martes, 26 de julio de 2005

"PUERTOS DE SEJOS - BOSQUE DE SAJA". TURISMO POR CANTABRIA Y ASTURIAS 23/25-07-05

 


TURISMO POR CANTABRIA Y ASTURIAS.

2ª TRAVESÍA A LOS “PUERTOS DE SEJOS” (BOSQUE DE SAJA). (Cantabria).

23/25-07-05

Aprovechando la época estival, solemos programar actividades un poco alejadas de nuestro entorno provincial. En esta ocasión repetimos una actividad realizada hace exactamente cuatro años. En aquella fecha llegamos a los Puertos de Sejos y la niebla nos impidió cerrar el recorrido circular que pretendíamos. Ahora sí lo conseguimos, aunque de nuevo ésta nos jugó una mala pasada al no dejarnos disfrutar de vista alguna del último tramo. Pero bueno, visto como se presentó el tiempo el día antes y el posterior, nos damos por satisfechos del resultado final de la misma. Además, y como se verá, aprovechamos al máximo los días con visitas a las playas y costas cercanas.
El grupo se dividió en varios a la hora del desplazamiento; unos lo hacían el viernes y otros el sábado. Incluso en el trayecto a seguir hubo divergencias, ya que de los del sábado, algunos fuimos por una carretera y otros por otra. En total 15 fuimos los participantes en esta grata salida: Javi F., Isabel, Guiomar, Fernando, Luis, Roberto, José Ramón, Cundi, Irene, Tino, Jorge, Sonia, Eva, Álvaro y yo.
Como algunos no estaban federados, y según el reglamento no pueden salir con el club, se hace la “trampa” de que van en coches aparte o si van con algún federado, ese coche no entra en el cómputo oficial de participantes. Al final el reparto fue el siguiente: Guiomar, Fernando e Isabel fueron el viernes con Javi en el coche. Ellos habían alquilado una cabaña en el camping “Molino de Cabuerniga”, en Sopeña. El resto marchamos el sábado. Cundi e Irene fueron por Oviedo donde recogieron a Tino, un amigo suyo. El resto, en los coches de José Ramón, Luis y Jorge, salimos por la autovía de Burgos. Pero bueno, a continuación relato todas las incidencias desde la partida el sábado a la llegada el lunes por la noche.

SÁBADO 23
Eran las 18:00 horas cuando Luis pasó a recogerme en casa donde cargamos las tiendas y demás. Parecía que íbamos de vacaciones un mes en vez de dos días. Poco después de esa hora emprendimos el viaje por la nacional hasta coger cerca de Cembranos la autovía de Burgos. Con el resto había acordado reunirnos en la primera gasolinera que encontrásemos tras la entrada a la autovía de Santas Martas. Pues bien, en la salida de El Burgo Ranero hay una al lado contrario del carril nuestro. Nosotros nos desviamos a ella donde no había llegado nadie aún. Viendo que no llegaban decidí llamarles por teléfono. Jorge estaba en una ya cercana a Sahagún mientras Ramón no había llegado aún. Total que, sin entrar en más detalles, acordamos reunirnos en Osorno donde teníamos que abandonarla. De esa forma recorrimos los 110 Km hasta allí y efectivamente nos juntamos por fin todos.
A partir de ese pueblo seguimos la nacional 611 hacia Reinosa pasando por Herrera de Pisuerga, y Aguilar de Campoo, desde donde pudimos ver claramente Las Tuerces y la Peña La Mesa en su cima. No tardamos en entrar en Cantabria y llegar a Reinosa donde abandonamos esta vía para coger la carretera de la estación Alto Campoo. A escasos 10 kilómetros volvimos a girar para comenzar a subir el puerto Palombera donde nos envolvió la niebla casi por completo. Desde su cima se comienza el descenso hacia el Valle de Caburniga o Saja. Fijándome durante la bajada vi el punto final de la ruta que al día siguiente haríamos. Paramos y se lo indiqué al resto. Como se comprobará más adelante, no terminamos en este punto, si no en otro más arriba, La Venta de Tajahierro, por un error debido a la espesa niebla de la que antes ya hablé. Más abajo sí vi el punto del comienzo cerca del cual hay un aparcamiento para dejar los coches. Sin más continuamos el descenso por aquella estrecha carretera hasta llegar a Valle de Cabuerniga, principal pueblo de la zona. A un kilómetro escaso se encuentra Sopeña donde se sitúa el camping al que nos dirigíamos. A él llegamos sobre las 21:30 horas tras 250 Km.
Tras preguntar por alguna parcela donde colocar las tiendas, cuatro, nos lo pusieron complicado debido a la alta ocupación del mismo. Echamos una ojeada y por fin, tras quitar unos coches que tenían colocados en una no ocupada, pudimos agrupar tres para las tiendas y coches nuestros. Al final una de ellas nos sobró. No tardaron en llegar Cundi, Irene y Tino y nos pusimos a armar las tiendas. Jorge, Sonia y Eva una, Luis y Álvaro otra, Ramón montó una pequeñita para él un poco de “estrangis”, Cundi, Tino e Irene por otro lado y Roberto y yo la última. El resto que estaban desde el día antes andaban por Cabezón de la Sal y tenían pensado cenar por allí. Nosotros, tras terminar de armar éstas, nos pusimos también a ello sentados en corro allí mismo. Estando cenando llegaron los cuatro compañeros y acordamos la hora de salida para el día siguiente, las 9:00 h. Poco a poco fuimos recogiéndonos y nos acostamos. Al lado había un grupo que no dejó de conversar hasta las tantas. Yo me acosté sobre la 1:30 h. Me desperté alguna vez, pero dormí bien.

DOMINGO 24
A las 8:00 horas nos comenzamos a levantar. Fuimos desayunando y preparando para la marcha. Poco después de las 9:00 horas salimos del camping hacia el comienzo de la ruta. Como Isabel, la mujer de Javi, no iba y se quedaba con un coche, nos distribuimos en el resto. Nosotros tuvimos que regresar al poco de salir del recinto ya que a Fernando se le había olvidado coger algo que necesitaba. Sin más atravesamos Sopeña y salimos a la carretera por la que llegamos a Valle de Cabuerniga. Nos encaminamos entonces hacia Reinosa y subiendo el puerto, poco después del punto kilométrico 13, aparcamos los coches. Allí vimos a otro numeroso grupo que ya comenzaba la marcha por la misma ruta.
El día había amanecido despejado, lo que nos animaba a caminar. Aún así, como es habitual en aquella zona y luego comprobamos, la niebla vespertina hace aparición y en pocos minutos lo envuelve todo. Yo, que ya lo había visto la vez anterior, quería al menos llegar a los Puertos de Sejos y a ser posible encontrar la ruta de regreso que nos dejaría a unos 5 kilómetros carretera arriba.
Todo preparado y mochilas al hombro, comenzamos a caminar sobre las 10:00 horas. Tras retroceder unos pocos metros por el asfalto entramos en la pista donde un cartel indicaba la ruta R.V.2 desde aquel punto, Pozo del Amo, hasta Puente Pumar, en el valle de Polaciones, donde se encuentra Peña Sagra, en cuyas inmediaciones estuvimos hace ahora un año. La misma pasa por los Puertos de Sejos, hacia los que nos dirigíamos y en los que teníamos que desviarnos. Delante del indicador nos sacamos una foto del grupo.
Sin mas retrasos continuamos la marcha entrando al poco rato entre un bello bosque de vegetación variada. Por la derecha ascendía la ladera mientras por la izquierda teníamos un fuerte desnivel hacia el río Alberiza, que llega a la carretera unos metros por debajo del comienzo del itinerario. En la ladera contraria se podía ver la cumbre de la Peña Costanilla de 889 m. El comienzo de la ruta se sitúa en la cota aproximada de 650 m, estando los puertos a unos 1300 m y el punto mas alto de la misma en el collado del Campanario a 1500 m.
Poco a poco fuimos ganando altura entre repechos, llanos e incluso alguna bajada. Mas o menos íbamos agrupados de momento charlando y disfrutando de las bonitas vistas del valle. Por las laderas encontramos numerosos helechos y arbustos de diversas clases. Como ya he dicho en más ocasiones, no soy nada conocedor de la flora, por lo que evito nombrar especie alguna no sea que “meta la pata” hasta el fondo.
Tras 45 minutos de marcha alcanzamos el punto donde el camino y el río están a la misma altura. Tras pasar un puente sobre el río Bijoz, que allí mismo se une al Alberiza, pudimos ver en éste último unos bonitos saltos de agua entre enormes piedras, Los Tramburrios. Otro puente atraviesa sobre ellos y un sendero sube por la ladera contraria hacia la parte alta de unos riscos. Por él se encaminó Javi para explorar el terreno aquel mientras el resto continuamos por el camino principal que ascendía ahora bruscamente en zigzag. Realmente era bonito ver el bosque iluminado por los rayos de sol que se colaban entre el espeso ramaje del mismo. De nuevo la altura sobre el cauce se hizo destacable y en el margen del camino, que ahora era de losas de piedra, había una valla de madera.
Tras pasar este diferente tramo de la ruta, se volvió ésta similar a lo anterior. Por la izquierda bajaban algunos regatos con un abundante musgo a su alrededor. Al pasar éstos el camino, formaban algunas zonas embarradas que procurábamos sortear como podíamos. De nuevo hubo tiempo para otra foto de grupo en la que, ahora, después de fijarme, faltaba Álvaro.
Poco a poco iba abriéndose el bosque, aunque aún vimos ejemplares de grueso tronco. Pasamos entonces al lado de unas paredes pétreas en las que los líquenes y el musgo daban un tono verdoso a la piedra. En la parte contraria del valle veníamos viendo unas curiosas formaciones rocosas que semejaban restos de castillos, eran Los Molinucos del Diablo.
Sobre las 12:40 horas dejamos atrás el bosque y salimos a lo que podía ser el comienzo de los puertos. Tras ascender por un sendero de grandes piedras entre prados y algunos arbustos, vimos de frente las cumbres que cerraban el valle y parte de los Puertos de Sejos. Un puente de madera permitía el paso del río, aunque nosotros lo hicimos por las piedras dado el bajo nivel de agua que allí bajaba. El sendero continuaba por entre matorral bajo ascendiendo suavemente muy cercano al cauce. En una ladera del fondo se distinguía una pista, la cual podía ser el paso al valle de descenso.
Entre unos matorrales vimos cuatro bonitos caballos pastando. Poco mas adelante un montículo dividía el valle en dos pequeños brazos. Javi se había adelantado en busca del camino de paso y nosotros optamos por encaminarnos por la parte izquierda de la loma. Eran las 13:10 horas y llevábamos 6,5 Km.
Para alcanzar la pista que habíamos visto teníamos que ascender un buen trecho aún. En la cima de otra loma vimos a Javi indicándonos la subida. La empinada cuestecilla se hacía notar y lo tomé con calma. De esa forma encontramos un sendero que subía por el valle paralelo a la pista que estaba mas arriba. Del valle principal del río Alberiza nos habíamos desviado unos 90 grados hacia la izquierda, dirección mas o menos sur. Como vimos que el sendero se podía cerrar más adelante entre la espesa vegetación, algunos decidimos ascender directamente hacia la pista, situada unos 30 metros por encima. Aunque corto, este trozo era de fuerte inclinación. No tardé en alcanzar el camino seguido del resto. Otros habían seguido el sendero y se les veía mas abajo sentados en un claro. Como esperábamos, tuvieron que atravesar entre el matorral espeso para alcanzar también la pista con más esfuerzo que nosotros.
Ya desde hacía un rato veíamos la niebla acechando en las cumbres del Este. Pues bien, enseguida vimos como comenzaba a bajar hacia los valles a ritmo trepidante. Echando la vista atrás tuvimos una bella panorámica del pico Cueto de la Concilla de 1922 metros y Peña Jelgüeras, con 1749 m. Igualmente la loma en la cual se sitúan los restos de Menhires, donde la vez anterior habíamos llegado. En ella pastaba numeroso ganado.
Mas o menos suavemente fuimos ganando altura y tras algunos zigzag, alcanzamos la collada del Campanario, 1500 m. Eran las 14:15 horas y llevábamos 8,110 Km. La niebla nos envolvía por momentos dejándonos sin visibilidad alguna, aunque el viento enseguida abría claros de nuevo. Al lado de unas rocas cercanas vimos una caseta. Tras decidir donde comer, si al lado del camino o donde ésta, nos acomodamos donde estábamos, en una piedras cerca del camino. Un indicador marcaba la dirección a La Venta de Tajahierro, para la que quedaban 8 Km siguiendo la ruta R.V.1. Un grupo que subía nos comentó que el valle era bonito, pero la pista de tierra nada vistosa.
A las 15:00 horas, y con la niebla cerrada, emprendimos de nuevo la marcha. Tras subir un pequeño tramo vimos una manada de caballos y algunos ganaderos con coches en el camino. A partir de allí comenzamos el descenso hacia la Venta de Tajahierro. Javi y Ramón salieron escopetados para ver si llegaban antes y podían subir con un coche a por los conductores y evitar bajar los cinco kilómetros por carretera. Lo que no sabíamos era que ese camino nos llevaba a otro punto aún mas alejado del que marcaba nuestra ruta. El mapa que teníamos era esquemático y sin detalles. Para colmo, la niebla estaba cerrada por completo sin dejarnos ver más allá de unos pocos metros.
Siguiendo aquel “feo” camino de piedra y tierra bajamos e incluso subimos algún tramo sin disfrutar lo mas mínimo. Era una pena ya que algunos de los que habíamos ido la vez anterior teníamos ganas de conocer esta otra parte de la ruta y así nos era imposible. La niebla se volvió húmeda y fría y se pegaba al cuerpo. Al lado de la pista vimos algunas vacas con bonitos terneros que se amamantaban de sus madres. Nos cruzamos con algunos todoterrenos y preguntábamos cuanto iba quedando, aunque por mi podómetro nos íbamos guiando un poco. Hablando de podómetros, a Eva se le desprendió el suyo y casi se le pierde. Una de las pilas no la encontró. Pasamos al lado de un par de refugios, en uno de los cuales había un grupo que luego nos adelantó.
Por fin, tras 18 Km y medio largos y cuando eran las 17:30 horas, llegamos a la carretera. Justo allí había un punto kilométrico, el 26, lo cual me mosqueó nada mas verlo. Si habíamos partido del 16 y el final estaba 4,5 más arriba, las cuentas no me salían. Allí mismo había un cartel de la ruta y consultándolo vimos el error. De la pista por la que bajábamos salía otra ruta en el Sel de Reburdajos, que la niebla no nos había dejado ver, y que efectivamente terminaba cinco kilómetros mas abajo.
A escasos metros se encontraba la Venta de Tajahierro donde un par de hombres nos confirmaron lo anterior. Allí estábamos Jorge, Sonia, Eva, Cundi, Tino y yo. El resto ya había seguido carretera abajo. Mas o menos resumido lo siguiente fue así. A Jorge le bajaron en un coche a por el suyo y de camino recogieron a algunos más. Otros ya estaban abajo y entre unos y otros subieron a por el resto a la venta o a los puntos en los que estaban.
Ya todos acomodados en los coches emprendimos el descenso hacia Sopeña mientras la niebla continuaba cerrada. Ya en el camping y tras cambiarnos, algunos decidimos seguir los planes que teníamos, que no eran otros que acercarnos hasta la playa. Optamos por la de Miengo, a unos 40 kilómetros dirección Santander. Emprendimos entonces el viaje hacia Cabezón de la Sal donde cogimos la autovía a Santander. En Torrelavega tuvimos nosotros un despiste por culpa del mapa que llevábamos. Según éste no había desvío alguno, pero realmente sí había que cambiar de autovía, lo que nos hizo dar un pequeño rodeo para coger de nuevo la dirección correcta. Mas o menos bien dimos con la salida hacia Miengo y así llegamos a la playa donde estaba el ya resto. Habíamos ido: Javi, Ramón, Roberto, Cundi, Tino, Irene, Luis, Álvaro y yo. Jorge, Sonia y Eva habían quedado y luego dijeron que se habían acercado a cenar a Maliaño, cerca de Santander.
Eran las 20:30 horas cuando entramos en la playa desierta. Continuaba nublado y lloviznaba de vez en cuando, pero no hacía frío. Por ello varios nos cambiamos para meternos al agua un rato. Estaba fría, pero era la primera impresión. Tras un rato allí, Javi, Roberto y Ramón se despidieron ya que habían quedado con Isabel, Guiomar y Fernando para cenar en Cabezón de la Sal. El resto habíamos llevado la cena para hacerlo en la playa. Pasamos un buen rato cuando me enterré en la arena hasta las rodillas y colocando las chanclas delante parecía haber mermado de tamaño. Las fotos dan fe de ello. Ya casi oscureciendo nos acomodamos en un tronco situado en medio de la arena para cenar. Realmente era una grata experiencia al lado del mar y casi de noche. La llovizna nos hizo precipitar un poco la retirada y sobre las 22:00 horas emprendimos el viaje de regreso.
De nuevo hubo algún despiste para coger la dirección correcta, pero enseguida salimos a la autovía. Paramos a repostar gasolina y aproveché para llamar a los que estaban cenando en Cabezón para quedar con ellos un rato. Así llegamos a dicha localidad y aparcamos el coche. Con algunas indicaciones dimos con el mesón donde estaban cenando. Mientras terminaban tomamos un vaso y luego salimos en busca de algún local donde tomar una copa. Dimos un buen paseo en busca de alguno y de nuevo preguntando nos lo indicaron. En una de las calles vi un supermercado “El Arbol”. En un pub entramos y tomamos unas consumiciones. Algunos nos pusimos a jugar una partida de dominó.
Ya sobre las 0:30 horas emprendimos el regreso a Sopeña. Luis y yo nos íbamos fijando en los pueblos a ver si veíamos alguna fuente para coger agua en las cantimploras ya que la del camping sabía bastante mal. Así llegamos a Sopeña donde preguntamos a un chaval en bici y a unas chicas por la fuente. En ella cargamos las cantimploras, aunque tampoco tenía demasiado buen sabor.
Pasada la una entramos en el camping. Los coches hubo que dejarlos fuera, ya que a partir de las 0:00 horas está prohibida la entrada con ellos. Comentamos un poco los planes para el día siguiente. Durante la ruta había recibido la llamada de Antonio, compañero nuestro de Santander que precisamente estaba allí. Habíamos quedado en que, si al día siguiente íbamos a una playa cercana le avisaríamos, pero optamos por irnos ya dirección a Asturias por donde regresaríamos. Sin mas, sobre la 1:30 horas. Me metí en la tienda para pasar la última noche.

LUNES 25
Me levanté sobre las 8:30 horas. El cielo estaba cubierto y las nieblas acechantes. Pensé en ese momento la suerte que habíamos tenido el día antes al hacer la ruta, al menos en la subida. Como no se había levantado nadie aún, decidí ir al pueblo a dar un paseo. Al pasar por la puerta de salida y ver el bar del camping opté por tomar un desayuno caliente allí mismo. Apuntaré aquí que ese día era la festividad de Santiago Apóstol y que en Cantabria no era festivo pero sí en Santander, que celebra sus fiestas patronales.
Con la cámara de fotos me encaminé hacia el pueblo, a unos 300 metros del recinto. En él pude comprobar que la fuente en la que la noche antes habíamos cogido agua estaba al lado de la carretera que entra al camping. Cerca de ella esta la iglesia del Carmen, patrona de Sopeña cuyas fiestas acababan de pasar. Por las calles me di un paseo viendo bonitas casas con balcones cargados de flores y plantas. Tras una media hora paseando volví al camping donde ya se iba levantando el personal. Algunos desayunaron allí y otros lo hicieron en el bar. Las tiendas tenían algo de rocío que sequé un poco para luego desmontarlas. Así fuimos recogiendo y quedamos en salir sobre las 11:00 horas.
En recepción abonamos la estancia y compré para el club un mapa de la zona de Saja-Nansa donde nos encontrábamos. Javi y el resto se retrasarían un poco y quedó de llamarme por teléfono para indicarme exactamente la playa hacia la que ir. Salimos entonces con dirección a Cabezón de la Sal y en éste de nuevo hubo malos entendidos. La autovía solo indicaba Oviedo, por lo que no me convenció entrar. Por la nacional nos dirigimos hacia San Vicente de la Barquera mientras otros sí habían entrado en la vía rápida. Por el móvil me indicó Javi que nos dirigiéramos hacia Pechón y así se lo hice saber al resto también por teléfono. Al llegar a San Vicente encontramos largas retenciones en las que perdimos casi media hora. Pasando un puente sobre la ría me dio tiempo a bajar del coche, hacer unas fotos y subirme de nuevo más adelante. El día seguía nublado pero sin lluvia.
Atravesamos San Vicente de la Barquera y continuamos por la nacional hacia Pesués. Allí nos desviamos hacia Pechón subiendo un empinado puerto sobre la hermosa Ría de Tina Menor. En un mirador en su cima nos reunimos de nuevo todos y bajamos hacia Pechón. Hasta allí hicimos 40 kilómetros y eran las 12:45 horas.
Tras tener aparcado el coche, decidieron bajar con ellos hasta un aparcamiento cercano a la playa donde había que pagar. Luis y yo decidimos no moverlo ya y tras cambiarnos dentro nos encaminamos hacia ésta. A mi se me iban saliendo las chanclas y las perdía. Casi un kilómetro recorrimos antes de llegar a ella. En esta playa habían estado hace un año los que habían ido a Polaciones el sábado por la mañana.
Se trataba de dos playas separadas por un pequeño risco y rodeadas de laderas verdes. A ellas bajamos y nos acomodamos cerca de unos peñascos. No tardamos algunos en entrar al agua comprobando lo irregular del suelo. Numerosas rocas, huecos y ondulaciones te hacían andar con “cuatro ojos” para no caer o darte golpes en los pies, que no fueron pocos. Solo una zona se libraba un poco de éstas y allí se concentraban los bañistas. La mar estaba un “pelín” revuelta y las olas rompían con fuerza, por lo que yo no me metí demasiado. En el cielo querían abrirse claros por los que vimos algo el sol.
Tras un buen rato disfrutando en el agua, salimos de ella. Algunos nos acercamos hasta otros riscos cercanos donde había unas bonitas cavidades. La roca erosionada tenía un color verdoso y unos pliegues realmente indescriptibles. Algunas se comunicaban entre sí y alguien pasó entre ellas.
Ya de regreso comenzamos a recoger pensando donde parar a comer. Tino recomendó algunos lugares para hacerlo aunque él junto con Irene y Cundi iban a quedar allí un rato más y luego marcharían directos hacia Mieres de donde habían salido. Luis y yo tuvimos que subir de nuevo hasta donde teníamos el coche donde nos cambiamos antes de emprender el viaje. De nuevo surgieron los malos entendidos. Javi le dijo a Luis que iban a buscar un sitio en el mismo pueblo, pero no estaba seguro. Yo, lo último que había oído, era que íbamos a un restaurante situado en un cruce de la carretera que entraba a Noriega, a unos 8 kilómetros. Visto ello, nos dirigimos a este último por unas estrechas carreteras llenas de curvas y cuestas. Cuando estábamos ya cerca recibimos la llamada de Guiomar para decirnos que habían parado en Unquera, por el que acabábamos de pasar, en busca de algún lugar apropiado. Total que, después de retroceder unos 3 kilómetros entramos de nuevo en dicho pueblo donde les encontramos aún sin encontrar lugar donde comer, y eran las cuatro de la tarde. Tras mirar en algunos cercanos a la calle principal, dimos con uno que tenía sitio y comida para los 12 que estábamos. Eso sí, hasta que acoplamos los platos que les quedaban de cada cosa y lo que cada uno quería, estuvimos un buen rato. Allí hicimos las cuentas del camping que había pagado yo antes.
Sobre las 18:15 horas volvimos a ponernos en marcha, esta vez con dirección a otra bonita playa asturiana, la de Cuevas del Mar. Por su parte, Ramón se despidió de nosotros ya que tenía que entrar a trabajar a las 22:00 horas y no le sobraba el tiempo. Nada más salir de Unquera entramos en el Principado de Asturias. Tras un pequeño trecho por autovía entramos en la nacional que sigue la línea de costa. El día había abierto bastante y solo algunas brumas y nubes cubrían el cielo. Dejamos a un lado Llanes para continuar hacia Ribadesella. Hacia la mitad entre uno y otro se encuentra Nueva, pueblo donde abandonamos la carretera principal para dirigirnos hacia la playa mencionada. De nuevo la “buena” señalización de nuestras carreteras nos jugó una mala pasada y dimos un pequeño rodeo antes de conseguir llegar a dicha playa. Eran las 18:45 horas y desde Unquera recorrimos unos 45 Km.
En ella había numero personal y allí cerca aparcamos los coches. Como no teníamos intención de meternos en el agua, Javi propuso recorrer unos senderos desde donde se podían contemplar los acantilados cercanos. Junto con él marchamos Guiomar, Fernando, Luis, Álvaro y yo. Por un sendero entre vegetación ascendimos por unas lomas en las que tuvimos que atravesar una alambrada electrificada con pastor de ganado en la que Guiomar tocó sin querer y la dio una descarga. Entre helechales y alguna higuera con brevas llegamos al borde del acantilado por el que anduvimos de un lado a otro. Realmente era impresionante la vista de los mismos con los cortados a plomo o las cavidades en las paredes, de cuyas formaciones le viene el nombre al lugar, Cuevas del Mar. Bajamos un poco por el borde hacia un hueco en la roca que caía directamente al agua. Hasta él bajaron Fernando y Luis con suma precaución por lo resbaladizo de la piedra. De nuevo subimos y nos encaminamos hacia la parte alta donde se veía una ermita. Antes de ella vimos otra playa en la parte baja y no tardamos en cruzar el sendero que llevaba a la misma. Desde esta otra parte alta, cercana a la ermita, tuvimos otra vista indescriptible de los acantilados. Yo miraba hacia el cielo donde unas brumas tapaban el sol quietándole esplendor a la vista, pero observé que no tardaría en quedar despejado por la dirección de las nubes. Efectivamente, en unos cinco minutos salió el sol y dio al paisaje un tono que de no verlo es imposible de imaginar. Además de los acantilados, teníamos de fondo la sierra de Cuera y muy, muy al fondo, los Picos de Europa. En ellos, y prácticamente seguros de que lo era, pudimos ver la silueta del Naranjo de Bulnes.
Tras pasar cerca de la ermita, de línea moderna con fachada lisa de cemento, echamos la vista hacia poniente donde el sol se reflejaba en el mar con un contraluz de postal. El terreno había cambiado completamente y ahora abundaba la roca en vez de la hierba. Desde un saliente contemplamos un largo y recto acantilado donde las olas rompían con fuerza. Nunca había visto costa tan bonita como lo estaba haciendo ahora. Estaba sacando mas fotos que en los dos días anteriores. Entramos luego en un espacio totalmente pétreo con afiladas rocas y nos dirigimos hacia un punto donde habíamos visto como salía agua vaporizada. Se trataba de un bufón, hueco que comunica con el mar y por el que salta el agua cuando las olas se meten con fuerza en él. Como éstas no tenían suficiente fuerza, solo salía agua vaporizada y no un chorro. Aún así estuvimos esperando un rato, cámara en mano, por si pillábamos alguna emersión. De verdad, me estaba embriagando con el paisaje que contemplábamos y deseaba poder quedar más tiempo allí disfrutándolo. Sí que comentamos lo ideal que sería ver la puesta de sol desde allí, aunque cabía la posibilidad de que las nubes la estropearan. Además, aún quedaba mucho tiempo para la misma y habíamos quedado en regresar a las ocho, para lo cual ya íbamos justos.
Por otro sendero llegamos al que bajaba a la playa donde llegamos pasados 15 minutos de la hora acordada. Hicimos bromas al ver como nos esperaban con los brazos cruzados en plan amenazador. Jorge, Sonia y Eva optaron por emprender el regreso ya mismo. El resto decidimos aún acercarnos hasta un chiringuito a tomar un refrigerio. En la terraza estuvimos de charla mientras el sol se iba metiendo tras las lomas cercanas.
Marcaba el reloj las nueve cuando iniciamos todos el último tramo del viaje hacia nuestra ciudad. Nos quedaban casi 200 Km. hasta León. En Nueva cogimos la autovía hacia Oviedo pasando al poco muy cerca de Ribadesella. Sobre las 21:50 horas bordeamos Oviedo y entramos en la autopista hacia León. Habíamos decidido volver por ella dado lo tarde que ya se hacía. Por ello no la abandonamos al llegar a Campomanes y pagamos el peaje hasta la salida del pantano. Tras pasar el largo túnel de El Negrón, entramos en la provincia leonesa y al llegar a la estación de servicio de Caldas de Luna nos detuvimos a estirar las piernas un poco. Eran las 22:30 horas y la noche ya estaba bastante cerrada.
Unos cinco minutos estuvimos allí antes de ponernos en marcha de nuevo. No tardamos en atravesar el puente colgante sobre el pantano de Luna y ya en La Magdalena, después de pagar el tramo del pantano, abandonamos la autopista. Pasado Camposagrado, mas cerca de Lorenzana vimos un accidente y varios coches de Trafico.
Sobre las 23:15 horas entramos en León y nos dirigimos hacia La Serna a dejar a Roberto y Álvaro. A las 23:35 horas, me dejó Luis a mí en casa dando por finalizado este largo fin de semana.
Sin duda resultó toda una experiencia de lo más completa teniendo en cuenta que hicimos un poco de todo: montañismo, playa y turismo. ¿Qué más podemos pedir cuando el resultado es satisfactorio?










































lunes, 11 de julio de 2005

"PEÑA TREVINCA" (Porto - Zamora) 10-07-05

 


2ª ASCENSIÓN A “PEÑA TREVINCA”.

10-07-05     (Domingo)

Tras dos meses sin realizar una salida propiamente organizada por el club, hemos vuelto a seguir el calendario programado dentro del cual, para este mes de julio, estaba prevista la ascensión a Peña Trevinca desde Sanabria. Tras estudiar la ruta, que en principio hubiese partido de la Laguna de los Peces, y después de una proposición más factible por parte de José Antonio, optamos por variar el punto de partida. La ruta propuesta por él partía de Porto, un pueblo de la provincia de Zamora limítrofe con Orense, y de la que ya tenía algún conocimiento in situ de otras veces.
Tras haber concretado la fecha semanas antes, tan solo tres fuimos los osados a realizarla: José Antonio, Álvaro y yo. Los dos se acercaron hasta mi casa de donde salimos en mi furgoneta pasadas las 8:00 horas. En Ribaseca cogimos la nueva autovía a Benavente que seguidamente dio paso a la de Orense. Así pasamos Puebla de Sanabria pendientes del desvío a Porto. Pues bien, tras el despiste de pasarnos dicha salida, llegamos a A Gudiña, 10 Km más adelante. Aquí cambiamos el sentido y retrocedimos por la nacional hacia A Canda donde se encuentra dicho desvío a Porto. Antes de entrar hacia éste paramos y llené el depósito de gasoil.
La carretera de 28 Km hasta este pueblo es estrecha y llena de curvas, lo cual nos retrasó aún más el viaje. Bordeamos un par de embalses y atravesamos en dos o tres ocasiones el límite provincial de Zamora y Orense antes de avistar por fin el pueblo. A entrada, en un alto, paramos y saqué una bonita foto del mismo. Se encuentra emplazado en el valle del Bibey, cuyo caudal forma los embalses anteriores. Eran las diez y media cuando paramos cerca de una fuente a coger agua. Llevábamos 240 Km a los que había que restar 20 del error cometido para el cálculo de distancias.
Tras informarnos de la posibilidad de avanzar por una pista que salía valle arriba y afirmarnos que era posible, reemprendimos la marcha con la furgoneta y atravesamos el pueblo para subir por la misma. La fuerte pendiente inicial se compensaba por el cementado del camino. Así nos fuimos alejando de Porto y la subida se suavizó mientras nos encontramos con numerosos tramos así mismo cementados allí donde el agua podía estropear el firme o la pendiente era más pronunciada. Poco a poco fuimos avanzando por el valle de Bibey hasta que el camino fue girando a la derecha y nos lo encontramos cerrado por la maleza. Sin querer habíamos avanzado 8 Km desde el pueblo, lo que nos evitó una larga caminata y permitió cumplir con el objetivo que llevábamos, ya que el retraso que traíamos era de por sí considerable. En principio habíamos hablado de salir a las 7:00 horas, lo que hubiese sido ideal, pero concretamos las 8:00 horas más tarde teniendo en cuenta que el trayecto era casi todo por autovía.
Tras dar la vuelta a la furgoneta y aparcarla, nos preparamos para la larga ascensión. Estábamos a unos 1400 m, justo debajo del Montonto, una cima a la izquierda del valle del Bibey, que en ese ramal también se llamaba Piornales. Eran ya 11:20 horas cuando emprendimos la marcha. Teníamos que retroceder hasta la confluencia de los dos ramales del valle, el de Piornales y el de Vedul por el que íbamos a subir. Para ello nos metimos por la ladera entre numeroso matorral y bajando hacia el arroyo. Nos dimos cuenta enseguida que teníamos que haber dejado el coche más abajo ya que volvimos a salir a la pista por donde habíamos subido antes. De ella salía un camino hacia una finca cerca de la que había un puente por el que franquear el arroyo. La misma estaba alambrada y había varias edificaciones dentro. Para evitar todo el rodeo de la misma, y como la puerta estaba abierta, pasamos por los prados con ligera pendiente hacia el norte en busca de una salida. Mientras José Antonio iba por una lado, Álvaro y yo nos dirigimos hacia un par de cabañas cercanas a la alambrada para ver si tenía salida por aquella parte. Dentro de una de las majadas había varias ovejas y un perro que salieron al oír nuestros ruidos. Nos encontramos que no había salida alguna por allí salvo levantando la alambrada y haciendo algunos números por debajo de ella. Así la atravesamos mientras José A. lo hacía unos metros mas abajo.
Ya metidos en la ladera de la cumbre del Montonto comenzamos a bordearlo hacia el valle de Vedul. Pues bien, no habíamos caminado 100 metros cuando vi como se me rompía uno de los bastones que llevaba. Había partido uno de los tornillos que sirven para regular la altura y hacer el tope. Lo metí en la mochila y continué con uno solo, que por cierto también me comenzó a dar problemas al pasarse una de las roscas. Parecía estar gafado con ellos en esta salida.
Poco a poco entramos en el valle del arroyo Vedul y echando la vista atrás disfrutamos de una gran panorámica del valle de Bibey y del ramal de Piornales. A media altura, con el arroyo por la izquierda, ascendimos suavemente por ladera de aquella amplia vaguada. Por la parte contraria se veían algunas veredas también usadas por el ganado. Teníamos dos alternativas, seguir valle arriba hasta el final, o cruzar el arroyo para dirigirnos hacia una collada que daba paso al valle de Jares y desde la que se podía incluso ver la laguna de la Serpiente. Optamos por esto último y tras atravesar el cauce escaso del arroyo Vedul comenzamos a ascender por la ladera del Alto Turriero. Aquí, mientras José Antonio se dirigía a la collada, nosotros comenzamos a subir más directamente hacia la cresta de la cima aquella. Mientras él llegaba a este paso, nosotros alcanzamos un punto por encima de la misma. Desde allí vimos la laguna muy poco por debajo de la collada y el amplio valle de Jares, cuyo arroyo del mismo nombre, vierte sus aguas hacia Orense, en cuya provincia nos encontrábamos desde que atravesamos el arroyo Vedul. Igualmente contemplamos por primera vez la cumbre, aún muy lejana, de Peña Trevinca y la de Peñas Negras.
Tras un rato de espera sin que José Antonio diese señales de vida, comencé a enfadarme. Tras el retraso que ya llevábamos, todavía se rezagaba él aún más. Era ya la una pasada y nos quedaba mucho más de la mitad por ascender aún. Por ello optamos Álvaro y yo por continuar el ascenso sin más esperas. Por la cresta continuamos el ascenso hacia la parte más alta de aquel macizo y no tardamos en alcanzar el Alto de Turriero, cumbre con unos 1805 metros de altitud en la que no había ningún vértice pero si unas rocas apiladas entre las que encontramos un bote oxidado y vacío. Eran las 13:41 horas y llevábamos según mi podómetro 4,110 Km.
Allí nos sacamos una foto y dejamos nuestra tarjeta de cumbres, aunque no consideraré una ascensión en sí esta cima. Desde allí pudimos ver con claridad lo que aún nos quedaba hasta la cumbre de Trevinca, que no era poco, pero sin dificultad. Lo malo es que teníamos que bajar hasta una vega que era el final del valle de Vedul a la que hubiésemos llegado de haber seguido vaguada arriba sin desviarnos. Como vimos que José Antonio todavía estaba muy abajo, decidimos comenzar a descender nosotros por la parte contraria hacia aquella vega de verde intenso.
Perdimos allí unos 90 metros hasta llegar a dicha vega de la que nace el arroyo Vedul. En el mismo vimos saltar algunas ranas en el escaso agua que llevaba. Bordeamos lo que en época de invierno es una laguna y comenzamos a ascender una pequeña ladera hasta la cresta. Desde ella vimos de frente, mirando atrás, parte del valle de Vedul que bajaba al encuentro con el de Bibey y cuya bifurcación no se podía ver desde allí.
En la cima del Turriero vimos una persona que supusimos era José Antonio. Nosotros comenzamos a ascender por la ladera siguiendo un sendero medio marcado entre la hierba y las rocas. Esta estribación dividía el arroyo de Vedul del de Piornales, en el que habíamos dejado el coche. Siguiendo dicho valle habríamos llegado hasta allí, pero por lo visto la dificultad era mayor por la vegetación existente, como luego a la bajada comprobamos. Poco a poco fuimos cambiando de vertiente y optamos de primero por seguir por la ladera hasta el final del valle para subir desde allí al Peñas Negras y luego a Trevinca. No tardamos en comprobar que la ladera no era continua y que teníamos que bajar al valle más adelante, por lo que decidimos hacerlo ya. De esa forma atravesamos una de las cabeceras del arroyo de Piornales y entramos de lleno en la falda de Peña Trevinca.
Atravesamos un pequeño regato y emprendimos el último tramo a la cima, que aún se encontraba lejana y en esos momentos oculta. De pronto vimos aparecer a José Antonio por la ladera contraria, por lo que dedujimos que no podía ser él el que habíamos visto hacía escasos minutos en la cumbre del Turriero. Por su parte decidió seguir por el valle, que en ese punto se unía al de Jares a través de una pequeña colladina. Nosotros continuamos falda arriba cómodamente ya que la pendiente era bastante llevadera a pesar de lo que llevábamos encima. Eran las 14:45 horas.
El resto de aquel tramo se hizo monótono aunque las vistas eran cada vez más amplias. No tardamos en comenzar a ver de nuevo el valle de Jares y las amplias tierras orensanas por las que incluso nosotros estábamos caminando. De esa forma, a las 15:20 horas, alcanzamos por fin la parte alta de aquella sierra, la de Segundera. El Turriero es el final de la Sierra Calva, que junto con la Segundera, cierran el valle de Bibey y sus bifurcaciones del Vedul y Piornales.
Para llegar a la cumbre aún nos quedaba el último tramo de pendiente algo mas pronunciada pero corta. Enseguida pudimos disfrutar de una amplia panorámica de la cabecera del río Tera y su largo valle. Hacia él comprobamos que las pendientes eran abruptas y casi verticales. El sol formaba en ellas curiosas sombras al pegarle casi vertical desde arriba. Antes de comenzar aquel trecho se nos unió por fin José Antonio. Por allí vimos bastante genciana florecida que daba un colorido especial a la ladera.
Eran ya las 15:45 horas cuando, tras 8,400 Km, alcanzamos finalmente la deseada cumbre de Peña Trevinca con sus 2124 metros de altitud. Una de las primeras cosas que vimos fue un belén de cumbres metido entre las piedras. A modo de hito había un montón de rocas entre las cuales se encontraba un bote vacío. Como ya recordaba yo de la anterior vez que había ascendido, en el suelo había una gran cruz de cemento. Hacía ocho años que la había subido, en aquella ocasión con Carlos Gil y su padre Manolo, haciéndolo por la parte leonesa desde La Baña y por los picos Surbia, Trevinca Norte y Peñas Negras, los cuales teníamos a escasos metros hacia el norte. Abajo, la cabecera del Tera con su largo valle en forma de U y el paso hacia la zona del lago de La Baña a través de la Portilla de Morena Cavada. Tras ella, las cimas del Vidulante y el Picón, esta última ascendida también por mí hace cinco años. En la lejanía también podemos añadir a esta lista las cumbres del Teleno, Vizcodillo o Silla de Yegua. No era menos amplio el paisaje hacia Galicia con los valles y montes orensanos y las cumbres cercanas por las que habíamos pasado o bordeado.
Como bien nos merecíamos, nos acomodamos a la escasa sombra de las rocas para comer. Aunque el sol calentaba, una brisa fresca que corría y algunas nubes pasajeras refrescaban el ambiente. Hacia la parte de Ponferrada vimos una gran humareda de un incendio que al día siguiente salió en la prensa. Al poco rato llegó un joven gallego que subía desde la zona orensana y al que pedimos que nos sacase unas fotos, cosa que se presto a hacer con profesionalidad teniendo en cuenta que era fotógrafo. En una piedra de la cima vi un bonito insecto de un color verde fosforito al que conseguí sacar una foto bastante clara.
En el bote dejamos nuestra tarjeta de cumbres y ya pasadas las 17:30 horas emprendimos el descenso. Nuestra intención ahora era seguir, más o menos, las cumbres de la sierra hasta llegar frente al valle de Piornales en el que teníamos la furgoneta. Por ello, tras bajar el tramo mas empinado, no continuamos ladera abajo si no que comenzamos a bordear y serrear el macizo. José Antonio iba de continuo colocando piedras a forma de hito a pesar de lo bien señalado que estaba el sendero. La sierra aquella no es rocosa sino con aspecto de monte.
De pronto dimos con un par de lagunillas que aunque secas, formaban una bonita postal con la cumbre de Trevinca al fondo y allí sacamos una foto. Siguiendo el sendero bastante marcado avanzamos por la parte oeste de la sierra dejando arriba el alto del Xurbial y el Piatorta. El límite provincial de Orense y Zamora transcurre por la parte alta de la sierra de Segundera desde el Surbia hasta justo la collada a la que luego llegamos y sigue valle abajo un trecho antes de comenzar a atravesar algunas cimas y bajar por el valle de Vedul y la sierra Calva.
Caminando por la senda nos situamos por encima de otras bonitas lagunas, estas con agua, situadas en una pequeña collada. De frente se alzaba la cumbre del Moncalvo, 2044 metros, para la que quedaba un buen trecho aunque sin dificultad y de no mucha pendiente. José Antonio estaba dispuesto a subir, pero teniendo en cuanta que eran ya las 18:30 horas, no convenía hacerlo. Desde las lagunas ya se podía bajar siguiendo el valle principal del Piornales, pero decidimos ascender una ladera de la parte contraria para ver otra parte del valle del Tera. Subiendo esta falda pasó un pequeño avión escasos metros por encima de nosotros.
En media hora alcanzamos la cima de aquella loma donde pastaba una manada de caballos que se espantaron a nuestra llegada. La vista mereció la pena. Contemplamos en el valle el embalse de Presa Rota y por encima, bajo el Moncalvo, la laguna de Lacillo. También allí sacamos una foto con esta guapa vista. Sin entretenerse continuamos entonces por la loma bordeando el alto de Torno hacia otra collada desde la que ya teníamos pensado descender.
De nuevo aquí tuve motivos para enfadarme. José Antonio se adelantó y en vez de parar en la collada continuó por la ladera sin contar con nadie. Álvaro y yo llegamos a la collada y paramos para esperarle. Viendo que no venía, le seguí los pasos unos metros para ver que hacía, pero no había rastro de él. Pues bien tras un rato de espera le vemos asomarse por encima de nosotros en la ladera hacia el Moncalvo. Aquí ya me mosqueé y le pedí que bajase para continuar todos juntos.
Ya marcaban las 20:00 horas cuando comenzamos a descender por el valle directamente hacia el coche. Llevábamos 13 Km largos y nos quedaba un buen trecho aún. La parte alta de aquella vaguada estaba bastante limpia y bajamos cómodamente. Tras bajar unos 500 metros llegamos frente a la vaguada que bajaba directamente de la laguna. La vegetación se hizo más abundante y pasamos entre algunas escobas y bonitos helechales. Nos encontramos y atravesamos algunos pequeños arroyos que serpenteaban ladera abajo formando surcos profundos. Así alcanzamos una planicie donde pastaban un centenar de vacas y algunos toros de temible aspecto. Por la derecha se incorporaba ahora, bordeando el Montonto, el ramal del arroyo Piornales que habíamos atravesado subiendo tras bajar del Turriero, pasar el Vedul y la loma intermedia.
El Montonto nos comenzó a dar sombra en aquel punto y nos acompañaría hasta casi abajo. De nuevo atravesamos numerosos arroyos como pudimos y por la parte baja de la falda de dicho pico fuimos recorriendo los últimos metros. Aún tuvimos que pasar entre algunos piornales y atravesar pequeños muros de piedra entre prados antes de divisar por fin la furgoneta en el camino. Eran las 21:30 horas.
Para llegar a ella nos quedaba todavía que pasar el arroyo Piornales que hicimos saltando por una piedras. Tras él partía un camino en un prado que yo seguí antes de salir directamente donde estaba la furgoneta. Álvaro había hecho otro tanto, pero José Antonio se metió entre la maleza que le magulló a última hora. Eran las 21:40 horas y habíamos recorrido nada menos que 16,940 Km.
Sin más retrasos nos cambiamos de ropa y calzado y 20 minutos más tarde emprendimos el regreso. La peña se veía ahora de un bello color rojizo por el sol del atardecer. Nos restaban 8 kilómetros por la pista aquella antes de llegar al pueblo. Como íbamos descendiendo y el morro de la furgoneta tiende a bajarse, tuve que reducir al mínimo la velocidad en varios tramos. Con esa precaución entramos en Porto y paramos cerca de la fuente a beber agua, que se nos había terminado bajando. Aproveché que ya teníamos cobertura para llamar a casa y avisar que llegaríamos algo tarde.
Sin más retrasos salimos del pueblo por la estrecha carretera en la que no nos cruzamos con ningún vehículo en los 28 kilómetros hasta la salida a la nacional. Allí decidimos acercarnos hasta un pueblo cercano, de cuyo nombre no me acuerdo, a tomar algo antes de proseguir. En un bar estuvimos unos diez minutos y por otra carretera empalmamos con la autovía hacia Puebla de Sanabria. Del viaje de regreso no hay novedades que contar. Antes de Benavente cambiamos de autovía y entramos en la de León. Por cierto que en ella han dejado bastante mal los empalmes de la calzada en los viaductos y la furgoneta pegaba unos buenos botes en ellos.
De esa forma llegamos a Ribaseca donde abandonamos esta vía para entrar hacia León. Era la 1:15 horas cuando llegamos a mi calle donde tenía Álvaro su coche aparcado. Tras pasar sus mochilas al mismo me despedí de ellos y metí la furgoneta en el garaje. Habíamos hecho de vuelta 220 Km, justo los 20 menos del despiste a la ida.
Con ello cumplimos otro de los objetivos programados para este año y ya pendiente de otros anteriores. Ojalá continuemos en esta línea durante el resto del año tras los cambios del mes anterior.