La climatología de este duro invierno nos
ha hecho cambiar la ascensión prevista al Estorvín por otra cumbre mas baja de
la misma zona, el Cueto Polledín. Incluso no nos dejó alcanzar La Pájara, cima
de 2002 metros a la que teníamos intención de llegar en su lugar. Al menos una
parte de la jornada nos dejó disfrutar del bello paisaje invernal de la zona.
A las 8:00 horas nos reunimos en Guzmán los seis participantes de esta
excursión: Nati, José Antonio, José Luis, Álvaro, Antonio y yo. Llovía cuando
salimos en los coches de José Luis y el mío por la carretera de Asturias. En la
gasolinera del alto de La Copona paré a llenar el depósito y el dependiente me
dijo que en el Rabizo estaba nevando. No tardamos en comprobarlo cerrándose por
completo el paisaje y nos cruzamos con una quitanieves. Ya bajando este puerto
había que tener precaución con la resbaladiza capa de nieve que cubría la
calzada. Tras dejar La Robla atrás abrió un poco y con nubes y claros llegamos
al desvío de Tonín y Pendilla hacia los que entramos. La estrecha carretera
estaba cubierta con más nieve pero se circulaba bien de momento. En la segunda
bifurcación giramos hacia Pendilla y ya empeoraba el firme. El problema era que
José Luis no llevaba cadenas y si se ponía peor a lo largo del día podía estar
en apuros. Tras estudiar las posibilidades decidimos retroceder hasta el cruce
de Tonín y allí aparcamos los dos coches al lado de la carretera. En el cielo
seguían los claros y las nubes de las que se escapaba agua-nieve.
Para subir al Estorvín había un buen
trecho y un desnivel de unos 900 metros. Por parte de José Antonio se nos
propuso subir una cumbre más cercana y baja, La Pájara, a la que casi se
accedía por pista. Aceptamos la propuesta y salvo Nati, que se decidió por dar
un paseo hacia los pueblos, el resto nos encaminamos hacia dicha cumbre. A las
9:50 horas comenzamos a caminar por el ramal hacia Pendilla atravesando un
puente sobre el río Camplongo. Escasos metros después abandonamos la carretera
y entramos en una pista cargada de nieve cuya capa inferior estaba helada.
Paralelos a la carretera fuimos ganando altura mientras se abrían grandes
claros en el cielo. Las laderas repobladas de pinares pequeños formaban
verdaderas estampas en el paisaje. Dejamos atrás una cancilla casi enterrada en
la nieve y poco a poco tuvimos una bonita vista del valle de Pendilla con el
pueblo al fondo. En pocos minutos apenas si quedaron nubes por encima de
nosotros y el sol se reflejaba en la capa de nieve. No era muy molesto ya que
nos daba de espaldas y estaba aún muy oblicuo sobre el terreno.
A la izquierda dejamos unas antenas y
siguiendo la pista dimos algunos zigzag en la ladera del Cueto Polledín. Los
que iban delante abandonaron la pista que daba rodeos y se echaron directamente
a la ladera. Por ella comenzamos a subir prácticamente “a saco”. José Luis iba
marcando el camino, pero como está en forma, no hacía ni un zigzag y subía en
línea recta. Lo cierto es que no se ascendía mal a pesar de la pendiente que
había y siguiendo sus huellas. En los pequeños pinos y matorrales se acumulaba
la nieve creando verdaderas postales.
Poco a poco fuimos viendo las numerosas
cumbres de la sierra que bordea aquellos valles: El Brañacaballo, Estorvín,
Tres Concejos, Robequeras, etc. Incluso al Sur asomaba ya la cima del Fontún y
el Machamedio. El viento creaba sobre la nieve pequeños tornados y la llevaba
de las cumbres en forma de polvo. Lo cierto es que disfrutábamos de un paisaje
espectacular. Tras entrar de nuevo en otro camino que se intuía en el manto de
nieve, alcanzamos por fin la cresta cuando eran las 11:45 horas.
Allí había un mojón de piedra con una
inscripción. El viento era fortísimo del Noroeste, zona ahora cubierta por
negros nubarrones que no tardaron en disiparse para dejarnos ver la estación
invernal de pajares y todas las cumbres cercanas. En el fondo de valle Oeste
corría la carretera de Asturias atravesando Busdongo. Algo mas al Sur se
elevaban las verticales paredes de Peña Lasa. Allí nos hicimos unas fotos antes
de proseguir el ascenso, ahora algo más suave, hacia La Pájara. La ventisca
levantaba la nieve en forma de polvo cerrándonos a ratos la vista. Por delante
se veía la cumbre de La Pájara y antes de ella otra más baja, la del Cueto
Polledín. Incluso detrás salía la del Cellón con sus 2035 metros.
En este cresteo nos encontramos zonas
completamente heladas donde dimos algún patinazo que otro, y otras donde
metíamos la pierna hasta el fondo. Al menos, como la pendiente no era
pronunciada, se subía bastante bien. También tuvimos que sortear algunas
formaciones rocosas para evitar precisamente meter la pierna entre las afiladas
rocas en los huecos tapados. En un arbusto vimos como sus ramas tenían la nieve
pegada por uno de sus lados y formando una especie cepillo. Como verlo no hay,
lógicamente.
Así alcanzamos la cima de Cueto Polledín
con 1801 metros de altitud. Esta cumbre no es significativa y no tenía señal
alguna. La vista sí que era espectacular contemplando más ampliamente lo antes
mencionado. Eran las 12:30 horas.
Desde allí nos quedaban 200 metros de
desnivel a La Pájara. José Antonio se había adelantado unos metros hacia el
collado y nos esperaba. El resto no lo veíamos muy claro ya que por el Oeste se
cerraba a pasos agigantados y ya ni se veía Pajares. Se lo hicimos saber y
mientras lo decidíamos, la misma climatología nos los resolvió al comenzar a
nevar allí mismo. En pocos minutos se cerró el paisaje completamente y dejamos
de ver cumbres y valles. A las 12:50 horas emprendimos el descenso decidiendo
bajar hacia la collada entre las dos cumbres y enlazar luego con un camino que
pasaba por debajo de la misma en su cara Este. Llegamos luego a dicho collado y
bajamos en dirección contraria en busca del camino; en esos momentos nevaba
copiosamente.
No tardamos en llegar a la pista que
subía de nuevo hacia la cresta. No era muy aconsejable salirse de ella ya que
por esa zona había un pequeño bosque de abedules y la arboleda con nieve no es
muy recomendable para caminar. Subimos muy suavemente hasta alcanzar la cresta
por la que antes había subido al pico. Siguiendo las misma huellas comenzamos a
descender con una vista de escasos 200 metros por delante. El viento seguía
fuerte del Oeste trayendo la nieve a ráfagas. Así llegamos al hito de piedra
donde antes habíamos alcanzado la sierra. Algunos nos acercamos al borde de la
ladera desde donde vimos algo el valle del sur entre los pequeños claros que se
abrían.
Comenzamos entonces a bajar desde allí
pero no lo hicimos por el mismo lugar. Nos desviamos un poco a la derecha
siguiendo las lindes de un pinar por lo que parecía un cortafuegos. De frente
podíamos ver ahora algo de los valles de Tonín y Pendilla, aunque no las
cumbres totalmente ocultas tras la niebla. Otra bonita postal era la formada
por el pinar y el circulo del sol en el cielo nublado.
Yo me fui quedando rezagado sacando fotos
y grabando todo ello. El cortafuegos era bastante empinado aunque se bajaba
bien por la nieve. Por pereza no saqué el plástico para bajar haciendo
“culoskí”. Desde un determinado punto a modo de atalaya vimos los coches bajo
nosotros. Como suele pasar, ahora que bajábamos se iban abriendo bastantes
claros de nuevo. Ya en la parte baja pasamos una alambrada y salimos a un
camino. Por él recorrimos unos metros y de nuevo los adelantados se echaron
ladera abajo directamente hasta enlazar ya con la pista por la que habíamos
subido paralelos a la carretera. Escasos metros nos separaban de ésta a la cual
salimos en pocos minutos.
A las 14:40 horas llegamos a los coches
donde ya estaba también Nati. Ahora lucía incluso el sol. Tras tratar un poco
los posibles planes a seguir, se decidió al final volver directamente a León y
comer ya en casa. Nos cambiamos la ropa húmeda y poco antes de las 15:00 horas
emprendimos el regreso. Un trecho antes de llegar a Villamanín paré un minuto a
sacar una bonita foto del Fontún nevado. Sin novedades hicimos el resto del
viaje hasta la capital donde llegamos sobre las 15:30 horas. Allí bajaron los
compañeros y sin mas regresé yo a casa.
Tras las previsiones climatológicas que
había, no pudo resultar mejor la jornada. Solo por los paisajes contemplados ya
mereció la pena esta salida. A ver si en las sucesivas nos acompaña un poco
mejor el tiempo.
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