XVIII MARCHA REGIONAL DE MONTAÑA.
1ª TRAVESÍA “SAN GLORIO- BOQUERÓN DE BOBIAS-
ARROYO DE LECHADA- PORTILLA DE LA REINA”.
25-04-05 (Domingo)
Al igual que hiciéramos el pasado año, hemos aprovechado una actividad organizada por la Delegación Leonesa de Montañismo para unirnos a la misma y a la vez cumplir con otra prevista dentro de nuestro calendario de actividades. En el mismo teníamos programada una travesía por el Arroyo de Lechada para el mes de febrero, y lo que hicimos fue adelantar la salida de Besande emplazada en abril y retrasar la anterior para hacerla coincidir con ésta de la Delegación.
Pues bien, tras hacer las inscripciones a la misma y después de alguna baja de última hora, del club nuestro fuimos seis personas: Álvaro, Sonia, Jorge, Luis, Carmen, que se había apuntado por su cuenta, y yo.
A las 8:00 horas estaba prevista la salida de los dos autocares de León en Guzmán. Allí me acerqué tras pasar a recoger a Constantino como habíamos quedado el día antes. Con unos minutos de retraso emprendimos la marcha con el cielo gris y casi lloviznando. Este panorama se mantuvo durante el resto del viaje en el que hicimos un par de paradas a recoger personal. A nosotros nos había tocado atrás del todo y el ajetreo de las curvas hizo efecto en varios de nosotros. Si tarda un poco más en llegar al puerto echo la “papa” y eso que es raro que yo me maree. Como apunte anotaré que, subiendo ya hacia el puerto el autocar que nos precedía tuvo rasponazo con un coche con el que se cruzó y quedó allí arreglado papeles.
Pasadas ya las diez de la mañana alcanzamos el alto del puerto San Glorio, límite de León y Cantabria a 1600 metros de altitud. El viento soplaba y se escapaba la lluvia. Con ese panorama comenzamos esta marcha de 14 Km alrededor de las 10:30 horas.
Por un camino con dirección sur nos metimos en la Vega de Tarna, bonita pradera encharcada por la, tras subir unos metros, comenzamos a descender suavemente hacia el Portillo del Boquerón. Luis y yo fuimos quedando por detrás de todo el personal haciendo fotos y demás. La niebla se cerraba en las cimas y el viento soplaba fuerte. Así nos fuimos metiendo en un estrecho pasadizo entre rocas, el Portillo del Boquerón (1560 m), por el que bajaba un bonito arroyo entre ellas. Eran las 11:10 horas.
Dicho paso nos condujo a la Vega del Naranco desde la cual baja un valle que desemboca en Llánaves de la Reina. En esta bonita vega encontramos dos edificaciones, el refugio de Tajahierro, al lado del cual pasamos, y una cabaña algo más arriba. Las praderías estaban encharcadas y con numerosos neveros aún. Hasta allí llevábamos 2,200 Km y eran las 11:20 horas.
Atravesamos dicha vega para comenzar a subir el fuerte repecho hacia el Boquerón de Bobias. No tardamos en meternos en un nevero por el que ascendimos casi todo el tramo aquel. En poco más de 1 Km se ascienden 300 metros. Con calma me lo tomé mientras por detrás veíamos a un gran grupo de gente del autocar que se había retrasado.
Algunos claros se abrían de vez en cuando dando al valle un tono verdoso impresionante. Poco antes de llegar arriba alcancé a Sonia y a Jorge y juntos llegamos a la cima de aquel otro paso, el Boquerón de Bobias (1885 m), donde de nuevo se había cerrado el cielo y el fuerte viento traía gotas heladas que hacían incluso daño en la cara. Eran las 12:30 horas y llevábamos 4 Km.
En ese punto se dividían las dos opciones de la ruta. Por una parte la alternativa larga, que subía hasta el Hoyo Empedrado y una laguna cercana a éste. Para ello se descendían unos pocos metros para subir luego 200 hasta la cima. Hasta él había 2,5 Km más el regreso por el mismo lugar. Muchos se dirigían hacia allí a pesar del mal tiempo reinante. La opción corta, que el resto tomamos, era bajar directamente por aquel valle, el de Lechada, directamente a Portilla, para el que aún quedaban 10 Km.
Como datos apuntaré que desde allí se podía divisar entre la niebla y demás, el Alto del Cubil del Can (2178 m) a nuestra izquierda seguido probablemente por el Hoyo Empedrado y a la derecha subía más suave la ladera de la Sierra de Orpiñas, divisoria entre los valles de Lechada y del Naranco.
Comenzamos el descenso por aquel valle de Lechada aunque en el primer tramo es recorrido por el arroyo de Bobias, ya que el arroyo de Lechada se une por otra vaguada más adelante. Enseguida entramos en un ancho camino con algo de nieve. En él nos cruzamos con un todoterreno que tuvo que desistir de continuar debido precisamente a una acumulación de ésta en la pista. Llevaban tablas de snoboard para practicarlo en las laderas superiores.
Poco a poco fuimos descendiendo hasta la confluencia del valle por el que bajaba el arroyo de Lechada y que tenía realmente una bella vista. Desde esta bifurcación contemplamos los tres brazos del mismo, del que bajábamos, el que se unía y por el que continuaríamos. Los prados verdes continuaban dando un esplendor al paisaje digno de admiración. Ahora además el sol se dejaba ver más a menudo favoreciendo este efecto.
Por debajo, en el fondo del valle, vimos como uno tuvo que descalzarse para atravesar el arroyo de una parte a otra. Luis y yo, tras ver que aquel camino no tenía aliciente alguno, a pesar de las bonitas vistas del valle, optamos por bajar al fondo del mismo para recorrerlo por las praderías al lado del arroyo. De esa forma descendimos por la ladera verde hasta la parte baja por donde varios senderos recorrían la misma entre escobas y árboles. En la ladera vimos algo curioso. De una pequeña y aislada piedra quebrada manaba un buen chorro de agua entre las dos partes. Igualmente contemplamos algunas prematuras flores amarillas en esta atípica primavera que llevamos.
Intentar describir la belleza de aquel valle es casi imposible sin imágenes. El arroyo corriendo entre los verdes prados y algunos quiebros rocosos. Numerosos arbustos salpicando todo ello y rodeados de laderas con manchas blancas de la nieve que aún perdura del duro invierno hacían del entorno algo idílico.
No tardamos en encontrar un camino que allí mismo cruzaba el río sin puente alguno con dirección a la parte alta. Nosotros continuamos por él pero hacia abajo lógicamente. La pista por la que el resto bajaba estaba unos metros por encima e iba al encuentro de este camino según intuíamos. Otro detalle a destacar eran los numerosos regatos que bajaban por la verde ladera formando figuras y pequeños saltos llenos de encanto.
Poco antes de llegar a una cabaña, la Casa del Pico de la Canal, en la que se veía a numeroso personal comiendo decidimos parar también nosotros a lo mismo. Eran las 14:30 horas y llevábamos 8,800 Km.
En unas rocas nos acomodamos a la vez que se nos unían Carmen y Rosa, una amiga de ésta que hace un par de años estuvo con nosotros en el club junto con su hijo. Tranquilamente comimos disfrutando, repito, de aquel idílico paisaje que nos rodeaba. Muchas veces había oído hablar del arroyo de Lechada y de su belleza, pero no lo conocía y desde luego no me estaba defraudando lo más mínimo. Ha sido de las salidas que más fotos he sacado realmente.
Una hora estuvimos allí parados antes de volver a la marcha. Nos quedaban unos cinco kilómetros y la hora prevista para llegar los últimos eran las cinco de la tarde. Ahora el valle se cerró y el río se encajonaba entre roca formando numerosas cascadas. Una de ellas destacaba por su salto y la gran cantidad de agua que ya acumulaba el río. Allí al lado vimos una pradera en medio de la cual había una enorme roca solitaria que destacaba en el intenso verdor. Mas adelante vimos también otros bonitos regatos bajando por las laderas hacia el cauce principal.
El cielo se fue cubriendo cada vez más y de pronto escuchamos un fuerte trueno al que siguió no tardando una gran granizada con fuerza suficiente para hacer daño si te daba en la cara. Cercano al río vimos el cadáver de una cierva aún no muy descompuesto. No tardando atravesamos un estrecho paso entre rocas que solo dejaban sitio al río y al camino. Tras otro tramo de valle estrecho se abrió éste en la confluencia del Arroyo de Lechada con el arroyo del Valle, que baja del Puerto San Glorio. Poco antes de éste vimos un puente sobre el primero de ellos.
Enseguida vimos la carretera, las líneas de alta tensión, etc, que nos metían de nuevo en la “civilización”. A las 16:55 salimos a la serpenteante carretera por la que nos quedaban 500 metros hasta el pueblo oculto tras los paredones a ambos lados de la misma. Poco antes de llegar me llamó Sonia para decirnos que estaban en el teleclub comenzando a entregar ya los recuerdos. Según el programa se habían adelantado ya que no estaba previsto hasta las cinco y media.
En escasos diez minutos recorrimos este tramo de carretera y entramos en Portilla poco después de las cinco habiendo recorrido un total de 15,400 kilómetros, por mi podómetro. Nos dirigimos hacia dicho lugar en cuya sala no se entraba. Justo a tiempo llegamos cuando nos nombraron para recoger la medalla conmemorativa de esta actividad, que se entrega a todos los clubes participantes con al menos cinco socios, en cuyo límite estábamos. A continuación se sorteó numeroso material donado por varias tiendas de deporte de León. A Rosa le tocó una camiseta térmica que hubiese sido para José F., compañero nuestro que no pudo ir y cuyo billete cogió ésta.
Sin más salimos del edificio, cercano a la plaza donde hace tres años celebramos el Encuentro de Montañeros organizado por nosotros, para dirigirnos hacia los autocares. Antes de emprender la marcha nos sacaron una foto a los participantes de nuestro club “Cumbres de León”.
Poco antes de las seis emprendimos el regreso en el que de nuevo se me volvió a revolver el estómago con las curvas de los primeros tramos. Al poco de salir nos cruzamos con un rebaño de ovejas. Ya en el pantano de Riaño pudimos ver un bello contraste de luces sobre los picos y echando la vista atrás una bonita vista del Espigüete. Así fuimos avanzando y en Cistierna dejamos atrás la montaña. En Mansilla giramos directos a la ciudad donde entramos minutos después. En la parada de Santa Ana bajó Luis mientras el resto continuamos hasta Guzmán donde el sol lucía espléndido a las 19:40 horas.
Tras un rato de espera por mi hermana, a la que poco antes había avisado para que fuese a recogernos, nos dirigimos a Villacedré para dejar a Constantino en casa y poco antes de las 20:00 horas llegamos a la nuestra.
Y de nuevo concluimos otra grata actividad en la que personalmente disfruté de forma encarecida de un paraje desconocido para mí y del que realmente quedé encantado de visitar
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