19-10-03 (Domingo)
Otra actividad prevista por el club de montaña para este año era esta ascensión a la cumbre de Peña Ubiña, otra cima mítica dentro del entorno montañero leonés. A pesar de las malas previsiones climáticas, que por desgracia se cumplieron, decidimos salir para al menos intentar realizar alguna ruta por aquel entorno. Al final 8 fuimos los animados a participar en esta jornada y éramos los siguientes: Carlos, Toño, Javier, José F., Antonio, Gerardo, Ricardo y yo.
Con la furgoneta salí de casa para ir a buscar a mi tocayo a la plaza del Espolón para dirigirnos luego a Guzmán de donde saldríamos luego todos juntos, salvo Ricardo, que como la vez anterior, nos esperaba en San Emiliano. Repartidos en los coches de Toño, Gerardo y mío emprendimos el viaje sobre las 8:00 horas. Salimos hacia La Magdalena por la comarcal para luego comenzar a bordear el pantano de Luna. Ya en San Emiliano estaba Ricardo y allí dejamos el coche de Gerardo para ir con los otros dos hasta Torrebarrio. En éste subimos hasta la ermita donde aparcamos los vehículos a su orilla y prepararnos para la ruta.
La niebla cubría todas las cimas mientras los claros se alternaban con las nubes. Con este panorama emprendimos la marcha poco antes de las 10:00 horas. Por una senda que partía de la misma ermita nos metimos de lleno en la falda de la montaña De momento era suave la subida, aunque lo tomamos con calma. Encontramos numerosas alambradas usadas para delimitar los prados del ganado que tuvimos que sortear como pudimos. Algo más arriba comenzamos a ver el barrio de Cubiechas y un camino por el que subía numeroso personal de otra excursión que subían a otra cumbre cercana.
Nosotros teníamos que irnos tirando hacia la derecha con dirección a la collada del Rozón desde donde decidiríamos si subíamos o continuábamos la ruta por Casa Mieres a Pinos y San Emiliano. Durante un rato pareció que iba a abrir algo el día, pero luego vimos que por la parte Oeste venía bastante cerrado.
Nos fuimos dividiendo y cada uno fue subiendo un poco por donde mejor le parecía, aunque tampoco estábamos demasiado desperdigados. Echando la vista hacia detrás tuvimos una bonita panorámica de Torrebarrio y algunos picos de la zona, como El Ferreirúa, en el puerto de Ventana.
Ya enfrente del Ronzón nos juntamos todos de nuevo para dirigirnos hacia esta collada de verdes praderas. La niebla se nos fue cerrando y en pocos minutos nos impidió ver paisaje alguno. Además el viento soplaba en aquel paso y tuvimos que abrigarnos. A pesar de dicha climatología, y como la subida a esta cumbre está muy bien marcada y no tiene, en principio, peligro alguno, optamos por continuar hacia la misma.
El sendero, muy discurrido, comienza a ascender algo más bruscamente por la ladera este hacia la roca en sí. El primer tramo era ladera y estaba embarrado, lo que hacía que se resbalara uno fácilmente. Era mejor ir algo fuera de él por la hierba. Poco a poco fuimos encontrando más roca, que por suerte estaba seca, y se subía bien por ella. José decidió abandonar poco después de dejar el collado y esperarnos por allí. El resto continuamos ascendiendo a veces con pequeñas trepadas en la roca fáciles de sortear. De vez en cuando llegábamos a algún punto de la unión de vertientes donde soplaba el viento fuertemente.
Tras otro paso con algo de tierra alcanzamos lo que sería la cresta donde se suavizó la pendiente. Aquí, y como ya me ha pasado últimamente, me comenzaron a doler las piernas y llegó un momento que pensé que tenía que desistir de continuar. Conmigo quedó Antonio un poco rezagado y vimos a más montañeros bajar y otros comiendo cerca de la cumbre.
Sobre las 13:15 horas alcanzamos la cumbre de este pico de 2417 metros de altitud. En la misma estaba el punto geodésico, un monolito de rocas, el buzón de cumbres y una placa. En aquellos momentos incluso se escapaba la escarcha. Todos querían marchar enseguida, pero yo les dije que tenía que dar un descanso a mis piernas y además comer un poco. Mientras, escribimos la tarjeta e hicimos unas fotos aprovechando la estancia allí de otro grupo. La pena, no poder ver nada por culpa de la niebla.
Una media hora escasa paramos allí antes de ponernos de nuevo en marcha. La bajada la hicimos por el mismo lugar, aunque un trecho nos desviamos un poco. Como la tierra se había mojado, nos desviamos un poco hacia la ladera de hierba. Cuando quise darme cuenta estábamos ya cerca del collado, se me hizo cortísimo esta bajada hasta allí. Aquí estaba José y un grupo más de montañeros.
Como el tiempo no acompañaba, optamos por bajar de nuevo hacia Torrebarrio. La escarcha se había convertido en lluvia y la niebla se iba abriendo. En vez de irnos por la misma parte de la subida, nos desviamos hacia la izquierda en busca de un chozo que nos había dicho Ricardo que había por allí para comer, ya que solo yo había comido arriba. Tras bordear algunas laderas resultó que ya quedaba por encima. Con las mismas continuamos de nuevo bajando hacia el valle en busca de otra cabaña que creían haber visto y que resultaron ser unas rocas. Siguiendo varias vaguadas nos dirigimos hacia los prados ya cercanos al pueblo y así divisamos una especie de cavidad bajo la cual nos podíamos acomodar más o menos a comer. Aquí surgió una pequeña discrepancia ya que, mientras algunos quisieron parar allí, otros, al ver que realmente no quedaba nada para llegar al pueblo, decidieron seguir. Yo, como ya había comido, opté por continuar.
Nos metimos en el medio de una vaguada por la que bajaba un arroyo y un sendero que lo atravesaba en ocasiones. Pudimos disfrutar de unos bellos contrastes de colores otoñales de los árboles con los verdes prados. Por allí íbamos Javi, Carlos y yo.
Ya bastante abajo nos encontramos de nuevo con más alambradas y nos metimos en un camino bastante encharcado que nos llevó directos a una finca particular. Justo por encima teníamos la ermita, por lo que tuvimos que subir unas laderas para salir a la pista de cemento que sube hasta ella y caminar unos metros por ésta antes de alcanzar la pradera donde teníamos los coches. Serían más o menos las 16:15 horas.
Continuaba lloviendo, aunque más débilmente. Nos cambiamos y ellos comieron. Yo fui a tomar un “Cola Cao” que llevaba y resultó estar cortado. No tardando llegaron los demás. Tras un rato allí, cerca de la ermita y el cementerio de Torrebarrio, lugar por cierto donde habíamos estado acampados una vez que fuimos también a subir Peña Ubiña hace años, emprendimos el regreso. Bajamos la fuerte pendiente cementada y salimos a la carretera para dirigirnos hacia San Emiliano.
Entre medias nos encontramos con una manada de caballos, medio guiados, pero por el medio de la carretera. Vamos, que no había por donde pasarlos. Realmente es algo que me indigna, que se crean con tanto derecho para ello. Además con el peligro que supone, ya que en ese tramo concretamente hay numerosas curvas donde pueden provocar un accidente de lo más fácil. Mal que bien pudimos sortearlos y continuamos hasta llegar dicho pueblo donde paramos. Aprovechamos para tomar una café y hacer las cuentas de la salida. Aquí quedaba también Ricardo, al que despedimos antes de seguir el regreso a León.
Poco antes del puente de la autopista nos detuvimos de nuevo ya que Gerardo se desviaba en ella para irse hacia Asturias y luego a Santander. También nosotros habíamos optado por entrar en ella, pero hacia León. Lo hicimos para evitar el tramo del pantano y al llegar a La Magdalena salimos de la misma para seguir por la carretera.
Continuaba lloviendo débilmente cuando llegamos a la ciudad. Por Eras salimos hacia Villaobispo donde dejé a Javi y ya en el centro a Antonio y a José. Poco después de las 19:00 horas llegué a casa.
De esta guisa transcurrió otra jornada de montaña del club. Esta vez no tuvimos la fortuna de disfrutar mucho de las vistas por culpa del tiempo reinante, pero así de incierta resulta la practica de este deporte. Lo importante es salir con ganas de divertirse como sea y acoplarse a todas las circunstancias que vengan. La montaña no se mueve de donde está.
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