lunes, 10 de noviembre de 2008

LA CERVATINA (Puebla de Lillo) 09-11-08

 


1ª TRAVESÍA “LA CERVATINA”.

09-11-08         (Domingo)

En esta ocasión hemos modificado la actividad prevista, la ascensión al Miro de Tejedo, por otra improvisada tres días antes. La razón no era otra que evitar la repetición de dicha ascensión adelantada a principio de este año en sustitución de otra que no era posible realizar por la climatología. Cómo los que íbamos a realizarla éramos los mismos, fue ese el motivo de dicho cambio.
Desde el viernes anterior yo llevaba sufriendo molestias en el estómago que me tenían completamente bajo de forma. Por ello llamé a Roberto para avisarle de que no se extrañasen de que el domingo no pudiese ir, aunque les llamaría para comentárselo.
Ese día me levanté mas o menos regular y decidí arriesgarme ya que la ruta era corta y de escaso desnivel. Había elegido, ya antes de comenzar las molestias, una ruta marcada y publicada en folletos situada en Puebla de Lillo y conocida como “La Cervatina”.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán los cuatro componentes de esta salida: Álvaro, Roberto, Adelino y yo. En el coche de Adelino nos acomodamos y emprendimos el viaje hacia dicha población. Lo hicimos por el Puente Villarente y Boñar mientras las nieblas se mantenían cerradas en los altos. Así bordeamos el pantano del Porma y llegamos a Puebla de Lillo sobre las 9:20 horas. Aparcamos el coche y entramos al bar donde tomaron un café. Yo me abstuve para no forzar el estómago.
A las 9:45 horas emprendimos la marcha dirigiéndonos hacia el torreón de donde se suponía que partía la ruta. Pues bien, no encontramos marca alguna de la misma por allí y preguntando nos remitieron de nuevo a las cercanías del bar Madrid donde habíamos estado. Una vez allí tampoco había rastro de cartel alguno que señalara dicha ruta, por lo que más o menos orientando el mapa, salimos por un camino con dirección suroeste por encima de los prados. No estaba éste muy marcado y parecía usarse solo para los prados. Poco a poco fuimos viendo más abajo a la izquierda otro mas ancho por el que habíamos subido al Susarón y en el que veíamos un gran cartel. Sin más decidimos atravesar por los prados y perdimos la altura que ya habíamos cogido hasta llegar a dicho camino, cerca del indicador en el que estaba el mismo mapa que yo llevaba de la ruta. Eran las 10:05 horas.
Unos indicadores de madera señalaban la ruta de La Cervatina y el Valle de Celorno, que no era otro que al que nos iba metiendo el camino por el que habíamos salido. Como referencia para próximas veces hay que coger el arroyo de Celorno que en ese punto sí que pasa al lado de la ruta y que entra paralelo al camino en Puebla de Lillo.
Sin más retomamos la marcha por el ancho camino que transcurre por la base de la cara norte del Susarón. Pasamos una cancilla abierta mientras íbamos ascendiendo muy suavemente entre prados. Por la izquierda subía la vaguada por la que en marzo de 2006 ascendimos a ésta cumbre. La dejamos atrás y no tardamos en llegar a La Fuente del Obispo, un manantial al que han acoplado un grifo sobre una gran roca cerca de la cual también había un banco. Según el mapa, llevábamos algo más de dos kilómetros y eran las 10:30 horas. Yo llevaba el podómetro, pero no sé porqué en este primer tramo no me hizo bien los cálculos.
Continuamos subiendo poco a poco con las nieblas persistentes por encima de nosotros. Al menos no llovía ni hacía frío. En las laderas vimos plantaciones de pinos aún muy jóvenes. También comenzamos a pisar algunos neveros. Llegamos de esa forma al punto donde la ruta se bifurcaba. La opción corta de la misma partía de allí atajando por el collado de Las Posadas hacia la zona recreativa de Pegarúas. Un joven conocido de Álvaro nos dejó atrás allí cogiendo éste desvío de la misma. Hasta el merendero marcaba 1,9 Km y 1 hora de duración. Por el contrario, la opción larga nos llevaba al monte de La Cervatina para el que quedaban otros 3 Km y también en una hora. Eran las 11:10 horas.
Nosotros avanzamos por ésta última dejando a la derecha la peña de La Solana. Poco a poco fuimos viendo más hayedos en cuyos ejemplares apenas si quedaban ya hojas. Era curioso como la niebla formaba una línea definida en la ladera tapando por completo la parte alta de las cumbres y lomas. El camino moteado de nieve y el tono del día daban al paisaje un aspecto totalmente invernal. Roberto y yo nos lo íbamos tomando con calma ya que según había comentado no iba mejor que yo desde hacía días. Como teníamos tiempo de sobra nos lo tomamos con mucha calma.
Así llegamos a la Vega Ternillo, una pradería rodeada de un bonito bosque. Allí se acumulaba algo más de nieve y en el camino habían echado grava gruesa para evitar atollamientos de los vehículos. La ruta daba allí un giro de noventa grados para subir por el medio de la ladera entre el bosque. Unas estacas en las que marcaba la inscripción “PR-LE 28 La Cervatina” nos iban señalando de continuo los cruces y desvíos sin que hubiese posibilidad de pérdida.
Situados por encima de la vega paramos a sacarnos unas fotos con las que luego nos reímos un rato, y lo explico. Con la cámara hago una secuencia de fotos de cinco o seis seguidas en las que nos colocamos juntos y nos vamos moviendo como nos parece. Luego, cuando hago el montaje audiovisual, le pongo música y repito la secuencia de fotos varias veces pareciendo que bailamos a su ritmo. El humor que nunca falte.
Seguimos subiendo suavemente entre aquel bonito bosque, ya medio pelado, pero de un contraste extremo con la nieve. En el camino se ven varias rodadas de vehículos que han pasado anteriormente y otras de personas. La ruta da tantas curvas y recurvas que apenas nos podemos situar en el mapa aproximadamente. Solo cuando llegamos a algún punto señalado, como el cruce con el arroyo de Ruidosos, nos emplazamos exactamente. Un cartel de madera nos indica éste regato que forma un bello rincón entre la blanca nieve, el verde musgo y las hojas marrones. Eran entonces las 12:15 horas y llevábamos unos 4,5 Km.
El camino desciende un poco ahora y se abre el bosque. Incluso en el cielo pueden verse algunos claros por los que quiere colarse el sol. Poco dura este descenso antes de retomar la subida que nos lleva a una zona en la que vemos una amplia panorámica hacia atrás. De nuevo hacemos vaivén y bajamos entre bosque con algunos acebos hasta llegar a una bifurcación por la derecha que, mirando ahora el mapa más detenidamente, bajaba al encuentro del arroyo Ruidosos. Sin dejar la ruta encontramos un tramo donde se ha derrumbado parte del camino estando vallado y balizado con señales.
Mas adelante volvemos a tener una bonita panorámica en la que se pueden ver algunas cumbres de la sierra del Arveyal. Cerca dejamos el Canto del Oso ya camino de La Cervatina. El camino comienza a descender, lo cual nos mosquea un poco ya que vamos creyendo que el punto más alejado de la ruta se emplaza en lo que es la parte alta, cuando si miramos bien el mapa no es así. La Cervatina es un monte, pero la ruta no pasa por su parte alta. Incluso estudiando bien el mapa veo que está situado bajo el pico Mahón, que en el de la ruta no llega a aparecer.
El camino como digo, va descendiendo casi rectilíneo hasta que por fin llegamos al punto clave. En una cerrada curva encontramos una bifurcación en la que una señal nos indica la situación del tejedo a 400 metros de allí cuesta arriba. Son las 13:00 horas y llevamos 6 Km recorridos.
Siguiendo otro ancho camino de ascenso llegamos en pocos minutos a un cercado de estacas y alambrada dentro del cual vemos ya algunos ejemplares de tejos centenarios. Accedemos al recinto por una puerta y bajamos unos metros para ir contemplando la docena de tejos que hay en dicho monte. Con altura de hasta 10 metros y troncos de 4 de diámetro, son ejemplares de una gran belleza. Sus retorcidos troncos parecen raíces fuera del terreno. En un cartel informativo leemos algunas de sus características y nos da a entender que la razón de haber vallado el lugar es evitar la entrada de animales que los dañen. Tras unos minutos disfrutando de este bonito entorno salimos de nuevo y regresamos al punto de desvío. A las 13:50 horas retomamos la ruta en éste punto más alejado del pueblo y con algo más de la mitad del recorrido por hacer. La ruta completa son 13,100 Km. y llevábamos 6 Km.
Enseguida nos encontramos con otro bonito rincón en el que las hojas hacían un mullido manto en el suelo. Allí nos sacamos otra serie de fotos similares a las primeras y luego otras más andando por el camino y empujándonos unos a otros. Aquí nos dejó detrás una pareja.
Poco a poco fuimos bajando por el valle de Támbado y el bosque fue quedando arriba. Al otro lado del arroyo del mismo nombre corría la sierra del Arveyal. Entre las nubes el sol comenzaba a lucir, aunque en algunas cumbres se mantenía la niebla cerrada. Me quedaré con la duda de saber si alguna de las que veíamos era el Mahón, cosa de la que estoy casi seguro. Sí que, viendo algunas fotos de las que saqué cuando subí a dicho pico, se ven tramos del camino de esta ruta.
Llegamos a la confluencia del arroyo Támbado con el de Rebueno, que precisamente nace en las laderas de otro de los picos que subí aquel día. Al fondo del valle de este arroyo se veían varias cumbres cubiertas de nieve. En esos momentos lucía el sol y se habían abierto grandes claros. No tardando tuve que sacar la gorra ya que incluso “picaba”.
A partir de allí se allanaba el terreno considerablemente. Cuando retomamos la marcha en el desvío a la tejeda habíamos calculado estar en el merendero a las 14:15 horas, pero ya eran las 14:20 horas y nos quedaba aún un trecho. El camino iba paralelo al arroyo Rebueno al que ya se había unido el de Támbado. El valle era ancho y por la ladera sur se veía un gran pinar de escasa altura. Al lado del camino vimos un curioso chorro que salía por los tubos de un ladrillo.
Llegamos a la fuente de Fombea, otro manantial cerca del cual vimos las ruinas de un caserío de piedra. Algunos altos troncos escoltaban el camino que ahora se encontraba cubierto de una capa de piedras blancas entre las que había restos de talco, de cuyas minas cercanas sale este firme.
Por fin divisamos el área recreativa de Pegarúas, cerca de la cual viene a parar el circuito corto. En pocos minutos llegamos a la misma entrando en el recinto vallado por una estrecha cancilla que evita el acceso de animales. En ella había un grupo de personas. En una de las mesas construidas de piedra y bancos del mismo material nos acomodamos. Eran las 14:45 horas y llevábamos 9 Km. más el desvío al tejedo.
Yo no había llevado más comida que tres piezas de fruta. Comí una de ellas y unos pinchos de tortilla que llevaban ellos. No quería meter mucho más para no forzar el estómago aún.
Una hora estuvimos allí antes de retomar la marcha para recorrer los últimos 4 Km. de la ruta. Por encima de la pista pudimos ver la ermita de Pegarúas a la que se accede desde allí mismo por otro camino. Atravesamos un paso canadiense para el ganado, que veíamos pasando en los prados, y al fondo unas bellas formaciones rocosas de afiladas crestas entre el bosque.
Dejamos algunos desvíos de la pista, entre ellos uno a la laguna de Aguezo y poco a poco fuimos entrando en el valle del río Silván, siendo éste el principal en el que ya se emplaza Puebla de Lillo. Pasamos un tramo asfaltado antes de desviarnos hacia otro camino cerca del cual había una especie de pequeño refugio de piedra y teja. Estábamos de lleno ya en la vega del río Silván bordeando Peña Redonda y el pico del Águila. En sus laderas crecía más bosque marronáceo de colores contrastados entre las peñas. Yo ya iba algo cansado y con ganas de terminar la ruta, que aunque no muy larga ni dura, las condiciones en las que la estaba haciendo no eran las mejores. A Roberto le pasaba otro tanto.
No tardamos en encontrarnos con el camino encharcado y embarrado y para sortearlo salimos algunos tramos hacia las praderas. Por el valle transcurría la carretera que sube hacia San Isidro. El cielo se había cubierto completamente de nuevo cuando llegamos a la altura de un puente sobre el arroyo por el que se salía a la carretera. Por parte de Roberto se propuso pasar este puente abandonando la ruta a un kilómetro del pueblo y acercarse hasta el restaurante en el que habíamos parado de camino y de vuelta al Pileñes. Así lo hicimos y entramos al mismo donde tomamos unos refrigerios cuando eran las 16:45 horas. Allí me encontré con un antiguo compañero de trabajo.
A las 16:20 horas salimos para recorrer el último kilómetro hasta Puebla de Lillo. Optamos por hacerlo ya por la carretera en vez de retomar la ruta que daba un poco más de rodeo y que no tenía interés especial alguno. La niebla cubría totalmente la cima del Susarón que se alzaba tras el pueblo. Igualmente los Mampodres apenas aparecían tras las nubes.
Dejamos atrás el desvío de Cofiñal y no tardamos en entrar en Puebla de Lillo por la carretera general. Por otro puente atravesamos el río y dejamos a un lado el Torreón antes de terminar por fin la ruta a las 17:35 horas y tras unos 14 Km. recorridos, en total.
Nos cambiamos allí mismo, al lado del coche, y decidimos entrar a un edificio cercano que albergaba la oficina de turismo y una exposición sobre el Parque Regional de Picos de Europa. En la misma había varios paneles y objetos relacionados con el mismo, su flora, fauna y medio ambiente.
Salimos ya anocheciendo y sin más nos pusimos de regreso a León cuando eran las 18:10 horas. Volvimos a bordear el pantano, bastante mermado en su capacidad, y sin novedades fuimos acercándonos a la capital tras dejar atrás Boñar y el Puente Villarente. Poco antes de las 19:30 horas entramos en la ciudad donde nos encontramos retenciones en las cercanías del campo de fútbol y el palacio de deportes por sendos partidos. En Guzmán me dejaron los compañeros y allí cerca tenía la furgoneta en la que volví a casa.
Una bonita ruta para esta jornada tranquila en la que el cuerpo después de todo me respondió mejor de lo que me esperaba. A la hora de terminar este resumen, miércoles día 12, ya estoy bastante repuesto de dicho malestar.
El domingo que viene espero estar en plena forma ya que tenemos la salida en la que homenajearemos a nuestro compañero Roberto Pérez, fallecido hace un año tras la larga enfermedad que le alejó de la montaña y de todos nosotros.                                 


















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