lunes, 23 de diciembre de 2002

BELÉN DE CUMBRES - PEÑA GALICIA (Aviados) - 22-12-02




4ª ASCENSIÓN A “PEÑA GALICIA”. (Belén de Cumbres).

22-12-02    (Domingo)

Como todos los años por estas fechas es tradición entre los diferentes clubes de montaña, la colocación del Belén de Cumbres en cualquier cima o lugar de la montaña. Se aprovecha la ocasión para celebrar la Navidad cantando villancicos y comiendo y bebiendo productos típicos de esta época. Nosotros no podíamos ser menos y para ello elegimos una sencilla cumbre cercana a León, Peña Galicia, en la zona de La Vecilla y Aviados.
Para ello, en una cena del club que habíamos tenido una semana antes, concretamos cuantos y como iríamos. Como hasta allí llega el tren de FEVE, la mayoría nos animamos a ir en él. Pues bien, llegado ese día solamente 6 de los 23 que fuimos usamos este medio de transporte, lo que me mosqueó un poco, ya que podíamos haber ido todos en los coches que llevó el resto, como luego volvimos. A parte de este detalle y otro posterior que tampoco me hizo gracia alguna, la jornada resultó bien y de la forma que sigue.
Sobre las 9:15 horas pasó Miguel a recogerme por casa. De camino paramos a por pan y a por Pepe. Con este coche nos acercamos hasta la estación de FEVE donde fueron llegando Cristina, Carlos Gil y Mercedes. A las 10:00 horas salió éste hacia Aviados donde paramos 45 minutos más tarde. En el apeadero estuvimos un rato hasta que pasó uno de los coches nuestros y cargamos la caja con todo el material para que lo subiera hasta el pueblo, situado a unos 800 metros del apeadero. En la misma plaza donde hace años se celebró el encuentro de montañeros nos reunimos las 23 personas que íbamos y que enumero a continuación: Carlos, Sheila, Rubén, Gelo, Merce, Sergio, Elena, Cristina, Pepe, Narcisa, Isabel, Abel, Pilar, José F. Carmen, Rosa, Carmen, Lorenzo, Jorge, Sonia, María, Miguel y yo.
A las 11:20 horas emprendimos la marcha hacia el pico cerrado de niebla. Salimos del pueblo por una senda ascendente por la parte derecha de las ruinas del castillo. La misma comienza a subir enseguida por las lomas de la base de Peña Galicia y no tardamos en quedar envueltos por la niebla, que no era muy espesa pero que despistaba la dirección a seguir. Mas o menos en hilera fuimos avanzando siguiendo el sendero y parando de vez en cuando para reunirnos todos. Con nosotros iba Luna, una bonita perra samoyedo de Sergio y Elena.
Durante un rato la niebla se hizo “meona” y tuvimos que cubrirnos con chubasqueros o cazadoras. Así nos encontramos de pronto frente a las paredes casi verticales de este pequeño macizo. Hacia la derecha sabíamos que había una canal de fuerte pendiente por la que ya habíamos subido algunos de nosotros. En vez de seguir esta dirección, seguimos a Pepe que se encaminó hacia otra canal de la parte izquierda por la que comenzamos a subir todos. De esa forma pasamos a la parte norte de esta serranía donde la pendiente se suaviza bastante. Aquí nos dividimos en dos grupos. Unos optaron por seguir una senda que ascendía más suavemente que la otra, pero que luego había que remontar. El resto comenzamos a subir un poco más pronunciadamente, pero a la vez bastante cómodos. Hubo quien cogió carrerilla y quien fue quedando rezagado.
No tardamos en alcanzar la cresta por la que procuramos continuar, aunque a veces teníamos que perder altura a causa de las rocas difíciles de sortear. Por la parte derecha teníamos ahora unos buenos precipicios de los que había que alejarse lo más posible. Por debajo de nosotros veíamos al otro grupo que ahora tenía que subir la ladera más pendiente. La piedra mojada estaba resbaladiza, por lo que había que tener cuidado al pisarla.
A las 13:20 horas llegué a la cima donde ya estaban algunos compañeros que incluso habían hecho un pequeño portal para el Belén con unas piedras. En esta cúspide de tan solo 1656 metros de altitud no encontramos buzón alguno ni ninguna otra señal de cumbre. Mientras llegaba el resto que quedaba por detrás, hice una llamada desde el móvil a casa. Ya todos juntos nos acomodamos un poco por debajo en la parte sur, para comer.
La otra incidencia que me molestó fue la siguiente. Como es habitual en estas salidas, antes de comenzar a comer el turrón, las pastas y beber sidra o cava, se coloca el Belén y se sacan unas fotos con todo ello alrededor del mismo. Pues bien, aún sin terminar de comer algunos, ya comenzaron a abrir las botellas y las cajas. Era igual decir nada, ya que se lo tomaban todo a chufla. Después de un rato se atendieron a razones y colocamos las figuras del Belén en el portal.
Alrededor distribuimos los turrones, pastas, el cava, sidra etc., y sacamos unas fotos con todos en torno a ello y el banderín del club. Ahora sí se podía comenzar a disfrutar de todo cantando villancicos y demás cánticos populares que iban saliendo. Acompañados de varias panderetas y algunos incluso con gorritos de Papá Noel, fuimos dando cuenta de los dulces y bebidas que habíamos subido entre todos. Para mayor regocijo, no llovía desde hacía rato y entre algunos claros pudimos disfrutar de la vista de pueblos como Valdorria o Correcillas. De esa manera celebramos la Navidad al estilo tradicional montañero.
Antes de emprender el descenso dejamos una tarjeta de cumbres en un bote y junto al Belén, una pandereta firmada por todos. A las 15:20 horas comenzamos a bajar más directamente al valle de la parte norte. Ahora se abrían cada vez más claros y vimos un paisaje más amplio de los alrededores. Perdimos altura más rápidamente que la habíamos ganado antes y así llegamos a un pequeño bosque que atravesamos. Por detrás quedamos José, Rosa, Carmen y yo. Resulta que no habíamos visto por donde habían ido los demás y fuimos a meternos en una estrecha garganta que tuvimos que destrepar pegados a la pared y con el culo en la roca. Abajo estaba parte del grupo esperándonos e indicándonos la bajada. Por debajo de aquellas rocas vimos colocado otro Belén con otra pandereta a su lado.
Nos metimos entonces en el fondo del valle por el que ya se veía la senda más ancha y con el río cerca. Esta vez pasamos por la parte contraria de las ruinas del castillo situado en lo alto de un cerro por encima de Aviados y a las 16:40 horas entramos nosotros en el pueblo.
Algunos estaban en la plaza y otros se habían acercado hasta el bar. Cuando nos reunimos miramos a ver como nos repartíamos en los coches para venir todos en ellos sin tener que esperar al tren, que no pasaba hasta las 19:20 horas. No fue difícil y poco después de las cinco emprendimos el regreso. Miguel y yo vinimos con Sergio y Elena hasta la estación de FEVE cerca de la cual había dejado Miguel el coche. En éste me acercó hasta casa donde llegué pasadas las 18:00 horas.
Y así transcurrió esta destacada jornada en la que cumplimos con otra bonita tradición montañera de estas fechas tan señaladas.

























lunes, 25 de noviembre de 2002

TOLIBIA DE ABAJO-LA BRAÑA-ARINTERO-TOLIBIA DE ARRIBA-TOLIBIA DE ABAJO 24-11-02

 



1ª TRAVESÍA “TOLIBIA DE ABAJO-LA BRAÑA-ARINTERO-TOLIBIA DE ARRIBA-TOLIBIA DE ABAJO”.

24-11-02    (Domingo)

Tras dos meses sin salir a la montaña hice esta sencilla, pero no por eso bonita travesía por la bella zona de Valdelugueros. A la misma nos apuntamos 8 personas: Carmen, José F., María, Jorge, Sonia, Pepe, Antonio y yo. Aunque la misma comenzó con una mala incidencia, el resto de la jornada lo compensó un poco.
Alrededor de las 8:40 horas pasó Sonia a recogerme en casa. Cuando paramos a por el pan, estaba allí mismo Pepe. Los tres nos dirigimos hacia la entrada de Navatejera donde habíamos quedado con el resto. No tardaron en llegar Jorge y María en el coche de ésta y poco más tarde José con Antonio y Carmen. El día antes había quedado yo con otra chica del club que estaba algo indecisa para ir y acordamos quedar a las 9:00 horas como tope de espera. Minutos más tarde, como no venía, emprendimos el viaje hacia Tolibia en los coches de María y José.
Como apunté, antes de comenzar tuvimos la incidencia negativa de la jornada. Nada más pasar Pedrún estaba la guardia civil que mandó parar a María. Según ellos la había detectado el radar al pasar por ese pueblo a 72 km/h. Tras ponerle la multa correspondiente, continuamos el viaje ya con otro humor diferente. En Robles de la Valcueva giramos a la derecha hasta llegar a La Vecilla donde cogimos la carretera hacia Tolibia de Abajo. Aquí aparcamos y nos preparamos para la ruta.
Poco antes de las 10:30 horas emprendimos la marcha por la carretera que habíamos llegado con el coche. Al contrario de lo que yo iba creído, no había nada de nieve en el valle, aunque sí mucha en las cumbres. A nuestra derecha se elevaba imponente el pico Bodón, cumbre que vimos durante casi todo la ruta.
Caminando por la carretera casi dos kilómetros llegamos a la entrada de las Hoces de Valdeteja donde está el desvío hacia La Braña que cogimos. Allí cerca vimos la presa desde la que se hace el trasvase de aguas del Curueño al Porma a través de un canal que atraviesa la montaña. Este tramo asciende un poco más pronunciado y por debajo corría el arroyo Vallarias. Ahora nos quedaba el Bodón por detrás de nosotros. Carmen iba sacando fotos de todo y tuvimos que esperar por ella y por José un buen rato. Al comienzo de esta carretera vimos también un puente romano.
De esa forma llegamos al desvío hacia La Braña situado a pocos metros de éste y al que no entramos. Hasta allí habíamos recorrido algo más de cuatro kilómetros y medio, según el mapa de la ruta. Continuamos ahora subiendo un pronunciada pendiente de cerca de un kilómetro hasta entrar en el pueblo de Arintero.
Este bonito pueblo fue la cuna de la famosa Dama de Arintero, una señora que, cuentan, luchó en su época vestida de caballero. En una de las casas se puede contemplar un escudo con su figura de caballero y una inscripción que cuenta esta curiosidad histórica. En otro solar había una mastina con dos bonitos cachorros que se nos acercaban.
Este pueblo está bastante alto, por lo que se podía divisar desde él una bella panorámica de todo el valle con La Braña en el fondo y los picos que lo circundaban, entre ellos, Las Vallinas, Gudín, Valdemaría, etc.
Tras ver todo ello salimos del pueblo ya por un camino de tierra con mucho barro que encontramos cerrado por un alambre electrificado que se podía abrir fácilmente. Un poco más adelante había un pilón de agua para el ganado. Aquí estuvimos un rato deliberando lo que hacer. Yo proponía comer ya un poco antes de continuar hacia Tolibia de Arriba. Fue Antonio el que apuntó la posibilidad de ascender hasta el collado Valmarías, que se veía a la derecha de donde estábamos. Mi opinión era que se tardaba bastante en subir hasta allí, aunque parecía poco. Al final optamos por intentarlo al menos.
Del pilón salían dos caminos y cogimos el de abajo, ya que encima había que bajar al valle para luego subir. Atravesamos prados encharcados de agua y el arroyo Vallarías antes de comenzar a subir por entre maleza hasta otro pequeño collado. Algunos decidieron que no querían subir y solo Pepe Antonio y yo optábamos por ello. Pues bien, resulta que Antonio también se echó atrás y al final nos acomodamos para comer por allí mismo.
Cuando ya estábamos comiendo tranquilamente, deciden Antonio y Carmen que ellos van a subir. A Pepe y a mí nos mosqueó un poco, ya que antes nos habían quitado las ganas y ahora eran ellos los que subían. Yo desde luego, tras haber comido, ya no subía a ningún sitio. Ellos emprendieron el ascenso mientras el resto comíamos apaciblemente.
El sol se veía ahora como un círculo blanco entre las nubes grises que daban al cielo un tono extraño y bello a la vez. A pesar de estar ya a unos 1400 metros, seguíamos sin pisar la nieve. Desde allí vimos como subieron y bajaron Carmen y Antonio de la collada. Al poco de llegar ellos abajo emprendimos la marcha de nuevo. Estuvimos allí desde las 13:30 a las 15:00 horas.
Bajamos desde allí a una pequeña collada y desde esta al valle desde al que hubo que remontar unos metros para coger el camino que ya se dirigía hacia Tolibia. Por éste subimos unos metros hasta alcanzar otra collada desde la que pudimos disfrutar de otra bella vista del valle de Valdemarías donde el contraste de colores era impresionante. Por un lado el verde de la pradera y por otro el verde de los pinos; de fondo, la roca del Bodón con nieve en la cumbre y el extraño gris del cielo. Realmente era una postal increíble.
Comenzamos a descender hacia el fondo de este verdoso valle siguiendo el camino de la derecha caminando luego por la pradera misma hasta alcanzar otra pequeña collada desde la que ya se baja hacia Tolibia de Arriba. Poco antes de alcanzar este pequeño paso, el camino se convirtió en un barrizal. Procurando sortear lo más posible este lodazal, empezamos el descenso hacia el pueblo que ya se distinguía en el fondo del valle.
Tras recorrer un kilómetro aproximadamente, y atajar algunas curvas del camino, entramos en Tolibia de Arriba, serían las 16:00 horas más o menos. De un manzano cogimos algunas frutas que aún estaban verdes, pero ricas. En la plaza había un caño con pila donde aprovechamos para quitar el barro de las botas, ya que el resto de trayecto era carretera.
Tras unos minutos en los que nos juntamos de nuevo, ya que íbamos un tanto desperdigados, emprendimos el último tramo de la ruta. Unos dos kilómetros nos separaban de Tolibia de Abajo, como digo, por carretera. En ella nos cruzamos con varios lugareños que paseaban ya de regreso al pueblo.
Sin más novedades entramos en Tolibia de Abajo poco antes de las cinco de la tarde. En el cruce de esta misma carretera con la general teníamos los coches. La tarde ya se iba oscureciendo mucho y comenzaba a soplar un frío viento del norte. Nos cambiamos un poco y entramos a un bar cercano a tomar algo caliente. En éste tenían una cesta de navidad que sorteaban y decidimos jugarnos un número para el club. Minutos más tarde emprendimos el regreso a León. María nos acercó a Pepe y a mí hasta casa donde llegamos sobre las siete.
Y con ello terminamos esta tranquila jornada de montañismo por la cercana, pero bella, zona del Curueño.


















lunes, 30 de septiembre de 2002

ESPIGÜETE 29-09-02



1ª ASCENSIÓN aL“ESPIGÜETE”. (Palencia).

29-09-02       (Domingo)

Una de las actividades más emblemáticas dentro del calendario de este año es la ascensión al Espigüete, cumbre un tanto mítica en el entorno del montañismo. Esto se debe, por una parte, a su altitud, 2450 m, y por otra, a las agotadoras pendientes desde cualquiera de sus faldas. Todo esto, junto con sus vistas, hacen de este pico una cumbre aspirada por cualquier montañero, ya sea en plan senderista, como escalador. Pues bien, en este fin de semana nos hemos decidido a “conquistarla” y así lo hemos hecho al final.
El grupo se dividió en dos, saliendo algunos el sábado y otros el domingo. Los del sábado por la tarde eran: Miguel, Ángel, Sheila, y Sergio. Igualmente José Antonio y Sonia, una pareja también del club, habían marchado por la mañana. El resto marchamos el domingo y éramos Roberto, Antonio, Carlos Gil y yo. El relato de la jornada es como sigue.
A las 6:15 horas marché con la furgoneta a recoger a Carlos a San Andrés. Luego bajamos a León donde la aparqué y en Guzmán nos recogió Antonio con su coche. En Santa Ana esperaba Roberto y los cuatro emprendimos el viaje sobre las 6:45 horas. En Mansilla nos desviamos hasta llegar a Sahelices, luego a Almanza, Puente Almuhey y Guardo, en Palencia. En Velilla del Río Carrión paramos a tomar un café y, tras bordear los casi secos pantanos de este río, llegamos a Cardaño de Abajo. Eran las 9:00 horas.
Habíamos quedado con José Antonio y Sonia en este pueblo entre 9:00 y 9:30 horas. El resto en principio, iban a dormir en un refugio en la falda del pico, y no sabían si bajarían luego para coger la misma ruta que nosotros o subirían desde allí mismo.
A José y a Sonia les encontramos enseguida, pero del resto no había rastro. Lo que nos extrañaba es que estaba el coche de Miguel en el pueblo, cuando el refugio quedaba carretera arriba. Poco antes de esa hora, como no aparecían, y habíamos quedado en esperarles hasta las 9:30 horas, nos acercamos hasta la explanada donde parte la pista hacia el refugio. Allí tampoco les vimos y no conseguimos comunicarnos con los walkies que cada grupo llevábamos. De nuevo bajó Antonio hasta el pueblo a ver si se habían retrasado, pero volvió igual.
Como ya nos retrasábamos nosotros mismos, decidimos comenzar la ascensión sin más dilaciones. Poco antes de las diez emprendimos la marcha hacia la cumbre. En el mismo lugar del que parte la pista hacia el refugio por el valle de Mazobres, comienza la cresta del pico. Sin dejarla se llega directamente a la cumbre tras subir los 1050 metros de desnivel que por esa parte se salvan.
La ruta de subida está muy marcada, pero no por ello deja de ser muy dura. La pendiente es fuerte y los tramos suaves son muy escasos y cortos. Lo bueno que tiene es que casi todo es roca, por la que se suele subir más cómodamente. De todas formas nos lo tomamos con calma, ya que nos quedaban unas cuantas horas de ascenso. Antonio era el que lo había subido por allí y hacía de guía.
Al ir por la sierra del macizo, teníamos las vistas hacia ambos lados. En el valle de la derecha veíamos el refugio con personas cerca. Con unos prismáticos intentamos averiguar si se trataba de los compañeros nuestros, pero estaban bastante alejados para distinguirles. Desde el mismo lugar del que partimos nosotros veíamos salir a mas gente, unos nos seguían, mientras que otros se metían por el camino del valle. Este camino sube muy suavemente hasta la caseta, pero luego la pendiente es impresionante hasta alcanzar la cresta. Precisamente en este fuerte tramo vimos a varias personas subiendo.
A través del teléfono pudimos por fin comunicarnos con la otra parte del grupo. Resulta que ya estaban bajando por el pedrero tras haber alcanzado la cumbre. El día antes habían subido desde Cardaño de Abajo y habían acampado en la ladera del pico, en vez de en el refugio de la parte contraria. Por la mañana solo les quedaba parte de la subida y ahora estaban, como digo, ya bajando.
Según íbamos ganado altura iban apareciendo otros picos destacados de los alrededores. Entre ellos se cuentan las cumbres del pico Murcia, Curavacas, Peña Prieta, Tres Provincias y más alejados, los tres macizos de Picos de Europa. En el valle vimos un rebaño de ovejas que formaba curiosas figuras al ser guiado por los perros. Igualmente pudimos escuchar el chocante sonido de los corzos que estaban en época de la berrea.
A la vez que íbamos avanzando, las fuerzas iban disminuyendo y bajábamos el ritmo. José, Sonia y Carlos se adelantaban y paraban a esperarnos de vez en cuando. Antonio decía que no se encontraba en plena forma y a mí me comenzaban a doler las piernas. Roberto, por su parte, iba como siempre, conectado a sus cascos.
A mitad de subida nos encontramos un tramo en el que había que bajar un par de metros destrepando. Fue ahí donde me bloqueé al ver la caía que había cerca del mismo. Como suele suceder, es más la impresión que da que el peligro en sí, ya que después de pasado ves que no era nada. Sí que me preocupaba el otro paso complicado que Antonio había comentado que había más adelante. Visto que ya éste me había parecido un tanto difícil, y lo que me decía Antonio de la parte siguiente, decidí que no seguía más. Antonio optó por hacer lo mismo y acompañarme en la bajada ya que tampoco se veía en plena forma, como antes apunté. A pesar de ello vi que se quedaba con ganas de seguir algo más, y entonces me decidí a continuar al menos hasta encontrarnos con el otro tramo complicado.
A través de los walkies nos pusimos de nuevo en contacto con el otro grupo que continuaba el descenso por la pedriza de la cara sur. Nosotros continuamos cresta arriba por la roca que en ocasiones era plana del todo pero con buen amarre. La misma ascensión con suelo mojado hubiese sido complicadísima y no digo nada con nieve.
Ya bastante arriba pasamos un tramo en el que teníamos muy cerca el cortado de la cara norte, pero que subimos sin dificultad alguna andando normalmente. Pues bien, tras pasarlo me dijo Antonio que era el paso complicado que él me había dicho. Casi me eché a reír, ya que ni me había impresionado lo más mínimo y entonces me alegré de no haber desistido anteriormente. Ni que decir tiene que no hay que bajar la guardia en estos tramos y cogerlos por el camino correcto para no tener riesgos.
Pues bien, tras este trozo de subida, alcanzamos la cumbre este del Espigüete situada a una altitud de 2428 m. Desde la misma ya se veía la verdadera cima del pico situada tras un collado y a poco más de un cuarto de hora. En la bajada hacia el collado tampoco hay que despistarse demasiado hacia la derecha, donde hay caídas a plomo de varios metros. Por aquí también vimos algunas placas en recuerdo de montañeros fallecidos en las laderas de este pico. En el mismo collado comienza el pedrero de la parte sur por el que luego bajaríamos hacia Cardaño de Abajo.
Después de un último repecho tras esta collada, alcanzamos por fin la cumbre de este emblemático pico de 2450 metros de altitud. Eran las 14:30 horas. En la cima había algunas personas más en torno al punto geodésico y la cruz. Algo por debajo estaba el buzón de cumbres con varias tarjetas, entre ellas la de los compañeros nuestros.
El paisaje que desde allí se observaba era espectacular. Aparte de lo que ya veníamos viendo desde atrás, ahora teníamos la vista oeste hacia León con Riaño y el pantano abajo. En sus cercanías, el Yordas, Peñas Pintas, Redondo, el Gildar algo más alejado y así una infinidad de cumbres conocidas y no conocidas. En la falda del pico, y también en León, Valverde de la Sierra. Por la parte palentina divisábamos los pueblos de Guardo y Velilla con su central térmica, a lo lejos destacaba también la sierra de Peña Labra y el Cueto Mañín, al que también hemos ascendido.
Contemplando todo esta maravilla visual, nos acomodamos para comer. En el cielo habían aparecido negros nubarrones que iban pasando sin mayores consecuencias. La temperatura era agradable y solo por la sudada que traíamos había que abrigarse algo. Como es habitual, dejamos nuestra tarjeta en el buzón y sacamos algunas fotos antes de emprender el descenso.
José y Sonia salieron a las tres y media, mientras nosotros lo hicimos media hora después. Bajamos hasta el collado para meternos en el pedrero de fuerte pendiente que baja por la cara sur. Por éste se ve marcado el sendero que todos utilizan, tanto para bajar como para ascender, aunque esto último es extremadamente penoso hasta alcanzar la cima. Al contrario de lo que se pueda pensar, cuanta más piedra haya mejor, ya que la misma te va frenando. En cambio, en los que hay mas tierra, el peligro de resbalar es mayor. Precisamente fue en uno de ellos donde me caí y me hice una pequeña herida en un dedo con una roca afilada.
Además de pendiente, el pedrero es largo hasta alcanzar un camino que transcurre a media ladera sobre el valle. Antonio y yo habíamos quedado juntos por detrás y le propuse seguir bajando hasta alcanzar el fondo de la vaguada por la que transcurría otra pista que a mí me parecía que iba más directa al pueblo. Él en cambio prefería seguir por aquel otro aunque diese más rodeo, así que no discutimos por ello y continuamos por este último.
Poco más adelante y más atrás iban los del grupo que habían estado en la cumbre con nosotros. El camino subía y bajaba suavemente mientras daba grandes rodeos por las vaguadas del macizo. En un recodo del mismo vimos un charco de agua y enseguida a Carlos y Roberto sentados cerca de un chorro natural. Ninguno teníamos ya agua, por lo que realmente nos reanimó un poco del cansancio que ya traíamos. Allí nos juntamos también con los del grupo que antes comenté.
Continuamos algo más restablecidos por la pista aquella que se internaba a trechos entre bosque de robles y avellanos. De esa forma entramos en Cardaño de Abajo cuando eran las 18:35 horas. Llegamos enseguida a la plaza en la que por la mañana habíamos visto el coche de Miguel. En ella había un bar donde entramos a tomar un refresco frío. Sonia y José no estaban allí y supusimos que ya habían salido en busca del coche, que estaba a unos tres kilómetros más arriba.
Nosotros habíamos pensado en ver sí alguien subía con algún coche y pedirle que acercara a Antonio a por el suyo. Al final decidimos pedírselo a los del grupo con los que habíamos bajado y uno de ellos, que luego resultó ser compañero de trabajo de la mujer de Antonio, le acercó hasta allí. En pocos minutos regresaron junto con Sonia y José, que estaban ya donde el coche cuando llegó Antonio. Agradecimos el favor a aquella gente y nos dispusimos a emprender el regreso.
Decidimos parar a merendar un poco en algún lugar, cosa que la otra pareja optó por no hacer y nos despedimos de ellos también. A las 19:30 horas salimos de Cardaño hacia Velilla del Río Carrión donde paramos. Allí estuvimos viendo los restos de unas termas romanas que hay en un parque. En el mismo bar de por la mañana preguntamos a ver si daban tapas o raciones, pero no tenían. Continuamos entonces hasta Guardo y allí paramos de nuevo. Por increíble que parezca, tras varias vueltas por algunas calles, no encontramos ningún lugar donde tuvieran tapas o raciones para cenar un poco. Al final desistimos y compramos unos pasteles en una cafetería que los tenían.
Eran ya casi las nueve cuando salimos de Guardo hacia León. Por la misma carretera en obras llegamos a Puente Almuhey donde giramos hacia Almanza. En éste volvimos a cambiar de vía para seguir hacia Sahelices y luego a Mansilla. Aquí nos encontramos con una retención nada más salir a la nacional de León. Nos parecía raro que a esa hora hubiese tanto tráfico ya que apenas si nos movíamos. No tardamos en divisar a lo lejos las luces de sirenas cerca de Villamoros. Efectivamente, al llegar a la altura de la gasolinera de este pueblo había un gran accidente de al menos dos vehículos, unos de ellos con un tremendo golpe trasero. A partir de allí se normalizó el tráfico y sin más novedades entramos en León sobre las 22:15 horas.
Primero dejamos a Roberto en casa. Por cierto, y como anécdota lo apunto. Cuando paró a dejarle, a escasos 10 metros del portal, le dijo a Antonio que si no podía parar un poco más adelante. Éste, por hacer la gracia, se subió completamente en la acera justo delante de su puerta. Luego me acercó a mí a Armunia antes de llevar a Carlos a San Andrés.
Y con este apunte un tanto divertido terminamos esta grata jornada en la que “conquistamos” una de las cumbres más llamativas de nuestra zona más cercana. Las agujetas nos durarán unos días y el cansancio es notable, pero el propósito lo ha merecido.