2ª TRAVESÍA: “PALACIOS DEL SIL- BRAÑAS DE CHOURINAS Y FANALES- 1ª ASCENSIÓN AL CUETO DEL OSO - BRAÑAS DE LA FONTILLADA”.
04-10-09 (Domingo)
Tras casi un mes sin salir a la montaña he vuelto a la “rutina” de las excursiones. En esta ocasión ha sido una salida del club para ascender al pico Cueto del Oso, en Palacios del Sil, cumbre intentada hace tres años en un magosto de nuestro grupo. Al igual que en aquella ocasión, la climatología no nos acompañó demasiado, aunque esta vez conseguimos alcanzar la cima y disfrutar un poco de la jornada. Once fuimos los animados para esta salida: Piedad, Cundi, Miguel Ángel, José A., Álvaro, Gabriela, Nati, Pedro, Toño, Cristina y yo.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán la mayoría de los participantes salvo Miguel y Cristina. En mi coche y el de José Antonio nos acomodamos y salimos hacia La Magdalena donde estaban los otros dos componentes. Cómo Cristina no tenía seguro, tenía que ir en su vehículo, según las normas del club. En los tres coches continuamos el viaje por la autopista para pasar el tramo del pantano y salimos tras el puente colgante. Dejamos atrás Babia y entramos en Laciana pasando por Villablino hacia Palacios del Sil, 870 m. Aquí tenía José Antonio apalabrada una visita al Centro de Interpretación de la Naturaleza donde estuvimos unos minutos.
A las 10:35 horas comenzamos la marcha atravesando algunas calles del pueblo para dirigirnos hacia el valle del río Palacios por el que transcurre la ascensión. Al comienzo del camino tuvimos que ponernos los chubasqueros y cazadoras, yo una nueva que estrenaba ese día, ya que la lluvia casi arreciaba. Encontramos algunos enormes castaños a los lados del camino así como otras especies arbóreas. Ya desde ese punto se dividió el grupo en tres y así se mantuvo casi el resto de la jornada. Mientras Nati y Cundi quedaban por detrás, el resto salvo Pedro, Álvaro y yo, se adelantaban hasta perderles el paso.
Atravesamos un puente sobre el arroyo encontrándonos luego una especie de muro por encima del cual transcurría un canal de captación de aguas para una antigua fabrica de luz, la Fervencia. Poco a poco dejó de llover y además sobraba el abrigo por las pendientes que nos íbamos encontrando ya en la ruta. Por la derecha se nos unió otra pista que veníamos viendo por la parte alta del valle. También vimos algunas cabañas cerca del camino empedrado y alguna casa de piedra así como una fuente del mismo material. Hacia ella bajaba un tubo de plástico que se había roto y que habían incrustado en una horqueta de palo para que el agua cayese dentro. Allí bebimos unos tragos. Más adelante pasamos al lado de un todoterreno ya desahuciado y otra casa algo por debajo del camino hacia el río. En la parte alta seguía la niebla cerrada ocultando la cabecera del valle.
Así alcanzamos las Brañas de Chourinas, 1450 m, cuando eran las 12:30 horas. Se trata de un grupo de edificaciones, la mayoría en muy buen estado gracias a las restauraciones, donde nos encontramos con un hombre en el porche de una de las brañas. En él habíamos estado comiendo en la ruta de aquel día. Allí estuvimos de charla unos minutos y nos enseñó el interior de la casa.
Continuamos ascendiendo por el camino que se empinaba y se estrechaba entre helechales y escobas. En 15 minutos llegamos a las segundas brañas del valle, las de Fanales, aunque de estas no quedan más que los corros de piedras que las delimitaban en una pradera. Estábamos a unos 1550 metros de altitud y la cumbre tenía 1902 m.
Siguiendo el valle el sendero se fue difuminando entre los arbustos y la pradera, aunque nos encontrábamos hitos de piedra y marcas amarillas que nos señalaban la ruta sin problema. Por ellas llegamos a la cabecera del valle donde atravesamos el arroyo y vimos la collada a la que teníamos que subir. Desde allí la pendiente se hacía muy pronunciada y en un tramo nos despistamos del sendero teniendo que rectificar atajando y bajando unos metros. Pedro se iba rezagando y le animábamos a seguir esperando por él. Zigzagueando por la loma alcanzamos la collada al norte del Alto Sarrión con una altura de unos 1800 metros. Eran las 13:50 horas.
Por la forma de la loma no veíamos el fondo del valle de Pedroso por el que luego bajaríamos. Las nieblas también impedían ver las cumbres cercanas, aunque hacia el sur estaba más abierto. El sendero transcurría ahora por el alto de la cresta hacia el norte. Algunos hitos, no sabemos si colocados por los compañeros o no, nos marcaban también la dirección. Durante unos momentos se abrieron algunos claros azules por encima de nosotros, pero enseguida se cerraron. Al menos la niebla se había disipado en aquel punto y nos dejaba orientarnos más o menos. Precisamente fue en esta zona donde la vez anterior nos dimos la vuelta al envolvernos ésta hasta casi hacernos perder la orientación. Ahora, y en previsión de que pasase lo mismo, íbamos dejando más hitos en puntos concretos donde el sendero podía dar lugar a error.
De pronto, entre los bancos de niebla, divisamos la cumbre de la cima y en ella un grupo de personas que no dudamos podían ser los compañeros, aunque por delante nos pareció ver otras personas que luego resultó ser una ilusión óptica con las rocas y escobas. Más animados continuamos avanzando por la loma con escasos repechos de fuerte pendiente. Así nos situamos bajo la última ladera con numeroso matorral entre el cual apenas se distinguía el sendero. Pocos metros de desnivel nos separaban de la cumbre donde llegamos nosotros a las 14:30 horas.
En ella estaba el grupo predecesor, que por lo visto tampoco habían llegado hacía mucho rato ya que la niebla les había despistado y anduvieron dando algunos tumbos antes de llegar a ella. Al llegar nosotros nos acomodamos todos a comer allí mismo un poco a la abrigada.
En esta cumbre del Cueto del Oso, con 1902 metros de altitud, hay un punto geodésico y un hito de piedras hueco por dentro. Un valle, que yo pensé que era el de subida, cae hacia la parte sureste, yendo hacia Cuevas del Sil. Al norte, tras el valle de Pedroso, se emplaza la loma limítrofe con Asturias. Más al este, a lo lejos, podía verse entre las nieblas, el macizo de Ubiña. Poco más se veía por culpa de la niebla que formaba una línea rectilínea poco por encima de nosotros.
Enseguida, nada más terminar de comer, ya tenían prisa por marchar. Sacamos unas fotos y de nuevo les dejamos a su aire quedando Pedro, Álvaro y yo en la cumbre un rato más. Pedro se tumbó un rato y Álvaro se acercó hasta el filo de la cima. Luego, cómo no había buzón, decidimos rellenar el hito hueco con más piedras y colocar un bote con la tarjeta dentro. Nos sacamos algunas fotos más los tres y a las 15:50 horas emprendimos la bajada. En esos momentos caían cuatro gotas contadas.
Como habíamos acordado, el descenso lo íbamos a hacer por el valle paralelo al de subida, y hacia él que se habían dirigido los compañeros. Lo que no habíamos visto era por que zona habían bajado, y comprobamos que de frente se cerraba de maleza casi impracticable. Al final tuvimos que coger un sendero que desde arriba veíamos y que se desviaba aún más hacia el norte a una collada entre el Cueto del Oso y el pico El Río. La senda transcurría unos metros por debajo de la línea de cumbres entre escobas bajas. De frente seguíamos viendo la curiosa línea formada por la niebla que apenas dejaba ver algunas cumbres más bajas.
Al llegar al collado el sendero dio un brusco giro para meterse de lleno ladera abajo. En el fondo del valle ya vimos las brañas de La Fontillada hacia las que bajábamos. Echando la vista atrás comprobamos como la cumbre se había ocultado por completo tras las nieblas. Poco a poco los arbustos fueron creciendo en tamaño pero el sendero se mantenía bastante marcado, incluso con pintura amarilla en algunos lugares. Fue al llegar a un arroyo donde, tras atravesarlo, se nos perdió un poco la pista del mismo. Tras echar una ojeada rápida, no tardamos en dar de nuevo con él metiéndonos cada vez más entre arboleda. Los colores otoñales ya despuntaban en ella y los servales cargados de frutos rojos destacaban en el bonito paisaje un tanto apagado por la falta de sol. También vimos algunos ejemplares de acebo con hojas extremadamente verdes.
Bajamos algunos tramos de fuerte pendiente y otros en los que apenas si se notaba. Pasamos también algunos arroyos más antes de llegar por fin a la parte baja donde se emplazaban las brañas. Habíamos bajado de golpe casi 600 metros. Álvaro había llegado unos minutos antes y se había encontrado con algunas personas allí que habían marchado ya. Eran las 17:00 horas.
Estas brañas también se encuentran en bastante buen estado la mayoría, aunque igual que las anteriores, gracias a las restauraciones. Bien a gusto podíamos contar una quincena de casas bien conservadas y varias más medio derruidas. Algunas también estaban en proceso de reforma. A la salida del poblado encontramos una fuente con pilón donde recogimos agua.
Emprendimos la marcha por un ancho camino abnegado por agua en algunos tramos. El arroyo de Pedroso bajaba paralelo por nuestra izquierda mientras que por la derecha comenzamos a ver numerosos pedreros de gran magnitud. El bosque también era parte importante de este valle. En un prado de la parte baja vimos una manada de seis caballos con dos mastines como guardas. Al paso se nos acercaron y los perros llegaron hasta nosotros.
Unos metros más abajo vimos otra braña solitaria hacia la que entraba un camino. En los márgenes de éste encontramos también varios zarzales cargados de moras bien maduras. Entre otras especies florales vimos algunos corros de helechos ya con el tono marrón en casi todas sus hojas. Igualmente nos encontramos con troncos retorcidos que salían casi horizontales hacia la caída del río. En uno de ellos vimos una curiosa rama que formaba un perfecto ángulo recto. También crecían enormes árboles con troncos descomunales entre los pedreros de las laderas.
Nos cruzamos con un todoterreno que subía pocos metros antes de llegar a otras brañas, creemos que las de Pedroso, aunque mirando el mapa, y por las distancias, no estoy muy convencido. Estaban situadas por debajo del camino y no se llegaba a pasar por ellas salvo desviándose. En el mapa no marca ninguna más, pero no me cuadran las distancias.
Tras otro tramo más de caminata y haber bajado un fuerte repecho, el camino dio un brusco giro al contrario encontrándonos de pronto a nivel casi del arroyo. Atravesamos un puente para pasar a la parte contraria donde poco después comenzamos a subir considerablemente. Dejamos atrás algunas casetas de recogida de aguas y un desagradable vertedero de basuras. Nos mosqueaba tanta subida sabiendo que el pueblo se encontraba en la parte baja y llegamos a pensar incluso que nos habíamos pasado algún desvío por el fondo del valle. Nos convencía un poco ver el mapa y la orientación del mismo que parecía la correcta.
No tardamos en ver por fin la carretera en el valle principal por delante de nosotros. Hacia abajo había ahora una caída de varios metros casi en vertical. Cuando llegamos al punto más alto desde donde el camino comenzaba a descender tuvimos un respiro, sobre todo Pedro que ya le costaba avanzar.
Enseguida vimos Palacios del Sil, aunque aún quedaba un trozo bueno para llegar a él. Dejamos tras algunos depósitos de agua y un tramo donde las raíces de los árboles salían de la tierra excavada al lado del camino. En pocos metros bajamos un buen desnivel en aquel tramo entrando en el pueblo cuando eran las 19:20 horas.
Por una larga calle con algunas casas de bonitas fachadas atravesamos Palacios hasta la carretera general. Cruzamos ésta y en pocos minutos, a las 19:25 horas, terminamos la marcha en el lugar donde teníamos los coches. Sin más retrasos nos cambiamos y nos dirigimos hacia el bar donde supusimos que estaba el resto. Allí en la terraza los encontramos tomando un refrigerio y nos unimos al corro. Faltaban Nati y Cundi que no tardaron en llegar. Nos comentaron que habían encontrado a un vecino con quien habían acordado ir al día siguiente hasta Somiedo a ver la berrea de los ciervos.
En la terraza de este bar, en el mismo en el que hace tres años hicimos el magosto nuestro, estuvimos un rato tomando unos vasos y picando unos aperitivos que nos pusieron. Las gotas de lluvia que comenzaban a caer y el reloj que corría nos hicieron levantar la sesión. Nos dirigimos a los coches y nos despedimos de Nati y Cundi que quedaban allí. A las 20:10 horas emprendimos el regreso a León.
De este viaje solo tengo que destacar el pésimo estado de las carreteras por la noche. No hay líneas pintadas en infinidad de tramos de las mismas y hay que circular a “paso tortuga”. Volvimos a pasar el tramo del pantano por la autopista y salimos en La Magdalena hacia León llegando a la ciudad sin más novedades. Tras dejar a los acompañantes terminé el viaje en casa a las diez de la noche.
Tras la pésima previsión meteorológica que teníamos, y el panorama inicial de la jornada, no pudo resultar mejor la misma. Salvo algún rato de lluvia no destacable y la niebla que nos impidió disfrutar del paisaje mas ampliamente, en general podemos dar por aceptable el transcurso de la excursión.
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