NOTA: (En el relato y fotos figura el nombre de Santiago de las Viñas, siendo realmente Santiago de las Villas)
1ª TRAVESÍA “PIEDRASECHA- CALDERONES DEL DIABLO (5ª Travesía)-PICO LLAMARGONES (2ª Ascensión)- PICO ALTICO (1ª Ascensión)-SANTIAGO DE LAS VIÑAS- CUEVAS DE VIÑAYO- PIEDRASECHA”.
11-09-05 (Domingo)
Una vez más hemos salido a realzar una actividad totalmente particular y además en esta ocasión como alternativa a otra organizada por el club. Dentro del mismo estaba programada la ascensión al Curavacas, cumbre palentina con fama de complicada y de no demasiado fácil acceso. Como yo prefiero evitar los riesgos innecesarios propuse a otros compañeros, que por esas mismas u otras razones no querían hacerla, una alternativa más sencilla y cercana. Se trataba de la fácil ascensión a Los Llamargones, cumbre sita entre La Magdalena y Pola de Gordón, muy cercana a León. Concretado ello nos animamos de nuevo Álvaro, Luis y yo, suficientes para pasar una grata jornada que estuvo marcada por la improvisación y el buen transcurso de la marcha.
Avanzo que, lo que en principio iba a ser una ascensión de ida y vuelta por el mismo lugar, se convirtió en una travesía circular de 22 kilómetros y dos ascensiones, la de Los Llamargones (1905 m) y la del cercano pico Altico (1800 m), cuyo transcurso relato seguidamente.
Sobre las 9:00 horas nos juntamos cerca de mi casa los tres participantes. En el coche de Luis emprendimos el corto viaje de 30 kilómetros hasta Otero de las Dueñas donde nos desviamos hacia Piedrasecha, (1175 m), por la estrecha y curvada carretera que entra a este pueblo. Tras atravesarlo salimos por el camino que se dirige a los Calderones del Diablo y a pocos metros, en una pradera, aparcamos el coche. El sol lucía aunque por la parte norte se veían negros nubarrones.
Tras prepararnos para la marcha, comenzamos la misma a las 10:00 horas. Estábamos un poco por encima del pueblo y el sol de la mañana hacía resaltar a éste con un bonito color. Por un camino de tierra y pizarra avanzamos con dirección al desfiladero de los Calderones del Diablo. De momento el valle era mas o menos abierto y abundaban las arboledas no muy espesas. Por nuestra izquierda baja el arroyo de los Calderones formando algunas pequeñas pero bonitas cascadas. Algunos regueros cruzan el camino para precipitarse en el cauce principal.
No tardamos en divisar la abierta cavidad en la que se ubica la Virgen del Manadero, la cual pudimos contemplar colgada del techo dentro de una urna de cristal. Como nuestra intención era volver por el mismo lugar, les indico que es mejor parar a verla mejor de regreso, ya que hay que subir un pequeño tramo de escaleras hasta la misma y nos conviene no entretenernos ahora.
Allí mismo se encuentra el comienzo del desfiladero, a escasos 700 metros del pueblo. Yo ya le he recorrido varias veces, pero ellos nunca lo habían hecho. Al contrario de lo que suele ser habitual, las paredes no son lisas, si no que están formadas por miles de estratos orientados en infinidad de direcciones, lo que da cuenta de la antigüedad de toda esa parte del macizo. Estrechos pasos se suceden unos tras otros y el suelo es un mosaico de rocas bajo el cual circula el arroyo que abajo y más arriba se puede ver.
Unos 700 metros puede tener de largo este cañón hasta que se abre de nuevo en forma de valle con vegetación y cumbres más visibles. Por las laderas, bajo los riscos, vimos un rebaño de ovejas algunas de las cuales bajaban al camino y entre ellas pasamos poco después. Escasos metros más adelante nos encontramos con varias vacas que con nuestra presencia echaron a correr camino adelante atravesando el arroyo que también nosotros tuvimos que hacer. En el mismo contemplamos de nuevo bellos saltos de agua en el cauce.
Una hora después de emprender la ruta llegamos a la bifurcación del valle donde se encuentra la majada de Santas Martas (1400 m). Por la izquierda se pasaría hacia el valle de Portilla de Luna, mientras que hacia la derecha se encuentra el collado del Fito. Hacia ésta nos dirigimos por un camino ascendente entre vegetación y praderías. El arroyo de Pernalienga baja ahora por nuestra derecha ya que anteriormente le hemos pasado en la confluencia con el de Calderones. La pendiente se acentúa un poco más de camino hacia el collado. No en vano, en escaso kilómetro y medio subiremos casi 300 metros.
En este tramo paramos a hacer alguna foto y otros experimentos con las cámaras. Dejándolas fijas y con temporizador, nos grabamos subiendo un tramo de pendiente. Echando la vista atrás vimos como las nubes cubrían ya las cimas de los Cadabones, cumbres sobre el valle de los Calderones. Por debajo de las mismas contemplamos la collada que da paso al valle de Portilla de Luna.
Por detrás oímos voces y no tardaron en alcanzarnos dos jóvenes que subían hacia la collada también. Escasos metros nos restaban ya hacia la misma y la pista zigzagueó hasta llegar a dicho collado del Fito (1672 m). Eran las doce del mediodía y llevábamos 3,340 Km. Desde allí vimos ampliamente el valle por el que subíamos y el contrario, por el que luego bajaríamos. Por nuestra derecha ascendía la ladera de la peña La Rueda y el pico Santiago, mientras que por la izquierda eran las de Los Llamargones. Vimos en el collado algunas maquinas que están utilizando en la repoblación de las laderas, las cuales están limpiando de matorral. Los dos jóvenes que nos habían adelantado estaban allí y nos comentaron que habían estado otra vez en el pico Altico, situado a continuación de Los Llamargones y que en él había una pequeña cabaña.
Sin más reemprendimos la marcha por otra pista por debajo del pico hacia el collado Llamargones, (1750 m). Por ella, al contrario, habíamos hecho parte de la ruta realizada en el Encuentro de Montañeros del 2004 desde el Collado de Aralla a Pola de Gordón. En este tramo nos cruzamos con un todoterreno. Alcanzamos en pocos minutos dicha collada desde la que tuvimos una panorámica de la Vega del Palomar, que aquel día atravesamos, y el pico Feliciano, al que algunos ascendieron. Las nieblas se cerraban en las cumbres y temíamos que nos envolvieran a nosotros, lo que por fortuna no sucedió en todo el día.
A las 12:30 horas abandonamos la pista en el collado para coger un sendero ladera arriba entre escobas y matojo bajo. La pendiente se acentuó, aunque no era exagerada. Cómodamente alcanzamos la cumbre de Los Llamargones a las 12:50 horas y tras 4,670 Km. recorridos. En esos momentos la niebla se cerraba por el noroeste a pasos agigantados, pero como digo, no llegó a envolvernos en ningún momento. La vista que desde allí teníamos era realmente extensa. Haciendo un giro circular podemos enumerar algunas cimas conocidas como la del Correcillas, y Valdorria detrás, Las Tres Marías y el Valle de Arbás o los cercanos Miezca y Fontañán, a los que ascendimos a finales del pasado año. En los valles contemplamos los pueblos de Gordón y los del Valle de Arbás así como varios de la zona de Rioseco de Tapia con la autopista entre ellos y más lejana la ciudad de León.
En la cumbre había un hito geodésico y un mojón de piedras cercano. No encontramos buzón alguno, por lo que decidimos habilitar uno allí. A mí me bastaba con dejarlo entre las piedras del montón que había, pero Luis se puso en serio y al final hicimos otro hito con una abertura para dejar un bote y la tarjeta de cumbres. En una piedra señalamos con un rotulador el emplazamiento.
Tras sacar unas fotos decidimos acercarnos hasta el Altico siguiendo el cordal. Hicimos una pequeña apuesta a ver quien acertaba el tiempo a invertir hasta él. Uno dijo media hora, otro hora y pico y yo 45 minutos. A las 13:30 horas emprendimos la marcha hacia dicha cumbre distante unos 900 metros o un kilómetro. Entre las dos pasamos pequeños altos y colladas pedregosas en las que vimos varias trincheras de piedras, no sabemos si recientes o restos de la guerra civil. Recordar que en el cercano Fontañan se conservan varios atrincheramientos bien construidos con cemento y demás.
Exactamente 45 minutos tardamos en alcanzar la cima del Pico Altico con una altitud de 1800 metros. Si cima extensa está completamente cubierta de rocas sueltas y como nos habían dicho, en ella vimos una pequeña choza también de piedras con techo de madera cubierto con escobas y piedras como sujeción. A su lado se encontraba otra pareja de chicos que habían subido desde Los Barrios de Gordón. Tras el chozo había un gran hito de rocas y una cruz con buzón dentro del cual encontramos una libreta con relatos de montañeros que nos habían precedido. Lo cierto es que en conjunto me gustó mucho esta cumbre. Abajo teníamos los Barrios de Gordón y Pola de Gordón. Antes de ponernos a comer a la abrigada nos sacaron unas fotos a los tres en torno a la cruz. La niebla dejaba escapar algunas gotas de vez en cuando sin mayores consecuencias.
De nuevo improvisamos sobre la marcha para ver que ruta seguíamos. Para bajar por el valle de Santiago nos parecía un poco larga ya que teníamos unos cinco kilómetros hasta Santiago de las Viñas y otros ocho por carretera hasta Piedrasecha. Tampoco queríamos subir de nuevo por los Llamargones, así que teníamos la opción de atajar hasta la collada de Fito y bajar desde ella por el mismo valle de subida. Entonces nos sugirieron que podíamos desde la collada ascender por la loma del pico Santiago y pasar a Cuevas de Viñayo y desde él a Piedrasecha. Optamos entonces por esa opción y emprendimos el descenso directamente hacia la collada por la ladera del pico sobre las 15:30 horas.
Ahora el sol lucía y daba a la cumbre un bello tono en la piedra. Por el medio de los matojos bajamos hasta llegar a una especie de pista de las varias que hacen los de la repoblación. Por ella continuamos unas veces horizontalmente y otras directamente hacia el valle. Lo que vimos es que bajábamos demasiado y la collada ya nos quedaba bastante por encima. Tampoco el haber ido ladeando paralelos a la parte alta hubiese sido fácil debido a la maleza de varios trozos. Tras deliberar el tema, y con el ánimo sobre todo de Álvaro, optamos por meternos de lleno en el valle de Santiago, lo que nos suponía aún unos 13 Km., 9 más que subiendo al collado. Lo que yo más temía era el trayecto por carretera y la posibilidad de la lluvia amenazante. Así llegamos al fondo del valle donde encontramos una fuente con pilón y entramos en el sendero por el que yo había hecho esta ruta al contrario sin la ascensión a los picos. Llevábamos poco más de 8 kilómetros y eran las cuatro de la tarde.
Al lado del sendero vimos un pequeño topillo muerto cerca del arroyo Torre. El valle era amplio en esa parte y con vegetación dispersa. El sendero muy pedregoso y en ocasiones coincidente con el cauce del arroyo, que se había metido bajo roca haciéndose invisible. El cielo se fue cubriendo por el norte y no tardó en lloviznar, aunque el sol pudo al cabo de un rato. Siguiendo valle abajo llegamos a un pequeño paso angosto entre rocas tras el cual se volvió a abrir el mismo. En la roca mojada se reflejaba el sol dándole un tono algo extraño.
Tras una de las varias curvas que describe este valle encontramos un chozo de paja al lado de otro de bloques de hormigón. Allí había un todoterreno aparcado cerca de un corral de ganado vacío. El contraste de la roca y la vegetación formaba allí un rincón digno de postal que no dejé de fotografiar. Mas allá el camino se embutía entre verdes arbustos y un poco de arboleda todo ello resplandeciente al sol y húmedo de la lluvia caída. Lo cierto es que se trata de un valle bonito y lleno de rincones de postal.
No tardamos en llegar a otra zona de desfiladero. Era apenas un paso entre enormes rocas, pero al igual que en el paralelo de los Calderones, los estratos formaban figuras y formas de lo mas intrincado. En un manantial cargué la cantimplora con agua fresca. En el camino vimos los restos de un ave del que quedaban las alas y las patas solamente. También pasamos al lado de unas naves ganaderas cerca de las cuales vimos numerosas vacas. Dejando atrás ello cambió el paisaje del todo y por la derecha aparecieron verdes prados y arboledas bajo las laderas del Alto de las Forcadas. El intenso verdor volvía a ofrecer vistas de postal.
Ya cercanos a Santiago de las Viñas encontramos unos zarzales cargados exageradamente de moras grandes y maduras que no pudimos por menos de probar durante un rato. A las 17:50 horas, y tras largos 15 Km., entramos en el pueblo, (1000 m). A un vecino le preguntamos por el camino más corto para Viñayo, ya que yo sabía que había alguno sin necesidad de ir por la carretera. Nos indicó entonces que teníamos que salir del pueblo por un sendero, atravesar la carretera que subía a Cuevas de Viñayo y subir una vaguada que daba paso a dicho pueblo. Desde él no restarían 3 Km. hasta Piedrasecha.
Pues bien, tras subir calle arriba y ver la iglesia del pueblo, retrocedimos unos metros hasta coger la senda que subía unos metros hasta lo alto de una loma desde la que vimos la totalidad del pueblo con el arco iris por encima de él. Desde allí vimos también la carretera que sube a Cuevas y la collada por la que teníamos que pasar. Para asegurarnos, pregunté de nuevo a lugareño que paseaba por aquel alto por la vaguada que teníamos que coger. Fue entonces cuando al decirle que el final de la ruta lo teníamos en Piedrasecha nos comentó otra posibilidad que según él era mejor y más corta. Sería subir a Cuevas y pasar por otra vaguada directamente a dicho pueblo.
Por no sé cuanta vez volvíamos a cambiar los planes previstos e hicimos caso a este vecino. Bajamos entonces unos metros por la ladera hasta la carretera a la altura del final del pueblo de Carrocera. Nos encaminamos hacia Cuevas de Viñayo, (1150 m), mientras el cansancio ya hacía acto de presencia en nuestros cuerpos. Para colmo nos cruzamos con un hombre al que preguntamos por la distancia al pueblo y el paso al otro, respondiéndonos que la subida a la vaguada era considerable, lo cual nos desmoralizó aún más. En las laderas de la parte izquierda vimos una cantera al otro lado del arroyo de Cuevas.
Sobre las 18:40 horas vimos el indicador del pueblo y cuatro casas, aunque para lo que era el pueblo en sí tuvimos que andar otros 500 metros. A la entrada se dividía la carretera en dos calles, optando por tirar por la que llevaba más dirección al oeste. Eran las 18:50 horas y llevábamos 18,800 Km.
A una pareja que encontramos cogiendo moras les preguntamos por la salida hacia Piedrasecha, indicándonos que el camino salía cerca de la bifurcación que habíamos pasado, pero que desde allí mismo podíamos atajar por la ladera para alcanzarlo más arriba. Aunque las fuerzas por mi parte ya estaban bastante mermadas, emprendimos el ascenso por dicha campera. Pasamos al lado de la iglesia de bonita torre pétrea con escalera exterior y poco a poco fuimos ganando altura en busca del camino ancho que nos habían indicado. De nuevo tuvimos otra guapa vista de este otro pueblo desde la parte alta e iluminado por los últimos rayos de sol que le daban antes de ocultarse tras las cimas cercanas.
Tras atravesar un pequeño trozo de bosque de roble salimos por fin al camino en otra vaguada paralela. Se suavizó entonces la cuesta mientras ascendíamos entre ralos robledales con algunas bellotas aún verdes. Con ellas, mas bien con el caperuzo, nos enseñó Luis a silbar cogiendolo entre los dedos. Álvaro sí lo consiguió, yo no. A las 19:10 horas alcanzamos el collado de Piedrasecha con una altitud de 1250 metros aproximadamente. Llevábamos 19,530 Km. andados.
Por la izquierda salía una medio pista hacia el alto de la Cerra, pequeña cumbre de 1326 metros. Nosotros continuamos adelante pensando que íbamos a descender ya, pero resultó que continuaba a media altura ahora entre bosque algo más cerrado. De pronto nos cruzamos con un todoterreno que subía hacia la collada.
Descendiendo casi imperceptiblemente fuimos bordeando por la parte alta el valle por el que sube la carretera a Piedrasecha. Al fondo veíamos otra collada por la que pasaba el camino que traíamos y a la que no tardamos en llegar. Eran las 19:34 horas. A partir de ella bajamos más bruscamente y no tardamos en divisar el pueblo a escasos 300 metros. Hacia arriba subió una moto y un par de caballos.
A las ocho de la tarde entramos en Piedrasecha habiendo recorrido un total exacto de 22 kilómetros. Justo lo hicimos de frente al bar y sin dudarlo entramos a pedir unos refrescos que tomamos sentados tranquilamente en la terraza. Unos 15 minutos después levantamos anclas y nos encaminamos hacia el coche, situado a unos 200 metros, en la pradera a las afueras del pueblo. Tras cambiarnos la ropa húmeda emprendimos sin más el regreso a León donde entramos poco antes de las 21:00 horas. Ya en Armunia nos bajamos Álvaro, que tenía el coche aquí mismo, y yo a la puerta de casa, dando por concluida otra actividad montañera más.
Como se ve, nada tuvo que ver el resultado final con los planes iniciales. Lo que propiamente iba a ser una sencilla ascensión, se convirtió en una larga travesía y dos ascensiones, lo cual, no habiendo nada que lamentar, resulta todo un logro.
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