1ª TRAVESÍA “CALEAO - VALLE XULIÓ - CABEZA DE ARCO - VALLE PANDIELLINA - LOS ARRUDOS - CALEAO”. (Asturias).
05-05-13 (Domingo)
Para este primer domingo de mayo teníamos la ascensión al pico Retriñón, en Caleao, Asturias. Parte del grupo sí alcanzó dicha cumbre, no sin esfuerzo, mientras otros no lo hacíamos. Nati quedaba como siempre haciendo una ruta por la parte baja y Tiquio y yo hacíamos la circular de la ruta “Cabeza de Arco” que transcurre por los valles de Xulió y Los Arrudos.
Muy pocas veces me ha pasado lo que este día, no tener fuerzas para alcanzar la cumbre. Ya desde un principio noté que iba en baja forma, lo que unido al gran desnivel, unos 1200 metros hizo que me fuese imposible alcanzar dicha cima. Por su parte, Tiquio decidió acompañarme ya que tampoco estaba muy animado a subir.
A las 7:30 horas nos reunimos en Guzmán 6 de los 7 participantes: Mª Jesús, Nati, Álvaro, Tiquio con Rex, Carmen y yo. Salimos por la carretera de Asturias poco después recogiendo a Miguel Ángel en La Pola de Gordón. Tras descender el puerto de Pajares y enlazar con la autopista, nos desviamos en Mieres hacia La Feguera. Allí cogimos otra carretera de las cuencas mineras del Nalón hasta llegar a Rioseco en el que paramos a tomar un café a las 9:20 horas. Veinte minutos después retomamos el viaje hacia Caleao al que llegamos a las 9:50 horas tras abandonar esta vía principal a otra más estrecha. Hasta allí hay unos 150 Km. y estábamos a 717 metros de altitud.
Por un camino a la izquierda y anterior al pueblo subimos unos metros hasta un aparcamiento cercano a una ermita dónde comienza la ruta de Los Arrudos. Nos preparamos para la ruta con el cielo despejado por completo y buena temperatura. A las 10:10 horas nos poníamos en marcha hacia el centro del pueblo en el que vimos un bonito hórreo. Esta ruta está señalizada toda ella, o casi toda, ya que comenzamos por no ver la marca de salida al valle de Xulió por el que teníamos que subir. Había un par de caminos y algunos comenzaron a seguir el que no era. Preguntando a un vecino del pueblo nos indicó el mismo y enseguida abandonamos Caleao con dirección Oeste. Tuvimos una bonita panorámica del mismo con sus casas en la verde ladera de la montaña.
Poco a poco fuimos cogiendo altura e internándonos en el valle entre praderías y taludes de las fincas con el arroyo a nuestra izquierda. Frente a nosotros ya se alzaban las cumbres nevadas hacia las que íbamos. Dejamos atrás una casa también a la izquierda del camino y seguimos entre una empalizada que protegía el camino de la caída al valle. No tardando encontramos un gran tronco caído medio hueco al que se encaramó Álvaro. Por su parte, Mª Jesús se había olvidado de cargar agua y había regresado al pueblo para aprovisionarse. El día se preveía algo caluroso y la ruta fuerte para ir sin líquidos.
Así llegamos a un vado del camino sobre el arroyo comprobando como parte de él abnegaba el firme. Paralelo encontramos un puente muy endeble, La Campa, por el que cruzamos con precaución. Luego nos dijo Nati que había llegado hasta allí y no se había atrevido a cruzarlo. Al poco tramo vimos una bifurcación a la derecha también marcada hacia otra ruta.
Nos fuimos metiendo a la sombra de un bosque que cubría la mayor parte de la falda del valle; por allí vimos el primer nevero de la ruta. En otro gran tronco se encaramaron de nuevo los compañeros, que ya empiezo a pensar que son un poco “monos”. Cómodamente fuimos subiendo entre la arboleda por el ancho camino del valle encontrando algunos lugares embarrados provocados por los pequeños regatos que bajaban de la ladera.
A las 11:35 horas llegamos a la cabaña de La Porquera, una majada construida al abrigo de los riscos que sirven también de pared de la misma. En ella nos sacamos una foto de grupo antes de proseguir la ruta ahora ya por sendero que enseguida se confundió con el lecho del río. Por unas tablas aún más precarias que el puente anterior cruzamos a la parte contraria por la que seguía la senda paralela a este arroyo en el que vimos bonitos rincones con saltos de agua en el curso. La arboleda ya bastante primaveral nos protegía del sol que ya calentaba.
Más arriba el sendero estaba de nuevo inundado por el agua. En un hueco de las rocas vimos un corzo muerto al que un hombre que bajaba en esos momentos le quitó el único cuerno que tenía. No tardamos en tener que cruzar de nuevo el arroyo, esta vez sin puente. Según nos había comentado este hombre, la gran cantidad de agua de esta primavera es lo que ha provocado que el cauce inunde el camino habitual. Atravesamos el mismo por las piedras y enlazamos de nuevo al sendero marcado. No tardando llegamos a una portilla en la que dejamos atrás el bosque. Por encima, a nuestra derecha, vimos una gran cavidad abierta cuya parte alta a mi me sigue pareciendo un gran águila con las alas medio desplegadas.
El sendero ahora subía fuertemente describiendo zigzag por la loma. Volvíamos a ver las cumbres nevadas de frente y la que nos parecía que era el Retriñón al fondo del valle a la izquierda. Realmente luego comprobamos que éste estaba también en la cabecera pero a la derecha.
El valle se abrió entonces apareciendo las cabañas de Xulió pocos metros más adelante. En un muro al comienzo de las mismas nos acomodamos unos minutos a tomar un tentempié. Eran las 12:15 horas y estábamos a unos 1100 metros de altitud.
Una vez en marcha cruzamos el bello paraje de estas brañas en las que pudimos ver numeroso ganado bovino. El sendero transcurría a la vera de un pequeño muro entre el que se encajonaba. Por las laderas de la derecha bajaban varios arroyos que cruzamos y que desembocaban en el principal. Lo cierto es que el paraje era un tanto idílico.
Dejamos atrás el mismo para cruzar de nuevo el cauce principal que ahora casi desaparecía entre los cantos. La ruta continuaba en una fuerte pendiente en la cual a mi se me acentuó el cansancio. Las señales de la misma en forma de pintura o indicadores de madera aparecían de vez en cuando sin posibilidad de pérdida alguna. Subimos un tramo encajonado en un pequeño cañón por el que bajaba otro arroyuelo hasta que la senda describió un giro de 180 grados hacia la parte izquierda del valle. Desde allí vimos claramente la cumbre del Retriñón al Oeste con sus 1862 metros y lo que restaba a ella.
Yo ya tenía claro que no lo iba a ascender y que iba a seguir la ruta marcada. Tiquio decidió acompañarme al no tener muy claro tampoco la intención de llegar. Yo le insistí, eso sí, que por mí no lo hiciera, ya que el resto de la ruta no tenía dificultad alguna e incluso el camino por el otro valle era aún más fácil.
De esa forma alcanzamos el collado de El Arco con una altitud de 1345 metros y a la vera del pico del mismo nombre con 1598 metros. Eran las 13:30 horas y llevábamos unos 8 Km. recorridos.
Nos sacamos una foto de grupo allí mismo antes de que Carmen, Mª Jesús, Miguel Ángel y Álvaro se pusieran en camino hacia la cumbre. Para ello tenían que llegar a la collada de La Muezca, 1776 m, rodeando el pico del mismo nombre, el que antes nos había equivocado, y desde ella emprender la última subida a la cima. Ya antes de la collada se veía mucha nieve, y como luego comprobaron, en malas condiciones.
Unos 20 minutos estuvimos allí nosotros sacando fotos y demás antes de emprender la bajada hacia el valle de La Pandiellina que abajo desemboca en Los Arrudos. La pendiente es muy fuerte y el sendero serpentea por ella, aunque decidimos echarnos directamente al ver que el matorral bajo no nos iba a molestar demasiado. Nos metimos a la vaguada perdiendo altura rápidamente con más cumbres nevadas en la lejanía. En el valle se encuentran las majadas de El Arco y Felgueru en las que queríamos comer. En un arbusto vimos un bonito pájaro que conseguí fotografiar entre las ramas antes de irse. La del Arco la forman un par de cabañas separadas entre las cuales baja un arroyo formando algunos saltos y rápidos. Fuera del sendero se encuentra la segunda de éstas a la que nos acercamos para comer.
A la sombra de un árbol nos acomodamos cuando eran las 14:30 horas. Tranquilamente comimos disfrutando el bello entorno y con el continuo sonido del agua alrededor. Luego nos hemos tumbado unos minutos que a mí me supieron a poco. Me estaba quedando dormido cuando tuvimos que retomar la marcha para que no se nos hiciese tarde. En principio el resto iba a bajar por otro lado y no sabíamos lo que tardarían. Al poco rato supimos de ellos.
Una hora después emprendíamos la caminata dejando atrás otra caseta derruida antes de meternos al sendero marcado. Echando la vista atrás vimos ahora la cumbre del Retriñón tras la collada del Arco. Con los prismáticos y el zoom de la cámara vimos a los cuatro compañeros en la nieve y a pocos metros de la cumbre. Por suerte también conseguimos contactar con ellos por el móvil y nos dijeron que la nieve estaba muy blanda y que no se iban a arriesgar a bajar por otro lado. Estando en ello vimos llegar al primero, Miguel Ángel. Eran las 16:00 horas más o menos.
Atravesamos otro arroyo que bajaba entre un roquedal y llegamos a la del Felgueru cerca de la cual vimos una fuente en la que cambiamos el agua. El sendero desde allí estaba totalmente deformado por las pisadas continuas de las vacas que van haciendo huecos a espacios regulares muy curiosos. Nos fuimos internando en el bosque de la parte baja llegando a un punto en el que la pendiente suave se trocó a empinada en una serie de zigzag largos entre arbustos y escobas con el firme empedrado. Estábamos desembocando en el valle de Los Arrudos por la Cuesta Prendeoriu en la que vimos otra cabaña arrimada a las paredes. Al Sur contemplamos también el desfiladero de Los Arrudos con el puente de La Calabaza al comienzo de la hoz.
El camino se había ido ensanchando y a su vera encontramos un depósito de agua de bloques de cemento y unas cabañas por debajo. Luego vimos algunas más antes de enlazar con el del valle principal a las 17:00 horas.
Habíamos hablado de subir unos metros por dicho valle y nos encaminamos por él viendo las bonitas cascadas y saltos en el cauce del arroyo del mismo nombre. Nos encontramos con otra casa y una fuente en su recinto en la que cambiamos de nuevo el agua. En la misma vimos una especie de arrudo, que es una pequeña escalera de tres peldaños hecha con pequeños troncos o ramas gruesas y que los ganaderos llevaban consigo para salvar a algunos pasos en la roca u otras zonas complicadas.
Bajamos luego a la orilla del arroyo y nos sacamos unas fotos con los rápidos de fondo. Allí mismo he encontrado unas gafas de sol en el suelo. Más adelante el sendero toma altura y está protegido con una barandilla de madera que nos llevó al mismo puente de La Calabaza suspendido sobre el cañón por dos escaleras metálicas a modo de pilares. Allí comienza la hoz en sí subiendo la ruta por unos peldaños rocosos hacia la parte alta. Una ruta marcada nos llevaría al Lago Uvales casi en el límite con León. Yo hace años hice este desfiladero hasta pasar el cañón en sí y desviándonos por otro valle lateral un tramo. Había mucha nieve en aquella ocasión. Nos sacamos unas fotos allí y nos encaramamos a una gran roca sobre el arroyo dejando las piernas colgadas sobre el mismo. Daba vértigo mira abajo.
Subimos luego unos metros por el cañón viendo en la margen contraria una gran lengua de nieve que caía por un pedrero hacia el río. Volvimos sobre nuestros pasos y cruzamos el puente para dirigirnos ya hacia el pueblo. Detrás nos dejó una pareja de jóvenes. Eran las 18:00 horas.
Cerca del camino vimos una especie de arqueta de donde tomaban el agua para la fuente de la casa en la que habíamos parado. Dejamos ésta atrás y el enlace con el camino de bajada, en el que por cierto no había marca alguna de la ruta. Cruzamos luego un regato y en el principal vimos unos cuantos saltos más en los que la fuerza del agua era descomunal. De las paredes rocosas crecían casi milagrosamente grandes troncos de árboles que luego se elevaban pegados a las mismas. Tras cruzar un puente encontramos un cartel informativo de la ruta de Los Arrudos, que en este tramo es común a la de Cabeza de Arco.
Pocos metros después nos hemos topado con un gran árbol derribado recientemente. Tenía un tronco descomunal y entre sus ramas nos sacamos unas fotos. Allí se abrió el valle y nos dio el sol de lleno de nuevo. El camino ahora estaba cementado en los tramos más pendientes. Por la derecha bajaban más arroyos, uno de ellos de gran caudal vimos como manaba de la misma roca. Poco a poco fueron apareciendo praderías de gran verdor en las que vimos algún caballo. Había trechos en los que el camino se encajonaba entre pequeños muretes de piedras de dichas fincas. Cruzamos otro puente sobre el arroyo de Las Campas que bajaba por un valle perpendicular por el que seguía otro ancho camino de cemento a cuya vera había una fuente con pilón.
Dejamos atrás una finca con gran caserío antes de volver a atravesar el arroyo principal. Nos metimos entonces bajo unas paredes verticales de las que en su parte baja manaba otra fuente por un estrecho tubo. Decidimos allí tomar un refrigerio y sacamos lo que nos quedaba de comida: pan, una lata de mejillones y chocolate. Estando en este lugar pasó un tractor y un quad. Eran las 19:15 horas.
Casi media hora después retomamos la marcha para llegar luego a una casa con un porche muy bien ornamentado. Allí mismo cruzamos de nuevo el río para cinco minutos después volver a la misma margen, esta vez definitivamente. Vimos algunas construcciones más en este último tramo, una de ellas nos pareció un hórreo alargado y sin elevar hasta comprobar después que se trataba de una cuadra. Poco a poco fuimos viendo como el valle se abría en la confluencia en la que se encuentra Caleao, siendo las praderías el paisaje principal con el fondo montañoso.
No tardamos en divisar la ermita del aparcamiento y a las 20:00 horas llegábamos al mismo tras unos 19 Km. recorridos, 16 de la ruta más el tramo de Los Arrudos. Nos cambiamos y esperamos por el resto que aún tardó otra hora en llegar. Nos acercamos luego hasta el bar en el que tomamos un refrigerio e hicimos las cuentas.
Cerca de las 21:45 horas emprendíamos el regreso a León por el mismo trayecto de ida. Dejamos a Miguel en Pola de Gordón llegando nosotros a la capital a las 00:20 horas.
El día despejado nos permitió disfrutar de la ruta hecha, corta o larga, y el paisaje mereció la pena, como en la mayoría de las rutas.
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