5ª TRAVESÍA POR EL “BOSQUE DE LAS HADAS”.
03-07-05 (Domingo)
Como ya es habitual durante los meses estivales, de vez en cuando como en esta ocasión, he realizado una salida improvisada de media jornada que no por ello es menos importante que las habituales de día completo. Esta vez me decidí por recorrer el Bosque de las Hadas, de Valdorria a Nocedo, siguiendo el arroyo Valdecesar. Para ello, y ya a medio día, llamé a Luis, compañero del club, para ver si se animaba, cosa que hizo acompañado además por su padre, Baltasar.
Poco después de las 15:00 horas llegué a su casa donde aparqué la furgoneta ya que íbamos en su coche. En él salimos de León poco después y decidimos ir por la carretera de Santander hasta poco antes del cruce de la de Boñar donde se gira hacia La Vecilla. La mala suerte hizo que la encontrásemos en obras, lo que nos retrasó algo el viaje. Sin más novedades llegamos al desvío hacia Valdorria y subimos la empinada cuesta hasta dicho pueblo. Eran las 16:15 horas más o menos. El día se mantenía despejado aunque iban a pareciendo nubes por el oeste.
Tras sacarnos una foto en el pueblo con Peña Galicia de fondo, emprendimos la marcha. Hacía 13 años que no hacía esta travesía y tuve que preguntar por el sendero que va hacia el bosque para no equivocarnos y bajar al río directamente donde encontraríamos cascadas imposibles de franquear sin cuerdas. Un lugareño nos indicó la senda más o menos informándonos que salía de la que sube a la ermita de San Froilán. Pues bien, al poco de comenzar vimos salir un sendero de ésta y lo cogimos. La intención de Baltasar era acompañarnos hasta entrar en el bosque y luego regresar al coche para bajar a buscarnos abajo.
Siguiendo este sendero vimos que se comenzaba a perder y que además bajaba demasiado hacia el arroyo. Aquí decidió entonces el padre de Luis que no seguiría y daría la vuelta para subir a la ermita. Nosotros fuimos buscando las veredas por encima del cañón del arroyo Valdecesar para no perder altura ya que la entrada al bosque estaba bastante por encima y veíamos la campa por la que teníamos que pasar. De esa forma encontramos el sendero correcto que como comprobamos venía de la parte alta por donde pasaba el que subía a la ermita.
Ya bien encaminados continuamos bordeando el cañón cerrado y fuimos subiendo hasta dar con un curioso paso. Se trataba de un agujero en la roca por el que había que pasar obligatoriamente ya que el precipicio de un lado y la pared del otro impedían cualquier otro acceso. A través del mismo pasamos y, como nos había dicho antes el hombre del pueblo, comenzamos a bajar unos escalones de roca por los que llegamos a una ladera de escasa inclinación llena de matorral y escobas. Estábamos ya en la campa que desde el pueblo veíamos y desde la cual se comienza el descenso hacia el bosque. Allí hicimos unas fotos con el pueblo y Peña Valdorria en una magnífica panorámica. Eran las 17:05 horas.
Como dije, desde el 92 no hacía yo esta ruta completa y solo me quedaban vagos recuerdos de la misma. Comenzamos sin más a bajar hacia el Bosque de las Hadas siguiendo un empinado sendero de piedra y tierra resbaladiza. Echando la vista atrás pudimos contemplar un bello contraluz de Peña Galicia. De nuevo encontramos aquí empinados escalones de roca que en poco trecho nos hicieron perder bastante altitud. No tardamos ya en entrar en el bosque en sí viendo de primero un curioso y gran tronco de árbol lleno de nudos enormes. Tras bajar otro tramo empinado entre arboleda llegamos al cauce del arroyo que traía poco caudal. Eran las 17:25 horas.
Según nos habían informado, siguiendo unos metros hacia arriba llegaríamos a las cascadas que yo ya conocía de otra vez en la que tuvimos que subir al ser imposible sortearlas sin cuerdas. Como tampoco estaba muy seguro de que nos quedaran hacia arriba y además el caudal no las iba a hacer bonitas, optamos por continuar el sendero de descenso. No tardamos en tener que atravesar el arroyo por unas piedras para seguir por la margen derecha. Entre la arboleda veíamos los riscos por los que habíamos pasado anteriormente. En la cuenca del regato vimos algunas pozas realmente bellas. Pero sin duda lo que más me agradó fue el gran bosque de helechos por el que pasamos y que iluminado por el sol destacaba de forma impresionante. También encontramos algunas flores de colorido intenso entre el verdor del bosque.
Mas adelante, en un pequeño claro, encontramos restos de una hoguera entre piedras. Allí mismo, sobre unas flores blancas revoloteaban varias mariposas. A pocos metros dimos con un puente de troncos en el que hicimos una foto y pasamos a la margen contraria dejando el arroyo a nuestra derecha. Caminando por aquella parte entramos en una zona en la que la arboleda, creo que robles, aunque como he dicho en más ocasiones nunca he distinguido bien la flora, estaba bastante espaciada y con ralo ramaje, lo que daba un encanto especial al lugar. Curiosamente la mayoría de los troncos no eran rectos, si no que se curvaban una y otra vez.
Tras un rato más por aquella margen descendimos de nuevo hacia el arroyo para cruzarlo de nuevo por una piedras. Ya nos quedaba poco para llegar a la caída de la cascada hacia la carretera, pero aún nos quedaban por ver numerosas cascadinas en el último tramo antes de este salto. Por suerte el sol nos permitió verlas resaltadas entre la abundante vegetación.
Así llegamos, tras 1,700 Km recorridos, al gran salto en la cueva a la que se accede desde la carretera del Curueño. Eran las 18:30 horas. Desde la parte alta, y con precaución, se puede ver parte del salto en la misma así como los soportes metálicos que han colocado en la parte baja. Aquí hay que atravesar de nuevo el cauce y las rocas no lo ponen demasiado fácil. Con un poco de destreza hay que destrepar una roca hacia el río para atravesarlo con cuidado de no caer. Para salir de allí hay que trepar ahora un tramo de roca y pedrero unos 60 metros hasta la parte alta.
Desde esta altura disfrutamos de una amplia vista del valle del Curueño con Nocedo bajo el Cuete Aucino y al otro lado Montuerto. Justo abajo, la entrada a la cascada con numerosos coches en ella y por allí vimos a Baltasar paseando. Le hicimos señas y se decidió a subir. Mientras, nosotros disfrutamos de esta grata panorámica y sacamos algunas fotos.
A media altura vimos que se sentaba y pensamos que no iba a seguir, pero de nuevo emprendió la marcha y no tardó en alcanzar este balcón sobre el Curueño. Estuvimos un rato contemplando el paisaje y emprendimos el descenso por el sendero pedregoso y bastante vertical hacia la carretera. Ya abajo entramos hacia la parte baja de la cascada. Hace ya unos años han hecho unos puentes metálicos robre el arroyo e incluso dentro de la cueva donde cae el salto para que todo el mundo pueda entrar sin problema. Yo lo conocí cuando había que saltar entre las piedras y solo los más osados entraban en la cueva para ver el salto justo desde abajo. Por una parte me parece bien la idea, pero no deja de ser un impacto artificial en un bonito rincón en el que uno de los alicientes era la forma de llegar al salto sin mojarse. En la misma sacamos una foto, que tuvo su cosa. Si la sacaba con flash, se resaltaban las gotas de agua flotando en el aire, por lo que me costó un poco que saliese bien. Por allí había numeroso personal, entre ellos unos vecinos míos.
Ya cerca de las ocho de la tarde emprendimos el regreso tras esta grata media jornada montañera. Para no encontrarnos de nuevo con las obras, optamos por venir por la carretera del Torío. A la entrada de León había algo de caravana, pero no fue mucho el retraso. Sobre las 8:45 horas llegamos a casa de Luis cerca de la cual tenía yo la furgoneta en la que sin más vine para casa.
Y así transcurrió esta improvisada tarde dominical en la sin querer recorrimos uno de los rincones más bellos de la provincia y a pocos kilómetros de la capital.
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