1ª TRAVESÍA “VALLE DE LAS BATUECAS”. (Salamanca).
12/13-07-03
Siguiendo el programa
para este mes, hemos realizado esta excursión por la bella zona salmantina de
Las Batuecas. Esta salida fue propuesta por mí, y tras haberla estudiado, tenía
ganas de hacerla al considerar, como luego resultó, que merecía la pena por su
atractivo. De nuevo, como ya es habitual en esta época
estival, la participación del grupo es mínima y en esta ocasión solo hemos ido
cuatro socios, lo que no quitó para que resultase una experiencia inolvidable
como a continuación relato. Dichos componentes éramos: Sonia, Jorge, José F. y
yo. SÁBADO 12Sobre las 17:30 horas
llegaron los otros tres participantes junto con la hermana de Jorge, que nos
acompañaría hasta Zamora. En el coche de éste nos acomodamos los cinco y todo
el equipo, que no era poco, y emprendimos el viaje de unos 300 kilómetros hasta
el destino. Por la carretera de
Zamora avanzamos hasta llegar a Benavente donde entramos en la autovía durante
un pequeño trecho. No tardamos en abandonarla y entramos de nuevo en la
nacional hacia Zamora. El sol calentaba lo suyo y dentro del coche se notaba
aún más. Poco antes de las 18:00
horas llegamos a esta capital en la que entramos para dejar a la hermana de
Jorge. De nuevo en marcha nos dirigimos hacia Salamanca, ciudad que bordeamos
por la derecha para salir hacia Tamames. No tardando se encuentra Aldeatejada
donde paramos a tomar un refresco en un bar y a estirar las piernas un poco. Continuamos
sin más por dicha carretera hasta Vecinos donde cambiamos a otra con dirección
a Tamames. Desde él pasamos a El Cabaco tras el cual nos fuimos acercando a la
Sierra de Francia. No tardamos en divisar la cumbre de Peña Francia hacia la
cual decidimos subir por una carretera que asciende pronunciadamente bordeando
la ladera de la misma. Poco después de las
nueve llegamos a esta cumbre de 1710 metros en la cual se sitúa un complejo de
varios edificios cuyo centro es el santuario de la Peña de Francia. En la
explanada de la cima se enclavan también una hospedería, varias capillas y
ermitas y un centro de emisión audiovisual. Desde un mirador se
pueden contemplar todos los valles circundantes y pueblos como La Alberca,
centro turístico del lugar. Aquí había un guarda con el que estuvimos charlando
y nos desilusionó un poco al decirnos que en esta época no caía nada de agua en
la cascada del valle de Las Batuecas, donde iríamos al día siguiente para hacer
la ruta. Unos 40 minutos
estuvimos allí arriba antes de emprender el descenso. A mitad de camino paramos
para sacar una foto de la cumbre. Me mosqueó un poco sacarla ahora ya que no le
daba el sol ya y a la subida tenía un colorido bonito. Algo más abajo volvimos
a detenernos en una fuente a beber y llenar las cantimploras. Camino de La Alberca
paramos en un camping y preguntamos si tenían bungaloes, pero estaban todos
ocupados. Más adelante entramos en otro, La Al-Bereka, y aquí si tenían, pero
nos parecieron caros. Como llevábamos la tienda, y estaba el tiempo bueno,
decidimos quedarnos. Eran ya las diez de la noche. Montamos la tienda y
nos acomodamos para cenar a su lado. Como a las 00:00 horas cierran la entrada
para coches, no nos daba tiempo a acercarnos hasta el pueblo situado a unos
cinco kilómetros. Entramos en el bar a tomar algo y yo llamé a casa. Juli me
dijo que había algo de tormenta. En el bar vimos unos bonitos gatitos muy
escurridizos.Sobre las 00:30 horas
nos fuimos metiendo en la tienda para dormir. Al acostarse Jorge notó un bulto
debajo del suelo de la tienda. Resultó ser un clavo de sujeción de plástico que
se habían dejado allí y que me costó sacar al estar muy clavado. Tuve que
arrastrarme bajo la tienda con el cuello forzado y moverlo junto con Jorge para
que saliese por fin. Así pudimos acomodarnos para dormir mientras fuera se
saltaban las normas de silencio a la torera. Hasta bastante tarde oímos al
personal de charla y ya casi de mañana un perro ladrando. A eso añado que yo no
acomodaba por culpa de la almohada y el calor que hacía y tenemos la noche
completa. DOMINGO 13A las 8:00 horas tocó
el reloj como habíamos acordado. Nos fimos aseando y desmontamos la tienda.
Luego nos sentamos a desayunar tranquilamente y lo recogimos todo para
emprender la marcha. Tras pagar la estancia del camping, salimos hacia La
Alberca.En éste paramos a
llenar las cantimploras de agua en una fuente y continuamos el viaje hasta el
alto de El Portillo desde el cual se desciende bruscamente hacia otro valle. La
carretera serpentea abundantemente hasta llegar casi al fondo del mismo donde
se encuentra el desvío hacia el monasterio de Las Batuecas situado al comienzo
del valle del mismo nombre. Desde La Alberca hay unos 20 kilómetros hasta aquí.
La carretera general entra en Cáceres pocos kilómetros después. Cerca del monasterio
aparcamos el coche teniendo en cuenta que le diese la sombra lo más posible. No
se veía entonces a nadie por allí. Con las mochilas al hombro emprendimos la
marcha a las diez de la mañana. La ruta parte hacia la
izquierda desde la misma puerta del monasterio, lugar aún habitado por la orden
de los Benedictinos que no se puede visitar. Allí mismo encontramos un
indicador hacia las primeras pinturas rupestres que se encuentran en el valle,
las de “Cabras Pintas”. El sendero transcurre por la orilla del muro del
convento con el río Batuecas del otro lado. Aquí haré un pequeño inciso sobre
la ruta en sí y lo que en ella se puede ver.El valle de Las
Batuecas es un entorno protegido en el que se pueden contemplar bellos
contrastes de roca, bosque y río. Al final del mismo se encuentra la bonita
cascada conocida como El Chorro, que en épocas de lluvia cae con fuerza desde
unos 10 metros y de la cual nos había comentado el guarda el día antes que
estaba seca. A su vez, abundan en él numerosos restos de pinturas rupestres
situadas en cavidades de dichas rocas y con accesos más o menos fáciles.
Igualmente hay que saber que no todas las pinturas se distinguen fácilmente a
simple vista y que incluso algunas están cerradas con verjas para evitar el
deterioro de los que no tienen miramientos por las mismas. Nosotros íbamos con
intención de ver todo lo que pudiéramos, pero sobre todo de disfrutar de bello
rincón del que tan buenas referencias teníamos. A lo largo de este
primer trecho junto al recinto pudimos contemplar, tanto dentro como fuera,
hermosos ejemplares de cipreses de enorme altura. Iluminados por la luz
matinal, estaban a punto para comenzar a disparar fotos y grabar con la
videocámara que había llevado. No solo cipreses destacaban en el entorno,
también se podían ver numerosos castaños, abedules y cuantiosos alcornoques a
los que se les había quitado la corteza de la que sale el corcho. Poco a poco fuimos
ascendiendo siguiendo siempre el curso del río en el que pudimos ver
cristalinas pozas de agua donde ya estábamos pensando en meternos a la vuelta.
Por el camino había varias estacas con unas marcas verdes y blancas que
indicaban la ruta correcta. Tras atravesar un pequeño arroyo que desembocaba en
el principal, nos encontramos algo más arriba con una pequeña presa en el río
cerca de la cual caían dos pequeñas pero bonitas cascadas. La vegetación
abundante de esta parte baja del valle ayudaba a reducir el calor del ya
espléndido sol que lucía. No tardando vimos el otro muro más exterior por el
que salimos completamente del recinto eclesial. Continuábamos sendero
arriba disfrutando del bello entorno cuando vimos una indicación que ponía
“Carbonera Antigua” y unos escalones de troncos que subían unos metros. Por
ellos llegamos al lugar donde vimos un horno de tierra en el que antiguamente
se quemaba la madera para hacer el carbón vegetal. Era un cono cubierto de
tierra con troncos debajo y dos aberturas, una para alimentarlo y otra de tiro.
Supongo que lo tienen reconstruido, ya que las inclemencias del tiempo no
permiten que se conserve largos periodos.Retomamos el sendero de
nuevo metiéndonos entre un bonito helechal tras el cual nos encontramos con un
gran pedregal que caía por la ladera de nuestra derecha. Atravesamos dicho
canchal y poco después vimos otra
indicación que señalaba un sendero que subía hacia “Cabras Pintas”, donde están
las primeras pinturas rupestres. Decidimos no subir hasta estas y hacerlo a las
siguientes, La Cueva del Cristo, desde donde se podía ver además, según el
folleto, una amplia vista del valle. Siguiendo las indicaciones de dicho
librillo, nos pusimos a localizar las rocas donde se situaba dicha cavidad. En
el río vimos un bello rincón con enormes piedras lisas por las que se deslizaba
el agua y allí paramos unos minutos. Retomando la marcha
encontramos un indicador que ponía “Umbría de la Cueva del Cristo”, que no era
lo mismo que “ La Cueva del Cristo”. A la primera era más difícil de llegar,
según nos indicaba el folleto, mientras que a la primera se accedía tras
ascender unos cuentos metros por un sendero bien marcado. En lo alto de unos
peñascos vimos una cueva que supusimos se trataba de dicho lugar por las
descripciones hechas. Tras atravesar el río nos encontramos con una bifurcación
en el sendero tomando el de la derecha. Este comenzó a bordear el gran peñasco
por la parte media y nos encontramos de pronto con que no tenía salida.
Retrocedimos de nuevo y cogimos el otro viendo un pequeño hito de piedras que
nos dio confianza. Este sendero subía
ladera arriba serpenteando, como ponía las hojas, y así fuimos ganando altura
parando de vez en cuando a la sombra de los árboles. Yo me adelanté ya bastante
arriba y me metí por el sendero que estaba ahora marcado por la misma roca. Así
llegué a una especie de plataforma desde la cual había una amplia vista del
valle viéndose incluso el muro del convento ya bastante atrás. De lo que no
había ni rastro era de las pinturas. Hacia arriba se elevaba un enorme paredón
liso por encima del cual me di cuenta que estaba la cavidad que habíamos visto
desde abajo. Retrocedí unos metros
mientras el resto se había sentado ya algo por debajo sin intención de
continuar. Ascendí entonces por la roca hasta pasar a la parte contraria, la
norte, y vi que había que trepar unos metros. Me quité la mochila y dejé la
videocámara y subí por las rocas un poco hasta que ya vi que no tenía salida
alguna. Con las mismas descendí hasta donde estaba el resto con la desilusión
de no haber encontrado el acceso al lugar.Lo que realmente me da
rabia, ya que no pasa solo en ese paraje si no en la inmensa mayoría, es que,
tras señalarte la dirección de un determinado lugar, no te ponen ni una
indicación más en todo el camino hacia ellos. Muestra de ello la tuvimos
recientemente en la Cueva del Cobre, sin ir más lejos.Ya todos junto
emprendimos el descenso por el mismo lugar hasta alcanzar el cauce del río de
nuevo. Eran las 12:05 horas y habíamos tardado algo más de una en subir y
bajar. Como vimos que se podía
seguir por el mismo lecho del río, fuimos avanzando por éste saltando de piedra
en piedra. En una rama de un arbusto vimos una bonita libélula azul que estuve
grabando y fotografié. Algo más arriba encontramos algo no tan agradable. En
medio del río había un jabalí muerto recientemente, ya que no estaba aún nada
descompuesto. Ya habíamos caminado un
buen trecho y ellos iban perdiendo las ganas de llegar a la cascada. Yo les
animaba ya que aún era pronto. De pronto vimos a un par de chicos en el sendero
por encima del río. Venían de la dirección de la misma y les preguntamos que
trecho quedaba. Nos indicaron que a una media hora siguiendo dicho sendero.
Esto nos animó un poco y salimos del lecho hacia esta senda. Eran entonces las
12:50 horas. No tardando cruzamos el
arroyo de La Palla y el sendero se empinó. Habíamos cambiado de dirección
girando el valle hacia la izquierda. Subimos un buen trecho antes de comenzar a
bajar suavemente hacia el río de nuevo. En la parte contraria de éste veíamos
grandes moles de piedra conocidas como Las Torres. Así llegamos a la
confluencia de otros dos valles, el de la derecha, por el que bajaba el río
Batuecas, y el de la izquierda por el que había que continuar hacia el Chorro.
Justo por encima de esta confluencia veíamos una excavación que supusimos podía
tratarse de La Majada de Las Torres, otro lugar con pinturas. Tras atravesar el
Batuecas emprendimos otra fuerte ascensión hacia dicho lugar. El sendero
serpenteante era de tierra muy resbaladiza y a mitad de trecho hicimos una
parada. La vista sobre el valle era de nuevo espectacular al llegar a la parte
alta. Yo me acerqué hasta el lugar donde habíamos visto aquella excavación
encontrándome con una especie de muros medio derruidos sin rastro alguno de
pinturas. Ya en casa, leyendo bien el folleto, he visto que están situadas en
la parte contraria a la que nos encontrábamos. Sobre las 13:35 horas
retomamos el sendero y nos metimos en el valle de la izquierda a media ladera.
En algunos tramos había una buena caída a plomo sobre el cauce. La subida era
suave, pero el calor apretaba al ser menos abundante la vegetación. Íbamos ya
algo desalentados porque seguíamos sin encontrar la dichosa cascada. Al fin
Sonia y José se rindieron y optaron por abandonar. Según al mapa no tenía que
quedar mucho trecho, por lo que yo seguía decidido a continuar. Seguido por Jorge
continué subiendo ya muy cansado hasta que por fin, unos quince minutos después
de dejarles, encontramos el idílico lugar. Eran las 14:00 horas. En el mismo se
cerraba el valle completamente por una pared de la que se desplomaba una
catarata desde unos 10 metros con no mucha agua, pero formando un bello efecto
de gotas. En su base pudimos ver también una poza de agua cristalina donde
daban ganas de meterse. Jorge se quitó las botas y metió los pies en el agua.
Nos arrimamos por la parte trasera del chorro y prácticamente nos mojamos
enteros bajo el mismo. Tras sacar unas fotos y
grabar con la cámara, emprendimos el regreso unos 15 minutos después. El sol
seguía calentando bien, pero ahora íbamos bajando. En otro cuarto de hora
llegamos donde estaban José y Sonia, los cuales habían bajado hasta el río y se
habían acomodado a la sombra de un árbol. Allí nos sentamos también nosotros y
nos dispusimos a comer con los pies en la corriente. Allí mismo había una poza
que intentamos ampliar taponando con piedras la salida del agua consiguiendo
que subiese un poco el nivel. Una pareja pasó por allí hacia la cascada
preguntándonos cuanto quedaba.Sobre las 15:30 horas
comenzamos a descender de vuelta. No tardando llegamos a la confluencia de los
dos valles donde se acentuaba la pendiente. Yo me rezagué unos metros grabando
y sacando fotos. Ya cerca del arroyo, y cuando iba grabando y a la vez
caminando, resbalé en la tierra y por salvar la videocámara del golpe, me lo di
yo bien fuerte en la rodilla y en el codo. El segundo no era mucho, pero la
rodilla llevó la peor parte y no tardó en hincharse y dolerme, lo que me hizo
cojear el resto del camino. Tras atravesar el río
Batuecas nos encaminamos hacia la segunda confluencia de valles. Algunos tramos
que antes habíamos bajado, ahora había que subirles, lo que ya costaba un poco
más. Así llegamos a esta siguiente unión donde cruzamos el arroyo de La Palla
nuevamente. No tardando alcanzamos el lugar donde nos habíamos incorporado por
la mañana al sendero desde el río. Esta vez no lo abandonamos y comenzamos a
ganar altura suavemente por la mitad de la ladera dejando el río a nuestra
derecha. De nuevo encontramos fuertes desniveles a plomo sobre éste con enormes
paredes en la parte izquierda. Para sorpresa nuestra,
y sin esperarlo, nos encontramos de pronto delante de la cavidad de Zarzalón.
Esta se encuentra justo a la misma altura que la Cueva del Cristo, situada en
la parte contraria del cauce, y en ella pudimos ver, casi intuir, alguna
pintura rupestre. Las mismas están protegidas, como ya comenté, por unas verjas
de hierro, y de no ser por un pequeño croquis que hay, es imposible
localizarlas. Unos metros más adelante se bifurca el sendero, cogiendo nosotros
el que bajaba al río. Así llegamos a la senda por la que habíamos caminado por
la mañana y vimos el cartel que indicaba la dirección de las pinturas. Hay que
tener en cuenta para posteriores ocasiones desviarse allí para coger bien el
sendero que llega a la cascada sin pérdida alguna. Ya al lado del río
fuimos avanzando pasando poco después por el pedrero y entre los helechos. En
el río comenzamos a ver numeroso personal bañándose en las cristalinas aguas.
Jorge iba comentando que si supieran que había un jabalí muerto en el medio del
cauce más arriba, no estarían tan a la ligera en el agua. Lo bueno es que luego
también él terminó por bañarse sin mayores preocupaciones. Tranquilamente
alcanzamos la muralla exterior del monasterio y pasamos por una entrada a la
parte interior, entre los dos muros. Unos metros después llegamos a la pequeña
presa del río donde decidimos parar a bañarnos. Eran entonces casi las cinco.
Más personal se metía en el agua por encima de la misma, bajando nosotros a la
parte inferior. Yo pensaba que aún era
pronto por el tema de la digestión, además el agua estaba bastante fría. Ellos
no lo dudaron y se metieron sin pensárselo. Poco a poco me fui mojando hasta
terminar por entrar del todo. Al igual que Jorge, me había quedado con las
botas puestas para evitar las piedras del fondo. Donde caía la pequeña cascada
de la presa había una poza de unos dos metros de fondo y unos cinco de
diámetro. Pues bien, tanto me incitaron a que la pasase nadando, que me
convencieron. Claro, las primeras brazadas bien, pero luego las botas me
pesaban y no conseguía mantener los pies arriba, por lo que terminé por
hundirme a poco de la orilla, donde además estaba Jorge, que en vez de ayudarme
se reía el muy puñetero. Muy mal lo pasé, de verdad. Mientras José y Sonia, que
lo estaba grabando, se tronchaban también de risa. Una media hora estuvimos
allí antes de emprender la marcha del último tramo.Enseguida nos pusimos a
la orilla de la valla interior del monasterio siguiendo el sendero, que en este
tramo estaba tapizado por enredadas raíces de los árboles adyacentes. De esa
forma recorrimos el trecho final antes de terminar la marcha al lado del coche.
Eran las 17:45 horas. Sorpresa fue la
nuestra al ver como no había un sitio libre donde aparcar más vehículos.
Incluso estuvieron esperando a que marchásemos nosotros para aparcar. Numeroso
personal merendaba en las praderas o se bañaba en el río. Sin tardanza
emprendimos el viaje subiendo el puerto hasta su máxima cota para luego bajar
hacia La Alberca donde llegamos a las 18:20 horas. Aparcamos en las afueras, ya
que muchas calles son peatonales y además había muchos visitantes por ellas.
Este famoso pueblo está declarado Conjunto Histórico y por sus calles anduvimos
un buen rato disfrutando de la bella y singular arquitectura de sus edificios.
Destacaban en ellos las fachadas cruzadas con listones de madera y sus
balconadas de idéntico material. En una tienda compré unas postales y en un
supermercado unas manzanas Jorge y Sonia. Poco más de media hora
estuvimos por allí antes de emprender la vuelta a casa. Tanto desde el pueblo,
como luego un buen trecho, tuvimos a la vista Peña Francia. Así pasamos por El
Cabaco, Tamames y Vecinos, donde cambiamos de carretera para continuar hacia
Salamanca en el que entramos a las 19:45 horas. Tras atravesar éste, y
en vez de salir hacia Zamora, habíamos decidido volver por Tordesillas y
aprovechar las autovías hasta éste y luego hasta Benavente. Así lo hicimos
avanzando a buena velocidad y sin novedades hasta llegar a la primera
población. Sin entrar en ella cogimos otra autovía por la que continuamos igual
de rápidos hacia Benavente. En el coche llevaba Jorge un CD de canciones
infantiles de nuestra época. Sonia y yo le pedimos que lo pusiera, pero el
muy........ no nos subía el volumen y apenas se escuchaban.Ya en Benavente salimos
de la vía rápida y entramos en la nacional. Tras entrar en nuestra provincia
hicimos una parada para tomar algo y aprovechamos para arreglar cuentas del
viaje. Desde allí mismo vimos una puesta de sol con éste de un bonito color
rojizo. Sin más dilaciones
continuamos hacia León llegando a Armunia alrededor de las 22:30 horas. Aquí
terminaba para mí este inolvidable fin de semana en el que conocimos otro bello
entorno natural en el marco incomparable de la montaña.
En éste paramos a
llenar las cantimploras de agua en una fuente y continuamos el viaje hasta el
alto de El Portillo desde el cual se desciende bruscamente hacia otro valle. La
carretera serpentea abundantemente hasta llegar casi al fondo del mismo donde
se encuentra el desvío hacia el monasterio de Las Batuecas situado al comienzo
del valle del mismo nombre. Desde La Alberca hay unos 20 kilómetros hasta aquí.
La carretera general entra en Cáceres pocos kilómetros después.
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