lunes, 11 de junio de 2007

NOCTURNA "DESFILADERO DE LAS XANAS" (Villanueva - Asturias) - 09/10-06-07

 


XII TRAVESÍA NOCTURNA.

2ª TRAVESÍA “DESFILADERO DE LAS XANAS”. (Asturias).

09/10-06-07

Diez años después de realizar la primera Travesía Nocturna, continuamos con esta tradición que solo un año, al siguiente de comenzarla, se rompió. Como compensación, algún año hemos realizado dos y así se está programando desde el pasado 2006.
En esta ocasión nos hemos ido a la vecina Asturias para recorrer uno de los impresionantes desfiladeros que tiene esa provincia, el de Las Xanas, en el valle de Villanueva, Trubia o Proaza. A la misma nos hemos animado los tres “mejores” del club: Luis, Álvaro y yo, vamos, los de siempre en estas ocasiones. Después de tener que variar un poco los planes por culpa de la climatología, que este año nos está dando algún que otro quebradero de cabeza, el resultado fue del todo satisfactorio como a continuación se puede comprobar.

SÁBADO 09
Sobre las 19:30 horas de la tarde llegaron a mi casa Luis y Álvaro. En el coche del primero cargamos las mochilas, tienda y demás equipaje y sin más emprendimos el viaje hacia la provincia colindante. Tras comentar cual de las tres alternativas de trayecto realizar, el puerto Ventana, el puerto de Pajares o la autopista, nos decidimos por ésta última dado la comodidad de la misma, sobre todo para Luis que iba conduciendo y que no estaba en plena forma de descanso.
De esa manera salimos por la carretera de La Magdalena hasta llegar a esta donde nos metimos en la autopista de peaje. Tras pasar el túnel de El Negrón entramos en Asturias donde la niebla nos envolvió durante un rato hasta dejarla por encima. Sin novedades llegamos a Pola de Lena donde la abandonamos. Tras algunos rodeos por esta población y después de preguntar a dos personas, dimos por fin con la carretera del puerto de La Cobertoria, que partía al lado del ayuntamiento, como dato lo indico.
Encontramos la misma en obras, al igual que la última vez que pasé por ella pero en la vertiente contraria. Tras numerosas curvas y recurvas nos metimos en la niebla cerrada hasta llegar al alto de dicho collado. Una lástima este contratiempo ya que la vista desde allí es impresionante. Ya de bajada hacia el valle de Proaza nos detuvimos unos minutos a la entrada de una finca. Entre la neblina vimos parte del valle. Luis se dedicó a hacer carreras por encima de los quitamiedos a ver cuanto aguantaba sin caerse. “pa´berse matao”.
Retomamos el viaje por la carretera serpenteante que nos fue metiendo al fondo del valle hasta enlazar con la que baja del puerto de Ventana. Fue en ese tramo donde comenzó a llover echándonos los ánimos abajo. El cielo estaba muy cargado y ya sabíamos que había estado lloviendo desde el día antes por allí. Sin poder hacer nada al respecto continuamos avanzando por el valle pasando el pequeño desfiladero de Peñas Juntas y viendo paralela a la carretera las conocida Senda del Oso, la cual también he recorrido tanto de día como de noche en sendas rutas.
A las 22:00 horas, tras 131 Km recorridos, llegamos al desvío de la carretera que sube a Tenebredo donde unos pocos metros después se encuentra el aparcamiento y un bar al comienzo del desfiladero. Allí aparcamos el coche y estudiamos las posibilidades de hacer la ruta de noche o aplazarla para el domingo de día. Álvaro y yo optábamos por intentarlo de noche aunque fuese lloviendo, el problema era la acampada arriba con la tienda. Si lo hacíamos de ida y vuelta no veíamos el desfiladero de día, y merecía la pena no perderse sus vistas. Estábamos en ese dilema y lo dilucidamos mientras cenábamos bajo el tendejón de una caseta de contenedores. A ratos cesaba un poco la lluvia, pero otros arreciaba con toda su fuerza y escuchamos algún trueno que otro.
Al final decidimos algo inusual por completo. Nos levantaríamos a las cuatro de la madrugada y haríamos la ruta solo con lo indispensable lloviese o no. De esa forma llegaríamos a Pedroveya al amanecer, ya que estaba a 4 Km, y volveríamos de día hacia abajo.
Para pasar la noche allí lo haríamos en el coche.

DOMINGO 10
Sobre las doce, más menos, nos metimos al coche tras estar un rato contemplando una luciérnaga con su linterna iluminada. Álvaro se acomodó en el asiento delantero del acompañante mientras que Luis y yo lo hicimos en el maletero abatiendo los asientos traseros hacia delante. No faltó el pitorreo típico de estas situaciones. En esta ocasión por causa de las ventanillas. Como hacía algo de calor, las dejamos un poco abiertas, pero claro, al llover se metía el agua y había que cerrarlas. Para ello había que dar el contacto del coche y era Álvaro el encargado por estar delante. Como volvía a hacer calor, tuvimos que volver a bajarlas y Luis lo hizo del todo con la de su lado. Al poco comencé a notar fresquillo y una vez más el pobre Álvaro a poner el contacto para subirla un poco. Por si no fuera poco, allí cerca teníamos también una casa que de pronto encendió una bombilla exterior dándonos de lleno la luz a nosotros. Así la mantuvo toda la noche. Por la parte del desfiladero se veían como relámpagos, pero al final determinamos que más bien parecían cohetes o fuegos artificiales por la frecuencia que se veían. Más tarde sabríamos que se trataba.
Total que entre unas cosas y otras, además de la dificultad mía de conciliar el sueño si no tengo una buena almohada, no dormí en toda la noche más de media hora y no seguida. El reloj lo había puesto a tocar a las 3:50 horas, aunque a mí no me habría hecho falta como digo. Ellos dos sí que estaban “sobaos” del todo cuando sonó.
Enseguida nos levantamos comprobando que al menos no llovía. Del coche cogimos lo indispensable para la ruta y el desayuno. Yo metí en la bolsa de tela de la ropa de repuesto el chubasquero, desayuno y la cámara de fotos con pilas, tarjetas y demás. Tras sacarnos una foto con el banderín del club al lado del coche emprendimos la marcha cuando eran las 4:20 horas.
Pasamos al lado del bar con dirección al desfiladero comprobando que estaba cerrado con una cadena, lo que no nos convencía mucho. Echando una ojeada a la descripción de la ruta vimos que se indicaba donde comenzaba realmente. En un merendero cercano había unos carteles indicativos de la ruta. Por unas cortas escaleras salimos a la carretera de Tenebredo por la que había que caminar unos 300 metros hasta el comienzo real de la senda. En una gran piedra al lado derecho de la calzada estaba labrado: “Desfiladero de Las Xanas”. La altitud allí era de 220 metros.
El primer tramo asciende paralelo a la carretera en dirección contraria a la que llevábamos por ésta y por un pedrero que se introduce más adelante entre vegetación. Se pasa al lado mismo de una torre de alta tensión y enseguida nos encontramos con una pared de roca por nuestra izquierda. En el fondo del valle se ven las luces de Villanueva. Un corto túnel da paso al desfiladero en sí del que se puede apreciar ya su desnivel de caída al río. La senda tiene una media de metro y medio de ancho siendo el firme de tierra o roca dependiendo del tramo. En algunos hay amarrada a la pared una soga suponemos que para el que tenga más vértigo. Incluso en un pequeño trecho han tenido que colocar una especie de pasarela de madera pegada a la pared para dar continuidad a la ruta.
De las paredes del cañón salían numerosos árboles que crecían en horizontal. Atravesamos una zona donde el sendero se metía entre helechos y matojos. Algo que nos agradó fue encontrarnos con un rebaño de cabras que nos miraban sorprendidas al pasar. Una de ellas con la cría se cruzó en el camino y se puso al lado del precipicio. Tuvimos cuidado entonces de no asustarla para que no pudiera despeñarse. Poco a poco nos fuimos metiendo en la niebla que por suerte no llegó a cerrarse por completo. Donde más se notaba era al hacer las fotos que quedaban blancas con el flash.
Atravesamos más tramos con cuerdas y la roca haciendo de techo así como otro túnel. Estaba claro que esos espacios fueron excavados en la misma pared cuando se abrió la ruta. En el suelo nos íbamos encontrado también con otra clase de fauna más pequeña. Algunas salamandras, sapos y babosas vimos durante toda la ruta. Con la cámara intentamos sacar alguna foto con la exposición larga e iluminando las paredes, pero no conseguimos nada si no era con el flash.
Así dejamos atrás el desfiladero y entramos en la zona boscosa. El río estaba mucho más cerca del sendero y vimos en él algunas cascadas. A la izquierda vimos una cueva cerrada con una valla de madera dentro de la cual había numerosa basura. Echando la vista arriba vimos que ya clareaba el cielo y escuchamos algunos truenos. Mas adelante atravesamos un puente sobre el arroyo Visecas o de las Xanas. A continuación nos encontramos varios tramos empinados donde habían construido unos escalones con travesaños de madera para evitar mas que nada que las torrenteras estropeasen el sendero. Al final de uno de esos trechos se encuentra un desvío hacia La Rebollada, otro de los pueblos del valle y posible paso de la ruta de regreso circular. A partir de aquel punto encontramos el camino cementado atravesando de nuevo el arroyo sobre otro puente. La vez anterior habíamos subido por el medio de la ladera sin coger este camino que yo no conocía. Para fastidio nuestro, comenzaba a llover en esos momentos teniendo que sacar los chubasqueros durante un pequeño rato que lo estuvo haciendo.
No tardamos en divisar las luces de un pueblo que de momento no supimos identificar sabiendo más tarde que era Dosangos, también situado en dicho valle. Unos metros más adelante salimos del bosque y contemplamos delante de nosotros la silueta de la iglesia de San Antonio de Pedroveya. Hacia atrás podíamos ver parte del desfiladero por el que habíamos subido.
A las 6:35 horas llegamos a la altura de dicha iglesia situada a unos 400 metros del pueblo. pasamos a su lado y ya por carretera, donde un joven con un coche hizo un tonto derrape, bajamos unos metros hacia el pueblo. Antes de entrar en él nos detuvimos unos minutos en un porche de una casa en construcción. A las 6:55 horas accedimos a Pedroveya, (530 m), encontrándolo totalmente decorado con banderines de fiesta. En la plaza había un templete de música y los restos de varias tascas con las bebidas, vasos y demás desperdicios en las mesas y mostradores. Vimos numerosos hórreos, algunos de ellos muy bien conservados como en el que nos sacamos unas fotos. No se veía a nadie por allí a esas horas. El podómetro marcaba 5 Km.
En la falda de la ladera veíamos Dosangos y propuse acercarnos hasta allí para ver el valle más ampliamente. Luis no se animó y dijo que nos esperaba tumbado en el porche de la casa mencionada. Álvaro y yo salimos entonces por una calle que subía por la parte alta del pueblo. tras varios metros recorridos vimos que no íbamos en la dirección correcta y tuvimos que bajar de nuevo para salir a la carretera que entra en el pueblo y que viene desde la zona de Oviedo. Allí nos encontramos con un cartel de otra ruta, la de Valdolayés, que subía por Dosangos distante 1 Km y con 100 metros de desnivel. Por un camino de cemento empinado y con infinidad de canalillos para el agua y el agarre de vehículos fuimos subiendo en zigzag entre prados donde pastaban algunas vacas y ovejas. Cuando apenas nos quedaban unos metros para el pueblo comenzó a llover de forma enérgica y tuve que ponerme también el pantalón de agua. Para colmo se me había rozado uno de los cordones de la bolsa de tela que llevaba a la espalda y no se me sujetaba.
De esa forma llegamos a Dosangos, (620 m), en unos 25 minutos cuando eran las 7:45 horas. A la entrada vimos un coche bastante antiguo pero bien conservado. Bajo el porche de otra casa estuve reparando un poco la bolsa atando como pude los cordones de la misma por los agujeros que tenía de los ojales rotos. Un perro se alejó de nosotros al acercarnos y de una casa salió un lugareño con el que estuvimos conversando unos minutos sobre la ruta y la zona aquella. También nos dijo que tuviésemos cuidado con el perro aquel ya que era de los que no ladraba pero mordía. Por él supimos que la noche anterior habían tirado fuegos artificiales en Pedroveya, celebrando el Corpus, siendo esos los reflejos que habíamos visto nosotros desde el coche abajo.
Desde allí podíamos ver una amplia y bonita vista del valle con Pedroveya y La Rebollada mientras las nieblas pasaban por él formando bancos de formas diversas. Escasos 20 minutos estuvimos allí antes de retomar la marcha de regreso a Pedroveya. Bajamos ahora el fuerte desnivel viendo numerosas flores en los márgenes del camino. No llovía en esos momentos e incluso hacia el final del desfiladero se podía ver el cielo azul, lo que animaba un poco. Claro que también por la parte contraria seguía cerrado de nieblas y nubarrones.
A la entrada del pueblo vimos un bonito caballo blanco. A Luis le encontramos tumbado en un pequeño escalón del porche y nos dijo que incluso había dormido un poco. Allí mismo nos acomodamos para desayunar cuando eran las 8:40 horas. Poco a poco veíamos como se abrían más claros en el cielo y el sol reflejado en los altos picos cercanos.
A las 9:10 horas emprendimos el descenso hacia Villanueva. El podómetro marcaba 8,200 Km. El cielo se había despejado por completo y el valle verde relucía con todo su esplendor. Pasamos al lado de la iglesia donde sacamos unas fotos y comenzamos a bajar por el camino de cemento hacia el bosque. Atravesamos el primer puente de cemento tras el cual había una corta subida hasta el desvío de La Rebollada. El sol entre la arboleda verde y húmeda sacaba unos colores de tonos indescriptibles. Bajamos “las escaleras” entre prados donde vimos una caseta de piedra y no tardamos en llegar al segundo puente, éste de troncos. Aquí nos sacamos una foto un tanto complicada por la falta de bases para la cámara. Ahora de día nos acercamos hasta el cauce del río donde bajaban algunos rápidos entre grandes piedras redondeadas por la erosión del caudal. Algo más abajo estaba la cascada que por la noche habíamos visto débilmente y nos acercamos hasta ella, aunque la pendiente era considerable y estaba resbaladizo el sendero y la hierba.
No mucho después salimos del bosque metiéndonos de lleno en el desfiladero. En la parte alta había una roca a la que sacamos un gran parecido con una persona escalando y con mochila a la espalda. Ahora sí que pudimos disfrutar de sus vistas con las impresionantes paredes con desplomes de varios metros en vertical y moteadas por vegetación. Igualmente podían contarse infinidad de canales con pedreros que terminaban en el mismo río varios metros por debajo. Bajo los techos de roca transcurre parte de esta senda no apta para quienes sufran vértigo de altura. Tampoco el que no lo padezca puede ir del todo confiado y mirando para cualquier sitio mientras camina por el alto riesgo de caída.
El fuerte contraste entre las zonas en sombra y las soleadas impedían sacar fotos con todos los detalles, pero se hacía lo que se podía para plasmar toda aquella maravilla. Lo serpenteado de la senda hacía más fácil contemplar la misma desde diferentes perspectivas encontrando en cada curva un paisaje diferente. Pasamos la zona de helechos y matorral bajo donde habíamos visto las cabras por la noche. Pocos metros más adelante, y tras otro reviro, tuvimos a la vista las casas y el bar al comienzo de la ruta. Incluso ahora viendo las fotos ampliadas puedo ver parte del coche de Luis. No tardando comenzamos a vislumbrar también las primeras casas de Villanueva.
Atravesamos un segundo túnel y pasamos al valle principal de Villanueva ya con la carretera a la vista. Un tramo de pedrero y otro entre arboleda nos llevaron directamente hasta la carretera de Tenebredo donde la roca tallada indicaba el comienzo, en este caso el final, de la ruta. Escasos 300 metros nos separaban del aparcamiento donde teníamos el coche. Al lado de la carretera vimos un gran eucalipto.
A las 11:15 horas terminamos esta ruta tras un total de 13 Km. recorridos. En el aparcamiento había un par de coches. Al lado de uno había una pareja que comenzaba la ruta en esos momentos y el otro podía ser de la que nos habíamos encontrado en la ruta.
Sin más nos cambiamos algo de ropa y calzado y, como ya habíamos acordado, emprendimos el viaje hacia la playa de Salinas. Hasta Oviedo teníamos 18 Km por carretera primero y autovía luego. Dejamos atrás éste y continuamos con dirección a Avilés por el que pasamos para llegar a Salinas cuando eran las 12:20 horas y con 180 Km recorridos. Aparcamos cerca de la playa y nos dirigimos hacia la misma donde había bastante personal teniendo en cuenta el tiempo tan inestable que estábamos teniendo. El sol seguía luciendo de momento, aunque ya aparecían nubes por el suroeste.
Luis decidió tumbarse al sol mientras que Álvaro y yo nos íbamos a dar una vuelta por la playa pisando el agua. Como suele pasar, no tardé en encontrarme con algunos conocidos. En esta ocasión fue con Valentín, un vecino de Armunia, y luego con Luis, compañero de empresa al que por cierto hacía que no veía bastante.
Poco a poco fuimos comprobando como se iba nublando el día terminando por cubrirse del todo y escuchándose algunos truenos. Luis terminó por meterse al agua a bañarse antes de salir de la playa. En el coche se secó y se cambió y alrededor de las 14:15 horas, cuando comenzaba a llover, emprendimos el viaje de regreso. Al llegar a Avilés no llovía ya y decidimos parar cerca del puerto a comer. En un bar cercano compré unos refrescos y bajo los conos de la escultura que hay en dicho puerto nos acomodamos para comer. Nos resguardaron un rato de la lluvia y luego del sol “picante” que salía.
Allí estuvimos una hora antes de retomar el regreso a León sobre las 15:30 horas. Al poco de salir de Avilés por la autovía comenzó a llover de nuevo copiosamente. De esa forma, lloviendo y cesando transcurrió buena parte del viaje. Dejamos Oviedo atrás y ya en Campomanes nos desviamos para subir el puerto de Pajares. Durante un rato estuvimos detrás de una camión hasta que pudimos adelantarlo. Poco después de entrar en la provincia leonesa cesó la lluvia e incluso vimos el sol. En Villamanín paramos a llenar el depósito de gasolina y sin más novedades continuamos el viaje hasta entrar en la capital. Ya muy cerca de Armunia comenzó a llover de nuevo y cuando paramos al lado de mi casa arreciaba lo suyo. Eran las 17:30 horas.
Estuvimos unos diez minutos esperando en el coche ya que a poco que saliésemos nos poníamos empapados. Cuando cesó algo sacamos las cosas, yo para casa y Álvaro para su coche dando por finalizada otra gran aventura nocturna de las que quedan grabadas por su buen resultado.