lunes, 13 de octubre de 2008

REDONDO Y PIEDRAS HOYAS (Casasuertes) 12-10-08

 


2ª ASCENSIÓN AL “REDONDO” Y “PIEDRAS HOYAS”.

12-10-08     (Domingo)

Coincidiendo con la festividad del Pilar, que este año se celebró en domingo, salimos a la zona de Riaño para ascender al pico Redondo, situado a la vera del pantano. Como hace ya diez años, ampliamos la misma alcanzando la cumbre del Piedras Hoyas, cercana al anterior y de menor altitud.
Nueve fuimos los animados a esta excursión. Álvaro, Vicente, Nati, Juan y yo por parte del club y Cundi, Irene, Mª Jesús y Mateo que no son socios. En los coches de Vicente y el mío nos repartimos todos salvo Cundi, que iba por su cuenta ya que tenía intención de quedarse para el día siguiente, por cierto festivo por el traslado de la festividad de ese día.
A las 8:00 horas salimos de Guzmán uniéndose Cundi en las cercanías de Carrefour. En los tres vehículos nos dirigimos hacia Mansilla donde tomamos el desvío a Riaño. Hacia la montaña se veían nubes medias que se cerraban en las cumbres. Cuando tuvimos a la vista Riaño nos detuvimos para sacar unas fotos del pantano con unos bellos efectos de luces y sombras. El pico Redondo se encontraba totalmente oculto bajo las nubes.
A los pocos minutos llegamos a Riaño donde llené el depósito de combustible, que ya estaba en reserva. Allí cerca paramos a tomar un café en un bar en el que estuvimos media hora escasa. Cuando salimos nos encontramos la cumbre del pico despejada. Entre las diversas alternativas para ascender a la misma habíamos elegido la ruta desde Casasuertes, desde donde ya lo había ascendido yo en aquella ocasión. A este pueblo llegamos sobre las 10:15 horas aparcando los coches a la entrada del mismo. Nos preparamos para la marcha y sacamos una foto con la cumbre de fondo, en la cual quedaban restos de alguna nube por esta parte norte.
A las 10:30 horas salimos del pueblo retrocediendo un kilómetro por la estrecha carretera hasta un camino que se desviaba a la izquierda y que entraba hacia el valle de Misón. Atravesamos el río Orza por donde mejor pudo cada uno, ya que no había puente alguno. El camino subía suavemente hacia el sur y dejamos atrás un todoterreno nuevo a la orilla del mismo. Por la derecha había bosque y por la izquierda bajaba el arroyo Misón paralelo al camino.
Según la ruta, remontando un kilómetro dicho valle teníamos que abandonarlo hacia la derecha y comenzar a subir por una vaguada lateral. Pues bien, guiándonos del mapa no dimos con el punto donde había que dejarlo, lo cual nos hizo dar un gran rodeo.
Un puente de madera pasaba a la parte contraria por la que solo se veía un sendero. Nosotros continuamos por el camino ancho escuchando el sonido de una motosierra en el bosque. Más adelante hubo que atravesar el arroyo. En ese punto solo había un puente rudimentario de troncos por el que casi era mejor no pasar. La mayoría lo hicimos por las piedras. Allí el camino hacía una gran ese que sí venía marcada en el mapa. Al final de la misma se volvía a pasar el arroyo de nuevo por otro puente similar.
Continuamos avanzando por el camino ya pendientes de algún desvío en el que se bifurcara el arroyo en dos. No tardando encontramos un nuevo paso sobre el arroyo, esta vez sin puente ni nada parecido, aunque el caudal era mínimo y no había problema para atravesarlo. De frente salía un sendero hacia la derecha, pero como no vimos ninguna vaguada por la que se suponía que tenía que bajar el arroyo Misonello, no lo cogimos. Avanzo ya aquí que sí era aquel el sendero correcto ya que atravesaba una loma antes de meterse en dicha vaguada oculta, aunque luego se verá que había otro camino mejor hacia la misma.
Siguiendo la marcha hacia el fondo del valle entramos entre bonitos hayedos de colores espectaculares. Ya con la cabecera del valle a la vista encontramos a la derecha otro puente, éste bien construido con maderos firmes, tras el cual seguía un camino que se internaba en el bosque de la ladera oeste del valle. Desechamos esta dirección y continuamos subiendo valle arriba ahora entre verdes prados. El camino describió una curva a la derecha cerca de la cual vimos varios caballos con los que nos sacamos unas fotos. A partir de aquí nos fuimos metiendo en el berenjenal que nos retrasó la marcha.
Mientras el camino subía hacia la cabecera del valle, decidimos abandonarlo por un sendero que iba hacia la derecha, donde estaba situado el pico, cuya cumbre se veía muy de vez en cuando. Solo Nati, que iba “de paseo”, continuó por el camino ancho mientras el resto bajamos hasta el arroyo y lo atravesamos para meternos de lleno en el bosque. No tardamos en perder el rastro de la senda decidiendo abandonar la arboleda y entrando entre helechos amarillentos y escobas. Sin ganar altura, y más bien perdiéndola, fuimos regresando hacia el arroyo al que llegamos tras pasar una pradera donde ya estaba Nati.
El tramo que nos encontramos a continuación fue todavía peor. El arroyo bajaba encajonado en una estrecha y pendiente canal donde apenas si era visible un sendero que se camuflaba con el mismo cauce. Las piedras resbaladizas nos hacían dar rodeos en los que teníamos que amarrarnos a las escobas como ayuda para superar la pendiente. Media hora tardamos en subir este trecho que en condiciones normales nos hubiese llevado diez minutos escasos.
Por fin salimos a la ladera en la que abundaban también las escobas, pero por la que ya se podía avanzar más cómodamente. La pendiente era igualmente considerable, pero nada comparable al tramo anterior. Además ya teníamos a la vista la cresta del macizo, o cual animaba aún más. Lo que no me animaba eran las nubes que iban a pareciendo tras las cumbres desde el sur.
Salvo Nati, a la que veíamos como un punto en el medio del prado donde había quedado, el resto íbamos subiendo como podíamos sorteando los matojos. También Cundi decidió abandonar la ascensión al poco de comenzar la ladera. Nosotros pasamos numerosos tramos de losas de piedra envejecida por los que trepábamos con más rapidez. Poco a poco fuimos teniendo más paisaje hacia atrás y comenzamos a ver algunas cumbres de Picos de Europa muy difuminadas por una neblina que se mantuvo el resto de la jornada.
De frente y algo a la derecha fue surgiendo un picacho que ya vaticinábamos podía ser el Redondo. Nosotros subíamos por una loma que nos llevaba a otra cumbre y en medio de las dos había un collado desde el cual bajaba una vaguada. Vicente fue dirigiéndose hacia el picacho a través de la vaguada mientras el resto subíamos directamente a la cumbre que teníamos enfrente. Ya cerca de ella nos metimos en un pedrero por el que dimos los últimos pasos a la cresta, a la cual llegamos Álvaro, Mª Jesús, Mateo y yo; Juan e Irene quedaban por detrás. Eran las 14:00 horas.
Desde dicho punto, el alto del Pandián, según el mapa, nos quedaba a la derecha el pico Redondo y al contrario Piedras Hoyas. De frente contemplamos el pantano de Riaño y varias cumbres de la zona. Nos encaminamos al Piedras Hoyas, con una altitud de 1934 metros, al que llegamos en diez minutos escasos. En el lugar no había rastro de cumbre salvo algunas rocas apiladas entre las que no encontramos nada. Nos sacamos unas fotos en ella y dejamos una tarjeta en un bote señalando el punto con un rotulador indeleble.
No nos entretuvimos mucho en este alto encaminándonos hacia el Redondo. Yo me quedé un poco rezagado mientras el resto se adelantaba. En la cumbre ya estaba Vicente hacía un rato. De camino a él me encontré a Juan mientras que Irene estaba bajando por la ladera. Los dos nos encaminamos hacia el Redondo sin apenas desnivel el primer tramo pero con fuerte subida después. A lo largo del cordal encontramos un trozo de alambrada. Por el nordeste caían algunas paredes verticales hacia las vaguadas que llegaban al valle principal.
Tras pasar el tramo de mayor pendiente se suavizó el terreno ya con el hito a la vista. La cumbre era redondeada, como bien indica su nombre. Cómodamente llegué a la cima del pico Redondo cuya altitud es de 2012 metros. Un hito de cemento formaba el punto geodésico solitario de la cumbre. En torno a él nos sacamos una foto los componentes que habíamos alcanzado dicho alto y que éramos: Vicente, Mª Jesús, Álvaro, Juan, Mateo y yo. Eran las 15:00 horas.
Un poco por debajo del hito nos acomodamos para comer mirando al valle de Misonello, por el que teníamos que haber subido. De frente se alzaban numerosas cumbres más o menos cercanas como el Espigüete, Murcia o Peña Prieta. Tras alguno de ellos salían los macizos de Picos de Europa muy difuminados por las brumas que se mantenían. Hacia el norte teníamos el Gildar, Pozúa o Las Corcadas. Al Oeste, tras el pantano, se levantaba el Yordas, las Pintas y el Gilbo, entre muchos más. Por el sur corría el cordal por el que veníamos y tras el Piedras Hoyas se encontraba el Mojón de los Nueve Pueblos. En los valles se emplazaban los pueblos de Cuénabres y Casasuertes, del que se veían las primeras casas solamente y con el zoom de la cámara también los coches.
Tras la comida nos hemos acercado hacia la ladera de la zona este para ver los valles de esta vertiente. De regreso hemos recogido para comenzar el descenso a las 16:30 horas. Lo hicimos por la ladera contraria del norte, por la que teníamos que haber subido. Dicha loma era similar a la de subida, poco rocosa salvo algunos pedreros que atravesamos. Como las piedras eran pequeñas, Álvaro y yo nos tiramos corriendo resbalando sobre ellas. Los matorrales bajos teñían el terreno de infinidad de colores diferentes.
En esta loma bajamos dos tramos de fuerte pendiente donde sí encontramos roca que sorteamos siguiendo un sendero bastante marcado. Así llegamos al collado Misonello por el que pasaba otro sendero que subía de la parte este y bajaba por el valle del mismo nombre hacia el de Misón. Atravesamos una alambrada y siguiendo la senda pasamos bajo varias formaciones rocosas de conglomerado y algo de arboleda. Llegamos enseguida a una especie de atalaya donde el sendero se bifurcaba. Los primeros se metían hacia la izquierda, lo cual no vi claro. La senda mas marcada iba hacia el fondo de la vaguada y por ella decidimos bajar serpenteando por la ladera entre algunos robles y hayas. De frente crecía un gran hayedo cuyo mosaico multicolor era digno de un cuadro. Ya en la parte baja nos encontramos cerca del sendero algunos ejemplares de setas con un color rojo espectacular. Igualmente vimos un tronco de árbol al que se pegaba una gran roca que parecía fundirse con él.
En los prados inferiores del valle había una manada de caballos pastando y nos acercamos a ellos sin que se asustasen. Nos sacamos unas fotos y continuamos el descenso hasta la confluencia con el valle principal. Allí cabían dos posibilidades. Por una parte, el sendero que traíamos continuaba por la ladera de la izquierda bordeando la loma con dirección al pueblo. Otro camino más ancho salía hacia la parte contraria, la cabecera del valle a la que habíamos llegado por la mañana. Siguiendo a Mateo cogimos éste último que no tardó en meterse entre el bonito hayedo. Descendimos suavemente a lo largo de unos 500 metros hasta que terminamos apareciendo en el último puente de madera que habíamos dejado atrás por la mañana. Eran las seis de la tarde.
Ya en el valle principal nos encaminamos hacia el pueblo por el camino de la mañana. No tardamos en llegar al primer cruce con el arroyo tras el cual estaba la bifurcación del sendero que iba a la vaguada por la que habíamos bajado. Atravesamos el cauce para continuar por el camino hasta el siguiente paso sobre el mismo donde estaba el puente de troncos. El tramo posterior era el de la doble curva en el valle al final de la cual pasamos de nuevo el arroyo.
A partir de allí nos metimos entre algo de arboleda y pasamos un cierre con cable que habían echado desde que pasamos por la mañana. De frente íbamos contemplando el hayedo del otro lado de la carretera. El sol del atardecer y el colorido amarillento de las hojas hacían relucir el bosque de forma espectacular. Quedábamos por detrás Juan, Álvaro y yo mientras que a Mateo, Vicente y Mª Jesús ya les habíamos perdido de vista.
Ya cerca de la carretera volvimos a atravesar el cauce, pero esta vez del río Orza al que poco antes se había unido el de Misón. Otra alambrada echada nos encontramos antes de salir al asfalto cuando marcaban las 18:40 horas. De camino a Casasuertes volvimos a disfrutar de la vista de otro bosque otoñal iluminado por el sol vespertino. Al lado del río vimos más caballos pastando en los prados.
A las 18:55 horas llegamos los últimos a Casasuertes donde ya estaba el resto salvo Cundi, que ya había marchado. Cerca había una fuente en la que estuve bebiendo agua. Desde allí volvíamos a ver la cumbre del Redondo y las laderas por las que habíamos bajado el primer tramo.
Cuando íbamos a marchar me di cuenta que faltaba Mateo, el cual había entrado al pueblo. Con la furgoneta entré en su busca encontrándolo de camino ya. Frente a la iglesia di la vuelta y a las 19:15 horas emprendimos el viaje de regreso. Ya cerca de Vegacerneja paré a sacar una foto del pico. Mas adelante nos encontramos con la cola del pantano completamente seca en medio de la cual aún se puede ver la antigua carretera.
Camino de Riaño nos volvimos a detener para sacar una impresionante panorámica medio a contraluz del pantano con las cumbres del lado contrario. Al llegar a Las Salas decidimos parar a tomar un refrigerio y hacer las cuentas. Allí estuvimos 25 minutos y a las 20:15 horas retomamos la marcha a León. Sin novedades hicimos el trayecto hasta la capital donde llegamos a las 21:30 horas. En Guzmán terminamos el viaje y nos despedimos hasta la siguiente ocasión, que si no hay cambios será en quince días.























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