2ª
ASCENSIÓN A “PEÑA TEN”. (Área Recreativa de Los Carbellares - La Uña).
12-06-21 (Sábado)
A punto de finalizar la primavera nos hemos ido hasta las inmediaciones de La Uña para ascender a Peña Ten, cumbre destacada de la zona por su altitud, 2144 m, y su acometida de destacado desnivel con rampas y lomas de gran verticalidad. Por mi parte además decidí atacarla por su cara Sur, la más exigente y que casi me cuesta el abandono por la baja forma en la que me encontré durante su remontada. Aún así, y tras conseguirlo, hicimos el descenso alargando el mismo por más cresteos y vaguadas que no nos lo pusieron fácil.
A las 8:05 horas salíamos Álvaro y yo para ir recogiendo en los lugares acordados a los dos compañeros restantes que también se habían animado en esta ocasión, Mª Jesús y José Luis. Algo menos de media hora más tarde salíamos de León por la autovía hacia Puente Villarente donde la abandonamos para dirigirnos a Boñar. Con un cielo despejado por completo avanzamos por la nacional hasta esta localidad en la que paramos a tomar un café. Retomamos el viaje minutos más tarde para iniciar el rodeo del pantano del Porma y llegar a Puebla de Lillo. Nos desviamos en éste hacia Cofiñal para iniciar luego la subida al puerto de Las Señales, por cuya parte alta pasamos antes de descender con dirección al alto del puerto de Tarna, límite provincial con Asturias. Lo dejamos a la izquierda y comenzamos el descenso por la parte leonesa hacia La Uña. Dos kilómetros antes de dicha localidad se encuentra el Área Recreativa de Los Carbellares donde teníamos pensado iniciar la ruta. Entre la misma y el pueblo hay una fuente a la que nos acercamos para coger agua antes regresar y aparcar en un lugar adecuado para ello cerca de dicho merendero a las 10:30 horas.
Nos preparamos para la ruta allí mismo y nos sacamos una foto con la cumbre de Peña Ten asomando al Norte tras otras lomas más cercanas. A las 10:45 horas iniciamos la marcha a una altitud de 1230 metros cruzando la carretera para meternos en el valle de Valdosín a través de una pasarela de madera que nos llevó al merendero con algunas mesas, bancos y árboles. Un par de carteles informaban de la ruta al puerto de Ventaniella, distante unos 4,000 km y marcada como PR LE - 20, así como una panorámica de las cimas y lugares que se podían divisar desde ese punto. Estábamos en la confluencia del valle de Riosol, con el río homónimo que baja de la zona de los puertos de Las Señales y Tarna, y del valle de Valdosín, por el que desciende el recién nacido río Esla. Ambos cauces se unen en esa vega pocos metros más al Este dirección a La Uña.
Salimos del recito vallado con maderos para meternos en las verdes praderas antes de cruzar el río Riosol por varias piedras asentadas en él. Algo más al Oeste se puede entrar a la vega sin obstáculo alguno ya que el río pasa bajo la carretera entre medias y siguiendo la ruta de Ventaniella. No tardamos en incorporarnos nosotros a la misma tras pasar al lado de otro recinto en el que se encuentran las ruinas de la Ermita de San Miguel, los bajos muretes que delimitaban el templo religioso.
El sendero se perdía en la hierba alta y aún algo húmeda del rocío mientras se iba introduciendo en el valle de Valdosín. Así llegamos a una pasarela de madera sobre el río Esla por la que cruzamos para incorporarnos enseguida al ancho camino que sube desde la carretera no muy lejos de La Uña. Por delante teníamos ahora un gran peñón, la Peña del Castiello, en la que posiblemente, y según algunos estudios, existiese una fortaleza en la antigüedad, aunque no quedan restos de la misma. Poco antes nos encontramos con un todoterreno aparcado a la vera del camino y enseguida cruzamos una cancilla de madera. El Esla se encajonó entonces entre dicha peña, el camino y un bello hayedo de gran verdor de la margen contraria formando varias pozas y cascadinas entre ellas. Una fuente manaba en la vera del camino por debajo del peñón en el que pueden verse algunas cavidades de forma rectangular y bastante regulares.
Salimos de este pequeño desfiladero a través de otra cancilla, ésta metálica, y el valle se abrió de nuevo. Pocos metros por encima se encuentra la Hayona de Valdosín, un enorme ejemplar de haya al que en alguna ocasión anterior nos hemos acercado. Queda en la ladera muy cerca del camino que abandonamos a los pocos metros para meternos en dicha loma de pradera con dirección a Peña Ten, que se elevaba ya por delante de nosotros. Cruzamos el arroyo de Las Corvas y enlazamos con otro camino menos marcado que el anterior y que subía hacia la cercana majada de Lario, a la que llegamos cuando eran las 11:38 horas y tras 2,500 km hechos. Dentro de esta cabaña de piedra y teja encontramos un camastro con un colchón, chimenea y algunos útiles de limpieza y herramienta.
Retomamos la marcha por el mismo camino que nos metió entre algo de arboleda antes de que una y otro desapareciese en las praderías. Un sendero continuaba subiendo ahora por la parte alta de la vaguadina por la que bajaba el arroyo de Las Corvas y paralelos a un alambre electrificado para el ganado. Pues bien, los nubarrones se alternaban con los claros en los que el sol “picaba” de tormenta. En una de las ocasiones que me quité la visera se me cayó sin enterarme hasta que no salió el sol una de esas veces. Volví sobre mis pasos bajando y subiendo unos metros y Mª Jesús conmigo. Al final ya la daba por perdida cuando me la entregó ella que la había recogido mucho más abajo. Se lo perdonaré..............
José Luis y Álvaro se habían adelantado y estaban ya en la pendiente ladera Sur de Peña Ten hacia la que nos echamos nosotros seguidamente. El calor, pero sobre todo el cansancio, comenzaban a hacer mella en mí y bajé el ritmo visiblemente. Me costaba avanzar como pocas veces y casi iba por inercia. Es cierto que habitualmente suelo subir muy despacio las fuertes pendientes, pero en esos momentos era exagerado la debilidad que sentía. Pocos días antes me habían puesto la vacuna del Covid y podría ser que estuviese sufriendo alguno de los efectos de la misma, no lo sé. El caso es que incluso me iba sentando en alguna piedra, cuando pocas veces lo hago aunque pare. En una de esas ocasiones decidí picar un poco de lo que llevaba de comida a ver si recuperaba. También tengo el “mal” hábito de no comer ni picar nada durante las subidas, y a veces es recomendable para evitar las pájaras.
Poco a poco ganamos altura mientras veíamos a Álvaro y a José Luis por delante y cada uno por diferentes lugares. Subimos un tramo rocoso e igual de pendiente antes de volver a la loma más verde. Giramos entonces hacia el Oeste con dirección a un colladín en el que estaba José. Justo antes del mismo encontramos un nevero que rodeamos para de alcanzar este paso de 1857 m a las 13:54 horas y tras 5,400 km hechos. Desde él veíamos la furgoneta con dos coches más en el aparcamiento. La vista ya era bastante amplia destacando al Sur el macizo de los Mampodres.
Nos detuvimos unos minutos antes de retomar la subida ya por la cresta a través de un tramo algo más rocoso pero no muy largo. La loma se volvió de nuevo más campera y el sendero muy marcado ganaba altura por la misma. Por delante veíamos todo el tramo que nos restaba a la cima. Hacia el Sur caían las paredes verticales por completo hacia un enorme pedrero que se asentaba sobre una hoya bajo dichos riscos, daba vértigo asomarse hacia allí. La senda transcurría en muchos puntos pegada a las caídas, aunque al Norte la loma bajaba más suave. Nos cruzamos con una pareja que habíamos visto en el punto de inicio y que ya descendían. En el último tramo se suavizó la pendiente y vimos el hito geodésico en el que ya estaba Álvaro.
Eran las 15:10 horas cuando alcanzamos nosotros la cima de Peña Ten con sus 2144 metros habiendo recorrido 6,400 km. En la misma, además del vértice geodésico, hay una placa con el nombre de la cima, altitud y club que la colocó. Bajo ella, un tubo abierto por ambos lados hacía de buzón un tanto inservible en ese estado. Por el Norte vimos como las nieblas se iban metiendo desde Asturias, cuya línea divisoria transcurría pocos metros al Este y corría al Norte hacia el Pileñes para girar luego al Oeste.
Por si se cerraba en la cima, nos sacamos unas fotos de grupo antes de acomodarnos a comer. La vista era espectacular contemplando innumerables cumbres de las que citaré algunas. Como adelanté, teníamos el macizo de Los Mampodres casi a “tiro de piedra” hacia el Suroeste. Girando al Sur, el Yordas encima del pantano de Riaño, cuya cola de esa zona veíamos también. En esa orientación estaban los pueblos de Maraña, Acebedo, Polvoredo y Liegos más alejado. En la lejanía emergía el Espigüete, Murcia o otras cumbres más hacia San Glorio, por donde también entraba la niebla ocultándolas. También destacaban los impresionantes Picos de Europa con las grises y calizas cimas y paredes entre las que algún nevero blanco rompía ese tono. Cambiando un poco la vista al Norte, el cercano Pileñes ya en Asturias, al otro lado de la collada de Arriondas por la que más tarde pasaríamos. También en la misma provincia, el Tiatordos y el Maciédome, dos cumbres destacadas del concejo de Ponga. Hacia el Nordeste, varias cimas de San Isidro, con el Torres destacando con su silueta piramidal. Mas cerca, la Peña San Justo y delante los picos Lago y Remelende en Las Señales.
Contemplando todo ello comimos mientras nos respetaba la niebla y la temperatura se mantenía agradable. Estando allí llegó una pareja que subía por el collado de las Arrimadas y quería bajar hacia La Uña por los valles del Sur a través de los puertos de Fonfría y el valle de Carcedo. Para dejar la tarjeta en el buzón lo que hicimos fue taponar la parte baja del tubo con unas piedras metidas a presión para que hiciese de fondo y poder dejar el bote con dicha tarjeta dentro.
La niebla ya nos “lamía” cuando iniciamos el descenso a las 17:50 horas por la vertiente contraria a la de subida siguiendo el cresteo en esa dirección. Al lado de precipicios similares a la de la falda anterior perdimos altura a lo largo de un tramo hasta alinearnos con el collado de Las Arriondas hacia el que cambiamos el rumbo en ese punto. Antes de perder de vista la cara Sur de Peña Ten vimos a la pareja de la cima bajando por un pedrero hacia los valles.
Un sendero bastante marcado pero resbaladizo por la gravilla de su firme descendía hacia el collado por el que pasaban las nieblas movidas por el vientecillo que corría. A veces era mejor salirse de él para bajar campo a través por la loma sin el peligro de resbalar. A las 18:35 horas alcanzamos el collado de Las Arriondas o Cardal con una altitud de 1755 metros. Este paso comunica la vega de Valdosín que baja al aparcamiento al Oeste y la vega de Arcenorio al Este, siendo divisoria provincial y de comunidad. El plan siguiente era ascender por la loma contraria hacia el Pileñes pero desviarse oblicuamente hacia la cresta más al Oeste. Subimos una corta pero fuerte pendiente hasta la cima de un cerro desde donde tomamos un sendero que seguía subiendo más suave ladeando hacia dicha parte alta. No tardando contemplamos en el valle de Arcenorio la ermita dedicada a la Virgen de Covadonga, o Santina de Arcenorio, así como las numerosas cabañas cercanas. Hace algo menos de tres años hicimos una ruta desde La Uña hasta esa vega volviendo por el collado de Las Arriondas y Valdosín a la Uña de nuevo.
Fuimos subiendo por la ladera oblicuamente hacia la parte alta de la sierra Oeste del Pileñes hasta alcanzar dicha cimera. En algunos mapas y páginas de Internet he visto que a toda esta cresta la llaman Les Pandes de Pileñes. Al Sur teníamos ahora la enorme mole de Peña Ten por su cara Norte y sus laderas, no tan abruptas como las de la cara contraria, pero de gran verticalidad. No tardó en envolvernos la niebla del Norte ocultando la sierra por momentos. Por delante teníamos las Castellanas Cimeras, cumbres que íbamos a bordear por su cara Sur y cuya cota mayor es de 1884 m. Cruzamos unos pedreros mientras las dejábamos por encima y salimos a unas praderías. Fue en ellas donde vimos una especie de culebrilla diminuta de unos 20 cm, delgada, con el lomo claro y el vientre oscuro.
Llegamos al extremo de dicha sierra donde se comenzaba el descenso por una loma en la que no tardamos en encontrar numerosas trincheras de la Guerra Civil surcando buena parte de la misma. Las rodeamos o cruzamos mientras la niebla nos impedía ver más allá de pocos metros. El track del GPS bajaba más al Sur, pero como vimos que la ladera llegaba directamente al puerto de Ventaniella, o eso creíamos, no le hicimos mucho caso. Fue un error, como luego comprobamos. Enseguida la maleza se hizo presente y las escobas altas, arroyuelos con grandes surcos y hondonadas cubrieron por completo lo que antes era terreno más o menos limpio. José Luis y Álvaro se echaron por un lado mientras Mª Jesús y yo íbamos un poco paralelos pero más abajo.
Peleando con algunos arbustos y muchos tojos que nos masajearon las piernas incluso a través de los pantalones, conseguimos salir de allí y enlazar con el track del GPS que transcurría ya por senda limpia. Rodeamos un cerro y la niebla se abrió de nuevo. Justo por debajo teníamos el puerto de Ventaniella al que se dirigía el track, aunque viendo muy despejado el terreno en la dirección que llevábamos, optamos por descartar la primera idea.
A través de lomas de praderías y cruzando solo algún reducto de maleza algo más alta, fuimos perdiendo altura entre el sendero del PR-LE 20 Ventaniella y el que baja de la collada de Las Arriondas por el valle y por el que vimos ya a los dos compañeros. Echando la vista atrás tuvimos una bonita perspectiva de la sierra que habíamos bajado y del puerto de Ventaniella con las nieblas formando un manto a modo de boina sobre todo ello. Tras un tramo más campo a través, enlazamos nosotros con el PR cerca de la confluencia del arroyo de La Majada de la Castellana con el arroyo Del Puerto. Cruzamos el primero de ellos poco antes de llegar a una pradería en la que pastaba numeroso ganado y en la que había una nave para su refugio. Entre las vacas, terneros y algún toro que otro cruzamos para enlazar con un ancho camino desde el que volvimos a ver a José y a Álvaro en el otro ramal. Por encima del mismo destacaba ahora la Hayona de Valdosín en la ladera entre más árboles de su especie. Cruzamos el arroyo de Las Corvas justo antes de cerrar el lazo en el camino de subida.
Rebasamos la cancilla metálica y entramos en el tramo más angosto del valle donde ya el Esla se encajonaba bajo la Peña del Castiello. Dejamos atrás la fuente natural y salimos del estrecho desfiladero por la cancilla de madera. Por delante aún emergían las cimas más altas de Los Mampodres iluminadas ahora por el anaranjado sol del atardecer.
Íbamos caminando por el ancho camino tan campantes, y si nos es por que vemos el puente de madera sobre el río algo más abajo, nos hubiésemos pasado el mismo. Nos desviamos hacia él para cruzarlo y entrar en el sendero entre la pradería. Cruzamos otra acequia y entre la hierba alta, casi cerca de la carretera, vimos un movimiento que de momento no identificamos de que podía ser. Enseguida apareció la cabeza de una cigüeña entre el verde y al notar nuestra presencia alzó el vuelo. No tardamos en salir al asfalto unos metros por encima del aparcamiento donde terminamos la ruta a las 21:45 horas. Álvaro y José Luis habían llegado pocos minutos antes. El GPS me marcaba 15,400 km hechos con un desnivel acumulado de 1124 m. Aún quedaba algún rayo de sol iluminando la cumbre de Peña Ten al Norte.
Nos cambiamos y a las 22:05 horas iniciamos el regreso a León. En el alto del puerto de Tarna encontramos niebla durante un tramo que se disipó subiendo al de Las Señales. En Cofiñal hicimos una parada en la fuente de la entrada mientras un poco por encima de unas cumbres se dejaba ver la luna creciente en su estado mínimo. Ya en Puebla de Lillo hicimos una segunda parada para tomar un merecido refrigerio en uno de los bares. La silueta del Susarón se perfilaba en el cielo ya casi oscurecido por completo.
22º C marcaba un termómetro cuando retomamos el viaje a las 23:00 horas para rodear el pantano del Porma. Sin novedades transcurrió el mismo hasta llegar a León una hora más tarde. Dejé a los compañeros en los lugares de recogida y a las 00:25 horas terminábamos Álvaro y yo éste en Armunia donde había dejado él el coche.
Ascensión potente la de hoy, o al menos es la percepción que me quedó por las circunstancias en las que hice la subida. Bien es cierto que, como avancé al comienzo, la ruta elegida fue la más exigente por la pendiente que tuvimos en esa orientación Sur, y el calor, a pesar de las nubes que rondaban, no lo puso fácil tampoco. Todo ello compensado, como no, por las vistas y paisajes de los que disfrutamos.
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