1ª TRAVESÍA “URDÓN-TRESVISO”. (Cantabria).
11-05-03 (Domingo)
Este domingo hemos salido para cumplir otro de los objetivos marcados para este año dentro del calendario de actividades del club. En esta ocasión se trataba de una bonita travesía con la peculiaridad de tener que ascender un desnivel mayor que en algunas subidas a picos. En poco más de 4 kilómetros lineales se suben unos 850 metros de desnivel. La recompensa está en las increíbles vistas de las que se disfrutan a lo largo de toda esta ascensión.
Poco antes de salir de casa a las 6:30 horas recibí la llamada de Cristina que me dijo que ni ella ni Pablo podían ir por un malestar de este último. Esto nos hacía un leve trastorno ya que era uno de los que llevaba el coche. Para subsanarlo tuve que llevar yo la furgoneta y con ella recogí a Pepe y a Carlos Gil. Ya en Guzmán nos juntamos con el resto de los compañeros, Emilio, Eva y José Antonio.
Poco después de las 7:00 horas emprendimos el viaje hacia Urdón, en tierras cántabras. Tras parar a echar gasoil en Valdelafuente nos dirigimos a Mansilla donde nos desviamos con dirección a Riaño. Emilio iba por delante y nos sacó mucha ventaja. Al llegar a Riaño entramos en él por si habían parado allí, cosa que no resultó. Les llamamos para ver donde estaban y dijeron que acababan de pasar por allí mismo. Nosotros entramos a tomar café en un bar y quedamos en esperarnos en Potes. De nuevo en marcha subimos la parte leonesa del puerto San Glorio para comenzar enseguida a bajarlo por la cántabra. Era la segunda vez que bajaba este “retorcido” puerto lleno de curvas y más curvas. En él hice una parada para sacar una foto.
Tras descender los casi 20 kilómetros de puerto, llegamos a Potes donde estaban ellos. Allí paramos unos minutos y de nuevo continuamos por la nacional dirección Santander hasta llegar al impresionante desfiladero de La Hermida. En el mismo se encuentra la localidad de Urdón desde donde se comienza la ruta. Allí aparcamos los coches cerca de la carretera y nos preparamos para el ascenso. Numerosas personas llegaban y emprendían también la ruta.
A las 10:30 horas comenzamos nosotros a caminar metiéndonos por una pista que sale a la izquierda de la carretera según se va dirección Santander. Pocos metros después nos encontramos con la central hidroeléctrica de Urdón al lado de la cual pasamos. Aquí la pendiente no es fuerte y se llevaba bien. Tengo que apuntar que yo iba en baja forma y me lo tomé con mucha calma. Por un puente pasamos a la margen izquierda del río Urdón y a partir de aquí se va empinando el camino, aunque no tanto como veríamos luego. La vegetación es abundante en helechos, musgo etc., dado la proximidad del río. Enseguida atravesamos un puente romano sobre un arroyo que baja al río principal y muy cerca de él otro metálico sobre el mismo Urdón. El paraje del entorno invita a sacar algunas fotos.
De nuevo por la margen derecha del cauce vamos ganando altura cada vez más rápido. Así llegamos a la altura de una canal que parte hacia la derecha y por la que se mete el camino. Ahora sí comienza lo bueno. A partir de aquí los zigzag ascendentes nos acompañaran casi todo el resto de la subida. El camino esta cubierto de piedras con las que hay que tener cuidado no resbalar. El mismo va serpenteando a través de la Canal de Cerrosa ganando altura de forma exagerada. Por otro lado, los zigzag hacen que sea muy cómoda la subida que de otro modo sería agotadora. Al lado del camino vemos también algunas higueras cuyas raíces salen de la misma roca. Como apunte curioso diré que, desde muy abajo, veníamos viendo un reguero de sangre que suponemos fuese de algún animal herido, ya que si fuese de persona, mal le iba por la gran cantidad de se veía.
Con calma subimos esta canal hasta alcanzar la parte alta conocida como La Bargona. Desde allí se tiene una impresionante vista de la misma con los zigzag bien marcados. Al lado contrario del río y algo más altas, contemplamos unas casetas desde las que se desploma una tubería por la que cae el agua hacia la central. Esta agua viene por una gran acequia que transcurre por toda la ladera del cañón y que luego veríamos desde más arriba. Igualmente, y a pesar de la niebla alta, pudimos disfrutar de un amplia vista de los picos cercanos.
Echando la vista al frente vimos otra tramo de esta ascensión. Igualmente se trataba de otra ladera de fuerte pendiente con numerosos serpenteos del camino hasta la cima. Una línea eléctrica subía por mitad de la falda y el camino llegaba hasta el último poste que se veía en la cumbre. La ruta parecía una romería de personal que subía y algunos que bajaban.
De la mitad de la ladera hacia arriba, el camino estaba horadado en la misma roca y sobre base de rocas. En él se encuentra el Mirador de Pilatos, portentoso balcón sobre el río Urdón y su cañón. Desde allí sí contemplamos la canal llena de agua ladeando dicha garganta y que, curiosamente, parecía que en algunos lugares subiera en vez de bajar. La caía desde él es vertical por completo, teniendo que extremar el cuidado al asomarse. Por otro lado, y al igual que desde La Bargona veíamos la subida por la Canal de Cerrosa, ahora asombraba la vista de la subida de este último tramo.
Respecto a la marcha del grupo, apuntar que íbamos un poco desperdigados. Mientras que Pepe, Eva y yo subíamos juntos, a Carlos y a José Antonio no les veíamos ya. Por su parte, Emilio se dedicaba subir y bajar a su aire por el camino.
De esa forma alcanzamos la zona más alta de este tramo de la ruta. Aquí se suavizó la pendiente e incluso descendimos ligeramente. Habíamos llegado a los invernales de Prías, donde vimos algunas cabañas de pastores y un rebaño de ovejas pastando en los verdes prados que ya comenzaban a verse tras la escarpada subida anterior. Igualmente divisamos por fin Tresviso, para el cual aún queda un trecho considerable. Cercano al camino vimos una cueva picada en la roca artificialmente a modo de refugio. Al lado de una caseta había una fuente con pilón en el que había numerosos renacuajos.
Nos quedaba ahora el último tramo, por no variar, de subida serpenteante. Esta vez no eran muchos metros, pero tras lo ascendido ya, se notaba un cierto cansancio. Tranquilamente alcanzamos lo alto de aquella canaleta y tuvimos ya el pueblo “a tiro de piedra”. En poco minutos, y tras atravesar la vega de Solmolino, entramos en Tresviso cuando era la una de la tarde.
El enclave del mismo no puede ser más bello. Rodeado de altas cimas por la parte norte y con la vista hacia cañón por la sur, su único acceso por carretera es desde el pueblo asturiano de Sotres. Destaca de él la enorme iglesia en el centro del pueblo y todas sus típicas casas y calles en estado de reparación.
Cerca del bar encontramos a Carlos y a José Antonio. Desde abajo habíamos decidido subir a comer a las afueras del pueblo y así lo hicimos Carlos, Pepe y yo. Salimos por la carretera hasta situarnos por encima de éste y nos acomodamos en una rocas. El paisaje que contemplábamos mereció la pena el esfuerzo. Hacia el suroeste veíamos otro desfiladero que nos despistó por completo. Pepe decía que era el mismo de río Urdón, lo que a mi no me parecía. Incluso estaba convencido que podía ser el río Duje. Luego saldría de la duda.
Tranquilamente comimos disfrutando de toda esta belleza paisajística. El pueblo estaba rodeado de verdes pastos por casi todos los lados y en ellos veíamos numerosas ovejas y cabras. Lo que no vimos, cosa rara, fueron vacas. Por la carretera llegaban numerosos caminantes, muchos de ellos seguramente haciendo la ruta completa desde Sotres hasta Urdón. Después de un buen rato llegaron Eva, Emilio y José Antonio uniéndose a nosotros en la comida.
Como anécdota divertida contaré que, queriendo sacar una foto de los picos cercanos, me quitó Carlos las intenciones diciendo que esperase a que se quitase un poco más la niebla. Por hacerle caso, luego casi los saco más tapados si cabe.
Tras comer bajé hasta el borde de aquella atalaya para ver el desfiladero del que teníamos dudas. Pude comprobar que realmente se trataba del mismo que veníamos viendo durante toda la ruta y que despistaba por la perspectiva cambiante del lugar desde donde se mirase.
De nuevo arriba, y tras terminar de comer todos y descansar, emprendimos el descenso. En una casa cercana, con en muchas de las del pueblo, vimos una letrero donde se anunciaba la venta del conocido queso picón tipo Cabrales y miel. Nos acercamos hasta ella y compraron un queso para tres de ellos. ¡Como olía!
Bajamos luego por las calles del pueblo y en el bar tomamos un café y compramos unas bonitas postales en las que se ve la ruta prácticamente completa con sus zigzag. Tenían también grandes y maravillosos posters, pero para bajarlos sin doblarlos era incomodo. En otra casa no sé quien compró incluso huevos de gallina, que también vendían por allí.
Poco después de las 16:00 horas emprendimos el descenso por el mismo lugar. Igualmente había una romería de personal bajando como nosotros. Atravesamos la vega de Solmolino y bajamos los primeros serpenteos hacia los invernales de Prías. De nuevo echamos un trago de agua en la fuente y bordeamos la loma hasta alcanzar el punto más alto de los siguientes culebreos hacia La Bargona.
En una curva del camino nos juntamos todos y saqué una foto del grupo con el trípode y el disparador de la cámara. Como la temperatura era muy agradable, yo llevaba la cazadora y la sudadera del club medio metidas en la mochila. Pues bien, ya más abajo oímos como alguien nos gritaba a ver si habíamos perdido una sudadera ya que veían que era de León y habían estado ellos antes hablando con alguno de nosotros. Enseguida me di cuenta de que era la mía y esperé a que llegasen. Al fin y al cabo tuve suerte.
Al mirar hacia atrás vimos la niebla, como si hubiese estado esperando a que saliésemos, tapando de nuevo el pueblo. Volvimos a pasar por el Balcón de Pilatos y sin novedades alcanzamos la punta de La Bargona. Aquí nos separamos un poco unos de otros. Carlos ya había tirado el solo por delante y Pepe y yo hicimos lo mismo. Mientras, quedaban por detrás Eva, José Antonio y Emilio que estaba sentado allí mismo. Nosotros dos nos aceleramos un poco por la canal de Cerrosa atajando incluso en varias curvas del camino y alcanzamos a Carlos casi abajo. Así llegamos a la confluencia de esta canal con el cañón del Urdón por el que transcurre el resto de la ruta.
En el río, como ya apunté antes, se pueden disfrutar de unos rincones realmente preciosos donde las pozas se alternan con algunos rápidos de agua cristalina. Al llegar a la altura del puente romano paramos unos minutos a sacar unas fotos en él. Aquí nos alcanzó José Antonio. Poco nos quedaba ya para llegar a la central eléctrica cercana a la carretera. Tras pasar a su lado, llegamos a los coches poco antes de las 18:00 horas. Eva y Emilio llegaron pocos minutos después, por lo que también tuvieron que haber acelerado el paso. Allí se unía el río Urdón al Deva con un contraste de aguas limpias y turbias muy destacado.
Nos cambiamos de calzado y ropa sudada antes de emprender el regreso. En el coche olía a cabrales a pesar de llevarlo bien envuelto en varias bolsas. Para dar la vuelta, y como estábamos entre curvas, tuve que seguir unos dos kilómetros hasta encontrar donde hacerlo sin riesgo.
A través del bello desfiladero de La Hermida nos fuimos acercando hasta la entrada a Potes donde Emilio paró a echar gasolina. Carlos proponía volver por Cervera de Pisuerga hasta Osorno y coger la autovía a León, pero preguntando en la gasolinera nos dijeron que no merecía la pena por el rodeo y por la carretera que había. Entramos entonces al centro de Potes y paramos a dar una vuelta y tomar algo en una cafetería. Pudimos ver numerosas tiendas abiertas con productos típico de la zona a la venta. Yo compré unos sobaos pasiegos y una quesada. Abundaban también los licores de gran variedad de sabores, pero eran bastante caros, como casi todo el resto. Paseamos por algunas calles y pasamos sobre un puente romano. Yo saqué la última foto del carrete a la fachada de la enorme iglesia.
Poco antes de las siete emprendimos de nuevo el regreso a León. Emilio ya había salido minutos antes y no le dimos ya alcance. Optamos por volver entonces por el mismo San Glorio. De nuevo encontramos las numerosas curvas de este puerto que subimos casi mejor que bajamos. En los últimos metros nos envolvió la niebla hasta alcanzar la cima. A partir de aquí, y ya en León, lucía un espléndido sol.
Sin novedades fuimos pasando por Riaño, Cistierna hasta llegar a Mansilla. Ya en Puente Villarente encontramos una caravana de varios kilómetros y decidí meterme por la carretera hasta Villarroañe para coger luego en Puente Castro la ronda sur. Pasé por casa a dejar las cosas y llevé luego a Pepe y a Carlos antes de encerrar la furgoneta.
Con ello cumplimos otro de los propósitos para este mes dentro del club. Como he dicho en más de una ocasión, una lástima que no se anime más personal para ello.
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