1ª TRAVESÍA “HAYEDO DE CANSECO”.
10-03-13 (Domingo)
Este año vamos haciendo lo que buenamente nos deja el tiempo. Para hoy teníamos programada la ascensión al Picón, en La Baña, pero la previsión de nieve para esa zona unido a la lejanía así como a la longitud y desnivel de la ruta, nos hicieron modificar de nuevo los planes. Al menos hemos hecho una de las retrasadas del mes de enero, el Hayedo de Canseco.
Nos animamos 8 compañeros a participar en la misma: Pedro, Nati, Álvaro, Mª Jesús, Marcial, Carmen, Tiquio y yo, saliendo de Guzmán a las 8:30 horas en los coches de Tiquio y el mío. Con la lluvia acompañándonos avanzamos por la carretera del Torío hasta dejar a tras las Hoces de Vegacervera y llegar a Cármenes donde paramos a tomar un café rápido. Pocos kilómetros nos restaban a Canseco, 1280 m, punto inicial de la ruta. Allí aparcamos cuando eran casi las 10:00 horas.
Nos preparamos para la marcha saliendo 15 minutos después por la misma carretera de llegada. Entre las peñas caminamos algo más de kilómetro y medio antes de llegar al final de este desfiladero encontrando un puente sobre el arroyo por el que cruzamos a la margen contraria dónde vimos un curioso manantial entre las peñas. Seguimos un camino carretero paralelo a la carretera durante unos pocos metros hasta que se fue metiendo hacia el valle del Arroyo del Monte Bodón. Frente a nosotros corría todo el macizo del Bodón de Cármenes semi-oculto por la niebla.
Poco a poco fuimos pisando más nieve en el camino que iba cambiando de dirección hacia sudeste. Por ese motivo nos salimos en algunos tramos fuera del mismo casi hacia el curso del arroyo. Sin darnos cuenta fuimos entrando en el hayedo en el que el camino apenas se distinguía. Preparé la cámara para sacarnos una foto de grupo y la puse colgada boca debajo de una rama. Resulta que en vez de sacar la foto la había dejado grabando. Apunto aquí que Nati había decidido bajar por la carretera hacia Cármenes.
En el bosque fuimos viendo numerosos ejemplares de bonitos troncos cubiertos de musgo así como enormes rocas también tapizados por el mismo. El camino ascendía entre todo este bello paisaje y siempre paralelo al arroyo en el que se formaban bonitas cascadas y rápidos. Encontramos un tronco que se inclinaba hacia él y me sacaron una foto sentado con las piernas colgando sobre el cauce. Fue allí donde Pedro resbaló y metió el pié hasta el fondo.
La nieve abundaba cada vez más y nos turnamos para abrir huella en la misma. Llegó un momento en el que el camino se perdía entre la nieve y el bosque. Optamos por echarnos hacia el cauce del arroyo, que allí iba muy esparcido, aunque formaba un barrizal que íbamos sorteando pisando los trozos con más musgo que salían entre éste. De vez en cuando veíamos algún gran tronco derribado y otros cargados de líquenes.
Con esfuerzo fuimos ganando altura notando como hacia adelante ya se abría la arboleda. No tardamos mucho en salir de ella a una loma en la que vimos de nuevo el camino. Hacia la izquierda, al Norte, había una collada por la que, según el mapa y la ruta, se podía atajar. Según la descripción que llevábamos, en la ruta larga podíamos encontrar un tramo encajonado y lleno de agua difícil de cruzar. Decidimos seguir al menos hasta la collada más alta y decidir allí qué hacer. Siempre podíamos pasar a la otra y hacer el atajo.
En vez de seguir el camino, cogimos el alto de la loma con dirección a la collada alta metiéndonos de nuevo un tramo entre la arboleda. Entre la hojarasca marrón vimos unos curiosos brotes verdes que ya presagian la llegada de la primavera. Con la collada ya cercana salimos de ésta y echando la vista atrás contemplamos todo el valle se subida. En pocos minutos alcanzamos este paso sin nombre al Norte de la pequeña cumbre de La Majada. Eran las 13:15 horas y estábamos a 1567 metros de altitud.
En unas rocas nos acomodamos a comer tras sacarnos unas fotos con el paisaje nevado y las nieblas cubriendo las cumbres en tanto se escapaban algunos copos de nieve. Mientras comíamos vimos como se oscurecía aún más por el Oeste y el frío se intensificó. No demoramos este rato y a las 13:45 horas retomamos la marcha tras decidir hacer la ruta larga, aunque yo no las tenía todas conmigo.
Emprendimos el descenso hacia el valle del arroyo Farallón bajando una ladera empinada y cargada de nieve. Delante de nosotros teníamos el pico Peredilla con sus 1813 metros de altitud. Perdimos altura rápidamente y nos situamos a la vera del arroyo al lado del cual teníamos que bajar. Por experiencia sé lo complicado que puede volverse un cañón con nieve y arroyo, precisamente bajando de La Morala hacia el mismo pueblo de Canseco hace tres años. Según bajábamos me entraban dudas de por dónde salir, ya que abajo se veía como es estrechaba entre peñas. Además teníamos la referencia de la descripción. Para colmo de males, se me había metido nieve en las botas y llevaba los pies mojados y casi congelados.
Optamos por seguir a media ladera ya que veíamos un par de picachos entre los cuales podíamos salir hacia el otro valle si no hubiese buen paso en éste. Entre escobas y matojos bajos nos fuimos acercando a la zona encajonada viendo varias huellas de animales en la nieve. Ya cerca de la misma optamos por bajar hacia el arroyo a ver que paso tenía. Poco a poco fuimos cruzándolo, y mientras unos lo hacían a la vera del cauce, en el que se formaban varios pequeños saltos, otros avanzábamos unos metros por encima entre la roca del desfiladero. Allí la nieve ya había menguado mucho y eso nos facilitó el paso.
Dejamos atrás esta estrechez por la que ahora subía una pareja, y llegamos a un punto en el que vimos una ladera nevada apropiada para hacer culoskí, práctica que casi se nos va olvidando. Saqué el plástico y nos pusimos Mª Jesús y yo a lanzarnos unas cuantas veces por aquella improvisada pista. A mí ya me iban entrando en calor un poco los pies al no pisar ya tanta nieve de seguido. Nos restaba un pequeño tramo para salir al ancho camino que baja por el valle de Palomera hacia Canseco y por el que se accede a La Morala y el Canales. En él estaba ya el resto de compañeros esperando.
Por un puente de cemento cruzamos el arroyo de este valle y accedimos al ancho camino que encontramos embarrado y con nieve en varios tramos. Por éste nos encaminamos hacia Canseco del que nos restaban algo menos de 2 Km. Más adelante vimos otro puente frente a la vaguada por la que se desembocaba de haber hecho el trazado del atajo.
Cómodamente fuimos avanzando hacia el pueblo llegando en pocos minutos al barrio alto, el de Palomera, a cuya entrada nos encontramos con una vaquería. Atravesamos el mismo para ver enseguida el principal ahora iluminado por los rayos de un sol que se colaba entre los nubarrones. Unos 500 metros escasos dista uno de otro, entrando en éste último a las 16:15 horas. Pocos metros después llegamos a la plaza en la que teníamos los coches aparcados. Allí nos cambiamos y quedamos como nuevos, yo al menos, que volvía a tener pies.
Enseguida nos pusimos en marcha hacia Cármenes donde encontramos a Nati en uno de los bares. A algunos les picaba el gusanillo y al final decidimos pedir unas raciones para picotear, de callos y de hígado. A esas horas ya entraba todo de nuevo.
Tras este rato de relax y reposición de fuerzas nos pusimos de camino a León a las 18:20 horas. Decidimos hacerlo por la collada de Cármenes a Villamanín y venir por la nacional. Los claros iban ganado espacio en el cielo y lucía el sol en ellos, aunque hacia la capital se volvía a nublar. Sin novedades llegamos a ésta a las 19:15 horas. Minutos más tarde dejaba a Mª Jesús y llegaba yo a mi casa.
Como ya apunté, tenemos un invierno un tanto irregular. Hoy mismo, el martes posterior, cuando estoy escribiendo esto, ha estado nevando aquí en Armunia. La cuestión es ir haciendo algo, sea o no lo programado, para no perder la costumbre.
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