lunes, 22 de agosto de 2005

NOCTURNA "RUTA DEL ALBA" (Soto de Agues - Asturias) 20/21-08-05

 


IX TRAVESÍA NOCTURNA.

2ª TRAVESÍA “RUTA DEL ALBA”. (Asturias).

20/21-08-05

Un año más cumplimos con la tradición estival de la realización de una travesía nocturna, que para mí fue ya la novena desde que comenzásemos con la misma allá por el año 1997. En dicho año se realizaron dos seguidas, mientras que al siguiente no se hizo ninguna. A partir del 99 no se ha roto esta bonita y curiosa costumbre que nos saca de lo común al menos una vez al año.
En esta ocasión casi igualamos el record de menor participación con tan solo tres participantes. La que menos ha tenido, y no creo que se supere a la baja, ha sido hace cinco años cuando José Barrientos y yo hicimos la travesía desde Valdoré a Boñar, acampando en la collada de Bosvil. Pero bueno, lo que al fin importa es que, muchos o pocos, continuemos con el ánimo para realizar este tipo de salidas que realmente tienen tanto o más encanto que las habituales.
Con una previsión del tiempo bastante regular para Asturias decidimos continuar con los planes y a falta de mas socios animados para ello, Álvaro Luis y yo planeamos este fin de semana cuyo resultado no pudo ser más positivo y completo, como a continuación queda reflejado.

SÁBADO 20
A las 19:30 horas me acercó mi hermana hasta Guzmán de donde habríamos de salir. Allí estaban los dos compañeros con quienes no tardando emprendí el viaje hacia Soto de Agües en el coche de Luis. Salimos por la carretera de Asturias con el cielo despejado pero viendo nieblas en la montaña. No tardaron en cubrirnos mientras bajábamos el puerto de Pajares y entrábamos en la autovía hasta llegar a Mieres donde la abandonamos. Siguiendo el mapa de carreteras buscamos la misma hacia Sama de Langreo teniendo un pequeño despiste en el mismo Mieres. Sin mayor retraso dimos con ella y recorrimos por una estrecha y serpenteante vía los 10 kilómetros hasta dicha localidad. Allí cogimos la comarcal que se dirige hacia el puerto de Tarna por el que también podíamos haber ido, aunque peor. Pasamos entonces por Pola de Laviana y en Rioseco giramos hacia Soto de Agües donde llegamos sobre las 22:00 horas tras 140 Km recorridos.
La entrada al pueblo con vehículos está restringida solamente a residentes, habiendo un aparcamiento a la entrada del mismo para dejar los mismos en él. Allí aparcamos y cogimos la cena para ir en busca de un lugar donde cenar tranquilamente. El cielo estaba cubierto aunque de momento no llovía. Por varias calles en las que vimos bonitos hórreos, nos acercamos hasta la iglesia de torre puntiaguda y un pórtico con asiento donde nos acomodamos. Cerca se oía el raro canto de un animal que no identificamos. Estando allí vimos caer alguna gota suelta de lluvia, lo que no auguraba nada bueno a pesar de esperarse.
Tras unos minutos allí sentados decidimos tomar un café en algún bar del pueblo. La temperatura era bastante templada, pero se agradecía unas pocas calorías para la marcha. En la terraza de uno de ellos nos aposentamos otro rato a tomar cada uno lo que pidió. Como anécdota divertida apuntaré que, mientras Álvaro se levantó un momento le cambié la taza mía vacía por la suya demediada y al volver ni se daba cuenta.
Sin más nos encaminamos hacia el coche para prepararnos para la marcha. En las mochilas habíamos repartido la tienda de campaña y el lumingas que llevábamos. La mía pesaba 13 Kg. Yo llevaba un frontal y Álvaro una linterna en la mano. Luis había acoplado otra a una visera para hacerse un curioso frontal. De esa manera, a las 23:30 horas, emprendimos esta aventura nocturna en tierras asturianas.
En una de las típicas calles empedradas sacamos unas fotos. Aquí aprovecho para agradecer a Álvaro la santa paciencia que tuvo con Luis y conmigo durante la ruta por la cantidad de veces que nos detuvimos para lo mismo. Salimos entonces del pueblo por una pista bien señalizada en la que un cartel de la ruta nos indicaba el desnivel, 300 metros, y la longitud, 7,100 Km. Yo llevaba el podómetro para irnos guiando un poco, cosa que como luego comprobé, y no sé por qué, no me midió bien la subida. Ascendimos poco a poco por el camino mientras veíamos atrás las luces de Soto con su torre destacando en medio y arriba en la ladera las de otro.

DOMINGO 21
Sobre media noche llegamos a la altura de la piscifactoría en la que vislumbramos algún edificio y los estanques de agua donde crían las truchas. Dejamos ésta atrás y comenzamos a ver al lado del camino algún cartel que otro en el que se explicaban diferentes características de la ruta: flora, fauna, minerales, formaciones, etc. Luis iba los fotografiaba todos. Al natural veíamos la variedad de árboles que en algunos tramos abundaban. Por nuestra izquierda teníamos el río Alba, hacia el cual ya había un desnivel considerable. Por la derecha la roca formaba paredes y cavidades.
Mas adelante encontramos un puente sobre el río y al otro lado un cartel que señalaba otra ruta hasta San Andrés de Agües. Al comienzo del puente un indicador advertía de la prohibición de pararse mas de una persona cada cinco metros. Allí sacamos alguna foto más y continuamos ahora por un tramo donde una barandilla de troncos de madera protegía la caída al río. En la ruta encontramos varios tramos más así con el suelo además empedrado recientemente.
Aprovechando un momento en el que se abrieron varios claros en el cielo, sacamos algunas fotos con larga exposición que no quedaron mal del todo. La luna había llenado el día antes, pero estaba tras las cumbres de la izquierda, que por cierto forman la Sierra Mermeja, tras la cual se encuentra el desfiladero de Los Arrudos, visitado por nosotros el pasado año. Casi paralela, pero más hacia el puerto de Tarna, también está la ruta de la cascada del Tabayón. Todo ello se encuentra dentro del Parque Natural de Redes.
Por la derecha del camino había varios pilones para el ganado con forma triangular y unos metros después llegamos a un antiguo cargadero de mineral hoy en ruinas. Siguiendo la ruta entramos en la parte de la misma donde abundan los pastos. Mas que verse, se intuían los mismos. Yo además me acordaba de ellos ya que la ruta la había hecho hacía tres años. En el medio de las praderas se alzaban algunas casetas de tamaños variados. Intenté sacar alguna foto de ellas, pero estaban alejadas y no llegaba el flash para iluminarlas, no mereciendo la pena acercarse. Si que encontramos numerosos zarzales de moras, algunas de ellas maduras.
Sin salir de la zona aquella pasamos en el camino un “paso canadiense”, que brevemente explicado sería un pequeño tramo del camino donde se han colocado barras de hierro redondas cruzadas sobre suelo hueco por donde el ganado no se atreve a pasar por miedo a resbalar. Algunos tienen las barras fijas, pero otras giran libremente sobre ejes. Tras él había una fuente donde bebimos agua y porqué no, sacamos alguna foto más. Eran las 1:05 horas.
Echando un vista hacia las praderas vimos de pronto una luz tras una arboleda. Durante un rato la tuvimos visible y supusimos que alguien estaba en alguna de las casetas que por allí abundaban. De nuevo pasamos se acercó el río a nosotros, ya que antes se interponían los prados, y pasamos otro tramo protegido por barandilla por un lado y rocas a forma de techo por otro.
Como la oscuridad de la noche impide ver más allá de la luz de las linternas, no son muchos los detalles de paisaje que puedo referir por ahora. Mas adelante, durante el relato de la vuelta se puede ampliar algo más la descripción. Aún así, merece la pena la experiencia porque, aunque difíciles de plasmar, los sentidos sí que lo captan todo de manera diferente.
Otra vez se alejó el río un poco de nosotros y en medio había un merendero con mesas y bancos de madera. Mas adelante, y por la derecha, apareció una vaca que entraba en un prado y a la cual fotografié. La razón de tantas fotos es, aparte de principal del recuerdo, la herramienta para ahora poder relatar con mayor exactitud todo esto que escribo. Por ello la cámara digital me resulta de lo mas útil a la hora de confeccionar los libros de montaña que voy sacando a la luz.
Poco a poco fuimos entrando en lo que sería el desfiladero de la ruta. El camino, hasta allí ancho y transitable por vehículos, se convirtió en sendero de rocas irregulares y ascendente. Las laderas dieron paso a las paredes verticales entre las cuales transcurría el sendero y el río encajonado. En él pudimos ver varias cascadas, que al estar algo alejadas, no pudimos fotografiar bien. No faltaba la vegetación tampoco, ya que altos árboles se alzaban de vez en cuando a los lados de la senda, en medio de la cual vimos una bonita salamandra amarilla y negra.
A las 2:10 horas llegamos al primer puente que había que atravesar en la ruta tras el cual comenzaba un tramo de escalones de piedra y roca. Allí la caída al río era algo mayor y de nuevo la valla de madera hacía de protección. Desde hacía un rato lloviznaba y aquí decidí colocarme el chubasquero. En cinco minutos alcanzamos un segundo puente que nos devolvió a la orilla original. Desde él saqué una foto del cauce que no quedó mal.
De nuevo teníamos el río a nuestra izquierda con la barandilla en medio y por la derecha paredes de roca que se elevaban varios metros. Las nubes incluso ayudaban a dar luz al reflejar la que recibían de la luna llena. Volvimos a ver algunos curiosos ejemplares de árboles, como uno con las ramas formando paraguas planos u otro cuyo tronco se confundía entre la roca.
Así salimos del desfiladero y llegamos al último puente antes del final de la ruta. Me sorprendió ver la medida del podómetro, poco más de cuatro kilómetros. Atravesamos el puente sobre uno de los brazos de la cabecera del río Alba y encontramos una valla de madera con una abertura. Como el camino seguía sin pasar por ella, no entramos. A escasos 20 metros vimos el refugio a nuestra derecha, un poco por encima. El camino estaba cerrado allí mismo y sin complicarnos dimos la vuelta para entrar por la abertura que habíamos visto. Pasamos entre los bancos del merendero en los cuales habíamos comido la vez anterior nosotros y alcanzamos el refugio cuando eran las 2:35 horas. El podómetro me marcaba 4,200 Km. lo que no me cuadraba para nada.
El refugio se encontraba cerrado, pero tenía un pórtico bueno donde resguardarse. Seguía pinteando un poco, aunque entre las nubes vimos por primera vez la luna. Tras revisar por allí donde colocar la tienda, vimos que realmente no había mucho sitio para ello. A mi se me había quedado en mente que había pradera entre las mesas, pero era terreno pedregoso y solo entre dos bancos hubiese sido posible montarla, y mal. Estudiando el tema optamos por acomodarnos bajo el tendejón del refugio sin más. Colocamos las esterillas como mullido y protección, ya que el suelo de piedra era bastante irregular y además había algún que otro pequeño cristal. Colocamos entonces lo que es la tienda de campaña en sí a los pies y encima de todo ello los sacos con la cabeza hacia la pared. Al doblar la tienda por encima de ellos quedaba el plástico del suelo de la misma protegiéndonos del suelo de piedra por un lado y de la lluvia que podía entrar por otro. La luz del lumingas nos hizo buen apaño entonces para montar todo aquel tinglado. Por cierto, la camisa del mismo estaba mal colocada y al cambiársela se me rompió el cristal, que ya estaba rajado por varios sitios.
Cuando tuvimos todo esto montado nos hicimos la foto oficial de la salida con el banderín del club y metidos en los sacos, lo cual nos costó lo suyo, ya que había que poner el disparador y correr a meterse en el saco. Fuera de la cerca de madera andaban varias vacas que por suerte no tenían esquilas. Ya eran casi las 4:00 horas cuando nos metimos en los sacos a dormir. Para mí era un momento un poco “especial”, ya que era la primera vez que dormía a la intemperie prácticamente. Siempre lo había hecho en tienda o refugio.
.................................................................................................

Sobre las 8:15 me desperté y vi el cielo bastante despejado. Me di media vuelta y resistí hasta las 9:30 horas que nos levantamos todos. En un banco de aquellos nos sentamos a desayunar mientras el cielo se cubría de nuevo con nubes. Luis quería subir hasta lo alto de unas rocas, pero la ladera se veía bastante cerrada de matorral. Por un sendero llegamos al río y lo atravesamos entre piedras. Hacia la derecha se nos cerró enseguida de maleza y dimos la vuelta. Por la otra parte subimos unos metros y nos encontramos de frente con un par de bonitos caballos que se nos acercaron sin miedo alguno.
Las mochilas las habíamos dejado al lado del refugio y al ver llegar una pareja, dimos la vuelta. Sacamos una foto con la caseta y el comienzo del desfiladero de fondo y bajamos. Ya habíamos recogido antes todos los sacos y demás, así que no tardamos en emprender el regreso. El podómetro marcaba en esos momentos 5,050 Km y eran las 11:00 horas.
Atravesamos el puente sobre uno de los arroyos que forman el río Alba y entramos directamente en el desfiladero. No tardamos en pasar cerca del singular árbol con las ramas “planas” y el de las raíces incrustadas en la roca. Ahora veíamos claramente el desfiladero con el río serpenteando en el fondo. Por el segundo puente pasamos a la margen contraria donde el terreno se volvió pétreo e irregular. Unos metros antes del siguiente puente paramos a ver dos cascadas, una en el río principal y otra que se precipitaba desde las paredes verticales. Como hiciéramos la vez anterior que yo había ido, sacamos una foto con ellas detrás y otra en el camino con la vegetación verde que nos rodeaba. El contraste de ella y la roca era realmente espectacular. Tras este tercer puente había un tramo de la ruta que pasaba sobre una plataforma de cemento suspendida en el aire.
Durante el resto del desfiladero vimos numerosas cascadas en el cauce así como rocas de enormes dimensiones y paredones impresionantes. También de las laderas caían hileras de riachuelos que formaban largos saltos hacia el río Alba. El sol quería salir a ratos entre las nubes quede momento no amenazaban lluvia.
Dejamos atrás el desfiladero y atravesamos una zona arbolada que con los rayos solares tenía un matiz alegre y bello. A continuación se encuentra el merendero donde varias personas se acomodaban a pasar el día. Hasta allí ya pueden subir coches y de hecho vimos un par de ellos en la zona. Continuamos la ruta a la vez que nos íbamos cruzando con mas caminantes, algunos de los cuales nos habían preguntado por la distancia que quedaba hasta el refugio. También nos cruzamos con un par de ciclistas.
De nuevo el camino se acercó al río tras este tramo del merendero y vimos las vallas de madera que lo protegían hacia dicho desnivel. En algunos tramos la roca formaba techo sobre la ruta. Enseguida llegamos a la zona de verdes prados con las casetas en medio. Al lado de una de ellas había un bonito tejo de ramaje casi circular. Estuvimos un rato parados en la pequeña tapia de piedras para aprovechar algún claro de sol que diese esplendor al mismo para sacar unas fotos, lo cual compensó. De nuevo en marcha alcanzamos enseguida la fuente y el cercano “paso canadiense”. Eran las 12:50 horas.
Escasos metros mas adelante se encuentra el cargadero de mineral cuyas ventanas de carga se encuentran obstruidas de escombros y maleza. Siguiendo el camino, y en otro tramo de roca y barandilla, vimos en las paredes curiosas formaciones de estratos. A lado de la pista encontramos varios zarzales de moras y nogales con frutos. Según nos íbamos saliendo del valle, las paredes desaparecían y se convertían en verdes laderas con bellos bosques desperdigados en ellas y algunos pequeños picachos rocosos. También los helechos abundaban entre el verdor general.
A las 13:30 horas llegamos frente a la piscifactoría. A escasos metros por debajo del camino se veían los estanques en medio de los cuales se alzaba una gran grúa. Al fondo del valle ya contemplamos el pueblo de Soto de Agües con su blanca torre. El camino dio un giro a la derecha ya en los últimos metros antes de entrar en el pueblo. Seguíamos cruzándonos con numeroso personal que subía haciendo la ruta.
Eran las 13:40 horas cuando entramos en el pueblo por sus calles empedradas y entre numerosos hórreos sobre pilares de piedra. Atravesamos el mismo mientras el sol lucía cada vez más claro y las nubes se iban esparciendo. Cuando llegamos a aparcamiento donde teníamos el coche, el podómetro marcaba 12,400 Km. lo cual demostraba el error incomprensible durante la ida y lo acertado de la misma durante el regreso, ya que la ruta eran 7,100 Km. y arriba marcaba 5 Km.
Tras cambiarnos de ropa y calzado, concretamos como pasar el resto del día. Por cierto, a mi se me habían terminado de romper los calcetines gruesos que llevaba puestos y tenían un buen boquete en el tobillo.
Ya habíamos hablado de acercarnos hasta la playa, pero no sabíamos cuál nos caía mejor. Echando una mirada al mapa vimos que una de las más cercanas era la de Colunga, así que con esa intención emprendimos el viaje sobre las 14:15 horas. En Rioseco salimos a la comarcal y nos encaminamos hacia Pola de Laviana. En ella entramos y preguntamos por la salida para Nava, donde teníamos intención de coger la nacional o autovía de Arriondas. Nos dijeron entonces que la mejor opción era ir hasta Pola de Siero y coger allí la autovía, ya que directamente desde allí a Nava era una carretera mala. Salimos de nuevo a la general y de camino a Pola de Siero lo meditamos mejor. Desde allí ya no nos quedaba tan cerca Colunga, así que Luis propuso ir a Verdicio, cerca de Luanco.
Aprobada esta opción, continuamos hacia Pola de Siero que dejamos atrás para entrar en la autovía hacia Gijón y Avilés. En el desvío giramos hacia éste último y no tardamos en entrar en él. Pues bien, hacía unas tres semanas que yo había estado en Salinas, a cuatro kilómetros de allí. Verdicio quedaba a unos 15, por lo que les propuse, para no perder mas tiempo, ir a éste, que además ninguno lo conocía. Total que por fin nos pusimos de acuerdo y salimos hacia Salinas bordeando la ría de Avilés y su puerto. A las 15:30 horas, y con un total de 224 Km, aparcamos en esta localidad costera, muy cerca de donde lo había hecho yo el día que fui.
A la sombra, cerca del coche, nos sentamos a comer en la pradera. Luego bajamos a la playa y dimos un paseo por ella hasta llegar al lugar donde hay una especie de museo exterior de anclas y el mirador. El mar estaba picado y las olas rompían con fuerza sobre el acantilado. Contemplando todo ello estuvimos un rato antes de emprender el regreso de nuevo por la playa. La marea había subido y había lugares donde era imposible no mojarse para pasar. Nosotros nos habíamos descalzado y arremangado los pantalones para no mojarnos. Como hacía días, tenían una pequeña zona acotada para el baño. Varios surfistas practicaban este deporte aprovechando el fuerte oleaje.
Tras un paseo por la arena, salimos y emprendimos el regreso a León sobre las 17:45 horas. De nuevo pasamos por el puerto de Avilés y entramos en la autovía hacia Oviedo. Por suerte no encontramos retenciones como las que el otro día nos hicieron incluso parar a nosotros. Aunque no era tarde, como Luis tenía un poco de prisa, optamos por venir por la autopista. Así llegamos al peaje de Campomanes donde se abona el tramo hasta el pantano de Luna y al abandonarla en La Magdalena, el del pantano hasta allí. Sin novedades recorrimos los 30 kilómetros hasta entrar en la ciudad poco después de las 19:30 horas.
En Guzmán dejamos a Álvaro y yo fui con Luis hasta su casa donde tenía que coger unas cosas antes de marchar al pueblo, Valdevimbre. De camino me acercó a casa y descargamos mis fotos en el ordenador para grabarlas en un CD y que se las llevara.
Y con ello dimos por finalizada esta inolvidable experiencia cuyo resultado no pudo ser más gratificante. A pesar de la escasa participación, resultó todo un acierto haber seguido adelante con ella. Incluso es posible que de cara al próximo año proponga realizar un par de ellas en vez de una. Ya se verá.