1ª ASCENSIÓN AL “CURAVACAS”. (Desde Vidrieros, Palencia).
01-09-13 (Domingo)
En este primer día de septiembre hemos coronado una de las cumbres más emblemáticas que tenemos en nuestro entorno, el Curavacas. Con sus 2524 metros de altitud, es uno de los picos más altos de la Cordillera Cantábrica. Su gran desnivel y fuertes pendientes a la cima hacen que sea una cima destacada y ansiada dentro del mundo montañero.
A las 7:00 horas de este primer domingo del mes hemos salido de Guzmán los siete participantes de esta marcha: Nati, Mª Jesús, Álvaro, José Antonio, José Carlos, José Luis y yo. En los coches de José Luis y el mío emprendimos el viaje hacia Vidrieros, en Palencia, de donde partiríamos. El trayecto que hicimos fue el que sigue: León, Mansilla, Sahechores de Rueda, Almanza, Puente Almuhey, Guardo y Vellilla del Río Carrión, en donde paramos a tomar un segundo desayuno. Tras el mismo retomamos el viaje por la zona de los pantanos palentinos para llegar a Vidrieros, 1300 m, sobre las 9:15 horas y tras 130 Km. recorridos.
Frente al bar aparcamos los coches y nos preparamos para la ascensión con cielo despejado por completo. En el pueblo había un gato que se nos acercó e incluso se atrevió a meterse en la furgoneta. Me arañó el asiento con las uñas.
Tras sacarnos una foto de grupo comenzamos a caminar a las 9:35 horas. Atravesamos sus calles para salir hacia el Noroeste por un ancho camino paralelo al arroyo Valdenievas. Al Norte comenzaba a emerger la gran mole del Curavacas con su cumbre 1200 metros por encima. Con la luz del sol destacaba su color verdoso debido a la capa de liquen que cubre la roca de conglomerado que lo forma.
Tras recorrer unos 300 metros por dicho camino encontramos otro por la derecha tras pasar un puente sobre el arroyo Cabriles al lado del cual comienza a subir éste. Yo vi a alguien que se metía antes de dicho arroyo por un sendero medio marcado y le seguí. Enseguida comprobamos que no se podía pasar el cauce y retrocedimos para coger ya correctamente el ancho camino de la margen contraria. En una piedra al lado del mismo había una inscripción marcando la dirección al Curavacas y su altitud.
Por aquella pista de tierra comenzamos a ganar altura en un fuerte repecho que nos hizo calentar. El sol lucía claro, pero corría un ligero viento fresco que se mantuvo el resto del día y que nos alivió en gran parte la subida que nos esperaba. Atrás dejamos un par de cancillas para el ganado antes de meternos en una zona arbolada en donde el firme se transformó casi en un canchal. Con el arroyo a nuestra derecha fuimos subiendo por el mismo dejando a la izquierda algunos pedreros de las estribaciones del pico El Resollar. Cruzamos también entre verdes helechos y escobas que nos dieron paso a una pradería ya amarillenta en este final de verano. Cerca dejamos un serbal cargado de frutos rojos. Allí dejamos atrás al único grupo de tres jóvenes, dos chicos y una chica, que subían como nosotros y que luego nos fuimos relevando hasta muy arriba que nos dejaron atrás.
Cruzamos aquella pradera en la que terminaba el camino para meternos en un sendero pedregoso entre matorral y que nos llevó al cruce con el arroyo muy cerca de un manantial del que bebimos. El sendero se metió en algunas vaguadas de gran pendiente y la piedra resbaladiza nos ralentizaba el paso, preludio de lo que luego nos encontraríamos, siendo uno de los obstáculos de esta cumbre. Yo me lo iba a tomar con calma si quería llegar a la cumbre, y así se lo dije al resto de compañeros. Llevaba 4 litros de líquido y fruta para ir reponiendo fuerzas. Mientras los demás tiraban por delante, Mª Jesús decidió seguir a mi ritmo.
Llegamos así a la zona de los grandes pedreros entre los cuales se distinguía bien el sendero muy trotado, aunque había varios más secundarios que atajaban y demás. Echando la vista atrás vimos ya la cola de uno de los pantanos que habíamos pasado. Vidrieros estaba oculto tras una loma del pico Coruño, 1866 m, con cuya cumbre íbamos calculando la altura a la que estábamos al igual que con la de El Resollar, 1957 m.
Con calma fuimos ganando altura viendo por encima a los compañeros. José Luis se había ido muy a la izquierda y ahora tenía que cruzar hacia el camino bueno. Por lo que nos comentó luego, al final se metió por una de las fuertes canales de dicha zona y no pudo llegar a la cumbre, aunque estuvo cerca. De ésta ya bajaba numeroso personal, algunos incluso corriendo.
Sobre las 11:50 horas llegamos a los contrafuertes de la montaña, una serie de picachos, algunos puntiagudos, que dividían las canales. La altitud allí podría ser de unos 2100 m. El acceso fácil se hace por el llamado Callejo Grande, un canalizo entre rocas por el que el sendero muy marcado y zigzagueante asciende con gran inclinación. El terreno medio arenoso era resbaladizo y había que ir buscando los mejores lugares para sortearlo. A la sombra de una de las formaciones rocosas nos sentamos unos minutos a reponer fuerzas. Yo llevaba varios plátanos, que dicen dan energía rápida. Lo cierto es que entre eso, el isotónico y también, como no, la calma para subir, lo iba llevando muy bien.
De nuevo en marcha continuamos en la misma línea ganando altura rápidamente y con vistas cada vez más amplias. Incluso ya veíamos parte de Vidrieros asomar tras la loma. El sol calentaba, pero el aire fresco que corría lo compensaba de sobra. Echando la vista atrás ya impresionaba el fuerte desnivel alcanzado y la pendiente que había. No era menos impactante lo que nos quedaba hacia arriba.
Llegamos así a un punto en el que el sendero, en vez de seguir directo a un collado cercano que se veía, giraba totalmente a la izquierda para casi allanarse durante unos metros. Nos situamos entonces frente a otro canalizo muy rocoso en el que se encuentra el tramo más complicado de la ascensión, y que ya adelanto, pasamos sin apenas inmutarnos. Se trata de una serie de trepadas que, sin separarse del sendero o sendero ya transitados, no tienen mayor dificultad que la de asegurar bien los pies y agarrar bien las manos para no resbalar. Hablamos, claro, para montañeros con un mínimo de práctica. No hay cortados en ningún lugar que den vértigo y solo la mochila puede molestar un poco por echar el peso atrás. Alcanzamos así el estrecho paso que, a modo de portilla, nos dio vista a la vertiente Norte. Eran las 13:40 horas y estábamos a unos 2300 metros, aproximadamente.
Desde ese punto, y ya por la ladera Norte, retomamos de nuevo la subida por La Llana, una loma pedregosa pero de menor pendiente y fácil de atacar. El sendero hitado, como hasta ahora, nos fue guiando con dirección Oeste. Por debajo de nosotros apareció la laguna del Pozo Curavacas destacando negra entre el amarillento paisaje. Poco a poco fuimos girando a Sur y enseguida vimos la silueta de alguien en la zona alta. Un último esfuerzo y a las 14:05 horas alcanzamos Mª Jesús y yo la cumbre del Curavacas con sus 2524 metros de altitud.
En ella, además de los compañeros, estaban los tres jóvenes que en el paso de la ventana, al que ellos llegaron por otro sendero diferente, nos habían dejado atrás. Luego llegaron dos jóvenes con sendos perros. En esta cumbre hay un par de buzones y una cruz. Entre ellos había una especie de cadeneta de banderolas de colores. En torno al hito nos acomodamos para comer no sin antes abrigarnos un poco por el viento del Norte que corría y que ahora se notaba incluso fresco. Por el walkie nos comunicamos con José Luis, al que vimos bajar ya por la canal que habíamos traído nosotros.
Sería largo de enumerar la cantidad de cumbres divisadas desde aquella atalaya. Por anotar algunas de las más destacadas comenzaré por los tres macizos de Picos de Europa, delante de ellos, Peña Prieta y Tres Provincias, Murcia y por supuesto, el Espigüete. Peña Corada, Peñas Pintas y muy alejada, Peña Ubiña. Hacia Cantabria contamos las cumbres de Peña Labra, Peña Sagra o el Vistruey, al que hace poco ascendieron los compañeros del club, entre otros. Precisamente por esa zona aparecían nieblas que iban cubriendo dichas cumbres más alejadas.
Estando comiendo se nos acercaron un par de pajarillos a escasos metros de nosotros. Pero fue más tarde cuando vimos asomar por la parte Sur de la cumbre un grupo de rebecos que también se nos fueron acercando bastante pero sin llegar a dejarse tocar. Luego les vimos como ágilmente cruzaban por las rocas hacia el lado Norte desde donde se echaron ladera abajo hacia las canales para cruzar a otra cumbre de la parte contraria en escasos minutos.
José Antonio había decidido bajar hacia el Pozo Curavacas, en la parte Norte del macizo. Nosotros emprendimos el descenso a las 16:45 horas siguiendo el mismo sendero de subida. Con el zoom de la cámara logre sacar unas foto en las que se distingue el refugio de Cabaña Verónica y la parte alta de Fuente De así como parte de Potes.
Descendimos por la pala hacia el paso de cambio de vertiente entrando en la zona que ahora tocaba destrepar. Con tiento, pero sin dificultad, fuimos dejando atrás los diferentes pasos hasta llegar a la zona “llana”. Por ella pasamos a la otra canal por la que seguimos perdiendo altura con buenas vistas hacia la parte baja. La luz de aquella hora resaltaba aún más el colorido y los contrastes. Llegados a un punto decidimos cambiar de nuevo de canal a otra por la que había subido alguno del nuestro grupo, no me acuerdo quien. El sendero también estaba muy marcado y algo más abajo enlazaba con la principal de nuevo. Este tramo era más herboso y a Álvaro le resbalaban las botas. Llegamos de esa forma al punto en el que quedaban atrás las formaciones rocosas y entramos en los pedreros. Eran las 17:50 horas.
Pues bien, aprovechando que eran la mayoría de piedra pequeña, nos echamos patinando por ellos olvidándonos de los senderos. De esa forma perdimos altura mucho más rápido y disfrutamos un buen rato. Lo malo, que se me despegaron un poco las suelas de las botas.
Enlazamos tras ellos con el sendero también pedregoso entre matorral. En este tramo me despisté y no sabía si habíamos subido o no por allí. Fue al llegar al manantial cuando lo confirmé. En él bebimos agua, aunque nos quedaba aun. Cruzamos luego el arroyo Cabriles para llegar enseguida la pradería en la que nos sentamos unos minutos a descansar y tomar un tentempié. De nuevo en marcha entramos en el ancho camino pedregoso paralelo al arroyo entre arboleda y vegetación. Sobre el cauce cruzaba un puente de madera estrecho en el que sacamos unas fotos. Un sendero continuaba por la parte contraria, no sabemos dónde.
Las piedras fueron sustituidas por la tierra según perdíamos altura llegando a las cancillas de ganado en pocos minutos. La luz del sol, ya muy bajo, apenas nos dio unos minutos en este tramo antes de enlazar con el camino hacia Vidrieros cerca de la confluencia del arroyo Cabriles y el Valdenievas. Detrás del pueblo se alza la cumbre del pico Santa Lucia con 1853 metros y en la cual vimos una especie de refugio.
A las 20:08 horas entrábamos en Vidrieros en el que encontramos un tractor “pascualín” encima del cual saqué una foto a Álvaro, como ya es tradición. Mª Jesús y José Carlos quedaron esperando y al final, como salimos por otra calle, tuvimos que avisarles luego. A las 20:15 horas terminábamos la ruta en el lugar donde teníamos los coches. Allí estaba Nati y José Antonio en la terraza de un bar y no lejos, José Luis. Nati había subido por el camino principal hasta una collada mientras que José Antonio había bajado rodeando todo el macizo del Curavacas por el valle de Pineda.
Nos cambiamos y entramos a tomar un refrigerio en aquel bar en el que hicimos las cuentas de la salida. A las 21:00 horas emprendíamos el viaje de regreso a León. De nuevo bordeamos los pantanos, en cuyas carreteras encontramos varias vacas en medio del asfalto, y llegamos a Velilla. De allí a Guardo para entrar poco después en la provincia leonesa. Sin novedades llegamos a la capital cuando eran las 23:15 horas. En Guzmán quedaron algunos compañeros y acerqué a Mª Jesús a casa. Pasadas las 23:30 horas llegaba yo a la mía. Sin duda ha sido una de las jornadas más significativas, en el sentido puramente montañero. La ascensión a esta cumbre no deja de ser, al menos para mí, una proeza destacable, sin quitar merito para nada al resto de ascensiones o travesías que he realizado.
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