lunes, 22 de septiembre de 2008

 


6ª TRAVESÍA POR EL “BOSQUE DE LAS HADAS”.

21-09-08        (Domingo)

Una vez más incluyo dentro de las actividades de montaña una sencilla travesía realizada en escasas cuatro horas y totalmente imprevista. En esta ocasión repitiendo una ruta realizada por última vez hace tres años y también en aquella ocasión decidida en el mismo día.
Por la mañana propuse a Luis irnos a realizar dicha marcha aprovechando la cercanía de una casa suya en las Majadas del Caserío, en las Hoces de Valdeteja. Salimos de León a las 11:00 horas y en las cercanías de “Carrefour” estuvimos retenidos unos diez minutos esperando el paso de una marcha ciclista. Íbamos en los dos coches para no tener que hacer la marcha de ida y vuelta o tener que subir andando los 3 Km. hasta Valdorria. Por la carretera del Torío avanzamos hasta desviarnos hacia La Vecilla y allí hacia Valdorria. Al llegar a la altura de la cascada de Nocedo aparqué la furgoneta y en el coche suyo fuimos hasta la casa donde tenía a Roy, su perro. Le recogimos y en su coche subimos hasta Valdorria donde aparcamos.
Eran ya las doce y media cuando emprendimos la marcha saliendo del pueblo por el sendero de la Ermita de San Froilán. Unos mastines se nos acercaron al paso teniendo que ahuyentarlos para que no se acercaran al perro nuestro. Yo sabía que la senda del bosque partía de la subida a la ermita, pero no sabía exactamente de donde. A unos 100 metros del pueblo vimos una vereda que bajaba y al fondo otra en la pared del cañón del arroyo Valdecesar.
Nos metimos a ella un poco a la aventura esperando que fuese la correcta viendo poco a poco que llevaba buena dirección. Siguiendo la misma nos situamos encima del cañón con cortes profundos y verticales en algunos tramos. Pasamos al lado de un techo de roca debajo del cual había restos de haberse resguardado el ganado. Enseguida llegamos a un pequeño túnel del que ya me acordaba yo de la vez anterior. En aquella ocasión, cuando lo hice con un compañero del club, también llamado Luis, habíamos bajado demasiado desde el pueblo y tuvimos que subir a la senda campo a través.
Le dije a Luis que bordeara el hueco pasando yo por él encontrándonos luego. Lo que no sabía él es que era el único paso accesible ya que el lateral tenía un corte vertical de varios metros al arroyo. Nos sacamos una foto allí y tras pasar el corto túnel comenzamos un brusco descenso entre roca y con piedras sueltas en el sendero. Subimos luego un pequeño repecho hasta alcanzar una campa desde la que se podía ver el pueblo y con él de fondo nos hicimos otra foto. También veníamos viendo las dos cumbres de Peña Galicia durante todo el trayecto hasta allí.
En ese punto comenzaba el descenso de entrada al Bosque de las Hadas entre escobas y rocas que se elevaban varios metros por encima de nosotros. Ya en la parte baja nos encontramos los primeros árboles antes de llegar al mismo cauce del arroyo por el que bajaba poco caudal de agua. Eran las 13:30 horas.
Roy se metió enseguida en él saltando entre las piedras. Siguiendo el sendero entramos entre helechos y otras especies de arbustos de terreno húmedo. El sol se colaba entre el ramaje formando un mosaico de contrastes impresionante. Al lado del sendero encontramos un enorme hormiguero de gran altura. Más adelante pasamos el arroyo por unas piedras. Ahora bajaba éste por nuestra izquierda en el mismo sentido que nosotros. En el cauce íbamos viendo numerosas pozas de agua cristalina donde daba ganas meterse, aunque la temperatura no era excesivamente calurosa.
El sendero subió unos metros por encima del arroyo y salimos del bosque a cielo abierto. Por detrás se veían los dos ramales en los que se bifurca el valle arriba. Nosotros habíamos bajado por el de la derecha. De nuevo descendimos entrando en un gran helechal con hojas ya tocadas por el principio del otoño que le daban un colorido realmente bonito. Poco más adelante encontramos en la misma senda una enorme seta marrón a la que fotografié desde todos los ángulos.
Siguiendo el rastro de la fugitiva Juli, que tan bien lo seguía el perro, llegamos al lugar del sacrificio, una explanada en la que se podían ver los restos de la hoguera del ritual. Todo formaba parte del montaje que veníamos preparando para una nueva parte de.............. “La Fugitiva”.
Volvimos a atravesar el reguero hacia la parte contraria. En esta ocasión Luis resbaló y metió los pies en el agua. Por poco no pillé el momento grabando con la cámara. Allí estuvimos un rato parados viendo al perro buscar las piedras que le tirábamos al agua y como metía la cabeza casi entera para cogerlas.
Caminando de nuevo pasamos al lado de varios árboles de tronco y raíces retorcidas. Roy oyó cantar un pájaro y salió disparado hacia arriba entre los arbustos. Tras un buen rato llamándolo apareció por fin corriendo a más correr. En una pequeña mochila que yo llevaba habíamos metido una tableta de chocolate. Pues bien, quedo colocada pegada a la espalda y con el calor cuando la sacamos se podía untar como nocilla. Eso sí, no se desperdició nada.
En el cauce pudimos ver también como el lecho de roca había ido erosionándose formando surcos y hoyos de formas diversas. También había numerosas cascadas de poca caída pero algunas de gran belleza. El musgo y los helechos crecían de las mismas rocas que formaban paredes cerca del arroyo. El sendero iba siguiendo los pliegues del terreno y sorteando algunos cortes del cauce. En algunos tramos se empinaba hacia abajo y había que cuidarse de no resbalar con la tierra movida y las piedras.
Así llegamos a otro cruce del arroyo en el que había un tronco atravesado. Luis pasó por las rocas y yo me decidí a hacerlo por él. Era estrecho y cimbreaba lo suyo, por lo que me lo pensé un antes de pasar y si no es porque corrí un poco al final me caigo en él arroyo.
Subimos unos metros tras este cruce y pasamos bajo varios troncos en la senda. En uno de ellos estuvimos haciendo un poco el tonto usándolo como moto de carreras. Eh¡ con manillar y todo. ¡cómo se tumbaba en las curvas!
A las 15:05 horas llegamos al final del bosque donde se emplaza la cascada dentro de la cueva. No me acordaba que para pasar el arroyo no estaba nada fácil. Había que destrepar un poco hacia el cauce mismo con cuidado de no resbalar. No es que fuese peligroso, pero estaba algo complicado. Al final pasó Luis mejor que yo. Lo que sí comprobé es que la subida que había desde allí era mucho más larga de lo que pensaba pero más fácil. Antes de subir nos acercamos un poco para ver el salto dentro de la cueva y la pasarela metálica de la parte baja. Anclado a una roca vimos unos clavos y una cadena usada por los que van a rapelar allí.
Comencé a subir yo para grabar a Luis desde arriba. No sé como se lió y se fue a meter entre unas rocas donde tuvo que echar las manos. Llegamos a la parte alta donde un hombre con dos niños nos preguntó como estaba la bajada. Viendo a los pequeños no le recomendé que bajase máxime cuando no había mas salidas y que ellos no se iban a acercar a ver el salto.
Al llegar arriba subimos un poco más hasta lo alto de las rocas desde donde se puede ver gran parte del valle del Curueño. Estando allí nos pasaron dos jóvenes que habíamos visto llegar detrás de nosotros por el bosque. No tardamos en seguirles por el sendero que comenzó a bajar bruscamente hacia la carretera. El mismo es prácticamente un pedregal que serpentea por la ladera hasta meterse en la arboleda ya muy abajo.
A las 15:45 horas salimos a la carretera en el punto exacto donde teníamos aparcada la furgoneta. Como Luis no quiso, me acerqué yo solo hasta la cueva para ver la cascada desde abajo y grabarla. Había algo más de personal en ella, por cierto, una chica con tacones altos.
De regreso emprendimos el viaje hacia Valdorria para ir en busca del coche de Luis. A las cuatro de la tarde llegamos al pueblo viendo hacia el suroeste negros nubarrones de tormenta. Sin más retrasos comenzamos el regreso con los dos coches. En la collada paré a sacar una foto y bajamos el fuerte puerto hacia la carretera del Curueño.
En pocos minutos llegamos a Las Majadas del Caserío y en casa de Luis preparamos unos sándwich para comer que nos supieron a gloria. Tras dejar al perro en el garaje iniciamos el regreso a León cuando eran las cinco de la tarde.
Entre La Vecilla y Robles de la Valcueva llovió algo, pero luego solo se escaparon algunas gotas sueltas sin más. En una hora hicimos el trayecto de 55 Km hasta la capital. Las seis en punto eran cuando terminamos el viaje en Armunia.
Pasamos así una grata media jornada en la que él conoció un bonito rincón cercano a la casa que allí tiene y yo rememoré una de las rutas más bellas que tenemos a “tiro de piedra” de León.
























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