1ª ASCENSIÓN AL “SAN JUSTO”.
22-11-09 (Domingo)
No puedo comenzar este resumen sin hacer un breve apunte sobre el accidente ocurrido durante esta actividad a nuestra compañera Nati. Sin resultar excesivamente grave, ha tenido la suficiente importancia como puede ser la rotura del tobillo derecho. Un desafortunado resbalón tuvo como consecuencia esta lesión.
Poco antes de las 8:00 horas nos recogía Toño a Mª Jesús y a mí cerca de la fuente del plus. Nos dirigimos a Guzmán donde nos reunimos con los otros 9 participantes: Adelino, José Antonio, Mateo, Álvaro, Nati, Irene, Piedad, Gabriela y Arancha, amiga de esta última. En los coches de Toño, Gabriela y Adelino emprendimos el viaje por la nacional hacia Puente Villarente. Nada más subir el Portillo se cerró la niebla completamente y despejó ya camino de Boñar. En esta villa hicimos una parada para tomar un café antes de retomar el viaje hacia Isoba, 1375 m, donde llegamos poco antes de las 10:00 horas. Aparcamos los coches y nos preparamos para la marcha que comenzamos a las 10:20 horas.
Salimos por una de las calles del pueblo hasta desviarnos a un camino que comenzaba la subida hacia el valle. Por el mismo habíamos subido en abril hacia la collada del Pinzón en la ascensión a la Rapaona. En aquella ocasión la nieve lo cubría todo y el paisaje era totalmente diferente. Ahora los charcos del camino los cubría una fina capa de hielo. El primer tramo era pendiente y el camino daba algunas curvas según ganaba altura. Cruzamos un arroyo que atravesaba éste teniendo delante la pirámide del pico San Justo. En unas estaquillas vimos señales de la ruta que seguíamos, el PR-LE 27.1 Entrevados- Valle de Pinzón. Hacia atrás comenzaban a sobresalir las cumbres del Toneo, Ausente y Requejines. Tras otra cerrada curva vimos la collada del Pinzón y las cumbres de La Rapaona y Páramo cubiertas de nieblas. En una bifurcación las señales nos indicaban la ruta a seguir por otro previsible. Entre altas escobas trascurría el camino cuya pendiente se había suavizado en este tramo. Hacia el sur se mantenía las nieblas que cubrían las cimas y algunos valles.
Los prados estaban encharcados y algunos arroyuelos los atravesaban. En ellos vimos una pequeña y bonita lagunilla. Ya cerca de la collada nos alcanzó un todoterreno en el que subía una forestal que nos avisó de la celebración de una cacería en toda esa zona por la parte baja. Tras ella llegaron otros vehículos con los cazadores.
No tardamos en meternos de lleno en la loma del pico por su parte norte abandonando el camino que pasaba hacia el valle del Pinzón. Estábamos a una altura de unos 1530 metros. Apunto aquí que íbamos todos en grupo salvo Nati, que como es habitual en ella, suele quedar en la parte baja a su aire llegando hasta donde la dicte su criterio.
Encaramado a unas rocas vimos un rebeco y no tardando un buen grupo de ellos subiendo por la cresta espantados por los disparos que ya se oían abajo. Ya en la ladera del San Justo cada uno fue subiendo por donde mejor lo vio conveniente. Algunos nos echamos hacia la derecha y yo me fui a meter en una canaleta que casi me pone en un apuro. Se comenzó a empinar de tal forma que casi era vertical. El problema era que la piedra y la hierba resbalaban. A los demás les veía por el medio de la vaguada y a José Antonio por la parte contraria donde la loma no era menos pendiente.
Por fin alcancé la parte alta de esta cresta a la que ya habían llegado algunos un poco más arriba. Hacia atrás ya podíamos ver la estación de San Isidro y el imponente pico Torres. Con esta vista continuamos avanzando hacia la cima aún invisible desde allí. En un pequeño collado pisamos el primer nevero de la temporada. Por delante nos quedaba otra loma moteada con algún nevero más. Llevaba las manos heladas y al final tuve que ponerme los guantes, lo cual no me hace gracia ya que es imposible usar la cámara de fotos con ellos. Ya he pensado comprar unos más finos pero térmicos.
Ya subiendo esta loma fue donde nos cubrió la niebla por primera vez, aunque no llegaba a estacionarse. Hacia adelante tenía una bella estampa del resto del grupo a contraluz y entre la niebla. En la parte alta pasamos por un nevero con una cornisa hacia el sur. La cresta giraba hacia esta dirección ya con la cumbre a la vista. El último tramo era muy escarpado y pedregoso pero de corta distancia y fuerte desnivel. Enseguida vimos el buzón y un mástil de hierro, suponemos que resto de una antigua cruz. Unos minutos después de llegar los primeros del grupo alcanzamos el resto esta cima de 1956 metros de altitud. Eran las 12:20 horas.
En la cumbre estuvimos hasta las dos de la tarde y resumo un poco lo que hicimos. Nos tomamos unos chupitos mientras “ensayábamos” unos villancicos para el belén de cumbres. Nos hicimos unas fotos en la cumbre y dejamos nuestra tarjeta. También comimos unas rosquillas que Toño había comprado en Boñar. No teníamos pensado comer allí, y de hecho algunos ya tenían la mochila puesta para bajar cuando cambiamos de opinión. En la cima había una especie de abrigo de piedras en las que algunos se resguardaron del viento frío. Yo me resbalé con una roca y me hice un poco de daño en la mano y brazo izquierdo. Creo que fue en ese momento cuando se pudo golpear el móvil que llevaba en la riñonera abollándose la batería. Noté que fallaba a lo largo del resto de la jornada cuando lo sacaba y estaba apagado. Ya en casa lo he visto más claro al desarmarlo.
Desde la cumbre podíamos ver un amplio panorama hacia la zona de San Isidro. Cumbres como el Torres, Toneo, Agujas o Ausente, bajo el cual podía verse una mínima parte del lago. Girando a Oeste apenas era visible paisaje algunos debido a las nieblas que cubrían la zona. En el valle estaba el lago de Isoba y el pueblo al norte. Al sur apenas conseguimos ver unos segundos la cima del Susarón. Sí se veía abajo Puebla de Lillo y también a ratos Cofiñal.
Pues bien, contemplando todo esto oímos una sirena en el valle y fijándonos vimos una ambulancia llegar a Cofiñal. Lo primero que pensamos fue que había ocurrido algún accidente en la cacería. Así quedó la cosa.
A las dos emprendimos el descenso envueltos ahora en la niebla. Había que tener cuidado en el tramo de roca por lo resbaladizo de la misma. Siguiendo la misma cresta llegamos a los neveros de la cornisa. De nuevo disfrutamos de unos contraluces espectaculares con la niebla que poco a poco dejábamos arriba. Al contrario que a la subida, esta vez comenzamos a bajar por el medio de otra vaguada. Fue bajando este tramo cuando recibí la llamada da la guardia civil de Puebla de Lillo comunicándome el accidente de Nati. Me comentaron que la habían recogido un poco por encima de la collada en la ladera del pico. La traían en la ambulancia hacia el hospital de León.
En la parte baja nos reunimos y se lo conté al resto del grupo. Por fin conseguimos comunicarnos con ella y fue cuando nos contó como había resbalado bajando por la hierba y quedó sentada con el pie totalmente retorcido. Intentó llamarnos y no había cobertura, por lo que llamó directamente al 112.
Ya por el camino fuimos bajando muy suavemente entre las escobas dejando atrás los coches de los cazadores, uno de los cuales vimos entre la maleza. Había que ir sorteando los charcos del camino que embarraban la ruta en muchos tramos. Ya con el pueblo a la vista se pronunció la cuesta abajo y en pocos minutos entramos en él cuando eran las 15:40 horas.
Como ya habíamos comentado anteriormente, queríamos acercarnos a ver unas cascadas en el desfiladero de Entrevados, según Mateo a media hora de allí. Pensamos que tampoco hacíamos nada viniendo para León ya que a Nati no le íbamos a ayudar con ello. A la vuelta sí que pasaríamos por allí.
Nos encaminamos hacia este paso por un camino entre praderías encontrando trozos encharcados que sorteamos por la hierba. Atravesamos una empalizada que curiosamente fue construida por Álvaro hace algunos años. Recuerdo que éste es de Solle, pueblo de la zona. Al lado nuestro bajaba el río Isoba en el que no tardamos en encontrar las primeras cascadas. Un puente de madera daba paso a la margen contraria, a la que no teníamos que pasar. Dejamos atrás un gran cercado de piedras tras el cual subían las laderas del pico San Justo que estábamos bordeando por el suroeste. Para ver el siguiente salto tuvimos que bajar unos metros hacia el río. Realmente era bonita esta cascada que caía entre rocas formando algunos toboganes. El sol nos daba de frente y para sacar fotos no era el mejor momento.
A los pocos metros nos metimos en la zona estrecha del desfiladero. Yo me había entretenido en este lugar y me sacaron una buena distancia. El camino comenzaba a bajar más visiblemente y llevábamos más de media hora. Pasamos algunos pedreros y algún tramo de bosque de roble y otras especies que no puedo reconocer. Fuimos girando y bajando aún más bruscamente, lo cual me mosqueaba ya que luego había que volver y llevábamos casi una hora.
Por fin llegamos a un desvío señalizado donde un indicador marcaba la situación del Pozo de la Leña. Bajando aún más hacia el cauce llegamos por fin al lugar desde donde se podían ver otras bonitas cascadas en hilera y con el agua bajando con toda su furia. Nos acercamos hasta otro punto situado encima mismo del salto donde era impresionante la fuerza con la que bajaba el caudal.
Eran casi las cinco cuando emprendimos el regreso. Ahora nos tocaba subir las pendientes hacia Isoba. Yo fui quedando rezagado y pude disfrutar de unos paisajes realmente alucinantes con las nubes iluminadas por el sol del atardecer y la cumbre del pico Torres de fondo. No sé las fotos que saqué de ello, pero algunas son verdaderas postales.
Mientras atardecía llegué al pueblo cuando eran las 18:00 horas. Ya en los coches nos cambiamos y entramos al cercano bar donde estuvimos tomando un refrigerio. Llamamos de nuevo a Nati y nos dijo que estaba a la espera de que la trasladasen del hospital a la clínica San Francisco, concertada por el seguro de montaña. Aún no sabía exactamente lo que tenía.
A las 19:00 horas emprendimos el regreso a León recorriendo sin novedades el trayecto hasta la ciudad. Habíamos acordado acercarnos algunos hasta la clínica a ver como estaba nuestra compañera. Al llegar nos encontramos con que aún no la habían trasladado. Toño me acercó a casa y regresé con la furgoneta. Ya la habían subido a la habitación y estando algunos allí con ella vino el medico para comunicarle que realmente tenía una fractura múltiple del tobillo.
Como anotación complementaria apunto que la operaron el martes y que en un artículo del periódico del lunes hay una breve referencia a su accidente y “rescate”. Le deseamos una pronta recuperación, aunque en principio tiene para una temporada.
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