lunes, 7 de septiembre de 2009

PUERTA DE ARCO (Torrebarrio) - 06-09-09

 


1ª ASCENSIÓN A “LA PUERTA DE ARCO”.

06-09-09           (Domingo)

Comenzamos las marchas este mes de septiembre con una ascensión frustrada por las circunstancias de la ruta, la ascensión al pico Fariñentu, en Asturias. La excesiva distancia a su situación y el tiempo justo para realizarla nos hicieron cambiar los planes durante la marcha terminando por ascender a otra cumbre del macizo de Ubiña, La Puerta de Arco, que incluso tiene más altura que el programado.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán los participantes de esta salida salvo Ricardo, al que recogimos en Eras de Renueva. En total 11 éramos los animados a la misma: Mª Jesús, José Antonio, Nati, Piedad, Ricardo, José Luis, Toño, Roberto, Adelino, Pedro y yo. En los coches de José Luis, Toño y el mío nos repartimos y emprendimos el viaje por la carretera de La Magdalena. En ésta entramos en la autopista para evitar el tramo del pantano, muy mermado de agua, saliendo tras el puente colgante. Dejamos atrás Luna y entramos en Babia dirigiéndonos hacia San Emiliano y Torrebarrio. Aquí subimos hasta la ermita donde aparcamos los coches en la campa cercana. Eran las 9:10 horas.
Nos preparamos para la marcha y nos sacamos una foto delante de la iglesia. A las 9:38 horas emprendimos la caminata saliendo por un sendero detrás de la ermita y el cementerio aledaño. Delante se elevaban las moles de Peña Ubiña Grande y Pequeña así como el murallón que continúa hacia el norte. Atravesamos una alambrada y pasamos cerca de unas colmenas. Nos metimos entonces en lo alto de una loma por la que seguía bien marcada la senda. Poco a poco fuimos cogiendo altura suavemente viendo por debajo una pista paralela y el barrio alto de la Cubilla o Cubiechas. El sol que salía tras Ubiña nos daba casi de frente y ya comenzaba a calentar lo suyo, por lo que comenzamos a desprendernos de ropa. No se veía ni una nube y así se mantuvo el resto del día. Por delante iban cogiendo distancia algunos compañeros, aunque tengo que apuntar en esta ocasión en su favor que nos fueron esperando durante toda la ruta.
Salimos luego a la pista que se cruzaba por encima haciendo zigzag. Por ella anduvimos unos metros abandonándola enseguida siguiendo una indicación de una marca de la ruta de Cuatro Valles denominada “Por el Entorno de Ubiña”. A partir de aquí comenzaba lo más duro de este tramo hasta el collado Ronzón. El sendero seguía más o menos bien marcado, pero la pendiente se acentuó lo suyo en algunos tramos. Pasamos algunas zonas de pedreros y otras donde subíamos directamente por la loma arriba. El paisaje hacia atrás era cada vez más amplio y bonito pudiéndose contemplar numerosas cumbres de la zona de Somiedo y el valle de Babia. Abajo se emplazaba Torrebarrio cada vez más diminuto a la vista.
Por fin dimos vista al collado propiamente dicho. Aún nos quedaban unos metros de subida por el sendero en el que nos cruzamos con tres montañeros de un club de León que ya bajaban de Peña Ubiña. Siguiendo las indicaciones de Ricardo, proponedor y conocedor de la ruta, nos desviamos del sendero que iba hacia el Ronzón y nos echamos a la izquierda para llegar a un punto algo por encima de éste desde donde salía la senda hacia el Fariñentu. De esa forma alcanzamos este alto de 2000 metros cuando eran las 11:55 horas. Entre nosotros y el collado, situado a unos 1935 metros, se levantaba la Peña La Carba, a cuya sombra nos acomodamos unos minutos. Estando allí llegaron tres jóvenes por la parte de Casa Mieres y que subían hacia Ubiña. Aquí hago el inciso que de nuestro grupo faltaba Nati, que no iba a subir, y José Luis, al que no veíamos desde el comienzo, por no variar.
A las 12:10 horas retomamos la marcha por un sendero a media ladera por la falda Este de Peña Ubiña. Hacia esta parte podíamos ver el valle que baja a Casa Mieres y la peña Cerreos, unida al macizo de Ubiña por un collado, el alto de Terreros, por el que en principio teníamos que volver. Hacia el Este se podían ver numerosas cumbres de la zona de Pajares, Luna y Arbás. Una gran humareda se levantaba precisamente hacia esa zona.
El sendero transcurría en su mayor parte por el medio de un gran pedregal. En este tramo vimos bajar a José Luis por la ladera Este de Ubiña. Nosotros llegamos a una alambrada que hubo que atravesar y allí perdimos unos metros hacia el alto Terreros sin llegar a él, para coger bien la senda más abajo. Desde este punto divisamos por fin la cumbre del Fariñentu, para el que nos faltaba un tramo bastante largo. Delante de él se emplazaban las cumbres del Tapinón y Siegalavá, programadas para este año y aplazadas por el temporal de nieve de esos días. Bajo ellos teníamos la vega en la que veíamos el refugio del Meicín, por el que también había que pasar de regreso. Otra adversidad añadida, ya que desde éste teníamos que subir 400 metros hasta el Ronzón.
Retomamos el Sendero de Las Merinas, que así se denominaba el mismo, y fuimos bordeando el macizo más o menos a una altura estable, aunque en algunos tramos subimos bruscamente. Fue en uno de estos repechos donde Adelino, Roberto y Pedro decidieron abandonar. El problema era que Adelino aún estaba algo convaleciente del brazo y no quería arriesgarse a una caída sobre él. Yo también me lo pensé tras ver el paso que teníamos delante. Era una terraza estrecha en la que nada más meterme no lo vi nada claro. Ricardo me dijo que podía subir más arriba y pasar por allí evitándolo. Tras unos metros de fuerte subida me encontré con los mismos de bajada casi vertical. Respiré cuando llegué de nuevo al sendero tras dejar atrás este paso. Eran las 12:55 horas.
La ruta continuaba ahora subiendo constantemente pero más suave. Las numerosas marcas amarillas ayudaban a seguir la senda que podía despistarse en algunos tramos. Por la izquierda seguíamos teniendo las paredes y laderas rocosas de Peña Ubiña mientras por la derecha bajaba el valle del refugio y en el que también se sitúa Tuiza de Arriba.
Fue al dar una curva cerrada cuando más me desmoralizó lo que vi. No es que fuese complicado, si no la vuelta que teníamos que dar aún y que no la veíamos desde atrás. Nos metíamos ahora por otra zona de pedreros entre Peña Ubiña y el Cueto de las Cabras. Este tramo era bastante cómodo de andar, pero a mí me comenzaban a dar los calambres en el muslo izquierdo y me paralizaban. Al llegar donde estaban los compañeros parados ya les dije que yo abandonaba la idea de llegar al Fariñentu. Tampoco ellos lo tenían muy claro entonces. Le calculábamos no menos de dos horas y media aún y siendo ya las 13:15 horas, y el regreso que luego nos quedaba, al final acordamos todos el cambio de planes.
Ricardo propuso entonces la subida a la cresta desde allí y el paso hacia Torrebarrio por la Pasada de la Puerta de Arco, una collada entre La Puerta de Arco y el Siete. José Luis también había sufrido un tirón y decidió regresar por el mismo sitio, además ya había subido Ubiña. Por mi parte no veía muy complicado llegar a la cresta y luego todo era descenso, aunque si sé en ese momento como era esa bajada igual me hubiese dado la vuelta con él.
El resto: Mª Jesús, José Antonio, Ricardo, Piedad, Toño y yo comenzamos a subir por otro sendero que también tenía sus tramos fuertes y además resbaladizos por la grava suelta. En la pared de Ubiña vimos una gran cavidad en la base de la roca. Yo me lo tomé con calma y no forzar la pierna.
En media hora alcanzamos la cresta del macizo entre Peña Ubiña y La Puerta de Arco. Continuamos caminando un poco por debajo de la misma hasta llegar a otro paso en la parte sur de este último pico. Algunos buscaron desde allí una forma de subida al mismo, pero no estaba nada fácil. El sol calentaba bien y solo había una pequeña sombra de una roca cercana. De nuevo nos pusimos en marcha hacia la canal de la Pasada de la Puerta de Arco por la que sí era posible el paso del macizo a la parte contraria.
Así llegamos por fin a la canal mencionada y comenzamos a subir por ella. El sendero estaba bien marcado pero era pendiente. Al menos la subida era menor que la del otro paso del que veníamos. Alcanzamos de esa forma el collado que daba paso a la canal de descenso hacia el valle de Torrebarrio. Decidieron entonces, ya de estar allí, subir al pico, para el que nos restaban escasos 50 metros de desnivel. No eran tampoco fáciles algunos tramos de esta subida por las caídas que tenía, algunas de varios metros.
A las 14:45 horas llegamos al fin a esta cumbre de La Puerta de Arco con una altitud de 2221 metros, 45 metros por encima del Fariñentu al que íbamos. En la misma había un buzón con una libreta en la que escribimos una pequeña reseña de la ruta y dejamos nuestra tarjeta. La cumbre era tan angosta que no pudimos sacarnos una foto en ella misma y lo hicimos un poco por debajo. Había que andarse con cuidado por los cortes y caídas a plomo que tenía. La vista que había era realmente espectacular hacia cualquier punto cardinal. Al sur se elevaba la cumbre de Peña Ubiña y al norte la del Siete. Por el Oeste teníamos el valle de Torrebarrio y al Este el de Tuiza. El cielo se mantenía totalmente libre de nubes y el sol le pegaba fuerte, por lo que habíamos decidido bajar a comer abajo. Tras 15 minutos escasos en la cima emprendimos el descenso. Yo me entretuve un poco sacando unas fotos del buzón para lo cual como digo había que hacer algún número que otro.
Llegamos a la collada y comenzamos el descenso de la canal. Unos metros por debajo se encuentran dos huecos en la roca, uno grande y otro más reducido. En el primero hay una pequeña cueva en la que vimos rastros de animales. Por éste no se pasa, pero sí por el pequeño en el que hay que destrepar un pequeño tramo. A partir de él, la fuerte pendiente y las piedras sueltas hicieron de este tramo un auténtico calvario.
En vez de ir juntos, se fueron adelantando algunos y los de atrás teníamos que llevar los pies de plomo para no tirar piedras que inevitablemente caían. Pues bien, una de ellas terminó dándole a Piedad y gracias a la mochila solo le hizo un rasguño en la espalda. El último tramo fue el peor. Toño, Ricardo y Piedad lo pasaron y en vez de esperar e indicarnos, continuaron valle abajo hasta la fuente donde habíamos quedado en comer. José Antonio, Mª Jesús y yo quedamos “colgados” y buscando los mejores pasos para bajar. Había algunos destrepes y sobre todo era la fuerte pendiente que te echaba hacia delante con riesgo de caer rodando. Veíamos un hito abajo, pero lo complicado era llegar a él. José iba guiando a Mª Jesús para ir colocando los pies en los salientes mientras yo cerraba la marcha como podía. Los bastones era un incordio y al final los tuve que recoger y atar a la mochila, aunque en ella también iban rozando y molestando cuando bajábamos de culo. Por fin dejamos atrás este “infierno” y nos encontramos con un largo pedrero por el que me tiré rodando buscando la zona de piedras pequeñas.
A las 16:15 horas llegamos donde estaba el resto esperando a comer, de lo cual yo no tenía ninguna gana. En el arroyo que manaba allí mismo llené la cantimplora y sacié la sed que tenía. Comí una naranja y bebí un refresco que puse a enfriar en el arroyo. Luego me tumbé un rato a relajarme.
A las cinco de la tarde retomamos la marcha. Dejamos atrás unas pequeñas lagunillas y atravesamos Los Llanos del Fontán. Desde allí tuvimos una buena vista de la cumbre y la canal de bajada. Enseguida enlazamos con un camino que cambió de dirección y se metió bajo Peña Ubiña. Por detrás quedamos de nuevo José, Mª Jesús y yo. No tardamos en llegar al punto donde lo habíamos abandonado por la mañana hacia la ladera. Continuamos unos metros más por él antes de hacer lo mismo y entrar en la loma que bajaba directamente hacia la ermita. A los tres compañeros les veíamos en esa misma loma mucho más adelante. Recibí la llamada de Roberto que quería saber donde andábamos y le dije que en unos 30 ó 40 minutos estábamos nosotros abajo.
Pasamos entre algunas zonas de grandes rocas siempre siguiendo el mismo sendero de ascenso. A la derecha abajo dejamos el Barrio de La Cubilla y luego las colmenas al lado del sendero. Habíamos quedado Mª Jesús y yo solos y decidimos bordear la ermita por el lado contrario y sorprender al resto. Les espiamos unos minutos antes de aparecer por esa parte, aunque Ricardo ya nos había visto antes. Eran las 18:15 horas.
Nos cambiamos y nos relajamos un rato allí antes de emprender el regreso. En la carretera recogimos a Nati y ya en San Emiliano nos detuvimos en el bar a tomar un refrigerio y en la terraza charlamos un rato e hicimos las cuentas. Faltaban 10 minutos para las ocho cuando nos pusimos en marcha hacia León. En la entrada de la autopista encontramos retenciones y tras bordear el pantano la abandonamos en La Magdalena. Ya por la comarcal nos encaminamos hacia la capital donde entramos sobre las 21:00 horas. En Guzmán terminamos el viaje y antes de venir a casa dejé a Mª Jesús en la suya.
Finalizamos así esta jornada de montaña marcada a última hora por la improvisación casi obligada y algunos momentos tensos de los que salimos airosos al menos.

















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