lunes, 26 de marzo de 2007

MAJADAS DE SANTA EULALIA Y ALTO CADABAL (Santa Eulalia de Cabrera) 25-03-07

 


1ª TRAVESÍA POR “LAS MAJADAS DE SANTA EULALIA” Y 1ª ASCENSIÓN AL “CADABAL”.

25-03-07              (Domingo)

Una vez más hemos tenido que modificar el calendario previsto para el mes debido a las condiciones meteorológicas. Teníamos acordado la travesía de Cofiñal a los collados de Tronisco y de Maraña, pero la gran nevada que cayó la semana pasada ha dejado en toda la montaña leonesa entre medio metro y un metro de nieve acumulada. Por ello decidimos en el último momento adelantar del mes de abril esta otra travesía situada en el sur de la provincia donde no cayó ni un copo de nieve.
Cinco fuimos los animados a realizarla: José Antonio, Vicente, Luis, Álvaro y yo. A las ocho de la mañana, del nuevo horario cambiado esa madrugada, se reunieron ellos cuatro en Guzmán recogiéndome a mí en el Plus minutos más tarde. El cielo despejado de los últimos días estaba ahora cubierto de nubes mientras iba amaneciendo. En Ribaseca se equivocó Luis y entró en la autovía de Benavente en vez de seguir hacia La Bañeza. José Antonio intentaba convencernos para hacer una ruta cerca de Sanabria pero ya en Portugal. Salimos en el desvío a Valdevimbre y de éste nos encaminamos hacia Santa María del Páramo. Ya cerca de La Bañeza vimos como la masa nubosa con una línea recta muy definida quedaba detrás y aparecía el sol radiante. Dejamos atrás esta localidad y avanzamos hacia Castrocontrigo cerca del cual paramos a repostar combustible. De nuevo en marcha volvimos a comprobar como se cerraban otra vez las nubes por encima de nosotros y ahora incluso alrededor en forma de niebla. Atrás dejamos Truchas y emprendimos el ascenso al puerto de Carbajal. Como si de una puerta se tratase, fue llegar a lo alto y abrirse el paisaje soleado hacia el valle siguiente. Descendimos por la serpenteante carretera hacia Ambasaguas y decidimos llegar a Quintanilla de Losada donde tomamos un café en la cafetería del hotel Viforcos. Apunto como nota que compré una cajita de chicles de menta ya que desde hace días tengo catarro y tos constante y no había llevado caramelos para ello. Allí estuvimos unos 15 minutos antes de recorrer los cuatro kilómetros restantes hasta llegar a Santa Eulalia cuando eran las 9:20 horas. Habíamos recorrido 133 Km.
A la entrada del pueblo, cerca del río del mismo nombre, aparcamos el coche de Luis y nos preparamos para la marcha. José Antonio era el que la había propuesto, pero no la conocía ni teníamos la ruta muy definida. A las 10:35 horas nos pusimos en camino atravesando el pueblo en el que vimos numerosas casas antiguas con balconadas en diferentes estados de conservación. Con un vecino estuvimos comentando un poco la ruta más apropiada a seguir y nos indicó las variantes e itinerarios convenientes.
Por un camino al lado de la iglesia abandonamos este pueblo, situado a 1030 metros de altitud, para meternos de lleno en el valle de Ricasa. Dejando a nuestra derecha el cauce del arroyo Ricasa fuimos ganando altura suavemente pasando entre tramos de tapias de piedras que delimitaban el camino y algunos prados de la parte baja mientras por la izquierda subía la ladera pizarrosa hacia la parte alta de la loma. Por la misma bajaban algunos regatos que atravesaban el camino formando surcos en la tierra. Por la izquierda salía otro camino que luego comprobamos subía hacia una cantera.
Más arriba nos encontramos con un pequeño desfiladero en el que caían algunas cascadas bonitas. Allí mismo terminaba el camino y había que atravesar el arroyo para continuar por la parte contraria por donde seguía una senda entre altas escobas. La pendiente se hizo un poco más pronunciada en este tramo aunque se subía cómodamente. No tardando llegamos a la confluencia de dos vaguadas y vimos que la senda se perdía. Optamos entonces por comenzar a subir directamente hacia a parte alta de la loma derecha. Ahora sí que la inclinación del terreno se hizo visible. Por la otra vallina, la que el mapa marcaba como Valdericasa, se veía subir un sendero, pero ahora ya estábamos a media ladera y desistimos de bajar.
Poco a poco fuimos ganando altura serpenteando entre matorral bajo que al menos no nos molestaba demasiado el avance. Al fondo de la vaguada veíamos unas grandes cascadas en el arroyo principal, el de Ricasa. Por encima salían los picos en los que se veían numerosos neveros.
Subiendo este tramo recibí la llamada de Cundi, que ya me había comentado el día antes que igual se acercaban hasta allí, pero la hora que era, las 12:30 h. ya no era buena para ir. Por encima ya estaban Luis y Vicente subidos en unas rocas. A éste fue la última vez que le vi en toda la ruta. Algo que me mosqueó un poco fue que, a falta de cinco minutos para llegar Álvaro y yo arriba emprendieron la marcha sin esperar al menos a reunirnos. Poco después recibí la llamada de Luis, y se lo comenté. Nosotros dos estuvimos un rato en aquellas rocas antes de proseguir ahora por la cresta del alto de La Cabriruela con 1500 metros de altitud. Era la una de la tarde.
Desde aquel nivel pudimos ver algunos pueblos como Losadilla, en la carretera que se dirige a La Baña. También fueron apareciendo mas claramente cimas alejadas como la del Teleno o las de la zona del Morredero. En este cresteo encontramos numerosos pedregales por los que se subía más o menos cómodamente. Las suaves laderas se alternaban con fuertes pendientes que íbamos superando poco a poco. De pronto vimos aparecer por detrás de nosotros a José Antonio, al que también creíamos arriba con Luis. A éste le veíamos encaramado en lo alto de unas rocas por encima de nosotros.
De esa forma alcanzamos otra especie de altiplanicie, El Pedroso, donde se suavizó la pendiente. Por allí no había senda alguna y caminábamos entre matorral bajo. No tardamos en ver una especie de camino por la parte alta hacia el que nos dirigimos. Álvaro y José Antonio se habían desviado y nos llamaros a Luis y a mí para que nos acercásemos. Desde donde estaban se veía parte del valle contrario y una línea de cumbres que terminaba en el pico Faeda según el mapa. Pues bien, José Antonio y Luis decidieron dirigirse a él mientras que Álvaro y yo optamos por continuar por el camino hacia unas rocas de la parte alta para comer tranquilamente y esperarles. En pocos minutos llegamos a dichas rocas que según el mapa era la zona más alta de la zona, el alto de Cadabal o Peñas Negras, con 2029 metros de altura. Eran las 15:10 horas y el podómetro marcaba algo más de 10 Km.
A la poca abrigada de las rocas dejamos las mochilas y subimos por ellas para ver los alrededores. Como digo, esta cumbre no es un pico convencional, sino una especie de altiplanicie formada por varias pequeñas cumbres pedregosas que apenas si tenían nieve. Eso sí, la poca que tenían estaba pegada y helada formando curiosas formaciones por el viento. Desde allí podíamos ver a lo lejos una laguna que en un 95 % estoy seguro que se trataba de la de los Peces, en Sanabria. Hay que apuntar que no en vano estábamos en el mismo límite provincial de León y Zamora rayando con la comarca sanabresa.
Desde allí con los prismáticos intenté localizar a los dos compañeros subiendo el Faeda, pero fue imposible. El viento frío del oeste nos hizo bajar y nos acomodamos para comer en las rocas. De vez en cuando echaba una ojeada con los prismáticos y por fin les localicé ya cerca de la cumbre. A las 15:50 horas, una hora después de separarnos, llegaron a la cima de este pico de 2021 metros. Con el zoom de la cámara aún les conseguí fotografiar en el hito estando bien a gusto a un kilómetro de distancia en línea recta.
Cuando nos pusimos a comer cual fue mi sorpresa al encontrarme con que no había metido pan. Menos mal que el buen compañero Álvaro llevaba de sobra y lo compartió conmigo, lo cual realmente le agradezco, ya que a mí sin pan no me aprovechan las comidas. Luego compartí con él un escaso café caliente que llevaba en uno de esos vasos autocalentables que ahora venden.
A las 16:30 horas estaban de regreso José y Luis. Habían comido algo también y sin más retomamos la marcha ya que nos quedaba aún un buen tramo de la misma, el peor como luego comprobamos.
Sin dejar aquella especie de pista cortafuego fuimos siguiendo la línea de cumbre que subía y bajaba continuamente con pequeños desniveles. Hacia la parte de Zamora comenzamos a ver algunos pinares de plantas pequeñas. Bordeamos una mole rocosa que caía a plomo sobre la parte leonesa y enseguida vimos en el fondo del valle la laguna de Llacillo. Tras subir unos metros nos encaminamos Luis, Álvaro y yo hacia otro alto rocoso que según el mapa podía tratarse del Alto de la Sebe de 1932 m. Pues bien, José Antonio no nos esperó y se fue a su aire, por lo que dejamos de verle.
Estuvimos en él unos minutos y retomamos la marcha por el alto de otra ladera de la peña del Fraile bajando ya visiblemente. Más o menos cómodamente bajamos hasta bordear unas rocas encontrándonos de lleno con otro valle, el del arroyo de La Sebe. Pues bien, desde aquel punto vimos a José Antonio en la parte contraria y por arriba. Estábamos en un dilema ya que, si bajábamos podíamos encontrarnos con algún desfiladero difícil de sortear y si no teníamos que atravesar la vaguada y subir de nuevo hacia donde estaba él, que por cierto volvió a desaparecer de nuestra vista no supimos hacia donde. Al final Luis se encaminó hacia la parte baja para subir luego ladera arriba por la parte contraria. Por su parte, Álvaro optó por bordear el valle sin perder demasiada altura y decidí seguirle a él. Pasando algunos pedreros y bordeando moles calizas fuimos pasando a la ladera del lado contrario y en ella nos reunimos Álvaro y yo de nuevo donde antes estaba José Antonio. Los dos juntos retomamos la marcha sin perder altura por debajo de la Peña Posandea viendo ya al final del valle, pero muy alejado aún, Santa Eulalia.
Ahora ya no veíamos a Luis tampoco ni sabíamos si estaba por delante o por detrás, lo mismo que José. Tras dejar atrás esta cima alcanzamos una collada que daba vistas al valle contiguo de Valdeolleiros. De frente teníamos ahora otro grupo de rocas con unas curiosas formas quebradas. Álvaro se metió por el medio de ellas encontrándose con unos cortados detrás. Tuvimos que bajar unos metros para rodearlas y en su base vimos los restos de una antigua majada, la primera que veíamos en toda la ruta. Apenas quedaban unas piedras apiladas en lo que había sido el corral y la caseta. Ladera abajo pasamos algunos pedreros y nos metimos entre matorral de altura media que de momento no nos impedía mucho el avance.
La ruta prevista continuaba por el alto de la ladera hasta llegar a una pista que aún veíamos bastante alejada. Estudiando las posibilidades decidimos que lo más cómodo era bajar al valle y continuar por él hasta el pueblo. Eran ya las siete de la tarde y nos quedaba aún un buen trecho para terminar la ruta. Sin pensarlo dos veces nos encaminamos ladera abajo entre las escobas que cada vez se hacían más altas. Lo que vino a continuación fue realmente penoso. Pasamos entre matorrales que levantaban por encima de nosotros, pedregales, pequeños bosques de robles, cauces de arroyos secos, bordeamos algunos cortados bajo los cuales encontramos unos pequeños pero bellos chorros de agua helados pegados a la roca. Tardamos mas de una hora en bajar este tramo de 200 metros de desnivel hasta llegar por fin al arroyo de La Sebe por debajo de la Peña Castrosudo. Atravesamos el riachuelo no sin dificultad por el caudal que traía y por los escasos lugares adecuados para hacerlo. Subimos una corta pendiente hasta llegar por fin al sendero marcado que desde arriba veníamos viendo. Eran entonces las 20:20 horas. El podómetro marcaba 19,080 Km. e hicimos cábalas de lo que aún nos quedaba por el valle calculando no menos de dos kilómetros.
La senda bajaba ahora suavemente y no tardando dejamos por la izquierda otra vaguada por donde se caía otro arroyo, el de Pedrecal, que se unía al anterior y que daba el nombre al que descendía valle abajo. El sendero se perdía a veces entre la maleza y entonces salíamos a los prados por los que se caminaba cómodamente. Tuvimos que hacerlo en varias ocasiones para salvar estos tramos cegados pero sin dificultad alguna. Luego nos encontramos con otra vaguada de la parte izquierda por la que también bajaba otro arroyo, el de Valdebecerra, y para sortearlo el camino bordeaba unos metros dicha hondonada antes de atravesar el cauce por unas piedras. De nuevo el sendero se perdía entre la maleza y tuvimos que salirnos de él en varias ocasiones. En este tramo encontramos varios árboles de cuyas raíces medio desenterradas caían chorros de agua entre musgo formando unos bonitos rincones. En el fondo del valle veíamos algunas luces del pueblo.
Anochecía ya cuando dejamos atrás una fuente con pilón y a las 21:15 horas entramos en Santa Eulalia. En el pueblo una vecina nos comentó que había estado con otro compañero que llevaba media tarde allí y dedujimos que era Vicente del que luego supimos que había llegado a las cinco. En una pradera verde del centro del pueblo vimos varias ovejas pastando. A las 21:20 horas, ya anochecido por completo, llegamos por fin al coche. José Antonio y Luis habían llegado solo una hora antes. El podómetro marcaba 23,320 Km.
Sin más nos cambiamos y no tardamos en emprender el regreso a León. Al poco de salir del pueblo sentimos un golpe fuerte bajo el coche y paramos a ver no encontrando nada. Luis dijo que había visto un pequeño animal cruzarse. En vez de llegar esta vez a Quintanilla de Losada, salimos desde Ambasagüas a la principal. Sin novedades subimos el puerto de Carbajal y tras él comenzamos el descenso hacia Truchas.
Al llegar a Castrocontrigo paramos un minuto y cogí los chiches que se me habían quedado en la mochila. Llevaba el estómago algo revuelto y quería ver si me ayudaba masticar uno. Tranquilamente fuimos avanzando hacia La Bañeza y de éste a Santa María del Páramo. En esta ocasión no hubo error y volvimos por la carretera general hasta llegar al desvío de Villanueva del Carnero por donde entramos para volver por Santovenia y Villacedré a Armunia. Eran las 23:30 horas cuando bajé al lado de casa. Aquí vi que se me había perdido uno de las bases para la nieve de los bastones. Seguramente se desenroscó bajando entre todo el matorral de la ladera.
Y así dimos por terminada esta aventura. Fue una ruta considerable de 20 Km, ajustando un poco la marca del podómetro, con un desnivel de 1000 metros parte de ellos subidos casi en vertical. Con ella comenzamos la andadura en esta recién estrenada estación primaveral a la que el invierno no deja de momento prosperar.























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