lunes, 23 de junio de 2003

FUENTE DEL COBRE - NACIMIENTO DEL PISUERGA (Santa María de Redondo - Palencia) 22-06-03

 


1ª TRAVESÍA A LA “FUENTE DEL COBRE”. (Palencia).

22-06-03               (Domingo)

Esta salida se ha realizado de una forma un tanto improvisada. Dado que algunos socios del club iban a Soria para ascender al pico Urbión durante los dos días y muchos no podíamos marchar el sábado, decidí proponer al resto hacer esta travesía retrasada desde el mes de abril por una razón que al final no tenía sentido.
Resulta que no sé quien había comentado dentro del club, que hasta finales de junio estaba la zona restringida por cría de no sé que animales. Pues bien, días antes llamé yo a “Medio Ambiente” de Palencia y me dijeron que en ningún momento había estado prohibido el acceso a dicha zona. Visto lo mismo opté, repito, por plantear una excursión a la misma este domingo. Al final solo cuatro fuimos los osados a realizarla con el siguiente transcurso y un resultado totalmente satisfactorio.
Alrededor de las 7:40 horas salí con la furgoneta para ir en busca de María, Jorge y Sonia, los otros tres participantes en esta aventura. En Navatejera les recogí y enseguida salimos por la nacional hacia Mansilla. Subiendo El Portillo me sonó el móvil y resultó ser Miguel, que junto con Carlos eran los que habían marchado al Urbión. En Mansilla nos desviamos y poco después alcanzamos Sahechores donde cogimos dirección a Almanza. Unos kilómetros después atravesamos Puente Almuhey y luego Guardo, ya en Palencia. Aquí había concentración de motoristas con un gran número de máquinas. Tras pasar éste, y en un pueblo que no me acuerdo, paramos a tomar un café.
Yo pedí un descafeinado, y nada mas probarlo vi que no sabía nada bien. Se lo comenté al señor y sin problemas me puso otro. Los del resto, que eran con leche, se los cargó bien de café. En el bar tenía numerosos puzzles, uno de ellos igual al que yo tengo de 5000 piezas, y otro que tenía 13000 piezas.
De nuevo en marcha pasamos por Cervera de Pisuerga y luego por San Salvador de Cantamuda, donde habíamos parado al venir hace dos semanas de Santander. Poco más adelante se encuentra el desvío a Santa María de Redondo, desde donde comienza la ruta. Tras pasar por este pueblo salimos por una pista hasta llegar a un desvío de caminos donde empieza la misma. En este punto habíamos emprendido la marcha hace año y medio cuando, por un error de orientación allí mismo, no nos fue posible encontrar la cueva de la Fuente de Cobre donde nace el río Pisuerga.
Eran las 10:20 horas más o menos cuando aparcamos bajo un arbusto que protegía del sol a la furgoneta. Tanto Sonia como María iban con el estómago revuelto y ésta incluso vomitó. No creo que fuese por la mala conducción del chofer. Sería por los cafés que tomamos.
Según las indicaciones del mapa, había que pasar por debajo de una mina abandonada. Desde allí se veía dicha mina y andando me acerqué hasta ella para ver comparar la pista con el mapa. Entonces vi bajar dos todoterreno y pregunté al conductor de uno de ellos si era aquel camino el que iba a la cueva, confirmándome que sí. Volví entonces hacia el coche y nos preparamos para la ruta que comenzamos a las 10:40 horas.
Un vientecillo suave compensaba el fuerte calor del sol. Unos metros después del comienzo atravesamos un puente de traviesas de madera sobre el río dejando éste ahora a la izquierda. Por el otro lado se veían los restos de la mina mencionada en la descripción de la ruta. La pista subía suavemente por el valle y a su lado derecho vimos un manantial de agua ferruginosa que había oxidado un buen corro por donde bajaba. Además el olor era fuerte y casi fétido.
Por el camino subía un matrimonio de Barcelona que iba también hacia la cueva y con el que al final terminamos yendo juntos. Mas adelante volvimos a cruzar el cauce por otro puente de madera y no tardamos en tener el primer dilema al llegar a un desvío del camino en dos. Optamos entonces por seguir el de arriba, que parecía más marcado. El paisaje era realmente bonito ya que las escobas estaban colmadas de flores amarillas que destacaban entre el verdor del campo. Por debajo a la derecha y cerca del río, vimos un merendero en una pradera.
La pista subía y el viento seguía refrescándonos un poco. Además, la vegetación era cada vez más abundante y alta, lo que también contribuía a sofocar este calor. De nuevo volvimos a encontrarnos con la duda ante otra bifurcación de la ruta. Esta vez nos parecía que era el de abajo el camino más marcado, y por él seguimos. Como comprobamos a la vuelta, aunque el paisaje visto compensó el error cometido, era el de arriba el que había que seguir según la hoja de ruta.
De esa forma continuamos por el valle arriba disfrutando de toda aquella maravilla natural. Con nosotros se cruzó un joven con un caballo y varios perros. No tardamos en volver a vacilar en el rumbo a seguir. Nos encontrábamos en otra bifurcación, esta vez de dos valles distintos. Sobre el río había otro puente y el camino seguía hacia el de la derecha. Por otra parte, y mirando el mapa, estaba convencido que no era aquel ya que se veía marcado como esta pista subía hasta unos invernales y la cueva la marcaba en la otra vaguada. Claro, por las dos bajaban sendos arroyos, lo que no nos sacaba de dudas. En ello estábamos cuando vimos retroceder a la pareja aquella diciendo que, efectivamente, más arriba había unas casas y prados con vacas y varios perros con ellas.
Como habíamos subido unos metros por aquel camino, volvimos a bajar hasta el puente desde el cual salía una senda hacia el otro valle de la izquierda. El puente era estrechito y solo para personas, por lo que habían cementado el cauce para que pasasen los vehículos. Como no traía mucha agua, pasamos por el río y alguien se dedicó a salpicar al resto, no digo quien, (Sonia).
A partir de allí subimos con aquel matrimonio el resto de la ruta. La senda continuaba paralela al río y estaba bien marcada. Atravesamos algunos prados y nos metimos entre la vegetación cercana al cauce donde pudimos disfrutar de unos rincones únicos llenos de verde musgo y bonitas cascaditas de agua. Igualmente contemplamos algunos ejemplares de robles centenarios con troncos de exagerado contorno. Como acompañante llevábamos un mastín que se había unido a la pareja cuando subieron hasta las majadas y que no se separaría de nosotros hasta terminar la ruta abajo. Por todo aquello mereció la pena el error cometido en el desvío anterior, ya que no hubiésemos visto aquellos rincones tan maravillosos.
Lo que sí abundaban eran los mosquitos. Había infinidad de ellos, pero por suerte no se nos pegaban. También volaban unos enormes insectos que no supimos que eran. El río lo teníamos a la derecha y a la izquierda, por encima de la vegetación, veíamos las rocas donde se suponía que tenía que estar la cueva. Claro, por lógica, y si el arroyo nacía de ella, teníamos que seguirle hasta su origen.
Efectivamente, enseguida vimos como daba un giro completo a la izquierda y comenzamos a subir más bruscamente. Nos encontramos con más roca que trepamos y llegamos al empalme con otra senda aún más marcada que venía a media ladera y que supusimos era la que seguía la ruta. No tardamos en divisar la entrada de la cueva y vimos la misma imagen que la foto de la fotocopia del libro. Sobre las 13:00 horas alcanzamos esta cavidad, conocida como La Fuente del Cobre, de la que nace el río Pisuerga, aunque en realidad éste nace en un circo más arriba y entra en la roca durante unos 3 Km antes de aparecer aquí.
Enseguida nos aproximamos a la enorme entrada notando de pronto una gélida corriente de aire que salía de dentro. Por ello no convenía entrar sudando y esperamos unos minutos en los que nos pusimos incluso algo más de ropa. En la parte alta vimos numerosas golondrinas y algunos cuervos. La boca es enorme y permite ver la gran cavidad de dentro claramente. Por ella fluye la corriente del río que se mete entre la roca para salir por otra cavidad cercana a la entrada principal. La temperatura del agua es casi glacial y muy valientemente se aguanta la mano metida dentro unos segundos.
En las paredes hay innumerables cavidades de diferentes tamaños. María y yo, con el frontal que yo llevaba, entramos por una de ellas unos metros hasta ver que había que meterse en el cauce para seguir. Además la roca estaba resbaladiza y no se veía “un carajo”.
Ya fuera había ido llegando más personal por la parte alta de la misma. Nosotros subimos unos metros para contemplar el paisaje hacia el fondo del valle. El matrimonio que iba con nosotros decidió emprender el regreso enseguida ya que no habían subido comida. Nosotros nos acomodamos para comer a la sombra de un arbusto algo por debajo de la entrada. Algún trozo de pan dimos al mastín y varias galletas.
Tras un rato allí sentados, querían ellos buscar un lugar para tumbarse. La bajada la íbamos a hacer por la ruta que marcaba el libro, así que se pusieron en marcha por ella en busca de una sombra donde acomodarse. Yo decidí entrar de nuevo otra vez a la cueva y también subí unos metros por la ladera a ver si tenía cobertura con el móvil, lo que fue imposible. Quería llamar, como habíamos quedado, a Miguel y Carlos, los que habían ido al Urbión.
Hablando con los que habían llegado antes me comentaron donde estaba la laguna que recoge el agua del circo donde nace realmente el Pisuerga. Pensé que quedaba poco más arriba de la cueva, por encima de las rocas, pero estaba a unos dos kilómetros valle arriba, en el lugar conocido como Sel de la Fuente. Cerca de ella se ve entrar el agua entre las rocas y desaparecer.
Tras esta conversación recogí la mochila y me encaminé por la senda que antes había cogido el resto. Pocos metros después les encontré tumbados y a algunas incluso dormidas. El perro también estaba tumbadote descansando. Como yo no tenía ganas de echarme, cogí la cantimplora, que casi estaba vacía, y volví hasta la cueva para llenarla. Luego me metí entre las floridas escobas disfrutando de la vista del valle entre aquella maravilla de entorno.
Casi eran las cuatro cuando nos pusimos de regreso. Yo pensaba que por aquella parte íbamos a achicharrarnos con el sol, pero querían variar la ruta de ida y emprendimos la marcha. El sendero transcurre por media ladera entre la vegetación que tampoco supuso gran incomodidad. Seguidos por el perro avanzamos subiendo y bajando suavemente con el fondo del valle a nuestra izquierda. La vista compensaba el inconveniente del calor, que por otro lado también era reducido por algo de viento que soplaba a veces.
Durante un tramo estuvimos subiendo casi de continuo, lo que no cuadraba con los planes. Yo me metía con Sonia, ya que era la que iba delante como guía, y le decía que teníamos que bajar, no subir a las cimas. Como estábamos a buena altura, teníamos ya cobertura en el teléfono. Llamé entonces a Miguel y me contó que ya estaban de regreso. Habían alcanzado la cumbre del Urbión en tan solo hora y media. Iba hablando y caminando cuando se cortó por falta de cobertura.
No tardamos el alcanzar el alto de una loma desde donde pudimos contemplar el valle por el que habíamos subido la vez anterior en busca de la cueva. Igualmente se veía la cumbre del pico Cueto Mañín, donde terminamos ascendiendo aquel día, y el macizo de Peña Labra. Allí saqué una serie de fotos de todos los alrededores.
A partir de ese cerro bajaba un camino por la ladera hacia el río y en él nos metimos. Enseguida entramos entre un hermoso robledal con algunos árboles de tamaño descomunal y formas diversas. La pista, que durante un tramo iba con dirección al pueblo, giró bruscamente hacia la parte contraria separándonos de éste claramente. Aún así decidimos seguirla ya que meterse por el medio del bosque era aún peor. Tras un buen rato retrocediendo en la dirección, comenzamos a bajar más pronunciadamente. Aprovechábamos las sombras para detenernos algunos minutos, aunque por aquella zona no eran escasas.
De esa forma llegamos al entronque con el camino por el que habíamos subido por la mañana que era el segundo de los tres desvíos vistos. De haber subido por allí habríamos tardado más ya que la pendiente era mayor al subir aún por encima de la cueva para después tener que bajar a ella. Además nos habríamos perdido toda la maravilla del cauce del río en su parte alta.
El perro seguía con nosotros a pesar de que ya quedaba por detrás el lugar donde se había unido. Al llegar a la altura del merendero entramos por un camino hacia él. Al irnos acercando vimos que estaba vallado y con los prismáticos leímos en unos carteles que era propiedad privada. Salimos de nuevo a la pista mientras al frente se formaban negros nubarrones de tormenta. En el río se encontraban personas bañándose o tomando el sol fuera. Sobre el arroyo también pasamos sobre uno de esos pasos canadienses para el ganado. Estos, para el que no lo sepa, son unos puentes hechos con barras de hierro redondas puestas de lado a lado y separadas unos centímetros entre sí. Las personas o vehículos pasan bien sobre ellas, pero el ganado, al ver los huecos entre ellas y que además normalmente suelen girar un poco, no se atreven a pasar. Además, las patas de los mismos tienen poca estabilidad sobre dichas barras.
Así nos fuimos acercando al final y dejamos atrás a un grupo de gente que venía de bañarse. Los nubarrones amenazaban lluvia en cualquier momento, lo que hasta se hubiese agradecido. Pasamos por debajo de la mina y pasamos otro de los puentes antes de terminar la marcha a las 18:10 horas. Tras quitarnos las botas fuimos directamente al río a meter los pies y refrescarnos un poco. El agua estaba fría, pero enseguida nos adaptamos. El perro había bajado con nosotros y se había echado a la sombra de unos arbustos.
Una media hora estuvimos allí disfrutando del frescor del río antes de emprender la marcha. El mastín seguía empeñado en seguirnos, pero ya le era imposible claro. Por la pista entramos en el pueblo y en una fuente paramos a beber agua. En ello estábamos cuando comenzaron a caer unas gruesas gotas de lluvia parte de un pequeño chaparrón que no tardó en cesar.
Así salimos de Santa María de Redondo atravesando luego todos los pueblos de este Valle de los Redondos hasta llegar a la carretera general. Procuré ahora ir un poco más suave, para que no se me mareasen las damas. Pasamos por San Salvador, y ya bordeando el pantano de Requejada, un conductor de un coche que venía de frente nos hizo una rara seña con la mano como avisando de algo. Tanto el de delante como yo paramos y él mismo lo hizo también. Como no salía del coche nos pusimos de nuevo en marcha sin saber lo que había querido decir. Poco después de Cervera encontramos una caravana de coches parados. Debían de llevar ya algún rato, ya que algunos conductores bajaban a ver los que pasaba tras la una curva cercana. Al final, ya en marcha, creemos que era por el paso a nivel de la línea de FEVE que atraviesa la carretera.
Ya con dirección a Guardo paramos Villanueva de Arriba a tomar algo. En la terraza de un bar estuvimos sentados un rato antes de seguir el viaje. Ya pasado Guardo paré un momento para llamar por teléfono y poco después entramos en la provincia de León. Por la carretera en obras llegamos luego a Puente Almuhey donde nos desviamos hacia Almanza. Sin novedades pasamos por éste y no tardamos en entrar en Sahechores de Rueda. Aquí cogimos la nacional hacia Mansilla y en éste la de la capital. En ella cogimos la ronda este y llegamos a Navatejera donde quedaban los tres acompañantes. Por la misma ronda volví hasta el cruce de “Carrefour” para desviarme hacia El Portillo de nuevo y coger aquí la ronda sur que me deja prácticamente en casa.
Y con ello dimos por finalizada esta nueva actividad del club de montaña con tan buen transcurso como resultado final.































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