VIII TRAVESÍA NOCTURNA.
2ª TRAVESÍA “RUTA DEL WÓLFRAM”. 2ª ASCENSIÓN A LA “PEÑA DEL SEO”.
28/29-08-04
Siguiendo la tradición comenzada en el año 1997, hemos realizado la habitual travesía nocturna estival, lo que no deja de ser una experiencia fuera de lo habitual y totalmente satisfactoria.
En esta ocasión, como en todas las anteriores, hemos elegido una ruta ya conocida por al menos alguno de los participantes, ya que a pesar de ser actividades completamente sencillas, no dejan de tener la “dificultad” de la oscuridad nocturna. Esta vez realizamos la “Ruta del Wólfram”, en la zona berciana de Cadafresnas, y que fue ampliada por parte del reducido grupo con la ascensión a la Peña del Seo.
La experiencia y recuerdo personal que me ha quedado de la misma ha sido realmente inolvidable. Tanto las experiencias vividas como los paisajes, tanto nocturnos como diurnos, contemplados, me han quedado grabados profundamente en la memoria. Por suerte las fotos realizadas ayudan a mantener esa memoria fotográfica más viva posteriormente.
Pero bueno, sin más vacilaciones comenzaré el relato de lo acontecido lo más fielmente posible.
SÁBADO 28
Por razones personales de trabajo, tuve que retrasar la salida hasta última hora de la tarde de este sábado. Como solo íbamos cuatro participantes, optamos por ir en un coche solo y se acoplaron a mi horario. Con todo ello, y tras cenar en casa, me recogió Luis en la carretera frente al Bosco. Seguidamente subimos a por Carlos, que estaba arriba en el pueblo. Como no había podido contactar con Luis en todo el día para decirle que pasase antes a recoger a Guiomar en León, lo hicimos ahora. En las cercanías de los juzgados nos esperaba y así completamos el reducido grupo que nos habíamos decidido por esta experiencia noctámbula.
Ya pasadas las 21:30 horas emprendimos el viaje de 150 Km hasta Cadafresnas. Por la nacional circulamos moderadamente hasta Astorga. Aquí entramos en la autovía cuando ya había anochecido casi por completo. Charlando y demás fuimos dejando los kilómetros atrás y en la salida de Villafranca del Bierzo abandonamos esta vía rápida. Cogimos entonces la carretera hacia Corullón por el que pasamos poco después para comenzar a subir un puerto en el que se encuentra el mirador del mismo nombre. En él nos detuvimos unos minutos a contemplar el bello paisaje nocturno del valle con las luces de Villafranca y todos los demás pueblos del mismo. Era las 23:30 horas.
Continuamos enseguida por aquella estrecha carretera dejando atrás algunos cruces cuando de pronto, al lado de la misma, contemplamos una manada de unos 10 o 12 jabatos. Tras parar el coche salí cámara en mano siendo inútil todo intento por fotografiarles. En un instante desaparecieron monte arriba amparados por la oscuridad de la noche. Realmente fue una lástima no haber dejado plasmado este momento con alguna foto.
Con esa pequeña decepción reemprendimos la marcha entrando poco después en el valle de Cadafresnas. Con la carretera recién asfaltada y la consiguiente gravilla suelta, extremamos la precaución dado su estrechez y las numerosas curvas de su trazado.
DOMINGO 29
Aproximadamente a media noche llegamos a dicho pueblo donde nos sorprendió ver numeroso personal y coches por la calle. El pueblo se asienta en una ladera del valle siendo mas bien alargado. Atravesamos gran parte de él y cerca de su final, ya que es el último del valle, encontramos un lugar donde aparcar nuestro vehículo. La noche estaba fresca, aunque despejada tras un día con algunas brumas que nos hicieron temer lo peor.
Un cuarto de hora después de llegar emprendimos la aventura. Linterna en mano, o frontal en cabeza, salimos del pueblo por una pista ancha que ladea todo el valle. La ruta está señalizada con indicadores al lado de la misma en puntos donde puede haber confusión por los cruces. La vista nocturna del valle y el pueblo tras alejarnos un poco de él era verdaderamente bella. La cámara digital de Luis dispone de la opción de sacar fotos con exposiciones largas, por lo que la aprovechamos para sacar algunas fotos increíbles durante la travesía. Yo tengo que “investigar” la mía a ver si lo hace también.
En el camino nos encontramos en mas de una ocasión enormes sapos a los que también fotografiamos. Poco a poco fuimos ganando altura suavemente y desplazándonos por el valle hasta llegar a ver las luces de los pueblos del Valle de Villafranca. De nuevo paramos a sacar fotos de ello. Había que ver a Luis colocar la cámara sujeta con el trípode casero que llevaba a cualquier lugar, un indicador, ramas altas, etc. Algo más adelante nos encontramos con una fuente y su pilón. En ella paramos unos minutos antes de proseguir caminando.
Como digo, la pista iba bordeando el valle aquel haciendo curvas, algunas de ellas cerradas. Tras girar en una de ellas contemplamos en la ladera los blanquecinos edificios de lo que fueron antiguas residencias de los mineros. La luna casi llena hacía destacar su silueta en el valle. Para llegar a ellos aún teníamos que recorrer cerca de otro kilómetro con algunas curvas más en el trayecto. Luis, algo conocedor del cielo nocturno, nos iba instruyendo sobre las distintas constelaciones y estrellas visibles en el firmamento.
De esa forma nos fuimos acercando a los edificios aquellos donde no sabíamos si habría o no alguien. La vez anterior que fuimos de día a hacer la ruta estaba un señor que tiene allí una huerta, animales y una vivienda. Aunque no pensábamos que viviese allí, teníamos la duda con nosotros. Las viviendas, en parte derruidas, daban un aspecto totalmente fantasmal a lugar. En la parte más baja se oían algunos ruidos que podían ser de los animales que allí podía tener. Varias fotos sacamos en el lugar donde paramos durante una media hora.
Sobre las 2:45 horas nos pusimos de nuevo en ruta. Ahora la pista se empinaba un poco más zigzagueando por encima de aquellas construcciones ganando altura más bruscamente. Así cogimos otro nivel en el que se volvió a suavizar la pendiente mientras seguíamos serpenteando el valle.
Nuestro objetivo era alcanzar una collada por debajo de la Peña del Seo para acampar allí. No tardando llegamos a una bifurcación del camino. Por la derecha íbamos a dicha collada, mientras que por la otra llegaríamos a las bocas de las minas. Optamos por visitar este lugar antes de subir a la collada. En la pista encontramos algún tramo encharcado que sorteamos sin dificultad. Antes de llegar a las mismas se encuentran unos edificios usados como lavaderos del wolframio. Hasta ellos llega la pista continuando luego un estrecho sendero entre maleza y algunos pedregales. Guiomar no se atrevía a pasar aquel pedrero, sin dificultad alguna por otro lado, y se quedó Luis con ella mientras seguíamos Carlos y yo hasta las bocas de la mina. Por la primera de ellas, como la vez anterior, salía un aire helado. Continuamos hasta la segunda por la que entré siguiendo a Carlos que ya la vez anterior lo había hecho. Tras unos 20 metros encontramos una bifurcación a la izquierda que se dirigía a otra salida. De frente estaba casi tapado el túnel con piedras. En esta confluencia nos hicimos unas fotos con algún murciélago rondándonos. Lo cierto es que era una experiencia extraña estar en ese lugar y a esas horas, las cuatro menos cuarto de la madrugada. Salimos luego por la otra boca y tras recorrer otros 20 metros aproximadamente llegamos a la entrada. Más o menos forman un triángulo equilátero las dos bocas con la bifurcación interior. Regresamos donde nos esperaban Guiomar y Luis, el cual, tras ver las fotos en la cámara mí quiso ir a verlo él también. Se quedó entonces Carlos con ella y fuimos los dos a ver lo mismo otra vez.
De nuevo todos reunidos retrocedimos unos 300 metros bajando suavemente hasta el desvío a la collada. La pendiente se hizo notar de nuevo y bajamos el ritmo. Yo ya iba bastante cansado y no sabía si me darían las fuerzas para subir al pico, alternativa que habíamos comentado Luis y yo en hacer. La vez anterior algunos habíamos subido por el medio del bosque, pero el repecho era aún mayor. Con bastantes paradas seguimos ganando altura y salimos del bosque. Pocos metros más arriba, por la misma pista, alcanzamos la collada donde teníamos pensado colocar las tres tiendas, una individual de Carlos, otra de Guiomar y la última de dos plazas para Luis y para mí. En ese momento eran las 4:20 horas.
La luna se estaba ahora justo a punto de meterse entre dos de las cumbres de la Peña del Seo destacando la silueta del macizo. En una media hora montamos las tiendas y nos decidimos Luis y yo a subir a la peña. Yo le calculaba una media hora desde allí, y poco antes de las cinco emprendimos la ascensión. El sendero hacia la cumbre se encuentra bastante marcado, pero teníamos la contrariedad de la oscuridad. La pendiente era fuerte en este primer tramo hasta alcanzar unas rocas. Por supuesto íbamos sin mochila alguna, tan solo las cámaras de fotos. Nos sobraba incluso la sudadera, que solo llevábamos por si acaso en la cima nos quedábamos fríos del sudor.
Tras pasar por las peñas aquellas subimos otro tramo entre brezo y matojo bajo hasta otra zona rocosa. El sendero continuaba bastante resaltado, aunque en ocasiones nos salíamos de él. Ya bastante arriba nos encontramos con una fisura en la roca que tuvimos que rodear para evitarla. Había calculado mal el tiempo de subida y eran ya las 5:55 horas cuando alcanzamos la cumbre de la peña del Seo, con una altitud de 1600 metros.
La vista que nos esperaba fue indescriptible. La luna casi se metía tras las cimas de la parte oeste destacando de nuevo las siluetas de todas ellas de forma majestuosa. Hacia la parte contraria contemplábamos otra vez las luces de los pueblos del valle de Villafranca del Bierzo. Como había previsto, no me sobró ponerme la sudadera que llevaba a la cintura atada. En la cima encontramos un enorme montón de piedras como hito, pero ninguna señal de buzón, tarjetas o cosa parecida. Aquí sacamos algunas fotos y por supuesto dejamos nuestra tarjeta. La experiencia vivida en esos momentos era realmente inolvidable. Por mi parte ya había subido otras dos cumbres por la noche, la de Peña Galicia y el Correcillas, pero en ninguna de ellas disfruté tanto del paisaje como en esta.
Una media hora estuvimos allí arriba antes de comenzar el descenso. Procuramos seguir el mismo sendero anterior para no despistarnos y terminar en otro valle diferente en vez de en la collada. La luna no se había metido del todo, pero apenas si alumbraba ya de la baja que estaba. A media ladera tuve que cambiar por segunda vez las pilas del frontal. Por el Este comenzamos a vislumbrar poco a poco la claridad del amanecer. En la ladera, ya bastante abajo, vimos una enorme piedra con la perfecta forma de un “1” simétrico.
Con las tiendas ya a la vista casi no necesitábamos ya las linternas para distinguir el sendero. Yo tenía en la cabeza una idea que me rondaba y que al final llevé a cabo. Visto el escaso tiempo que restaba para que saliese el sol, decidí quedarme a ver el amanecer. Mientras Luis bajaba hasta abajo, yo me acomodé en unas rocas a unos 50 metros por encima para contemplar dicho despuntar del sol.
Lo que me esperaba mereció este atrevimiento. Poco a poco fui viendo como las brumas se aposentaban en los valles hasta llegar a formar un bello mar de nubes. Con la salida del sol, a las 7:50 horas, el contraste de colores que formó en dicho mar solo se puede imaginar viéndolo. No intentare tan siquiera hacer dicha descripción ya que me sería imposible plasmar en palabras el espectáculo visual contemplado. Como ya anoté anteriormente, las fotos hechas reflejan, aun con sus limitaciones, lo vivido en directo en esos momentos.
Tras este rato inolvidable descendí hasta las tiendas. Tenía la duda si meterme a dormir o pasar ya de todo y seguir disfrutando del amanecer. De nuevo pudo el afán de aventura y emprendí la marcha por el camino que subía hacia la parte contraria del pico desde la collada. Tenía la intención de ver el mar de nubes desde otra perspectiva, pero vi que la maleza y matorrales situados a la derecha de la pista me impedían acercarme para ver el valle. Sí que pude contemplar más ampliamente toda la peña e incluso las minas de su parte baja. De nuevo en la collada avancé por el camino del valle contrario al de subida durante unos metros viendo en el fondo la carretera que sube a Mosteiros, Corriles etc. Otro rato mas estuve sentado en unas rocas en el camino por el que habíamos subido. Cuando volví a la collada ya se había levantado Carlos.
Poco a poco fuimos viendo como las brumas subían por las laderas de los picos. Carlos se enfundó las botas y comenzó a subir hacia la cima. Guiomar y Luis se fueron levantando y desayunamos. Luego desmontamos tiendas y demás. Yo me tumbé un rato a la sombra y dormité unos diez minutos. Cuando bajó Carlos, al cabo de hora y media larga, terminamos de recogerlo todo y a las 12:00 horas emprendimos el descenso.
Por el camino comenzamos a bajar entrando entre la arboleda. Este tramo era pendiente hasta que alcanzamos el cruce con el que subía a las minas. Las nieblas se habían disipado en gran parte, pero aparecían nubes en el cielo. A pesar de ello, el sol calentaba lo suyo a esa hora. De esa forma fuimos bordeando el valle hasta situarnos encima de los edificios abandonados. Para bajar hasta ellos volvimos a zigzaguear un trecho pronunciado y así llegamos a la altura de los mismos. Allí nos detuvimos unos minutos a la sombra antes de continuar camino del pueblo.
Siguiendo la serpenteante pista fuimos avanzando con el alivio momentáneo de las nubes cada vez más compactas que iban apareciendo. De vez en cuando nos deteníamos a sacar alguna foto diurna de la ruta. Así alcanzamos la fuente donde nos refrescamos del calor reinante. Eran las 13:30 horas.
No tardamos en tener a la vista el pueblo para el que aún nos quedaba un buen trecho. Al lado del camino encontramos numerosos zarzales cargados de moras que degustamos cuanto quisimos.
Poco después de las dos de la tarde entramos en Cadafresnas. En una pradera por debajo de las antiguas escuelas dejamos las mochilas y subimos al cercano bar a por bebida fría. Regresamos a dicho lugar y nos acomodamos a la sombra de un nogal para comer tranquilamente. Durante más de hora y media estuvimos allí sentados comiendo y de charla. A continuación lo recogimos todo al coche y poco antes de las 16:00 horas emprendimos el regreso.
Por la estrecha carretera avanzamos hasta alcanzar una colladina entre valles para descender hacia Corullón y Villafranca. En ésta entramos a la autovía por la que circularíamos varios kilómetros hasta Astorga. A mí me daba el sueño y eché alguna cabezadita. Lo malo es que venía atrás y el sol me iba dando de lleno en la coronilla, por lo que traía la visera puesta.
Ya fuera de la autovía llegamos a San Martín del Camino donde nos detuvimos a tomar un refrigerio y hacer las cuentas de la gasolina gastada. Una media hora estuvimos allí antes de volver a la carretera ya sin intención de parar más.
Sobre las 18:30 horas entramos en León y fuimos a dejar a Guiomar en casa. Luego hicimos lo mismo con Carlos en Armunia y por último me dejó a mí también. Antes de irse Luis estuvimos descargando las fotos de su cámara en el ordenador para aprovechar las que había podido sacar por la noche con la exposición larga.
Pues este es el final del relato de este inolvidable fin de semana. Reiterando lo ya apuntado anteriormente, ha sido para mí de las mejores travesías nocturnas que he hecho desde que comenzamos esta ya tradicional actividad. Solo deseo que podamos realizar infinidad de ellas más a lo largo de los próximos años.
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