1ª TRAVESÍA “COTILLOS- BASE DE PEÑA SAGRA-COTILLOS ”. (Cantabria).
31-07/01-08-04
Este fin de semana, ultimo del mes de julio y primero de agosto, hemos realizado una bonita travesía por la zona cántabra del valle de Polaciones, situado entre el de Potes y el de Reinosa. Por dicho valle transcurre el río Nansa que recorre las numerosas poblaciones del mismo hasta su desembocadura en el no lejano Cantábrico.
Uno de los macizos que limitan esta cuenca por la izquierda es el de Peña Sagra, que a la vez lo separa de la ribera del Deva que atraviesa el valle de Liébana con Potes como población principal. Nuestro objetivo era ascender por dicha sierra y contemplar parte de ese valle y las cumbres que sobre él destacasen, entre ellos los Picos de Europa.
Todo ello resultó como esperábamos y pudimos disfrutar de un tiempo inmejorable para dicho empeño. A continuación intentaré relatar con el máximo detalle el transcurso de la actividad realizada.
SÁBADO 31
El grupo participante quedó dividido en dos para realizar el desplazamiento. Mientras algunos lo hacían por la mañana, otros, debido al trabajo como yo, lo aplazamos para la tarde. En el primer grupo marcharon: Antonio, Sonia, Jorge, Guiomar, Luis, Juan y Roberto. Por la tarde lo hicimos José F., Carmen y yo.
Tras salir de trabajar me preparé para emprender el viaje. En León recogía a José y luego a Carmen, saliendo de la ciudad sobre las 18:30 horas. Por la nacional llegamos a Mansilla donde nos desviamos hacia Sahechores. Aquí volvimos a girar hacia Almanza y en éste a Puente Almuhey. Ya con dirección a Guardo entramos en la provincia de Palencia y antes de dicha población paramos unos minutos. Desde allí contemplamos el pico Espigüete ya no lejano.
Sin novedades atravesamos dicha población entrando en la comarca de La Peña. Así llegamos a Cervera de Pisuerga por el que también pasamos para salir hacia el puerto de Piedrasluengas, límite de Palencia y Cantabria. Poco después de Cervera se asciende otro pequeño puerto donde se encuentra el mirador de La Mata en el que nos detuvimos. Eran las 20:20 horas. La vista era espectacular destacando de nuevo las cumbres del Espigüete y Curavacas. Como dato curioso destacaré la enorme cantidad de hormigas voladoras que se nos pegaban al cuerpo molestamente.
Tras unos minutos allí reanudamos el viaje hacia el otro puerto donde llagamos en pocos minutos. En su cima se encuentra otro mirador desde el que se puede contemplar una espectacular vista de los Picos de Europa así como el macizo de Peña Labra al lado contrario.
El sol ya estaba decayendo y su puesta prometía ser realmente bella. Un rato estuvimos allí viendo la misma junto con otros jóvenes que también habían parado. De nuevo en ruta comenzamos a descender el puerto atentos a la bifurcación que teníamos que encontrar y que divide la carretera hacia los valles de Polaciones y de Potes.
Pues bien, a pesar de ir con esa precaución, nos lo pasamos y bajamos hacia éste último. En busca de un lugar adecuado para poder dar la vuelta, vimos como el sol se iba a meter tras los Picos de Europa con un colorido rojo indescriptible. No lejos se encuentra la población de Venta Pepín donde nos detuvimos. Había que vernos a Carmen y a mí por los prados intentando captar la mejor foto de dicho espectáculo luminoso. Cuando no era una torreta de la luz y los cables, era la carretera la que se nos interponía en dicho objetivo, pero al fin encontramos el lugar idóneo para dejar plasmadas, para mí, algunas de las mejores fotos que he sacado en la montaña. Cuando ya regresábamos hacia el coche noté que algo me había picado en el cuello y me empezaba a escocer. Creo que Carmen también se había ortigado un poco.
También estando allí recibimos la llamada de Antonio para preguntarnos como íbamos y decirnos que ellos estaban también de camino tras haber pasado la jornada visitando una cueva con pinturas rupestres y haberse acercado a la playa de Pechón.
Tuvimos que subir de nuevo un poco hasta el desvío de la otra carretera por la que comenzamos a descender hacia el valle de Polaciones. Hacia la parte de Peña Labra contemplamos un bonito cielo de color amarillento provocado por el reflejo del sol situado al lado contrario. Poco a poco fuimos perdiendo altitud y llegamos por fin a Pejanda, donde teníamos reservado el alojamiento. Al lado de la carretera se encuentra la Posada “Molleda”, en la cual pasaríamos la noche y donde habíamos quedado con el resto. Eran las 21:40 horas y habíamos recorrido 171 Km.
En la terraza nos acomodamos a tomar un refrigerio mientras hacíamos tiempo a que llegasen. En el interior del bar tenían una bonita colección de rabeles, especie de bandurrias construidas artesanalmente con madera, cuero, pieles etc. y con formas curiosas como la hecha a partir de una madreña u otra con parte de la forma de un lobo. Con esta última estuvo tocándonos unas notas el mismo constructor de la misma. En este valle es tradicional dicho instrumento y su sonido parecido al violín.
De pronto, y sin previo aviso, comenzaron a caer unos goterones de lluvia exagerados. Tuvimos que entrar al bar para no empaparnos en poco tiempo. Las nubes de tormenta que anteriormente habíamos visto lejanas hacia el norte estaban ahora encima descargando. En ese momento llegaron los demás y entonces decidimos cenar allí mismo en la posada.
En el comedor nos acomodamos y cenamos cada uno lo que eligió del menú. Aproveché el momento para entregarles las nuevas camisetas que se hicieron por cuenta del club y que eran de color amarillo con el anagrama centrado delante. Tras ello bajé a llevar a José y a Carmen hasta el pueblo siguiente, Puente Pumar, donde tenían ellos reservadas las habitaciones por motivo que no viene al caso.
De regreso a Pejanda salimos a dar un breve paseo por la carretera disfrutando de una bella vista de la luna llena sobre las cumbres del valle. La temperatura era agradable y tras un rato por allí regresamos hacia la casa donde nos fuimos distribuyendo en las habitaciones ya repartidas anteriormente. Yo dormiría con Roberto en una de ellas. Entre unas cosas y otras eran más de las dos y media cuando nos quedamos en silencio. Habíamos estado charlando y teníamos la tele puesta. Yo llevaba con tortícolis todo el día y me molestaba ahora el cuello en la cama, por lo que tardé algo más en dormirme. Aún así no pasé del todo mal la noche.
DOMINGO 01
A las 8:00 horas habíamos puesto el reloj a tocar. Nos levantamos y preparamos para la jornada. Mientras esperábamos a entrar para desayunar llegaron José Luis y su sobrino José, dos amigos de Antonio que habían pasado la noche en Cotillos y que iban a ser nuestros guías. Como tenían que bajar a por pan, aprovecharon el viaje para recoger a Carmen y José F.
Poco después de las 8:30 horas pasamos a desayunar, que a diferencia de la cena, entraba dentro del precio convenido del alojamiento. Tranquilamente lo hicimos y ultimamos los preparativos para la marcha. Tras abonar la estancia y demás, salimos hacia Cotillos, pueblo situado más arriba en el puerto y un poco desviado de la carretera general.
En el mismo aparcamos los coches cerca de una fuente y nos compusimos para la ruta. Poco después de las 10:00 horas la comenzamos atravesando el pueblo y pasando cerca de la casa donde había nacido José Luis, ahora destruida por un incendio. La vista del valle era espectacular teniendo de frente Peña Labra y todo su macizo. El sol ya lucía espléndido y comenzaba a calentar. Lo grato de esta ruta es que transcurre la mayor parte de ella entre bosque que ofrece buena sombra al caminante.
A la salida de un prado nos encontramos con una pareja de ancianos que conducía un pequeño tractor con el remolque a rebosar de hierba a los que saqué una foto por lo típico de la estampa. Como digo, la vegetación era abundante y exuberantemente verde. Los árboles, de varias clases, tenían curiosas formas en sus troncos y ramas donde el musgo y los líquenes se adueñaban de las mismas.
El camino subía y bajaba a trechos teniendo hacia la derecha la caída hacia el valle oculto por el bosque. Una alambrada surcaba dicha margen del sendero y en un momento determinado nos puso un poco en apuros para atravesarla, lo que al final se solucionó encontrando el lugar apropiado para ello. Entramos así en una vaguada estrecha por la que bajaba un arroyo de escaso caudal. José Luis nos condujo por el mismo durante unos metros en busca de alguna bonita poza donde chapuzarse, el que quisiera, pero la reducida corriente no daba para ello.
Regresamos entonces unos metros para seguir de nuevo el camino dejado tras la alambrada. Antonio y alguno más decidieron meterse por el medio del bosque mientras el resto ascendíamos por el sendero hasta llegar a un descampado cerca de una cabañas donde paramos a la sobra unos minutos. Esperábamos hasta ver aparecer a los demás algo más arriba y nos pusimos de nuevo en marcha. Aquel tramo de pradera en pendiente y al sol costó un poco más subirlo. Así nos reunimos todos de nuevo y estuvimos parados un rato en el que alguno aprovechó para tomar un bocado.
En ruta otra vez tuvimos que atravesar una nueva alambrada para salir a un ancho camino que ascendía por la ladera del monte dejando el valle principal a la espalda. Durante otro tramo nos pegó de nuevo el sol de lleno. En medio de la pista encontramos otra cancilla que atravesamos tras abrirla. Hasta ahora habíamos visto muchas cercas y ningún ganado que retener con ellas.
Unos metros más adelante abandonamos la pista para entrar de lleno en el bosque por un sendero apenas imperceptible. En hilera fuimos subiendo por el mismo hasta salir de él y entrar en una zona donde las escobas subían por encima de nuestras cabezas. Pocos metros nos separaban de nuestro principal objetivo, el collado desde el que podíamos contemplar parte del valle de Liébana y los numerosos picos que lo circundan.
Sobre las 12:10 horas alcanzamos esta altitud desde la que tuvimos una vista impresionante de lo comentado. Haciendo un barrido de izquierda a derecha podíamos contemplar cimas tan conocidas como las del Espigüete, Curavacas, Tres Provincias, Peña Prieta, Coriscao y como no, la mayoría de las cumbres de los macizos Oriental y Central de Picos de Europa. Una ligera bruma restaba algo de esplendor a dicha panorámica y las fotos no salen con mucha definición. Hacia la parte trasera izquierda también contemplábamos el macizo de Peña Labra y a la parte trasera derecha la cumbre de Peña Sagra, en cuya sierra nos encontrábamos. Igualmente veíamos parte del valle de Liébana con algunos pueblos en el fondo y muy lejano el puerto de San Glorio. Esa misma vista ya al atardecer tenía que ser realmente portentosa.
Ascendiendo unos metros hacia nuestra izquierda tuvimos otra perspectiva de dicho paisaje. El verdor intenso de la pradera se unía a aquel espectáculo visual. De nuevo bajamos hacia el collado para subir hacia la parte de la derecha unos metros. Por entre matorral que arañaba las piernas de los que llevaban pantalón corto alcanzamos otro alto tras el cual había más bosque por el que descendimos unos metros antes de acomodarnos para comer. Eran las 13:00 horas. Hasta allí llevábamos algo más de 5 kilómetros según mi podómetro.
En el suelo o en troncos nos sentamos para reponer energías. El bosque nos tapaba cualquier vista, pero el lugar en sí ya era bonito por él mismo. A lo largo de hora y media estuvimos allí acomodados antes de ponernos de nuevo en marcha. Subimos hasta la parte alta y volvimos a entrar entre los matorrales. Esta vez íbamos a bajar por la parte contraria para hacer la ruta circular. Por un sendero que apenas si se veía entre la maleza descendimos un trecho hasta meternos una vez más en arboleda. Algunos tramos eran bastante pendientes, pero los sorteamos fácilmente. El contraste de luces y sombras daban al entorno un aspecto casi mágico.
Tras un tramo de bosque, entramos en otro de grandes helechos entre los que bajamos como pudimos haciendo casi el sendero nosotros. En el valle teníamos ya cerca el camino que ya nos llevaría de regreso a Cotillos. Antes de llegar a ésta pista hubo que pasar otro tramo pendiente y con numerosas ramas cruzadas donde había que ir con algo más de precaución para no tropezar. Aquí estuve grabando un poco con la cámara de fotos.
Sobre las 14:50 horas alcanzamos el camino aquel que bordeaba otro valle. La arboleda nos seguía librando del caluroso sol bastantes trechos. Así llegamos a una bifurcación donde tomamos el ramal de la izquierda. El camino comenzó entonces a bajar algo más visiblemente y volvimos a tener a la vista el macizo de Peña Labra. En un prado al lado de la pista vimos las primeras y únicas vacas de toda la ruta. También encontramos en medio otra cancilla que tuvimos que franquear.
Ya no muy lejos del pueblo vimos alguna edificación de piedra usada como cuadras y corrales. A las 15:30 horas entramos en Cotillos por la única carretera de acceso al pueblo. A la entrada teníamos los coches y en la fuente saciamos la sed. Yo no tenía agua desde la comida, aunque tampoco había pasado excesiva sed.
Aquí nos cambiamos de calzado y ropa sudada a la vez que decidíamos que hacer el resto del día, ya que era aún pronto para regresar directamente a casa. Se propuso irnos hasta la playa un rato, pero como había quien no podía llegar a casa tarde, tuvimos que desistir, lo que sinceramente me mosqueó un poco, ya que siempre he dicho que no se puede salir con prisas a las excursiones. Por ello optamos por emprender el regreso y parar donde nos conviniese.
Tras despedirnos de José Luis y José, que se iban hacia Santander, nos pusimos en ruta. En un mirador del puerto paramos un momento y continuamos hasta la cima. Allí se comienza el descenso hacia la parte palentina y llegamos a San Salvador de Cantamuda donde entramos. Algunos se acercaron a ver la iglesia y luego nos sentamos en una terraza de un bar a tomar un refrigerio. Tranquilamente se pasó hora y pico antes de reemprender el viaje.
A mí se me había olvidado llenar el depósito de gasoil el día antes y estaba temblando por si no me llegaba a la gasolinera de Cervera. Aún no se había iluminado la reserva, pero la aguja apenas se movía. Así llegamos a dicha localidad donde reposté combustible y continuamos ya más tranquilos. Habíamos decidido parar de nuevo en Almanza a tomar algo, pero al llegar a Guardo, y tras haberlo ya casi atravesado recibía la llamada de Sonia para decirme que habían parado en las piscinas de allí a darse un chapuzón. Me habían sacado alguna ventaja antes y les había perdido de vista.
Como ni José, ni Carmen ni yo teníamos ganas de parar para ello, volvimos hasta donde estaban y les dijimos que nosotros continuábamos el viaje. Así lo hicimos entonces pasando Puente Almuey, Almanza y Sahechores donde cogimos la carretera hacia Mansilla. Aquí enfilamos el último tramo hacia la capital donde dejé a Carmen y a José antes de llegar a casa sobre las 20:30 horas. A mi parecer habíamos perdido toda la tarde, pero bueno, al menos la ruta mereció la pena y el resto de la salida, incluido la puesta de sol del día antes, compensaba dicha decepción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario