lunes, 29 de noviembre de 2004

LA MIEZCA Y EL FONTAÑÁN (Olleros de Alba) 28-11-04

 


1ª ASCENSIÓN A LAS PEÑAS “MIEZCA” Y “FONTAÑÁN”.

28-11-04           (Domingo)

La penúltima salida del club de este año ha sido una sencilla ascensión a unas cumbres de las más cercanas a la ciudad. Situadas a escasos 40 kilómetros, entre las localidades de La Robla y La Magdalena, y más concretamente en Olleros de Alba, de la cual partimos.
A éste pueblo llegamos en los coches de José Luis y Roberto los otros cuatro participantes: Guiomar, Luis, Juan y yo. El día nublado parecía que podía mantenerse sin lluvia, cosa que no pudo ser aunque tampoco fue mucho el trastorno que nos hizo. En una zona apropiada cercana a una cerrada curva de la carretera que atraviesa el pueblo aparcamos los coches. Mientras el resto se calzaba y demás, yo me acerqué a sacar una foto de la bonita iglesia de dicha localidad.
Ya en plan comenzamos a caminar por una pista señalizada con las indicaciones de la agrupación “Cuatro Valles”. Según la misma, la ruta tenía 11 kilómetros, ida y vuelta, y se estimaba un tiempo de 5 horas para realizarla. Eran entonces las 10:00 horas.
A nuestro lado derecho bajaba en arroyo San Mazán, que recoge las aguas de todo aquel cerrado valle. Numerosos chopos ya muy pelados custodiaban las márgenes del camino y del cauce. La pista subía suavemente y la marcha se llevaba cómodamente. Tras aproximadamente un kilómetro recorrido nos encontramos con una cascada de agua, El Salto, que a pesar de ser pequeña, estaba enclavada en un bello rincón del arroyo. Justo por encima de ella vimos un merendero con varias mesas y bancos de piedra junto a una parrilla.
Poco apoco se va estrechando el valle según nos acercamos a la hoz. Por los laterales vemos numerosas vaguadas con canchales de piedras que caen desde las cimas cercanas. En uno de los puntos del trayecto se observa como la mano del hombre ha abierto una “puerta” en la misma roca que atraviesa perpendicularmente el camino. A uno de los laterales de dicho paso nos encaramamos José L. y yo y nos sacan una foto.
Realmente es un paisaje bonito del que vamos disfrutando plenamente. Hay lugares que podemos encontrar, salvando las distancias, una similitud con las paredes del Gran Cañón del Colorado. Tras pasar por una zona amplia dentro de dicho desfiladero, se vuelven a cerrar las paredes en torna de nosotros y vemos por los estratos y lo quebrado de la roca la antigüedad de dichas formaciones. De nuevo José y yo volvemos a hacer “el cabra” y subimos por un lateral hasta una pequeña terraza.
El camino ha pasado sin darnos cuenta a la margen contraria del arroyo y por él vamos dejando atrás las hoces para salir al valle algo más abierto. Echando la vista atrás vemos el atractivo paisaje de las rocas verticales de irregulares puntas hacia el cielo. Al lado del camino nos encontramos con una fuente propicia para quitar un poco la sequedad de la boca, que por otro lado tampoco es muy necesario debido al tiempo que tenemos.
Tras dejar atrás el paisaje rocoso en el que habíamos visto alguna encina que otra, los robles y matorrales bajos se hacen dueños ahora del valle. En unas rocas algo salientes del suelo encontramos una pequeña cueva en la que entramos Luis y yo. Era reducida, pero se veía como continuaba por un estrecho paso a través del cual escuchamos el sonido de algún acuífero subterráneo. Por encima de la entrada había otro hueco al que se encaramó José Luis. Pues bien, de pronto vimos como algunas rocas del techo y bastante tierra caía sobre nosotros dos. Después de este pequeño susto tuve que quitarme toda la ropa de la parte de arriba para sacudirme la tierra que me había entrado entre ella.
El grupo se dividió poco después. Mientras Guiomar y Roberto ya se habían adelantado antes, José Luis comenzó a trepar a su aire por la parte izquierda. La pista, que había comenzado a empinarse, llegaba al final del valle y giraba a la derecha por una vaguada lateral. Mientras Juan seguía este camino, Luis y yo decidimos abandonarlo y atajar por la roca, más que nada por hacer algo de montaña en sí. De esa forma subimos varios metros por la ladera hasta entrar de nuevo en ella algo más arriba.
La vista era cada vez más amplia y no tardamos en divisar las cimas del Fontañán. En principio me parecía que no podían ser, según la situación del mapa, pero la lógica me decía que tenían que serlo. Al poco rato vimos a José Luis, Guiomar y a Luis subir por la ladera de otra cumbre a nuestra izquierda, justo a la parte contraria del otro pico. No tardamos en salir de dudas al encontrarnos con unos cazadores que nos confirmaron que el Fontañán era el más alejado. Por tanto, al que estaban ascendiendo ellos era el alto de La Miezca.
Aquí me entró la duda de subir o seguir el camino que iba hacia el Fontañán. Animado por Luis y Juan me decidí a lo primero al ver que era corta, aunque pronunciada, la pendiente hasta la cima. A las 12:10 horas alcanzamos nosotros la cumbre de esta peña con 1642 metros de altitud.
En ella había un monolito de rocas entre las cuales encontramos un bote con tarjetas de cumbres. La panorámica era realmente amplia a pesar de lo oscuro del día. Echando una vista circular pudimos ver cimas como la del Ortigal y Tres Marías, en el Valle de Arbás. Brañacaballo, Fontún, Correcillas y Valdorria por otro lado. Algo más alejados, Peña Corada y incluso el piramidal Espigüete palentino.
En el fondo del valle contemplábamos claramente los Barrios de Gordón y La Pola de Gordón así como la pista por la que habíamos bajado a ésta en el Encuentro de Montañeros de este año. Tras unos 15 minutos allí arriba, y después de dejar nuestra tarjeta de cumbres y sacar una foto, emprendimos la marcha hacia el Fontañán. Guiomar y Roberto ya se habían ido mucho antes, casi al llegar nosotros, y ya se les veía por la cimera del macizo. Nosotros bajamos por la parte contraria a coger también esta línea de cumbres sin llegar al camino que traíamos.
Descendimos el fuerte repecho de la cima hasta el collado siguiendo un marcado sendero que pasaba al lado de una alta antena. Entre matorral bajo subimos y bajamos suavemente a lo largo de aproximadamente kilómetro y medio antes de comenzar el último tramo de subida al Fontañán. A esta llegamos nosotros a las 13:05 horas. Según mi podómetro llevábamos 7,400 Km.
En esta cumbre hay una cruz con un buzón en el que encontramos de nuevo alguna tarjeta así como una libreta de relatos de montañeros que habían subido anteriormente. En torno a la misma nos sacamos unas fotos y dejamos otra tarjeta de cumbres nuestra. Desde dicha cumbre, además de lo ya contemplado, divisamos el pueblo de La Robla con su central térmica de la que emanaban dos columnas de vapor por sus enormes chimeneas de refrigeración.
Esta cumbre del Fontañán es doble, haciendo una pequeña vaguada entre las dos puntas. En ambas se pueden ver aún varias trincheras de cemento con sus miradores de la época de la Guerra Civil Española. Casi una hora estuvimos allí viendo aquellos restos y sacando algunas fotos en ellos. Por cierto, para sacar una foto de todos en una de las trincheras tuve que hacer no sé cuantos números, ya que quedaba la cámara mucho más baja que nosotros y tenía que correr para salir yo en ella. Al final lo conseguimos. Por otro lado, pude comprobar la efectividad del cordino que asegura el podómetro, ya que al andar por entre las rocas se me había salido de la cintura del pantalón y había quedado colgando de éste. De no ser por él ya hubiese perdido el segundo.
Roberto, que ya conocía la zona, nos guió ladera abajo hacia la parte sur donde pudimos disfrutar con la vista de unos cortados impresionantes hacia la parte de la carretera de La Pola de Gordón. Además teníamos debajo abundante bosque que contrastaba con las verticales paredes. Por su parte, José Luis no pudo por menos de hacer un poco de las suyas escalando algunos peñascos.
Poco a poco habíamos visto como se nublaba cada vez más y ahora se echaba a llover. Al abrigo de unas peñas, y cuando eran las tres de la tarde, paramos a comer durante una media hora. Al cabo de la misma emprendimos el regreso. Por la ladera retrocedimos hacia el pico pero sin ganar altura. De esa forma alcanzamos un collado por el que pasaba un camino que cogimos de bajada. Éste nos introdujo por el medio de un pequeño bosque de robles otoñales hasta llegar a otra collada cercana bajo el alto Cazer.
Bordeando esta cumbre tuvimos otra vista diferenta a las anteriores. Ahora contemplábamos tras las laderas cercanas, la cumbre de Los Llamargones, situado al final de los vecinos Calderones del Diablo, en Piedrasecha. Igualmente todo el cordal del Fontañan, desde La Miezca hasta la cumbre del mismo.
Poco a poco fuimos descendiendo por la parte alta de las hoces que antes habíamos atravesado. Estas nos quedaban ahora a nuestra derecha. Yo me había quedado un poco rezagado y vi como bajaban por una canal hacia dichas hoces. Al que no veía era a Roberto, al que no tardé en divisar por otra senda superior. Según él, bajaba más directamente a los coches. Mientras que Guiomar y Juan le siguieron, José Luis, Luis y yo optamos por no subir ya y continuamos el descenso por aquella canal. Esta nos llevó a dar justamente a la altura de la pequeña cascada en el desfiladero, algo por debajo del merendero. Eran las 16:10 cuando entramos en el camino de las hoces. No restaba más que recorrer el último kilómetro por aquella pista antes de salir a la carretera donde teníamos los coches aparcados. A las 16:20 horas terminamos la marcha en Olleros de Alba. Según el podómetro mío habíamos caminado 13,600 Km.
Por una pista cercana vimos aparecer enseguida a los tres compañeros que faltaban. Aún con algo de lluvia cayendo nos cambiamos y enseguida nos pusimos en marcha. De regreso ocurrió una curiosa anécdota que relataré.
Salimos Guiomar y yo en el coche de José Luis delante quedando detrás Roberto con Luis y Juan. Pues bien, habíamos quedado en parar en un bar de Camposagrado y nosotros llegamos al cruce con la carretera que continua hacia La Magdalena girando hacia León. Ya cerca de Camposagrado dejamos detrás a un coche que se metía hacia un mesón que hay antes del pueblo.
Al llegar a la ermita paramos y esperamos a que llegasen ellos. Al poco recibimos la llamada de Luis preguntando por nuestro paradero y se lo dijimos. Nos indica entonces que continuemos ya hacia Lorenzana para reunirnos allí, lo que hacemos al llegar a éste. Lo sucedido fue lo siguiente. Ellos habían cogido un atajo y nos habían adelantado antes de salir nosotros a la carretera general. El coche que se metía hacia el mesón era el de ellos, pero como nosotros íbamos creyendo que estaban por detrás, no prestamos atención alguna. Al vernos pasar salieron tras de nosotros pero no nos vieron al meternos hacia la ermita. De ahí todo este embrollo que no pasó de una divertida anécdota.
En Lorenzana estuvimos tomando unos vasos e hicimos las cuentas de la salida antes de continuar el viaje hacia la ciudad. Tras dejar a Guiomar en casa fui con José Luis hasta la suya donde le esperé a que se cambiase y de camino hacia donde se dirigía luego me dejó en casa a mí. Eran las 18:00 horas más o menos.
De este modo finalizamos una de las últimas excursiones del año. En principio, y si no hay cambios, terminaremos el mismo el día 12 de diciembre con la colocación del Belén de Cumbres en el Bodón de Carmenes y la cena de Navidad el día 18.



























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