jueves, 7 de diciembre de 2006

BELÉN DE CUMBRES "CRUZ DEL CUETO" "SAN CRISTÓBAL DE VALDUEZA-ESPINOSO DE COMPLUDO" (Morredero) 06-12-06

 


2ª ASCENSIÓN A LA “CRUZ DEL CUETO”. (Belén de Cumbres).

1ª TRAVESÍA “SAN CRISTÓBAL DE VALDUEZA-ESPINOSO DE COMPLUDO”.

06-12-06         (Miércoles)

Una vez más el club da por finalizado el año, en cuanto a excursiones se refiere, con la colocación del Belén de Cumbres. Retrasado del domingo pasado por la mala climatología, esta jornada festiva de la Constitución resultó más o menos acertada para realizar esta actividad que hubo que modificar precisamente por dicha causa.
La ascensión programada era a “La Silla de Yegua”, en el Morredero. La nieve, y sobre todo el hielo en la carretera, nos hizo cambiar los planes y terminamos ascendiendo a una cumbre cercana también alcanzada por mí en otra ocasión, La Cruz del Cueto. Como anécdota apuntaré que no me acordé del nombre hasta estar abajo y por un comentario de José Antonio.
A las 7:45 horas pasó Toño a recogerme en casa y nos dirigimos hacia Guzmán, lugar habitual. Allí nos reunimos los 9 participantes de la salida: Toño, Fernando, Luis, Álvaro, Antonio, José Antonio y yo. Nos acompañaban en esta ocasión dos montañeros del club Laciana, Piedad y Vicente, que me habían llamado días antes interesados en nuestro Belén de Cumbres.
A las 8:00 horas salimos en los coches de Fernando, Luis y Toño por la nacional hacia Astorga donde entramos en la autovía. El cielo despejado se fue cubriendo y la niebla se cerró en torno a nosotros subiendo el Manzanal manteniéndose las nubes altas tras bajar hacia Ponferrada. Aquí paramos un momento ya que José Antonio iba a dejar unas cosas en un hotel donde iba a quedar unos días para hacer unas rutas con unos montañeros de Valencia con los que había quedado. Luego nos desviamos por la carretera hacia el Morredero y Peñalba de Santiago tomando enseguida otra hacia el primero. Poco a poco según subíamos el puerto fue apareciendo la nieve y el hielo en la calzada e incluso se escapaban chispas de arriba. Hacia abajo vimos pasar un quitanieves limpiando un poco la misma.
Así fuimos subiendo hasta que llegamos a pocos metros de la parte alta donde ya la cosa se puso seria y tanto Luis como Toño no pudieron continuar. Por su parte Fernando sí alcanzó la cima distante pocos metros como digo. Estudiando las posibilidades de que empeorara y que luego fuese más complicado bajar, optamos por cambiar los planes y bajar de nuevo hasta el comienzo de la pista que baja a Peñalba de Santiago donde había menos nieve. Tenemos que agradecer a un joven con un todoterreno que me subió unos metros hasta donde estaba otra parte del grupo y luego nos bajó.
En este desvío volvimos a estudiar las posibilidades. Algunos querían volver a subir andando hasta el puerto después de haber bajado unos cuatro kilómetros en el coche, lo cual, siendo ya la hora que era, las 10:30 horas, no era muy factible. Otra posibilidad era bajar por la pista hasta Peñalba de Santiago, visible desde allí, y hacer la ruta hasta la cueva de San Genadio. Por último, la opción escogida fue la ascensión a la cumbre que teníamos delante y colocar en ella el Belén. Como ya apunté, yo ya la había subido en 1999, pero no me acordaba para nada del nombre por más que lo intentaba.
A las once de la mañana nos pusimos en marcha por la carretera hacia arriba unos metros hasta desviarnos por la ladera de la derecha. Comenzamos a pisar la nieve enseguida mientras ganábamos altura. A mí me parecía que por la izquierda se subía mejor, pero el resto se fue al contrario y les seguí. No tardamos en encontrarnos en una fuerte pendiente rocosa con nieve resbaladiza con la que había que tener cuidado. A pesar de ello se ascendía cómodamente con precaución. Subiendo aquel tramo me llevó el viento la visera unos cuantos metros hacia abajo y decidí que no merecía la pena bajar a por ella, total, una más. Yo creo que van unas cuatro o cinco las que quedan por la montaña.
Era curioso ver como estaba bien delimitada la línea blanca en las verdes laderas de los montes cercanos. Pasamos al lado de una sima antes de alcanzar la cresta por la que enseguida llegamos a lo alto de aquel picacho. La niebla comenzaba a envolvernos y entre ella vimos de nuevo Peñalba de Santiago en el fondo del valle. Eran las 11:35 horas.
A partir de allí descendimos unos metros hacia una collada en la que se acumulaba algo más de nieve. A pesar de ello se seguían viendo motas de la ladera al no ser la capa considerable. De nuevo nos tocó volver a subir entre la niebla por una pendiente un poco más suave que la primera ésta con algo de matorral bajo. Por detrás quedaba José Antonio al que vimos acompañado por otras tres personas de otro grupo. El viento soplaba considerablemente y le sujeté bien a Toño la funda de la mochila que corría peligro de salir volando. Enseguida distinguimos un hito de piedras en el cual estaban ya algunos compañeros adelantados. Por debajo de él, la nieve y el hielo formaban bellas figuras en las rocas y el matorral. A las 12:20 horas llegué a la cumbre de La Cruz del Cueto, de cuyo nombre aún no me acordaba. En la misma hay un gran hito de rocas apiladas y su altitud es de 1630 metros. Hacia delante se distinguía otra ladera en dirección a La Silla de Yegua hacia donde se dirigían los tres acompañantes de José Antonio. Para llegar a ella aún quedaba un buen trecho y unos 500 metros de desnivel.
Por mutuo acuerdo, y tras ver el panorama tan feo que teníamos con el tiempo, optamos por no avanzar más y colocar el belén allí mismo. Siguiendo el ya tradicional ritual, apostamos el belén entre piedras colocando luego alrededor las bebidas, turrón, pastas, panderetas, etc. para sacar unas fotos del mismo. La posición del mismo impedía sacar una foto del grupo en la que saliese también el nacimiento, así que la hicimos aparte. Tras ello nos pusimos con la segunda parte, la degustación de lo anterior a la vez que se cantaban villancicos al ritmo de la pandereta. De vez en cuando se abrían algunos claros entre los que se dejaba ver un poco del paisaje. El viento helado era lo peor que teníamos que aguantar ya que el frío era intenso. Yo no me quería poner los guantes ya que con ellos es imposible hacer nada. Tras un buen rato de diversión nos pusimos en camino hacia abajo. Eran las 13:30 horas.
Siguiendo la misma ruta de ascenso fuimos perdiendo altura. Por detrás quedamos Antonio, Álvaro y yo viendo como se abría algo más la niebla y contemplando todo el valle del Oza con Ponferrada al fondo. Lo cierto es que estaba saliendo una jornada extraordinaria a pesar del comienzo.
En la collada vimos algunas huellas que se desviaban hacia la derecha con dirección a la carretera y comprobamos que algunos habían bajado por allí. Yo opinaba que era mejor subir por la otra cumbre y disfrutar del paisaje que ahora veíamos un poco más amplio. Total, el desnivel era insignificante y en pocos minutos alcanzamos este punto desde donde volvimos a ver Peñalba de Santiago antes oculto por una lengua de la montaña.
Bajamos ya desde allí siguiendo las mismas huellas de ascenso por la cresta durante un tramo. Luego, en vez de echarnos a la izquierda por lo más empinado, nos tiramos hacia la derecha que parecía más suave. En los coches ya estaban algunos de los compañeros que habían bajado antes. Con cuidado de no resbalar fuimos perdiendo altura hasta salir a la carretera unos 500 metros por encima de los coches. Tras serpentear este tramo terminamos la ruta cuando eran las 14:35 horas.
Como era pronto para volver, se propusieron algunas alternativas para hacer en un rato. Una de ellas era bajar a Peñalba de Santiago aunque para hacer la ruta de la cueva de San Genadio era un poco ajustado. El problema era saber el estado de la pista que bajaba hacia él. Fue José Antonio el que llamó por teléfono a la policía municipal de Ponferrada, que habíamos visto bajar antes, y le aconsejaron no meterse con coches normales por ella. Que conste que hace años la subí y bajé con el 4-L.
Al final algunos decidimos bajar hasta San Clemente de Valdueza y hacer la ruta hasta Espinoso de Compludo. Por su parte, José Antonio, Toño y Fernando optaron por comer en un bar del primer pueblo y así acordamos que luego irían a buscarnos a Espinoso.
A las 15:00 horas emprendimos el resto la marcha por un camino encharcado que salía de San Clemente. Hasta Espinoso había unos cuatro kilómetros, lo que nos podía llevar poco más de una hora. Pues bien, a poco de comenzar llegaron por detrás varios todoterreno de cazadores que iban a la caza del jabalí. A uno de ellos le preguntamos si íbamos bien hacia Espinoso. Nos dijo que sí, pero que más adelante se perdía el camino y además estaba a un buen trecho de allí y siendo las horas que eran no nos daría tiempo. Nos comentó que había otra pista que salía de la carretera por la parte alta y que era más cómoda. Tras estas explicaciones nos “acongojó” un poco y nos dejó indecisos. Por suerte llegó un lugareño al que preguntamos lo mismo y fue el que nos sacó de la duda. La ruta no tenía pérdida ninguna y en una hora más o menos podíamos hacerla sin problema. Sí que terminaba el camino más adelante, pero seguía una marcada senda hasta enlazar con otro camino que entraba en Espinoso sin problema alguno. Con ello comprobamos claramente que los cazadores nos habían engañado para evitar que nos metiésemos en el terreno por el que iban a estar.
Sin más continuamos por el camino embarrado entre huertas con algunos manzanos en los que se veían algunos frutos sobrantes de la cosecha. Ya recorrido un buen tramo disfrutamos de una bella vista del pueblo con las cumbres medio nevadas al fondo. En ellas se seguía cerrando la niebla mientras donde estábamos nosotros se alternaba el sol y las nubes. Al alcanzar un alto vimos también aún muy alejado Espinoso de Compludo. El camino ladeaba los montes en los que se veían a los cazadores. El mismo señor de antes nos indicó ahora el sendero que teníamos que coger. Por él bajamos una pendiente entre algo de arboleda por una vallina. Pasamos entre escobas y atravesamos un arroyo antes de comenzar a subir más o menos notoriamente. Antonio se quedó comiendo un bocado mientras el resto avanzamos para alcanzar la parte alta antes de hacerlo. Lo cierto es que aquellas vaguadas verdosas y con arboleda otoñal tenían una belleza destacada.
En la parte alta continuaba el sendero y justo a su lado, y curiosamente elevado unos dos metros lagos del suelo, transcurría un alambre de pastor eléctrico. Nos pareció curioso que estuviese a esa altura y bromeamos diciendo que podía ser para jirafas. En realidad podía tratarse de un alambre que se usase para llevar la corriente de un lugar a otro sin peligro para las personas y animales. No tardamos en ver el pueblo y antes de entrar en él, en un alto con una bonita vista del mismo, paramos a comer. Eran las 16:10 horas.
Sentados en piedras o en un palet de madera comimos cómodamente. En ello estábamos cuando nos alcanzó Antonio y en media hora nos pusimos de nuevo en marcha. Varios castaños escoltaban el camino a la entrada de Espinoso de Compludo. Poco antes del indicador con el nombre se une el camino a la carretera que viene desde la general que sube al puerto.
Este pueblo, como ya nos había dicho José Antonio, es digno de visitar. Con una arquitectura conservada o restaurada, todas sus casas son de piedra con numerosas balconadas de madera en diferentes estados de conservación. La torre de la iglesia tiene una curiosa forma de campana. También las calles están empedradas y pueden verse algunos bancos de madera donde interrumpir un rato el paseo. Tiene además algunas casas rurales y albergue. Desde un mirador se contemplan los pueblos de El Acebo y Riego de Ambrós, donde termina la ruta de “Las Puentes de Mal Paso” que hace años hicimos.
Tras contemplar todo esto y reunirnos con los tres compañeros que habían comido un cocido en San Cristóbal, entramos en el bar a tomar un café y reposar un poco el cuerpo. Allí conversamos un poco e hicimos las cuentas de la salida. Poco antes de las seis de la tarde abandonamos aquel bonito pueblo. En los coches de Fernando y Toño nos acomodamos para recorrer los cinco kilómetros de carretera hasta el cruce de la general. Aquí quedamos Vicente, Piedad y yo mientras el resto iba a por el coche de Luis a San Cristóbal de Valdueza, a unos dos kilómetros por encima. Por su parte, Fernando y José Antonio emprendían el viaje de regreso ya mismo.
A las 18:15 horas retomamos el viaje ya hacia la capital leonesa. Por no variar, en Ponferrada, y siempre por la falta de señalización, nos despistamos. Así terminamos saliendo con dirección hacia Villablino donde por suerte también se puede enlazar con la autovía. Por ella circulamos sin novedades hasta abandonarla en Astorga y ya por la Nacional llegamos a León. Le pedí a Luis que entrase por Armunia a dejarme y aquí bajé cuando eran las 20:10 horas.
A falta de la cena de Navidad, esta fue la última actividad del Club de Montaña “Cumbres de León” por este año. En enero comenzaremos el nuevo calendario ya previsto y programado. Además, con esta excursión, la número 292, remato el 6º tomo de montaña.