XVII MARCHA REGIONAL DE MONTAÑA.
1ª TRAVESÍA “RIOLAGO- VILLASECINO- TRUEBANO- SENA DE LUNA”.
18-04-04 (Domingo)
En esta ocasión hemos aprovechando una actividad organizada por la Delegación Leonesa de Montañismo para unirnos a la misma y realizar una bonita travesía que fue modificada debido a las inclemencias del tiempo, que este año nos está frustrando varios planes debido a la pésima climatología del invierno y la primavera.
La ruta prevista en principio era “Riolago- pico Penouta- Abelgas- Sena de Luna”, pero como digo, el mal tiempo reinante ese mismo día, hizo cambiar los planes a la organización inclinándose por dicha alternativa también advertida de mas sencillez pero igualmente bonita.
Poco antes de las ocho de la mañana me recogió Toño para dirigirnos a Guzmán, de donde salíamos a la hora en punto. De nuestro grupo fuimos al final 13 personas: Roberto, Luis, Álvaro, Javi V., Carmen, José A., José F., Toño, Carlos, Sonia, Jorge, Guiomar y yo, aunque podemos añadir alguna más que vi por allí y que pertenecen a otros clubes además de al nuestro.
Por la carretera de Caboalles salimos hacia La Magdalena donde entramos en la autopista para evitar las curvas del pantano de Luna. Tras cruzar el puente colgante salimos de la misma hacia el punto de salida. La lluvia que traíamos desde León, cesó unos minutos, pero el cielo cubierto no pronosticaba mejoría inmediata como así se demostró antes de terminar el viaje. De esa forma llegamos a Riolago, donde por la estrechez de la carretera y su reducido espacio para maniobrar, tuvieron que entrar los autocares de uno en uno desde Huergas. En total ocho autocares de toda la provincia en los que íbamos unas 400 personas.
Con la lluvia cayendo nos dividimos en dos grupos, los que irían al pico y los que haríamos la travesía sencilla. Luego supimos que los organizadores, visto el panorama, optaron por suspender la primera opción dejando solo la segunda como válida. La mayoría había optado por la travesía, yo entre ellos, y nos reunimos cerca de la iglesia de Riolago. Poco antes de las 10:00 horas emprendimos la marcha por un camino hacia Villasecino, distante 3,5 kilómetros. Con nosotros iban Gelo y Sheila, dos antiguos compañeros del club.
Las cimas se mantenían cubiertas de nieblas y el arco iris brillaba claro por encima del pueblo cuando el sol aparecía entre dichas nubes. Los prados verdes de los valles contrastaban con la nieve que se veía en algunas cumbres. Hacia la parte izquierda contemplábamos la carretera por la que habíamos llegado. Al lado contrario se alzaban las cimas del macizo del Penouta. Poco a poco fuimos subiendo a una collada desde la que comenzamos a descender hacia el valle por el que bajaba el arroyo Villasecino. La vista de éste valle hacia la parte alta era realmente bonita.
Ya cerca de Villasecino encontramos una iglesia o ermita cerca de la cual pasaba el camino que traíamos. No tardando salimos a la carretera general para dirigirnos a este pueblo que teníamos que atravesar. Eran entonces las 11:00 horas. Una particularidad de esta población son sus casas de piedra casi en su totalidad. Incluso numerosas edificaciones nuevas seguían el mismo criterio de construcción. Por la misma carretera pasamos el mismo para dirigirnos hacia Truébano, a aproximadamente un kilómetro de allí. Este pueblo se sitúa algo separado de dicha carretera y hacia él entramos para franquearlo igualmente.
Saliendo de él nos metimos de lleno en el valle de la Cuesta del Sol hacia su final. De nuevo nos encontramos en un espacio verdoso y admirable por su belleza. Con la cámara de fotos no dejaba de plasmar la misma con el pueblo como fondo. El camino va ascendiendo por la parte derecha de la vaguada y poco a poco va girando hacia la izquierda cuando se llega a su final.
Nuestro grupo iba muy dividido, pues mientras algunos habían quedado con la intención de subir al pico, de los que habíamos comenzado la travesía, tampoco íbamos juntos. La lluvia se alternaba con el sol a ratos, por lo que no se sabía si quitarse o no el chubasquero. No eran pocos los que llevaban paraguas, lo que a mí me parece un verdadero estorbo en la montaña.
De esa forma llegamos a una bifurcación del camino donde la gente se despistó por completo. Todos los que iban delante habían seguido el mejor marcado que se dirigía al pico Cuesta del Sol, pero no lo veían claro y paraban. Nosotros, viendo el mapa que nos habían dado, dedujimos que había que seguir de frente directamente a la collada, y así lo hicimos seguidos por numeroso personal. En pocos minutos nos situamos en ella viendo que continuaba un camino poco marcado por la ladera del valle contrario. Como esta ruta era una alternativa de última hora, no estaba marcada, lo que nos despistó en aquel lugar.
Optamos entonces por seguir aquel camino seguidos como digo por el resto de los participantes, ya que todos los que iban por delante de nosotros habían subido hacia el pico. Lo que temíamos era que no fuésemos bien nosotros tampoco y la “mangásemos”. Al final salió todo bien, pero supimos que el camino bueno, que no vimos, bajaba por el medio del valle.
Pues bien, entre numerosas escobas fuimos avanzando a media altura hasta que llegamos a una caseta donde terminaba el camino. Allí paramos todos y estudiamos el mapa. Sabíamos que íbamos con buena dirección, ya que el pueblo estaba en el fondo del valle sin duda alguna, pero temíamos meternos entre las escobas sin un sendero marcado. Para más “recochineo”, se había cubierto del todo y en esos momentos nevaba fuertemente. Aproximadamente serían las doce.
Alguien encontró entre la vegetación un sendero por el que emprendimos todos la marcha. El mismo descendía suavemente por la ladera muy sesgadamente. No tardamos en divisar abajo la carretera y el pueblo de Rabanal de Luna. Yo iba sacando fotos y me quedé separado de todos los del club. Ahora había salido de nuevo el sol y el valle tenía una vista de postal. No exagero si digo que saqué allí unas veinte fotos, aprovechando eso sí, la ventaja de la cámara digital para seleccionar luego las mejores.
En un momento determinado vi como Carlos, Sheila, Gelo y Toño abandonaban el sendero y bajaban directamente al pueblo de Rabanal. A Toño se le distinguía bien por la funda de la mochila color fosforito. Tanto estaba disfrutando del tramo aquel, y dado que había quedado yo solo como digo, salvo todo el resto de los participantes que aún quedaban por pasar, que decidí parar a comer en aquella ladera y recrearme plenamente. Eran entonces las 13: 00 horas.
Justo por debajo de mí, a unos 300 metros, se encontraba Rabanal, con un bonito pinar entre él y yo. Un poco separado del sendero por el que bajábamos me acomodé a comer. Por debajo de mí, en un camino, había más participantes haciendo lo mismo. Desde allí se veía todo el valle aquel con una de las colas del pantano de Luna al fondo. De frente emergían las cumbres de la sierra de la Serrona. Anteriormente habíamos contemplado también, aunque no claramente, Peña Ubiña.
Estando allí llegó Buzzi, el presidente de la delegación, el cual se decidió a acomodarse también allí para comer. En el valle se veía la “serpiente” de participantes caminar por la ruta y la carretera hacia Sena, pueblo que no veíamos al situarse tras un peñón solitario.
Poco antes de las dos de la tarde emprendimos el descenso. En el camino de abajo vi pasar a José F., con quien no tardamos en juntarnos. Igualmente no andaban lejos Sonia, Jorge y Carmen, que también habían comido por allí cerca. También por aquí no estaba claro cual era el camino a seguir, aunque logramos averiguarlo.
No tardamos en divisar Sena de Luna a nuestra izquierda y al otro lado del río Luna. Este era el que nos impedía el paso directo hasta él, teniendo que llegar a la carretera que sube a Abelgas para atravesarlo. Cerca se encuentra el camping al lado del cual pasamos. Ahora lucia un espléndido sol, pero el viento soplaba fuertemente.
Sobre las 14:45 horas entramos en Sena de Luna. En la carretera estaban los autocares donde teníamos la ropa para cambiarnos. Algunos que no habían comido lo hicieron en un prado cercano o al lado del bar.
Minutos más tarde nos reunimos todos allí cerca donde los organizadores se dispusieron a entregar un pequeño recuerdo de participación a los clubes participantes en dicha actividad. La casualidad hizo que fuésemos nosotros los primeros en recogerlo. Se trataba de un estuche con una especie de medallón grabado. Al término de ello se hizo el sorteo de material variado de montaña con el número de asiento y autocar. En el club no hubo suerte esta vez. En este rato se volvió a cerrar y durante unos minutos cayó otra nevada.
Ya finalizado el acto nos reunimos todos los compañeros para sacarnos una foto juntos. A las 16:00 horas emprendimos el regreso a León. Si se hubiera hecho la ruta programada, se habría tardado más y se hubiese salido más tarde.
Durante este trayecto de regreso destacaré un par de apuntes. Uno de ellos, la vista de una torre de una iglesia que destacaba saliendo del pantano iluminado por reflejos del sol a la cual fotografié, y el segundo, algo más negativo, el vistazo a un coche medio hundido en las aguas y sujeto por un cable que por lo visto había caído la noche anterior.
De nuevo entramos en la autopista para bordear el resto del pantano hasta llegar a La Magdalena. Aquí la dejamos para hacer el resto del viaje por la carretera hasta la ciudad. De esa forma llegamos a Guzmán sobre las cinco donde terminamos esta jornada de actividad común de todos los clubes de la provincia e incluso, según supe, también de Burgos o Asturias. El día 23 del próximo mes celebraremos el “VIII Encuentro de Montañeros Leoneses”, que este año será por la zona de Gordón.
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