lunes, 8 de octubre de 2012

PORRO CERVALIZA Y PEÑA NIAJO (Pío de Sajambre) - 07-10-12

 


1ª ASCENSIÓN ALOS PICOS “PEÑA NIAJO” Y “PORRO CERVALIZA”. (Pío de Sajambre).

07-10-12               (Domingo)

A tan solo una semana de la última salida del club, hemos realizado ésta para ascender a la Peña Niajo, en Pío de Sajambre. La misma tiene una buena subida con un desnivel de algo más de 1000 metros. Además la complementamos con el cercano Porro Cervaliza, en la misma sierra.
Nos reunimos a las ocho de la mañana en Guzmán los 10 participantes de la misma: Álvaro, Mª Jesús, Tiquio con Rex, Antonio, Ramón, Camino, Nati, Santiago y su perro, Alba y yo. En los coches de Santiago, Tiquio y el mío emprendimos el viaje por la carretera hacia el Puente Villarente dónde giramos a Boñar. En éste nos desviamos por Sabero a la de Cistierna cogiendo luego dirección a Riaño. Nos detuvimos unos minutos en el pantano a sacar unas fotos del mismo, cada vez más mermado, y ya en Riaño tomamos un café, aunque algunos se acomodaron demasiado. De nuevo en marcha llegamos al Pontón y bajamos a Oseja de Sajambre tras parar unos minutos en un mirador cercano. En Oseja decidieron quedar Camino y Nati mientras el resto seguíamos hasta Pío, distante algo más de 3 Km.
Eran las 10:50 horas cuando aparcábamos en este pueblo desde dónde tuvimos la impresionante vista del cordal de la Peña Niajo 1000 metros por encima de nosotros. Pío se encuentra a unos 750 metros. Nos preparamos para la marcha que comenzamos a las once de la mañana. Salimos por un camino hacia el Oeste que para colmo descendía aún más. Entre nogales cargados de frutos, que algunos se detuvo a recoger, perdimos altura hasta los 720 metros al llegar a un puente sobre el arroyo de Llaete que atravesamos. Cerca del mismo vimos un antiguo molino al que entraba un pequeño canal seco.
El ancho camino comenzó a ascender desde allí mismo, y salvo algún insignificante tramo llano, ya no tuvimos respiros hasta la cumbre. El entorno era realmente bonito entre hayas y otras especies arbóreas que formaban el bosque. Apenas una semana después, los encontramos más otoñales que en Burón.
El camino describía de vez en cuando alguna curva cerrada formando un zigzag por la ladera del valle. En algún cruce encontramos una placa con la indicación al collado de Llaete al que teníamos que llegar. Nos fuimos deteniendo a sacar algunas fotos con varios troncos de gran envergadura que había cercanos al camino, algunos de ellos marcados por algún rayo. Poco a poco fue abriéndose la vista y se nos “aparecieron” varias cumbres hacia la parte de atrás, entre ellas el Jario encima de Oseja de Sajambre.
Otro de los vegetales que empezamos a encontrar fueron los helechos, pasando entre grandes extensiones de ellos. Llegamos así a una fuente con pilón en la que nos refrescamos y repusimos líquido. A su lado había un avellano con algunos frutos. Eran las doce del mediodía.
En los altímetros de Álvaro y Alba veíamos la altitud que íbamos cogiendo rápidamente y la que nos restaba de momento a la collada. Salimos un tramo a campo abierto dónde de nuevo los helechos lo inundaban todo. Entre ellos había una señal de “circulación prohibida” para vehículos. También encontrábamos zarzamoras con frutos que fuimos degustando sobre la marcha. Hacia el lado del valle se extendía ahora una explanada de pradera vallada con empalizada y un gran árbol en medio. Echando la vista atrás contemplamos ahora la majestuosa Peña Santa en el Macizo Occidental de Picos de Europa. También veíamos la Pica Ten de Oseja, a la que habíamos dejado ya por debajo de nosotros.
Atravesamos un paso canadiense para el ganado y echando la vista adelante vislumbramos las cercanías de la collada, aún lejana y alta. La arboleda desapareció de nuestro entorno durante unos metros dejando a la vista por la derecha las paredes rocosas del Porro de la Cervaliza, cumbre anterior a la Peña Niajo. Como apunte diré que se me había olvidado el mapa en casa, lo cual me daba rabia al no poder irme situando más concretamente.
No tardamos en volver a meternos al bosque y el camino describió de nuevo algunas curvas cerradas en él. La sombra se agradecía, ya que aunque había algunas nubes, el sol aún calentaba lo propio. Al lado del camino encontramos otro tramo cercado, aunque no había más que bosque por allí. En la última curva cerrada vimos una pequeña campa muy adecuada para colocar alguna tienda de campaña. Ya por delante veíamos la claridad de la collada cercana tras otro tramo recto que recorrimos en pocos minutos llegando así a este punto de inflexión en la ruta. Eran las 13:15 horas.
La collada de Llaete se emplaza a 1408 metros de altitud y en ella termina el ancho camino. Un poco por debajo, hacia el Oeste, vimos una majada y el valle que descendía empinado hacia la parte Asturiana, cuyo límite teníamos cercano hacia esta parte.
Santiago nos había precedido en todo momento y me había llamado antes para decirme que estaba rumbo a la cumbre. El resto nos juntamos en ese punto con vistas espectaculares en redondo. Al Norte seguía la sierra hacia la cumbre de la Peña Niajo, visible desde allí tras el Porro de la Cervaliza. Nos sacamos una foto del grupo que estábamos allí y emprendimos la marcha hacia la ella. Cruzamos entre un pequeño grupo de hayas siguiendo un sendero pedregoso hasta dejar atrás la arboleda. No tardando, a la sombra de un arbusto, nos detuvimos algunos a comer un tentempié.
Álvaro también se fue adelantando y el resto le seguíamos por la ladera del Porro Cervaliza que rodeamos por el Oeste. Poco a poco fue apareciendo por esa parte, y tras las cumbres más bajas de valle intermedio, las del Pileñes y Peña Ten. Curiosamente, entre ellas y nosotros forma una pequeña “U” la provincia asturiana.
Avanzamos a media ladera entre matojos bajos y algunos grupos de árboles aislados. El paisaje es muy similar al que encontramos en el también cercano Sen De Los Mulos, que luego veríamos. Cruzamos algunas pequeñas vaguadas y tuvimos que subir un repecho por una de ellas para alcanzar el collado entre el Porro y Niajo. Allí nos encontramos con algunos troncos derribados y secos que también formaban bellos cuadros en el verdor.
Alcanzamos este collado sin nombre y con una altura de 1608 metros a las 14:30 horas. Desde allí vimos varios pueblos de la zona de Sajambre que luego enumeraré. En la pradera nos encontramos con numerosas setas de bellas y variadas formas. Nos restaba el último repecho a la cumbre en la que veíamos a Santiago, a Antonio y cerca ya a Álvaro.
Camino de la misma vi una abertura del cordal a la que nos acercamos encontrándonos con un corte vertical y bonitas vistas de Ribota, Soto y Picos de Europa así como la segunda cumbre del Niajo al borde Norte de la sierra. Paralelos al precipicio de ese lado fuimos ganando altura rápidamente por el fuerte desnivel que había. El sendero subía casi invisible por la ladera, aunque no era muy necesario.
A las 15:15 horas alcanzábamos los últimos la cima principal de la Peña Niajo con 1743 metros de altitud. En ella había un hito con buzón y una caseta cercana con una antena. Por ese lado se alargaba el cresteo hacia la cumbre secundaria con 4 metros más de altitud pero un poco lejana. Antes de nada nos sacamos unas fotos de grupo y dejamos nuestra tarjeta. Los que acabábamos de llegar nos pusimos a comer disfrutando del paisaje que se nos ofrecía desde aquella atalaya. Tanto el Macizo Central como el Occidental de Picos de Europa los teníamos a tiro de piedra. No lejos de este último se encuentran Peña Beza y el Canto Cabronero, así como La Conia. Más al Noroeste teníamos el Sen de los Mulos. También al alcance de la mano estaban Peña Ten y Pileñes. Veíamos por esa parte la ruta que parte de La Uña y viene hacia el Niajo por Llaete, y que en un principio teníamos pensado hacer. La desestimamos al resultar muy larga a pesar del menor desnivel acumulado. Entre los pueblos que veíamos desde allí se encontraban Oseja de Sajambre, Soto, Ribota, Pío y Vierdes.
Estábamos comiendo tan tranquilos cuando de pronto fuimos invadidos por una nube de hormigas voladoras que apareció de pronto en la cumbre y que a algunos nos hizo levantar. Nunca vi nada igual. Se metían entre la ropa y mochilas. Luego se arremolinaron en torno al hito contándose por miles, sin exagerar. Por suerte allí quedaron y nos dejaron disfrutar un rato más de aquella vista en la que además se incluían muy a lo lejos, el Espigüete, Murcia, Peña Prieta, etc.
Eran casi las cinco de la tarde cuando emprendimos el descenso. Seguimos el mismo sendero de subida, más o menos, mientras en el cielo se formaban bellos contraluces con las nubes. Llegamos así al collado de la parte baja cruzando un pequeño paso entre rocas hacia la siguiente vega. A la sombra de un árbol estaban los compañeros que ya se habían adelantado. Mª Jesús, Álvaro y yo decidimos subir ahora a la pequeña cumbre anterior que antes habíamos bordeado. Al no llevar mapa, no sabíamos aún cual era.
En unos cinco minutos alcanzamos esta cima con un hito de piedra entre el cual, tras mucho rebuscar, encontramos una tarjeta. En ella se nos informaba que era el Porro Cervaliza con 1636 metros de altitud. Nos sacamos una foto en ella y dejamos otra tarjeta. A voces dijimos al resto que siguiesen y les cogíamos por la otra ladera. Emprendimos el descenso por la misma entre tojos hasta llegar al sendero principal. Por él seguimos bajando hacia el collado Llaete desde el cual los tres decimos bajar unos metros hasta una cabaña que veíamos. Luego se animó Juan también. El sendero que pasaba por allí se dirigía al bosque de Arcenorio y también sigue la ruta hasta La Uña.
A las 18:00 horas emprendíamos el descenso a Pío desde el collado por el ancho camino entre bosque. Con el zoom de la cámara saqué una foto del mirador en el que por la mañana habíamos parado y el aparcamiento cercano a la carretera dónde ahora se veían vehículos.
Por la fuerte pendiente de algunos tramos perdimos altura rápidamente entre el bonito bosque de hayas. El sol del atardecer además le daba un tono aún más bonito. Por detrás quedamos los cuatro, y al llegar al desvío del sendero que marcaba Pío de Sajambre, nos desviamos hacia él. Nos metimos entonces en un mar de helechos dónde nos sacamos unas fotos. En el cielo seguíamos viendo bellos contrastes de contraluces con las nubes y cimas. Unas señales iban guiando esta ruta que se metía directamente al fondo del valle. Pronto encontramos algunas empalizadas de praderías y también majadas. Nos metimos entonces en un estrecho corredor con algo de arboleda hasta llegar a otro grupo de majadas, podrían ser La Cruceta, según el mapa que ahora veo.
En algunos tramos largos dejamos de ver señales, y eso mosqueaba a Juan, que no iba muy convencido de habernos desviado. Para colmo le hicimos creer que tampoco nosotros íbamos muy orientados, por lo que desconfió aún más. De vez en cuando veíamos el pueblo entre la arboleda, aunque dijimos que era Ribota. Qué malos somos.
En la parte baja se cerraba mucho la vegetación, aunque el sendero estaba limpio y marcado. No tardamos en ponernos paralelos al arroyo pocos metros por encima. Por allí escuchamos voces de personal que estaba cercano a éste, aunque no vimos a nadie. Álvaro se hizo un rasguño en un brazo con alguna zarza de las que cruzaban la senda.
A las 19:20 horas enlazábamos con el camino de subida a la altura del molino, al que ahora nos acercamos. A él entraba una canalización, seca en esos momentos, y por una puerta vimos la rueda de palas. Curiosamente, aunque se le veía ruinoso, el tejado estaba en perfecto estado.
Estando allí llegó parte de los compañeros, que descubrimos, eran los que habíamos oído al lado del río en el que algunos se dieron un chapuzón. Nos restaban ahora subir los 40 metros hasta Pío. Entre la arboleda vimos una bella postal de Peña Beza y el Canto Cabronero con la luz anaranjada del atardecer así como el pico Jario. Por detrás teníamos todo el cordal del Niajo, desde el Porro Cervaliza a la cumbre secundaria de éste. Las nubes, tipo algodón, también formaban bonitos cuadros con los colores del ocaso.
A las 19:35 horas entrábamos nosotros en Pío llegando poco después a los coches. Allí cerca había una fuente en la que nos refrescamos los pies y nos cambiamos el calzado. Cercana vimos una bonita casa de piedra y madera. Pasaban unos minutos de las ocho de la tarde cuando emprendimos el regreso. En Oseja estaban Nati y Camino en la terraza de uno de los bares donde nos acomodamos el resto a tomar un refrigerio. Camino había llevado una especie de empanada y un bizcocho que degustamos cómodamente allí sentados, así como unas nueces y un cascador que dio mucho que hablar.
A las 21:20 horas nos pusimos de camino a León. Ascendimos el puerto Pontón y dejamos atrás luego el pantano. Al llegar al desvío de Boñar lo tomamos y en éste nos dirigimos hacia Puente Villarente en el que giramos a la capital. A las 23:30 horas llegábamos a Guzmán dónde nos encontramos con nuestro compañero Alex, que estaba trabajando. Minutos más tarde dejaba a Mª Jesús en casa y cerca de la medianoche llegaba yo a la mía.
Así rematamos una jornada más de montaña con buen transcurso y resultado. Vamos de esa forma acercándonos al final del calendario de este año y con miras a preparar ya el siguiente.

































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