lunes, 21 de abril de 2008

VALLE DE ARBÁS 20-04-08

 


2ª TRAVESÍA “CASARES DE ARBÁS-COLLADO GISTREO-VIADANGOS-CASARES DE ARBÁS”.

20-04-08       (Domingo)

La climatología invernal de estos días no ha hecho modificar los planes que teníamos para esta jornada, que no eran otros que la ascensión a Peña Labra, en Palencia. Improvisamos entonces una ruta que les propuse y que había hecho yo hace cuatro años en la zona del Valle de Arbás marcada por “Cuatro Valles” y que transcurre entre Casares de Arbás y Viadangos.
A las 8:30 horas quedamos en reunirnos en Guzmán los seis participantes que íbamos. Poco antes de salir hacia allí recibí la llamada de Antonio para decirme que no iba, por lo que se reducía el número a cinco. En Guzmán me reuní con Adelino, Roberto, Álvaro y Vicente. A esa misma hora salía una excursión de la Delegación de Montañismo a la que iban algunos socios del club.
Con el cielo nublado y casi escapándose la lluvia emprendimos el viaje por la nacional hacia Villamanín. Aquí nos desviamos para entrar al Valle de Arbás llegando poco después a Casares donde aparcamos tras 60 Km. Allí estaba cerrado por completo y llovía. Las nieblas cubrían todas las cumbres del valle aunque no habían bajado al mismo. En el pórtico de la iglesia nos cambiamos y preparamos para la ruta decidiendo luego tomar un café en un bar cercano. En él tenía una bonita foto aérea de todo el valle.
Poco después de las 10:00 de la mañana emprendimos la marcha saliendo de Casares (1320 m), por una calle frente a la iglesia que desembocaba en un camino. En él vimos una señal de la ruta en la que indicaba a Viadangos 8,5 Km en 3 horas. El camino comenzó a ascender suavemente por encima del arroyo casares y paralelo a él. Junto al cauce vimos los restos de lo que podía ser un antiguo molino. El camino se encontraba embarrado por la lluvia que seguía cayendo incesantemente. Comenzamos a ver también algunos neveros en las laderas y cascadas en el arroyo, algunas considerables. Vicente bajó a sacar una foto de una de ellas. Algo por encima había un puente de cemento.
Sin abandonar el camino y siempre por la margen derecha del arroyo, fuimos ascendiendo por aquel estrecho valle acercándonos cada vez más al nivel de la niebla. Ya situados justo al final del macizo de Las Tres Marías por su parte Este, vimos las laderas completamente cubiertas por la nieve. También por la derecha, en la Sierra del Turrón, se acumulaba la misma. El camino zigzagueaba por el valle llevándonos hasta las inmediaciones de una caseta situada bajo las escarpadas laderas del macizo comentado. Allí el paisaje era totalmente invernal. La niebla casi se cerraba por completo y el terreno estaba cubierto por una capa de nieve no muy gruesa pero sí uniforme. Por un puente pasamos el arroyo para acercarnos al refugio cerca del cual vimos también un corral de ganado. Eran las 11:00 horas y llevábamos 1,800 Km.
Este refugio tenía unos 12 m2 y era de piedra y teja. En el interior había una chimenea con leños al lado y en unas estanterías vimos algunas latas de conservas y otros alimentos. Dos caballetes y un tablero hacían de mesa y había algunas sillas. En la puerta había un papel donde algunos visitantes habían dejado su reseña como también nosotros lo hicimos. Hasta una dentadura postiza encontramos en un bote.
Quince minutos después retomamos la marcha por el mismo camino cubierto de nieve. Entre la niebla comprobamos como eran de escarpadas las paredes que caían desde las Tres Marías hacia el valle. Algo mas arriba vimos una panorámica del valle totalmente cubierto por la niebla a media altura y nevado. Era una auténtica estampa invernal. Tras subir unos 300 metros desde la cabaña, el camino dio un giro completo cambiando de dirección de N a SE. La nieve ya abundaba en el mismo, aunque se avanzaba cómodamente. Por el lado izquierdo teníamos matorrales cubiertos también de nieve formando una foto navideña. Tras volver a cambiar el rumbo a norte, alcanzamos la collada de Gistreo, 1628 m, a las 11:40 horas y después de 2,300 Km. Ni que decir tiene que la vista era nula desde allí.
Hacia el norte comenzaba a extenderse un bonito pinar por el que teníamos que bajar. En esos momentos la lluvia se había convertido en nieve copiosa. Aprovechando una estaca de la ruta como base nos sacamos unas fotos de grupo allí mismo antes de internarnos en el bosque donde el camino sí que tenía abundante nieve. Como apunte anoto que la vez anterior estaba aún con más nieve y algunos se hundían tanto que no podían salir.
Aquel tramo resultó especialmente bonito por lo ya comentado. Era una auténtica postal navideña e invernal la que nos rodeaba. Entre los pinos corrían algunos riachuelos que mejoraban más si cabe dicha vista. Siguiendo el camino nos llevó a un cruce con otra pista que venía de abajo y seguía valle arriba. Una estaca en esta última dirección nos guió hacia allí viendo en ella otra flecha que nos metía de nuevo en pleno bosque. Por él, mas que seguir la ruta, íbamos guiándonos por la intuición. Las señales escaseaban y de vez en cuando encontrábamos alguna. En los troncos vimos pintadas que también nos iban guiando por la senda tapada de nieve. En este tramo tropezó Álvaro y cayó al suelo envuelto en el poncho que llevaba puesto. Hasta él se reía del suceso.
Ya bastante abajo nos situamos al lado del arroyo principal, el de Viadangos. En esos momentos se abrían algunos claros y pudimos ver las cumbres del fondo del valle. En el arroyo caía una cascada curiosa a la que nos acercamos en su parte alta. Allí mismo pasaba un sendero el arroyo, pero no le dimos importancia. Continuamos por el bosque sin encontrar ninguna marca más de la ruta. Tuvimos, eso sí, una bonita vista de la cascada desde la parte baja.
Así caminamos un rato hasta que Álvaro, que iba por delante, nos comentó que se cerraba el paso y no se podía seguir. Tampoco podíamos pasar allí el arroyo, ya que estaba encajonado y era muy complicado. Echando una vista a la parte contraria vimos un camino por encima y una estaca en él. Tuvimos que retroceder hasta lo alto de la cascada y pasar el arroyo subiendo el sendero que antes habíamos visto y que nos situó en el camino de la ruta.
El sol seguía luciendo entre las nubes que corrían del oeste. Ahora teníamos una bonita vista de la cabecera del valle con las cumbres despejadas. Por el norte cerraba el mismo la sierra del Cueto Negro, en la que se emplaza la estación de ski de Pajares y que es límite provincial con Asturias. Por el sur corría la de Chagos que se unía a la anterior en la cabecera del valle.
Por dicho camino descendimos suavemente con dirección a un refugio que ya veíamos y en el que también la vez anterior paramos a comer. A las 13:00 horas llegamos a la altura de éste marcando el podómetro 4,5 Km. Comparando las fotos de los dos refugios, podría decir que eran casi idénticos en tamaño y construcción. Dentro del mismo había una chimenea, varias sillas, una mesa, una especie de sofá y estanterías con latas de conserva, licores, y otros alimentos de larga duración. También algunos cuadernos con apuntes hechos por otros montañeros. Vimos igualmente una visera, un sombrero de cowboy, con el que nos sacamos unas fotos, unas gafas, y varias cosas mas de dudosa utilidad.
Enseguida atropamos leña aprovechando un matorral seco cercano y Adelino prendió lumbre. Yo me quité las polainas y el pantalón de agua para que secase. Colgada de un gancho había una cazadora totalmente destrozada que echamos al fuego dando un olor fuerte a “cerdo” quemado que por suerte se fue enseguida. Aprovechamos el calor para secar algunas prendas húmedas. Dejamos una tarjeta de cumbres bien visible pidiendo por favor su devolución. Antes de marchar, Vicente se acercó a por agua con un cubo y limpió el suelo con una vieja fregona que allí había. Dejamos también la leña sobrante dentro para que fuese secando.
Eran las 15:00 horas cuando retomamos la marcha tras comer y disfrutar un rato en aquel refugio. El camino pasaba el arroyo algo más abajo y lo tuvimos que hacer por las piedras. Por nuestra derecha subían las laderas de pinares. Apenas había nieve en el fondo del valle y solo pisamos algunos neveros. Mas adelante el camino se unió a otro que venía del pinar y que transcurría a media ladera. Por él habíamos visto pasar unos quad estando en la caseta.
Al otro lado del arroyo vimos pastando varios caballos. En un sendero me pareció ver una señal de la ruta, que no veíamos en el camino que llevábamos. Por la ladera contraria caía una gran cascada de cola de caballo. Allí daba un giro el valle de 90 grados dirigiéndose ahora al sur. Mas adelante el camino atravesaba un puente de cemento tan bajo que el agua se colaba mas por arriba que por abajo. Era imposible atravesarlo, por lo que tuvimos que volver a usar las piedras para pasarlo. Unos metros mas adelante encontramos una pequeña presa que hace cuatro años estaban construyendo. Unos metros más adelante vimos un curioso merendero. Tenía una mesa formada por dos piedras, una sobre otra, y cuatro más de sillas alrededor. Algunas de las nubes que pasaban dejaban escapar gotas de lluvia de vez en cuando.
No tardamos en contemplar de frente la bonita silueta blanca del Fontún. Era una vista realmente espectacular verlo completamente nevado y con un fondo de cielo oscuro. El camino transcurría ahora entre prados con acequias que recogían el agua para el riego estival. Llegamos a una bifurcación donde uno de los ramales atravesaba el arroyo y otro, menos marcado, seguía por la misma margen. Optamos por seguir este último y enseguida vimos una estaca de la ruta. Una de dos, o no pusieron las marcas donde debían, o las han ido quitando. De nuevo vimos cómo se cerraba el cielo de nubarrones encima de nosotros y comenzaba a llover de nuevo. Hacia atrás contemplábamos ahora la parte alta de la estación de ski de Pajares iluminada por el sol.
Así entramos en Viadangos de Arbás, (1300 m) cuando eran las 16:25 horas y tras 8,500 Km. Al otro lado del arroyo se veía el cementerio de la localidad. Nada más entrar vimos una señal que nos indicaba la dirección de la ruta que salía del pueblo sin apenas atravesarlo. En vez de seguir esta indicación, nos encaminamos hasta el centro del pueblo donde encontramos un centro de turismo rural donde entramos unos minutos para tomar un refrigerio. Reconozco que un poco como recochineo, llamé a Antonio para decirle lo que se estaba perdiendo por no ir.
Media hora estuvimos allí antes de retomar el último tramo de la ruta. Atravesamos el arroyo Viadangos y pasamos al lado del cementerio. Una señal nos indicaba a Casares 4,5 Km. en 1h 30m. El camino iba con dirección paralela al mismo por el que habíamos llegado al pueblo. Al lado del mismo había un pilón con una fuente. Unos metros más adelante se bifurcaba. Unos de ellos seguía por el valle siendo el ramal que a la ida nos habíamos encontrado mas más marcado. El otro comenzaba a ascender por la ladera siguiendo la ruta.
Poco a poco fuimos ganado altura entre las sierras del Turrón y la de Cangas, que daba paso al Valle de Arbás. El camino serpenteaba para evitar la fuerte pendiente de la vaguada. A los compañeros les dio por atajar en un recodo y al final les seguí, no sin antes llamarles de todo. Bueno, casi de todo. Eso sí, les dije que les iba a poner verdes en este resumen. Así que esos cacho........... me hicieron subir por una ladera de hierba empinada para al fin y al cabo ganar nada de tiempo.
Echando la vista atrás pudimos disfrutar de una vista espectacular de Viadangos con Peña Lasa detrás y el Fontún a la derecha. Bajo éste podíamos ver ahora también parte de Villamanín. A al Norte del Fontún salía la cumbre de otro pico que bien podía ser el Bodón de Cármenes. En medio de la ladera vimos otra fuente con pilón. En ese tramo estuve hablando con mi hermana por teléfono.
Así alcanzamos el collado Sierra del Turrón con 1430 metros entre los dos valles, el de Arbás y el de Viadangos. Eran las 17:45 horas, llevábamos 11 Km. y en esos momentos lucía el sol entre las nubes. La vista era amplia ahora y pudimos ver hacia atrás incluso creo que la cumbre del Brañacaballo. Hacia el Valle de Arbás teníamos una panorámica de postal. Todas las cumbres se mostraban despejadas, desde Las Tres Marías, Ortigal, La Brazosa y Barragana así también otras mas alejadas como la del Cerro Pedroso, Llamargones o el Feliciano. A nuestra derecha teníamos la cumbre de Peña Muerca y a la izquierda la del Turrón. En el fondo del valle podíamos ver Casares y Cubillas de Arbás.
Comenzamos a descender siguiendo el camino que antes se había perdido. La vista de Las Tres Marías allí al lado era realmente impresionante. De nuevo, no sé porqué, se fueron saliendo del camino marcado hacia las laderas. Poco más adelante se reunieron mirando al suelo. Habían visto un escarabajo de un color azul turquesa en cuyo vientre llevaba cientos de huevos pegados.
Retomamos el camino allí cerca y por él salimos a la carretera a un kilómetro escaso de Casares de Arbás. Antes de entrar en él nos sacamos una foto de grupo con las Tres Marías de fondo. Por el Oeste comenzaba a cerrarse de nuevo el cielo. A las 18:45 horas llegamos al pueblo tras haber recorrido 13 Km., los mismos que marcaba el mapa de ruta.
Justo en esos momentos se echaba a llover débilmente. Yo me acerqué hasta el portalón de la iglesia donde me cambié toda la ropa. Cuando emprendimos el viaje a las 19:10 horas llovía con fuerza y las cumbres estaban entre niebla. Optamos por subir hasta el túnel entre los dos valles para tener una vista amplia de Arbás. Pasamos por Cubillas y subimos hasta este punto donde ya no llovía. Allí nos detuvimos unos minutos para ver el valle y charlamos con un par de jóvenes de la zona. Continuamos el viaje y decidimos volver por la collada de Aralla en vez de por el pantano. En dicho puerto nos detuvimos y entramos en el bar a tomar un refrigerio. Allí estuvimos desde las 19:50 h. y las 20:15 h. A continuación emprendimos el descenso del puerto hacia La Pola de Gordón. Al lado de la carretera vimos un par de bonitos caballos. Ya por la nacional fuimos avanzando sin novedades hacia la capital. A las 21:15 horas entramos en León donde dejé a los compañeros y seguidamente llegué a casa.
Un acierto tuvimos con este cambio realizado de última hora. Sin que la climatología fuese totalmente apacible, nos dejó disfrutar de una grata jornada en una ruta improvisada.






























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