lunes, 23 de agosto de 2010

TESORERO (Fuente Dé) - 22-08-10

 


1ª ASCENSIÓN AL PICO “TESORERO”.

22-08-10        (Domingo)

Al igual que el pasado año, hemos hecho otra incursión en el Macizo Central de Picos de Europa para ascender dos de sus numerosas cumbres destacables, el pico Tesorero y Horcados Rojos. Este último solo lo subieron dos de los compañeros que íbamos.
Tras el fracaso de conseguir personal suficiente para marchar el día antes a pernoctar, decidimos madrugar el domingo un poco más e irnos ese mismo día. Cinco fuimos los animados en esta ocasión para ir a dicha zona: José Antonio, Silvano, Nati, Mateo y yo. Nati hacía casi un año que no salía con nosotros tras el accidente sufrido en noviembre pasado en San Justo, aunque por su cuenta ya había comenzado a hacer algunas excursiones.
A las 6:30 horas quedamos para salir de Guzmán recogiendo a Nati poco después cerca de casa. Decidimos ir por el Torío para luego atravesar a Boñar y salir a la carretera de Riaño después. La fortuna hizo que llegásemos al pantano en el momento en el que el primer rayo de sol aparecía tras las montañas y se reflejaba en el agua creando un lienzo de color indescriptible. Eran las 7:50 horas. Saqué varias fotos de este momento y retomamos la marcha para detenernos en la localidad cercana a llenar el depósito de la furgoneta. Numerosa juventud quedaba en las calles tras la noche celebrando las fiestas de Riaño. Por otro lado, no encontramos ni un bar abierto donde tomar un café.
Salimos del pueblo por la nacional hacia el puerto de San Glorio en cuya cima entramos en la provincia Cántabra. Nos detuvimos un minuto en el mirador desde donde se podía ver un inmerso mar de nubes bajo nosotros sobre el valle de Liébana. La bajada del puerto se encuentra en obras con tramos levantados y llenos de baches que nos redujeron la marcha. Tras más de 25 Km de descenso llegamos a Potes por el que pasamos sin detenernos a las 9:30 horas. Allí cogimos el desvío hacia Fuente Dé parando de camino en Espinama a tomar un café. Sin más retomamos la marcha para recorrer los escasos 4 Km. hasta Fuente Dé, 1078 m, donde llegamos a las 10:10 horas.
Aparcamos en el lugar destinado para ello y nos preparamos para la ruta. Nos acercamos luego al teleférico donde sacamos los billetes antes de subir en el mismo y comenzar el viaje de poco más de tres minutos hasta la parte alta, 1834 m. Desde allí se tiene una amplia vista de la parte baja situándose en una plataforma de rejilla sobre el vacío donde impresiona colocarse. Nos sacaron unas fotos y cuando eran las 10:45 horas emprendimos la marcha por el ancho camino que se adentra en el macizo.
Desde allí mismo se pueden contemplar ya varias cumbres, entre ellas el Tesorero y Horcados Rojos así como Peña Vieja. Las nubes y los claros se alternaban en el cielo y el calor ya se hacía notar. El camino fue girando a Este y llegamos a las cercanías de la collada de Covarrobres que da paso a la vega de Áliva que Nati iba a recorrer como ya hiciera la vez de Peña Vieja. El resto seguimos el camino que se metía bajo las escarpadas paredes de la Peña Olvidada. Al otro lado de los Hoyos de Lloroza, en los que se podían ver las lagunas medio secas, se elevaban las cumbres de Remoña y La Padierna entre otras.
A la sombra de la Peña Olvidada, y bajo sus paredes y pedreros, fuimos avanzando hacia el Norte por la zona conocida como La Vueltona y desde donde vimos una de las lagunas con algo de agua bajo nosotros. Entre enormes rocas desprendidas de los paredones transcurre el camino que va subiendo suavemente hasta que remonta una fuerte pendiente zigzagueando ya por debajo del cresteo de Peña Vieja. Fuimos dejando atrás a algunos caminantes más y llegamos a la bifurcación que se desvía hacia La Canalona y Peña Vieja.
Por el ramal que se dirige hacia el refugio de Cabaña Verónica, ya visible, continuamos la marcha descendiendo unos metros con el paredón de Horcados Rojos frente a nosotros y más al fondo la pirámide del Tesorero. Remontamos la cuesta arriba dejando luego el ramal hacia el refugio y subiendo hacia la collada de Horcados Rojos, 2343 m, a la que llegamos cuando eran las 12:40 horas. Desde allí tuvimos una amplia y bonita vista del Naranjo de Bulnes y del Jou de los Boches bajo nosotros. Estábamos en el límite provincial de Cantabria y Asturias.
Allí nos detuvimos unos 20 minutos a tomar un tentempié mientras las chovas se acercaban a nosotros a ver si se escapaba algo que comer. Retomamos la ascensión hacia el Tesorero bajando unos metros hacia atrás para coger el sendero que subía a la cumbre. El mismo bordeaba unos hoyos y trepamos un tramo rocoso donde los hitos de piedras marcaban la ruta. Nos cruzamos con algunos montañeros más que ya descendían de la cumbre. Luego el sendero bordea la cima de Los Urrieles hasta alcanzar el collado entre éste y la cumbre del Tesorero. Por debajo de nosotros teníamos un gran nevero en la ladera de un hoyo.
Nos quedaba la última y más pendiente subida a la cumbre en la que encontramos roca y piedra fina por la que se patinaba fácilmente. Cada uno eligió un itinerario diferente para subir aquel tramo. Yo me metí en una canal que me parecía fácil y por la que tuve una pequeña trepada que sorteé como pude. Así fuimos ganando altura y por fin alcanzamos la cumbre del Tesorero a las 13:50 horas.
En la misma había una cruz medio caída, un buzón y una placa con el nombre y altitud, 1570 m. En esos momentos no había nadie en la cima. Al poco llegó un joven al que pedimos que nos sacase unas fotos. La vista era espectacular divisando cumbres hacia todos los puntos cardinales. Por numerar algunas, y dentro del aquel Macizo Central, teníamos La Palanca, Llambrión, Torrecerredo, Naranjo, Peña Vieja, Horcados Rojos, etc, etc. Tras el desfiladero del río Cares se elevaba la cota de Peña Santa, en la que poco más tarde ocurriría un accidente mortal, como sabríamos al día siguiente. Al Sur, en la Cordillera Cantábrica, podíamos ver cumbres como la del Curavacas, Espigüete, Coriscao, Vallines o el Murcia. Abajo, al fondo, podíamos ver también la zona alta del teleférico así como la mayor parte de la ruta recorrida.
Como estábamos indecisos si subir o no a Horcados Rojos, decidimos comer allí mismo y ya veríamos. Luego José y yo nos acercamos hasta la cota Este cresteando por la cima. Unas paredes verticales caían hacia el Hoyo Grande Cimero con sólo un pendiente sendero de descenso hacia el mismo.
Regresamos a la cumbre y a las 15:10 horas emprendimos la bajada. Esta vez nos echamos hacia la ladera Norte bajando una pequeña canal hasta salir a los pedregales por los que se patinaba con la grava. Pasamos alguna zona estrecha de roca y enlazamos luego con la ruta de ascenso ya en la cresta. Del Este habían ido apareciendo algunos nubarrones negros que podían amenazar tormenta. Rodeamos los numerosos hoyos por debajo de Los Urrieles con dirección a la collada de Horcados Rojos. De camino íbamos decidiendo si subir o no al pico del mismo nombre. Ninguno estaba muy animado a ello, pero al final Silvano y José se decidieron. Yo me quedaba con las ganas, pero la pendiente a su cumbre me echaba atrás y decidí dejarlo para otra ocasión.
Sin llegar a la collada, Mateo y yo atajamos por otro sendero hasta enlazar con el de subida. Habíamos acordado acercarnos hasta el refugio de Cabaña Verónica y al llegar a su desvío nos dirigimos a él por la roca. A las 16:25 horas llegamos al mismo donde no pisaba desde hacía unos 25 años. Allí pedimos un refresco y un café y nos sentamos en una mesa exterior con bancos a contemplar y disfrutar del paisaje mientras esperábamos por los compañeros.
Poco más de media hora después les vimos bajar ya por el sendero y nos encaminamos a su encuentro llegando a la confluencia a un tiempo. Sin más retomamos la marcha bajando por la senda bajo las cumbres y encima de los hoyos con neveros. El cielo se había ido cubriendo aunque no amenazaba lluvia. En el descenso nos unimos a una pareja con la que nos habíamos cruzado de camino a la cumbre y con ellos bajamos un trecho. Silvano y Mateo se habían adelantado y quedamos José y yo por detrás. Bajamos el tramo empinado antes de La Vueltona metiéndonos bajo las paredes de Peña Vieja y Peña Olvidada. Allí saqué una bonita foto con el flash de un cardo florido y la peña de fondo. En la misma pudimos ver un gran hueco que pasaba la roca de lado a lado.
El camino se allanó ya por encima de los Hoyos de Lloroza por entre los cuales se veía otro sendero por el que José Antonio opinaba ir. No me convencía la idea ya que íbamos algo ajustados de tiempo y además los compañeros ya estaban por delante. Sí que nos desviamos unos minutos hasta la collada de Covarrobres para ver parte de los Puertos de Áliva, ruta que tengo ganas de hacer. Allí entablamos conversación con un matrimonio de Cantabria que estaban recorriendo la zona de Picos de Europa en plan turístico y les comentamos un poco las posibilidades en la parte leonesa. Se nos unieron en el último tramo de bajada al Cable. En éste vimos como la niebla se metía por el Sudeste tapando las cumbres de Remoña y otras cercanas formando unos bellos efectos luminosos.
A las 19:10 horas llegamos nosotros al teleférico donde ya llevaban un buen rato Silvano y Mateo. Sin más nos pusimos a la cola de bajada y en pocos minutos estábamos descendiendo por el mismo. Es realmente impresionante la vista vertical que se tiene de la parte baja. En tres minutos nos llevó a Fuente Dé donde nos dirigimos al coche para cambiarnos antes de emprender el trayecto a Espinama. En la parte alta se iban acumulando las nieblas a pasos agigantados.
Llegamos a esta localidad sobre las 19:45 horas. Aparcamos y entramos a la terraza del hostal en el que habíamos estado el pasado año. Allí estaba ya Nati tomando un refrigerio y nos unimos a ella. Una media hora más tarde emprendimos el viaje a León. Comentamos la posibilidad de hacerlo por Cervera de Pisuerga, pero eran más kilómetros y desistimos. Atravesamos Potes y emprendimos la subida de San Glorio. Con cautela y sorteando los baches de algunos tramos fuimos ganando altura hasta entrar en la provincia leonesa. Ya en Llánaves, a las 21:20 horas, nos detuvimos unos minutos a coger y beber agua en la fuente. Casi anochecido retomamos el viaje hacia Riaño y Cistierna. Antes de llegar a esta localidad nos desviamos de nuevo a Boñar, pero luego nos encaminamos hacia Puente Villarente en vez de hacerlo por La Vecilla.
Sin novedades hicimos este tramo llegando a la capital sobre las 23:20 horas. En Guzmán terminamos el viaje y con él esta larga y fructífera jornada de montaña.    



















lunes, 9 de agosto de 2010

NOCTURNA "TEJEIRA- REFUGIO DE CALES - PEÑA RUBIA" 07/08-08-10

 


XVIII TRAVESÍA NOCTURNA. 2ª TRAVESÍA “TEJEIRA-REFUGIO DE CALES” - 1ª ASCENSIÓN A “PEÑA RUBIA” (Diurna).

07/08-08-10

Como segunda marcha nocturna de este año hemos repetido una ruta realizada hace dos años en invierno y truncada en aquella ocasión por la climatología. Esta vez resultó según lo previsto haciendo dicho tramo por la noche y completándolo con la ascensión diurna a Peña Rubia. Tan solo cuatro nos animamos a realizarla: José Antonio, Mª Jesús, Álvaro y yo.

SÁBADO 7
Sobre las 20:30 horas llegaron Álvaro y José a mi casa donde dejaron el coche del primero. En mi furgoneta salimos en busca de Mª Jesús a la que recogimos antes de emprender el viaje de 160 Km. hasta Tejeira. Por la nacional circulamos hacia Astorga donde enlazamos con la autovía de La Coruña. Con un molesto sol frente a nosotros fuimos restando kilómetros dejando atrás el puerto Manzanal, Bembibre y Ponferrada. Al llegar a la altura de Corullón abandonamos la misma para llenar el depósito de gasoil reincorporándonos enseguida para recorrer el corto trayecto hasta Villafranca del Bierzo donde salimos de ella definitivamente.
Atravesamos esta villa y salimos por una estrecha y serpenteante carretera que enseguida nos metió en el cañón del río Burbia ya anochecido. En la misma hicimos una breve parada en una fuente de donde bebimos un agua fresca. Al llegar a Villar de Acero nos desviamos por el desfiladero del río Tejeira en el que la vegetación formaba un túnel sobre nosotros en varios tramos.
A las 23:20 horas entramos en Tejeira, 1008 m, donde aún había personal en sus estrechas calles. Aquí José Antonio tenía una vecina conocida de él que nos había ofrecido la cochera para meter la furgoneta esa noche. Al final desechamos esta opción ya que queríamos cenar antes, cambiarnos, etc y dejar todo lo que no se necesitara en ella y se iba a hacer un poco tarde. Se lo agradecimos igualmente y subimos hasta la ermita cerca de la cual hay una fuente y merendero con espacio para dejar la furgoneta cómodamente. Estuvimos sacando unas fotos de la iglesia y nos acomodamos para cenar en uno de las numerosas mesas del recinto. Tras la misma recogimos todo y nos preparamos para la marcha.

DOMINGO 8
A la una en punto comenzamos a caminar saliendo a un camino que enseguida comenzó a subir por encima del pueblo hacia el norte. La noche estaba estrellada y no hacía frío alguno. No tardó el camino en dar un giro hacia al lado opuesto, lo cual no me concordaba con la dirección a seguir. José Antonio, conocedor de la zona, seguía avanzando, por lo que suponíamos que no íbamos mal. Además, la ruta prevista era muy corta, así que, si se alargaba un poco no pasaba nada. Aún así continuamos avanzando siguiendo los vaivenes del mismo hasta que por fin llegamos a un punto que ya me resultó conocido. Estábamos en el cruce al que habíamos llegado Roberto, Álvaro y yo en aquella ocasión ya de regreso del refugio y tras haber variado la ruta de ascenso a propósito. Del mismo salía un ramal hacia Porcarizas y otro que regresaba a Tejeira y enlazaba también con el del refugio. Allí estaba el depósito de agua para incendios y un pilón para el ganado. Era la 1:50 horas.
Retomamos la marcha por una ancha pista recién arreglada que descendía un poco y que iba dando un giro de casi 180 grados. Encontramos varios tramos con helechos y arboleda en las márgenes del camino. A las 2:15 horas llegamos al enlace de esta pista con el camino que subía de Tejeira y por el que teníamos que haber salido. Al igual que en el otro cruce, varias señales indicaban las distancias a diferentes pueblos y lugares cercanos. En éste había un error ya que al refugio de Cales al que íbamos le denominaba Las Charcas, siendo éste el situado bajo el pico Tres Obispos y en el que habíamos estado también nosotros en una ruta desde Porcarizas. A él marcaba 2,5 Km.
Unos metros después había otra bifurcación y había que subir por la derecha. En cambió oímos una cascada por la parte baja y nos acercamos a verla todos salvo José Antonio que esperaba en el otro ramal. Caía ésta por la pared derecha hacia el camino que atravesaba por una alcantarilla para seguir valle abajo. Allí mismo encontramos una mata de zarzamoras con frutos que comimos.
Retrocedimos unos pocos metros para retomar la subida por el camino correcto que se empinaba en aquel tramo. No tardamos en encontrarnos con unos enormes surcos que destrozaban el firme por completo y que según supimos habían sido provocados por una tormenta que había descargado en la zona hacía un mes escaso. José Antonio comentó que le parecía haber visto una luz por detrás de nosotros en la ladera. Aunque improbable, podía tratase de algún todoterreno que subiese a algún pueblo de los valles cercanos. Más arriba se suavizó la pendiente y encontramos algunos árboles cerca del camino así como más helechos y algunas plantas floridas.
A las 3:15 horas llegamos al refugio de Cales, 1300 m aprox. Este edificio de piedra consta de dos habitáculos separados. En uno de ellos hay una mesa con bancos, dos literas y una chimenea. En el adyacente encontramos dos literas, una mesa con bancos y una cocina de leña o carbón. En ambas había un cable con una bombilla para ser usada con batería. Fuera se encuentra una fuente de piedra de la que bebimos agua fresca.
Tras la primera ojeada nos distribuimos para dormir. Mientras José Antonio se iba al primer cuarto, nosotros quedamos en este segundo. Mª Jesús se acomodó encima de la mesa mientras Álvaro y yo lo hacíamos en las literas. En la pared cercana a la de abajo donde yo estaba había un agujero y cerca excrementos de ratón. Tras limpiarlos cogí un taco de madera y lo metí bien apretado en el agujero. No quería sorpresas a media noche. También había alguna araña que otra.
Ya pasaban algunos minutos de las cuatro cuando quedamos en silencio. Yo llevaba la almohada hinchable, pero no terminaba de acomodar. Dormí regular y desperté varias veces. Con el saco hacía calor, pero sin él por la mañana refrescaba. Así se pasó la noche.
Me levanté a las 8:40 horas y salí fuera viendo un cielo despejado por completo. No estaba nadie despierto y a José Antonio no le vi fuera, aunque luego supe que ya estaba por arriba investigando la subida. Yo me encaminé por el camino que continuaba hacia arriba y que terminaba poco después en un descampado desbrozado hasta el que habíamos llegado aquel invierno. Enseguida apareció el sol por detrás de las lomas y comenzó a iluminar las laderas cubiertas de matorrales multicolores. Al poco llegó José y subimos unos metros entre ellos sin ver camino claro. Él siguió más arriba mientras yo decidía no agotarme ya de mañana. Por encima, en las rocas, vi una manada de corzos correr entre ellas y escuché algunos berreos.
Regresamos luego al refugio donde se fueron levantando los compañeros y desayunamos. Luego recogimos todo y cuando eran las 10:50 horas emprendimos la ascensión a Peña Rubia. Comenzamos a subir por un sendero casi imperceptible que ya había explorado José y que seguía la manguera que surtía a la fuente. Nos metimos entre matorral con el que “nos peleamos” en algunos tramos. La dirección que llevábamos era más bien Noreste hacia la vaguada del riego de los Teixos. La pendiente se hacía notar y el calor ya era considerable.
Tras unos minutos metidos entre aquella selva salimos a cielo abierto encontrándonos con un inmenso helechal que cubría buena parte de la loma. Nos encontrábamos en la ladera Oeste del valle de Teixos e íbamos subiendo directamente hacia la cresta de la misma. Arriba se veía una collada que equivocaba en esos momentos con la de Cardiadelos, situada en la misma cabecera del valle. Más tarde me sacó José del error y ahora, estudiando el mapa, lo veo más claro.
Poco a poco fuimos ganando altura entre helechos y matorral que a veces dificultaba el avance. Cada vez íbamos contemplando más ampliamente el valle y la ruta por la que habíamos subido por la noche. En la ladera contraria era impresionante ver como los helechos formaban una gran mancha que destacaba por su color entre las escobas de otra tonalidad. Más arriba nos metimos en un pedregal estrecho y largo por el que no se subía mal del todo. Enseguida vimos algunas casas de Tejeira en el fondo del valle. La ultima parte era muy pronunciada y a mí me estaba costando trabajo subir. Es por ello que me tiré más diagonalmente y haciendo unos zigzag alcanzamos por fin aquella collada que en el mapa marca como Colangros de Brego. Sigo apuntando que en aquellos momentos estaba convencido que era la otra collada y en las grabaciones de la cámara así lo reflejan. Allí la altitud era de unos 1650 metros aproximadamente mientras que la otra tenía 1602 m. Estábamos además en el límite provincial con Lugo, cuyos valles se extendían hacia el noroeste. Una cinta electrificada, pero no conectada, dividía los pastos de ambas provincias. Eran las 12:00 del mediodía.
Además de los valles lucenses podíamos ver varias cumbres de la sierra de Los Ancares en la que nos encontrábamos. Hacia el Noreste emergían las cumbres de La Trapa, Tres Obispos, Las Charcas y tras ellos la cima del Miravalles. Siguiendo el cresteo contrario, y tras algunos picachos intermedios, se elevaba la cumbre de Peña Rubia.
Dejamos las mochilas allí y nos encaminamos unos metros hacia el Este subiendo por la loma hasta alcanzar un picacho cercano. Desde el mismo pudimos ver la verdadera collada de Cardiadelos. Nos sacamos unas fotos hacia ambos lados de la sierra y emprendimos el descenso a la collada para retomar la marcha a la cumbre casi media hora después de llegar a aquella cota.
Comenzamos a subir por la ladera entre escobas bajas y siguiendo un sendero bastante marcado. El calor se hacía notar, pero soplaba un vientecillo agradable. En este tramo nos cruzamos con un joven que ya bajaba de la cumbre y que había subido por el valle por el que luego bajaríamos nosotros. Era familiar de un vecino del pueblo con el que habíamos estado la noche anterior. Siguiendo la senda nos fue llevando por varios cerros con poco desnivel entre ellos. Pasamos al lado de un rebaño de vacas que pastaba cerca de la cresta. Álvaro se fue adelantando y llegó a la cumbre varios minutos antes que nosotros. El último tramo se empinaba con paredes verticales hacia la parte leonesa.
La senda se dirigía por la parte Norte bordeando la cumbre en sí. José Antonio lo cogió a directo mientras Mª Jesús y yo seguíamos esta vereda que nos dio un buen rodeo hasta situarnos en la cara contraria. Por esa parte encontramos roca entre la que subía dicho sendero que nos llevó a la cumbre cuando eran las 13:25 horas. En la misma encontramos una placa en memoria de un montañero ya fallecido pero ninguna otra señal de cumbre.
La vista era espectacular hacia cualquier punto. Se podía divisar la mayor parte de la sierra de Ancares así como otros macizos más al sur. Igualmente se veían varios pueblos de la provincia colindante y un tramo de la autovía de La Coruña. También era visible Tejeira en el fondo del valle. Hacia el mismo se desplomaban las paredes verticales de las que había que cuidar no acercarse.
Nos sacamos unas fotos en la cumbre con los paisajes de fondo. En un hueco entre rocas improvisamos un buzón colocando algunas piedras más como cierre. También apunto que yo llamé a mi madre para felicitarla en el día de su cumpleaños.
Tras una hora en aquella cima de 1822 metros de altitud, la abandonamos por el sendero por el que habíamos subido Mª Jesús y yo. Enseguida encontramos las marcas de vehículos todoterreno que llegaban hasta la misma zona de rocas por esa parte. Bajando por ellas enlazamos con un ancho camino que comenzaba a bordear las cimas de Os Penedois y O Outeiro. En ese tramo nos calentó bien el sol del mediodía. La vista de Peña Rubia seguía siendo bonita ya que por esa parte la loma bajaba suave y estaba llena de matorral florido con varios matices.
Mas adelante se bifurcaba la pista en un punto donde el límite provincial abandonaba la línea de cumbres de la sierra. Desde allí bajaba la vaguada del arroyo de la Peña Cabalar por la que íbamos a descender, aunque no desde ese punto. Seguimos avanzando unos metros más por el camino hasta desviarnos ya cerca de la Peña Cabalar y meternos a la vaguada un poco más oblicuamente. Ahora la cumbre de Peña Rubia ya quedaba oculta por la cima redonda de Os Penedois.
Siguiendo otro sendero fuimos perdiendo altura hasta meternos de lleno en un inmenso mar de helechos cuyo verde destacaba entre los demás matojos más marrones. Realmente fue un rincón que me encantó y que fotografié desde diferentes ángulos. Enseguida encontramos algunos arroyos que manaban allí mismo.
Teníamos que tener en cuenta coger el sendero bueno que según nos había comentado aquel joven, iba por la parte izquierda de la vaguada. Si nos metíamos mal nos encontraríamos con desplomes de varios metros. Aquella zona es glacial y tiene numerosas terrazas de mucho desnivel entre ellas. De hecho nos costó un rato dar con dicho sendero y tuvimos que retroceder unos metros en su busca hasta encontrarlo. Nos metimos de lleno entre matorral alto durante unos minutos antes de llegar a la siguiente “llanura”. Tras pasar una pradera entramos de nuevo en la vegetación bajando una vez más el fuerte desnivel entre altiplanos. Teníamos pensado llegar a comer al refugio de Peña Cabalar donde también había merendero. Yo tengo mucho aguante sin comer, pero no sé si era el calor o qué, estaba desfalleciendo ya, y eso que aún me quedaba agua y sabíamos que allí había fuente. En una de las veces que paré a beber me quedé un poco rezagado.
Por fin, tras salir de esta zona herbosa, apareció el merendero a la vista. En pocos minutos, y cuando eran las 16:10 horas, llegamos al mismo. En él encontramos a varias personas que habían subido por la pista en todoterreno a pasar el día. Eran vecinos del pueblo o visitantes que habían comido allí y pasaban la tarde. Además de varias mesas había una parrilla y una fuente con cinco salidas, cada una recogida en un manantial diferente y bajada por tubería hasta allí. Tenían diferentes propiedades medicinales, según rezaban unas placas sobre ellas. Sólo una de ellas echaba un buen chorro, de otra caían unas gotas y las demás estaban taponadas por lodo que se había acumulado en las tuberías, según nos comentaron aquellos lugareños. De la que se podía coger era ferruginosa y bien se notaba en el fuerte sabor metálico que tenía. No me gustaba mucho, pero era lo que había. El refugio era similar al de Cales. Este solo tenía un cuarto con chimenea, litera y mesa y estaba un poco mejor adecentado. Las paredes eran de piedra pero interiormente estaba revocado.
Para comer buscamos una sombra que escaseaba en el lugar. En una de las mesas habían hecho una especie de parasol con ramas y nos la ofrecieron. Las demás estaban al sol. Nos sentamos en la misma y nos dispusimos a comer tranquila y cómodamente.
Dos horas después de llegar al paraje aquel emprendimos la bajada. Nos habían dicho que había un camino que salía de la pista poco más abajo y que iba más directo al pueblo sin dar el rodeo de la pista. Con la atención puesta en su busca comenzamos a bajar sin encontrar ninguna señal del mismo. Tras un brusco giro de la pista llegamos a una bifurcación, pero era el desvío que subía hacia Las Alzadas de Villar de Acero. Al poco de dejar este cruce vimos salir una senda hacia el fondo del valle, pero como nos habían dicho que era camino, no la cogimos. Además José Antonio no esperaba por nadie y ya iba por delante a su aire.
Vimos cómo la pista nos llevaba a la cabecera del valle principal, en dirección contraria al pueblo pero sabiendo que terminaríamos en él. Ya bastante abajo vimos un camino que se desviaba con esa dirección y decidimos cogerlo. De José ya no sabíamos nada, si había seguido por la pista o se había desviado también allí. Nosotros nos metimos entre prados cercados por pequeñas tapias de piedras o sebes de zarzas. Llegamos luego a otra bifurcación en la que uno de los ramales, el que se dirigía al encuentro con la pista, tenía un paso canadiense para el ganado. Decidimos girar hacia el otro entrando entre arboleda y matorral alto que casi nos impedía el paso. Fue unos metros más adelante cuando tuvimos que salir a los prados para poder continuar cómodamente. En los mismos había alambres para el ganado algunas de ellas electrificadas.
No tardamos en volver al camino en el que nos cruzamos con un pequeño grupo de personas que iban de paseo y a merendar en el valle. Dejamos atrás una huerta con algunos frutales y de pronto nos topamos con un rebaño de vacas y terneros frente a nosotros. Tuvimos que retroceder unos metros y meternos a un prado para dejarlas paso por el estrecho sendero. Enseguida divisamos las primeras casas del pueblo ya a pocos metros por delante de nosotros y algo por debajo, ya que el sendero transcurría un poco a media ladera. Hacia atrás podíamos contemplar a contraluz la cumbre de Peña Rubia y parte del cordal de ascenso.
Poco a poco fuimos descendiendo hacia él y nos encontramos con una presa del arroyo cerca de la confluencia de la senda y el camino que entraba al pueblo. A las 19:40 horas entramos en Tejeira por una calle en la que vimos varios hórreos. Nos dirigimos hacia la parte contraria saludando a varios vecinos que pasaban la tarde a la sombra. Subimos al lado de la iglesia con una bonita espiga y salimos por el camino hacia la ermita y merendero. Para llegar a ella había que subir unos metros que ya costaban tras la marcha. A las 19:50 horas terminábamos la ruta al lado de la furgoneta y la ermita.
Allí sentados al lado de la fuente había un numeroso grupo de jóvenes de charla. José Antonio nos llamó para decirnos que estaba en el bar esperando. Nosotros nos cambiamos tranquilamente y yo saqué varias fotos de la ermita así como de la cumbre y el pueblo a contraluz. Tras ello bajamos en la furgoneta hacia el centro del pueblo donde aparcamos y nos dirigimos al bar del mismo. En él nos tomamos un merecido refrigerio e hicimos las cuentas de la excursión.
Escasos cinco minutos faltaban para las nueve de la tarde cuando emprendimos el viaje de regreso a León. Por la estrecha carretera fuimos avanzando mientras el desnivel al río Tejeira se acentuaba. Ya en Villar de Acero nos incorporamos al cañón del río Burbia donde encontramos los túneles de tupida vegetación sobre la carretera. Hicimos una parada para contemplar el impresionante cañón que forma este río. Al otro lado del mismo se encuentran unas cumbres arcillosas rojizas que semejan totalmente las médulas. 45 minutos nos llevó hasta Villafranca del Bierzo. Allí entramos al centro del pueblo y nos detuvimos unos minutos a sacar unas fotos de algunos edificios y del parador. Hacia el Oeste se veía una gran humareda de algún incendio. Bien podía ser el que durante toda esta semana siguiente ha arrasado toda la zona de Oencia y la Peña Del Seo y que se originó en esas fechas.
Sin más retrasos salimos a la autovía por la que sin novedades llegamos a Astorga donde la abandonamos. Ya por la nacional recorrimos los últimos kilómetros hasta llegar a Armunia sobre las 23:30 horas. Aquí nos despedimos de Mª Jesús y de mi casa salieron José y Álvaro en el coche de éste último que tenía en mi plaza de garaje.
Sin duda resultó un fin de semana de lo más completo y provechoso. Cumplimos íntegramente lo previsto realizando la marcha nocturna al refugio de Cales y la ascensión diurna a Peña Rubia. El tiempo no pudo ser más tolerante durante el transcurso de la misma.