1ª ASCENSIÓN AL PICO “CUBIL”. 1ª TRAVESÍA POR LAS “BRAÑAS DE CALDAS”.
30-04-06 (Domingo)
Segundo fin de semana consecutivo de salida a la montaña. En esta ocasión para realizar una actividad particular improvisada a última hora. En la misma participamos cuatro personas, José Antonio, Luis y yo acompañados por Antonio, un amigo del primero con quien ya salí en otra ocasión en una excursión del colegio de las Teresianas.
A las 8:00 horas del domingo nos reunimos los cuatro en Guzmán donde José Antonio nos propuso esta marcha que aceptamos. En mi furgoneta emprendimos el viaje hacia La Magdalena donde entramos en la autopista para evitar el pantano de Luna. Así llegamos a la salida de la gasolinera de Caldas de Luna donde abandonamos ésta para continuar por una pista de tierra hasta las cercanías de un depósito de agua a escasos metros de la entrada del túnel del Negrón que comunica la autopista entre León y Asturias. La altitud allí era de 1250 m.
A la sombra de este depósito aparqué la furgoneta y nos preparamos para la marcha que comenzamos poco después de las nueve de la mañana. Por el camino que llevábamos seguimos unos metros atravesando el arroyo de Cacabillos, encauzado muy estrechamente en un canal de piedras. No tardando se nos terminó la pista y no vimos por donde continuar. La ruta está señalizada como “Las Brañas de Caldas” dentro de la denominación de “Cuatro Valles”, pero comenzaba mucho antes de donde habíamos dejado el coche y seguramente transcurría por la parte alta de la izquierda. Sin pensarlo nos metimos de lleno en el bosque de robles con pendiente bastante pronunciada en busca del sendero que suponíamos iba por la parte alta. El contraste del verdor del suelo era alto comparado con los troncos aún sin brotar en esta tardía primavera.
Unos 15 minutos después de meternos en el bosque encontramos la senda bien marcada y no tardamos en llegar a una especie de paso pedregoso por el que “trepamos” hasta alcanzar una collada, (1350 m), donde tuvimos la gran panorámica del valle de Lavén en el cual vimos las primeras brañas. Allí paramos unos minutos para admirar este bello paisaje verdoso delante del cual nos sacamos una foto de grupo.
Por un empinado sendero entre piedras, al lado del cual vimos un nido de numerosos gusanos peludos, descendimos hacia dicho puerto. La vista era realmente bonita dado que estábamos además en la estación adecuada para disfrutar del colorido intenso de las praderías. Ya bastante abajo cruzamos un arroyo que formaba un rincón destacado en la ruta. Siguiendo la senda alcanzamos la primera braña marcada como Braña de Lavén. La edificación era grande y de piedra, pero la habían “estropeado” al reformarla con ladrillos en su parte alta quitándole todo el valor antiguo. Cerca de la misma vimos los restos de lo que había sido otra braña y de la que solo quedaban cuatro piedras en pie. No ocurría lo mismo con la siguiente que encontramos y en la que entramos para reconocer. Estaba dividida en cuatro habitáculos en los cuales había troncos y tablas de madera, un camastro, paja y varios cacharros ya envejecidos y rotos. Fuera se encontraba una friera, una pequeña cueva en el terreno con piedras alrededor y con agua en la que se ponía la leche para su conservación.
Continuamos caminando por la ladera izquierda del valle pocos metros por encima del fondo del mismo. José Antonio, como es habitual, comenzó a subir hacia la parte alta seguido por Luis. Este último volvió enseguida, pero José quedó por arriba. Tras un rato de espera nos pusimos de nuevo en marcha por el sendero señalado hasta salir a un ancho camino que venía de arriba y del cual salía un ramal hacia otra braña a la que nos acercamos. Ésta estaba cerrada y en bastante buen estado tras una reforma que se veía en el tejado con tejas nuevas y paredes con buenas piedras. A su orilla había una bañera a la que caía un chorro de agua por un tubo procedente de algún manantial de la parte alta. Allí nos unimos con José Antonio que venía por el camino mencionado antes. Por éste mismo avanzamos siguiendo las señales de madera que de vez en cuando encontrábamos. Así llegamos al cruce de la pista con el arroyo Cacabillos. Atravesamos éste por una piedras y abandonamos el camino que seguía dando la vuelta al valle hacia otra collada para bajar por otras brañas al comienzo de la ruta. Luego recorreríamos este tramo.
Como digo, dejamos el camino y entramos en un sendero paralelo al arroyo en cuyo cauce vimos una bonita cascada. La pendiente se había acentuado ligeramente pero se hacía cómoda de subir. Poco a poco fuimos ganando altura y salimos de la parte angosta hacia otro ancho valle rodeado de cumbres, entre ellas la del Cirbanal, oculto hasta ese momento por las lomas de nuestra izquierda. Por la derecha, y desde que comenzamos, nos venía acompañando el macizo del Negrón, cuya cumbre más alta, 1904 m, se encontraba por encima de nosotros en ese momento. Hacia una collada situada al final de dicho macizo nos dirigimos siguiendo el sendero entre matorral bajo, pradera y turberas de esponjosa hierba bajo la cual bajaban numerosos regatos. De nuevo la amplia vista del valle nos llenaba de plenamente de deleite y satisfacción.
Ascendiendo hacia dicha collada me rezagué un poco y algo más adelante vi a los compañeros parados y mirando al suelo. Pues bien, lo que observaban no era otra cosa que a una culebra de aproximadamente un metro de longitud enroscada entre el matorral. Al acercarle un palo se tiraba a morderlo. Esas culebras, aunque pequeñas, suelen ser venenosas. Continuamos avanzando sorteando numerosos arroyos y algunas lagunillas en las que vimos gran cantidad de huevos de ranas y renacuajos.
A las 11:25 horas alcanzamos el collado situado al final del Negrón, a una altura de 1600 m, y desde el cual se podía contemplar la salida del túnel de la autopista por la parte asturiana a varios metros por debajo de nosotros. Igualmente teníamos de frente la estación de ski de Pajares así como las cumbres del Tres Concejos, Cellón y otras varias cercanas a esta estación. En este collado estuvimos una media hora antes de ponernos en marcha de nuevo. Seguimos un sendero por la ladera norte de las cumbres que caían hacia Asturias, en cuyo límite nos encontrábamos. Viendo que éste bajaba, decidimos atajar por la empinada pendiente hacia la parte alta por la que seguía otra senda en la que entramos. Ésta continuaba circunvalando el valle entre escobas y trozos de terreno quemados. En este tramo nos cruzamos con un grupo de siete personas que venían desde la zona de Casa Mieres y el puerto de La Cubilla.
Cuando llegamos justo a la parte contraria de la entrada del valle vimos como se abría otro paso por el que bajaba el arroyo principal y el sendero se metía siguiendo el curso del mismo. En pocos minutos entramos en otra bonita vega desde la que también se podía contemplar el puerto de Pajares. En ella vimos como el agua había formado hondos surcos y algo bastante curioso digno de mencionar. De una ladera bajaban varios de estos cauces que, partiendo del mismo lugar, tomarían rumbos diferentes. Mientras que unos caían hacia la parte de Asturias y por ello su destino final sería el Cantábrico, otros seguía valle abajo por la vertiente leonesa para ir a parar al pantano de Luna y de éste, a través de varios enlaces más hasta el Atlántico. Observando esto se puede comprobar lo que hacen unos escasos centímetros de diferencia.
Tras pasar por unos floridos prados llegamos a lo alto de otra collada, 1700 m, desde la cual tuvimos una vista espectacular de las Ubiñas y su entorno. Como ya era la una de la tarde, optamos por buscar un lugar para comer. José Antonio, por no variar, se había separado a su bola. Nosotros continuamos ahora ladeando la cara noroeste del pico Cubil hasta que encontramos una pequeña pradera donde nos acomodamos para comer. A José le veíamos por encima de una loma al otro lado de la collada. Desde donde estábamos podíamos ver las dos Ubiñas con peña Cerreos y Piedra Nidia delante. También se veía la pista que va por el puerto de La Cut y La Cubilla hasta Casa Mieres.
Después de haber comido nosotros llegó José Antonio. Estuvimos un rato allí sentados y a las tres volvimos a ponernos en marcha. En principio había que continuar por la ladera para intentan alcanzar la collada entre estas cumbres y la del Cirbanal. En vez de ello comenzamos a subir suavemente y en diagonal hacia la parte alta de este macizo. A mí después de comer me cuesta mucho subir y me lo tomé con calma. De hecho había estado a punto de volver por el mismo lugar al ver que José Antonio, que se suponía iba como guía, se había separado.
Sin dificultad llegamos a la cumbre del Cubil, cima con 1936 metros de altitud en la que tan solo había un hierro clavado entre las rocas. Eran entonces las 15:20 horas. Entre las cumbres divisadas desde esa altura destacaré la del Montigüero, en la que habíamos estado el domingo anterior. En la del Cirbanal vimos con los prismáticos a un grupo de gente. En sus paredes se formaba un claro eco al vocear frente a ellas. Por la parte contraria, hacia Pajares, se podían ver las cimas del Brañacaballo, Estorvín, Cellón, etc. Siguiendo el macizo de Ubiña estaba el siete, el Prao y más alejada peña Rueda. En Ubiña ya hacía rato estábamos viendo como aparecían nieblas que se formaban en la misma cumbre. En un bote de plástico dejé una tarjeta nuestra y señalé el lugar con un rotulador negro indeleble. También sacamos una foto de grupo y José Antonio se dedicó a poner un hito con piedras en lo alto.
Así fue pasando el tiempo y a las 16:30 horas comenzamos a bajar hacia el collado entre ésta cumbre y el Cirbanal en él que había algunos neveros por los que pasamos. En vez de continuar hacia la parte baja, seguimos un sendero a media altura por la falda del Cirbanal. De frente se alzaba de nuevo la cumbre del Negrón con el collado en el que habíamos estado anteriormente. Bordeando este macizo llegamos a un alto que daba paso a una vaguada que caía directamente al camino de las brañas.
Desde allí salía un espolón hacia la garganta entre los dos valles y supuse que podía haber una vista guapa. Subí entonces hasta la misma acercándome por completo al borde. No me había equivocado. Desde allí se podía ver la ruta completa que habíamos hecho salvo el tramo del último puerto y la parte trasera del Cubil por la que habíamos subido al mismo. Retrocedí un poco para indicarles al resto que merecía la pena subir hasta allí y así lo hicieron.
Tras un rato allí sentados disfrutando de este panorama, y siendo ya las seis de la tarde, comenzamos a descender por la empinada vaguada entre matorral y al lado de un arroyo en el que se formaban bonitas cascadas. Ésta nos llevó al fondo del valle justo al lugar donde habíamos abandonado la pista que trascurre por las brañas. Entre la posibilidad de regresar al coche por la ruta hecha por la mañana y la de completarla circularmente, nos decantamos por esta última. La pista pasó al lado de otras brañas donde ya no nos detuvimos. En aquel camino ascendente nos cruzamos con un todoterreno que bajaba hacia el valle. José se quedó hablando con ellos mientras nosotros avanzábamos. Pasamos al lado de una fuente que yo vi luego, cuando miré atrás y estaba José en ella. En un cartel había una foto panorámica hecha desde un poco más arriba con los nombres de todo lo que se veía desde allí.
A las siete alcanzamos este collado de La Divisa en el macizo del Negrón. Justo debajo del terreno que pisábamos, a varios metros, transcurría la autopista. La altitud allí era de 1499 m. El camino terminaba unos metros antes de ésta y allí había otra cabaña y un corral. En el mismo alto había también una pequeña laguna.
Sin muchas demoras emprendimos el descenso hacia la parte contraria siguiendo unas veredas. En el fondo del valle distinguimos las brañas de El Pandiello, de las que solo quedan algunos restos. La pendiente era pronunciada en algunos tramos y en pocos minutos llegamos a la altura de dichas ruinas, 1300 m. Allí nos encontramos con una pareja de jóvenes que se habían despistado de la ruta metiéndose al fondo del valle sin salida practicable. Una señal en la senda nos indicaba que seguía a media altura subiendo ligeramente por el paraje de Las Muesas entre matorral y arboleda. Acompañados por esta pareja caminamos por el estrecho sendero que nos llevó por varios pedregales y estrechos pasos entre rocas hasta comenzar a descender ya entrando en otro valle, el que baja directamente de la parte norte de Las Tres Marías y el Ortigal, visibles desde allí.
En el fondo de esta vaguada se encuentran las brañas de Gameo, varias edificaciones en diferentes estados de conservación. Desde las mismas continúa el camino entre algo de arboleda y algunos muros de piedra hasta salir en pocos minutos justo encima de las bocas de los túneles de la parte leonesa. Ya con el depósito de agua a la vista nos despedimos de estos acompañantes que tenían el coche cerca de Caldas de Luna y seguían por el camino mientras nosotros optamos por atajar ladera abajo hacia el coche. A las 19:50 horas llegamos al final de la ruta tras haber recorrido unos 20 Km. mas o menos, ya que el podómetro se me descolgó en más de una ocasión y también se me borró.
Enseguida nos cambiamos y sin más demoras nos pusimos de regreso a León. En el camino antes de entrar a la autopista nos encontramos de nuevo con la pareja anterior que estaban llegando a su coche. Por la vía rápida llegamos a La Magdalena donde la abandonamos para continuar carretera adelante hacia la capital donde llegamos poco antes de las 21:00 horas. Aquí fui dejando a los compañeros en diferentes lugares antes llegar a mi casa terminando otra completa y grata jornada de montaña, en esta ocasión en plan particular.
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