3ª
TRAVESÍA “BURÓN – VALLE DE MIRVA – VALLE DE RABANAL – BURÓN”
21-11-20 (Sábado)
Tan solo una semana después de la última ruta hecha, he vuelto a salir para hacer otra pendiente desde hace ya tiempo con algunos compañeros de trabajo. Un día por otro fuimos retrasando la misma hasta este sábado en que decidimos por fin realizarla aprovechando el tiempo tan excepcional que se preveía y que se cumplió con creces. Cuatro fuimos los animados para participar en ella: Rosana, Blanca, Juan Carlos y yo.
Del punto habitual del que solemos partir en el día a día laboral emprendimos la marcha Blanca, Rosana y yo en mi furgoneta a las 8:15 horas con los termómetros marcando 4º C y un cielo prácticamente despejado. Salimos de León por la A-60 mientras el primer rayo de sol aparecía por el Sudeste. En Puente Villarente abandonamos la misma para continuar dirección Boñar ya por la nacional. Los prados estaban completamente blancos por la helada caída sobre ellos. En esta localidad se nos unió Juan Carlos antes de continuar ya todos juntos por el valle de Sabero al enlace con la carretera hacia Riaño. En ninguno de los pueblos por los que pasamos encontramos un bar abierto para tomar un café. La “pandemia” ha cerrado casi todos los locales hosteleros de ciudades y pueblos. Rodeamos el pantano de Riaño, del que sacamos algunas fotos desde dicha localidad, para seguir el viaje hasta Burón al que llegamos a las 10:10 horas tras 116 Km hechos. Al lado de la bonita iglesia aparcamos y con ella de fondo nos sacamos una foto antes de emprender la ruta a las 10:20 horas a una altitud de 1104 metros.
Por las calles de este pueblo, emplazado en una de las colas del pantano de Riaño, nos dirigimos hacia el Oeste para abandonarlo por la carretera que se dirige hacia el puerto de Tarna bajo la Peña el Castiello al Norte. Tras unos 900 metros recorridos llegamos a la entrada del valle del arroyo Mirva hacia el que giramos cambiando la dirección al Noreste pasando por un área recreativa y al lado de un pequeño aparcamiento. Enseguida cruzamos un paso canadiense para meternos en un camino embarrado y con restos de abono de ganado que intentamos sortear por las orillas. Las primeras señales en estacas nos indicaron que seguíamos el “PR-LE 21 Mirva - Rabanal”.
El valle se fue abriendo y los verdes prados comenzaron a escoltar el ancho camino entre algunas sebes con espinos, acebos y servales entre otras especies arbóreas. El arroyo bajaba por nuestra izquierda paralelo al mismo encontrando en él pequeños saltos de agua. Echando la vista atrás teníamos la imponente silueta del pico Yordas sobre el cual vimos numerosos trazos dejados por los aviones. Por la derecha aún se mantenía el manto helado a la sombra de las laderas del Canto de las Rozas, cimas que se elevaban algunos metros por encima. En la margen contraria el sol iluminaba las lomas de La Cogulla de las Posadas y la Solana de Canedo, cubiertas en parte por los bosques de hayas. Cruzamos el arroyo encauzado bajo el camino y tras otro tramo llegamos a la fuente El Arco, un manantial entubado y con armazón y pequeño pilón de piedra. Por encima, en las lomas soleadas, vimos un refugio del mismo material y externamente en buen estado. Volvimos a pasar el arroyo por un puente hecho con dos estrechas vigas de hormigón y un cable a modo de barandilla que nos metió en unas praderías en las que pastaban unos bonitos caballos, algunos de los cuales salieron galopando al vernos.
Poco a poco fuimos encontrando los primeros ejemplares de hayas, ya muy deshojadas, pero con bonitos troncos gruesos y retorcidos, al lado de los cuales nos fuimos sacando algunas fotos. La hojarasca marrón contrastaba de forma destacada sobre la verde pradera. Al poco de entrar en el hayedo la pendiente del camino comenzó a hacerse más acentuada y el ritmo bajó un poco. A pesar de esa falta casi total de hoja en los árboles, el paraje era realmente bonito y seguíamos encontrando hayas dignas de postal. Incluso algunos troncos ya secos merecían esa categoría por su forma. El musgo que se pegaba a los mismos acentuaba aún más ese atractivo visual. Los helechos ya secos cubrían buena parte del terreno entre la arboleda.
Habíamos recorrido casi 6,000 Km cuando llegamos a un lugar en el que se agrupaban varias de esas hayas destacables unos metros apartadas del camino. Yo, que llevaba el track del GPS de la vez anterior hecha nocturna, había marcado ese lugar en el mismo. Nos acercamos a ellos y nos sacamos unas fotos al lado de dichos troncos. Estábamos a 1400 metros de altitud y eran las 12:25 horas.
De nuevo en el camino continuamos la subida en la que se alternaban algunos tramos suaves con otros de repecho mas fuerte. Salimos más tarde a una explanada más llana y alargada por la que seguía el camino. Cerca de la misma vimos el tronco afectado por un rayo en el que me acordaba de habernos metido dentro para sacarnos unas fotos la vez anterior. No restaba mucho para alcanzar el collado de Prado Llao, antes del cual encontramos una lagunilla cerca de una caseta de vigilancia forestal a la que nos encaramamos por las pendientes escaleras. Desde la misma contemplamos más ampliamente la sierra al Noroeste en la que destaca el cercano pico Parme y el Pozúa algo más al Norte.
En algo menos de cinco minutos, cuando eran las 12:55 horas, alcanzamos el collado de Prado Llao, máxima cota de la ruta con 1432 metros de altitud, habiendo hecho hasta ese punto 6,600 Km. La vista desde el mismo es otro de los alicientes de esta ruta. Aunque no es demasiado “amplia”, lo que se ve no deja indiferente. Por el Norte corre la sierra en la que se emplazan las dos cumbres principales del Parme y Pozúa ya mencionadas. En el valle al Noroeste, destaca el pueblo de Retuerto, desde el cual hemos subido a dichas cimas en ocasiones anteriores. Por encima del mismo, aunque en otro plano, emergen las cumbres de Peña Ten y del Pileñes. Entre la sierra anterior y ésta, en la lejanía, parte de los macizos Central y Occidental de los Picos de Europa, con Torre Santa destacando en este último. Disfrutando de todo ello, nos acomodamos en la pradera para comer, protegiéndonos un poco del húmedo suelo. Estando allí pasó una mujer sola y más tarde una pareja chicos jóvenes. De pronto me di cuenta que no tenía los bastones y tuve que volver a por ellos a la caseta forestal.
Sobre las 14:10 horas retomamos la marcha por el camino hacia el valle contrario y que baja hacia Retuerto. Nos metimos a la umbría y cruzamos una cancilla abierta metiéndonos de nuevo en el hayedo con laderas muy verticales que ascendían por la derecha y bajaban por la izquierda. Trazamos algunos zigzag en este fuerte descenso hasta llegar a una bifurcación en el que unas señales del PR nos marcaban la dirección a seguir. Las dos que marcaban a Burón por el valle de Mirva que traíamos y el de Rabanal que íbamos a coger indicaban 6,500 Km mientras que el otro ramal a Retuerto solo distaba 0,600 Km. Como se puede comprobar, el GPS ya me marcaba 6,600 Km en el collado, más este tramo de otro kilómetro, suma más de lo que marca la señal. Teniendo en cuenta los pequeños errores del GPS, de las señales y los pequeños desvíos que íbamos haciendo en la ruta, más o menos concuerdan las distancias.
Desde ese punto a 1312 metros de altitud, iniciamos la remontada hacia el collado de la Giesa por el ramal que seguía subiendo por el hayedo a la umbría de la sierra que divide los valles que estábamos recorriendo. Ganamos altura por el mismo y no tardamos en salir a la luz solar dando vista ahora al valle por el que transcurre la carretera nacional 625 que sube hacia el puerto del Pontón. Tras la misma destacaba el pico Redondo o Pandián mientras que por detrás seguíamos viendo los Picos de Europa. El Yordas emergía por delante tras el collado de La Giesa, al que llegamos poco después cuando daban las 15:05 horas.
Este paso tiene una altitud de 1358 metros y allí abandonamos el ancho camino, que sigue por el alto, para echarnos al valle de Rabanal por el medio de la arboleda siguiendo ahora un sendero pendiente y serpenteante. Volvimos a encontrarnos con troncos destacables y cruzamos el arroyo de Rabanal en varios lugares. Éste se encajonaba en diferentes tramos por debajo del sendero formando bonitos rincones. Dejamos atrás lo más empinado y llegamos a una zona con más pradera entre la que culebreaba el arroyo de Rabanal. Vacas y algunos caballos pastaban en estos verdes prados donde nos incorporamos a un camino que venía de la izquierda donde vimos una caseta y unos tubos por los que salía agua hacia el arroyo; podría ser una captación.
El sol iluminaba de lleno este valle y hacía destacar el verdor entre las laderas con el hayedo. Avanzamos por el camino bajando casi imperceptiblemente y llegamos al prado en el medio del cual se encuentra un enorme tocón seco y tumbado hacia el que nos acercamos. Se trata de un tronco grueso y hueco de unos tres metros en el que, al igual que hiciéramos en otra ruta anterior, nos sacamos unas divertidas fotos. Dos de nosotros nos metíamos dentro asomando uno la cabeza por un lado y el otro los pies por el hueco contrario, haciendo el efecto de “gigante”, mientras un tercero estaba subido encima. Es gracioso el efecto que hace....
Seguimos luego la marcha cruzando de nuevo el arroyo y entrando en el ancho camino cerca del cual vimos otra fuente de piedra. Al lado de un puente de madera sobre el cauce nos sacamos una foto con el bonito valle iluminado por el sol del atardecer como fondo. Teníamos ya la carretera a la vista y el Yordas a contraluz tras ella.
Antes de salir a la misma cruzamos un paso canadiense cerca de un cartel informativo de los bosques de la zona. Estábamos ya en Burón cuando nos incorporamos al asfalto a las 16:50 horas para recorrer unos pocos metros antes de desviarnos a la calle en la que ya teníamos la furgoneta. En esos momentos se ocultaba el sol por completo en el pueblo. A las 16:55 horas terminábamos la ruta al lado de la iglesia donde había quedado la furgoneta. El GPS daba estos datos: 14,300 Km hechos con un desnivel acumulado de 437 m.
Nos cambiamos y minutos después emprendimos el regreso a León. Hicimos una parada al lado del pantano para sacar unas fotos en otro punto en el que en ese momento se ocultaba el sol tras las cumbres. Como ya habíamos acordado, si no terminábamos muy tarde, entraríamos a Lois para ver el pueblo y su imponente iglesia, “La Catedral de la Montaña”. Así lo hicimos desviándonos desde Las Salas por la estrecha carretera que nos llevó hasta este bonito pueblo por el que estuvimos un rato caminando viendo la iglesia, fuentes y otros bonitos edificios que componen la localidad. La temperatura había bajado y ya se notaba el fresco del atardecer. La luna aparecía por detrás de los picos cuando retomamos el viaje a las 18:00 horas.
En Crémenes tuvimos suerte y encontramos un bar abierto en el tomar unos cafés, fuera eso sí. De nuevo en marcha nos desviamos luego hacia el valle de Sabero para llegar a Boñar donde nos despedimos de Juan Carlos. Sin novedades hicimos el resto del trayecto hasta León donde terminamos el viaje en el mismo punto de salida matinal a las 19:47 horas. Un termómetro marcaba 10º C a esa hora.
Sin duda una experiencia inolvidable, con grata compañía, recorriendo una bella zona de la montaña leonesa y tiempo excepcional. Para repetir.
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