lunes, 30 de julio de 2012

CAÑÓN DEL TERA (Sanabria - Zamora) - 29-07-12

 


1ª TRAVESÍA “RIBADELAGO VIEJO – CAÑÓN DEL TERA – CUEVA DE SAN MARTÍN –

SAN MARTÍN DE CASTAÑEDA – RIBADELAGO VIEJO”. (Zamora).

29-07-12                    (Domingo)

Finalizamos este mes de julio en otra provincia limítrofe con la nuestra, en este caso Zamora. En Sanabria hay numerosas rutas marcadas, varias de las cuales hemos recorrido, como esta misma. En esta ocasión la hemos ampliado cerrando un circulo completo desde La Cueva de San Martín a Ribadelago por San Martín de Castañeda.
Salimos de León a las 8:00 horas en mi furgoneta y el coche de Tiquio. Además iban Nati, Álvaro, José Antonio e Irene. Por la autovía nos dirigimos hacia Benavente viendo como el cielo se cubría amenazante, lo cual contrastaba con la buena previsión que teníamos para esa zona. Ya con dirección a Sanabria nos desviamos a Camarzana de Tera dónde se nos unieron Alex y Alba. Retomamos el viaje hacia Puebla de Sanabria dónde nos desviamos hacia el lago. El cielo se había ido abriendo inesperadamente y ahora lucía de nuevo el sol.
Cerca de las 10:00 horas llegamos a Ribadelago Viejo, 1017 m, deteniéndonos en un bar a tomar un café. Tras el mismo nos dirigimos hacia el final del pueblo saliendo al lado del campo de fútbol y aparcando a la sombra de unos árboles cerca de un chiringuito. Nos preparamos para la ruta y a las 10:30 horas emprendimos la misma por un camino paralelo al río Tera que bajaba por nuestra izquierda. Entre vegetación avanzamos hacia el Norte pasando ya algunos tramos de grandes rocas. Más adelante cruzamos el río por varias de esas moles mientras el camino se convertía en estrecho sendero. Por el mismo salimos a la gran explanada llena de enormes piedras, muchas de ellas arrastradas por la avalancha de la rotura de la presa de la Vega del Tera hace 53 años. Atravesamos por el medio de ellas y fue al dejarlas atrás cuando abandonamos la ruta buena que en todo momento va marcada por señales de color verde, estacas o pintura.
Por acercarnos hasta el río, en el que ya se comenzaban a ver cascadas y pozas excavadas en la roca, nos salimos de la senda sin darnos cuenta, ya que sí había hitos de piedras de los que en ningún momento hay que fiarse demasiado. Estuvimos un rato sacando fotos y demás en aquel lugar antes de retomar la marcha ya metidos en el cañón y ascendiendo por las formaciones rocosas del mismo. Franqueamos un paso entre grandes rocas y llegamos a una bajada un tanto complicada hacia el lecho. Del otro lado venía una pareja que nos comentó que no se podía seguir por allí. José Antonio ya había pasado y Álvaro se decidió tras él. De frente había una bonita cascada que tampoco se podía remontar.
Yo llevaba un pequeño resumen de la vez que lo había hecho y en él indicaba que había que subir un tramo empinado por la izquierda, lo cual no habíamos hecho aún. Mientras ellos dos bajaban y cruzaban al otro lado, el resto optamos por retroceder unos metros y buscar el sendero bueno, ya que además no veíamos las marcas verdes. Nos separamos entonces unos de otros buscando el sendero bueno. Yo avancé paralelo al cañón a media ladera entre matorral y piedra sin encontrar lugares para bajarlo y cruzarlo. Estábamos en una encrucijada de dos vaguadas, la principal y otra secundaria que bajaba por la izquierda. Volví sobre mis pasos y comencé a subir siguiendo a los compañeros y pronto vi un poco por debajo a la pareja anterior que me indicaron que iban por las marcas, por lo que me uní a ellos sin pensarlo. Para mi sorpresa me encontré a Nati en el mismo sendero algo más arriba.
El sendero subía por esta ladera izquierda del cañón y pasaba por detrás de un cerro antes de dar vista de nuevo al mismo. Yo veía a Álvaro pero no al resto. Les estuve llamando sin respuesta y a Álvaro le indiqué por dónde podía cruzar de nuevo sin problema, ya que estaba en un punto sin salida. Al poco aparecieron los demás por la parte alta del cerro y José Antonio en la misma margen que Álvaro. Habíamos perdido mas de media hora con este error a tener en cuenta. No dejar nunca las marcas verdes y subir hacia la izquierda a la entrada misma del cañón.
Desde aquel punto había que bajar unos escalones de piedra hacia el cañón secundario. Luego pasamos un tramo entre arboleda y nos metimos en una subida por una losa de roca encima del arroyo en el que apenas corría el agua y había numerosas pozas. Siguiendo el sendero ascendimos mientras pasábamos al cañón principal por el que continuamos mientras el agua desaparecía bajo el lecho rocoso. Las estacas y pinturas verdes en forma de huella seguían guiándonos fielmente. Subimos luego un tramo dónde el agua había formado una especie de tobogán alisando la piedra. En la parte alta del mismo nos alcanzó un joven que nos sacó unas fotos de grupo.
Unos metros por delante se encuentra una bonita laguna de aguas cristalinas. La dejamos a la derecha y poco más arriba el sendero se pegaba a la pared izquierda teniendo una bella vista de la laguna detrás. No tardando alcanzamos otra zona donde el río formaba algunas cascadas y pozas en las que nos sacamos algunas fotos más. De vez en cuando encontramos algunos repechos de fuerte subida en los que ganábamos altura rápidamente. También medio trepamos en algunos lugares dónde el sendero desaparecía en la roca.
Llegamos a otro punto dónde había que atravesar el río y en cuya pared de frente había una placa recuerdo y una caja metálica a su lado. Álvaro se acercó hasta ella, aunque no era fácil alcanzarla al estar en medio de la pared. Al otro lado del río nos detuvimos unos minutos a la sombra de un árbol y vimos aparecer a José Antonio por detrás, el cual había quedado por detrás en el primer paso.
El sendero seguía ahora dejando el río a la izquierda y alejándonos de él. Subía por la ladera dando algunos giros hacia la parte contraria a la marcha. Echando la vista atrás vimos otra serie de pequeños saltos y cascadas en el lecho del río. El sendero cruzó luego una zona de vegetación varios metros por encima del cauce y pegado después a las paredes del cañón. En pocos minutos nos situamos de nuevo a la misma altura del agua comenzando desde allí una fuerte subida por una canal rocosa no muy larga. Desde allí vimos Ribadelago al final del cañón.
Siguiendo el sendero muy marcado subimos paralelos al río y viendo cómo el desfiladero se iba ampliando. Nos encaramamos a una roca en medio de la ruta desde la que se veía ya el ensanche dónde se emplaza La Cueva de San Martín. Atravesamos seguidamente una zona de arboleda y helechos llegando luego a un puente de cemento muy envejecido por el que pasamos. A los pocos metros vimos por fin el lago de La Cueva de San Martín, 1160 m. Eran las 14:45 h.
Otro puente de cemento nos situó frente al mismo con una bella panorámica. Allí nos sacamos una foto de grupo. De frente teníamos la cascada que lo alimenta y desde la que sigue el cañón, aunque más cerrado. Bordeamos el lago por la derecha donde había unas praderías y nos colocamos al mismo borde del agua, viendo como a un metro de la orilla el terreno se desplomaba verticalmente hacia las profundidades.
El calor era sofocante y nos habíamos ido mojando en el río durante la subida, al igual que Rex, el perro de Tiquio, que se había metido en varias. Ahora buscamos una sombra para comer bajo unos arbustos cercanos y nos acomodamos sentados en algunas rocas que había. Por allí estaba el joven que nos había sacado las fotos en la ruta y algunas personas más. Nos comentó que por encima de la cascada había otra y una bonita poza.
Cuando terminamos de comer decidimos subir a esta zona. Álvaro e Irene optaron por quedar allí. Subimos por las rocas de la derecha de la cascada y nos situamos encima de ella. Unos metros más arriba se emplazaba el bonito rincón con la poza cristalina y el salto que la alimentaba al fondo. Para llegar a ella solo se podía por el agua, y eso hizo José Antonio, que no dudó en tirarse a nadar. El resto nos metimos los pies en un agua helada que cortaba. Acabábamos de comer y aún no había peligro de corte de digestión.
Pasamos un rato ameno allí antes de regresar donde habían quedado los compañeros custodiando las mochilas. Sin tardanza recogimos y a las 16:40 horas emprendimos la marcha. La ruta continuaba marcada desde el punto de llegada a la vega, aunque nosotros atajamos sin retornar a dicho punto enlazando enseguida con la senda. Atravesamos el río por unas piedras y enseguida comenzamos subir fuertemente entre vegetación por la ladera Este. En algunos tramos veíamos el sendero totalmente adoquinado por las raíces de los arbustos. El calor era sofocante y el agua ya nos escaseaba. Decidimos cargar algo en un arroyo que bajaba a nuestra orilla y que nos pareció “bebible”.
Mas arriba salimos a una explanada en la que había un par de majadas. Atravesamos un prado de helechos donde el sendero casi se perdía. Volvimos a subir otro tramo empinado hasta que la senda se suavizó un poco a media ladera. Algunos tramos, los menos, se metían entre arboleda, mientras que otros atravesaban pedreros. Cruzamos una cancilla de ganado mientras la vista se agrandaba y contemplábamos la laguna y parte del cañón. También fue ampliándose la vista hacia la parte alta de éste viendo muy al fondo el muro derruido de La Presa Rota o Vega del Tera.
La dirección que llevábamos era contraria a la subida por la parte baja y tras un rato vimos Ribadelago. Allí la senda se había ensanchado y en medio vimos una tapa de registro de aguas. Por delante nos restaban pocos metros hasta la parte alta en una especie de altiplanicie moteada por grandes moles rocosas y redondeadas.
A las 18:00 horas alcanzábamos esta cota de unos 1600 metros desde la que comenzamos el descenso suave por la ladera contraria y siguiendo el camino entre escobas. Las marcas habían desaparecido y en un sendero señalado con hitos nos entró la duda. Éste bajaba por el medio de una vaguada hacia unas praderías mientras el ancho camino ascendía desde este punto de forma moderada hasta alcanzar el borde del barranco desde el cual pudimos ver una bonita panorámica del Lago de Sanabria con los pueblos a su orilla.
El camino comenzaba a bajar con dirección a Ribadelago Viejo en vez de a San Martín de Castañeda hacia el que queríamos ir. Tampoco había otra alternativa, salvo volver al desvío del sendero anterior. Al final, y como ya eran las 18:20 horas, optamos por seguir el camino que se internaba entre arboleda dando varios zigzag por la ladera. Más abajo salimos a un escampado en el que paramos unos minutos a la sombra.
Pasamos otro tramo de bosque y en otro descampado encontramos una excavadora de desguace en la que saqué unas fotos a Álvaro siguiendo la tradición. De nuevo en marcha y por bosque vimos una marca verde de la ruta por fin. Entre los delgados troncos veíamos el lago por la derecha. Enseguida salimos a cielo abierto cerca de una explotación ganadera a la que subía un camión. En las praderas vimos varias cigüeñas.
Llegamos así a otra bifurcación en la que las señales tampoco estaban muy claras. Tomamos el ramal de la derecha que a los pocos metros nos sacó a la carretera como marcaba el mapa que llevábamos. Quedábamos por detrás Tiquio, Álvaro yo y ahora dudamos si San Martín quedaba hacia arriba o hacia abajo. Una vez más el mapa nos dio una pista y nos encaminamos hacia abajo siguiendo el trazado serpenteante del asfalto. Llegamos a una fuente que manaba al lado de la carretera y en la que cargamos agua antes de seguir bajando. En otra cerrada curva de la carretera se encuentra el “Refugio San Bernardo” de la Agrupación Montañera Zamorana. Allí estaban los compañeros con uno de los guardas del mismo. Éste nos indicó que, para enlazar con la “Senda de Los Monjes”, por la que regresaríamos a Ribadelago, podíamos atajar allí mismo para cogerla sin entrar en San Martín de Castañeda, que lo teníamos al lado. Yo me quedaba con las ganas de entrar al pueblo, pero ya eran las 19:20 horas y se nos hacía tarde. Estábamos a unos 1300 metros.
Salimos por un sendero que atravesaba un túnel bajo la carretera y en el que había una cosechadora. La senda bajaba entre vegetación y arboleda hasta que salimos a una atalaya sobre el lado con una vista amplia y bonita del mismo. Bajábamos de continuo pasando algunos tramos donde el fuego había dejado su huella. Cruzamos también algunos riachuelos sobre los que habían colocado unas grandes losas a modo de puentes.
Bajamos algunas cuestas de fuerte pendiente cerca de riscos rocosos y vimos en varios trechos los vestigios de la calzada empedrada que según se dice, armaron los monjes. De hecho esta ruta se llama “Senda de Los Monjes” y bordea todo el lago estando marcada por estacas y señales de color azul. La anterior del Tera terminaba en San Martín de Castañeda.
Ya en la parte baja cruzamos un puente de piedra y dejamos atrás una nave antes de meternos en un camino entre prados de hierba segada y formaciones rocosas dónde crecían los helechos. Poco a poco fuimos girando con dirección a Ribadelago ahora con roquedales a ambos lados. Me había quedado solo por detrás y así entré en Ribadelago encontrando la antigua iglesia derruida allí mismo. Eran las 20:35 horas.
Por delante, ya en el tramo hacia los coches, vi a los compañeros. Cerca de una casa en ruinas había un mojón grabado en memoria de una de las víctimas de la tragedia de la presa. Enseguida llegué al desvío del campo del fútbol y tras unos 200 metros por aquel camino terminaba la ruta a las 20:45 h. En total habíamos hecho unos 13 Km. Nos cambiamos y allí mismo en el chiringuito nos acomodamos para tomar algo. Nati estaba en el pueblo y la llamé. Alex y Alba marcharon enseguida.
A las 21:45 horas emprendimos nosotros el regreso a León. Por la carretera bordeamos el lago y poco después llegábamos a la incorporación de la autovía de Benavente por la que circulamos hasta en enlace con la de León. A las 23:30 horas llegábamos a la capital dónde quedaban los compañeros. En pocos minutos llegaba yo a casa.
Sin duda resultó una grata jornada en la que recorrimos una de las varias rutas señalizadas de Sanabria y de las más agrestes.




















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