lunes, 20 de abril de 2009

PÁRAMO Y RAPAONA (Isoba) 19-04-09

 


1ª ASCENSIÓN AL “PÁRAMO” Y 2ª ASCENSIÓN A “LA RAPAONA”.

19-04-09              (Domingo)

De nuevo no hemos podido cumplir una actividad programada por el club de montaña debido a la nieve acumulada en la zona. La misma era una ascensión al Canto del Oso, en Asturias, pero con comienzo en Isoba. La ruta en sí ya era larga, y aunque no complicada, la nieve que aún se mantiene en esta primavera, nos truncó dicha subida. Algunos lo intentaron más que otros, aunque sin éxito alguno. Los que nos desviamos antes de la ruta hacia éste pico ascendimos a otros dos, e incluso tres en el caso de José Luis; mientras, el resto hizo una travesía por las cercanías.
De Guzmán salimos a las 8:00 horas algunos de los participantes de esta salida: Nati, José Luis, Adelino, Roberto, Vicente y yo. Por su parte, Javi F., Ramón, Corín, Amador y Ricardo salían de otro punto a la misma hora. Los coches usados eran los de Vicente, Adelino y Amador.
Por la nacional llegamos a Puente Villarente donde nos desviamos hacia Boñar. Tras bordear el pantano del Porma llegamos a Puebla de Lillo donde nos detuvimos unos minutos a tomar un café. A las 9:45 horas llegamos a Isoba, 1375 m, donde ya estaban los compañeros del otro coche. Tras sacarnos una foto de grupo emprendimos la marcha a las 10:00 horas de la mañana.
En el cielo se alternaban nubes y claros, aunque hacia el Norte se cerraban más los primeros. Salimos por un camino frente a la cara Norte de la peña San Justo aunque enseguida cambiamos de rumbo al Este. Según íbamos ganando altura contemplamos una bonita panorámica del pueblo. El camino se fue cubriendo de nieve hasta desaparecer bajo ella. Siguiendo las huellas de los que ya se adelantaban atravesamos algunas vegas hasta alcanzar la collada bajo el pico San Justo en su cara Norte y por encima del valle del Pinzón. Allí perdimos las huellas de los que iban delante a los que tampoco veíamos. Por la izquierda, al norte, vimos subir a José Luis solo por otra loma, pero tampoco veíamos las huellas suyas. Allí estábamos Álvaro, Adelino, Roberto y yo.
La ruta pasaba por una alta collada que veíamos de frente al otro lado del valle de Pinzón. Las laderas que subían a ella se encontraban cargadas de nieve y lo peor era que había que perder bastante altura de nuevo bajando al valle. Optamos por comenzar a subir por la loma de la izquierda paralela al valle Pinzón en el que no tardamos en ver al grupo que ya comenzaba a subir por un sendero de la parte contraria. Enseguida encontramos las huellas de José Luis en la nieve blanda. De frente se alzaba la cumbre de La Rapaona y algo mas a la derecha la del Páramo, aunque en esos momentos tampoco estábamos seguros de cuales eran.
El cielo había despejado un poco y ahora los claros abundaban. El sol reflejado en la nieve nos había obligado a poner las gafas y darnos crema protectora. Nos dirigíamos a una de las dos cabeceras del valle de Pinzón para comenzar a subir una cumbre cercana a la que se dirigía por delante José Luis. Habíamos ya desistido de seguir al resto que continuaba su ascenso hacia el collado Borugo que daba paso ya a la zona asturiana donde se encuentra el Canto del Oso, para el cual aún les quedaría un buen trecho.
Nosotros emprendimos la subida a la cumbre mencionada cuyo nombre no figuraba en el mapa que llevábamos. Tan solo ponía en él que se trataba de la zona del Páramo. Fue ya en casa cuando confirmé en otro mapa más detallado que también el pico llevaba dicho nombre. La pendiente hacia el mismo era muy pronunciada y la nieve blanda hacía pesado el avance. Procuramos seguir las huellas ya abiertas de José Luis, aunque a veces se nos perdían entre el matorral bajo. Dejamos atrás unas formaciones rocosas de agujas y a las 12:55 horas alcanzamos esta cumbre de 1850 metros de altitud. En la misma había un hito de piedras con un bote vacío entre medias. A José Luis le vimos ya en otra cumbre de la sierra principal, el Valdevezón. Esta cumbre en la que estábamos es perpendicular a la sierra principal que hace límite con Asturias en la que se emplazan cimas como La Rapaona, Rapaina o la Peña del Viento.
En la cumbre nos hicimos unas fotos y dejamos nuestra tarjeta de cumbres firmada. José Luis había vuelto de la otra cima y estaba en el collado La Mullida, entre ella y La Rapaona. Por la loma se acercó unos metros hacia nosotros que comenzamos a bajar no tardando. Ya juntos decidimos que para subir a La Rapaona era mejor rodear la laguna Negra por el sur y subir por la ladera de ese lado ya que la otra que partía de La Mullida estaba cargada de nieve con terrazas volantes con peligro de avalanchas. De hecho se veía un deslizamiento en uno de los laterales hacia la laguna. Atravesamos esta vega en cuyo centro se podía ver un pequeño trozo de la laguna entre la nieve. Llegamos al comienzo de la loma que subía ya hacia la cima, pero en medio podían verse unas rocas que había que bordear.
José Luis decidió hacer una parada para comer un poco y no estaba muy decidido a seguir. Yo tampoco iba en buena forma y me estaba costando avanzar entre la nieve blanda. Álvaro era el que estaba dispuesto a todo y a Adelino y Roberto les daba igual. Al fin éste nos convenció y continuamos los cuatro hacia arriba hasta llegar a las peñas. Álvaro se metió en una canal que no tenía salida y al final tuvo que bajar unos metros. El resto comenzamos a bordearlas directamente por la izquierda sorteando los huecos que había tapados por la nieve. Frente a nosotros teníamos la estación de San Isidro y todas sus cumbres. Nos alternábamos abriendo paso para no agotarse uno solo. Enseguida vimos unas rocas en la parte alta aunque hacia la izquierda, más alejado, se veía otra cumbre de más altura. Sabíamos que la Rapaina era más alta y supusimos que podía ser ella, aunque también podía ser La Rapaona y lo que teníamos encima unas simples rocas.
Poco a poco fuimos ganando altura y fue Álvaro el que primero llegó confirmándonos que se trataba de La Rapaona. Nosotros tres alcanzamos su cumbre minutos después cuando eran las 15:10 horas. En ella una cruz marcaba el nombre y la altitud de la misma, 1975 metros y pegada a ella había un buzón del que recogimos una tarjeta. En uno de los horizontales de la misma tenía soldada una silueta de una montaña y en el otro lado una persona con un bastón. La inscripción había sido rayada por algún desaprensivo de los que hay en cualquier parte.
Llamé a José Luis para preguntarle si iba a subir o no y decirle que no era mucho lo que le quedaba desde donde estaba. Al final se animó y nos dijo que subía. También intenté comunicarme con cualquiera de los otros compañeros, pero ninguno tenía cobertura. A Nati la habíamos visto llegar a la cabecera del valle donde la perdimos de vista. Intentar enumerar las cumbres que podíamos ver desde allí es casi imposible. Por un lado estaban las de San Isidro: Torres, Agujas, Toneo, Ausente, etc. varias más de la zona del Curueño y Porma, como el Cueto Aucino, Mahón o Susarón. Más al Sureste emergían los Mampodres y muy al fondo incluso el Espigüete. Por el Este teníamos Peña Ten, Picos de Europa como destacados y también el macizo del Cueto del Oso. Precisamente en la ladera de éste pudimos ver con los prismáticos subir un grupo de personas entre la nieve. Lo primero que pensamos fue, que si eran los compañeros nuestros, no llegarían a los coches de día. La distancia a la que se encontraban era considerable y ya eran las 15:30 horas. Aún con los prismáticos era difícil distinguirlos.
Mientras contemplábamos todo esto comimos acomodados en las rocas de la cumbre. Corría una brisa fresca, pero abrigados se aguantaba. No tardó en aparecer José Luis y todos juntos nos sacamos una foto en torno a la cruz, en cuyo buzón dejamos otra tarjeta.
De pronto vimos como por la ladera norte del mismo macizo en el que estábamos subía un grupo de personas que no tardamos en identificar como nuestros compañeros, lo cual desechaba la idea de que fuesen los que habíamos visto en el Cueto del Oso, cuya altitud es de unos 1800 metros.
Se dirigían hacia la collada de La Mullida teniendo por delante una pendiente de considerable inclinación y cargada de nieve. Media hora tardaron en alcanzar ésta y nos comunicamos por fin por teléfono. Nos dijeron que la gran cantidad de nieve les había impedido continuar poco después de la collada y que habían bajado hasta las brañas de Brañagallones desde donde subían ahora.
A las 17:00 horas emprendimos el descenso por el valle de Las Hazas que llegaba directamente a la carretera. La ladera se encontraba cubierta de nieve aún más emblandecida donde a veces metíamos las piernas hasta la cintura. Echando la vista atrás se podía ver la curiosa cumbre que más parecían unos peñascos en medio de la loma que un pico. Yo me quedé un poco rezagado sacando alguna foto. Por el norte iban apareciendo negros nubarrones que no tardaron en cubrir por completo el pico Torres. Poco a poco fueron avanzando llegando a cubrir el resto de cimas incluida la de La Rapaona. No tardando comenzaron a caer gotas de agua-nieve arreciando durante un rato más o menos fuerte y cesó. Por mi parte, cambié la cámara de fotos y saqué la antigua para evitar mojar la nueva. Como es el mismo modelo, solo cambié las pilas y tarjeta.
Alcancé a Roberto ya fuera de la ladera nevada y nos metimos entre matorral alto antes de salir a las praderías cercanas a una cabaña en la que estaban Adelino, Álvaro y José Luis. Nosotros pasamos cerca de la misma sin acercarnos y ya juntos continuamos valle abajo siguiendo un sendero por la parte derecha del arroyo de Las Hazas. En el cielo se abrían de nuevo algunos claros.
A las 18:40 horas llegamos a la carretera unos 500 metros por encima de Isoba. El arroyo formaba allí una pequeña cascada bajo un puente de la carretera antigua antes de meterse bajo la nueva y salir a desembocar en el río Isoba. Cinco minutos después entramos en el pueblo donde ya estaban los otros compañeros desde hacía un buen rato. Nos cambiamos e hicimos las cuentas ya que ellos querían marchar. Los demás, Vicente, Adelino, Roberto, Álvaro, Nati y yo entramos al bar a tomar un refrigerio. En él estuvimos casi una hora emprendiendo el regreso a León a las 19:40 horas.
Sin novedades bordeamos el pantano del Porma, con el bonito Susarón a su vera, y atravesamos Boñar camino de Puente Villarente. Aquí nos desviamos hacia la capital donde entramos una hora más tarde. En Guzmán terminamos el viaje y nos despedimos emplazándonos en una semana para la siguiente excursión.
Así finalizamos esta grata jornada en la que, sin alcanzar el objetivo previsto, disfrutamos con la ascensión realizada y las vistas que desde la cumbre tuvimos.



















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