1ª TRAVESÍA “SAN FACUNDO- MATAVENERO- POIBUENO- SAN FACUNDO”.
11-01-04 (Domingo)
Comenzamos el año con una bonita travesía por la zona berciana cercana a Torre del Bierzo, concretamente algo más al sur del mismo. Ésta transcurre por el valle y cañón del río Argutorio, también conocido como Real, y asciende a lo largo de unos cuatro o cinco kilómetros pasando por los pueblos reocupados de Matavenero y Poibueno donde se comienza el retorno.
A la misma fuimos 8 personas, entre ellos algunos no socios del club o en trámites que, siguiendo las normas del mismo, viajaron en un vehículo aparte. Dichos participantes éramos los siguientes: Pepe, Javi V., Cristina, Pablo, José Antonio, Álvaro, Merce y yo. En Guzmán nos reunimos todos hacia las 9:00 horas y poco después emprendimos el viaje en los coches de Javi y Mercedes.
Tras parar en un kiosco de Trobajo a ver si tenían pan, sin éxito, salimos por la nacional hacia Astorga en el cual lo encontramos. Ya metidos en la autovía circulamos hacia el puerto Manzanal donde la niebla nos envolvió por completo hasta comenzar el descenso.
Llegado al desvío de Torre del Bierzo salimos de la misma y nos dirigimos hacia San Facundo, comienzo de la ruta. Por una estrecha carretera llegamos a dicho pueblo pasadas las 10:00 horas. En el centro del mismo aparcamos los coches y nos preparamos para caminar. La lluvia nos acompañaba desde hacia un rato y hubo que ponerse chubasqueros y demás. La temperatura no era baja por lo menos. Desde lo alto del pueblo saqué una foto del comienzo del cañón.
Alrededor de las 10:40 horas comenzamos la ruta saliendo de San Facundo por un estrecho sendero paralelo al río. Por encima vemos los cables eléctricos medio caídos de una antigua piscifactoría que luego contemplaríamos. El sendero va ganando altura durante un trecho con respecto al río y encontramos vegetación variada a sus orillas. Algo más adelante tenemos que atravesar un puente sobre el mismo y pasamos a la margen derecha. Continuamos ascendiendo suavemente y no tardamos en divisar por debajo la piscifactoría antes mencionada. A lo largo de este sendero vimos numerosas marcas de colores, como arco iris, animales, etc., dibujados por los habitantes de los pueblos hacia los que íbamos y que luego explicaré quienes son.
Poco a poco nos vamos metiendo más de lleno en lo que es el cañón en sí. Las vistas, a pesar de la niebla y la lluvia, son espectaculares. En diferentes lugares nos detenemos para sacar alguna foto sobre el cauce y contemplar las paredes del desfiladero. Aunque no es muy estrecho, hay varios cortados impresionantes. En la cuenca del río hay una presa que sirve para captar el agua que utiliza Bembibre para consumo general.
Tras dejar ésta atrás y recorrer otro trecho a buena altura sobre el río, comenzamos a nivelarnos y alcanzamos un puente donde paramos a sacar una foto. Yo coloqué la cámara para salir todos con el disparador, pero estaba tan lejos que no me dio tiempo a llegar y no salgo en ella. Por esta margen del río volvimos a ascender de nuevo entre numerosos árboles, algunos de tronco realmente grueso.
La intención primera nuestra era ir a Poibueno y luego a Matavenero, pero nos pasamos el desvío al primero sin verlo y ya continuamos hacia el otro para hacerlo al contrario. Paso a paso nos fuimos metiendo en un valle lateral por la derecha en cuya ladera vimos algunas casas del pueblo. José Antonio y yo nos desviamos un poco hacia un saliente para contemplar el valle hacia ambos lados y el resto nos sacó alguna ventaja. Éste, junto con Javi, eran los únicos que conocían aquella ruta y les llevábamos de guías.
Por el sendero llegamos a la punta del valle donde un puente atravesaba el cauce de otro arroyo. Allí estuvimos parados y aprovechamos para recoger algunas castañas que aún quedaban sanas en el suelo. Tras un rato sin lluvia, comenzaba a arreciar de nuevo cuando empezamos a subir la fuerte pendiente que nos quedaba hasta Matavenero. En este trecho vimos, como ya nos había anunciado Javi, algo un tanto curioso. Un enorme tronco caído y en forma de puente se atravesaba en el sendero teniendo que pasar por debajo de él para continuar la ascensión. Ya con ganas de llegar recorrimos este último trayecto hasta entrar en Matavenero sobre las 12:30 horas.
Tanto éste como Poibueno, eran dos pueblos deshabitados hace años en los que se ha instalado una colonia de unos 40 ecologistas de diferentes países con ese estilo de vida tan peculiar. Las viviendas originales de piedra han sido reconstruidas con numerosos materiales como chapas, madera, pizarras etc., muchos de ellos reciclados. Hasta allí no llega luz eléctrica y se iluminan con velas, baterías o paneles solares.
Una de las edificaciones se utiliza como bar, sala de reuniones etc., y en ella entramos a secarnos un poco y descansar. La encargada del mismo, una chica joven, nos comentó que llevaban unos 14 años allí. Nos contó algo de la historia del lugar, los trámites para poder habitar el pueblo sin que nadie les pudiera reclamar nada, etc. Hasta allí tampoco llega carretera alguna, y el acceso más cercano es desde la que viene de Foncebadón y tras caminar unos 20 minutos.
El bar se calienta con una cocina de leña que prendieron estando nosotros allí. Como seguía lloviendo, decidimos comer allí mismo y luego tomar un café. Otra curiosidad de esta comuna es que no se cobra nada de lo que se toma, si no que tienen un bote y cada uno deja la voluntad. En aquel curioso lugar nos sacamos unas fotos y secamos la ropa al calor de la lumbre.
Antes de irnos nos acercamos hasta otro edificio cercano usado de tienda de recuerdos. En él venden numerosas conservas de fruta que ellos mismos envasan. También manualidades que los niños hacen en la escuela, postales y otros muchos recuerdos del pueblo. Tenían un bonito póster con fotos de diferentes casas que, de no haber sido tan grande para traerlo, lo hubiese cogido.
Poco a poco había dejado de llover y decidimos continuar la marcha. Ya casi eran las tres cuando lo hicimos atravesando todo el pueblo desperdigado por la ladera. Vimos la escuela, el servicio común y otra tienda. También algo que nos sorprendió, una pequeña caravana metida en un sitio casi inaccesible para ella. Las casas eran de lo más variado como ya dije. A los muros de piedra originales se les había añadido casi toda clase de materiales que pudieran servir para hacerlas habitables, eso sí, sin ningún tipo de chapuzas, si no bien ensambladas y rematadas.
Así fuimos descendiendo hacia el fondo del valle, donde se sitúa Poibueno, pueblo en el que solo viven unos pocos habitantes y que ni tan siquiera vimos. Antes de llegar a él, y en un rincón del valle, vimos una bonita cascada. Echando la vista atrás contemplamos el pueblo que habíamos dejado formando una bella estampa en la ladera. Aprovechando la ventaja de la cámara digital, saqué numerosas fotos para seleccionar luego las mejores.
Ya en el fondo del valle estaba el río que atravesamos por otro puente de troncos que parecía recién construido. Tras éste nos encontramos con los restos de la iglesia con algunos muros aún bien conservados. Por encima de la misma vimos dos o tres viviendas, estas menos mejor reconstruidas que las anteriores. Como dije, no encontramos a nadie por allí y subimos hasta la parte alta.
Una opción que teníamos desde allí era la subida a Fonfría, pero visto el tiempo que hacía y la hora que era, las tres y media, no nos pareció conveniente. Antonio y Álvaro se adelantaron y decidieron subir hasta donde vieran que se les podía hacer tarde en el regreso. El resto optamos por emprender el regreso siguiendo el sendero del valle en vez de subir de nuevo por Matavenero. El problema que había por allí era el siguiente. Había que cruzar el río y la última vez que Javi lo había hecho fue por un par de troncos provisionales tras la caía del Puente de las Cabras. Pepe no iba muy convencido y era de la opinión de asegurarse el regreso por el mismo lugar. Al final seguimos el instinto de Javi y salimos por un sendero paralelo al río y con éste a nuestra izquierda.
Así comenzamos a subir suavemente por aquel estrecho ramal ganado desnivel hacia el cauce, que por su parte iba bajando. De esa forma alcanzamos el Mirador del Pozo de las Ollas, desde el cual se puede contemplar una bella serie de cascadas del río encajonado entre roca. Desde el mismo se comienza a descender paulatinamente hacia el fondo del valle donde teníamos que atravesar el río. A Javi le teníamos sentenciado que si no había puente, le usaríamos a él como tronco.
En una bifurcación del sendero dudamos cual sería el bueno. Merce se adentró por el de la derecha viendo que terminaba allí mismo. Por la izquierda seguimos entre matorral bajo hasta llegar de lleno al lugar donde estaban los dos troncos sobre el agua. El ancho allí era de unos 8 metros y aunque no era profundo el lecho, la corriente era fuerte.
Ayudados por un palo que apoyábamos en el fondo, y con sumo tiento, fuimos cruzando uno a uno a la parte contraria. A partir de allí continuaba el sendero por la ladera contraria del valle, la misma que por la mañana habíamos llevado. Pasamos algunos pedreros y lugares donde el desnivel volvía a ser considerable hacia el arroyo. De esa forma alcanzamos el cruce donde anteriormente teníamos que haber cogido el sendero por el que ahora íbamos para ir primero a Poibueno en vez de a Matavenero. En el mismo vimos un par de indicadores, bastante mal conservados por cierto, de los dos pueblos mencionados.
Ya por esta vereda nos encaminamos hacia el pueblo de San Facundo donde terminaríamos la marcha. Poco a poco se iban abriendo más claros en el cielo y vimos el reflejo del sol en las cumbres. Por entre la vegetación alcanzamos el puente de troncos donde quise que me sacaran una foto a mí, ya que antes no había salido en ella. Mas adelante llegamos al tramo donde el desnivel volvió a pronunciarse cerca de la presa para empezar el descenso del último trecho. En las paredes del cañón seguimos viendo algunas pinturas de arco iris y otros símbolos ecológicos. Caminando llegamos a la altura de la piscifactoría que vimos a nuestra izquierda.
Tras unos metros de descenso más, atravesamos el último puente antes de encaminarnos ya directamente hacia el pueblo donde llegamos sobre las 17:30 horas. Como los conductores de los coches eran Javi y Merce, pudimos cambiarnos tranquilamente y merendar un poco. Estando allí llovió otro rato más. Poco a poco fue oscureciendo mientras esperábamos por José Antonio y Álvaro. Le calculábamos que podían tardar poco más de una hora desde nuestra llegada.
Sentados bajo un cobertizo donde había un carro de paja y varias tablas fuimos haciendo tiempo ya algo impacientados cuando llegaron las siete y no llegaban. Hablando con un vecino de allí, que nos ofreció un lugar para meternos si teníamos frío y demás, nos comentó que, si habían llegado a Fonfría, era normal la tardanza. Eso sí, también nos dijo que si se habían salido del sendero hacia el bosque, no lo tenían fácil. Por lo que dedujimos de sus explicaciones, era posible que hubiesen tomado ya mal el camino cuando nos dejaron a nosotros.
Comenzamos, visto que la noche ya era cerrada y no llegaban, a pensar en dar aviso de su tardanza. Antes de ello nos acercamos Merce y yo hasta la entrada del pueblo desde el valle como antes ya había hecho Pepe y por suerte, ya a las 19:30 horas, les vimos venir por dicho sendero a los dos. La explicación es ésta. Un fallo de orientación en Fonfría les llevó a venir por una pista que daba más rodeo en vez de meterse por los senderos, lo que por otra parte fue lo más acertado.
Sin más emprendimos el regreso a León con esas dos horas de retraso, pero más tranquilos. Por la estrecha carretera circulamos hasta otra más general entrando poco después en la autovía. En ésta Javi le dio un poco de caña al coche y ya en Astorga la abandonamos. Por la nacional más suave fuimos avanzando hasta llegar a Hospital de Orbigo donde paramos a esperar por el otro coche durante 15 minutos. Ya juntos reemprendimos la marcha y sin novedades llegamos a León sobre las 21:20 horas. En Guzmán nos reunimos y nos despedimos unos de otros tras lo cual Pepe y yo vinimos a Armunia en mi furgoneta.
Así comenzamos este año 2004. A pesar del tiempo tan irregular, el recuerdo final para mí es positivo y deseoso de continuar estas experiencias durante el resto del mismo.
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