travesía dentro de las actividades del club. En esta ocasión fue una variante de otra prevista en la misma zona aunque de diferente estilo y dificultad.
Lo inicialmente programado era una travesía entre Urdón y Tresviso por el Tombu Robru, una zona de dificultad alta a la que solo algunos socios tenían intención de acceder, siendo ellos los proponedores de la misma. Pues bien, se acordó que el resto iríamos a hacer la ruta por el camino normal que hace cinco años ya realizamos dentro del club. Al final resultó que solo fuimos los que teníamos la intención de hacer esta última opción mientras que del resto no supimos nada. Las previsiones del tiempo no eran nada buenas y de hecho tuvimos mucha suerte después de cómo se presentaba el panorama ese mismo día.
En Guzmán nos reunimos los 8 participantes de la misma: Roberto, Adelino, Nati, Álvaro, José Antonio, Miguel Ángel, Javier, amigo de éste, y yo. Poco después de las 7:00 horas salimos de León en los coches de Adelino y el mío por la nacional hacia Mansilla. El cielo se mantenía nublado por completo y por la noche había llovido. Ya en el tramo de Cistierna a Riaño comenzó a llover copiosamente, lo cual nos desanimaba aún más si cabe. En éste último pueblo paramos a tomar un café y José Antonio intentó convencernos para cambiar la ruta por otra cercana marcada en un libro que llevaba y que no conocíamos. Ninguno estaba por la labor de hacer cambios ya que algunos no conocían la ruta prevista y además con el tiempo que estaba no era plan arriesgarse en otra desconocida.
Retomamos el viaje y dejó de llover. En el alto de San Glorio, 1609 m, entramos en Cantabria y comenzamos el descenso del puerto. Al llegar al mirador hicimos otra parada para disfrutar del paisaje del valle con algunas nubes rasgándolo. Álvaro se mareaba y estuvimos unos minutos allí hasta que se le pasó un poco. El puerto lleno de curvas no ayudaba en nada para despejarse. A mí se me taponaron los oídos por completo y no oía ni el motor de la furgoneta.
Así llegamos a la entrada de Potes donde hicimos otra parada. Fue aquí donde José Antonio, que iba en el otro coche, decidió que se quedaba él solo para hacer una ruta por las cercanías acordando recogerle por la tarde. A mí no me pareció normal, pero respeté la decisión dejándole claro que no tuviésemos que esperar por él a la vuelta mas de 15 minutos. Nos quedaban desde allí unos 17 kilómetros al punto de partida.
En este trayecto paralelo al río Deva se pasa el desfiladero de La Hermida, bonitas hoces algo deslucidas por el tiempo gris que teníamos. En medio de las mismas se encuentra el valle trasversal del río Urdón por el que se sube a Tresviso. Allí llegamos cuando eran las 11:10 horas tras 175 Km.
Al comienzo de dicho valle hay algo de aparcamiento que encontramos colapsado de vehículos. Yo me lo pasé y tuve que ir a dos kilómetros para dar la vuelta. Luego aparqué donde mejor vi que quedaba sin molestar la salida de los otros coches. Adelino tuvo que dejarlo en un pequeño saliente de la carretera algo mas adelante. Como referencia apuntaré que estábamos exactamente en el límite de Cantabria con Asturias a una altitud de tan solo 100 metros. La senda sale hacia el oeste entre los dos indicadores de la carretera. A las 11:30 horas, una mas tarde que la vez anterior, comenzamos la ruta de casi 6 Km hasta Tresviso con un desnivel de 825 metros.
Paralelos al río Urdón por su derecha llegamos enseguida a la central eléctrica situada en medio del cauce. Tras ella un panel nos indica algo de historia de la senda, los tiempos y desniveles. Según el mismo, la senda data del siglo XIX y se hizo para bajar zinc de la minas situadas en el macizo oriental de Picos de Europa donde nos encontrábamos.
Por un puente de piedra pasamos a la margen contraria metiéndonos entre arboleda. Así fuimos ganando altura suavemente sobre el río Urdón en el que veíamos numerosas pozas de agua cristalina. De frente teníamos el cerrado valle por el que transcurre la ruta en su mayoría. No tardando llegamos a otro puente similar sobre un arroyo que bajaba por nuestra izquierda y apenas traspasado éste encontramos otro sobre el río que nos colocó de nuevo en la margen derecha. Vimos algunos ejemplares de árboles creciendo de la misma roca y casi fundiéndose con ella. Algunos de ellos eran higueras en las que vimos gran cantidad de frutos aún verdes.
Llegamos al punto donde la senda abandona el valle principal para meterse en una vaguada de gran pendiente por la que serpentea la ruta en continuos zigzag. Desde la parte alta vemos bajar a mas personal siguiendo las eses del sendero. En los laterales vemos algunos murallones de caliza donde se agarran los arbustos. Cuando pensamos que la ruta sigue vaguada arriba, da un giro de 180 grados para meterse en la pared izquierda donde comenzamos a tener una buena caída hacia la parte que dejamos atrás. Una bonita vista hay del sendero serpenteante vaguada abajo hasta la confluencia con el valle principal. Aunque es difícil, hay que tener cuidado de no tirar piedras hacia dicho lugar por la que bajaban y subían mas personas, entre ellas Nati, que va a su paso. Por su parte, Miguel y Javier ya hace un rato que nos han dejado atrás y nos les vemos.
Alcanzamos poco después la zona de La Bargona, una punta desde la que vemos de nuevo el valle del Urdón extendiéndose a ambos lados bajo nosotros. En los riscos altos del mismo, bajo la cumbre del pico Cuetodave vemos una edificación, posiblemente perteneciente a la estación hidroeléctrica. También en una loma verde encima del último cañón que habíamos subido vimos un rebaño de ovejas. Viendo ahora unas fotos de la ruta del Tombu Robru compruebo que por encima de aquel lugar transcurre dicha ruta y que además comentamos en ese momento sobre un sendero que se veía. Eran las 12:45 horas.
La ruta dio otro brusco giro hacia una segunda vaguada mucho más abierta, en ella se trazaba un nuevo zigzag de gran desnivel que terminaba al lado de una torreta eléctrica. En esos momentos comenzaron a abrirse algunos claros por los que se colaba el sol, el mismo que nos haría sudar luego.
Nos dispusimos con calma a acometer este tramo donde vemos también el sendero armado en varios lugares. A éste le han echado piedras bastante irregulares por las que no es muy cómodo caminar. Poco a poco va despejando por completo el cielo y el sol hace mella en nosotros. Echando la vista arriba se hace aún más pesado el avance. Hacia atrás tenemos la vista del Cuetodave con 834 metros y más allá la alta cumbre del Virdio de Traslajara con 1214 metros de cota máxima. Teniendo en cuenta que la carretera está a 100 metros, es un desnivel considerable.
Según ganábamos altura crecía la caída desde el sendero llegando a ser de varios metros en vertical. En una de las cerradas curvas se emplaza el Mirador de Pilatos, balcón sobre el valle del Urdón donde hay un pequeño murete en el que nos detuvimos unos minutos para contemplar el paisaje, tomar un tentempié y descansar un poco. Al otro lado del valle se puede ver el canal del Río Urdón que transcurre a media ladera entre un gran bosque. Unos 15 minutos estuvimos allí sentados antes de retomar la subida cuando eran las 13:45 horas.
Nos quedaban aún algunas curvas antes de alcanzar la parte alta y yo iba ya reventado. El calor me estaba agotando por completo y me costaba bastante subir. Me lo tomaba con calma y de esa forma alcanzamos por fin la parte alta de aquel tramo, que no de la ruta ya que nos quedaban unos 200 metros de desnivel.
Pasamos al lado de la torreta eléctrica y por debajo de unas majadas. La senda iba ahora entre algo de pradera con matorral florido. Al lado de la misma también vimos una cueva excavada en la misma roca de unos 10 metros de largo. Ahora viendo una foto hecha dentro de dicha cavidad veo que tenía la cara completamente enrojecida del calor y el sol.
Escasos metros después divisamos el pueblo frente a nosotros y por encima. El camino dio un giro a la derecha y allí mismo nos encontramos en los invernales de Prías. Se trataba de unos edificios en ruinas situados bajo impresionantes paredes veteadas de gris, marrón y negro. En una fuente nos refrescamos, sobre todo Roberto, que llenó la visera y se la echó por encima. Eran las 14:20 horas.
Desde ellos subía serpenteante el sendero por una loma de verde hierba. No era muy larga, pero el cansancio ya se hacía notar y el calor seguía siendo sofocante. Tras alcanzar la parte alta volvimos a ver Tresviso del que ya nos separaban pocos metros y casi llanos. El sendero transcurría ahora entre matorrales y praderías, la Vega de Solmolino, hasta que llegamos a un pequeño merendero desde el cual se encontraba empedrado ya hasta el pueblo. En el merendero había un gran grupo de personas y una de ellas nos sacó una foto con Tresviso de fondo. Unos 200 metros nos separaban ya del pueblo en el que entramos cuando eran las 14:55 horas y con el podómetro marcando 4,600 Km.
Lo primero que comprobamos fue la cantidad de obras que se estaban realizando, tanto en casas como en las calles. En el centro del pueblo vimos un merendero cubierto en el que estaban Miguel y Javi comiendo. Allí nos acomodamos nosotros también para hacer lo mismo. En una de las vigas del techo de madera vimos pegado un caracol. Justo al lado había un muro de rocas con maleza abajo. A lo tonto me dio por buscar y entre los que cogí por allí y alguno mas durante el descenso, traje unos 40 ó 50 para probarlos este año, que no había tenido oportunidad de hacerlo y me encantan. Para llevarlos cortamos una botella de plástico y luego la tapamos con una bolsa.
Tras la comida y este rato de búsqueda del caracol, durante el cual vi una pequeña culebra, nos encaminamos hacia la parte alta del pueblo viendo sus calles y casas. Al lado del merendero está la gran iglesia. Algo por encima había un parque infantil donde alguno se estuvo columpiando. Por la parte norte del pueblo se elevaba el macizo de La Horcadura del Canto con 1268 metros de altitud. Tresviso se sitúa en los 848 metros.
Anduvimos por la parte alta por donde entra la única carretera que llega allí desde Sotres. También nos acercamos hasta el lugar desde donde se ve de nuevo el cañón del Urdón. Yo iba mirando las tapias y las zonas verdes buscando mas caracoles, aunque no abundaban. Bajamos de nuevo y nos acercamos hasta el bar. El cielo se había ido cubriendo y no tardó en comenzar a llover con fuerza, cosa que nos temíamos. En el bar tomamos un refrigerio y algunos compraron queso típico de allí. Yo llamé a José Antonio para ver donde andaba y decirle que comenzábamos a bajar ya. Me dijo que estaba metido en un monte entre maleza y con apenas sendero visible. Acordamos el lugar para recogerle en Potes.
Con la lluvia acompañándonos salimos del pueblo a las 17:00 horas. Las nieblas cubrían algunas de las cumbres más altas. Dejamos atrás el merendero y salimos al camino. Mas personal bajaba también ahora con capas y chubasqueros. Bajando el tramo hacia las majadas de Prías llamé a mi hermana Juli, la cual me dijo que también en León estaba medio nublado y había llovido nada más salir nosotros por la mañana.
Nada más pasar por las majadas comenzó a despejar y dejó de llover. Hacia el frente vimos el arco iris metido en el cañón bajo el Cuetodave. Yo llevaba la botella con los caracoles sujeta a la mochila y una bolsa a la cintura para coger los que fuese encontrando.
Llegamos así a la bajada zigzagueante del murallón. Dejamos atrás el Balcón de Pilatos donde habíamos parado a la subida y ahora nos acercamos hasta otro mirador de la parte contraria que caía hacia la vaguada baja. Allí había otra torreta eléctrica y un pequeño muro. Por no variar, estuvimos haciendo algunas fotos en plan cachondeo. Saltábamos del muro hacia arriba y sacábamos la foto en el aire. Quedaban unas posturas de lo más pintorescas.
Continuamos el descenso y llegamos a La Bargona donde se cambia de vaguada. Desde allí se tiene una amplia vista del cañón. Bajando hacia el siguiente tramo en zigzag estuvimos buscando caracoles entre la hierba al lado de la roca, pero apenas encontramos uno o un par de ellos. Durante el resto de la bajada pude encontrar unos cinco o seis. El sol ya no daba en aquella parte baja y había zonas oscuras. Miguel y Javi de nuevo se habían adelantado ya desde el pueblo y a Nati no la veíamos desde por la mañana subiendo esa misma zona. Ella siempre va a su aire hasta donde llegue.
Bajamos este empinado tramo serpenteando por la vaguada llena de pedreros hasta enlazar con el valle principal del Urdón. El sol se colaba entre las nubes que no habían desaparecido del todo. Sobre el río vimos los restos de un antiguo puente metálico. Enseguida pasamos el puente de piedra a la margen contraria y poco después el siguiente sobre el arroyo perpendicular. Por allí me quedé rezagado buscando caracoles. Como digo, no encontré muchos más, pero me dieron para probarlos.
No tardando divisé ya la central eléctrica y atravesé el último puente. Escasos metros mas adelante finalizaba la ruta donde ya estaba el resto de compañeros. Eran las 19:10 horas y el podómetro marcaba 12,710 Km.
Adelino fue por el coche y nos cambiamos tranquilamente. A las 19:30 horas nos pusimos en marcha hacia Potes por el bello desfiladero de La Hermida, pueblo que pasamos poco después. Cinco minutos antes de las ocho llegamos a Potes donde estaba José Antonio esperando. Se cambió en un momento y retomamos la marcha sin más. Decidimos hacer una parada ya después de subir San Glorio. Atravesando Potes me equivoqué y tuvimos que retroceder para coger la calle correcta.
Subiendo el puerto veíamos la parte alta completamente cubierta de nubes y niebla. Al llegar a esa altura se cerró ésta y comenzó a descargar una fuerte tromba de agua que nos hizo reducir la velocidad. A las 20:37 horas pasamos por el alto de San Glorio tras el cual comenzó a despejarse y dejó de llover. En el móvil recibí un mensaje de José Antonio para que parase en Portilla de la Reina y así lo hicimos. Estuvimos en el mismo bar de hacía una semana tomando un vaso e hicimos las cuentas de la salida. Unos 20 minutos después retomamos la marcha hacia León.
Sin novedades hicimos el trayecto hacia la capital donde llegamos poco después de las 23:00 horas. En Guzmán finalizamos el viaje de casi 180 Km. y nos despedimos hasta la siguiente salida en Julio.


























lunes, 12 de mayo de 2003

URDÓN-TRESVISO. (Cantabria). 11-05-03

 


1ª TRAVESÍA “URDÓN-TRESVISO”. (Cantabria).

11-05-03         (Domingo)

Este domingo hemos salido para cumplir otro de los objetivos marcados para este año dentro del calendario de actividades del club. En esta ocasión se trataba de una bonita travesía con la peculiaridad de tener que ascender un desnivel mayor que en algunas subidas a picos. En poco más de 4 kilómetros lineales se suben unos 850 metros de desnivel. La recompensa está en las increíbles vistas de las que se disfrutan a lo largo de toda esta ascensión.
Poco antes de salir de casa a las 6:30 horas recibí la llamada de Cristina que me dijo que ni ella ni Pablo podían ir por un malestar de este último. Esto nos hacía un leve trastorno ya que era uno de los que llevaba el coche. Para subsanarlo tuve que llevar yo la furgoneta y con ella recogí a Pepe y a Carlos Gil. Ya en Guzmán nos juntamos con el resto de los compañeros, Emilio, Eva y José Antonio.
Poco después de las 7:00 horas emprendimos el viaje hacia Urdón, en tierras cántabras. Tras parar a echar gasoil en Valdelafuente nos dirigimos a Mansilla donde nos desviamos con dirección a Riaño. Emilio iba por delante y nos sacó mucha ventaja. Al llegar a Riaño entramos en él por si habían parado allí, cosa que no resultó. Les llamamos para ver donde estaban y dijeron que acababan de pasar por allí mismo. Nosotros entramos a tomar café en un bar y quedamos en esperarnos en Potes. De nuevo en marcha subimos la parte leonesa del puerto San Glorio para comenzar enseguida a bajarlo por la cántabra. Era la segunda vez que bajaba este “retorcido” puerto lleno de curvas y más curvas. En él hice una parada para sacar una foto.
Tras descender los casi 20 kilómetros de puerto, llegamos a Potes donde estaban ellos. Allí paramos unos minutos y de nuevo continuamos por la nacional dirección Santander hasta llegar al impresionante desfiladero de La Hermida. En el mismo se encuentra la localidad de Urdón desde donde se comienza la ruta. Allí aparcamos los coches cerca de la carretera y nos preparamos para el ascenso. Numerosas personas llegaban y emprendían también la ruta.
A las 10:30 horas comenzamos nosotros a caminar metiéndonos por una pista que sale a la izquierda de la carretera según se va dirección Santander. Pocos metros después nos encontramos con la central hidroeléctrica de Urdón al lado de la cual pasamos. Aquí la pendiente no es fuerte y se llevaba bien. Tengo que apuntar que yo iba en baja forma y me lo tomé con mucha calma. Por un puente pasamos a la margen izquierda del río Urdón y a partir de aquí se va empinando el camino, aunque no tanto como veríamos luego. La vegetación es abundante en helechos, musgo etc., dado la proximidad del río. Enseguida atravesamos un puente romano sobre un arroyo que baja al río principal y muy cerca de él otro metálico sobre el mismo Urdón. El paraje del entorno invita a sacar algunas fotos.
De nuevo por la margen derecha del cauce vamos ganando altura cada vez más rápido. Así llegamos a la altura de una canal que parte hacia la derecha y por la que se mete el camino. Ahora sí comienza lo bueno. A partir de aquí los zigzag ascendentes nos acompañaran casi todo el resto de la subida. El camino esta cubierto de piedras con las que hay que tener cuidado no resbalar. El mismo va serpenteando a través de la Canal de Cerrosa ganando altura de forma exagerada. Por otro lado, los zigzag hacen que sea muy cómoda la subida que de otro modo sería agotadora. Al lado del camino vemos también algunas higueras cuyas raíces salen de la misma roca. Como apunte curioso diré que, desde muy abajo, veníamos viendo un reguero de sangre que suponemos fuese de algún animal herido, ya que si fuese de persona, mal le iba por la gran cantidad de se veía.
Con calma subimos esta canal hasta alcanzar la parte alta conocida como La Bargona. Desde allí se tiene una impresionante vista de la misma con los zigzag bien marcados. Al lado contrario del río y algo más altas, contemplamos unas casetas desde las que se desploma una tubería por la que cae el agua hacia la central. Esta agua viene por una gran acequia que transcurre por toda la ladera del cañón y que luego veríamos desde más arriba. Igualmente, y a pesar de la niebla alta, pudimos disfrutar de un amplia vista de los picos cercanos.
Echando la vista al frente vimos otra tramo de esta ascensión. Igualmente se trataba de otra ladera de fuerte pendiente con numerosos serpenteos del camino hasta la cima. Una línea eléctrica subía por mitad de la falda y el camino llegaba hasta el último poste que se veía en la cumbre. La ruta parecía una romería de personal que subía y algunos que bajaban.
De la mitad de la ladera hacia arriba, el camino estaba horadado en la misma roca y sobre base de rocas. En él se encuentra el Mirador de Pilatos, portentoso balcón sobre el río Urdón y su cañón. Desde allí sí contemplamos la canal llena de agua ladeando dicha garganta y que, curiosamente, parecía que en algunos lugares subiera en vez de bajar. La caía desde él es vertical por completo, teniendo que extremar el cuidado al asomarse. Por otro lado, y al igual que desde La Bargona veíamos la subida por la Canal de Cerrosa, ahora asombraba la vista de la subida de este último tramo.
Respecto a la marcha del grupo, apuntar que íbamos un poco desperdigados. Mientras que Pepe, Eva y yo subíamos juntos, a Carlos y a José Antonio no les veíamos ya. Por su parte, Emilio se dedicaba subir y bajar a su aire por el camino.
De esa forma alcanzamos la zona más alta de este tramo de la ruta. Aquí se suavizó la pendiente e incluso descendimos ligeramente. Habíamos llegado a los invernales de Prías, donde vimos algunas cabañas de pastores y un rebaño de ovejas pastando en los verdes prados que ya comenzaban a verse tras la escarpada subida anterior. Igualmente divisamos por fin Tresviso, para el cual aún queda un trecho considerable. Cercano al camino vimos una cueva picada en la roca artificialmente a modo de refugio. Al lado de una caseta había una fuente con pilón en el que había numerosos renacuajos.
Nos quedaba ahora el último tramo, por no variar, de subida serpenteante. Esta vez no eran muchos metros, pero tras lo ascendido ya, se notaba un cierto cansancio. Tranquilamente alcanzamos lo alto de aquella canaleta y tuvimos ya el pueblo “a tiro de piedra”. En poco minutos, y tras atravesar la vega de Solmolino, entramos en Tresviso cuando era la una de la tarde.
El enclave del mismo no puede ser más bello. Rodeado de altas cimas por la parte norte y con la vista hacia cañón por la sur, su único acceso por carretera es desde el pueblo asturiano de Sotres. Destaca de él la enorme iglesia en el centro del pueblo y todas sus típicas casas y calles en estado de reparación.
Cerca del bar encontramos a Carlos y a José Antonio. Desde abajo habíamos decidido subir a comer a las afueras del pueblo y así lo hicimos Carlos, Pepe y yo. Salimos por la carretera hasta situarnos por encima de éste y nos acomodamos en una rocas. El paisaje que contemplábamos mereció la pena el esfuerzo. Hacia el suroeste veíamos otro desfiladero que nos despistó por completo. Pepe decía que era el mismo de río Urdón, lo que a mi no me parecía. Incluso estaba convencido que podía ser el río Duje. Luego saldría de la duda.
Tranquilamente comimos disfrutando de toda esta belleza paisajística. El pueblo estaba rodeado de verdes pastos por casi todos los lados y en ellos veíamos numerosas ovejas y cabras. Lo que no vimos, cosa rara, fueron vacas. Por la carretera llegaban numerosos caminantes, muchos de ellos seguramente haciendo la ruta completa desde Sotres hasta Urdón. Después de un buen rato llegaron Eva, Emilio y José Antonio uniéndose a nosotros en la comida.
Como anécdota divertida contaré que, queriendo sacar una foto de los picos cercanos, me quitó Carlos las intenciones diciendo que esperase a que se quitase un poco más la niebla. Por hacerle caso, luego casi los saco más tapados si cabe.
Tras comer bajé hasta el borde de aquella atalaya para ver el desfiladero del que teníamos dudas. Pude comprobar que realmente se trataba del mismo que veníamos viendo durante toda la ruta y que despistaba por la perspectiva cambiante del lugar desde donde se mirase.
De nuevo arriba, y tras terminar de comer todos y descansar, emprendimos el descenso. En una casa cercana, con en muchas de las del pueblo, vimos una letrero donde se anunciaba la venta del conocido queso picón tipo Cabrales y miel. Nos acercamos hasta ella y compraron un queso para tres de ellos. ¡Como olía!
Bajamos luego por las calles del pueblo y en el bar tomamos un café y compramos unas bonitas postales en las que se ve la ruta prácticamente completa con sus zigzag. Tenían también grandes y maravillosos posters, pero para bajarlos sin doblarlos era incomodo. En otra casa no sé quien compró incluso huevos de gallina, que también vendían por allí.
Poco después de las 16:00 horas emprendimos el descenso por el mismo lugar. Igualmente había una romería de personal bajando como nosotros. Atravesamos la vega de Solmolino y bajamos los primeros serpenteos hacia los invernales de Prías. De nuevo echamos un trago de agua en la fuente y bordeamos la loma hasta alcanzar el punto más alto de los siguientes culebreos hacia La Bargona.
En una curva del camino nos juntamos todos y saqué una foto del grupo con el trípode y el disparador de la cámara. Como la temperatura era muy agradable, yo llevaba la cazadora y la sudadera del club medio metidas en la mochila. Pues bien, ya más abajo oímos como alguien nos gritaba a ver si habíamos perdido una sudadera ya que veían que era de León y habían estado ellos antes hablando con alguno de nosotros. Enseguida me di cuenta de que era la mía y esperé a que llegasen. Al fin y al cabo tuve suerte.
Al mirar hacia atrás vimos la niebla, como si hubiese estado esperando a que saliésemos, tapando de nuevo el pueblo. Volvimos a pasar por el Balcón de Pilatos y sin novedades alcanzamos la punta de La Bargona. Aquí nos separamos un poco unos de otros. Carlos ya había tirado el solo por delante y Pepe y yo hicimos lo mismo. Mientras, quedaban por detrás Eva, José Antonio y Emilio que estaba sentado allí mismo. Nosotros dos nos aceleramos un poco por la canal de Cerrosa atajando incluso en varias curvas del camino y alcanzamos a Carlos casi abajo. Así llegamos a la confluencia de esta canal con el cañón del Urdón por el que transcurre el resto de la ruta.
En el río, como ya apunté antes, se pueden disfrutar de unos rincones realmente preciosos donde las pozas se alternan con algunos rápidos de agua cristalina. Al llegar a la altura del puente romano paramos unos minutos a sacar unas fotos en él. Aquí nos alcanzó José Antonio. Poco nos quedaba ya para llegar a la central eléctrica cercana a la carretera. Tras pasar a su lado, llegamos a los coches poco antes de las 18:00 horas. Eva y Emilio llegaron pocos minutos después, por lo que también tuvieron que haber acelerado el paso. Allí se unía el río Urdón al Deva con un contraste de aguas limpias y turbias muy destacado.
Nos cambiamos de calzado y ropa sudada antes de emprender el regreso. En el coche olía a cabrales a pesar de llevarlo bien envuelto en varias bolsas. Para dar la vuelta, y como estábamos entre curvas, tuve que seguir unos dos kilómetros hasta encontrar donde hacerlo sin riesgo.
A través del bello desfiladero de La Hermida nos fuimos acercando hasta la entrada a Potes donde Emilio paró a echar gasolina. Carlos proponía volver por Cervera de Pisuerga hasta Osorno y coger la autovía a León, pero preguntando en la gasolinera nos dijeron que no merecía la pena por el rodeo y por la carretera que había. Entramos entonces al centro de Potes y paramos a dar una vuelta y tomar algo en una cafetería. Pudimos ver numerosas tiendas abiertas con productos típico de la zona a la venta. Yo compré unos sobaos pasiegos y una quesada. Abundaban también los licores de gran variedad de sabores, pero eran bastante caros, como casi todo el resto. Paseamos por algunas calles y pasamos sobre un puente romano. Yo saqué la última foto del carrete a la fachada de la enorme iglesia.
Poco antes de las siete emprendimos de nuevo el regreso a León. Emilio ya había salido minutos antes y no le dimos ya alcance. Optamos por volver entonces por el mismo San Glorio. De nuevo encontramos las numerosas curvas de este puerto que subimos casi mejor que bajamos. En los últimos metros nos envolvió la niebla hasta alcanzar la cima. A partir de aquí, y ya en León, lucía un espléndido sol.
Sin novedades fuimos pasando por Riaño, Cistierna hasta llegar a Mansilla. Ya en Puente Villarente encontramos una caravana de varios kilómetros y decidí meterme por la carretera hasta Villarroañe para coger luego en Puente Castro la ronda sur. Pasé por casa a dejar las cosas y llevé luego a Pepe y a Carlos antes de encerrar la furgoneta.
Con ello cumplimos otro de los propósitos para este mes dentro del club. Como he dicho en más de una ocasión, una lástima que no se anime más personal para ello.