1ª TRAVESÍA “SEPÚLVEDA-PUENTE DE VILLASECA” “HOCES DEL DURATÓN”. (Segovia).
02/03-08-08
Retrasada desde mayo por problemas de acceso a la reserva, hemos realizado este primer fin de semana de agosto la travesía por las Hoces del Río Duratón, en Segovia. En esta ocasión recorrimos un tramo diferente al realizado hace nueve años. De aquella hicimos el recorrido desde el puente de Villaseca hacia el Monasterio de La Hoz, que sin duda ya puedo decir que fue más vistoso que este otro desde Sepúlveda al puente. Además, el otro tramo no tiene las restricciones de medio año que tiene éste por causa de la cría de los buitres que allí anidan.
Siete personas nos decidimos a realizar esta ruta situada a 280 Km. de León en la provincia de Segovia. Mientras Javi Fernández y su mujer Isabel marchaban el viernes, Álvaro, Vicente, Carlos Gil, Daniel y yo lo hacíamos el sábado por horarios laborales.
SÁBADO 2
Sobre las 17:30 horas llegó Álvaro a mi casa de donde salimos en mi furgoneta para echar gasolina y recoger a Carlos y a su hijo Dani en casa. Seguidamente nos encaminamos hacia San Miguel del Camino a por Vicente, al que se le había averiado el coche y no podía bajar a León. Allí colocamos el maletero de la furgoneta y poco después de las 18:00 horas emprendimos el viaje.
Por la A-66 circulamos con intención de desviarnos a la autovía de Burgos, pero íbamos hablando y me pasé la salida. Optamos entonces por continuar hasta Villamañan donde abandonamos la misma para dirigirnos hacia Valencia de Don Juan. Allí cogimos la comarcal de Mayorga entrando en la provincia de Valladolid unos kilómetros antes de dicha localidad ya situada en la nacional 601. Por la misma fuimos avanzando sin novedades hasta poco antes de La Mudarra. Yo notaba que la furgoneta iba haciendo vaivenes y no veía que hiciese viento alguno. Echando un ojo por el retrovisor comprobé que llevaba pinchada la rueda trasera izquierda. Despacio llegamos a un camino donde salimos y nos dispusimos a cambiarla. Eran las 19:35 horas.
En pocos minutos realizamos el cambio y continuamos el viaje. En La Mudarra paramos en una gasolinera donde vimos que tenían los aparatos para reparar pinchazos, pero nos dijeron que ya no funcionaba el servicio. Hinchamos un poco la rueda cambiada y proseguimos la marcha hacia Valladolid. Por cierto, el lunes siguiente la llevé a reparar y resultó ser de la válvula, pero además, al circular con ella deshinchada tanto rato la había desarmado y tuve que cambiar la cubierta.
Ya en Valladolid cogimos la ronda norte que sale hacia Palencia dejándola después para ir bordeando toda la ciudad por el nordeste con dirección Segovia. La salida hacia ésta estaba en obras, pero bien señalizada, por lo que no tuvimos problema alguno. Además comprobamos que han hecho una nueva autovía hacia Segovia por la que circulamos cómodamente hasta abandonarla en Cuellar, ya en dicha provincia. Aquí nos detuvimos unos minutos para tomar un refrigerio y estirar las piernas. Eran las 21:00 horas.
Nos quedaban unos 35 Km. hasta Cantalejo por una carretera comarcal de rectas de hasta diez Km seguidos, como comprobamos a la vuelta el día siguiente. En media hora hicimos este trayecto llegando a Cantalejo sobre las 21:35 horas. Atravesamos el pueblo para dirigirnos al camping “Hoces del Duratón” a la salida del mismo. En la recepción hicimos la entrada con la reserva que el día antes había hecho yo por teléfono. Como al día siguiente queríamos madrugar, ya abonamos también la estancia. En total 20 € por cinco personas, tienda y coche. Compré también un libro de rutas del Duratón para el club.
En una parcela cercana nos dispusimos a montar la tienda de ocho plazas que había llevado Vicente. El suelo era malísimo con piedra bajo la tierra arenosa en la que no había forma de sujetar los clavos. Como pudimos fuimos anclándola hasta dejarla mas o menos tensada. Luego se pusieron a hinchar un colchón enorme de tres plazas que también llevaba Vicente. Mientras tanto anocheció del todo.
Terminado el montaje nos dispusimos a cenar allí mismo. Estando en ello llegaron Javi e Isabel. Entre todos acordamos la hora de levantarse al día siguiente, las 7:30 horas. Ellos dos marcharían antes para desayunar en Sepúlveda donde nos encontraríamos. Tenían en el camping un bungalow para las dos noches que estaban.
En la tienda nos acomodamos los cinco. Álvaro, Vicente y Dani en la colchoneta y Carlos y yo abajo. La noche fue eterna. Cerca había una terraza y un parque infantil en los que estuvieron de cháchara hasta las tantas. También se oía fuera del camping voces de una fiesta o algo similar. Dani no dejaba de dar vueltas y casi se caía sobre mí. A las seis me levanté al servicio, que estaban allí cerca, y en esos momentos entraba un grupo de jóvenes que venían de fiesta. A las seis y media tocó tres veces el despertador de Vicente que no lo había desconectado. Vamos, que apenas pegué ojo en toda la noche.
DOMINGO 3
A las 7:30 horas tocó el despertador y nos fuimos levantando. Aunque procuramos no meter ruido, dimos alguna voz alta. Pues bien, todavía salió una señora de una tienda quejándose, por lo que no me pude contener diciéndole que también por la noche tuvimos que aguantar todos el griterío del resto. Me quedé con ganas de comentárselo al encargado del camping antes de marchar, pero era pronto y aún no habían abierto.
Ya levantados desarmamos la tienda y desayunamos. En los árboles vimos una ardilla que pasaba de unos a otros. A las 8:45 horas salimos del camping con dirección a Sepúlveda distante 19 Km. En 10 minutos avistamos éste desde el bonito mirador de Ignacio Zuloaga. Aquí nos paramos unos minutos para sacar una foto del pueblo soleado. Hablé con Javi que estaba en la plaza ya esperándonos. Bajamos un tramo de curvas cerradas antes de entrar en Sepúlveda por sus calles estrechas. En la plaza estaban los compañeros y en una cafetería cercana preguntamos por el comienzo de la ruta. En los coches nos dirigimos a ella llegando a las inmediaciones del cuartel de la Guardia Civil donde aparcamos. Cerca se emplazaba el santuario de La Virgen de la Peña.
Nos preparamos para la ruta y a las 9:45 horas comenzamos a caminar saliendo por una senda al lado del cuartel. Una señal nos indicaba la situación de La Puerta de la Fuerza a 800 metros. La vereda iba paralela al cañón que ya comenzábamos a ver por nuestra derecha. Pasamos cerca de un almendro y al lado de la senda vimos algunos cruceros de piedra. No en vano íbamos por una calzada romana y la Puerta de la Fuerza era lo que quedaba de una muralla de la época.
Tras un tramo por este camino salimos unos metros a la carretera que se dirige a un aparcamiento mas adelante por el que se accede al cañón por otra ruta. Nosotros abandonamos enseguida el asfalto y no tardamos en llegar a la Puerta de la Fuerza, un arco que se extiende unos pocos metros a los lados con muralla de piedra. Tras ella tuvimos una impresiónate vista del cañón del Duratón desde la parte alta. Hacia atrás se contempla la parte norte de Sepúlveda sobre el desfiladero.
El camino romano empedrado comienza a descender desde allí con algunos zigzag hacia el fondo del cañón mientras va cambiando de dirección bordeando la loma donde se emplaza la muralla. En el fondo del desfiladero vemos una gran masa de arboleda que nos vendría muy bien para mitigar el calor que ya azotaba. Ya en la parte baja nos encontramos con el primer puente de la ruta, el de Picazos, de origen romano, por el que se atraviesa a la margen contraria del Duratón. Un indicador nos señalaba el siguiente puente, el de Talcano, a 1 Km. También había un panel con normas del parque natural. Eran entonces las 10:10 horas.
Seguimos la senda paralela al río entre arboleda y los paredones del cañón. Unos 10 minutos mas tarde llegamos al comienzo de una zona escalonada con barandilla de madera que subía hasta media pared. Labrada en la misma continuaba la senda protegida por dicho quitamiedos desde el que se podían ver las enormes paredes anaranjadas del cañón. La senda comenzó a bajar de nuevo unos metros más adelante hasta situarse al nivel del río. Enormes chopos y álamos rectilíneos escoltaban el sendero en este tramo por la izquierda mientras las paredes subían por nuestra derecha.
Llegamos de esta forma a la invisible confluencia del Duratón con el Caslilla situada en la margen contraria. Dicho río bordea Sepúlveda por la parte contraria al Duratón, por el sur. Sí se puede ver lo que queda de una antigua central eléctrica, La Fábrica de la Luz, un edificio de tres plantas ahora en ruinas. Por encima de ello puede verse una curiosa formación rocosa, La Silla de Montar, que asemeja una silla de caballo. Hasta ver luego las fotos en casa y las de los folletos no me di cuenta del detalle. En la misma margen por la que íbamos, y por encima de nosotros, vimos un palomar redondo.
No tardamos en llegar al puente de Talcano por el que continúa la ruta de los Dos Ríos. Pues bien, según el folleto que llevábamos, había que seguir dicha ruta, aunque contrastaba con un indicador cercano que señalaba el puente de Villaseca hacia otro punto diferente. Luego me he dado cuenta de que ambas rutas eran comunes hasta este punto pero luego se bifurcaban. Nuestro objetivo era llegar al Puente de Villaseca, donde nosotros habíamos comenzado la vez anterior la otra ruta que sigue por el cañón abajo. Alguien dijo además que Javi e Isabel habían continuado por la misma. Eran entonces las 10:40 horas y llevábamos 3 Km. recorridos.
La senda continuaba entre matorral pasando poco después al lado de una vieja edificación abandonada y casi incrustada en la roca. Salimos luego a cielo abierto encontrando una casa donde el cañón se abre por la derecha en un amplio ramal lateral. Al lado contrario se eleva el llamado Picacho de San Julián, cerca del cual se encuentra la ermita del mismo nombre invisible desde el cañón. De nuevo en marcha nos cruzamos con varios ciclistas en bici de montaña. A escasos metros encontramos la Fuente Hontanilla donde nos detuvimos un momento. Aquí le picó un pequeño bicho a Dani, aunque no fue nada a resaltar.
Una vez más nos metimos bajo las paredes verticales mientras el cañón giraba considerablemente. En el picacho mencionado vimos posado un enorme buitre, de los primeros que veíamos en la ruta. Por encima de nosotros comienzan a sobrevolar un buen número de ellos que se van posando sobre los nidos de las paredes. Dani observa todo ello con los prismáticos que lleva como “oro en paño”. Lo que más me sorprende es la casi nula afluencia de visitantes en la zona. Solo los ciclistas y en este tramo otra pareja son los que encontramos. Pocos mas serían hasta el final de la ruta.
Unos altos y estirados álamos nos escoltan en el sendero paralelo al río. En una sombra hacemos una parada a las 11:20 horas sentados en unos troncos caídos. Dani juega un rato encima de un tronco del que no tarda en caerse. Retomamos la marcha pasando luego por una vieja casa derruida. Encima de los riscos continuamos viendo numerosos buitres encaramados. Alternamos los tramos de sombra con otros donde el sol nos da de lleno. Allí el aire no corre ni pizca y eso sube más la temperatura. Daniel ya va agotando sus fuerzas y nos detenemos unos minutos. Una pareja que pasa nos comenta que queda poco para otro puente pero al de Villaseca casi 6 Km. la mitad. Le animamos a llegar al menos hasta este otro puente.
Seguimos caminando viendo ahora un gran agujero en lo alto que traspasa la roca de lado a lado. Al fondo de aquel tramo se podía ver un gran pinar en la parte alta del cañón. Llegamos así a una cueva donde podía leerse en un dintel una inscripción mas o menos clara. Según el libro que habíamos comprado ponía “Lo hizo Pablo. Año 1884. María.” Estaba grabado en la piedra de la entrada y según este libro podría tratarse de algún pastor de la época que lo usase como refugio.
Entre arboleda recorrimos un tramo más bajo las verticales paredes hasta llegar al puente del Villar, una estructura de cemento sobre el río por el que sin embargo tampoco pasaba la ruta. Un indicador nos señalaba 4 kilómetros hasta el puente de Villaseca y 6 desde el de Talcano. Eran las 12:45 horas entonces.
Allí decidieron quedar Carlos y Dani mientras nosotros continuamos con intención de llegar al último puente. En el cielo se comenzaron a ver nubarrones que tapaban el sol de vez en cuando y amenazaban tormenta. Atravesamos una zona de repoblación con las plantas protegidas entre mallas. Al otro lado del río vimos varios corros de hiedra subir por las paredes rojizas del cañón. A los lados del sendero crecían toda clase de matorrales y arbustos, algunos muy floridos. Llegamos así a la pequeña fuente del “Chorrillo”. Allí nos detuvimos unos minutos y bebimos agua de la misma. Yo no me fío mucho de esas fuentes, sobre todo en verano cuando ya baja poco agua. Pues bien, no sé si fue eso o qué, pero durante un rato después tuve el estómago revuelto.
Continuamos la marcha encontrando un cartel que indicaba el límite de la reserva de la que nosotros salíamos. En la pared de nuestra derecha vimos una especie de terraza en su parte baja en la que incluso se veía una tapia de piedras. Vicente se acercó hasta ella y subió comprobando que se trataba de un corral de ganado bajo un techo natural de la pared.
A continuación nos envolvió de nuevo la arboleda mientras dábamos otro cambio de dirección. La senda se acercaba en varios lugares a escasos metros del río donde la tupida vegetación formaba un techo sobre el cauce. Más adelante encontramos dos piedras que habían caído formando una cuña entre la pared y el sendero. Escasos metros después nos cruzamos con Javi e Isabel, que ya habían comido en el puente y regresaban. Habían preguntado sí había una ruta alternativa de regreso para no repetir, pero las únicas eran por las carreteras de arriba.
Atravesando luego otra zona boscosa se produjo un remolino de viento que hizo caer varias ramas de la parte alta no lejos de donde estábamos Álvaro y yo. Vicente había cogido carrerilla y ya no le veíamos por delante. Cerca del río vimos varias zonas apropiadas como playas fluviales en las que incluso había gente bañándose. Ya cerca del puente se encuentra la Cueva de los Siete Altares situada unos metros por encima del sendero y a la que decidimos subir luego.
A las 14:00 horas llegamos por fin al Puente de Villaseca, o de San Juan, cuando el podómetro marcaba exactamente 12:00 Km. Por el mismo pasa la carretera que une Villaseca con Sebúlcor. Unos metros más adelante se encuentra el kiosco del área recreativa con varias mesas de terraza en las que se acomodaba numeroso personal, entre ellos Vicente. Allí mismo nos sentamos Álvaro y yo tras pedir unos refrescos fríos para acompañar la comida. Leyendo el resumen de hace nueve años compruebo que también en aquella ocasión comimos en esta terraza cuando hicimos la ruta hasta el Monasterio de la Hoz, río abajo. Cerca del río también se veían varias mesas de camping ocupadas por gente comiendo. Las nubes habían ido cubriendo parte del cielo, aunque no tan amenazantes como anteriormente. Tras terminar de comer me acerqué hasta un panel donde indicaba otra de las rutas que partía del lugar.
Estuvimos una hora allí antes de emprender el regreso. Tras pasar por debajo del puente llegamos a la cueva accediendo a ella por unas escaleras de piedra protegidas por una barandilla de madera. La entrada está cerrada con una verja para protegerla del vandalismo. Desde fuera se pueden ver varios huecos en las paredes que forman los siete altares que dan nombre a la cueva. Se supone que también hay restos de pinturas rupestres, aunque difíciles de distinguir. Según un cartel, se trataba de una iglesia visigoda del siglo I DC.
Retomamos la marcha teniendo los mismos 12 Km. hasta Sepúlveda. Nos acercamos hasta una de las pequeñas playas del río de este primer tramo. Atravesamos luego la arboleda de altos olmos, muchos de ellos secos afectados por la grafiosis, según el libro de ruta. Dejamos atrás las piedras en cuña y pasamos un trecho de repoblación donde entramos en la zona de reserva del parque natural. En lo alto de los riscos vimos varios buitres y conseguí sacar alguna foto más o menos decente con el zoom de la cámara.
Dejamos luego atrás la fuente del “Chorrillo” y más adelante vimos numerosos buitres volando sobre nosotros y en los nidos. Comprobamos como algunos llegaban a ellos lanzándose en picado a velocidades de vértigo. Estuve grabando y fotografiando un rato todo ello antes de continuar. Vicente ya se había adelantado de nuevo y le encontramos sentado en el puente del Villar, al cual se nos hizo largo el tramo de 4 Km. desde el de Villaseca. Llegamos a éste a las 16:05 horas. En los últimos tramos llevábamos una media de 4 Km/hora, por lo que deberíamos de tardar al de Talcano, situado a 6 Km, 90 minutos.
En este puente nos hicimos una foto y atravesamos al otro lado para ver donde conducía el sendero, viendo como seguía paralelo al río unos metros. Retomando la senda principal vimos un pequeño edificio blanco justo en la base de la pared, unos metros por encima de nosotros. Algunos carteles iban recordando las normas elementales del parque. Cuando las nubes tapaban el sol se agradecía el fresco en los tramos abiertos.
Enseguida llegamos a la antigua cueva habitada con la inscripción en la entrada. Me saqué una foto ya que no lo había hecho a la ida. La entrada la formaban dos piedras a modo de vigas verticales sobre las que descansaba otra con el grabado ya comentado. Encima de ésta había una especie de bloque de piedra parecido a los modernos de hormigón para hacer las tapias. Incluso tenía los dos agujeros cuadrados en medio.
El siguiente tramo lo pasamos entre arboleda por debajo de la oquedad que traspasaba la roca en la parte alta del cañón. Al lado del sendero partía una estructura de piedra que formaba un canal que se dirigía al río cortándose unos metros antes. En su tiempo se usaría para llevar el agua hasta alguna especie de molino o similar. Unos metros mas adelante vimos otra edificación literalmente incrustada en la roca y rodeada de vegetación. De nuevo pudimos ver en lo alto de los riscos un gran número de rapaces destacando sobre el cielo.
Dejamos atrás la casa sin techo y más adelante una zona con varios restos de tapias de piedra que a la ida no había visto. El sendero continuaba entre altos olmos mientras daba un giro hacia la zona del Picacho de San Julián metiendose un tramo bajo el techo de la pared. No tardamos en llegar a la fuente “Hontanilla” donde el cañón se expandía por la izquierda nuestra. De nuevo, frente al Picacho de San Julián, dejamos atrás la casa en una zona de solana entrando enseguida de nuevo bajo la arboleda. Por allí vimos también algunas huertas y al lado del río había un grupo de jóvenes. Mas adelante encontramos otra edificación derruida y exactamente a las 17:42 horas llegamos al puente de Talcano, donde el podómetro marcaba 22,640 metros. Seguíamos con la media de 4 Km/h y el podómetro coincidía prácticamente con los kilómetros de la ruta.
Leyendo ahora el libro de la ruta compruebo que el puente de Talcano no era la pasarela que veíamos, si no un pequeño puente cercano y de origen también romano que no llegamos a ver.
Subimos unos metros por el sendero divisando enseguida la Silla de Montar y el palomar. Un cartel indicaba 1 Km. hasta el puente Picazos. En pocos minutos llegamos a la altura de la Fábrica de la Luz continuado de nuevo entre los rectos árboles que nos llevaron hasta el comienzo del paso elevado bajo las paredes. Protegidos por la barandilla de madera fuimos cogiendo altura disfrutando de nuevo de una panorámica un poco elevada sobre el río. Allí nos sacamos Álvaro y yo unas fotos, ya que Vicente de nuevo se había escabullido hacia adelante.
Ya en la parte baja nos metimos una vez más entre la arboleda camino del puente de Picazo situado a otro kilómetro del anterior, como indicaba una señal vertical. En la misma también había otra que marcaba 500 metros hasta la Puerta de La Fuerza. Atravesamos el puente antes de comenzar la dura pendiente hacia dicho lugar. El sol aún le pegaba fuerte y costaba subir. Los bastones los llevaba en la mochila y me contuve de sacarlos ya que el tramo era corto. Por la calzada empedrada fuimos ganando altura teniendo una bella vista del cañón con varios buitres volando. Conseguí una foto bonita del paisaje aquel con las aves volando.
A las 18:22 horas, tras 24:470 Km. recorridos, alcanzamos la Puerta de la Fuerza. A su sombra nos sentamos unos minutos terminando el agua que llevaba, por cierto muy caliente. Ya teníamos a la vista Sepúlveda y hacia ella nos dirigimos un tramo por el camino y otro por carretera. Echando la vista atrás vimos unos negros nubarrones por entre los que se colaban los rayos solares formando bellos efectos. Esas mismas nubes eran las que también producían los claroscuros que se proyectaban sobre el cañón y el pueblo configurando otra postal de foto. De nuevo por el camino dejamos atrás los cruceros de piedra y los almendros ya cercanos al pueblo. A las 18:30 horas entramos en Sepúlveda con el podómetro marcando 25,200 Km.
Allí encontramos a Carlos tumbado en el parque y Dani jugando en el mismo. También Vicente andaba por allí cerca. Javi e Isabel ya habían marchado mucho antes. En una fuente cercana bebimos todo el agua que quisimos, y fresca. Además nos cambiamos y nos refrescamos los pies en dicha fuente. En el parque había varios aparatos de gimnasia que usamos para hacer un decatlón rápido mientras lo grabábamos.
A las 19:20 horas emprendimos el regreso a León. Salimos de Sepúlveda por una calle que nos llevó a la parte contraria de la que teníamos que salir. Tuvimos que dar la vuelta y atravesar un túnel que atraviesa por debajo del pueblo hasta coger la dirección buena. Decidimos entonces volver por la carretera de Sebúlcor hacia Cantalejo, la cual va en muchos tramos muy cerca del cañón. Precisamente a unos tres kilómetros del pueblo hicimos una parada en un pequeño recodo de la misma para disfrutar de las hoces desde la parte alta. Álvaro, Vicente y yo nos decidimos a bajar unos metros hasta una punta en el mismo borde del precipicio. Resultó que nos encontrábamos en el Picacho de San Julián justo encima de la casa blanca y las huertas. Tuvimos una bella y amplia vista del cañón y de Sepúlveda al fondo. Por cierto, no vimos la ermita por lado alguno.
Remontamos de nuevo los 50 metros que podía haber a la carretera y retomamos el viaje por este trazado lleno de curvas y pendientes. De camino a Sebúlcor recibimos la llamada de Javi para preguntar dónde estábamos y decirnos que ellos ya estaban en León. Eran entonces las 19:30 horas.
Dejamos atrás el desvío hacia el puente de Villaseca y al paso por Sebúlcor vimos un bonito edificio de ladrillo y piedra sede de una empresa de ocio y tiempo libre. No tardando llegamos a Cantalejo al que entramos por la carretera de la parte de atrás del camping. Atravesamos el mismo para salir con dirección a Cuellar. 35 Km. nos separaban de éste con rectas de varios kilómetros, como ya comenté. En esta ocasión no atravesamos el pueblo, si no que cogimos la autovía “A 601 Valladolid – Segovia” a la entrada. Por ella me iba dando el sol de frente y me dejó Carlos las gafas de sol.
Así llegamos a Valladolid donde salimos de ella por las mismas calles que a la ida. Luego nos dimos cuenta de que podíamos haber seguido ya que solo estaba cortado el carril de salida. Volvimos a rodear la ciudad por la parte nordeste hasta coger la carretera de Palencia en sentido contrario a ésta y enlazando luego con la nacional 601 hacia León. Poco antes de llegar a Medina de Rioseco vimos una bonita puesta de sol a las 21:30 horas. Diez minutos después paramos en esta villa a tomar un refrigerio en un bar. Las calles estaban abarrotadas de personal y se oían cohetes de la fiesta.
Tres cuartos de hora estuvimos allí antes de retomar el viaje a las 22:20 horas. Ya anochecido del todo fuimos avanzando por la nacional sin novedades hasta llegar a Santas Martas donde entramos en la autovía de Burgos. Por ella vinimos hasta enlazar con la de Benavente saliendo en La Virgen del Camino para dejar a Vicente en San Miguel cuando eran las 23:40 horas. Un cuarto de hora mas tarde llegamos a Armunia donde quedaron Carlos y Daniel en casa. En pocos minutos terminamos Álvaro el viaje de un total de 560 Km. en mi casa. Aquí tenía él el coche metido en la plaza de garaje.
Como apunté al comienzo, comparando el tramo recorrido esta vez con el anterior, me quedo con aquel, al igual que Carlos, que era el único que también lo había hecho en aquella ocasión. De todas formas, tampoco podemos decir que no merezca la pena, incluso bien programado, y con algún día más, se pueden hacer los dos tramos perfectamente.
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